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INTRO (LEER)
PRIMERA PARTE - APOLO & DAFNE
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SEGUNDA PARTE - ORFEO & EURIDICE
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TERCERA PARTE - EROS & PSIQUE
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EXTRA #1
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Camila

Termino de ponerme máscara de pestañas y luego me pongo de pie para darme la vuelta y comprobar por enésima vez que me veo bien en estos pantalones ajustados. Mi primera opción era ponerme un vestido pero ¿quién se coloca un vestido antes de las diez de la mañana un domingo? Nadie. Y no quiero ser demasiado obvia.

Es increíble cómo el pensar en verlo mejora considerablemente mi humor, y entonces recuerdo que por esa misma razón es que Nicholas es la primera persona en la que pienso en ver cuando tengo problemas en mi casa. A pesar de a veces ser demasiado seco y cruel con sus formas de hacerme entender que no le gustan ciertas cosas de mi personalidad, sigue siendo casi lo único que tengo. Casi la única persona que me quiso por cómo soy y no intentó cambiarme... hasta hace poco. Pero ignoremos ese detalle.

Me coloco un poco más de perfume y mirándome en el espejo, escucho la inconfundible bocina del automóvil de Nicholas. Pero no me desespero por bajar, claro que no, porque podré estar desesperada por verlo y aún así, no dejárselo tan fácil. Tengo que hacerme de rogar aunque sea un poco antes de celebrar por esta pequeña batalla ganada.

Me ato el pelo en una coleta alta y me siento en el tocador para colocarme un collar de plata que justamente me regaló él en mi cumpleaños el año pasado. Finjo estar maquillándome las mejillas otra vez cuando Julia abre la puerta de mi habitación sin tocar. La miro con los ojos entrecerrados cuando me volteo para lanzarle una almohada justo a la cara.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —Le pregunto como si no lo supiera—. Te he dicho mil veces que no entres sin tocar. No me digas que seguirás buscando tus pruebas de embarazo porque ya te dije que no las tengo.

—Si te estás arreglando tanto es porque sabes quién está esperándote en la entrada.

Alzo la vista hacia el techo y me cruzo de piernas.

—Mmmm... —Me encojo de hombros—. No, no tengo idea. ¿Quién es?

— ¿Vas a aceptar verlo después de que te rechazara en una fiesta? —No lo dice con preocupación como lo diría Kat, sino con sarcasmo para molestarme y borrar mi buen humor—. Pensé que tenías más amor propio, como siempre dices que podrías tener a quien tú quieras. —Me recuerda.

—Y podría tener a quien yo quisiera —le digo—. ¿Qué tiene que ver eso?

—Nada, pero me sorprende que estés tan decidida a seguir con alguien que, según tú, no te merece. ¿No dijiste en la fiesta que lo harías arrepentirse por lo que te hizo?

— ¿Desde cuándo es tu problema?

—No lo es —se ríe—. Sólo me divierte ver cómo te encanta que te pisoteen.

—Tienes una extraña obsesión con verme mal que deberías tratar, Julia. En serio. No es normal estar tan obsesionada con lo que me pasa.

—No estoy obsesionada, digo que me divierte porque te contradices sola. Eres un drama constante que siempre me da la razón cuando digo que Nicholas es el único que podría aguantarte.

—Sí, como digas.

—Y luego te enojas cuando hablamos de él en la mesa pero ¿podrías culparnos? Es lo único interesante que tienes.

— ¿Por qué sigues aquí? —La miro irritada—. Si me molesto cuando lo nombran es porque se meten en mis asuntos y me hacen quedar como la culpable de que hayamos terminado. Nicholas no es ningún santo.

—Tú tampoco.

—Bueno. —Asiento con la cabeza—. ¿Tienes algo más que decirme? —Le pregunto, ignorándola—. Además de que me están esperando, ¿viniste para algo más?

Me mira con burla una vez más y niega con la cabeza antes de salir, cerrando la puerta con tanta fuerza que mi mamá grita mi nombre como advertencia al creer que fui yo quien lo hizo.

