La lista || Terminada

By MsMistery19

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Nuestra historia empezó con un trato entre ambas. Un beneficio para las dos, un sentimiento disfrazado hacién... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Final
Epílogo
Epílogo extra

Capítulo 31

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By MsMistery19

Porque no importa cuánto intenté olvidarte, tus labios siempre van a salvarme.

Pov Poché.

Solté una corta carcajada con la chica que me acompañaba, ella también rió sosteniendo su estómago. Elizabeth o Lizzie, cómo me pidió que le llamara me ofreció un café, no tenía mucho que hacer en un país extranjero así que terminé aceptando la propuesta.

Así que ahora estábamos en un restaurante, ambas tomando café mientras Lizzie me contaba anécdotas suyas, era muy divertido cómo narraba todo con caras cómicas y el movimiento de sus manos apresurados, me causaba mucha diversión.

— Fue una mala experiencia, lo juro.— Terminó su relato, reí negando con mi cabeza.

—¿Desde hace cuánto vives en París?— Inquirí a la francesa frente a mi, bebiendo un sorbo de café.

— Nací aquí, en realidad.— Comenzó a exolicar.— Pero estuve una temporada fuera de aquí y estuve en Colombia, luego regresé.— Dió un sorbo a su café, dejándome asombrada.— Creo que ya van, ¿6 años? Creo que sí.— Concluyó soltando una risita.

—¿En Colombia? Yo soy de allá.— Repliqué con emoción, Lizzie ladeó el rostro.

— Se nota por tu acento.— Arrojó, alcé una ceja.— No es uno marcado pero lo tienes.— Añadió, curve mis labios en una sonrisa.

—¿Y por qué decidiste volver?— Pregunté dando un mordisco a una deliciosa galleta.

— Uhmm.— Dudó poniéndose tensa.— Por motivos personales.— Concluyó.

— No quise entrometerme.— Me disculpé sintiendo vergüenza.

— No, no, descuida.— Me calmó la pelinegra riendo.— Es algo pasado, sin embargo son cicatrices a medio sanar.— Añadió encogiéndose de hombros.

—¿Puedo saber qué pasó?— Indagué con cautela, tomando de mi café.

— Me enamoré, eso pasó.— Arrojó viendo hacia el ventanal de la cafetería, asentí lentamente.

— Vaya, creo que estamos en la misma situación.— Bromeé riendo, subiendo las mangas de mi camiseta.

—¿Por qué?— Replicó Elizabeth.—¿Por eso viniste hasta acá?— Indagó con el ceño fruncido, suspiré.

— Vine a buscar a la chica de la que me enamoré hace tres años.— Confesé viendo el pico café que me quedaba.— Pero ella está con otra persona.— Finalicé con tristeza.

— Auch.— Soltó Lizzie, alcé mi vista y sonreí.—¿Y ella supo que estabas aquí?— Inquirió recargando sus codos en la mesa, negué con mi cabeza.

— Decidí huir.— Contesté encogiendome de hombros.

— Très mal fait, Mlle María José.«Muy mal hecho, señorita María José»— Enchiné mis ojos sin entender ni un carajo su francés.

—¿Eso fue un regaño?— Pregunté alzando mis cejas, Lizzie rió.

— Si.— Contestó, rodé los ojos.— Debiste hablar con la chica.— Sugirió, bufé y tiré mi espalda en la silla.

—¿Y luego qué? ¿Sufrir un adiós?— Repliqué cruzandome de brazos.

— Al menos tienes la certeza de que cerraste ese ciclo.— Aconsejó la ojiverde, pasé una mano por mi frente.

— Aún así, creo que ya es tarde para eso.— Murmuré viendo hacia el ventanal del café.

No sabía si era tarde, pero al menos yo lo sentía de esa forma. Había viajado hasta acá y, solo para ver qué Daniela logró ser feliz sin mi.

No quería tener una triste despedida, no quería verla y tener la típica frase cliché de: “no eres tú, soy yo” marcando mi triste vida.

— Vamos a hacer algo divertido para que quites esa cara larga.— Salí de mis pensamientos al escuchar a mi acompañante.

—¿El qué?— Inquirí alzando una ceja, Elizabeth sonrió.

