REGRESIÓN (Libro II de la tri...

By Rainbow_Kmy98

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Tras un legado reciente, Magna Lahen pasa a convertirse en la dueña del título de Oshanta, una de las deidade... More

▪︎Descripción▪︎
▪︎Capítulo 1▪︎
▪︎Capítulo 2▪︎
▪︎Capítulo 3▪︎
▪︎Capítulo 5▪︎
▪︎Capítulo 6▪︎
▪︎Capítulo 7▪︎
▪︎Capítulo 8▪︎
•Capítulo 9•
•Capítulo 10•

▪︎Capítulo 4▪︎

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By Rainbow_Kmy98

Abrió los ojos en el momento en que sus pies tocaron lo que parecía suelo firme. No había nada a su alrededor más que oscuridad, salvo una pequeña luz muy a lo lejos, que le recordó el dicho de “una luz al final del túnel”. Y su piel se enchinó, rezando para sus adentros de no estar en aquel punto entre la vida y la muerte, hasta que notó al fin el tacto de una mano agarrando su cintura, y el aliento caliente de la figura que la había empujado hacia el portal.

Recordó que no estaba muerta, solo en el punto neutro del portal, agarrada fuertemente por Oham. Él lentamente la incitó a caminar hacia delante, presionando su agarre y empujándola. Esa luz al final de repente le resultó familiar, y un recuerdo del anterior Oshanta afloró en su mente, haciéndola respirar profundo mientras un nudo le iba formando en su garganta y sus ojos comenzaban a arder ante las ganas de llorar.

Era desgarrador revivir los recuerdos de su antecesor y sentirlos en su mente y en su propia piel, tan frágil y susceptible a ese tipo de impulsos.

Bajo un manto negro se encontraba una intensa luz como aquella, proveniente de una figura de ensueño blanca como la nieve, de sonrisa triste y ojos tan profundos y electrizantes como el portal más perfecto que se hubiese creado. Sentada sobre la nada, acariciaba el cabello de cuatro pequeños rayos de sol, igual de brillantes que ella, que dormían plácidamente sobre sus muslos.

Oham, Oremh, Ophal, Onari y Oshanta… los cinco soles originados de la madre Natura, la verdadera deidad suprema.

La imagen que se hacía más visible y allegada para Magna mostraba a la diosa llorando, mientras uno de sus hijos, Oshanta, perdía resplandor y su cabello teñía completamente de negro. El pequeño abrió los ojos lentamente y giró el rostro, negando de aquella, su madre, y de sus hermanos, mientras levantaba del regazo de la misma y caminaba a paso lento, alejándose de todo.

Doss magnatus oliverti stra da risterius come hioglo —recitó el pequeño Oshanta, quien a cada paso iba creciendo, hasta quedar justo frente a Magna, atravesándola en su andar, y provocando que esta abriera los ojos de golpe a la realidad, justo al otro lado de la luz.

“Que grande seas, reina roja que de mí nacerás un día…”

Se encontraba en una habitación completamente amplia e iluminada, sin ventanas o puertas, sin adornos ni nada que complementase aquel espacio vacío. Frente a ella solo se encontraban dos figuras encapuchadas, rígidas cuales estatuas.

Oham quitó su mano de la cintura de Magna, poniéndose a su lado.

Magnatus oliverti, hermanos —dijo este a las dos figuras en frente suyo.

Sus brazos se movieron, para quitar ambas capuchas a la vez, dejando ver aquellos rostros esculpidos cuales rayos de sol, piel pálida y ojos destellantes, pero, sospechosa y tristemente vacíos.

 —Magnatus oliverti, Ohem… —dijeron al unísono para después girar el rostro hacia la joven— Oshanta.

Magna no podía disimular su sorpresa y curiosidad, menos aún el miedo que tenía todo su cuerpo tiritando por un frío irracional.

Una de las dos deidades que tenía en frente suyo se le acercó pausadamente hasta tenerla delante y, con la dulzura de quien lleva tiempo esperando por un reencuentro, acarició su cabello para luego palpar con cuidado cada parte de su pequeño rostro.

—Mi pobre Oshanta, ¿cuántos errores has cometido en nombre de lo que creías correcto? —preguntó la deidad.

Magna tragó saliva antes de enfrentar su mirada, y perderse en lo profundo de aquellos ojos que hacía minutos atrás contempló en el recuerdo del anterior Oshanta. Era Natura, la diosa, y el peso de la revelación hizo a Magna soltar aquella lágrima que llevaba reprimiendo.

—Madre, no esperaba encontrar a esta joven humana con el aura de nuestro hermano —dijo Oham, reverenciado detrás de ambas—. He tardado demasiado en cumplir…

—No te preocupes, preciado Oham, mamá no está triste —dijo la diosa, pero sus palabras y su expresión eran una contradicción visible.

—Dio… diosa —habló Magna penosamente, con las palabras sin poder salir de forma ordenada de su boca—, tengo los dones, responsabilidades y recuerdos de mi antecesor, pero no es algo que yo haya elegido. Por favor, devuélvame a Theya junto a los míos.