Voy hasta la ventana para ver a Nicholas, y aunque me sorprende encontrarlo fuera de su auto hablando tranquilamente con mi papá, siento chispas de adrenalina al ver que luce tan atractivo como siempre. Y no es por cómo se viste o cómo luce su cara, sino... Todo él. Cómo habla, cómo se mueve. Es casi tan seguro de sí mismo como yo y no creo que haya algo que haga a un hombre más atractivo que el hecho de saber que lo es. Sin caer en vanidades excesivas, por supuesto, pero la confianza en alguien es algo que es muy difícil de ignorar. Y quien diga lo contrario es porque está mintiendo.

Sonrío un poco al sentirme de inmediato más aliviada con todo el tema de la residencia, del embarazo de Julia, y podría hasta considerar éste un gran día desde ya si no fuera porque se me borra la sonrisa cuando empiezo a sospechar de qué va la conversación. Frunzo el ceño imaginando qué cosas le estará diciendo mi papá sobre mí cuando ambos alzan la vista hasta la ventana de mi habitación y gruño en voz baja porque no me queda más opción que bajar ahora en vez de hacerlo esperar como se lo merece. ¡Ugh!

Tomo mi bolso y corro hacia las escaleras mientras me peino unos mechones de pelo que dejé sueltos a los lados de mi cara. Mi mamá está esperándome en la puerta y nunca me sonrió tanto como lo está haciendo ahora por creer que volveré con quien ella considera es el hombre ideal. Si dependiera de mí, lo habríamos hecho hace semanas, pero digamos que últimamente nada me está saliendo como planeaba.

— ¡Sabía que recapacitarías, Camila! Te lo dije. —Me dice cuando abro la puerta, siguiéndome—. ¡Te ves tan linda! Aunque no deberías... —Camino más rápido cuando siento que pone sus manos en mi blusa para acomodármela. Qué insoportable.

Nicholas mira en mi dirección cuando papá nos ve caminar fuera de la casa y le envío una mirada rápida que espero entienda porque una de las ventajas de haber estado tantos años juntos es que no necesita que le explique por qué necesito irme. Lo entiende siempre, y por más cínico educado que sea con mis papás, asiente con la cabeza y me abre la puerta. Lo mínimo que puede hacer.

— ¿Cómo? —Pregunta mi mamá, escandalizada—. ¿No van pasar?

—No. —Me apresuro a responder cuando entro al auto—. Nicholas tiene prisa.

—No voy a aceptar un no como respuesta —insiste ella, sujetando la puerta para que no pueda cerrarla—. ¡Al menos quédense para desayunar y luego se van! Estoy segura de que no comiste nada. —Le dice a Nicholas.

—Gracias, pero me gustaría invitar a Camila a desayunar a otra parte —le responde con amabilidad, y aunque sé que es mentira porque lo conozco, sonrío para que mi mamá nos deje tranquilos de una vez—. Es verdad que tengo prisa, tengo muchos pendientes de la universidad.

—No, no, no. —Repite mi mamá, ya sacándome de quicio—. Camila, ven. Sal del auto y ayúdame a poner la mesa.

—Pero tú ya comiste —le recuerdo.

—Los acompañaremos.

—Los dejaremos tener un tiempo a solas, no se preocupen. Ya habrá tiempo para que comamos juntos. —dice mi papá, dándole un golpe suave a Nicholas en el hombro antes de sostener a mi mamá de la cintura. Es increíble cómo cambian cuando estoy con él, hasta pareciera que me quisieran porque hasta su forma de mirarme es diferente—. Seguro tienen muchas cosas de las que hablar, ¿no es así, Camila?

Aprieto mis labios y asiento con la cabeza, tensa.

—Me alegra tanto que quieras darle otra oportunidad. Me puse tan triste cuando supe que habían terminado. —murmura mi mamá hacia Nicholas. Lo hace en voz baja para que no escuche, pero obviamente lo hago—. Tienes que tenerle mucha paciencia.

—Mamá —mascullo para detenerla—. Para.

Nicholas le sonríe en silencio, también incómodo, y se despide rápido para rodear el automóvil y sentarse en el asiento del conductor. Yo cierro la puerta malhumorada y mantengo el vidrio cerrado a pesar de los gestos de mi mamá para que lo baje.

