Renacimiento © ✓

By MariaAparcio

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Serie Las Dos Caras de la Luna: Libro III "Nadie es dueño de tu vida. Tú decides quien quieres ser y como viv... More

Introductorio
Prólogo
Capítulo 1: Regresión
Capítulo 2: Choque de intereses
Capítulo 3: Punto muerto
Capítulo 4: Advertencias
Capítulo 5: La manada
Capítulo 6: Cara a Cara
Capítulo 7: La confrontación
Capítulo 8: Desolación
Capítulo 9: La feria
Capítulo 10: La confesión
Capitulo 11: La historia
Capítulo 12: En la mira
Capítulo 13: La telaraña
Capítulo 14: El vecino
Capítulo 15: Amigo sorpresa
Capítulo 16: La oveja
Capítulo 17: El regreso
Capítulo 18: Punto y cierre
Capítulo 19: Catarsis
Capítulo 20: El espejo
Capítulo 21: Un paseo animado
Capítulo 22: Noctámbula
Capítulo 23: Lo bueno y lo malo
Capítulo 24: La declaración
Capítulo 25: Las motivaciones
Capítulo 26: El tormento
Capítulo 27: Heridas abiertas
Capítulo 28: Las sospechas
Capítulo 29: Punto de partida
Capítulo 30: Clase y práctica
Capítulo 31: Realidad y fantasía
Capítulo 32: Posibilidades
Capítulo 33: El gato y el ratón
Capítulo 34: La caja de Pandora
Capítulo 35: Bertram
Capítulo 37: Luchar y sobrevivir
Capítulo 38: Renacimiento
Capítulo 39: El despertar
Capítulo 40: Única
Capítulo 41: Hija de la Luna
Capítulo 42: Mis chicos, mi familia
Capítulo 43: Una nueva realidad
Capítulo 44: Resiliente
Epílogo
Capítulo Extra (Rick)
Playlist- Renacimiento
Curiosidades sobre Renacimiento
Cosas Extras
Agradecimiento y nota de la autora

Capítulo 36: El monstruo

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By MariaAparcio

¡Les recomiendo escuchar la canción antes de leer el capítulo! 

Tenía que ser racional y no perder la poca calma que había conseguido por lo que había escuchado y...visto. Bertram golpeó la puerta con fuerza, y hasta me pareció que iba a romperse. Tragué saliva, intentando ganar tiempo o por lo menos algo.

Bertram gritó mi nombre, diciéndome que saliera, pero le pedí un momento más, conté hasta seis y la puerta dejó de moverse. Ya no estaba en la puerta, pero sabía que estaría escuchando todo. Mi corazón estaba en un ritmo constante, pero no estaba tranquila. Tarde o temprano Bertram me mataría, tal vez como el pobre nombre que conocí como Mark o algo mucho peor. Sentía como el sudor se deslizaba por mi espalda, mientras marchaba hacía la puerta y salía de ahí. Apenas di un paso afuera, el ambiente del lugar se había vuelto pesado, y hasta pude detectar, el olor a cigarrillos. Tragué duro. Sentí un escalofrío en la espalda, mientras cerraba la puerta detrás de mí y observaba el pasillo. Pude ver a Bertram en la cocina, sentado y había un poco de luz que se filtraba, por las ventanas de la cocina. Algunos rayos de sol entraban, y le daban un cierto tono anaranjado a las paredes; el ocaso estaba terminando. Avancé, palpando levemente la navaja en mi bolsillo y rezando, para controlar mis emociones. Cuando llegué a la cocina, noté algunas cosas y mi pulso se elevó.  

El cuerpo de Mark ya no estaba. Las manchas de sangre del fregadero, los armarios y el suelo, habían desaparecido. Había más bolsas de basura cerca del fregadero y las botellas de querosén, seguían en el mismo lugar. Con calma, giré la mirada hacía Bertram, y su rostro estaba implacable; todo en él parecía estar aseado y era obvio, había limpio el desastre que había sucedido en ese lugar. Había arreglado la escena. Él estaba sentado, frente a la mesa con aire casual mirando su laptop (o fingía verla), tenía un cigarrillo en la boca y hasta había un cenicero a su lado. Caminé hacía él y mis manos comenzaron a templar pero rápidamente, las volví puños.