—¿Haz hecho cosas malas?— Indagó alzando sus cejas pícaramente, fruncí el ceño.

— Depende de cuáles, Lizzie.— Titubeé con duda.

—¿Del tipo policiaco?— Abrí y cerré mi boca ladeando mi cabeza, la chica esperaba una respuesta.

— Si voy a ir presa por ti te advierto que te dejare sola en prisión.— Advertí apuntandola con mi dedo índice, Lizzie rió.

—¿Me acompañas o no?— Inquirió, enchiné mis ojos y dudé.

—¿Tengo opción?— Cuestioné alzando mis cejas.

— De todas formas te llevaré.— Soltó sin más, abrí mi boca ofendida.

— Eso es secuestro.— Mencioné tamborileando la mesa con mis dedos.

— No cuando la otra parte quiere ir.— Contestó tenaz, asentí con mi cabeza.

— Touché.— Murmuré, ella sonrió triunfante.

—Garçon, une bouteille de gin!«¡Mesero, una botella de ginebra!»— Gritó de pronto en francés al mesero.

— Siento que te gustan los problemas.— Comenté entrelazando mis manos y dejarlas en la mesa.

— Espero no convertirme en un problema y ser una buena amiga.— Respondió Elizabeth, poniéndose de pie.

— Ten por seguro que lo estás cumpliendo.— Aseguré con una sonrisa, Elizabeth sonrió.

El mesero nos trajo la botella de ginebra, Elizabeth pagó y salimos de aquél lugar con la botella. En mi cuello colgaba mi cámara, a lo que Lizzie me dijo que no podía llevarla, a lo que me dijo que la dejara en la cafetería, que conocía al dueño.

Después de tantas súplicas, la dejamos en el restaurante bajo llave, ella prometió que me la haría llegar cómo sea, después de quejarme por no ir a mi hotel y ser llevada por una extraña no sé dónde, me rendí y dejé que me guiará dónde quisiera.

Sentía que Elizabeth me tenía una gran sorpresa.

(...)

Enganché mi brazo al de Lizzie mientras bailabamos, dando saltos y dando vueltas con nuestros brazos enganchados, en mi mano libre tenía un trago y Lizzie tenía una botella en la otra, ella estaba descalza y gritaba con emoción.

No sé cómo habíamos terminado en un club clandestino bailando polka, pero me sentía tan efervescente y divertida que lo agradecía infinitamente. Mi acompañante soltaba carcajadas tomando de la botella y yo intentaba no tirar mi trago.

En la esquina había un grupo de hombres mayores tocando todo tipo de instrumentos raros, me parecía tan loco todo porque me sentía cómo Rose en la fiesta de clase baja en el Titanic.

—¡Fondo, fondo, fondo!— Gritó mi acompañante, abrí mi boca y ella dejó caer el licor en mi boca.

La gente bailaba, se reía a carcajadas, habían mesas en dónde hombres jugaban cartas, el bar no era el mejor de todos, pero era increíble el ambiente tan magnético y divertido que tenía.

—¿Quieres bailar?— Un chico se acercaba a mi con una sonrisa, mi acompañante me guiñó un ojo y se fue con otro chico a bailar.

—¡Vamos, guapo!— Exclamé tomando su mano y ir a la pista.

—¡Suelta la cadera!— Me gritó Lizzie riendo, bailando con el chico, solté una carcajada.

Calmé mi risa y el chico de ojos verdes que me veía tomó mi cintura, me pegó a su cuerpo y tomó mi mano para empezar a bailar. Él rió ligeramente al ver que no seguía su ritmo, pero a los minutos pude coordinarme con él y bailar al ritmo de la música tan eufórica.

El alcohol ya estaba haciendo efecto en mi sangre, por lo cuál todo me empezaba a dar vueltas, y supongo que era normal, ya que tenía años sin una gota de alcohol.

Había bebido una botella completa, era lógico que quisiera vomitar ante tantas vueltas. Me detuve y miré mi mundo dar vueltas, reí.

—¿Te encuentras bien?— Me preguntó el chico de barba preocupado.

—¿Y el baño?— Pregunté sintiendo mi estómago revuelto.