Finjo no escucharla y empiezo a buscar mi celular en mi bolso para hacerme la ocupada. Kat estuvo llamándome hace menos de diez minutos y le devolvería la llamada si estuviera sola, pero como no lo estoy, hago una nota mental para llamarla después.

— ¿De qué querías hablar conmigo?

—No aquí —me dice Nicholas, ajustando el freno de manos para conducir lejos de mi casa.

No me despido de nadie y miro hacia la calle mientras avanzamos a lo que creo es la dirección de su departamento. La excusa de llevarme a desayunar a otra parte es tan creíble como el hecho de seguir enamorado de mí: Cero.

— ¿Hook está en tu casa? —Le pregunto para evitar encontrarme con Kat.

Él niega con la cabeza.

—Y aunque estuviera no importa, no voy a llevarte ahí.

— ¿Por qué no? —Pienso que es una broma y me río con sarcasmo—. ¿Te da miedo no controlarte otra vez?

—Tenemos que hablar justamente de lo que pasó —murmura mirando por el espejo retrovisor  que estamos varias casas alejadas de la mía al doblar en una esquina y apaga el motor. Dejo de reírme y lo miro con las cejas enarcadas.

— ¿Qué? —Le pregunto, acomodándome mejor en el asiento para mirarlo de frente sin ponerme el cinturón de seguridad—. ¿Es broma, cierto? —Miro a mi alrededor y ni me molesto en no gritar para que nadie me escuche—. ¡¿Hablaremos aquí?!

Nicholas hace una ligera mueca.

—Baja la voz, no es necesario gritarme para que te escuche.

—Pero fue un chiste, ¿verdad? —Vuelvo a preguntarle—. No viniste a buscarme sólo para traerme... aquí. —Digo con desagrado.

—No, no es broma porque será rápido, ¿para qué iríamos a otra parte? —Se encoje de hombros y luego suspira—. Mira, Camila...

—No. Camila nada. —Lo detengo porque sé lo que va a decir, y no me interesa pasar por esto otra vez. Va a tomar todas mis esperanzas, arrugarlas y tirarlas a la basura justo en mi cara, y no pienso quedarme sin hacer nada—. No de nuevo. No voy a dejar que me hagas esto de nuevo. —Sacudo la cabeza y tomo mi bolso antes de salir del auto.

Nicholas me llama y hasta siento que sus manos rodean uno de mis brazos para impedirme salir, pero me libero con brusquedad y empiezo a caminar en la dirección contraria con el estómago revolviéndose en mi interior del asco. ¡Pero asco de mí! Está poniéndome en esta posición como si ya fuera una costumbre y me niego a dejar que vuelva a tener la última palabra. ¡No lo voy a dejar!

Es exactamente lo mismo que hizo el día que terminamos. Me hizo creer que me llevaría a una cena romántica e incluso antes de llevar diez minutos en el auto se detuvo, suspiró y empezó a decir que ya no sentía lo mismo y que creía estar en una página diferente. Dijo que me quería, pero que yo necesitaba madurar y como me tomó por sorpresa, lo único que pude hacer fue llorar en el automóvil. Me quedé ahí, escuchándolo, mientras se me rompía el corazón al rogarle que por favor no me dejara sola. Una escena patética que no pienso volver a repetir.

— ¡Camila! —Nicholas también vuelve a la calle y escucho sus pasos detrás de mí—. ¡Vuelve al auto para...

—No. —Me niego otra vez—. Ya no quiero escucharte, así que déjame tranquila.

No me hace caso. Tira de mí para que deje de caminar y aunque lo empujo con todas mis fuerzas con mis manos en su pecho, no tengo nada de fuerza en comparación a él. Soy más baja, más delgada y claramente mis intentos son inútiles, pero sigo removiéndome hasta que cede a mis intentos y me deja en paz. Me arreglo la blusa y lo apunto con el dedo.

—No puedes usarme para tener sexo y después venir aquí a desecharme. ¡No soy tu puto juguete! —Le grito—. ¡Siempre haces lo mismo!

—Yo no te uso par-...

