Pedido de: Robertdowneyjr234
Nadie podía negar inteligencia con las que Snape hacía sus cosas. Esas características y que él era temido por todo Hogwarts fue lo que te encaprichó con él, sabías que una persona así se formaba por traumas pasados, oscuros traumas que se llevaban toda tu curiosidad y te hacía desear más de él. Los chicos malos no te atraían para nada, eran los hombres malos los que te hacían suspirar y fantasear, una muy clara diferencia entre chico y hombre. Sin embargo, sabías que él no era malo, de eso te asegurabas de convencerte todas las noches. Aún podóias recordar la primera vez que te atreviste a coquetearle, claro, no pudiste ver algua otra expresión de él, pero distinguiste en sus ojos las sorpresa y confusión que reflejaban.
Buscaste por otros salones, pero no se te ocurrió buscar en el de Pociones, obviamente querías retrasar tu encuentro con él. Después de varios pensamientos en tu cama, decidiste por fin insinuarle de tus sentimientos, a tu manera. Entraste a su despacho sin tocar, lo encontraste sin su capa y con su levita a medio desabrochar, bajaste la mirada sin querer incomodarlo, más él no se inmutó «¿Qué es lo que quieres?» preguntó con indiferencia. «Bueno, yo quería comentarle algo» dijiste volviendo a tener tu confianza en ti misma, Snape alzó una ceja y te alentó a seguir. «¿Sabía usted, que yo soy una maga».
«No me diga». Sonreiste sutilmente y te acercaste a él, usarías un viejo truco muggle, barato pero eficiente. Pusiste delante tus manos, mostrándole que no tenías nada en ella, luego acercaste una de tus manos hacía su oreja, sentiste las puntas de su cabello picar contra su dorso, rápidamente sacaste la flor que se encontraba en la manga de tu abrigo. Volviste a sacar tu mano para enseñársela a él, mostrando una bonita flor delante de él. «Para usted», dijiste con un leve sonrojo. Snape frunció más las cejas mostrándose confundido, extendió la mano agarrando la flor con suavidad. Tú esperabas que esa flor dijera todo por ti, pero sabías que no lo haría, sin embargo, las palabras no querían salir de tu garganta. Tus labios se metieron dentro de tu boca, formando una linea recta, nuevamente, bajaste la mirada.Te veías tan indefensa y adorable a los ojos de él... Pero te mandó a volar.
En secreto, aún conservaba aquella flor, guardada en lo profundo de su habitación, en la repisa dónde guardaba sus cosas antigua pero con valor del colegio. Cada noche, antes de dormir, cada mañana, antes de ir a trabajar, él la observaba durante un rato, suspirando y admirándola con adoración, como si fuese un amuleto de la suerte que mejoraba su día y su noche.
Salió hacía el comedor, encontrándose con Harry sentado a tu lado, sonriendo y riendo mientras te miraba directamente a los ojos, tú también parecías cómoda con su presencia, riendo a gusto y sonriendo cálidamente, mientras él aprovechaba cualquier oportunidad de tocar tu brazo y pegarse a ti. Todo eso tras la celosa mirada de Cho y de Ginny. Ignoró todo eso y fue a sentarse, mientras observaba a lo lejos, deleitándose cada vez que te atrapaba mirándolo de reojo, pero negándose a cada sentimiento por ti. Después del desayuno, como pudiste, te separaste de Harry para ir con Snape. «Muy buenos días, mi querido profesor de amor» canturreaste con dulzura, él te miró y resopló con cansancio. «Deje de llamarme así. ¿Qué es lo que quiere?» preguntó, haciéndose el desinteresado. «Vamos, profe, ese es nuestro apodo secreto» murmuraste para ustedes. «Solo quería darle su flor diaria» comentaste doblando tu mano y haciendo aparecer una flor, la extendiste hacía él. «Cada día que le obsequio una flor, es porque mi atracción hacía usted crece cada vez más» él rodó los ojos y te quitó la flor de mala gana, ocultándola dentro de su capa. Te dio una última mirada antes de irse sin decir nada. «Tan divino...» dijiste en un suspiro, juntando tus manos contra tu pecho. «¿Mi padrino?» preguntó Draco detrás de ti, haciéndote soltar un grito y sar un pequeño salto. «Honestamente, sin ofender...No sé que le viste».
« Qué no le vi» comentaste haciendo estallar de la risa a Draco.
