Arde, mi bella estrella

By -TheDarkSwan-

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"Si ellos intentan asfixiarte, grita, el dolor te dará alas nuevas y el vuelo retomarás. Arde, mi bella estre... More

Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Me plagiaron (1) :)
Me plagiaron (2)
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42

Capítulo 11

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By -TheDarkSwan-

N/A: ¿Quieren morir de amor? Yo si me morí de amor :") (comenta primero y te dedico el siguiente cap)

~~~~~

Mirabel tiene ocho años cuando hizo un bordado que la dejó satisfecha después de casi un año aprendiendo con la costurera del pueblo. Sonrió ante el patrón que contemplaba en la pañoleta amarilla que servía de listón para el cabello, estaba emocionada por mostrársela a la dueña.

De inmediato, guardó el objeto en una caja de cartón, decorada con papel de regalo color amarillo y cuando estuvo segura de que había guardado bien su regalo, de inmediato se dedicó a limpiar un poco el desastre que había dejado en su escritorio que tenía todos sus materiales de costura y pedazos de tela esparcidos.

Mirabel le gusta mucho bordar, la primera vez que vio los bordados de la señora María en la ropa que consiguió, inmediatamente pensó que quería aprender a hacer eso, pero aún tenía seis años y dudó mucho en preguntarle a Pepa o a Félix acerca de que quería aprender, así que se esperó hasta después de su cumpleaños para ser valiente y decirles que ella quería aprender a coser y bordar. Pepa se mostró mucho más preocupada por la idea, no quería que se exigiera mucho y no perdiera horas valiosas que podría aprovechar para jugar como los demás niños, tuvo que recurrir a sus ojitos de cachorro que no había usado en dos años para convencerla, ya que Félix estaba feliz de dejarla aprender. Mirabel entendió la preocupación de Pepa, su tía siempre se ha preocupado por ella y siempre hacía lo mejor para ella, por eso, a Mirabel no le molestó para nada que Pepa le haya dado la condición de que solo serían dos horas en las que tomaría lecciones para aprender. Recuerda lo feliz que estaba cuando le dijo eso y abrazó a Pepa y a Félix con fuerza, diciendo muchas veces "gracias".

Una vez que su escritorio se ve un poco mejor que antes, ella se levanta de su silla, corre de inmediato a su cama, recogiendo la pañoleta beige con bordados de mariposas en hilo rojo para amarrarlo en su cabeza, imitando como lo usa su tía Pepa. Amaba esa pañoleta, después de la perdida de sus listones por culpa de Lucas, su hermana le había conseguido este regalo —¡Casita! Estoy lista para hacer esto, ¿crees que le gustará? —le preguntó a su amiga mientras se acomodaba mejor el bolso que Félix le había regalado cuando lo compró el mes pasado en el mercado, era de color rojo y Mirabel juraba que cuando terminara el otro proyecto que había empezado, bordaría muchas mariposas en su bolso. Casita agitó felizmente las puertillas de la ventana, respondiendo a su pregunta y Mirabel tenía mucha mayor confianza, después de todo, Casita siempre decía la verdad —¡Iré ahora mismo! —dijo felizmente, tomando la caja donde el regalo venía y lo metió a su bolso.

Giró sobre sus pies, caminando rápidamente a la puerta, su mano fue hacia el pomo que ya alcanzaba mucho mejor debido a su crecimiento, tomó una respiración profunda —. Enorgullece a tu familia —susurró con una sonrisa, y abrió la puerta para salir de la habitación, girando de inmediato en el pasillo para dirigirse a la habitación familiar. En su prisa, no prestó atención cuando la puerta de una de las habitaciones se abrió, y antes de poder evitarlo, ya había chocado su hombro contra... Isabela —¡Lo siento! —se disculpó de inmediato, inevitablemente se encogió sobre si misma, sabiendo que Isabela le gritaría a continuación.