— ¡Sí lo haces! —Lo interrumpo—. Estuviste conmigo porque te pusiste celoso y ahora vienes a decirme que estás arrepentido, que me quieres pero no como yo espero y luego... ¡Luego fingirás ni conocerme!

— ¡¿Por qué mierda siempre tienes que ponerte a gritar?!

— ¡Porque me haces enojar!

— ¡Estás hablando conmigo, no con todos los vecinos! —Alza el tono de su voz y no retrocede—. Vine aquí para hablarte como una persona normal porque quiero disculparme. Quiero que me dejes terminar de hablar por una maldita vez.

A disculparse. Sí, claro. ¿Me cree estúpida?

—A ver —me cruzo de brazos y lo miro—. ¿Qué es lo que tienes que decirme con tanta urgencia que no puedes esperar ni quince minutos para llevarme a un lugar decente?

—No se trata de no poder esperar, Camila, sino de que sabes perfectamente que lo que hicimos estuvo mal. ¡También te hizo daño a ti!

—Ah. ¿O sea que acostarte conmigo ahora te lastima? —Finjo sentir pena por él y me llevo las manos al pecho—. Lo siento mucho. ¡No parecías tan dañado cuando me tenías de rodillas!

Nicholas mira al cielo mientras maldice antes de volver su atención a mí.

— ¿Ves por qué siempre terminamos peleando? —Masculla—. Porque sólo te interesa escuchar lo que quieres escuchar.

—No. Peleamos porque te enfurece cuando insinúo estar con alguien más y luego te arrepientes de acostarte conmigo porque tienes miedo de que hable.

— ¿Miedo? —Parpadea enojado.

— ¡Sí! Te mueres de miedo de que le diga a Lauren que estuviste conmigo, ¡¿o me lo vas a negar como el maldito mentiroso que eres?!

— ¿Qué? —Niega con la cabeza—. Lauren no tiene nada que-...

—Argh, ya déjalo, Nicholas. Si vas a defenderla entonces regresa por donde llegaste y no vuelvas a molestarme. ¡No quiero volver a verte! —Me giro otra vez para seguir caminando a mi casa.

Pero él, de nuevo, me detiene.

— ¿En serio no te das cuenta de que no debimos hacer lo que hicimos? —Pregunta en voz baja—. ¿Tan obsesionada estás con esa idea de regresar que no ves que sólo empeora las cosas?

—A ti te empeora las cosas porque te sientes culpable —murmuro sin quitarle la vista de encima—. Pero sé que querías estar conmigo.

— ¡Claro que quería! ¡Por algo lo hice! —Se exaspera—. Ése no es el problema.

—El problema es que también estás interesado en... ella. —Lo menciono con cierto desprecio y evito decir su nombre—. Y no quieres arruinarlo. No quieres que se entere y pierda el interés en ti.

—No voy a negarlo.

—Nunca pensé que lo hicieras. —Suelto una risa amarga y me ordeno no llorar—. Te preocupas por alguien que ni siquiera conoces en vez de preocuparte por mí. Estoy acostumbrada.

—Camila... —Se lleva los dedos al puente de la nariz y cierra los ojos, controlándose.

— ¿Qué? ¿Dije alguna mentira?

—No empieces con tu victimismo barato, en serio. Tú también aceptaste estar conmigo a pesar de saber que mis sentimientos cambiaron hace mucho. Te he dicho varias veces que no...

—Que no estás enamorado de mí —termino por él—. Ya lo sé.

— ¿Entonces por qué te sorprende? ¿Por qué te enoja tanto?

— ¡Porque yo sí sigo enamorada de ti! —Grito, queriendo llorar de la rabia al no poder cambiar nada de lo que siente por mí o por ella—. Si me acuesto contigo, si te beso, no es sólo por ese juego de sacarte celos y que te enojes conmigo, sino porque te quiero. ¡No te puedo sacar de mi cabeza y ya no sé qué más hacer para que vuelvas!

—No te creo, Camila. —Tiene la audacia de reírse—. Eres tan manipuladora que no me sorprendería que estuvieras fingiendo quererme para que haga lo que tú quieras.

