La lista || Terminada

By MsMistery19

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Nuestra historia empezó con un trato entre ambas. Un beneficio para las dos, un sentimiento disfrazado hacién... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 36
Capítulo 37
Final
Epílogo
Epílogo extra

Capítulo 35

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By MsMistery19

La locura del amor nubló nuestros verdaderos sentimientos.

Pov Calle.

Llené de aire mis pulmones y me dispuse a abrir la puerta de mi departamento, después de despedirme de mi peliazul vine hasta acá, tenía que prepararme para la cena y también tenía que hablar con Rebeca.

Me adentré al lugar y no me sorprendió ver a Rebeca con su laptop en las piernas, mis mejores amigos estaban viendo una película, al sentir mi presencia dejaron de ver la televisión.

—¡Hasta que apareces, Cal!— Exclamó Dallas con una sonrisa pícara.

— Regresé.— Canturreé divertida acercándome a la sala.

—¿Cómo te fue? Cuéntanos las noticias.— Pidió Irina con tono de voz alegre.

— Pues, Poché y yo estuvimos juntas todo este tiempo.— Contesté acercándome a ellos, miré a Rebeca de reojo.

—¿Y...?— Presionó Dallas viéndome expectante. Miré a los chicos y sonreí.

— Todo se arregló entre ambas.— Declaré con una sonrisa en mi rostro.

Entonces Rebeca saltó de golpe en el sofá, fruncí el ceño y ella celebró.

—¡Ja! ¡Me deben 20 euros!— Exclamó viendo a mis mejores amigos, abrí mis ojos sorprendida.

— No es justoooo.— Se quejó Irina echando su cabeza hacia atrás.

—¿Apostaron? ¿De verdad?— Inquirí cruzandome de brazos.

— Ajá, la idea vino de Rebeca.— Explicó Dallas burlón.— Ella dijo que apostaba lo que quisiera, pero que tú y Poché iban a volver.— Finalizó sacando un billete de su bolsillo, Rebeca sonreía tomándolo.

— Yo aposté porque solo iban a tener un polvo y cada quien por su lado.— Se quejó Irina, dándole el billete a mi amiga.

Rebeca tomó el billete de mi amiga y lo guardó en sus pechos, Irina alzó sus cejas pícaramente.

— Yo dije que no volverían.— Mencionó Dallas, rodé los ojos.

— Ganó Rebeca entonces.— Hablé con certeza, los chicos se quejaron.

— Así es, gracias por darme dinero fácil, Cal.— Rebeca tomaba mis mejillas con sus manos y movía mi rostro contenta.

—¿Podemos hablar?— Hablé con las mejillas apachurradas.

— Claro.

Rebeca y yo nos fuimos al balcón del departamento que compartíamos, Dallas e Irina hacían caras divertidas mientras volvían a ver la película.

— Creo que debemos hablar del beso.— Rompí el silencio rascando mi nuca.

— Calle, antes que nada me considero tu amiga.— Rebeca sonrió.— No sé, hemos estado juntas en muchas situaciones y creo que tal vez debido a eso nos confundimos y nos besamos, pero...

— No sentimos nada.— Completé por ella, Rebeca asintió.

—¿Verdad que sí?— Replicó arrugando el entrecejo.— Es decir, te besé y sentí que estaba besando a una prima o algo así.— Añadió arrugando el rostro.

— Si, es decir si estuvo bien pero se sintió raro.— Acoté con tono de voz pensativo.

— Si, después todo se volvió raro.— Confesó, recargandose en el barandal del balcón.

—¿Te sentiste incómoda?— Pregunté culpable.— Lo siento si te hice sentir así.— Agregué con tono de voz tímido.

— No, no fue eso.— Me calmó con una sonrisa.— Por un momento pensé que ese beso iba arruinar nuestra amistad, no quiero eso.— Confesó viéndome con sus ojos verdes, sonreí.