Antes de dejar su flor con las demás, tuvo que asistir a su primera clase del día, con Gryffindor. Suspiró y la guardó bien y entró al salón, todos se pusieron rígidos ante su llegada, todos menos Harry, que se encontraba dibujando y escribiendo en un pedazo de pergamino. No hizo ni dijo nada hasta llegar a su escritorio. «Señor Potter, ¿Le importaría leernos lo que escribió, que parece más importante de la clase» Harry lo miró con nerviosismo, tratando de ocultar la hoja con su brazo. Al ver que él se negaba a leer, Snape movió su varita y la hoja apareció en sus manos. La leyó él primero, encontrándose con un poema de amor hacia ti, acompañado de corazones con sus iniciales juntas. Harry miraba su pupitre con miedo y vergüenza. Snape frunció el ceño y quemó el pergamino, sin decir nada más, ordenó seguir con la clase. Acarició la flor que se encontraba dentro de su capa, encontrando la tranquilidad que buscaba, sin embargo, solo encontró frustración.
Esa noche, cuando te acostaste, sentiste una punzada de dolor en tu oído, tan fuerte que te hizo lagrimear. Lo ignoraste y te fuiste a la cama, en la madrugada le levantaste mareada, no podías distinguir los sonidos de alrededor, tapaste tus oídos con fuerza debido al dolor que sentías. Saliste de tu habitación y de la sala común. Pensaste en ir con Severus, pero supusiste que él estaría dormido y no querías levantarlo. Así que fuiste razonable y fuiste con Madame Pomfrey a pedir ayuda. Después de unas exclamaciones preocupadas que no hacían más que empeorar tu dolor, por fin te recostó en la cama, poniendo unas bolsitas de agua tibia en tus oídos, calmando un poco tu sufrimiento. Durante toda la noche no pudiste conciliar el sueño, tampoco habías dejado de llorar, tus ojos estaban muy hinchados y por unos momentos te preguntaste si éste era un castigo por coquetear con un hombre mayor que tú.
En la mañana, Snape se sorprendió al no verte en el comedor, pero pensó que solo te habías retrasado así que lo dejó pasar. Pero su preocupación se encendió cuándo, durante todo el día y media tarde, pasó esperando tus coqueteos y su flor diaria que nunca llegó. Preguntó, sutilmente, a tus amigos, que tampoco daban información sobre ti, ya asustado, fue a la enfermería, siendo recibido por Madame Pomfrey poniendo unas gotas en tus oídos.
Se acercó a ti, encontrándote con los ojos fuertemente cerrados, tratando de evitar que tus lágrimas cayeran, sin éxito. «¡Oh, profesor Snape, gracias a Merlín!. Estaba por ir a avisarle, la señorita T/n ha venido en plena madrugada, literalmente está volando en fiebre, tiene una infección en sus oídos... Pobrecita, casi no puede distinguir sonidos y no para de llorar por el dolor» comentó con tristeza.
«Yo la cuidaré.» aseguró, ella asintió con una sonrisa y salió. Snape se acercó a ti, no pudiste distinguirlo debido a tus ojos llorosos.Se sentó a tu lado y con sus dedos limpió tus mejillas húmedas. «¿Acaso es mi profesor de amor?» preguntaste con la voz quebrada pero con una sonrisa. Snape rodó los ojos y asintió. «Sí, soy yo. ¿Te duele mucho?». Te acomodaste para quedar sentada y en un suspiro respondiste «Un cruciatus dolería menos». «Así de grave es» aseguró con una mueca. «Ahora yo voy a cuidar de ti, no quiero que te levantes, que hagas esfuerzos, todo lo que necesites me lo pedirás a mí y yo te lo daré, ¿Entendido?» asentiste rápidamente, ocasionando un dolor que reprimiste. «Sí, pero tendrá que hablar un poco más alto. Casi no puedo oírlo.
Jamás pensaste que estarías agradecida con un dolor que te ha hecho llorar y quejarte por horas, pero lo hacías. Desde que te diagnosticaron una infección en tus oídos, te volviste más cercana a Severus, si alguien te hubiera dicho que algún día él estaría consintiéndote y complaciendo cada uno de tus caprichos, probablemente estarías en las nubes fantaseando con ese día, que ahora se estaba cumpliendo.
Hace un día que ya no sentías dolor, pero fingiste tenerlo para quedarte cerca de él. Amabas cuando él ponía una compresa de agua tibia en tus oídos y preguntaba si estaba bien allí, te gustaba cuándo pedías un postre después de ya haber comido uno y pedir otro que él te negaba, fingías ponerte triste y él a regañadientes iba a buscar lo que creía que te gustaría más. Cómo ya no podías recoger flores para Severus sin que él te diera una mirada severa que te hacía volver a la cama, pedías que te trajera hojas de papel para hacerle flores.Harry había ido a visitarte casi con la misma frecuencia que Snape, pero siempre lo hacía cuándo él se iba. Ese día Snape había cancelado su clase que tocaba con Gryffindor, así que antes de ir contigo, fue a recoger rosas, que fácilmente humillarían tus pequeñas flores de papel.
