Un sentimiento en la lluvia ©

By valexwolfh

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¿Quién diría que en la fiesta de fin de año Miles hablaría con la chica que siempre se negó a conocer? Miles... More

Sinopsis
Uno
Tres
Cuatro

Dos

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By valexwolfh

V L A I R   J O N E S

        
    

Mi cabeza dolía más que como lo había hecho en la fiesta anterior, dando puntadas en las esquinas y haciéndome sentir mareada. Abrí los ojos totalmente abrumada y en mal estado, recibiendo la fuerte luz solar de la cortina que probablemente había dejado abierta antes de salir. Cerré nuevamente los ojos para luego dar un suspiro e intentar abrir de estos por completo. Hice un movimiento suave con la intención de quedar en la posición perfecta para descansar, notando una enorme tela negra resbalar por la desnudes de mis piernas.

Era una chaqueta, de marca muy lujosa y en perfecto estado.

Observé de aquella con cierta atención, intentando recibir información detallada aun con los ojos borrosos y entrecerrados a causa del sol. Toqué de la tela con la yema de los dedos comprobando la calidad y, recordando al chico que al momento de despertar, había olvidado.

Solté de la chaqueta y me levanté incluso antes de que mi alma fuera capaz de hacerlo, sostuve de la chaqueta con suavidad, asegurándome de no arrugarla, y la acomodé en la esquina más perfecta de la cama. Salí de la habitación con dirección a la cocina, y abrí las cortinas de ambas ventanas. Necesitaba recibir luz para preparar desde ya a mi cuerpo vulnerable.

Saqué de uno de los muebles una pequeña caja repleta de medicamentos puntuales para ocasiones como estas. Sin pensarlo, tomé dos pequeños paracetamoles y tragué de ellos con una razonable cantidad de agua. Aumentando el líquido en mi cuerpo al terminar y dejando aliviar el fuerte dolor que seguía torturando gran parte de la zona.

Una de las cosas que más me agradaba de vivir sola, era que podía hacer lo que quisiera, y no hablo de cosas malas, hablo de cosas que dan vida, cosas que siempre había querido hacer pero nunca fue posible hacerlas a causa de la continua presencia que me acompañaba, mi madre. Claro estaba que ahora viviendo sola, me encontraba en total derecho de un manejo dependiente en mí.

Bañarme con agua fría.

Si me resfriaba era mi problema, y aunque en gran parte siempre me había parecido una idea increíble y muy lejana, no lo hacía solo por cuenta propia.
No me había dado el tiempo de pagar agua templada la semana pasada, y teniendo en cuenta las fallas que había últimamente en las tuberías, dudaba sirviera de algo.

No era algo que habitualmente hiciera, bañarme en la mañana nunca había sido algo rutinario, y por menos que quisiera hacerlo mi cuerpo, mi mente era consiente de que debía devolver aquella chaqueta. Aún sin saber la dirección exacta del chico, recordaba muy bien que se encontraba en la fiesta de Carla, por lo que debía de ser algún conocido. Llevarla a ese lugar era la única opción.

Me observé en el espejo con cierto disgusto y por gran parte con algo de miedo. No solo tenía el maquillaje corrido y esparcido por toda la cara, si no que mi pelo también se encontraba más que horrible. Una bola de friz esponjosa y, altamente desordenada resbalaba por mi cuello y espalda.

Di la llave del agua a toda prisa, e intentando no pensar en el hielo del lugar, entré sin rodeos y me integré con las duras gotas que caían sin parar.

Fue una corta, pero necesaria ducha.

Saqué toda la ropa del armario y elegí la más presentable y decente a la vez. Me probé el no planchado buzo y el pequeño top oscuro, quedando conforme con el resultado y saliendo tal como había estado actuando toda la mañana, rápido.

Bajé de las escaleras a toda velocidad y logrando quedar una vez en el primer piso, me dirigí a la sala de recepción.

No sabía cuánto iba a demorar, pero sospechaba que poco, la señora Karen siempre había sido la encargada de la lavandería en la zona, y cuando se trataba de emergencias, solo ella era capaz de acelerar el lavado y hacer que de igual manera quedara perfecto comparado a los demás.

Al momento de llegar, me acerqué a ella e inmediatamente una sonrisa floreció en su rostro.

—¿Vlair? —soltó una prenda de ropa que sostenía en las manos—. ¿Qué te trae por aquí?

Sonriente, le mostré la chaqueta.

Físicamente no estaba mal, habían unas pequeñas manchas de agua seca en la parte superior, pero nada anormal. Lo horrible era el olor.

—¿Por dónde fue que pasó este pobre pedazo de seda? —preguntó la señora recibiendo la chaqueta sin problema.

—Anoche fui a una fiesta de fin de año y… ya sabe, el alcohol…

Observó la chaqueta sin importar qué, e hizo una mueca de disgusto razonable, como si entendiera y le molestara a la vez la situación.

—¿Para cuándo la necesitas? —Se acercó a una de las lavadoras.