—¡¿Por qué no puedes ver por donde vas?! —la cuestionó la princesita dorada con enojo, mirándola con el ceño fruncido —¡Deja de cruzarte en el camino de los demás sin cuidado! —Mirabel mordió su labio, apartando la mirada lejos de la de Isabela. Esto se estaba volviendo una rutina, y Mirabel quizás prefería mejor la época en que Isabela ni siquiera la miraba, porque en este último año, después de que sucedió un accidente similar meses antes de su cumpleaños número ocho, ahora Isabela ponía los ojos en blanco cuando la miraba, estaba ese ceño de desaprobación (igual al de la abuela) en su rostro, y si cometía el error de chocar con ella, entonces le gritaría... Ojalá Mirabel no fuera tan torpe, pero lo era, así que a lo largo de este tiempo ahora era ella quien intentaba estar completamente fuera del camino de Isabela (de cualquiera del lado de su familia en realidad), y resultaba casi siempre fácil, ya que casi todo el día cumplía con el deber de ser la niña de oro en el pueblo, pero había días en los que simplemente Mirabel solo tenía mala suerte, quizás debía echarse sal al hombro... Mirabel repentinamente frunció el ceño, ¿eh? Es cierto, el tío Bruno hacía eso (y no se habla de Bruno, así que debería parar ahí si no quería problemas).

—¡¿Qué no piensas decir nada?! —Isabela la sacó de sus pensamientos, cierto, la niña de oro seguía hablando.

Isabela —la voz de Dolores sonó suave como siempre mientras estaba de pie a unos pasos de ellas, pero Mirabel conocía a su hermana y sabía que había una advertencia escondida ahí —¿No tienes que ir al pueblo a realizar tus tareas? ¡hmm! —soltó su chillido característico, y Mirabel no pudo evitar esconder su sonrisa agachando el rostro al suelo cuando Isabela miró furiosa a Dolores, solo para después irse sin decir nada —¿No es temprano para que te metas en problemas, chiquita? —le preguntó con cierta diversión.

—La princesita de oro me odia —resopló haciendo un puchero, cruzando los brazos sobre su pecho.

—¿Princesita de oro? —le peguntó su hermana mayor con curiosidad —¿De dónde sacaste el apodo?

—Félix una vez nos contó un cuento a Camilo y a mi sobre una niña que era una princesa que era totalmente perfecta y amada por todos —contó Mirabel mientras se acercaba a su hermana y tomaba su mano, entonces ambas comenzaron a caminar para ir a la puerta a la que inicialmente se dirigía —. Isabela es perfecta, así que, Cami la llamó una vez "princesita de oro" y yo, ¿"niña de oro"? —se encogió de hombros, en su mente Isabela era eso.

Su hermana solo tarareó, entendiendo el punto —. Bueno, quizás deberíamos olvidarlo, ¿no? Hoy es el día de mamá, ¿no? —le dijo Dolores con una suave sonrisa. Mirabel asintió en respuesta, recordando cuál era su objetivo hoy, así que asintió a su hermana con una sonrisa y pronto ambas llegaron a la puerta de Pepa. La niña de ocho años tomó una bocanada de aire y dejó ir la mano de su hermana —. Pienso que deberías entregar tu regalo a solas —le susurra su hermana con cariño. Dolores sabía lo que Mirabel quería hacer hoy, después de todo, estuvo hablando con su hermana mayor de eso durante horas y hoy era el día en que lo haría. Lolo le dio un suave empujón en su espalda en dirección a la puerta, solo para después alejarse de ella por el pasillo, seguro iría a buscar a Cami quien estaría en la cocina preparando el pastel que hicieron anoche.

