La Biblia de los Bastardos

By theravenmoon_

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Un demonio que busca su muerte. Un ángel que solo quiere darle color a su monótona vida. Donde el pecado y l... More

𝔈𝔵𝔬𝔯𝔡𝔦𝔬
𝔈𝔰𝔭𝔦𝔰𝔱𝔬𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔣𝔯𝔞𝔤𝔦𝔩𝔢𝔰
𝔘𝔫 𝔰𝔞𝔩𝔪𝔬 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔡𝔢𝔰𝔡𝔦𝔠𝔥𝔞𝔡𝔬𝔰
𝔘𝔫𝔞 𝔞𝔩𝔞𝔟𝔞𝔫𝔷𝔞 𝔞 𝔮𝔲𝔦𝔢𝔫𝔢𝔰 𝔢𝔰𝔠𝔲𝔠𝔥𝔞𝔫
ℭ𝔞𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔡𝔢 𝔮𝔲𝔦𝔢𝔫 𝔰𝔦𝔢𝔫𝔱𝔢
† 𝔓𝔯𝔬𝔪𝔬 𝔳𝔦𝔡𝔢𝔬 †
𝔈𝔩 𝔭𝔞𝔯𝔞𝔧𝔢 𝔡𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
𝔈𝔩 𝔭𝔯𝔬𝔳𝔢𝔯𝔟𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔦𝔫𝔣𝔢𝔩𝔦𝔠𝔢𝔰
𝔒𝔯𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔭𝔢𝔯𝔡𝔦𝔡𝔬𝔰
𝔈𝔭𝔦𝔰𝔱𝔬𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔞𝔪𝔞𝔫𝔱𝔢𝔰
𝔄𝔪𝔬𝔯 𝔡𝔢𝔩 𝔪𝔞𝔰 𝔰𝔞𝔟𝔦𝔬
𝔏𝔞 𝔞𝔩𝔞𝔟𝔞𝔫𝔷𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
𝔈𝔩 𝔓𝔯𝔦𝔫𝔠𝔦𝔭𝔢 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔈𝔫𝔳𝔦𝔡𝔦𝔞
𝔏𝔞 𝔈𝔩𝔢𝔤𝔦𝔞 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔅𝔯𝔲𝔧𝔞
𝔈𝔩 𝔰𝔞𝔠𝔯𝔞𝔪𝔢𝔫𝔱𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔦𝔪𝔭𝔲𝔯𝔬𝔰
𝔏𝔞 𝔢𝔤𝔩𝔬𝔤𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔠𝔯𝔢𝔶𝔢𝔫𝔱𝔢
𝔘𝔫𝔞 𝔠𝔞𝔯𝔱𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔦𝔫𝔤𝔢𝔫𝔲𝔬𝔰
𝔈𝔩 𝔞𝔪𝔬𝔯 𝔡𝔢 𝔲𝔫 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
𝔘𝔫 𝔭𝔬𝔢𝔪𝔞 𝔡𝔢 𝔦𝔯𝔞 𝔶 𝔱𝔯𝔦𝔰𝔱𝔢𝔷𝔞

𝔈𝔭𝔦𝔰𝔱𝔬𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔬𝔰 𝔅𝔞𝔰𝔱𝔞𝔯𝔡𝔬𝔰

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By theravenmoon_

ᴛᴇʀᴄᴇʀ ʏ ᴜʟᴛɪᴍᴏ ᴅᴇᴜᴛᴇʀᴏᴄᴀɴᴏɴɪᴄᴏ

𝐿𝑖𝑏𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑆𝑒𝑚𝑝𝑖𝑡𝑒𝑟𝑛𝑜

Capitulo XV

Epístola a los Bastardos


Toda la estancia estaba en completo silencio, el lugar era espacioso y poseía una tenue iluminación que hacía resaltar los opacos colores bordo, negro y dorado. Los hermosos vitrales parecían contar historias y gritar lamentos, en medio de la sala yacía una gran mesa redonda semi ovalada, ocho tronos estaban distribuidos alrededor de dicha mesa, sin embargo solo dos de ellos estaban ocupados en ese momento.

–¿Te he dicho lo hermosos y brillantes que son tus ojos?– cuestionó Beliar con una sonrisa de medio lado, sentada desordenadamente en su trono de gemas color naranja, con su mentón apoyado en la palma de su mano derecha, su mirada no se apartaba de una sonriente Azazel.