— Al fondo, pero creo que puede estar lleno.— Respondió sentandome en una silla libre.

Llené de aire mis pulmones intentando no vomitar, alcé mi cabeza y busqué a Elizabeth, la ví bailando sensualmente con aquel chico.

—¡Lizzie!— Grité deteniendo su baile, ella me observó y se acercó rápidamente a mi preocupada.

—¿Qué ocurre?— Cuestionó tocando mi frente, estaba sudando frío y muy probablemente no tenía buena cara.

— Mareo, vómito, sos.— Murmuré sosteniendo mi estómago.

— Oh merde, attends!«¡Oh mierda, espera!»— Al parecer maldijo algo en francés, mientras se alejaba de mí.

El chico que bailaba conmigo me hacía compañía, pendiente de lo que me pudiera pasar,intento darme aire para que me calmara y al parecer funcionó un poco.

— Excusez-moi, excusez-moi, c'est urgent, les amis!«¡Permiso, permiso, es urgente, amigos!»— Elizabeth se abría paso entre la multitud eufórica con una cubeta en mano.

Se acercó a mi y me puso la cubeta en frente, negué con mi cabeza rápidamente sintiéndome más mejor del mareo.

— Creo que solo fue el baile.— Informé tranquilizandola, ella dudó.

—¿Segur-

Lizzie no terminó la pregunta, ya que tenía la cabeza dentro de la cubeta al sentir la arcada de vomito raspar mi garganta, todo el contenido de mi estómago fue expulsado en la cubeta de metal que me había dado.

— El ginebra no es lo tuyo, eh.— Bromeó tomando mi cabello, limpié mi boca con el dorso de mi mano.

— Creo que el baile no lo es.— Mencioné sintiéndome mejor del estómago, la ojiverde soltó mi cabello y rió.

—¿Te sientes mejor?— El chico con el que bailaba me pasaba una botella de agua con una sonrisa.

— Al menos ya no me siento tan ebria.— Le respondí con una pequeña sonrisa, tomando la botella, abrirla y beber de ella.

— Creo que-

—Cours Cours! La police vient par ici!«¡Corran, corran! ¡La policía viene hacia acá!»— Fruncí mi ceño sin entender el alboroto del chico.

—¿Qué dijo?— Cuestioné viendo a Elizabeth, ella abrió los ojos grandes.

—¡Corre, Poché!— Gritó tomando mi mano y pararme de la silla de golpe.

Todo mundo en el bar clandestino empezó a correr ante el aviso del chico, Elizabeth sin soltar mi mano me dirigió a un pasillo que estaba al fondo del lugar. Al parecer eran los baños.

Se escuchaban gritos, vidrios rotos y personas correteando y cayéndose de un lado a otro, mientras fuertes e imponentes voces se escuchaban afuera.

— Hay que salir por la ventana.— Informó la pelinegra cerrando el baño.

— Te voy a matar.— Repliqué pasando una mano por mi cabello totalmente nerviosa.

Elizabeth dió una rápida disculpa, me tomó de los hombros y me llevo al final del baño, en dónde había una pequeña ventana.

—¡Sal rápido!— Exclamó viendo hacia atrás, escuchando el alboroto afuera.

—¡Carajo!— Respondí, sintiendo la adrenalina y ansiedad apoderándose de mi cuerpo.

Me pare en una caja de unas cervezas vacías para alcanzar la ventana, agradecí ser delgada y caber en la ventana estúpidamente pequeña, pero cuando mi trasero se quedó atorado sentí el pánico.

—¡Se me atoró el trasero!— Grité pataleando con mis pies en el aire.

—¡¿Qué?!— Respondió, pataleé para darle la prueba.—¡Pues mete el ano! ¡Apúrate, Poché!— Me apresuró.

—¡Pues ayúdame!— Dije con obviedad.

— Dios mío, mete el culo grande de esta por mujer por la ventana.— Murmuró empujando mi trasero.

Con Lizzie batallamos con la ventana, pero cuándo vimos cómo la puerta era abierta de golpe con grandes hombres entrando y apuntando con linternas y armas eléctricas, supimos que fue nuestro fin.