Mirabel hinchó su pecho, armándose de valor abrió la puerta, entrando a la habitación de Pepa. Hay algunas nubes grises en la habitación, pero ella entiende la razón de ellas, cuando su tía cumplió años fue un día lleno de nubes grises, fue el primer cumpleaños de la tía Pepa sin el tío Bruno... y en el que no se llevaba bien con Julieta. Así que a pesar de todos estar en la mesa y que abuela los tuviera sentados para "celebrar", al final Pepa no había podido estar en la mesa y se fue su habitación, así que sus hermanos y ella hicieron pijamada con Pepa y Félix, nubes grises siempre sobre ellos mientras lloraba. Desde entonces, Mirabel sabía que Pepa llevaría una nube en su cabeza en su cumpleaños, se animaba mucho con ellos, pero eso no se llevaba lejos su tristeza. A Mirabel siempre le dijeron que era una niña demasiado inteligente para su edad, y era verdad, por eso logró llegar a una decisión.

—¿Nubarronita? —escucha la voz de Pepa y sus ojos marrones van de inmediato a ella, quien estaba frente a su espejo, colocándose su último arete de sol.

Mirabel sonrió, rápidamente corrió hacia Pepa quien se puso de rodillas abriendo sus brazos con anticipación y pronto le dio un fuerte abrazo. Mirabel amaba los abrazos de Pepa, se sentía segura y protegida en ellos, no importaba si estaba lloviendo o nevando sobre ellas, el abrazo de Pepa era cálido, calmaba cada miedo y duda, hacia que un día malo cambiara a uno bueno. Aún está fresco el día de su cumpleaños número cinco en su memoria, jamás olvidará lo triste que se sintió, lo sola que se sintió y luego Pepa estaba con ella en la guardería, abrazándola con fuerza mientras Mirabel lloraba, Pepa, quien no se apartó de su lado, quién luchó por ella, quien cuidó de ella, quien no dudaba en cargarla en sus brazos para calmar sus miedos, quien besaba su frente con cariño, quien le decía una y otra vez lo especial que era, quien cepillaba sus rizos, quien rió con felicidad cuando usó la falda amarilla por primera vez, quien lloró de felicidad cuando la escuchó llamar a Camilo y Dolores "hermanos", quien le leía cuentos antes de dormir junto a sus hermanos, quien le tarareaba canciones cuando la arropaba en su cama, quien la regañaba y le indicaba lo que había hecho mal, pero quien después suspiraba y levantaba sus castigos mientras le sonreía cariñosamente unos días después. Julieta dejó de ser su mamá cuando tenía cinco años, nunca podría entender como pudo dejarla, pero no importa, ha dolido mucho tiempo, dolerá, es una niña inteligente y lo sabe, pero también sabe, que aunque Julieta dejó de ser su madre hace mucho tiempo, ella ya tiene una verdadera mamá.

Se separó de Pepa para mirarla directamente sin salir de sus brazos, la mujer la espera pacientemente con una sonrisa, Mirabel sabía que Pepa sabía que se venía su felicitación, pero aguardó un poco más de tiempo, tomando el rostro de Pepa en sus manos —. Feliz cumpleaños, mamá —dijo con una sonrisa, y Mirabel sintió mariposas en su estómago cuando la palabra salió de sus labios. Ella estaba feliz de finalmente llamar así a Pepa. Observó a Pepa, los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas a la vez que le sonreía.

[...]

Pepa miró fijamente a Mirabel, sin poder evitarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas por la emoción revoloteando en su pecho. La había llamado "mamá", Mirabel la había llamado "mamá" y Pepa sentía aquel sentimiento familiar en su corazón, recordó ese sentimiento de orgullo, de realización y de amor cuando Dolores y Camilo la llamaron así por primera vez, se sentía de la misma manera, su garganta era un nudo mientras las lágrimas caían junto a las gotas de lluvia y una enorme sonrisa se deslizó en sus labios, observando cada rincón del rostro de la niña quien todavía tenía sus aún pequeñas manos en su rostro.