— Yo tampoco, tu amistad vale mucho para mí, Rebe.— Mencioné tomando su mano.

—¿Olvidamos el beso y seguimos cómo amigas?— Sugirió con una sonrisa, asentí con mi cabeza.

— Olvidado.— Afirmé.

—¡Genial! Me siento liberada.— Celebró soltando un suspiro, reímos.

—¿Qué tal la pasaste con los chicos en mi ausencia?— Inquirí enfocando mi visión en la noche que ofrecía París.

— Son todo un caso, pero nos llevamos mejor.— Rebeca soltó una risita bajando la vista.— Irina me gusta.— Confesó de pronto, la observé rápidamente en shock.

—¿Q-qué?— Tartamudeé divertida.—¿En qué momento? ¿Cuánto me fuí?— Exageré golpeando su hombro juguetona.

— No exagereees.— Se quejó Rebeca.— Iri es muy linda.— Añadió sonrojada.

—¿Te dejo sola?— Repliqué burlona.— ¿Quieres pensar más en ella?— Caminé hasta el balcón riendo.

— No seas idiota.— Contestó Rebeca dandome un golpe en el hombro, reí.

— Si se da algo entre ambas sería muy bueno.— Mencioné con tranquilidad.— Tal vez así Iri deja de querer golpearme tanto.— Hablé enchinando los ojos.

— Es que a veces eres muy cabezota.— Mencionó Rebeca soltando un bufido.

— Gracias por las flores.— Bromeé sarcástica.

—¿Cómo está Poché? Espero no me odie.— Preguntó arreglando su cabello.

— Está muy bien y bueno, no te odia.,— Aseguré.— Tomó muy bien el asunto de nuestro beso.— Añadí con media sonrisa.

— Espero hablar con ella.— Comentó.— En un pasado la traté mal y también te descubrió con Renata.— Ladeé el rostro recordando a la gemela de Rebeca.

No sabía mucho de ella, Rebeca me contaba pocas cosas de ella, pero dice que también hizo un cambio positivo en ella, cómo Rebeca.

—¿Renata dónde rayos está?— Indagué alzando una ceja.

— En un psiquiátrico, está loca.— Soltó Rebeca con seriedad, me quedé estática viéndola.

—¿Qué?— Arrojé asombrada.

— Es broma.— Rebeca soltaba una carcajada y yo respiraba de nuevo.— Ayuda a papá con las empresas, nos invitó a su próxima boda.— Alcé mis cejas sorprendida ante su confesión.

—¿Con quién se casa?— Inquirí curiosa.

—¿Recuerdas a Tayler?— Abrí mi boca sorprendida viendo a Rebeca.

—¿Mi amigo de fiestas Tayler?— Repliqué sin salir de mi asombro.

— Ese mismo.— Rebeca soltó una risita.— Era el mensajero de la empresa, se enamoraron, papá no lo aceptaba, luego si y ahora van a casarse.— Explicó la historia de amor de su hermana.

— Wow, eso es genial.— Exclamé con alegría.

— Me alegro por ambos la verdad.— Declaró Rebeca con sinceridad.

— Bueno, yo debo arreglarme.— Avisé.— Tengo una cena importante hoy.— Añadí caminando para adentrarme a la sala.

—¿Las cenas dónde va tu entrenador y te alaban por ser una grande en el canotaje?— Soltó Rebeca burlona, reí sarcástica.

— Si, esa misma.— Contesté rodando los ojos.

— Dios te ayude.— Mencionó la rubia haciendo un mohín.

— Gracias por los ánimos, eh.— Negué con mi cabeza riendo.

— Supongo vas con Poché.— Mencionó cruzándose de brazos, asentí con mi cabeza.

— Será mi acompañante claro.— Contesté con una sonrisa.

— Espero la prensa deje de seguirme y decir que soy tu novia oculta.— Comentó Rebeca, posando dos de sus dedos en su barbilla.