Miré la otra silla vacía, la moví y me senté frente a él. Bertram levantó la vista de la pantalla y me miró. Aspiró un poco de su cigarrillo y exhaló, dándole un aspecto fantasmal con la ropa negra y el humo a su alrededor. Mi corazón empezó a agitarse y podía sentir el sudor frío correr en mi cuerpo. Y la navaja se sentía pesada en el bolsillo.

>>> Si veo el encendedor tal vez, solo tal vez tenga una oportunidad... <<<, pensé

El ambiente era extraño, a pesar de que había algo de iluminación por las ventanas, también había algo de oscuridad, en ciertos rincones. Los dos no pronunciamos palabra alguna por un momento, levanté las manos y las coloqué encima de la mesa; una forma de mostrarle que no iba hacer algo...por el momento. Bertram terminó su cigarrillo y lo puso en el cenicero, movió sus labios con disgustó antes de sonreírme.

—Entonces...—le dije con claridad

Él levantó las cejas.

— ¿Entonces qué, Liz? —inquirió

Apreté los labios y me puse en tensión.

— ¿Me matarás? ¿Así será el final de todo? —le pregunté. — ¿De todo esto...Bertram?— inquirí diciendo su nombre con extrañeza

Bertram hizo una mueca, le dio un vistazo rápido a las bolsas y me miró de nuevo.

—Sí. Ese es el plan— repuso

Intenté fingir estar relajada, pero mis manos temblaban. Respiré, miré hacia abajo un momento, pero gracias un punto de mi vista periférica, pude notar a Bertram levantarse un segundo y al siguiente...estar a mi lado. Puso la mano en mi barbilla, levantando mi rostro hacía él. Su mano me tomó con delicadeza pero a la vez, con dureza. Lo estaba viendo hacia arriba y él quería que lo hiciera. Y con suavidad, su pulgar tocó mi labio.

—Yo...

Pero entonces, sus dedos dejaron ir mi barbilla y su mano saltó hacia mi cuello. Me tomó un segundo, en poder notar su mano en mi cuello y empecé a respirar con resoplidos y mi pulso comenzó a correr; estaba agarrando con fuerza mi garganta. De manera automática, puse una mano en dónde estaba mi cuello y la otra en su antebrazo. Empecé a sentir un hormigueo en todo mi cuerpo y Bertram no apretó más pero tampoco me soltaba, solo me observaba. Debía estar mirando la expresión de pánico que yo tenía. ¿Iba a morir estrangulada por sus manos? Gemí un poco mientras su agarré se hizo más duro, pero de repente, me liberó. Tan rápido como había pasado, había dejado ir mi cuello y jadeé cuando logré respirar de nuevo; inhalé y exhalé con fuerza mientras me tocaba la piel. Lo miré, y él solo me estaba observando con una mirada que no supe entender. ¿Acaso era parte de este horrendo juego?, ¿les había hecho esto a sus otras víctimas? ¿O solo quería hacerme sufrir?

Él hizo una sonrisa, casi divertido.

—Es divertido mirar esa expresión de tu rostro—comentó. —Cada parte de tu cuerpo, se aceleró cuando apreté tu cuello pero tus ojos, mon amour... —señaló divertido. —Bueno, tus ojos me decían que deseabas vivir, a pesar del miedo que percibí en ti

— ¿En serio? —murmuré y me aclaré la garganta. — Tengo miedo, siempre lo he tenido, lo admito y quiero preguntarte algo —comenté y añadí: — ¿De verdad mi vida es tan importante para que tus jefes o cómo quieres llamarlos te enviaran hasta aquí? ¿Solo para jugar conmigo y luego asesinarme? — le pregunté. — ¿Lo es?

Bertram levantó una ceja.

