Arde, mi bella estrella

By -TheDarkSwan-

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"Si ellos intentan asfixiarte, grita, el dolor te dará alas nuevas y el vuelo retomarás. Arde, mi bella estre... More

Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Me plagiaron (1) :)
Me plagiaron (2)
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42

Capítulo 06

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By -TheDarkSwan-

Pepa logró calmarse después de bastante tiempo, finalmente su respiración volvió a la normalidad, logrando soltar a Félix y dejar que la nube oscura se disipara.

—Lo siento, amor, te dejé empapado —le susurró Pepa, haciendo una pequeña mueca de disculpa.

Félix emitió una suave risa, acercando la mano a su rostro y acariciándole la mejilla —. Mi vida, sabes que nunca me ha molestado tu lluvia, recuerda, te amo con todo y clima incluído —le dijo con cariño, logrando una sonrisa en la controladora del clima.

Pepa al final suspiró, recordando que no podían detenerse más tiempo aquí, sus ojos viajaron hacia donde estaba el dibujo, mirándolo fijamente con tristeza —. Yo no sé cómo ella pueda sobrevivir a esto, Félix, no quiero que ella sienta que debe huir de aquí como lo hizo Bruno... No quiero que después sea un "no se habla de Bruno y Mirabel". Mamá está segura de que Bruno vio algo terrible, que Mirabel es el centro de ello... Pero ella es una niña, ¿Por qué ella no puede verla con mis ojos? ¿Por qué ella cree que su nieta vale menos o es una señal de peligro solo por no tener don? —apretó la mandíbula con fuerza.

—Tu madre es muy complicada, mi vida, lamentablemente no podemos saber cómo piensa, pero nosotros solo estamos seguros de una cosa —Félix tomó sus manos, logrando que ella volviera su mirada hacia él. Los ojos de su marido brillaban con determinación, totalmente decidido —. Mirabel es nuestra hija ahora, lo decidimos, lo haremos. Ella sobrevivirá a esto porque no lo hará sola, nosotros estaremos ahí y haremos lo que sea mejor para ella.

Pepa le sonrió con amor —¿Qué hice para merecerte?

Félix emitió una suave risa —. Me enamoraste cuando le diste una paliza a un chico que te llamó "loca del clima", desde ese momento quedé cautivado, mi vida.

Pepa no puede evitar reír, la tensión en su cuerpo desvaneciéndose... Es cierto, ellos podían hacer esto, juntos. Mirabel podía sobrevivir a esto junto a ellos. Ella no estará sola nunca, no repetirá los mismos errores que cometió con Bruno, nadie se atreverá a lastimar a su pequeña nubarronita.

[...]

Pepa y Félix pudieron volver con los niños después de que ambos fueron a la habitación de la pelirroja a cambiar sus prendas mojadas, incluso Pepa recogió una muda de ropa para Mirabel, quien debía estar aún húmeda por la lluvia que cayó sobre ellas.

Al ingresar a la habitación, notaron como Camilo estaba bajo las sábanas de la cama de su hermana, Mirabel llevaba puesto un camisón rojo que a Dolores hace mucho tiempo le quedó pequeño, pero aún era grande para la menor.

Pepa no pudo evitar arrullar ante la vista cuando su sobrina estaba haciendo un lindo puchero en un intento de parecer molesta cuando Dolores le sonreía a la niña con satisfacción.

—Me deshice de la ropa mojada, creí que podría enfermarse —comentó Dolores con voz suave, caminando en dirección a su cama para sentarse, Camilo salió de entre las sábanas, subiéndose al regazo de su hermana mientras miraba a Mira.

—Es grande —murmuró Mirabel sin perder su puchero, el rojo aún estaba en las esquinas de sus ojos que se notaban cansados por el llanto.

—Te queda bien, muñequita —le dijo Félix con cariño, caminando hacia ella y levantándola en sus brazos —¿Sabes? Incluso podría parecer que usas un vestido de princesa —le murmuró suavemente, como si fuera una especie de secreto.

Pepa observó con deleite como los ojos de Mirabel se iluminaron, mirando a Félix con asombro.

—¡Quiero ser el caballero de la princesa Mira! —exclamó Camilo en voz baja, consciente de que su hermana podría salir lastimada si gritaba cerca de sus oídos.

—Wow, wow, alto ahí —avisó Félix cuando el niño se paró en la cama, dando saltos en el colchón mientras Dolores extendía sus brazos preparada para atraparlo por si caía. Félix rió con cariño, alcanzando con un brazo a su hijo Camilo, cargando a ambos niños —. No creo que Mirabel necesite un caballero, campeón, ya sabes, ella es una princesa guerrera.