— No te quejes, abusabas de esos privilegios para alejar tipos de una noche.— Rebeca enchinó los ojos, abrió y cerró su boca.

— Mejor me callo.— Replicó huyendo a la sala.

— Huye, cobarde.— Solté irónica.

Rebeca me sacó la lengua y se adentró a la sala de nuevo, sentandose en medio de Dallas e Irina, reí y suspiré viendo la vista, la verdad me sentía muy feliz. Tenía grandes amigos, la chica que amo me amaba, mi carrera iba muy bien, lo tenía todo.

Nada podría arruinar este momento de paz.

1 hora después.

Guardé mis manos en los bolsillos de mi traje, recargué mi espalda en el coche esperando a mi princesa para irnos en nuestro carruaje, reí yo sola ante mi cursilería.

Giré mi vista y esperé, entonces las puertas del hotel fueron abiertas, entreabrí mis labios por no abrir la boca babeando al ver a Poché.

Maldita sea, estaba jodidamente hermosa.

Había visto a Poché una vez en vestido, y no puedo evitar recordar cómo moría de celos al recordar esa vez, fue en su cita con Lucas, pero literalmente esa vez casi enloquecía al verla con ese vestido maravilloso, pero ahora estaba a punto de babear.

Portaba un vestido negro que resaltaba su maravilloso cuerpo, añadiendose perfectamente a su cintura y caderas, era de escote con forma de corazón de una sola manga. Llegaba a un poco abajo de la rodilla con un corte sensual en la pierna. Sus accesorios, su maquillaje, su cabello peliazul en ondas y su boca de color rojo eran una perdición.

Poché me sonrió y se acercó a mi, saliendo de mi estupor tomé su cintura y suspiré con ganas de devorarla.

— No sé cómo puedes verte más hermosa.— Mencioné acariciando su espalda baja.

— Tú estás muy guapa en este traje.— Poché acariciaba las solapas de mi traje con una sonrisa.

Yo había optado por un traje azul rey, una camiseta de botones color blanca, añadiendo un chaleco de botones del mismo color del traje, los primeros botones de la camisa estaban abiertos.

—¿Te gusta?— Inquirí, Poché asintió lentamente.— Porque traje algo para que lo pongas y termine mi atuendo.— Añadí con una sonrisa torcida.

—¿Cuál?— Inquirió la chica frente a mi.

Metí una de mis manos a mi bolsillo y saqué la corbata azul de mi bolsillo, la alcé y Poché soltó una corta carcajada, sus ojos encontraron los míos y brillaban bajo la luz de la luna.

— Una corbata.— Murmuró despacio.— Cómo no lo pensé antes.— Añadió tomando la corbata.

— Las corbatas son divertidas.— Comenté, sintiendo cómo Poché la rodeaba en mi cuello.

— Depende para que la uses, amor.— Murmuró, concentrada en hacer el nudo de la corbata.

—¿Recuerdas cómo la usé contigo?— Pregunté con tono de voz gutural.

— La usaste de muchas formas, Dani.— Poché alzó su vista y el fantasma de una sonrisa asomaba en su rostro.

— Uhmm.— Dudé, tomando las caderas de mi acompañante.— Mi favorita fue cuando te amarré con ella y te di en cuatro.— Susurré a centímetros de su boca.

— Calle...— Musitó Poché en mi boca, sus labios rozando los míos.

—¿Si?— Alenté, bajando mis manos a sus nalgas.

— Hay que irnos, se nos hace tarde.— Habló nerviosa, me escondí en su cuello y solté una risita.

Dejé un corto beso en los labios de mi hermosa acompañante, abrí la puerta del copiloto y Poché se adentró al auto, cerré la puerta y rodeé este para subir yo.

Encendí el motor y arranqué este, Poché puso música en la radio y no podía evitar reír al oír sus quejas, algunas estaciones de radio solo tenían música en francés, ella celebró finalmente al encontrar una estación muy buena.

