Melodías del corazón || PJM

Da CheilaAbreu_

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¡Sin editar! Mérida, una talentosa diseñadora, decidió viajar a Corea del Sur para encontrarse con su amiga... Altro

Prólogo
Cap. 0
Cap. 2
Cap. 3
Cap. 4
Cap. 5
Cap. 6
Cap. 7
Cap. 8
Cap. 9
Cap. 10
Cap. 11
Cap. 12
Cap. 13
Cap. 14
Cap. 15
Cap. 16
Cap. 17
Cap. 18
Cap. 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Epílogo
Extra
ANUNCIO

Cap. 1

266 27 4
Da CheilaAbreu_

— ¡Mérida!
Escuché a lo lejos a alguien mencionar mi nombre, busqué rápido con la vista a todos lados tratando de encontrar de donde me habían llamado hasta que la vi.

«¡Por Dios!, Qué alta y delgada es!»

Jisoo. La conocí por las redes sociales mientras buscaba a un tutor para aprender a hablar coreano. Al principio solo sabía escribirlo y estaba aprendiendo a leer, pero necesitaba a alguien que me ayudara a avanzar en la parte oral, alguien que me mostrara cómo pronunciar bien las palabras y la conocí a ella. Ella me escribió aceptando ser mi tutora, desde ese día nos empezamos a conocer a través de mensajes tanto de textos como de voz y videollamadas. Luego con el paso de los meses nos volvimos muy amigas y con el paso de un año mejores amigas.

Un día, por videollamada le expliqué porque quería aprender su idioma nativo. Le dije que me interesaba mucho el kpop, los Doramas y su cultura. También le dije que esperaba viajar a Seúl porque quería conocer muchos lugares que veía a través de las redes y porque quería ir al museo de big hit entertainment, ya que me gustaba mucho el grupo de BTS, así que me dijo que, si algún día iba a Corea del Sur, le avisará con tiempo para pasar por mí y así poder vernos en persona.

Me agradó la idea, así que empecé a ahorrar dinero del trabajo que tenía. Mi madre y mi mejor amigo me ayudaron también con lo que necesitara, pues era de una familia con bastante dinero y podía usar la cantidad que quisiera. Unos meses después de tener el dinero suficiente, hablé con Jisoo unos días antes de irme y planeamos todo lo que haríamos al llegar a Corea del Sur y así sucedió. Tres días después ya estaba de camino a Corea, jamás había viajado en avión así que estaba un poco nerviosa y asustada antes, durante y después del vuelo. En cuanto bajé del avión, le escribí a Jisoo y le dije la ropa que traía puesta para que me reconociera más rápido. Unos minutos bastaron para que me viera llegar, yo miraba a todos lados buscándola mientras miraba por segundos el celular con una foto de ella en la pantalla.

Ella estaba a una distancia no tan larga de mí, agitaba sus brazos en el aire sonriendo. Me acerqué corriendo con las maletas en mano hasta a ella.
Llevaba puesto una camiseta blanca lisa, unos jeans con pequeños rasgados en la parte de las rodillas y unos vans negros que combinaba a la perfección. Su cabello era castaño, sus ojos rasgados y brillosos se hacían cada vez más pequeños mientras sonreía.

— ¡Hola! — dije en cuanto la tenía lo suficientemente cerca para que me escuchara.

Teniéndola a una distancia favorable, podía decir que es más alta que yo, su sonrisa era muy linda como ella y su piel era más pálida que en las fotos.
Quería abrazarla cuando la tenía a un metro de distancia, pero recordé que los coreanos son muy tímidos, que no saludan de besos y abrazos, sino con una inclinación de cabeza hacia abajo para mostrar respeto. Y así hice, cuando la tenía cerca, incliné mi cabeza hacia abajo y la saludé. Ella sonrió al ver mi acción, no sé si fue por mi torpeza al decirle hola en coreano o por la inclinación de cabeza.

— ¡Hola! ¿Qué tal estás?

— Estoy bien, con un poco de sueño, pero bien.

— No te preocupes, eso es normal cuando alguien de otro país viene a Corea. — dijo entre risas. — Eso sucede por el cambio de horario.

— Si, ¿verdad? Debe ser eso.

Nos quedamos sin decir nada unos segundos hasta que me miró como si buscara algo.

— ¿Necesitas ayuda con eso? — preguntó señalando las maletas que traía en las manos y la mochila que tenía sobre los hombros.