—¿Princesa guerrera? —preguntó Mirabel con genuina curiosidad.

Félix asintió —. Exacto, porque eres una niña valiente y las niñas valientes no necesitan que alguien las salve, solo un compañero que este ahí para apoyarlas cuando lo necesiten.

Mirabel sonrió, claramente fascinada de lo que había dicho Félix.

Camilo balanceó sus pies, volviendo la mirada a Mirabel y sonriendo de oreja a oreja —¡Entonces soy tu compañero de brillante armadura! —exclamó con convicción.

—¿Qué no eres mi gemelo? —cuestionó Mirabel, inclinando su cabeza hacia un lado con confusión.

Pepa no pudo evitar sofocar una pequeña risita junto a Dolores, quien se cubrió los labios con una de sus manos mientras los observaba.

—Soy los dos —respondió Camilo con tono concluyente y mirada de suficiencia.

—Por supuesto que lo eres —Pepa no pudo evitar decir, rodando sus ojos afectuosamente mientras se acercaba a Félix y cargaba a Mirabel en sus brazos —. Nubarronita, hemos traído un cambio de ropa para ti —le dijo, señalándole con la mirada la pequeña cajonera al lado de la puerta que encima tenía la ropa doblada —¿Quieres vestirte y después buscamos algo para desayunar?

Mirabel se puso rígida repentinamente, sus ojos contenían emociones entretejidas unas con otras que podrían provocar que Pepa desatara una tormenta, porque esas emociones no deberían de estar nunca en los ojos de un niño de cinco años. 

Miedo, duda, tristeza, confusión... Dolor.

Pepa se tragó el nudo en su garganta, compartió una mirada de inmediato con Félix, quien ya la veía seriamente, asintiendo con firmeza mientras se acercaba a Dolores y le entregaba a su hermano al que sentó de nuevo en su regazo, ambos guardando en silencio al entender de inmediato el ambiente. La peliroja se dirigió a la cama, sentándose al lado de sus hijos y poniendo a Mirabel en su regazo, Félix sentándose justo al lado de ella.

—Mirabel —la llamó suavemente, maniobrando a la niña para que cruzara las piernas cuando la acomodó de tal forma que la viera de frente, sus brazos rodearon su cadera, manteniéndola sujetada —. Nubarronita, puedes decirnos lo que sea, ninguno de nosotros se enojara si dices lo que piensas o lo que sientes, ¿okey?

Mirabel muerde su labio que comienza a temblar, ella juega con las mangas demasiado largas para ella, sin querer hacer contacto visual con Pepa o cualquiera de ellos. 

—¿Puedo desayunar con ma... —el rostro de su sobrina se arrugó, como si hubiera mordido algo amargo. A Pepa le rompió el corazón cuando las lágrimas asomaron de nuevo en la mirada marrón de la niña —¿Con Julieta y los demás? —preguntó, su voz tembló.

Pepa sintió que se le atoraba el aire en los pulmones, Mirabel pedía permiso para sentarse en la misma mesa con la familia que no pudo pelear por ella, el miedo en sus ojos era seguro por su abuela, la duda era porque no creía que volvería a compartir una mesa con ellos, la confusión era por que no entendía la razón de que la invitaran a desayunar con el resto, como si fuera indigna... La tristeza en sus ojos se debía a todo lo que había sucedido, y el dolor en sus ojos era por el hecho de que ya no llamará a sus padres de la misma manera en que lo hacia.

La pelirroja miró con tristeza a su sobrina —. Mirabel Margarita Madrigal, jamás, escucha bien, jamás tendrás la culpa de lo que sucedió, jamás será tu culpa que no hayas recibido un don, jamás será tu culpa que Julieta y Agustín se hayan apartado de tu vida, jamás será tu culpa que la abuela no pueda ver lo especial que eres —le sonrió con lágrimas en los ojos, la pequeña nube gris se cernía sobre sus cabezas, pero no la dejaría llover, no de nuevo —. Ellos no pueden verte como yo te veo, no pueden verte como Félix, Camilo y Dolores te ven, y eso claramente es culpa de ellos —la pequeña niña sollozó, así que Pepa la levantó, abrazándola en la seguridad de sus brazos —. Si ellos intentan asfixiarte, grita, el dolor te dará alas nuevas y el vuelo retomarás. Arde, mi bella estrella, si ellos no son lo suficientemente fuertes y firmes para darte tu impulso, entonces nosotros te daremos ese empujón para que ardas más que cualquiera.