–Tal vez solo un millón de veces, por los últimos tres siglos– dijo con una sonrisa que trataba de esconder inútilmente, ella estaba sentada justo a su lado, de manera elegante y con la espalda recta, los zafiros azules de su trono hacían un bello contraste con sus ojos, jugueteaba con los dedos de sus manos en un imperceptible gesto nervioso.

–Y nunca me cansaré de decírtelo, mi hermosa Princesa– comentó su pareja mientras llevaba su mano a la mejilla de la demonio y acariciaba gentilmente el delicado sonrojo que se posó sobre su piel.

Azazel soltó una ligera risa justo cuando las puertas se abrieron dejando entrar a una mujer de largo vestido y capa dorada.

–Qué lindo, ustedes dos hacen que mi corazón se derrita– anunció un poco con burla y un poco con honestidad caminando hasta su propio trono.

Beliar rodó los ojos alejándose de Azazel, la mujer de cabello negro se reacomodó en su asiento con un poco de incomodidad.

–Por favor, discúlpenos– murmuró apenada.

–Aguafiestas– susurró quedito Beliar, recibiendo un ligero codazo de su amante por debajo de la mesa.

–Yo soy la que lamenta ser inoportuna– sonrió Lilith sarcásticamente, mofándose de la demonio de ojos ámbar.

Las puertas volvieron a abrirse en el momento en que Beliar le mostraba el dedo del centro a Lilith, un hombre junto a un joven de cabello negro entraron a la estancia, el hombre ondeaba una capa carmesí y el chico ondeaba una capa grisácea, este último en comparación se veía demasiado joven y bajito, no le llegaba ni a los hombre al Príncipe Zayn, parecía tener tan solo trece o doce años de edad.

Ambos demonios tomaron sus lugares en la mesa en completo silencio. Las demonios –en un acto inteligente– decidieron fingir no notar la mirada perdida que poseía el Príncipe Zayn, tenían una vaga idea del porqué de su estado y no querían comenzar una discusión antes de la reunión principal. Los Príncipes tomaron asiento en sus respectivos tronos, aquellos de gemas color grisáceo y rubíes carmesí.

Cuando las puertas se volvieron a abrir los últimos dos invitados entraron con pasos firmes y elegantes, tomaron asiento y la tensión comenzó a hacerse presente. Para nadie en los infiernos era un secreto que algunas relaciones entre los Príncipes y Princesas no eran del todo amigables, pues con el pasar de los años las disputas y conflictos entre ellos hicieron que algunos se distanciaran y solo se reunían en situaciones muy específicas, como ahora.

La última reunión de la realeza demoniaca había acontecido hace cuatrocientos años, la trágica muerte de una mundana y la amarga bienvenida de un nuevo demonio en el infierno fueron los temas centrales de aquella conferencia.

Ahora, ninguno de los presentes sabía realmente el motivo de la nueva junta real, pero ninguno se atrevería jamás a faltarle el respeto a su majestad Lucifer faltando a una reunión que él mismo convocó.

El Diablo entró al lugar con la mirada al frente, su caminar firme y decidido, todos se pusieron de pie de inmediato para recibir a su Rey, una vez que éste tomó su lugar en su trono todos volvieron a sus respectivos asientos.

–Gracias por venir hasta aquí, valoro que me den un poco de su tiempo– habló con voz tranquila el Rey del inframundo.

–Por supuesto, mi señor– contestó con formalidad uno de los demonios. Aquel que en su trono poseía las gemas de color verde combinando muy bien con las esmeraldas de sus ojos oscuros, su cabello castaño recogido en una corta coleta alta, se mostraba bastante joven para tener más de mil doscientos millones de años, representaba el pecado capital de la gula mundana, ese pecado que ansía más y nunca se satisface, el Cuarto Príncipe de los infiernos; Astaroth.

–Tus brujas llorarán si las dejas plantadas ¿no te parece?– comentó con una indiferencia que escondía molestia otro de los Príncipes del infierno, Azrael, parecía ser solo un niño en medio de muchos adultos, pero esa dulce y tierna carita de rasgos asiáticos y claros ojos grises podían ser muy engañosos, ningún demonio o alma de los infiernos podía poner en duda que Azrael era uno de los Príncipes más fuertes que existían, ¿y cómo no iba a serlo? Él representaba el primer pecado capital que pudo cometer la humanidad y por el cual siguió pecando aún más, él era el pecado inicial, la soberbia de los hombres que los llevaba a su perdición; el Tercer Príncipe de los infiernos.