Dudé un momento, pues soy un poco tímida con las ayudas, pero después de unos segundos asentí.

— Sí, gracias.
Le pasé una de las maletas que tenía agarradas.

— Dame la mochila también, seguro estás muy cansada.

— ¡No! No te preocupes, estoy bien.

— ¡No seas terca! Se te ve a leguas qué estás exhausta, deja ayudarte. — dijo en un intento por quitarme la mochila de los hombros.

— Está bien entonces. — dije después de ver su insistencia. — Toma.

Después de retirar la mochila de mis hombros sentí un peso menos. Literalmente.
En cuanto salimos del aeropuerto, nos subimos a un taxi con dirección a su casa. De camino empezamos a platicar.

— ¿Qué tal estuvo el viaje? — miraba al frente hasta que terminó de decir la pregunta y me miró sonriendo.

La verdad no sabía que responder a eso, el vuelo, el viaje fue de locos. Había un señor durmiendo a mi lado casi todo el viaje y roncaba fuerte, detrás de nosotros había una señora con un bebé que solo lloraba y delante había dos personas discutiendo, la cosa es que no sé lo que decían porque era en un idioma extraño. No era coreano ni tampoco inglés, más bien parecía ruso o algo parecido.
Literalmente de un viaje loco, quería que fuera diferente ya que era mi primera vez en los aires.

— Estuvo bien. — respondí mirando hacia delante. Miraba a todos lados a través de los cristales de las ventanas del auto.
Todo era muy lindo, muchos lugares lujosos y estéticos, muchas personas caminando con ropas elegantes y de buena marca, pero bueno, es la ciudad de Corea. Es Seúl es lo que mayormente se ve ahí.

— ¿Solo bien? — preguntó ceñuda. — ¿Solo eso?

— Sí, solo eso. — respondí seca.
Ella me miró confundida, se acomodó en su asiento para quedar frente a mí y me pegó suave.

— ¡Hey! — la miré sorprendida. — ¿Qué sucede?

— El que estés en Corea no significa que tengas que estar callada, así sin decir nada. No todos los coreanos son tímidos, ni reservados ni todo lo que piensas que somos.

— Lo siento, es que estaba un tanto perdida con lo que estoy viendo. — dije señalando la ventana.

— Te pareces a mi primo en esas cosas. — exclamó volviendo a mirar hacia delante. — Él es muy apasionado con las cosas exóticas y estéticas. Es muy lindo.

— Ah, ¿sí?

— Sí. — me miró de reojo. — Deberían de algún día salir a pasear los dos. Estoy segura de que tienen mucho en común y se llevarían bien.

— Eso suena bien. Tal vez lo haga, nadie sabe si después nos volvemos buenos amigos. — la miré y sonreí pícara.
Ella también lo hizo. Sentí que supo lo que quise decir en cuanto hablé.

— ¡Oh! Eres muy atrevida. Me gusta.
Después de unos minutos, los cuales parecían horas, llegamos a su casa. Las dos bajamos del auto amarillo, el señor que iba manejando nos ayudó con las maletas y las colocó frente a la puerta de la casa.

— Gracias. — dijo al conductor.
Le entregó el dinero y cerró la puerta del auto.

Cogí las maletas, ella sacó de su bolso negro las llaves de la casa y abrió la puerta. Entré con las maletas en mano y las coloqué cerca del mueble que quedaba a unos pasos de la entrada. Miré detenidamente cada espacio de la casa, era muy bonita y acogedora; estaba pintada de gris claro, sus muebles eran de color marrón y los cojines de gris oscuro. Combinaba muy bien con la pequeña alfombra marrón, al parecer le gustaba mucho lo estético y eso era algo que teníamos en común. El piso era de cerámica moderna contemporánea la cual hacía juego con la mesita que había en medio de los muebles. Al lado de ésta había una pequeña y coqueta silla de color gris oscuro y además tenía un banquillo para colocar los pies. Todo era tan delicado que me daba miedo estropearlo todo con mi torpeza.

— ¡Wow!, todo es tan... — solté aun mirando hacia todos lados con la boca entreabierta. — Hermoso. — terminé en un suspiro.