De la nada se empezó a mover alegre en el asiento, Morat de fondo y ella a mi lado era todo un espectáculo de calidad.

—¡Y no sé, no sé, no sé, cómo pude convencerte! ¡Y no sé, no sé, no sé, fue el destino o fue la suerte!— Comenzó a cantar a todo pulmón viéndome, reí.

—¡Que siendo un extraño te dije te amo!— Seguí la canción.

—¡Te he estado buscando por más de mil años!— Cantó Poché, acercándose a mi y dejar un beso en mi mejilla.

—¡Y tú respondiste, ¿A dónde vamos?!— Canté, tamborileando mis dedos en el volante.

—¡Contra las apuestas aquí nos quedamos! ¡Viviendo de fiesta después del verano en el que respondiste,
¿A dónde vamos?!— Cantamos las dos a todo pulmón.

—¡Y aunque la historia no estaba prevista!— Poché me señaló con su dedo índice, simulando un micrófono con su puño.

Solté una corta carcajada aparcando el coche, habíamos llegado a nuestro destino, pero ambas seguíamos cantando.

—¡Somos la prueba de que existe amor a primera vista!— Finalicé la canción con una sonrisa.

—¡Te amo, carajooo!

Poché se lanzó a mis labios y sonreí en medio del beso, sus labios hacían un vaivén sublime con los míos dejándome con ganas de más.

— Te manché toda.— Murmuró limpiando mi boca.

— Cállate y ven acá.— La jalé de la nuca y volví a besarla, Poché soltó una risita y me besó otra vez.

Después de tener una mini sesión de besos, Poché me sacó del auto con la excusa de que era tarde, todo porque mi mano ya estaba acariciando partes peligrosas.

«Una ya no puede divertirse» Pensé.

Entramos a la fiesta y una bola de fotógrafos se acercaron hacia nosotras, los flash de las cámaras nos cegaron un poco. Posamos ante los fotógrafos y supongo que sacaron buen contenido al robarle un beso a Poché.

Luego de eso nos sentamos en una mesa, presenté a Martín y a Poché, tomamos una copa de champaña y ahora mirábamos hablar a uno de los embajadores importantes del canotaje.

La noche transcurría bien... Pero bien aburrida, ya quería irme de aquí.

— Cuidado y lanzas un bostezo.— Murmuró Poché a mi lado, bufé.

— El señor habla mucho, no quiero saber la historia de los juegos olímpicos.— Repliqué con aburrimiento.

Había tenido suficiente en el colegio, no quería otra clase de historia más aburrida que los libros de matemáticas.

— Martín te va a regañar.— Comentó Poché viendo al frente.— Mira la cara que tiene.— Añadió divertida.

Miré a Martín y me miraba con mirada asesina, diciéndome: deja de hablar y pon atención al hombre que te traerá beneficios.

—¿Con cara de bagre?— Pregunté a mi acompañante, Poché me vió y sonrió.

— Pon atención al señor.— Replicó dando un apretón a mi pierna.

Bufé por lo bajo y empecé a jugar con la servilleta de la mesa, bajé más mi vista y ladeé el rostro al ver unas piernas muy apetecibles a la vista. Sonreí maliciosa y pose mi mano en la pierna de Poché, ella me dió un rápido vistazo y volvió la vista al frente.

Empecé acariciar su muslo con lentitud, mis dedos recorriendo su tersa piel, Poché puso su mano sobre la mía y la llevó más arriba, subiendo su vestido en el camino, relamí mis labios sintiendo la excitación y la adrenalina invadirme.

—¿Recuerdas el punto 3 de la lista?— Pregunté a mi acompañante, ella se quedó en silencio.

— No, recuérdamelo.— Murmuró relamiendo sus labios.

— Experimentar la masturbación con mi pareja, no importa lugar o hora.— Recordé viendo el perfil de Poché, sus mejillas se sonrojaron.