Pepa de inmediato la jaló a otro abrazo —. Mi nubarronita —susurró con cariño y voz llorosa, ni siquiera Dios podría saber la emoción que había en el corazón de Pepa en este momento, todo ese amor parecía que no le cabía en el pecho mientras tiene a esta niña en sus brazos. La niña que cargó en sus brazos después de un angustiante parto, la niña a la que le dio la bienvenida al mundo, la niña que de vez en cuando arropó cuando Julieta no podía hacerlo, la niña que amamantó cuando Julieta estaba demasiado ocupada y se ofrecía a hacerlo por ella, la niña que acomodó en la cuna junto a Camilo y que pronto dejó de llorar solo para quedarse dormida de inmediato con su hijo, la niña que reía encantada con la lluvia que producía, la niña con un hermoso corazón, la niña que destrozaron, pero que jamás perdió la chispa en su alma... Esa era su niña, era su hija, ella la cuidó cuando Julieta y el resto dio un paso atrás, ella era suya, Dios sabía que desde hace mucho tiempo veía a Mirabel como su hija, pero escuchar la palabra de sus labios, fue todo lo que Pepa necesitó para saber que lo estaba haciendo bien —. Te amo tanto —aseguró, sin darse cuenta, las nubes grises se estaban disipando, un bello arcoíris iluminó la habitación.

—También te amo, mami —respondió Mirabel con una enorme sonrisa, Pepa rió acuosamente, volviendo a abrazar a Mirabel con fuerza, oliendo su aroma a campo silvestre, tan natural y reconfortante, y que Pepa amaba tanto.

Sus oídos registraron un arrullo, a lo que Pepa separó a Mirabel de sí misma y miró hacia la puerta donde sus hijos y Félix estaban, observándolas con una enorme sonrisa. Ella volvió a reír, abriendo uno de sus brazos, Camilo corrió de inmediato hacia ellas, uniéndose al abrazo.

—¡Feliz cumpleaños, mami! —felicitó su hijo, dándole un beso en la mejilla que la hizo reírse una vez más.

Dolores se arrodilló junto a ella y rodeó con sus brazos lo mejor posible a ls tres, dándole un beso en la frente —. Feliz cumpleaños, mamá —le susurró.

Félix llegó hasta ellos y los atrapó en sus brazos, entonces perdieron el equilibrio y cayeron en un enredo al suelo, provocando risas por parte de todos —. La mujer más hermosa del mundo ríe como una Diosa —tarareó su marido, besando sus labios fugazmente solo para después levantarse y levantarla a ella del suelo mientras sus hijos evitaban entre sí levantarse del suelo.

—Bel, ¿el regalo? —Pepa registró el susurro que Dolores le dio a Mirabel, así que dirigió su mirada curiosa a sus hijas, notando que Camilo le sonreía a sus hermanas con complicidad mientras Mirabel rebuscaba algo en su bolso, solo para volver la mirada a Dolores y asentir con determinación. Pepa esperó pacientemente mientras Mirabel se levantaba del suelo y se dirigía a ella, observó por el rabillo del ojo que Félix sonreía mucho, era como si todos supieran de que trataba esto excepto ella.

—Mamá, hice esto para ti —le dijo Mirabel, ya extendiendo una pequeña caja envuelta en papel amarillo. Pepa de inmediato la tomó, quitando la tapa la cual Félix tomó de inmediato mientras ella mantenía clavados sus ojos en el brillo amarilo de su pañoleta. Los ojos de Pepa se llenaron de lágrimas de nuevo, tomando la prenda mientras su marido también tomaba la caja para dejarla tomar el objeto con las dos manos. Al extenderlo, sus pulgares acariciaron los pulcros bordados, distintas figuras palmadas y todas relacionadas con el clima, trazadas con mucho cuidado en hilo color naranja. —¿Te gusta? —preguntó con voz pequeña, jugando nerviosamente con sus pulgares. Pepa resopló con cariño, lanzándose otra vez a la niña para abrazarla con fuerza.

[...]

Mirabel observó junto a sus hermanos sentados en la fuente de la plaza como Pepa y Félix bailaban mientras los músicos que Félix había conseguido que tocaran para ellos como especial de cumpleaños para Pepa tocaban una melodía pegajosa y ella felizmente estaba balanceando sus piernas al ritmo de la música. Su hermana miraba ensoñadoramente a sus padre, sus manos de vez en cuando cubrían sus oídos cuando la música repentinamente sonaba un poco demasiado más alto, Camilo comía el último juego de arepas que tomó de la cocina mientras veía la escena, también balanceando sus piernas.