–Azrael ¿todavía me guardas rencor?– cuestionó sin asombro.

–¿Rencor?– el demonio abrió los ojos con impresión fingida para luego reír sarcásticamente –¿Cómo podría guardarte rencor, mi querido y pequeño Astaroth?

–Sí, lo odias, quedó claro ¿podemos continuar?– comentó con aburrimiento Beliar.

Azrael la miró con advertencia pero ella lo ignoró.

Estaba recostada en su asiento y miraba todo con molestia, mantenía sus brazos cruzados, las ojeras debajo de sus ojos ámbar no la hacían lucir fea en lo absoluto, era un pequeño y bello detalle en su rostro que demostraba muy bien el pecado capital que ella representaba, la pereza de los mundanos, esa pequeña y dulce sensación que los hace procrastinar en exceso. Sin embargo, no es bueno dejarse llevar por las apariencias, pues si bien Beliar luce como una mujer amargada y aburrida que nunca hace nada tal apariencia no podría estar más lejos de la realidad, por algo era la Segunda Princesa de los infiernos.

–¿Para qué nos ha reunido aquí, mi señor?– preguntó Azazel tratando de minimizar la tensión del lugar. Ella no tenía comparación alguna con la mujer a su lado, pues su porte elegante y firme mostraba el poder que en ella caía, su vestido negro con encaje de oro, la capa azul marino que mantenía pulcramente enrollada a un costado permanecía en sus hombros gracias a dos hermosos broches de oro y diamantes, en sus brazos se vislumbraban joyas hermosas e infernales, y en su cabeza (solo por esta ocasión especial) llevaba una preciosa corona de oro, zafiros, y diamantes. Todo en ella era fino, costoso, distinguido. La Quinta Princesa de los infiernos demostraba a la perfecciona la avaricia que se esconde dentro de cada corazón mundano

–No quiero sonar irrespetuoso, su majestad– comenzó a hablar Azrael –Pero solo un lunático imbécil sin cerebro sería tan estúpido de reunir a los siete demonios más importantes y que se llevan de la mierda en un solo lugar, con todo respeto pero ¿en qué estaba pensando?– cuestionó con inocencia en su voz, Lucifer trató de esconder una pequeña sonrisa que pasó fugaz por sus labios.

–Azrael, estás siendo irrespetuoso– le reprochó Lilith –Pero tienes razón.

Lilith lucía un bello vestido negro con bordados dorados, su otoñal cabello rizado se enredaba con delicadeza en una pequeña corona de oro, sus ojos verdes eran estrictos pero gentiles al mismo tiempo, en ella se percibía ese aire de un poder tan especifico que solo una mujer podía demostrar. La Sexta Princesa de los infiernos demostraba aquello por lo que los mundanos llegaban a cometer actos terribles, la ira que sentían en sus almas teñía de rojo los labios de Lilith.

La atención de todos los presentes fue dirigida hacia Lucifer.

–La razón del porqué los reuní a todos aquí tiene que ver con... Desdemon– anunció.

La poca tensión en el ambiente que había disminuido incrementó de golpe ante la mención del famoso nephilim, las expresiones de los Príncipes y Princesas era todo un poema, el rostro de Azazel se contrajo en un gesto de preocupación al igual que Lilith. Astaroth, Beliar y Asmodeos solo miraron confundidos a su Rey, Zayn no hizo el más mínimo gesto, actuaba con indiferencia como si nada de aquello le preocupara o afectara realmente. Azrael solo miró a su Rey con un rostro serio que no encajaba muy bien con su estrafalaria personalidad.

El único en hablar fue el demonio de brillantes ojos morados. Llevaba un glamuroso traje que dejaba ver parte de su pecho, tenía el cabello castaño desordenado pero aun así se veía muy elegante, estaba relajado y su voz profunda (acostumbrada a dar órdenes) lograba hacer estremecer a quien fuera. La lujuria que representaba se dejaba ver en la picardía de sus ojos y en sus movimientos lentos y demandantes, ese era el Primer Príncipe de los infiernos, aquel cuyo poder estaba solo por debajo del propio Rey del inframundo, Asmodeos.

–¿Pasó algo malo con el joven Louis?– cuestionó con voz profunda y tranquila.

Lucifer tragó pesadamente antes de hablar con claridad.

–No, tal vez, puede que se haya metido en un gran problema– comenzó a hablar con cierta duda pero miró a todos los presentes con determinación al continuar –Él tiene pareja, se ha enamorado.