—¿Vas a cumplirla ahora?— Inquirió viéndome unos segundos.

— Si.— Afirmé apretando su muslo con mis dedos, ella reprimió un gemido.

— Dios...

Sonreí lentamente abriéndome paso por el vestido de Poché, miré al frente y sentí el calor de su entrepierna emanar mis dedos, aquello me calentó tanto. Aparté la ropa interior de María José y ella abrió más sus piernas para mí.

Poché carraspeó al sentir mis dedos jugar con su clítoris, acaricié lentamente de arriba abajo su vagina, provocando la humedad en ella.

El pecho de Poché subía y bajaba con agitación, mientras mis dedos hacían de las suyas en su clítoris Poché intentaba cerrar sus piernas, lo impedí poniendo uno de mis pies de traba abriendo más sus piernas bajo la mesa.

— Si gimes te dejo a medias.— Advertí, bajando mis dedos a su entrada mojada y jugar con ella para volver a subir a su clítoris.

— Maldita.— Susurró Poché con voz entrecortada.

Sonreí con arrogancia relamiendo mis labios al sentir su humedad latente empapar mis dedos, mis dedos dejaron su clítoris y bajé hasta encontrar su entrada mojada, la embestí de golpe y ella apretó mi pierna mordiendo su labio inferior.

— Daniela.— Murmuró en un hilo de voz.

— Silencio.— Exigí seria, apretando más el agarre bajo la mesa ya que Poché se movía mucho.

Empecé a embestirla con mis dedos, tragué grueso porque sentía la boca seca. Moví mis dedos en el interior de Poché, su mano apretando mi pierna y respirando con pesadez, un pequeño quejido salió de sus labios cuando con mi pulgar alcancé su clítoris.

Mi respiración iba de mal en peor, mi corazón se aceleraba cada vez más cómo si fuera posible, mi garganta estaba seca y mi entrepierna palpitaba necesitada.

Estaba a punto de enloquecer con solo estar dentro de María José.

— Empapa mis dedos de ti.— Ordené, acelerando mis movimientos.

Poché mordía su labio inferior con fuerza, casi a punto de romperse el labio. Aceleré mis movimientos y gruñí cuando sus uñas se clavaron en mi pierna con fuerza, sintiendo cómo su orgasmo llegaba y mojaba mis dedos en su interior.

Los aplausos retumbaron en el salón con la gente poniéndose de pie, saqué mis dedos del interior de Poché rápidamente, dejándole jadeante y colorada.

Llevé mis dedos a mi boca bajo su atenta mirada y los lamí saboreando su exquisito sabor.

Ella me vió con mirada asesina y excitada, mientras aplaudía con la gente del salón alabando al embajador que hablaba y hablaba. Los aplausos acabaron y tomé la mano de Poché.

— Salgamos de aquí y demos una vuelta.— Dije con una sonrisa poniéndola de pie.

— Daniela, la cena no ha acabado.— Mencionó Martín serio.

— Lo siento, Martín, pero para mí si.— Le sonreí guiñándole un ojo y salí de ahí con Poché.

— Daniela... Daniela...— Escuché a Martin a mis espaldas, lo ignoré.

—¿Crees que se enoje?— Inquirió mi peliazul a mi lado, negué con mi cabeza.

— Nah, luego se le pasa.— Contesté  con simpleza.

— Tengo hambre.— Confesó haciendo un puchero.

—¿Qué tipo de hambre?— Bromeé riendo.

— La de que mi estómago ruge.— Se quejó Poché dándome un golpe en el hombro con su bolso, reí.

— Tengo un lugar perfecto para eso.

(...)

Reí al ver cómo Poché gemía extasiada al dar el primer mordisco a su pierna de pollo. Era tan gracioso vernos tan elegantes y estar en un lugar de comida rápida comiendo pollo frito y papas.

«Esto era lo que necesitaba» Pensé sonriente.

Poché comía papas fritas y tomaba de su coca cola masticando otro trozo de la pierna de pollo.