Natura continuó con el pasar tranquilo de las yemas de sus fríos dedos por el rostro de la joven, sin responderle. La otra figura, que hasta ese momento había permanecido inmóvil detrás de la diosa, se posicionó a su lado. Con la expresión neutra de un títere, o muñeco de cerámica, escrutó a Magna de arriba abajo, luego desvió la mirada hacia Oham y asintió, dando un paso nuevamente hacia atrás. Fue entonces que decidió hablar por primera vez.

—Su existencia es inadmisible. Los soles están manchados por una luna sin brillo alguno, un parásito para nuestra especie que, de aceptarla, deberá darle vida y energía. Oshanta hizo bien en perecer, pero dejó un problema por resolver.

—Onari, no seas duro con mi pequeño —dijo Natura sin mirarlo, seguía contemplando a Magna como si fuese un objeto preciado o alguna especie de hipnosis—. Escogió legar su poca luz antes de perderla completamente.

—Onari, la joven Magna Lahen, como se le hace llamar en su mundo, es una de las creaciones de nuestro hermano. Será una luna, un parásito o todo lo que expones, pero es el legado de nuestro Oshanta.

Natura sonrió por primera vez, mirando con cariño y devoción a Oham, quien bajó la cabeza, evitando el contacto visual con su “madre”. La diosa volvió a mirar a Magna y su siguiente pregunta fue el punto exacto en el cual ella temió por su existencia, pero más que cualquier cosa, por la existencia de Theya y todo lo que este nuevo mundo significaba.

—Lahen… no, mi pequeño Oshanta, ¿cuánto serás capaz de sacrificar esta vez para desprenderte del seno de tu madre? Mi estrella fugaz, es hora que dejes de jugar con los humanos y vuelvas al lugar que te corresponde.

—Diosa, ruego que me de más tiempo. Hay un sueño que, tanto el antiguo Oshanta como yo, queremos cumplir a toda costa. Hay vida con la que no se puede jugar, porque yo también formé parte de eso en su momento.

—Tu elección puede cambiar muchas cosas aquí, deidad falsa —le interrumpió Oham, ya de pie y con los brazos cruzados. Su pose destilaba cierta molestia, o quizás impaciencia.

—¡Pues yo no soy el Oshanta que ustedes recuerdan! —exclamó Magna con imprudencia, dándole la espalda a Natura de forma brusca para enfrentar a Oham—. Mi nombre es Magna Lahen, y soy la encargada de crear un mundo nuevo para los humanos. No es un juego para mí, y mis elecciones harán más daño a esos pobres seres tan débiles y vulnerable de lo que pueden hacerle a un trio de dioses.

—Oham —mencionó Onari, la otra deidad—. Lleva a la deidad impostora a su mundo nuevamente. Ya se dará cuenta que sin nosotros le queda menos tiempo de lo que cree.

Él asintió. Volvió a agarrar a Magna por el brazo, pero antes de que pudiese empujarla hacia sí, Natura la abrazó de improviso, depositó un suave beso en su hombro y recitó un breve cántico en su oído.

«Fataste tempo ambierri, ha vlognare. Magnatus oliverti, Magna Lahen, postrago cortaguemento…».

Y la joven cerró los ojos para no volverlos a abrir, en los brazos de Oham, quien salió a paso rápido de la habitación sin puertas ni ventanas, por medio del mismo portal por el cual habían entrado.

El dios suspiró, dejando que su mente vagara por las palabras de Natura hacia la chica, “Tu mundo será tu tumba, hija mía. Grande seas, Magna Lahen, elige correctamente…”

Era una advertencia y una señal al mismo tiempo. Su madre estaba siendo benevolente una vez más con su hijo más rebelde, a costa de algo mucho más importante que un mundillo de seres tan efímeros y desechables como eran los humanos. No entendía porqué Natura hacía lo que hacía, Magna Lahen no debería tener elección alguna, se acercaba el momento en que los Soles debían unirse como hacía siglos atrás.

Peor aún, Oremh seguía jugando también por el mundo humano, haciendo de las suyas a espaldas de la diosa madre. Y ese dios sin reglas, descarriado y pervertido por el anterior Oshanta, era un problema más del cual debía ocuparse.

Onari y Natura no habían dicho una orden precisa, pero Oham solo tenía algo por hacer, y era vigilar de cerca a la diosa legada e impostora, y así hacer aparecer a Oremh de una vez, llevando a la fuerza a ambos hermanos a donde pertenecían, en el seno de su madre.

A toda costa, y a cualquier precio… así tuviese que acabar de una vez con el estúpido mundo al cual estaban tan arraigados esos dos.
 
 

Luego de tantos meses, aquí les traigo nuevo capítulo 🎉❤🥳.
Quería esperar un poco más para poder publicar varios, ya que sé que este se les hizo confuso... pero que remedio, la ansiedad pudo conmigo jajaja.

Espero que les haya gustado, en próximos días estaré subiendo los capítulos siguientes.

Los quiero mucho.

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