Aparto la vista porque se me forma un nudo en la garganta por lo estúpida que me siento. ¿Por qué el amor tiene que ser tan difícil? ¿Por qué tiene que doler, hacerme enojar y hacerme miserable siempre? ¿Por qué nunca puede ser a mi manera?

¿Y por qué amo tanto pelear con él?

Me gusta discutir. Me gusta llevarlo a los límites de la paciencia antes de que todo se calme. Me gusta que sea él quien me haga odiarlo y quererlo al mismo tiempo, porque Nicholas es la única persona que me hace sentir tanto. Tiene la capacidad de destrozarme y después encontrar la manera de arreglarlo. No sé cómo, pero siempre lo hace.

— ¿Estuviste conmigo sólo porque tenías ganas? —Murmuro.

—No sólo por eso —me aclara—. Sabes lo que me gusta y yo sé lo que te gusta. Nos conocemos y somos adultos, así que imaginé que se sentiría... mejor. No como ahora.

— ¿Cómo se siente ahora?

—Mal —responde—. Se siente mal, Camila, y tú deberías sentirte peor que yo porque sabes en quién estoy interesado y estar cerca de ti no me ayuda. Incluso ahora es como... —Se detiene al acercarse a mí—. Súbete al auto, por favor. No hagas un escándalo.

— ¿Incluso ahora qué? —Elevo mi rostro para mirarlo y me resisto cuando toma mi brazo para hacerme caminar—. ¿Ahora qué? —Lo obligo a seguir con lo que estaba diciéndome.

Nicholas me queda mirando por unos segundos y su vista inevitablemente se va hacia mis pies antes de regresar a mis ojos. Él es mucho más alto que yo, pero al estar separados por más de tres pasos, pareciera que la distancia disminuye y puedo verlo más de frente. Lo espero con impaciencia, reprimiendo todas las ganas que tengo de mandarlo a la mierda, y pareciera que vuelvo a respirar cuando él suspira con duda. O más bien resignación.

—Ahora te besaría, si pudiera. —me dice, tan tenso que presiento que se enoja consigo mismo por estarlo sintiendo—. Y por cómo me estás viendo, sé que sabes qué más haría.

A esto me refiero cuando digo que primero me hace chocar y después me vuelve a revivir con estas malditas posibilidades que siempre deja abiertas. Le gusta humillarme, desahogarse, y después tenerme en la palma de su mano por más enojada que pueda estar. Adora dejarme una pizca de esperanza para que no vaya con nadie más. 

—No dejaría que me besaras —le digo—. No después de poner a alguien sobre mí.

Él asiente con la cabeza y con la cabeza me indica que vuelva a entrar al auto.

— ¿Podemos seguir hablando en el auto? Por favor —me pide.

A regañadientes vuelvo a sentarme junto a él. Dejo el bolso sobre mis pies y miro por la ventana a pesar de no estar yendo a ninguna parte, porque si piensa que estamos en una especie de tregua y que no seguiré hablando del mismo tema hasta saciarme, va a estar arrepentido de venir a buscarme.

Espero que se acomode al bajar las ventanas cuando me volteo, impidiendo que hable primero.

—Escuché que tuviste una cita. —Le digo cuando confío en poder hablar sin perder el control. Me trago la furia y me giro para mirarlo, aún sin salir del auto—. ¿Es por eso que me llamaste? —Pregunto, esperando que me mire, pero no lo hace.

— ¿Vas a seguir con lo mismo?

—Sí, voy a seguir con lo mismo.

Suspira.

—Dime, ¿por qué te llamaría después de tener una cita?

—Para convencerme de no decir nada porque sospechabas que si lo descubría, querría contar la verdad. ¿La tuviste o no? —Frunzo el ceño porque aunque sé que la tuvo, quiero que sea él quien lo diga. Quiero que sea valiente y se atreva a admitirlo.

—Tal vez.

—Por lo que oí, la llevaste a tu departamento para que viera lo afortunado que eres de vivir solo. Y la tuviste en la cocina, y le cocinaste... —Me detengo cuando Nicholas pone las llaves en el contacto y aprieta la mandíbula.

—Sí, la tuve, pero lo que hice en esa cita no es asunto tuyo. Estamos aquí para hablar de nosotros.