Tenía cuadros por toda la sala, pero tampoco exagerados, algunos eran pinturas y otros, solo fotos minimalistas. Tenía un televisor al fondo de la pared que quedaba frente a uno de los dos muebles. A la derecha tenía el pasillo que llevaba a las habitaciones y baño. Del lado izquierdo tenía la cocina, era muy bonita, tenía detalles en color negro y una pequeña isla en la que estaban sobre ésta las frutas.

— Muchas gracias. — agradeció tímida, sonriendo. — Sabía que te gustaría.
Giré para mirarla y la sostuve por los hombros.

— No solo eso, me encanta. — volví a exclamar.
Ella solo sonrió.

— Bien, ahora vayamos a tu habitación. — dijo algo emocionada. — la estuve preparando para ti después de que me dijiste que vendrías.

Quedé perpleja ante lo que dijo. Jamás pensé que alguien hiciera algo así por mí y mucho menos alguien que apenas me estaba conociendo y viendo en persona. Parpadeé un par de veces.

— ¿De verdad hiciste eso por mí? — pregunté conmovida. Mis ojos se cristalizaron de ternura.
Ella asintió con una sonrisa en su adorable rostro y terminé abrazándola.

— Gracias, muchas gracias. — dije en su cuello.
Su cabello olía tan bien, era un aroma a frutas tropicales y eso hacía que mi mente recordara las frutas que comí la noche anterior al viaje.
Me alejó despacio, haciendo que quede a una distancia favorable.

— Lo siento. — expresé tímida y avergonzada. Miré hacia otro lado mientras jugaba con mis dedos.

— No importa. — sonrió. — Ahora, vamos a la habitación.
Asentí nuevamente.

— Está bien.
Cogí nuevamente las maletas, ella volvió a ayudarme con una de ellas, coloqué la mochila nuevamente sobre mis hombros y ya dolían.
Cruzamos por el pasillo, yo iba detrás de ella. Había varias puertas que conducían a diferentes lugares y había una en el fondo.

Es curioso que las personas en sus casas tengan siempre una habitación al fondo del pasillo y la mayoría de esas habitaciones siempre tienen algo que los dueños aman o hacen, así que puede que tenga algún instrumento o una oficina de trabajo.

— Es aquí. — se detuvo y yo detrás de ella.
Nos detuvimos en la segunda puerta del lado derecho del pasillo. Estando frente a ésta, sacó una llave que tenía en su bolsillo trasero y me miró.

— Ésta es la llave de la habitación, — me aseguró. — Ésta es la habitación donde dormirás.

Asentí emocionada. Ella extendió su brazo e introdujo la llave en el cerrajero de la puerta haciéndola abrirse. La puerta se extendió frente a nosotras hacia atrás exhibiendo todo lo que había dentro.

Quedé sin palabras ante lo que estaban viendo mis ojos. Por un momento intenté moverme, pero mis pies no reaccionaban hasta que...

— ¿No vas a entrar? — Jisoo colocó una de sus manos en mi hombro.
La miré despertando de mis pensamientos mientras pestañaba.

— Ah, ¿Me decías? — pregunté.

— ¿Estás en otro planeta, sucede algo?

— No, solo estoy anonadada y cansada también. — acaricié mis ojos después de responder.

— Ah, comprendo. — asintió sonriendo con los labios cerrados. — Te decía que aquí dormirás, adelante, entra.

Extendió su brazo invitándome a pasar a la habitación todavía parada frente a la entrada y frente a mí.

— Está bien. Muchas gracias.

— No hay por qué.
Entré con las maletas y a pasos lentos admiré cada detalle de la habitación.

Era muy bonita y simple; la pintura era de un color crema claro, la cama estaba en la pared derecha del cuarto y estaba bien arreglada, con sábanas blancas y algunas almohadas del mismo color. Tenía un armario de color caoba con un espejo al lado izquierdo, de esos donde puedes mirar tu cuerpo completo frente a la cama. Del lado izquierdo, a unos centímetros, había una puerta.

— Ah, ese es el baño. — añadió Jisoo detrás de mí. Giré la cabeza unos segundos mirándola.

Sonreí y volví a mi observación. A un lado de la cama había una mesita de noche con dos gavetas y una lámpara, al fondo de la habitación, a través de unas altas puertas de vidrio, había un pequeño balcón que tenía una bonita vista al patio que pertenece a la casa.

— Es muy bonito y acogedor, no tenías que molestarte en hacer tanto por mí. — coloqué mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón girándome para quedar frente a ella.