Pepa y Félix pronto volvieron a ellos, Camilo entonces decidió bailar con su mami y de inmediato la lleva al centro de la plaza, bailando animadamente mientras se ríen y el sol brilla intensamente. Mirabel sonríe mientras los observa.

—Deberías llevar a Bel —dijo su hermana a su lado, así que Mirabel volvió la mirada a ella notando que Félix y ella la miraban con una sonrisa.

—Eso sería buena idea, cielo —afirmó Félix a Dolores, solo para volverse hacia Mirabel —¿Me concede esta pieza, princesa? —Mirabel no pudo evitar reírse ante el movimiento exagerado de Félix en una especie de reverencia, pero asintió emocionada mientras le tomaba la mano y la llevaba al medio de la plaza.

Mirabel amaba cuando Félix la llevaba a bailar, él comenzó a enseñarle cuando cumplió seis años y siempre que hay una oportunidad, siempre bailan juntos y se ríen. Cuando están bailando juntos, Mirabel siente que el mundo y todos los problemas se van, es como si Félix pudiera tomar todo lo malo y hacerlo desaparecer tan fácilmente. Hay un sentimiento de calma, como si sus palabras pudieran curar todo lo que esta mal. Cuando tenía cinco años, ella se sintió abandonada por Agustín, él no fue por ella mientras lloraba, él no estaba ahí para decirle que todo estaría bien, Mirabel no lo entendió, no sabía que había hecho para que la vela no quisiera darle un regalo, no sabía porque sus padres se apartaron y dejaron que llorara sola. Pero donde Agustín se fue, Félix vino.

Félix se encargó de ser su papá, él le contó las historias más divertidas, él se sentó con ella debajo del árbol y esperó hasta que se sintiera bien, él le enseñó a bailar, él revolvió sus rizos con orgullo cuando sacaba buenas calificaciones en la escuela, él la dejaba ayudarlo en los deberes en Casita, él respondía cada pregunta que a ella se le ocurría, él la hacíareír cuando el día había sido malo, él le recordaría siempre lo valiosa que era, él besaría su frente al arroparla en la cama, él los llevaría a Camilo y a ella al río, y se uniría a ellos para jugar en el agua, él la abrazaría después de que tuvo una pesadilla, él la apoyaría si quería probar algo nuevo...

Mirabel elevó la mirada lejos de sus pies, mirando hacia Félix que le sonreía, totalmente animado por la música —. Te amo, papá —le dijo ella abruptamente, con una enorme sonrisa que lastimaba sus mejillas. Félix los detuvo en seco, mirándola con asombro y Mirabel sabía que no debía, pero enserio quería reírse por la expresión de Félix.

[...]

Félix fue tomado por sorpresa cuando aquellas palabras salieron de los labios de Mirabel, quien parecía a punto de comenzar a reír cuanto más tiempo permanecía quieto. Una sonrisa lentamente comenzó a extenderse por sus labios, la oración de Mirabel registrándose en su mente, y cuando menos lo pensó, ya había atrapado a Mirabel, tomando al niña de la cintura y levantándola al aire, dándole vueltas mientras reía con júbilo y ella comenzó a reír emocionada, su falda amarilla como el sol danzando en el aire, extendiéndose como las alas de las mariposas.