Miré a Elizabeth a través de cristal, quién tenía sus manos en mi trasero intentando que pasará por la ventana, yo estaba con mi cuerpo fuera del bar y la otra dentro, miré a través del vidrio y Lizzie me dió una mirada de terror viendo a los policías.

— Levez la main, mesdames!«¡Manos arriba, señoritas!»

Mi acompañante y yo alzamos las manos, entonces se escuchó un sonido de un gas lentamente en el lugar.

—¿Te echaste uno?— Susurró abanicandose con una mano, tapándose la nariz con la otra.

— Juro que estoy con el culo atorado, pero de mi no salió ese aire.— Mencioné sosteniendome de la pared.

—¿Entoce-

Ambos policías callaron a Elizabeth, abrieron los cubículos de los baños uno a uno por lo que pude ver. En uno de los cubículos un chico estaba ahí dentro.

El chico lloraba sollozaba temblando cómo una pluma, me dió risa y a la vez pena al verlo con los pantalones abajo, el oficial hizo una mueca de asco al sentir un hedor horrible salir de baño, tomó al chico y lo sacó del baño.

— El aire no vino de tus posaderas, amén.— Celebró Elizabeth, haciéndome rodar los ojos.

Delegación.

Mordí mi uña nerviosa moviendo mi pie contra el suelo nerviosa, miré a mi acompañante que tecleaba números en el teléfono de la delegación.

Si, habíamos parado en la delegación parisina por estar en un bar clandestino e intentar huir.

Después de que los oficiales me sacarán de aquella ventana, Lizzie y yo fuimos subidas a una patrulla, en dónde habían muchas personas más de aquél bar también arrestadas.

— Tranquila, vamos a salir de aquí.— Me consoló la pelinegra, tecleando en el teléfono.

—¿Estás segura? ¿O solo me estás consolando de tener antecedentes?— Alcé una ceja, ella se quedó en silencio y bufó.

— Las dos.— Confesó con una sonrisa avergonzada.— Además no creo que tengas antecedentes.— Añadió poniendo el teléfono en su oreja.

— Eso espero.— Murmuré.—¿A quién llamarás?— Cuestioné frunciendo el entrecejo.

— A mi compañera de piso, ella podrá sacarnos de aquí.— Explicó con media sonrisa, suspiré.

Nos quedamos en silencio esperando, Elizabeth se pasó una mano por el pelo y bufó, hice una mueca de llanto al ver que su amiga no había contestado.

— Intentaré otra vez.— Mencionó tomando el teléfono otra vez.

—C'est juste un appel, mademoiselle.«Es solo una llamada, señorita»— Un policía a nuestras espaldas le quitó el teléfono.

— Mais ils n'ont pas répondu, laissez-moi rappeler.«Pero no han contestado, deje vuelvo a llamar»— Elizabeth intentó de nuevo tomar el teléfono.

— Vous avez déjà passé votre appel. Donnez le téléphone à l'autre dame.«Ya hizo su llamada. Dele el teléfono a la otra señorita»— Yo no entendía ni un carajo pero el policía se fue.

— Francés tenía que ser.— Habló entredientes, la ví rarl.

— Tú también lo eres.— Recordé con obviedad.

— Ah, es cierto.— Soltó rascando su cabeza.

—¿Qué te dijo? No entendí ni mergas.— Confesé viendo su rostro, ella rodó los ojos.

— Que ya hice mi llamada y no puedo llamar a nadie más.— Explicó, hice un mohín.

—¿Y qué demonios haremos?— Cuestioné moviendo mis manos con impaciencia.

—¿Tienes a alguien que pueda sacarnos de aquí?— Preguntó Lizzie viéndome con una mueca tímida.

Los únicos que sabían que estaba aquí era Irina, Dallas, mis mejores amigas, Germán y Mafe, pero esos últimos estaban en Colombia. Y no tenía idea de cuáles eran los números de Dallas e Irina.

¿Cómo mierda iba a salir de aquí si no...

— Mierda...— Murmuré viendo a Lizzie, maldiciendo por lo bajo y tomar el teléfono.

Pov Calle.

Se supone que debía estar concentrada viendo la película que había escogido mis mejores amigos en el cine, pero mi mente hace horas no estaba muy enfocado a las personas que tenía a lado.