—Uhm —respondió y luego sonrió. —Cada misión que complete me acerca más, a cumplir los objetivos de mi lord Gabriel y sus hermanos. Mi señor Gabriel es un hombre perdido en su vida, y hasta creía que Ilusion Lombardi lo salvaría de sus demonios pero cuando se enteró de que falleció y que tuvo una hija aparecida a ella, él supo que tendría su salvación — repuso él con nostalgia. — Gabriel Lacroix, recogió a un niño huérfano en las calles de París, durante la Tercera República Francesa en 1914. Me llevó con él antes que la Primera Guerra Mundial explotara y fuera un infierno. Las clases sociales y el poder solo hizo que los Lacroix pudieran mejorar sus planes, con los nuevos pensamientos en la política y la economía ayudaron, pero fueron décadas después...

— ¿Entonces aquí está la parte que me das tu increíble monólogo de villano y de tus planes antes de asesinarme? ¿O me equivocó? — le interrumpí resoplando y añadí: — Comme vous êtes previsible* —comenté riendo.

Escuché a Bertram gruñir y lo siguiente que sentí, fue un dolor horrible en mi mejilla. Había ocurrido tan rápido que apenas lo noté, pero si puede sentir como mi rostro había girado un poco, por el golpe que había recibido. Me había dado una cachetada. Con lentitud toqué mi mejilla, sentí un hormigueo dentro de la boca; no sentí sangre, solo dolor. De soslayado, le lancé con enojo, una mirada.

Femme stupide* — masculló en su idioma. —No me mires así. No eres tan buena como crees que eres. Aunque seas la hija adoptiva de la manada de tu padrastro y que seas amiga de los Seivias, no significa que te libres de los Les Royals —comentó soltando una risa. —Tarde o temprano todo empezará y nadie estará a salvo, ni siquiera los seres humanos. A pesar de que te esfuerces en pelear y luchar contra mí, Lizzie, solo serás una más de las cientos de chicas, junto a Michelle Cristiano que he asesinado —comentó y se acercó a mí. Y con fuerza me agarró del cabello, por la parte de atrás. Protesté y lo miré apretando los dientes. —Fuiste demasiado ingenua, para darte cuenta de quién era. Solo eres un juguete, y si quiero podría asesinarte... así de fácil—repuso chasqueando los dedos.

Podía sentir un poco de presión, mientras le sujetaba el cabello. Bertram se acercó hacia mí, antes me había tratado de estrangular (solo ver cómo reaccionaba), y ahora estaba segura que tomarme del cabello era solo para intimidarme. Soltó un poco de mi cabello, pero se mantuvo cerca de mí, dejando que su mejilla rozaba la mía; su aliento tenía un olor metálico de la sangre. De repente, él me sujetó del antebrazo, resoplé mientras me obligaba a levantarme de la silla. Tragué saliva, mientras él me liberaba de su agarré y él empezó a acercarse a mí. Temblé un poco cuando sentí su mano ir por debajo de mi camiseta y lo escuché sisear, cuando la otra mano tocaba parte de mi cintura y se detuvo para apretarme contra él; me estaba apretando contra su cuerpo.

Intenté estar tranquila pero no podía moverme. Bertram no decía nada, pero sus acciones decían mucho y más cuando empecé a sentir sus dedos viajar por encima de la camiseta yendo hacía mi espalda. Tuve una sensación helada correr por mi espalda, justo dónde él me había tocado. ¿Qué intentaba hacer?, ¿era otro de sus juegos? Él era alto y yo estaba a la altura de su pecho, y entonces sentí, a través de la ropa, la ligera musculatura de su duro abdomen contra mí. Contraje el estómago al sentir su cuerpo contra el mío, dejó de mover sus manos pero bajó un poco su cuerpo y movió su cabeza hasta mi cabello y de nuevo, siseo. Me estaba oliendo. Lo miré y vi que tenía los ojos cerrados, mientras me olfateaba, pero él bajó su cabeza hasta mi mejilla. No podía pensar con claridad, cuando percibí su aliento cerca de mi mejilla pero se movió con calma hasta mi oreja. Él exhaló con fuerza, una mano me sujetaba por la cintura, apretándome más contra él y la otra dejó de moverse por mi espalda e ir hacia arriba y tocar una hebra de mi cabello.