Estaba lindo todo, demasiado para ser verdad, tanto que pensaba que quería algo a cambio y eso me inquietaba un poco. El que detrás de todo esto, hubiera algo malo. Ella se acercó y me sonrió.

— Es lo menos que puedo hacer por una amiga. Pues, no tengo muchas y menos de otros países, por eso me esmere en todo.

Asentí sin decir nada. El silencio se sintió incómodo, entonces añadió:

— Soy sé que tal vez, en este momento te sientes un tanto incómoda y extraña por todo esto, pero te aclaro que no hay ninguna mala intención ni tampoco hay algo malo detrás de todo esto.

Miré a otro lado. Es como si hubiera leído mi mente a través de mis ojos y para que viera mi vergüenza e inseguridad agaché un poco la cabeza mirando a otro lado.

— No voy a negar que me siento un tanto extraña, — hablé. — pero es porque es algo nuevo para mí. Todo esto, el viaje, la casa...

— Yo. — añadió a mi oración.
La miré sorprendida, así que actué rápido.

— No, no, ¿Cómo crees? — dije moviendo las manos de un lado a otro. — Tú no, bueno no tanto, pero esto y Corea es algo nuevo para mí.

Ella no dijo nada ante mi comentario, solo escuchó así que seguí.

— Igual no te preocupes, solo es la emoción por conocer cosas nuevas y diferentes y a personas como tú de increíbles. — le sonreí y sostuve sus manos. — Sé que eres una muy bonita persona y me encantaría conocer a muchas más como tú.
Ella se sonrojó o así lo vi yo.

— Y... ¿Así es como ustedes los latinos conquistan corazones? — la miré con los ojos abiertos como platos y la boca entreabierta.
Ella soltó una carcajada, soltó mis manos, se giró y camino hacia la puerta.

— No lo veas a mal, — volvió a girar sobre sus pies para mirarme. — Solo lo digo porque dices cosas muy románticas y lindas, ¿Todos son así?

Mi expresión cambió de confusión a asombro y alegría. Reí ante su comentario relajando el cuerpo.

— Bueno, no todos. Hay muchos que son muy serios y antisociales, que con solo mirarlos te dicen: no me mires o morirás, pero sí, habemos muchos que somos unos coquetos y románticos por naturaleza y otros pues cuando quieren solo acostarse contigo y nada más.

Ella me miró sin decir nada, con la boca abierta, asombrada por lo que estaba escuchando y dijo:

— ¡Wow! Sí que son especiales los latinoamericanos. — miró a otro lado aún anonadada por mis palabras.

— Pero no son todos los "rompe corazones", hay más gente buena y de buen corazón como tú que también son muy románticos, pero a veces son temerosos.

— Y ¿por qué? — preguntó confundida.

— Porque tienen miedo a ser engañados o utilizados por eso prefieren no arriesgarse, pero bueno, también hay otros que, aunque le rompan el corazón setecientas veces, se atreven y lo entregan todo sin importar cuanto sufrirán. Eso también nos vuelve muy especiales.

— ¡Wow, ¡Qué lindo! — miré a otro lado tímida. — Por eso me agradan mucho los latinoamericanos, porque son muy buenas personas, amables y educadas por naturaleza. Como tú.

La volví a mirar después de escuchar lo último. Ella sonreía.

— Bueno, ya. — exclamó aplaudiendo, haciendo que cambiemos de tema. — Tú estás cansada, ¿Verdad?

Asentí.

— Bien, entonces toma un baño y descansa. Más tarde cuando despiertes y te levantes si quieres puedes hacerte algo, hay de todo en la nevera y la estufa es fácil de usar. Cualquier cosa que necesites me escribes, ahora tengo que ir a trabajar, le pedí unos minutos a mi jefe para ir a recogerte así que tengo que volver.

— Está bien.

— Ah, y otra cosa. — añadió — Llego en la noche como a las nueve o diez de la noche así que, si vuelves a dormir, no te preocupes en esperarme despierta, tengo llave y por acá no suceden cosas malas. — me sonrió. Yo asentí.

— Descansa. — dijo para terminar, de pies sosteniendo la puerta.

— Está bien. — me acerqué para cerrar la puerta. — Y Jisoo, muchas gracias por todo esto que estás haciendo. De verdad.
Ella solo sonrió, sus ojos se cerraron por unos segundos y luego cerró la puerta, después de que la cerró, me recosté sobre ésta y suspiré.

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