«¿Será que si era ella?» Pensé tamborileando los dedos en mi asiento.

—¿Estás bien?— Susurraron a mi lado, giré mi vista y vi a Rebeca, asentí con mi cabeza.

— Si, todo bien.— Me limité a responder.

— Luego tenemos que hablar.— Mencionó con lentitud, suspiré porque sabía que se trataba del beso de hoy.

— Claro.— Acepté, ella asintió lentamente y miró al frente otra vez.

A decir verdad entre Rebeca y yo se había creado una atmósfera extraña, algo espesa, no era cómo ajá, la parte donde besas a una persona y se sienten con más confianza en ese ámbito si ambos se gustaban.

Rebeca y yo éramos todo lo contrario, ella me evitaba a mi y la verdad no me quejo, yo también lo estaba haciendo, a mi forma pero lo estaba haciendo. Después de nuestro beso salimos del restaurante a caminar, pero cuando iba por la acera algo llamó mi atención.

La persona de gorra, lo peor de todo es que pude jurar ver el reflejo de un cabello peliazul girar en una esquina, tal vez estaba alucinando y creí a ver visto a la chica que rompió mi corazón hace años atrás.

Salí de mis pensamientos al escuchar un grito de terror en la sala del cine, resoplé y dejé el tarro de palomitas en mi asiento, me puse de pie y caminé hasta la salida, en el transcurso dejé golpes en la pierna de Dallas e Irina para que me acompañaran.

Los tres salimos de la sala de cine, pasé una mano por mi rostro y vi a mis mejores amigos, que estaban un poco raros y un poco pegados al celular.

—¿Me dirán que está pasando?— Repliqué cruzandome de brazos, Irina y Dallas se vieron entre si.

—¿De qué hablas?— Contestó Irina arreglando sus lentes.

— Es lo que me preguntó yo, desde la comida están raros... Más raros de lo normal.— Repliqué con semblante serio.

— Estás alucinando, Cal.— Contestó Dallas viendo sus uñas.

— Puede que si, pero están raros.— Afirmé.— Están muy pegados al celular y hoy en la tarde puedo jurar que ví a una chiquitina peliazul.— Dallas e Irina se vieron entre si.—¿Estoy alucinando entonces?— Inquirí alzando una ceja.

— Si, estás loca.— Concluyó Irina, Dallas se quedó en silencio.

— Dallas...— Murmuré seria alzando mis cejas.

— No me veas así, me das miedo.— Replicó mi mejor amigo, escondiéndose detrás de Irina.

— Uno...— Empecé a contar, Dallas miró a Irina.

— Ay por favor, deja tus numeritos amenazantes para otras épocas.— Mencionó mi mejor amiga rodando los ojos.

— Dos...— Conté alzando dos de mis dedos.

— Eso ya no nos da miedo, Cal.— Dallas salía de su escondite, sacando el pecho.

— Tres...— Mencioné alzando una ceja.

— Deja la mamada castaña, soy coreano y te puedo putear.— Mi mejor amiga hacía una pose rara, mientras tragaba grueso.

— Yo soy colombiana y te puedo dar tiro y pal río.— Soltó Irina valiente, suspiré apretando la mandíbula.

— Cuatro...— Empecé a golpear mi pie contra el suelo.

Los chicos se vieron entre si, Dallas miró mi zapato y tragó grueso, alzó su vista y miró mi cara. Irina estaba inmutable y yo solo esperaba, más de alguno de los dos iba a caer.

—¡Ella me dijo que no te dijera nada lo juro!— Gritó Dallas acercándose a mi rápidamente.

—¡Dallas!— Reprochó Irina.

—¿Ella? ¿Quién es ella?— Presioné viendo a mi mejor amigo.

— Emmm-

— Cállate, animal.— Interrumpió Irina, la ví mal.

— Pregunté una cosa.— Dije, ellos se quedaron en silencio.— ¿No me van a decir? Bien. Un-

—¡Poché!— Me interrumpió mi mejor amigo, sentí mi corazón acelerarse y el aire abandonar mis pulmones.

—¿Qué?— Solté en un hilo de voz.