— Dame, amor.— Pedí viendo la pierna de pollo.

— No, es mío.— Se quejó Poché alejándose de mi, enchiné mis ojos.

— No seas grosera y comparte.— Dije sonriendo.

— Tú tienes pechuga ahí, deja mi muslito en paz.— Poché mordisqueó su pollo.

— Pero quiero pierna.— Me quejé dramáticamente.

— Está bien, solo porque te amo.— Aceptó Poché, reí.

Poché me pasó el muslo de pollo y le di un mordisco, estaba demasiado bueno, mi acompañante sonrió y me dió una papa frita, dejé un casto beso en sus labios feliz.

Ambas terminamos de comer nuestro pollo con papas entre risas, besos, papas fritas voladoras y risas. Era demasiado increíble cómo las pequeñas cosas con Poché se convertían en algo inexplicable.

— Estaba muy bueno.— Comenté limpiando mi boca con una servilleta.

— Demasiado, amor, estaba muriendo de hambre.— Poché echó su espalda en el asiento.

— Al diablo la langosta, viva el pollo frito.— Alcé mi puño cómo revolucionaria.

— Tonta.— Mencionó Poché entre risas, batallando con la lata de soda vacía.

— Soy tu tonta.— Repliqué encogiendome de hombros.

— Siempre.— Contestó mi peliazul sonriente.

—¿Qué estás haciendo con eso?— Cuestioné viéndola jugar con la lata de coca cola.

— Cuenta la leyenda que si obtienes esto.— Sonreí al ver que me pasaba la chapa de la lata.— A la persona que se la entregues le debes un beso.— Añadió viéndome con ojos brillantes.

—¿Te lo inventaste?— Respondí riendo, recordando la vez que en aquella cabaña le dije lo mismo.

— Solo aprendo de la mejor.— Replicó mi acompañante divertida.

Solté una corta carcajada y tomé la chapa de la lata de coca cola, me acerqué a Poché y dejé un suave y lento beso en sus labios, mordisqueó mi labio inferior y sonrió antes de separarse de mi.

— Te amo, insoportable peliazul.— Declaré acariciando su mejilla.

— Y yo te amo a ti, castaña engreída.— Respondió haciéndome sentir cosquillas en mi estómago.

Nuestro momento fue interrumpido por el sonido de mi teléfono, ambas nos quejamos y saqué mi teléfono de mi bolsillo rápidamente, miré la pantalla y me di cuenta que era Dallas, decidí ignorar la llamada.

—¿Quién es?— Cuestionó Poché.

— Dallas, muy probablemente quiere molestar.— Respondí rodando los ojos.

—¿Qué hacemos ahora?— Preguntó con voz pensativa.

— No sé, salgamos y caminemos por ahí.— Respondí con una sonrisa, llevando un mechón de su cabello detrás de su oreja.

Poché sonrió y se levantó de la mesa, me estiró su mano y gustosa la tomé, salimos de lugar de comida rápida y empezamos a caminar sin rumbo, solo en silencio, disfrutando la compañía de la otra.

No había mejor sensación que ir de la mano de la persona que amas. Así, sin rumbo fijo, no importaba el lugar porque tu lugar era la persona a tu lado.

—¿Tienes frío, bonita?— Cuestioné al ver que Poché se acurrucaba a mi.

— Un poco.— Mencionó con una sonrisa tímida.

Quité mi sacó de mi hombro y rápidamente se lo puse a mi hermosa peliazul, le quedaba un poco grande y eso la hacía ver adorable. La jalé de las solapas del saco y la besé, ella rió sobre mis labios, tomé su mano otra vez y caminamos.

— Tengo una idea.— Comentó de pronto, fruncí el ceño.

—¿El qué?— Inquirí curiosa.

— Vamos.