Ésta niña era suya, la amaba tanto como amaba a Dolores y Camilo, ellos tres eran todo lo que estaba bien en esta familia, en todo el mundo en general, ella era su hija, desde el momento que tomó la decisión junto a Pepa, sangre o no, esta niña era merecedora de todo lo bueno que podría existir y que ella lo llamara "papá" lo hacía el hombre más feliz del mundo, ese orgullo floreciendo en su pecho, la emoción atascada en su garganta, él quería verla crecer, él quería ver como se volvía una adolescente, como se volvía una hermosa mujer, él quería verla sonreír siempre, él deseaba tanto como lo hacía con Dolores y con Camilo, él quería verla formar su familia y estar ahí, porque ella era su hija y nada podría cambiar eso, porque él la ama tanto y más, que jamás quisiera que rompieran su corazón, que ella fuera siempre feliz y protegerla de la dureza del mundo. La atrajo a él en un fuerte abrazo y Mirabel de inmediato envolvió sus brazos detrás de su cuello

—Te amo mucho, mija —le dijo él con cariño, sintiendo las lágrimas nublar un poco su visión, Mirabel solo apretó un poco más el abrazo, haciéndolo sonreír más. Sus ojos pronto se encontraron con los de Pepa, quien tenía a Camilo y a Dolores en cada costado, abrazándolos mientras los observan con amor y lágrimas en sus ojos, un arcoíris brillaba junto al sol. Dolores estaba al borde del llanto, sonriendo cálidamente mientras Camilo tenía una sonrisa muy orgullosa en su rostro. Les hizo un gesto con la cabeza y sus hijos de inmediato corrieron hacia ellos para unirse al abrazo, Pepa riéndose cariñosamente por el enredo que eran, pero al final uniéndose también, estos eran sus tesoros.

Cuando volvieron a Casita, se reunieron a la mesa a la hora de la cena, una cena de cumpleaños donde celebrarían a las hermanas Madrigal, Pepa parecía a punto de deprimirse ya que él sabía que pensaría en su hermanito.

—Mami, ¿podemos comer doble ración de pastel? —le preguntó Mirabel a Pepa mientras se sentaba en su asiento al mismo tiempo que Camilo. Félix vio como Pepa le sonrió a su hija suavemente, pero antes de que pudiera responder algo se escuchó un cubierto caer contra el suelo, por lo que sus miradas fueron en la dirección donde se escuchó.

Julieta miraba directamente a Mirabel con el rostro pálido, su mano se encontraba abierta, señal de que se le había caído un cubierto que colocaría para una de las raciones de comida, al prestar más atención, Félix notó el dolor en los profundo de los ojos de Julieta, el cuál enmascaró desviando la mirada y concentrándose en juntar el utensilio, solo para salir de inmediato del comedor, casi chocando con a abuela quien los miraba con una expresión ilegible. Vio movimiento por el rabillo del ojo, Agustín pasó de inmediato y vio desvió su atención a él para ver como iba detrás de Julieta mientras Luisa estaba paralizada con Isabela a su lado, quien parecía perder un poco su postura perfecta, un brillo de sorpresa en sus ojos.

—¿Mami? —preguntó Mirabel en voz suave, la cual tembló un poco. Él volvió para verla, notando que Pepa le sonrió a su hija y le susurro un "esta bien" y asegurarle que Camilo y ella podrían comer doble ración de pastel, lo que ganó una exclamación de celebración por parte de su hijo y una sonrisa más confiada por parte de Mirabel. Dolores pronto llamó la atención de sus hermanos, incitándolos a iniciar una conversación. Entonces Pepa se sentó en su asiento y volteó a verlo a él. Una conversación silenciosa entre ellos. Así fueron las circunstancias, y lamentablemente, Julieta ni Agustín podían reclamarles el hecho de que Mirabel los llamara "mamá" y "papá", porque ellos perdieron el derecho de ser llamados así cuando dieron un paso atrás.

La cena fue muy silenciosa e incómoda, y tan pronto como comenzó, terminó. Podría ser una mala forma de terminar un cumpleaños, pero al ver como Pepa sonreía cuando Mirabel la llamó para que les leyera un cuento a Camilo y a ella, él sabía que lo que sucedió hoy no podía amargar el lindo suceso de que Mirabel los llamara sus padres.

[...]

N/A: Nos leemos en los próximos saltos temporales absjsjsj

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