Azrael soltó un exagerado suspiro de alivio.

–¡Ah! Solo era eso, pensaba que era algo grave– se recostó en su trono con tranquilidad, dejando sus cortas piernas colgando y balanceándolas delicadamente.

–Bien, el chico tiene novia, no le veo el problema– comentó Asmodeos completamente relajado.

Azazel soltó una ligera risa acompañada de Lilith.

–El chico tiene novio, en realidad– comentó la Princesa de cabello rizado con una sonrisa cómplice.

Una gran sonrisa atravesó la cara de Asmodeos y en sus ojos se clavó un ápice de picardía.

–Vaya, esa sí es una sorpresa– murmuró –¿Y qué? ¿Se toman de las manos y hacen esa clase de cosas?– preguntó con un tono coqueto y atrevido.

Azrael soltó un ligero espasmo de la sorpresa y abrió grande los ojos, sus labios formando una pequeña O.

–¿Apoco y sí se besan?– cuestionó asombrado casi en un susurro, como si aquello fuera la confesión más grande e importante de los infiernos.

Beliar y Azazel ocultaron la risa tras una mueca en sus rasgos. Asmodeos se relamió los labios antes de dirigirse al pequeño demonio de ojos grises.

–Yo hablo de foll- – fue interrumpido antes de completar su frase.

–No te atrevas a terminar esa oración, Asmodeos– reprochó Lilith con el ceño fruncido, aunque ya Azrael había captado la indirecta.

–¡Eww! ¡Hay niños presentes!– replicó con un gesto de asco y molestia.

–Por favor, solo porque a ti no te guste no significa que- – fue interrumpido una vez más.

–No creo que estemos aquí para hablar de la intimidad del joven Desdemon– anunció Astaroth con seriedad –¿Quién es el demonio afortunado?– preguntó dirigiéndose a Lucifer.

Todos guardaron silencio y se concentraron en su Rey con curiosidad.

–No es un demonio– aclaró.

El silencio permaneció intacto hasta que se hizo incómodo.

–¿Un mundano?– preguntó Beliar fingiendo desinterés.

Lucifer inhaló profundamente antes de responder.

–Un ángel.

–Hay que eliminarlo– dijo con voz clara y determinada Astaroth.

El silencio había quedado por completo en el olvido, la sala completa era una sinfonía de discusiones y auras pesadas.

–No podemos tomar una decisión siendo irrazonables– contradijo Azazel preocupada.

–¿Irrazonables? Asesinar al ángel es lo más razonal que podemos hacer, Louis conoce su identidad ahora y no dudo en que se lo haya contado a su amante, es peligroso dejarlo vagar por ahí con esa información– habló con tranquilidad, la demonio de cabello azabache quiso discutir con aquello pero en ese momento era difícil, porque de una manera muy insensible y cruel, Astaroth tenía razón.

–¡Pero no es justo!– exclamó Azrael molesto –El joven Desdemon merece ser feliz, no podemos arrebatarle esa felicidad de una forma tan vil y despiadada, no tenemos ese derecho.

–Te equivocas, Azrael– murmuró Asmodeos con seriedad –Somos la realeza de este reino, tenemos que velar por los nuestros, lo mejor es no dejar ningún cabo suelto.

Azrael miró a Asmodeos con una mezcla de sorpresa y decepción.

–Sin embargo– comenzó a hablar la Princesa de rizos carmesí –No debemos lastimar a Louis, al dañar a un ser querido por él estaríamos haciendo exactamente eso, debemos encontrar otra solución.

Aunque trataba de verse tranquila y serena, los ojos grisáceos de Azrael podían ver en ella la preocupación que sentía por el joven nephilim.

–Lo mejor es votar al respecto, y tomar una decisión– declaró con firmeza el Rey del inframundo.

–Bien, estoy a favor de asesinar al ángel– anunció convencido Astaroth, sin una pizca de duda o remordimiento.

–¡No! ¡No está bien! Lilith tiene razón, debemos encontrar otra solución– replicó el pequeño demonio una vez más.

–¿Otra solución? ¡Por favor!– exclamó con enfado el Príncipe de la lujuria –Todos aquí sabemos cómo terminará esto, los celestiales se enteraran de su relación, desecharan a ese miserable ángel a la Tierra y le arrancarán sus alas. Estoy seguro de que ya lo saben los Caídos son traicioneros y egoístas, darían lo que fuera por volver a obtener sus alas, es solo cuestión de tiempo para que traicione a Louis y les diga a los celestiales que él es un nephilim.