—Podrás volar más alto que cualquiera, Mirabel —Félix se inclina un poco, mirando hacia la niña que ha dejado de esconder su rostro en el cuello de Pepa, mirándolo con ojos rojos —. Nosotros estaremos aquí contigo, haremos lo que sea mejor para ti. Jamás guardes silencio, cariño, grita y di lo que piensas y sientes, nosotros valoraremos lo que digas, nosotros creeremos en ti si los demás no pueden o no quieren hacerlo —Pepa sonrió con cariño cuando la mirada de Félix ardía con determinación —. Nosotros estaremos aquí para ti, somos tu familia, Mirabel, te amamos y te veremos crecer, bella estrella —él acercó su mano, acariciando los rizos rebeldes de la niña que sollozó al contacto.

—Nosotros estamos aquí, Bel —dijo Dolores en su habitual tono bajo, Mirabel movió su cabeza para dirigirle la mirada, encontrándose con ojos amables de la niña mayor —. Somos un equipo, estarás bien —le sonríe y Camilo asiente con determinación, señalando que esta de acuerdo con lo que ha dicho su hermana mayor.

Pepa les sonríe a sus hijos con orgullo, solo para volver la mirada a Mirabel —. Puedes decirnos lo que quieras, mi nubarronita, te escucharemos siempre.

Mirabel sonrió, envolviendo sus brazos por detrás del cuello de la pelirroja y abrazándola con fuerza volviendo a sollozar, y Pepa le permitirá sentir, porque sus hijos jamás crecerán reprimiendo sus emociones como ella, sus hijos no se encogerán de miedo, tristeza e incomodidad como Bruno, definitivamente sus hijos no se doblegarán a peticiones frías como Julieta... Sus tres hijos no serán como ellos. Puede que Pepa aún no pueda dejar morir viejos hábitos, que no pueda decirle a su madre fácilmente "no" o aferrarse a que algún día entenderá sus acciones, pero no con sus hijos, nadie se puede meter con ninguno de sus hijos, nadie molestará a sus hijos. Ella enfrentará sus miedos, hará lo que necesite aún si todo el cuerpo le tiembla y sufre ataques de pánico, aún si se desploma en el suelo por el pánico, ella se levantará y luchará, ella no se doblegará como Julieta si su madre intenta meterse con sus hijos, esa será una línea que no se puede cruzar.

—Yo tampoco quiero hablar con ellos —murmura Mirabel contra su cuello, Pepa frota círculos reconfortantes en su espalda —. Ellos me dejaron, entonces también los dejaré a ellos —puede escuchar la frustración y el enojo en las palabras de su niña que ha llegado a una conclusión, su corazón se hace pequeño, porque de nuevo, esto no es algo que debería sentir un niño de cinco años —¿Seré una niña mala si pienso así?

—No, mi amor, no eres una niña mala, nunca podrías serlo —la arrulla Pepa con voz temblorosa, depositando un beso en la sien de la menor.

—Pero también... Es que yo no tengo don, así que esta bien, pueden dejarme sola por eso —susurró la menor entre hipos llorosos. Pepa volvió a besar su sien, lastimada por la lógica que su niña intentaba crear para minimizar el daño que le hacía que Julieta y Agustín dejaran de ser sus padres, que la abuela tomara decisiones frías sobre ella, que sus hermanas ni siquiera la miraran a los ojos... Todo para cubrir lo que sentía hacia ellos. De nuevo, Pepa estaba preocupada y asombrada del rápido procesamiento de su sobrina. 

—No es excusa, amor, así que esta bien que te enojes con ellos —le dice Félix, sonriendo tristemente a la niña —. Tienes un corazón de oro, Mirabel, sé que aprenderás a aceptar y quizás en algún momento llegar a un acuerdo, ¿pero perdonar? Esa será solo tu decisión, y cualquier cosa que decidas, nosotros estaremos aquí siempre —Mirabel se separó un poco de Pepa, volviendo la mirada a Félix —. Eres una sobreviviente, mija, volarás —le dice con cariño, su mano va hacia la cabeza de la niña, revolviendo sus rizos.

Los ojos de Mirabel se iluminaron, y Pepa logró sonreír aún mejor, peinando los rizos de su sobrina cuando liberó su mano del agarre en su cintura, haciendo eso con un solo brazo. Acarició el rostro de la niña, limpiando las lágrimas en unas de sus mejillas.

Pepa no podía dejar morir esa luz... Una que lograría arder con intensidad.

[...]

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