Harry llegó a ti sin aviso previo, acomodándose sin permiso en la silla al lado de ti. «No puedo esperar a que salgas de aquí... Y después, no sé, si quieras ir a el próximo viaje a Hogsmeade» propuso sonrojado. Sonreíste incómoda, aún más cuándo se atrevió a tomar tu mano.
Severus también llegó sin avisar, con el ramo de rosas frente a él, se quedó perplejo, bajo la mirada atenta tuya y de Harry. Snape pensó con rapidez, ideando cualquier excusa y ponerla en su boca. «...Le dejaron esto en la puerta...» te dijo, sonreíste con ternura al saber que él las había traído. «Disculpa, ¿Quién te dejó flores?» preguntó Harry con una ceja alzada y un evidente tono de revelaba sus celos. Snape lo miró, fulminándolo con su mirada, «No creo que eso deba importarle, señor Potter» insinuó con dureza. Harry reflexionó; era cierto, no esta en ninguna posición de reclamar nada, y sabía que no podía ser correspondido, no si aún estaba interesado en Cho.
Mordió sus labios mientras asentía lentamente, «No, tiene razón, señor. Adiós, T/n» se despidió besando tu mano, Snape apretaba con fuerza el tallo de las rosas, sin hacerse daño, pues se había tomado la libertad de cortar cuidadosamente las afiladas espinas.
Harry salió apenado y te sentaste bien en la cama para mirar con expectación a Severus, «¿Y bien, me dirá quién es el apuesto hombre que me mandó el ramo?» preguntaste con una sonrisa plasmada en tu rostro. Ya de malhumor, simplemente extendió el ramo sin decir una palabra, mordiste el interior de tu mejilla, sin esperar aquella acción por su parte. Mientras tomabas el ramo, te atreviste a jalar su mano, lo que lo obligó a sentarse en la cama. Te inclinaste y te apoyaste en su muslo para alcanzar su mejilla y besarla sonoramente. Severus se quedó estático en su lugar, su mente si había apagado y era incapaz de formular una palabra o una acción. No volviste a tu lugar, en lugar de eso, seguiste lo suficientemente cerca de él como para escuchar su agitada respiración.
Severus te miró, sus ojos ahora brillaban y sus pupilas se habían dilatado. Notó lo cerca que estabas y sin quererlo -o tal vez sí- bajó su mirada a tus labios, se sentía cómo si dos imanes estuvieran cerca del otro, casi inconscientemente comenzaba a acercarse a ti, buscando besarte. Mordiste tus labios, tratando de ocultar una sonrisa y susurraste «Dígalo» te miró con confusión, dejando atrás toda la magia del momento, pero no sus ganas de besarte, «Decir qué». Inclinaste tu cabeza hacia un lado y mostraste tus dientes en una sonrisa traviesa, «Usted sabe.» ahora parecía aún más confundido que antes, decidiste ser más clara, y dispuesta a besarlo aún si adivinaba o no. «¿Es mi profesor de amor?» preguntaste aguantando cubrir tu rostro por la vergüenza que estabas pasando. Severus suspiró sonoramente con una sutil sonrisa, «No creo que sea tan necesario y urgente que la bese, señorita T/n» bromeó también. Negándote a dejarlo ir, arrastraste una mano desde su pecho hasta la parte de atrás de su cabeza, tomaste un puñado del su sedoso y suave cabello y lo jalaste para acercarlo más a ti, «¿De verdad piensa eso, señor?» oíste claramente como tragaba saliva con fuerza y apretaba su mandíbula, con sus labios ahora con solo milímetros de juntarse. «Aunque, claro, podría decirlo, pero solo por diversión» esperaste pacientemente a que lo dijera, tu sonrisa se ensanchó al escucharlo, «Si soy su profesor de amor...experto en saberte amar» añadió, mordiste tu labio, otra vez, y volviste a jalarlo para besarlo.
Sentiste cómo se relajó en el momento en el que juntaste sus labios, sus manos pegándose un poco más arriba de tu cintura, sin querer sobrepasarse contigo. Fácilmente podrías decir que tu corazón se derritió cuándo él se inclinó más a ti, buscando poder besarte con más fuerza, cómo si temiera de que en ese momento lo alejes, queriendo guardar toda sensación de ti en sus brazos. Al separarse, sus manos ahuecaron tu rostro, mirándote con adoración, besó cariñosamente tu frente y murmurando «Te quiero». aceptando su amor, permitiéndose amar y dejándose amar.
Al día siguiente, y los que quedaban, los alumnos pensaban y se cuestionaban constantemente sobre el cambio drástico en Severus, pero sin dejar de ser estrictos. Y sin saber, estarían agradecidos contigo para siempre. Cambiaste al temible profesor Snape.
Ay no weonn xddd. Estaba oyendo esa canción y me "inspiré". Disculpen el cringe ùwú.