—¡Poché vino a buscarte!— Gritó Dallas lloriqueando, tomando mis piernas y abrazarlas.

—¡Chino baboso, te voy a castrar po-

—¡¿Por qué mierda no me dijeron que Poché está aquí?!— Interrumpí la pelea de los otros dos, saliendo de mi estupor.

— Se supone que era sorpresa.— Arrojó Irina, fruncí mi ceño.

—¿Cómo qué era?— Repliqué.

— Pues le metiste la lengua en la garganta a Rebeca y ella lo vió.— Jalé mis cabellos maldiciendo.—¿Qué esperabas? ¿Qué te aventara flores?— Ironizó mi mejor amiga alzando sus cejas, resoplé.

— Puta mierda. ¡Debieron decirme!— Exclamé apuntandolos con mi dedo índice.

— Ella no quiso que te dijeramos nada.— Respondió.— Y seguiría así, si este baboso no fuera un gallina.— Añadió Irina señalando a Dallas que se levantaba del suelo.

— Me dió la mirada asesina, Iri.— Negó con su cabeza y yo rodé los ojos.—No puedo con ella.— Finalizó.

— Son unos-

Dejé de maldecir a mis mejores amigos por guardarme tremendo secreto, saqué mi teléfono de mi bolsillo ya que estaba vibrando, sin ver la pantalla contesté.

—¿Bueno?— Contesté de mala gana viendo a mis mejores amigos.

Emmm.— Dudaron.— Hola, Daniela, soy Poché.— Sentí que se me bajó la presión, traigan una coca.

—¿P-poché?— Tartamudeé sorprendida.

Ammm si, soy yo. Estoy en la delegación y-

—¿En la delegación?— La interrumpí, mis amigos me vieron raro.—¿Qué pasó?— Inquirí sintiendo preocupación.

Larga historia.— Soltó.—¿Podrías decirle a los chicos qué me saquen de aquí?— Musitó con timidez.

— Voy para allá.— Avisé y colgué la llamada.

Dios santo, todo estaba pasando demasiado rápido, resulta que hoy no había alucinado y Poché estaba aquí, en Francia y casi no me doy cuenta de que estuvo aquí. ¿Ahora cómo mierda iba a verla después de tanto tiempo?

— Agradezcan que están de visita, si no los mato.— Hablé a mis mejores amigos.

— Agradece que trajimos al amor de tu vida.— Respondió Dallas sacándome la lengua, le saqué el dedo medio.

— Me voy a sacar a Poché de la delegación.— Avisé.— Más vale que no asomen la nariz si no quieren que los golpee con jabón de baño en el estómago.— Finalicé dando media vuelta.

— Si, si, si. Ahora ve por tu chica.— Escuché a Irina a mis espaldas, rodé los ojos.

2 horas después.

Miré hacia afuera y escuché la tempestad de agua con rayos que casi partían el cielo, había llegado a la delegación y después de un largo procedimiento por fin pude pagar la fianza de Poché.

Ahora estaba esperando a que la sacarán de los barrotes, no lo niego estaba más que nerviosa, pasaba mis manos por mis jeans a cada instante porque sudaban frío, pasé una mano por mi frente y entonces escuché un oficial venir con alguien.

Me puse de pie cómo resorte y sentí un nudo de nervios en mi estómago al ver a nada más y nada menos que a María José Garzón frente a mi. El oficial le dijo algo y ella solo asintió, enfocó su vista al frente y al verme paró en seco y su cara fue un poema.

— Hola.— Mencioné guardando las manos en mis bolsillos.

—¿Tú me sacaste?— Respondió viéndome intrigada.

—¿Emm si?— Dudé frunciendo los labios.

— Bueno, gracias.— Agradeció, fruncí el ceño.— Me voy. Soltó yendo a la puerta de la delegación.

—¿Adónde crees que vas?— La detuve impidiendo su paso, Poché se alejó.

—¿A mí hotel?— Replicó con obviedad.

—¿En burro o qué? Está lloviendo.— Puntualicé señalando afuera.

— Me iré con una amiga.— Arrojó cómo si su idea fuera maravillosa.

—¿Qué amiga? ¿La que también saqué?— Inquirí con voz seria.