Poché me arrastró con ella a un local, abrí mis ojos sorprendida al ver que entrabamos a un estudio de tatuajes. El lugar era mediano, habían muchos dibujos en las paredes, diferentes tatuajes y luces de neon, se veía un ambiente metalero.

— Buenas noches.— Un chico alto, cabello largo y muchos tatuajes nos saludó.—¿En qué les ayudo?— Ofreció amable.

— Queremos un tatuaje.— Afirmó mi acompañante sonriente.

—¿El pollo tenía algo, amor?— Inquirí con voz sarcástica.

— No, quiero tatuarme, vivir esto a tu lado.— Replicó viéndome, haciendo que me pierda en sus ojos aceitunados.

— Todo pero solo contigo.— Murmuré rozando su nariz con la mía.

— Muy bien, prepararé todo.— Avisó el chico.

El tatuador se fue y yo me sentía algo nerviosa, no era tan fan de las agujas, pero haría cualquier cosa por mi chica. Después de no saber que tatuarnos, Poché y yo tuvimos la grandiosa idea de tatuarnos lo que la otra pensará de cada una, vease mi sarcasmo.

Ahora estaba esperando que terminaran el tatuaje de Poché, estaba a unos metros de ella, así que cuando ví que alzaba su mano llamándome, caminé hasta donde estaba.

—¿Qué pasa, hermosa?— Pregunté tomando su mano.

— Te quiero preguntar algo.— Contestó con una sonrisa inocente, enchiné mis ojos.

— Dime.— Alenté extrañada.

Ella le hizo una seña al tatuador, el chico destapó su pierna y empecé a reír. En su pierna había una pregunta dibujada con marcador, más 3 cuadros que tenía que tachar con la respuesta esperada.

“¿Puedo ser tu novia?”

□ Si.
□ Mega si.
□ Si a todo menos al divorcio.

— Estás loca, ¿Sabías?— Comenté viendo su rostro, Poché estaba muy divertida.

— Mejor dime que respondes.— Contestó ladeando su rostro expectante.

Tomé sus mejillas y la besé con dulzura, dejándome llevar por sus adictivos labios, me separé de ella quedando a escasos centímetros de su boca.

— Si a todo menos al divorcio.— Murmuré con una sonrisa.

Poché sonrió radiante y el tatuador sonreía conmovido con el teléfono de Poché en mano, al parecer nos había capturado en el momento. Ambas reímos y ahora si nos tatuaron.

Después de un rato el tatuador finalizó nuestros tatuajes, Poché se levantó cómo resorte de su asiento y fue al espejo, el tatuador terminaba mi tatuaje con una espuma que limpió con una toallita y sonreírme.

Me acerqué a Poché y rodeé su cintura con mis brazos, dejé un beso en su cabeza y recargué mi barbilla en su hombro.

—¿Qué significa, amor?— Inquirió Poché, viendo el tatuaje en su costilla.

— Es una palabra china.— Empecé a explicar.— Yuanfen significa: personas con un amor predestinado. Tú y yo estamos predestinadas.— Giré su cuerpo para verla.— No importa si en esta o las vidas que hayan, tú amor, nuestro amor esta predestinado para siempre.— Finalicé viendo una sonrisa hermosa en María José.

— Siento que mis sentimientos por ti crecen más cada día.— Confesó acariciando mi rostro, sonreí.

—¿Y el que escogiste qué significa?— Pregunté recargando mi mejilla en la mano de Poché.

Serendipia significa algo así cómo un hallazgo, algo valioso que no buscaba pero terminó llegando a mi.— Se separó de mí y vió el tatuaje en mi costilla también.— Tú y solo tú haz hecho que los hallazgos en la vida valgan la pena.— Finalizó con una sonrisa.

Tomé el rostro de mi ahora novia y la besé con todo el amor que había en mi cuerpo, que ha decir verdad mi amor por Poché llegaba a niveles desconocidos. Ambas nos separamos con una sonrisa y un brillo en los ojos que nos delataba.