—Sospecho que no has podido experimentar muchas cosas en tu vida, Elizabeth, ¿cierto? —murmuró en mi oído. Su tono era suave pero firme. — Y creo que sería muy divertido hacer una de ellas, bueno tú sabes, antes de morir. Sería intenso y rápido, para los dos...

— ¿De...qué hablas? — le pregunté desconcertada y noté que se su mano agarraba mi cintura más hacia él

— ¿Acaso no lo sientes ?—me susurró

Sus palabras me confundieron, y fruncí el ceño sin mirarlo pero entonces, pude sentir algo duro cerca de mí. Todas las alarmas en mi mente se encendieron, al darme cuenta de lo que era. Pude sentir la dureza en la entrepierna de Bertram.

***

— Dios mío— musité y lo escuché reírse. Siseó de nuevo, cerca de mi oreja y apreté los dientes.

—Antes pensaba que sería divertido beber tu sangre y devorarte sabiendo que eras virgen, pero tenerme aquí y saber lo que podría hacerte...— comentó él animado. Suspiró. — ¡Me he estado imaginando algunas cosas contigo...y luego tus gritos, entre dolor y placer!

Estaba como una estatua, pero parpadeé mientras escuchaba sus palabras, y ya pude entender todo este juego; tratar de estrangularme, abofetearme, intimidarme y tocarme. A Bertram le excitaba sexualmente la tortura, dolor y humillación. ¡Mierda! ¡Es un psicópata, que se excita con torturar a sus víctimas! Grité dentro de mi mente, al darme cuenta, además de asesinar a sus víctimas, él abusaba de ellas... sexualmente. ¡Oh, Dios! Cerré un momento los ojos, tragué saliva y los abrí. Bertram todavía estaba unido a mí, abrazándome y soltó un suspiró. Se puso firmé y él me sonreí pero sus ojos decían "te tengo"

— Esto te excita...— afirmé

Asintió con la cabeza y me sonrió, antes de acercarse a mí. Un poco más y estaba cerca de besarme, pero su erección estaba presente. Me sentía acostada, pero intenté calmarme.

— ¿Me violarás, me asesinaras y luego te irás de aquí? — inquirí con firmeza.

Bertram tocó de nuevo un mechón de mi cabello, entre sus dedos y respondió:

— Puede ser, porque esto no está en el plan inicial y estoy perdiendo tiempo, porque es posible que mi contacto me llámame. Y no estoy...

Entonces, su celular empezó a sonar; estaba sobre la mesa de la cocina. Gruñendo, me dejó ir y yo me quedé mirándolo, mientras él iba hacia allá y tomaba el aparato. Bertram parecía molesto cuando observó su celular. No sabía cuánto tiempo tenía, porque tarde o temprano él me asesinaría y ahora sabiendo de lo que era capaz, ahora estaba asustada. Sospechaba que era un mensaje, porque empezó a escribir, y se veía enojado; él se giró hacia el fregadero, mientras maldecía. Estaba dándome la espalda. Miré la mesa y ahí estaba el encendedor, junto con el cenicero. Finalmente, mis pies pudieron hacerme caso y lentamente, empecé a moverme hacia la mesa. Respiraba con suavidad, y mi corazón latía con urgencia, mientras me apresuraba a tomar el encendedor y pude moverme (a pesar de que todo mi cuerpo se sentía rígido), y sentarme de nuevo. Apreté encendedor entre mis manos y mordí el labio mientras alzaba una de las manos sobre la mesa y la otra se deslizaba hasta el bolsillo de mí pantalón, moviendo levemente mis dedos hacia el interior con el encendedor, colocándolo ahí. Sentía una presión en el pecho, cuando finalmente él se giró. Tenía una expresión de enfadó con el aparato en la mano, pero cuando levantó la mirada hacia mí, frunció los labios. Resopló y contempló la mesa. Él frunció los labios y de modo normal, caminó hacia mí mirándome con interés.

— ¿Qué? — murmuré mirándolo

Apreté los muslos, mientras él me observaba inclinando la cabeza.