Me acerqué junto a ella y, mientras observaba como elegía el tipo de lavado, el ciclo de enjuague y hasta la marca de detergente, suspiré.

—No es mía y, necesito devolverla lo antes posible —confesé.

Se quedó pensativa frente a los botones de la enorme lavadora, apretó unos cuantos y en un par de segundos, ya tenía la chaqueta dentro y girando sin parar.

—En 20 minutos, seca y planchada —dijo volteando a mi dirección.

Le sonreí y salí del lugar. Volví nuevamente al piso del departamento y de una de las cajas sobre mi mesita de noche, saqué diez dólares. Suponiendo que con eso alcanzaría, volví a la sala de baño y me observé en el inmenso espejo.

El buzo ya no lucía arrugado, y el top permanecía intacto. Sin embargo había un error, uno en el que no había pensado. Acercándome un poco más al espejo y apreciando más detalladamente mi reflejo, pude presenciar cómo mi cabello parecía divertirse al empezar a encresparse.

Odiaba mi pelo natural, unos pequeños rizos deformes desordenados por toda mi cabeza y con un exagerado volumen. No los había alisado ni mucho menos había pensado en cómo se vería cuando estuviera completamente seco, por lo que, con algo de inseguridad, volví a mojarlo y me hice una coleta desordenada y simple. Salí del lugar y sin pensarlo corrí nuevamente hasta la lavandería.

Para mi sorpresa el tiempo había pasado volando, y la hermosa imagen de la señora Karen con la chaqueta doblada y perfecta a un lado me alivió por completo.

—Está perfecta e incluso mejor de lo que debería. —La tomó y posó en mis brazos.

—Muchas gracias, señora Karen.

Me sonrió en señal de despedida, y volvió a su trabajo. Yo por mi parte, salí a toda velocidad en busca de un taxi.

Encontrar uno no fue difícil, lo difícil fue poder recordar la dirección exacta de la casa de Carla. Solo había ido dos veces, y en las dos veces me había llevado ella y su chófer.

El viaje fue largo, pero a mí parecer, no fui capaz de sentirlo, y tampoco creo que lo hubiese logrado hacer. Mis ojos se cerraron después de que el coche le diera la vuelta a la calle en donde me había cogido, y aunque no dormí nada, me mantuve distraída durante los cuarenta minutos.

El coche se detuvo, frenando con fuerza y abriendo involuntariamente mis ojos sin permiso, dejando a la vista el enorme portón que protegía de igual manera la enorme casa. Bajé con rapidez y toqué del timbre al instante, esperando mientras, ser recibida y observando como el taxi daba la vuelta en la amplia calle y se devolvía por el camino en que había entrado.

Esperaba ver a una chica recibirme en mi mismo estado, o tal vez, ser recibida por el chófer que siempre llevaba a Carla al instituto. Pero quedé completamente desconcertada al observar como el botón de abrir era presionado por una enorme y marcada mano bronceada. La cual era complementada por un chico alto que parecía querer acercarse.

El mismo chico de la noche anterior caminaba a mi dirección, observándome con una característica mirada oscura y fulminante, la cual era casi tapada a causa de los rizos desordenados en su negro pelo.

No lo recordaba así, y podía asegurar que la culpa de eso la tenía el alcohol.

Fruncí el ceño involuntariamente al preguntarme la razón por la cual el chico se encontraba ahí, mucho más cuando en casa de Carla no se encontraban sus padres. Por lo que me había dicho, se habían ido de viaje por unos días… ¿Había pasado la noche?

Pestañé muy rápido al ver cómo se detenía al frente de mí y mostraba una amplia sonrisa, la cual reprimió después de recorrer mi cuerpo con la mirada, y comenzaba a parecer una de burla. Me observó curioso.

Las pequeñas motas cafés se encontraban dispersas por el casi negro en sus ojos, perfectos y con una fina y hermosa línea que se marcaba en su cuenca. Eran pequeños, pero profundos a la vez, y aunque era poco posible observarlos con detalle, el viento me ayudó a despejarle el área y dejar aquella expuesta a mi vista...

Recuperé el aire al darme cuenta que permanecía observándome, pero aún teniendo en cuenta que permanecía quieta frente a él, no podía dejar de repetir la misma pregunta en mi cabeza. ¿Qué hacía él ahí?

—Vlair, ¿no? —dijo haciendo una expresión chistosa.

Me odié en ese mismo instante al pensar en cómo debió haber sido mi comportamiento después de la fiesta como para que ese chico me sonriera con burla.

Intentando desviar toda su atención de mí, observé la chaqueta y recordé el objetivo de la ida.

—Yo amm... —estiré mi brazo con la chaqueta perfectamente doblada en él— vine a devolverte esto y a...

Su mirada cayó sobre la mía, dejándome completamente vulnerable ante sus ojos perfectamente alineados y profundos, mostrando algo de intimidad en ellos. Di un largo suspiro e intenté ignorarlos, si seguía así, terminaría más que incómoda.

—Agradecerte por lo de anoche —continué—, no lo recuerdo bien, pero lo mínimo que puedo hacer es agradecerte por la acción.