Salimos de nuestra burbuja al escuchar nuestros celulares, fruncimos el ceño y tomamos nuestros teléfonos para contestar.

¿Bueno?— Respondí.

—¡Calle, hasta que contestas!— Exclamó Rebeca al otro lado de la línea.

—¿Qué pasa, Rebe?— Inquirí frunciendo el ceño, viendo a Poché hablar a unos metros de mi.

— Tus padres están aquí.— Soltó de golpe.

—¿Eh?— Arrojé sin entender. ¿Mis padres? ¿En qué momento?

— Tus padres están en Francia, en nuestro departamento y necesitan hablar contigo urgentemente.— Habló rápidamente, me quedé en silencio.

— Voy para allá.— Respondí colgando la llamada extrañada.

Me acerqué a Poché y ella justamente estaba terminando la llamada, la observé y tenía el entrecejo fruncido.

—¿Quién era?— Indagué alzando una ceja.

— Tú madre, dijo que necesitaba hablar con ambas y que están aquí.— Alcé mis cejas sorprendida.

— Creo que es mejor que nos vayamos.— Mencioné soltando un suspiro.

— Vamos.

Pagamos nuestros nuevos tatuajes adquiridos y caminamos hasta el coche para irnos. No entendía porque mis padres estaban acá y el porque necesitaban hablar con Poché y conmigo, pero no tenía buen presentimiento de todo esto.

En el departamento.

Poché y yo íbamos tomadas de la mano, nuestros dedos parecía que estaban pegados con pegamento, cuando entramos al departamento escuchamos muchas voces en la sala.

Mi novia y yo nos vimos extrañadas, caminamos lentamente hasta la sala y miramos la escena, mamá y papá estaban en un lado, Dallas e Irina en el sofá, Rebeca hablaba con ¿Lucas? Y la madre de Poché estaba aquí.

No entendía nada y al parecer Poché tampoco.

— Buenas noches.— Hablé lo suficientemente alto para llamar la atención de todos.

Un silencio sepulcral llegó a la sala, todos nos observaban a Poché y a mí con una mezcla rara de emociones en la cara de cada uno.

—¿Qué pasa? ¿Por qué esas caras?— Inquirí sin soltar la mano de Poché, ella estaba igual que yo.

Lucas se acercó a mi cauteloso.— Calle, prima, tenemos que hablarte de unas cosas.— Replicó pasando sus manos por su pantalón.

—¿Tú no estabas en España?— Pregunté frunciendo los labios.

— Luego explico eso.— Contestó pasando una mano por su pelo.— Hay cosas más importantes ahora.— Añadió nervioso.

—¿Cómo cuáles?— Repliqué sintiendo impaciencia por sus misterios.

— Que yo estoy aquí.— Escuché esa voz a mis espaldas. Poché giró sin soltar mi mano.

—¿Lizzie? ¿Qué haces acá?— Inquirió con una mezcla de alegría y confusión en su voz.

Miré a Lucas y tragué grueso, comencé a sacudir mi cabeza y él asintió lentamente entendiendo mi mensaje, giré lentamente y solté la mano de Poché dando un paso atrás.

Elizabeth estaba enfrente de mi, me veía expectante y una mezcla de miedo en sus ojos.

— Tú no estás aquí.— Solté sintiendo un nudo en el estómago.

—¿Calle? ¿Qué pasa, amor?— Inquirió Poché viéndome con preocupación.

— Ella no está aquí.— Negué con mi cabeza dando un paso atrás.

— Calle, soy yo Elizabeth... Lizzie.— Murmuró la castaña frente a mi acercándose a paso lento.

«No, no, no, tu estás muerta» Gritaba en mi mente sin poder creer lo que veía.






















































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No manchen que los muertos reviven.

Por otro lado las Caché son novias, ealeeee.

César anda cerquita, pana. Y así cómo él anda cerca el final también.

*Se va escuchando Ámame de Alexander Pires*

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