—Juraría que dejé el encendedor aquí —comentó y levantó la mano para tomar mi barbilla con fuerza para mirarlo. — ¿No lo has visto, Lizzie?

—No estoy...

—No te atrevas a mentirme, Lizzie —me amenazó

— ¿Por qué tomaría tu encendedor? —inquirí y él apretó mi barbilla. —Además, creo que te has dado cuenta, Bertram...que yo no soy una persona que...fuma —vacilé

Bertram entrecerró los ojos.

—Tal vez se cayó al suelo o esté en otro bolsillo —señalé y sujetó con fuerza mi barbilla hasta el punto de apretar mis labios. Balbuceé algo y él me liberó.

Bertram frunció los labios, como un niño y mis nervios estaban a flor de piel. Poco a poco la luz del día se estaba desvaneciendo, y sabía que ya estaba a contrarreloj. Intenté tener una expresión neutral con él, pero tampoco podía estar tranquila mientras sentía que la situación, que estaba a punto estallar. Mi captor se quedó parado cerca de mí, mirándome, mientras que fruncía los labios y mi corazón estaba volviéndose loco. Él respingón observándome y empecé a sospechar que él no se había creído lo de no saber nada del encendedor. Maldije porque había cometido una estupidez, y sentía una sensación pesada en el estómago. Sentía que iba a vomitar o colapsar, pero no podía dar marcha atrás de mi plan, pero faltaba algo importante: salir de ahí. Aunque intuía que él tenía un plan para eso; debía estar preparado para todo.

Dejó de mirarme y se movió, con paso aburrido hacia una de los cajones de la cocina. Me quedé quieta mientras observaba, cómo él sacaba del cajón una caja de fósforos. ¡Carajo! ¿Cómo no lo había pensado antes? Él abrió la cajita para sacar un cerillo y en la otra mano, busca otro cigarrillo de sus pantalones, y era tan irreal verlo encender otro cigarrillo y darle una calada. Baje la mirada pero de reojo continué viéndolo, y suponiendo en el próximo movimiento que él estaría pensando en hacerme. Tragué saliva, y él se quedó cerca la cocina, pero parecía un depredador al acecho, solo mirándome y algo estaba mal. El tiempo había pasado de una forma lenta desde que había llegado y ahora, por los rayos de luz que entraban en la casa. Sabía que pronto iba a ocultarse el sol y sería de noche.

Mi corazón saltó en mi pecho. Bertram quería sacarme cuando fuera de noche, cuando fuera más fácil y no hubiera testigos. Tenía que pensar de alguna manera en salir de esa casa o por lo menos, intentar escapar a otro lugar. Y si lograba escapar, tal vez y solo tal vez, podría hacer el plan que tenía, pero ¿cómo?

>>> Tengo la navaja y el encendedor, pero no estoy afuera todavía <<<, pensé.

Pero también, pensé en mi familia, era posible que estarían preocupados y hacía rato que Chad había llamado y además, de eso Bertram ya no había sacado su teléfono. Respiré y decidí probar algo. Y era una idea peligrosa, pero ¿qué otra cosa podía pasar? Miré a Bertram, quien estaba tan callado como una estatua pero le daba caladas su cigarrillo varias veces y exhalaba el humo. De nuevo, parecía un espectro adolescente. Recé una plegaría y me puse en marcha.

—Eres un idiota, por todo hacer esto —susurré mirándolo y Bertram, fumo más. No dijo nada, pero observaba. —Y aunque seas un monstruo psicópata y despiadado, solo eres un soldado —le siseé

Bertram frunció la nariz.

—No sabes de lo que estás hablando — masculló. —No lo sabes...

— ¡Sí lo sé! —le grité, apretando los puños. Exhalé. — Sé que eres un monstruo, una abominable sanguijuela que solo disfruta hacer sufrir a las mujeres. Chicas inocentes y no solo a Michelle Cristiano, sino a todas a las que has asesinado por más de un siglo, animal —mascullé y respiré.