— Ajá.— Respondió con simpleza.

—¿Y dónde está?— Pregunté satírica.— No la veo por ningún lado.— Añadí con voz irónica.

Poché se quedó en silencio, miró a sus costados en la delegación, enchinó sus ojos y luego me vió.

— Al diablo, me voy caminando.— Soltó decidida caminando hasta la puerta y salir.

— María José... ¡María José!— Grité viendo cómo caminaba bajo la lluvia.—¡Dios que insoportable!— Espeté tomando mi gabardina y seguirla.

Odié mojar toda mi ropa por la insoportable peliazul que caminaba bajo el agua a toda velocidad, los rayos no habían cesado y la lluvia menos.

—¡María José, espérate!— Grité, porque la tormenta no daba a otro volumen de voz.

—¡No!— Gritó Poché necia, bufé frustrada.

—¡¿Puedes dejar de ser tan insoportable y subir al maldito coche?!— Espeté molesta intentando alcanzar sus pasos.

—¡No!— Gritó la peliazul totalmente mojada. Apresuré el paso y la tomé del brazo.

—¡¿Qué mierda te pasa?!— Escupí furiosa viendo su rostro serio.

—¡Me pasa que quiero alejarme de ti, de tu presencia!— Respondió golpeando mi pecho con su dedo índice.

—¡¿Por qué?!— Repliqué escuchando un rayo.

—¡Porque vine hasta acá para decirte que nunca te he olvidado en todos estos malditos años!— Declaró con la mandíbula apretada, di un paso atrás.

—¿Qué?— Murmuré.—¡Tú me mandaste al diablo!— Recordé apuntandola con mi dedo índice.

—¡Porque me obligaron a hacerlo, Daniela!— Espetó dando media vuelta y empezar a caminar otra vez.

—¡¿De qué demonios estás hablando?!— Arrojé con el ceño fruncido, un rayo cayó cerca de nosotras, pero no importaba.

—¡De que mi madre me dijo una puta mentira que nos perjudicaba a ambas en aquel entonces!— Declaró deteniendo sus pasos y verme.

¿Una mentira? ¿Qué clase de mentira era para que me tratara de la mierda? Era algo ridículo y confuso lo que me decía.

—¡¿Y por eso me hiciste sentir cómo mierda y te besabas con Lucas?!— Escupí con enojo, María José rodó los ojos.

—¡Y tú te cogiste a otra y estás con otra!— Puntualizó con voz severa.

Me quedé en silencio al recordar las acciones de ambas, tanto en el pasado cómo en la actualidad. ¿Por qué siempre era complicado?

—¿Sabes que? Olvídalo.— Dijo dando media vuelta y alejarse.

—¡No!— Espeté tomando su brazo.— Ahora me explicas.— Exigí.

—¡¿Puedes dejarme en paz?!— Replicó soltándose de mi agarre.—¡He pasado tres putos años de mi vida sin poder superarte! ¡Tres putos años en dónde deseaba con todas mis fuerzas regresar el tiempo y solo estar contigo!— Confesó a gritos con voz temblorosa.

La ví y tragué grueso al escuchar sus palabras, sentía que mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier momento o me desmayaría.

—¡Tres putos años en dónde solo quería estar contigo y decir lo jodida que me sentía sin ti!— Dió un paso al frente y gruñó frustrada.—¡Pensé que podía que al venir aquí podíamos recuperar eso, pero lo único que ví es que-

No la dejé terminar, solo sé que di dos grandes zancadas, tomé su rostro entre mis manos electrificando cada vello de mi piel, uniendo su cuerpo al mío y sentir que flotaba lentamente al sentirla otra vez.

Después de tres largos años volví a sentir los labios correctos y mi corazón acelerarse cómo nunca antes.

Ahí bajo la lluvia, besaba a la mujer que he amado desde hace tres años.


























































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AAAAAAH KE EMOCIÓN NO MAMEN.

Me emociono, me emociono disculpen * arregla su ropa y se pone seria*

¿Por qué desapareció Lizzie? ¿Les cayó bien?

¿Caché real? ¿Cogidota real? Ok no JAJSJAJA

*Se va escuchando Stitches sintiendo el capítulo en la discusión caché*

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