Hubo un corto silencio, otorgándole la razón al demonio.

–La solución es evidente, para proteger al joven Desdemon y a nosotros mismos, ese ángel debe ser eliminado inmediatamente– contestó Asmodeos con firmeza una vez más, miró directamente a Azrael con seriedad haciendo que éste tragara con dificultad bajo su mirada violeta –No podemos dejar que los sentimientos nublen nuestro juicio.

–No es por los sentimientos ¡Louis merece ser feliz!– protestó Azazel con enfado.

–Bueno, técnicamente conoce a ese ángel hace cuánto ¿seis meses? Tal vez más, no importa, no es un tiempo considerable para decir que está "enamorado"– argumentó Beliar con tranquilidad.

Azazel volvió su rostro a ella de forma agresiva, su mirada sorprendida cayó sobre las facciones delicadas y despreocupadas del rostro de su novia.

–Tú no acabas de decir eso– murmuró.

Beliar la miró directamente a sus ojos, el ámbar y el azul se encontraron en una pequeña batalla interna. Azazel fue capaz de ver la angustia que trataba de esconder pero que aun así era evidente, al menos para ella.

–No digo que no se amen– se encogió de hombros –Solo digo que es demasiado joven como para saber si quiera lo que es el amor. Asmodeos tiene razón, debemos protegernos los unos a los otros.

Azazel negó con la cabeza sin dejar de mirarla, vio en ella el miedo y la preocupación.

–Pero...– la demonio no dejó que su novia argumentara nada.

–Pero nada– murmuró, se acercó más a la mujer de cabello azabache para que su conversación fuera únicamente de ellas –Estoy pensando en ti, Azazel.

Y Azazel lo entendía, solo que no podía aceptarlo tan fácilmente.

–Está enamorado– susurró.

Beliar sonrió con tristeza.

–Con más razón deseará el bienestar de su amante.

La Princesa de la avaricia guardó silencio después de aquello, secretamente un poco decepcionada, pero entendía el miedo de su novia, puesto que Beliar (a diferencia de ella que era una demonio por completo) una vez fue un ángel, perdió sus alas hace muchísimos milenios, no había nadie en los infiernos que entendiera más a los arcángeles y a los seres angelicales como ella (excepto tal vez el propio Lucifer), que había vivido tanto tiempo en su compañía. Azazel sabía que Beliar solía negarlo siempre, pero en sus ojos del color del oro podía vislumbrar el terror que le generaba pensar en aquellas deidades.

Si los celestiales se enteraban de la naturaleza de Louis, no solo que era un demonio como cualquier otro, serían capaces de comenzar una guerra nuevamente. Y la última guerra entre ángeles y demonios no dejó nada bueno para ninguno de los bandos, en especial para los demonios.

Así que Azazel entendía perfectamente porqué Beliar estaba tan reacia a la situación, quería evitar esa guerra, quería evitar que le sucediera algo malo a ella.

Lo hacía por amor, estaba dispuesta a sacrificar a un inocente ángel y destruir la felicidad de un demonio por ella, por protegerla.

Y estaba segura de eso porque Beliar nunca tomaba una decisión pensando en los demás, cuando lo único que estaba en su mente día y noche era la sonrisa de su pareja. Y no podía odiarla por ello.

Pero Azazel no estaba dispuesta a arriesgar la dicha y el bienestar de uno de sus más preciados amigos.

–No estoy a favor de asesinar a ese ángel– anunció finalmente.

Escuchó a Beliar soltar un suspiro, como si ya se hubiera esperado esa respuesta, y tal vez fue su imaginación pero hubiera jurado haber visto a la demonio sonreír con amargura por unos escasos segundos antes de volver a su expresión fría e indiferente.

–Entonces así están las cosas– murmuró Astaroth suspirando resignado.

Era un empate, cada uno de los Príncipes y de las Princesas dejó muy en claro su posición. Mientras que Astaroth, Asmodeos y Beliar estaban a favor de eliminar al ser angelical, Lilith, Azrael y Azazel estaban totalmente en contra.

El voto decisivo estaba en manos del único Príncipe que no había dicho absolutamente nada en toda la reunión. Lucifer lo miró con detenimiento, no logrando adivinar la razón de su afligido rostro ni de su extraño comportamiento.

–Zayn ¿qué es lo que decides?