Todo mi cuerpo se ponía en modo supervivencia; mi corazón saltaba con fuerza pero intentaba controlar mi respiración. Bertram hizo una mueca apretada en sus labios, como si hubiera comido algo ácido.

— Femme stupide, vous ne savez rien de moi, beaucoup moins que ce que je suis capable de faire. Voulez-vous mourir?* — comentó enojado

Vous êtes un chupasangre ridicule*— le respondí con tono de burla y solté una risita. — Y sí, sé que eres una maquina asesina, que le gusta la sangre y violar y asesinar mujeres pero sé también, que eres un cobarde y ¿sabes por qué sé que lo eres? —repuse y lo escuché sisear.

— ¿Qué mierda puedes saber tú? Tú no me conoces, perra— masculló. — ¿Y por qué sería un cobarde, si todavía puedo matarte? —farfulló con un sadismo.

Su mirada era una mezcla de enfado, molestia y asco. Hice una mueca, como si fuera una sonrisa y solté una risita.

—Sé que te gustó —comenté sonriendo. — ¿Y sabes por qué lo sé?, porque todavía no me has matado. Solo me has golpeado, estrangulado y acosado sexualmente, pero aparte de eso, porque no me has asesinado en todo este tiempo —señalé y añadí: —Nunca lo admitirás, pero sabes que en el fondo tengo razón de eso, ¿cierto? —me ríe

Él resopló con fuerza y arrojó al suelo el cigarrillo, mientras que sus ojos aparecía una mirada asesina y rabia. Y estaba a punto de explotar, así que recé ante lo que iba hacer y lo hice.

—Deja de fingir y dilo...en voz alta— murmuré. Él gruñó y su cuerpo se puso en tensión.

Mi pulso se aceleró.

—Deberías callarte ya, o sabrás lo que Michelle Cristiano y esas mujeres sufrieron, puta—refunfuñó, apretando los dientes.

—Lo sé, pero es cierto — afirmé. —Es cierto que me quieres...mucho —le insinué haciendo énfasis en "mucho". —Al final eres un grandísimo cobar...

Y entonces, todo ocurrió demasiado rápido para mí vista lo notará. Bertram llegó hasta mí, entre un gruñido y gritó, mientras me agarraba del cuello, me sacaba de la silla y me lanzaba hacia el suelo de la sala de estar. Sentí su pesada mano en mi cuello y apenas pude, soltar un gritó ahogado cuando mi cuerpo golpeó el suelo de costado y resoplé. Jadeé ante el impacto, pero pude ver un par de zapatos oscuros frente a mí y levanté la mirada, contemplando con horror, sus ojos rojos y su boca, ligeramente deformada por sus colmillos.

— ¿Crees que soy un cobarde? Muy bien, Lizzie —repuso. —Iba tomarme mi tiempo para divertirme contigo. Algo lento pero creo que tienes muchas ganas de que te asesine...— señaló.

Entonces, levantó su bota y me golpeó en el rostro. Gemí sintiendo sus patadas en mi rostro y el abdomen. Eran golpes fuertes y constantes. No duró mucho pero me hicieron jadear por el dolor, hasta pude sentir la sangre en mi boca. Abrí un poco los ojos, y logré ver a Bertram elevar su pie de nuevo y darme otra patada. Escupí la sangre al suelo y resoplé, mirándolo mientras se paraba al lado de mí, con una sonrisa monstruosa. Debió ser la última, porque se detuvo, solo gemí pero no podía hablar; me sentí débil y poco a poco, mis ojos se cerraron. Dejé caer mis brazos, no moví mi cuerpo; apenas logré controlar mi respiración, y entonces, me hice la muerta.

____________________________

Estúpida mujer – Femme Stupide*

Qué predecible eres – Comme vous êtes prévisible*

Eres una sanguijuela ridículo – Tu es une sangsue ridicule*

Tonta mujer, no sabes nada de mí y mucho menos de lo que soy capaz de hacerte. ¿Acaso quieres morir? – Femme stupide, vous ne savez rien de moi, beaucoup moins que ce que je suis capable de faire. Voulez-vous mourir?*

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