Observó la chaqueta y formuló una sonrisa de lado.

—Te agradezco la hayas traído —murmuró acariciando la seda— es una de mis chaquetas favoritas.

Sonreí.

El silencio incómodo volvió nuevamente por mi parte, haciéndome observar cada lugar y esperando encontrar alguna otra cosa que decir. No encontrando nada, sonreí apenada y comencé a alejarme.

—Bueno, ya dejando la chaqueta en tus manos, no veo nada más que hacer aquí —me di la vuelta—, adiós.

El camino hasta la salida era largo, demasiado, diría que hasta un poco más que la alfombra roja, pero no tenía de otra, debía volver a casa e intentar acabar con ese terrible dolor de cabeza que continuaba matándome.

—Espera... —la voz del chico hizo eco en el patio— ¿Estás bien? ¿Cómo ha ido esa resaca?

Me di la vuelta y observé como se acercaba.

Terrible.

—Bien... consumí mucha agua en la mañana, está todo bien.

Parecía querer decir algo más, su rostro hablaba por sí sólo, dejándome ahí parada esperando por su próxima acotación. Sin embargo, observé su sonrisa y mano alzada en señal de despedida, y aunque parecía que no iba a decir nada más, permaneció parado en frente.
A causa de la gran incomodidad, y dispuesta a irme, desvié la mirada de forma inconsciente al estacionamiento. Uno de los coches estaba fuera, para mí sorpresa con todas las puertas abiertas, y cayendo agua de los dos asientos delanteros.

Era el coche de él, en el que me había llevado a casa.

Se lo había arruinado.

Y olvidando cualquier tipo de incomodidad hacia él, la vergüenza y pena se apoderaron de mí al momento en que voltee a ver su cara de confusión.

—¿Es el coche en el que me has llevado a casa? —pregunté sin preámbulos.

Observó el estacionamiento de igual manera, y sonrió negando con la cabeza.

—Era —dijo simple—, la verdad dudo que esa cosa vuelva a partir.

El tono en su voz era demasiado característico como para deducir que le molestaba.
Sentí como la sangre subía a mis mejillas a causa de la vergüenza.

—Yo… lo siento —la desesperación en mi voz aumentó al pensar en lo costoso que debió haber sido ese coche—, lo siento yo no…

El silencio incómodo volvió, y esta vez, el chico lo detuvo con una sonrisa.
Suspiré un poco más calmada al ver como la situación ante él parecía tranquila, y dejé ir de mi cuerpo un poco de esa tensión incómoda que llevaba matándome desde la mañana.

—Tranquila —dijo para mi sorpresa completamente relajado y soltando unas carcajadas—, tú no tienes la culpa, estaba lloviendo y…

—Sí, pero tú no tenías por qué llevarme a casa —gesticulé completamente nerviosa.

—De hecho… —se cortó al instante y me observó confuso—. ¿No lo recuerdas?

Me centré en sus ojos e intenté recordar algo diferente a lo que llevaba dando vueltas en mi cabeza desde la mañana. Sin encontrar nada, negué con la cabeza haciendo que el fleco en mi frente se desordenara por completo.

El pelinegro suspiró y sonrió simple.

—No importa —murmuró—. Deja el asunto del coche, no es mío y… llevarte anoche a tu casa no fue nada.

Y sin pensarlo, dejé la vergüenza a un lado, acompañada de la incomodidad. Había visto mi lado ebrio y lo tonta que actúo cuando se trata de fiestas, no había por qué sentir incomodidad.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté completamente interesada en el tema.

Se dio vuelta y observó alguna esquina del lugar, pensativo.

—Carla me lo ha pedido —dijo después de pensarlo, completamente sereno.

¿Entonces él y Carla sí eran conocidos? Lo observé por última vez, y di un paso atrás algo incómoda pero dispuesta a alejarme. Ya le había entregado la chaqueta y esta vez, estaba más que claro no tenía nada más que hacer ahí.

—Bien, amm… —observé la chaqueta tendida en su antebrazo—. Gracias, en serio.

Y nuevamente, la incomodidad volvió. Me di vuelta decidida a irme y visitar a mi madre como le había estado prometiendo los últimos días, pero entonces, una extraña sensación me hizo mirar nuevamente para atrás, topándome con su delgada pero a la vez robusta espalda cubierta por una enorme sudadera gris, estaba caminando tranquilo y sin importancia a la entrada, confiado, como si aquella fuera su casa.

Me di la vuelta tranquila, sin poder evitar pensar el por qué Carla no me había hablado nada de él, si bien nos habíamos conocido este año, siempre solía presentarme o hablarme al menos un poquito de cada chico que conocía, quizá ahora no lo había hecho porque se trataba de algo formal…

          

💧💧💧
Espero les haya gustado el capítulo, y perdón por la demora.
Como ven, este fue narrado por Vlair, lo que asegura que será siempre ella y, la narradora oficial de USELLL. Puede que en algunos capítulos narre Miles, pero no les aseguro nada.

Ig: vellyetts

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