Los demonios se concentraron en él, esperando su respuesta, esperando que tomara el valor y anunciara en voz alta cuál sería el destino de esos pobres jóvenes enamorados.

Y no, no era un buen momento para que Zayn estuviera de mal humor, y vaya que lo estaba.

Lejos del Palacio Real, en lo más recóndito, lejano y oscuro del Infierno de Auctore yacían unas desgastadas y antiguas mazmorras. Era un lugar lúgubre y aterrador incluso para muchos demonios, eso explicaba el porqué de la soledad de sus alrededores.

Nadie nunca visitaba aquel lugar, a pesar de que en él se resguardaban algunas almas mundanas sufriendo sus respectivos castigos infernales, nadie nunca se atrevía a entrar.

Y habían pasado muchos milenios desde la última vez que el Príncipe de la envidia caminó por sus desgastados suelos. Pero ahora estaba ahí, recorriendo esos horrendos pasillos sabiendo exactamente a dónde se dirigía.

La reunión de la realeza demoniaca había terminado hace unas horas, el resultado dejó a la mayoría inconformes, pero poco le importaba.

Antes de ir a esa dichosa reunión había ido al mundo humano, se había encontrado con aquel chico de lindos ojos una vez más. Y al verlo tomó una decisión que nunca debió tomar.

Fue honesto con él.

Le explicó lo que sentía al verlo, le contó el cómo en su estómago se formaban mariposas con solo escucharlo reír, le comentó que comparaba sus ojos con lagunas hermosas en las que deseaba hundirse eternamente, le murmuró sus sentimientos al oído y le dejó su corazón abierto frente a él en un audaz acto de valentía.

Pero Niall no escuchó nada de eso, el mundano solo escuchó la palabra "demonio" una y otra vez.

Y si Zayn pensaba que no tenía corazón estaba muy equivocado, porque hubiera jurado que lo escuchó romperse en el instante en que Niall lo alejó de él asustado.

Esos preciosos ojos que nunca lo habían mirado con otra cosa más que dulzura y amabilidad, le demostraron pánico y horror, por él, por lo que era. Y el Príncipe no tuvo otro remedio más que alejarse de él.

No escuchó nada de lo que sucedió en la reunión, su cuerpo parecía estar ahí pero él, él no estaba, simplemente se había perdido en un charco de agua helada rodeado de una oscuridad que le aterraba. Nunca se había sentido así, ni cuando mató a su hermano, ni cuando fue cruelmente rechazado por la gente a su alrededor, ni cuando aquella dulce mujer de mirada angelical lo abandonó de forma egoísta. Y si de algo estaba seguro, es que odiaba ese nuevo sentimiento.

Era algo extraño en su pecho, algo que le hacía apretar la mandíbula y restregar sus ojos porque le ardían, pero no sabía lo que era. ¿Qué iba a saber él de lo que era llorar? No lo hacía desde que fue marcado, y parecía que simplemente había olvidado la sensación.

Cuando Lucifer le preguntó sobre tomar una decisión, simplemente dijo con indiferencia que él no tenía una decisión, no iba votar por nada, podían hacer lo que quisieran. Su opinión fue nula.

Y ahora, iba directo ante el único ser con el que podía liberar todas esas frustraciones y angustias. Siempre que estaba furioso o que se sentía muy valiente como para verlo y enfrentarlo lo visitaba, Zayn lo odiaba con cada fibra de su cuerpo, pero al mismo tiempo le guardaba un poco de miedo.

Abrió la pesada puerta sin tocarla, bajó las desgastadas escaleras siendo cuidadoso escuchando el resonar de sus pasos, cuando finalmente llegó al final de estas se encontró una mazmorra con un hombre encadenado en medio de una pared.

El cabello y la barba del hombre estaban sucios y descuidados, tan largos que se enredaban de forma desagradable con las cadenas de sus brazos y piernas.

Al percibir la presencia del muchacho el hombre levantó la cabeza con dificultad, un gesto extraño similar a una sonrisa se asomó por su rostro.

–Ha pasado mucho...— la voz gastada y profunda sonaba hueca, propia de un alma dañada y marchita, Zayn no sintió pena ni misericordia al verlo ahí, tan débil y patético como la rata que siempre había sido.

–Sí...— respondió con sencillez.

–Hola, hijo— balbuceó Adán débilmente.

Capítulo dedicado a

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N/A: Les amo, gracias por ser tan pacientes conmigo 💕

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