— ¿No es asunto mío? —le digo, sabiendo que la única oportunidad que tengo de que me responda es ahora—. Supongo que le enseñaste tu habitación, ¿verdad? —Se lo pregunto con cierta burla para sacarlo de quicio—. Y supongo que te la follaste así como solías foll-...

Nicholas golpea el volante de pronto para que me calle y aunque el sonido me sobresalta porque me toma por sorpresa, no me muevo. No pienso moverme hasta que diga en voz alta que a pesar de lo que hicimos, siguió pensando en ella. Y sigue pensando en invitarla a una cita. Necesito escucharlo de su boca para torturarme los siguientes días y así tener la esperanza de que eso me evite caer la próxima vez que quiera acostarse conmigo.

Soy cruel conmigo misma, pero actuar por la rabia es lo único que conozco, y para no volver a caer en este mismo circulo vicioso, primero tengo que odiarlo. Sentir odio es mejor que sentir rechazo y llorar hasta que me falte el aire de verdad.

— ¿Qué es lo que quieres saber? ¿Si me acosté con ella? —Me pregunta, alejándose para no tener que tocarme, o al menos es lo que me hace creer porque ya no me mira como hace un rato, sino con una especie de rechazo que lo hace odiarse a sí mismo por caer también—. ¡Sabes que no lo hice!

— ¿Y cómo voy a saberlo? —Me quedo sentada con el miedo latente a que se vaya recorriéndome el estómago entero—. ¡¿Cómo voy a saberlo si te ves como si fueras a vomitarme?!

—Si empiezas a gritar como una puta loca ahora-...

— ¿Qué vas a hacer? ¿Terminar conmigo? —Me río y es inevitable no llorar porque sé lo que viene. Sé lo que pasará después de haber estado juntos porque es una costumbre—. ¡Ya dilo! —Lo aliento a decir lo de siempre—. Di que estás aquí por lástima.

—No eres una víctima a la que debería tenerle lástima —me dice—. ¡Deja de hacerme ver como el malo cuando si estás aquí es porque también tienes la culpa de lo que pasó!

— ¡Sí, yo también tengo la culpa! ¡Pero no me arrepiento porque no soy una cobarde! —Le saco en cara, acercándome a él—. En cambio tú... ¿Qué esperas para decir que no quieres verme? ¡No estarías diciéndome nada nuevo! —Si grito es porque estoy enojada y celosa. Porque quiero que siga enamorado de mí, que al tocarme no pueda ni pensar en otra así como yo no soy capaz de pensar en nadie más que en él y que me prometa que todo va a estar bien.

— ¡¿Puedes callarte por cinco minutos?! —Me grita de vuelta, dándome la espalda cuando se pasa las manos por el pelo—. ¡Dios! ¡No me dejas ni pensar!

Mi respiración es audible aún en la distancia y el corazón me va a mil por hora. Pocas veces estoy tan nerviosa como lo estoy después de estar con Nicholas porque siempre es un todo, o un nada. Nunca hay un punto medio. O volvemos a intentarlo o me deshecha hasta la próxima vez que vuelva a ser tan estúpida como para creerle.

— ¿Y qué es lo que tienes que pensar?

— ¡En el puto error que acabo de hacer! —Exclama, pateando su pantalón y soltando un quejido de rabia—. No debí venir a verte, Camila. ¡No debí meterme contigo! Soy un puto imbécil.

— ¿Por qué? —Le pregunto, cruzándome de brazos—. ¿Es por ella? ¿Por Lauren? —Me aclaro la garganta—. ¿No quieres volver conmigo porque quieres estar con ella? ¡¿Por qué no lo dices de una vez?!

A pesar de nuestra historia, sería la primera vez que me deja por una tercera persona. Hubo infidelidades antes, pero siempre se arrepentía y me aseguraba que no habían significado nada. Que sólo eran chicas con las que se involucraba por el sexo, no porque estuviera interesado en mantener una relación con ninguna de ellas. Y yo siempre le creí.

—No quiero estar contigo porque no te quiero, Camila. ¡Ya no te quiero! ¡Porque esta relación de mierda no funciona! —Se exaspera al golpear el volante otra vez, ahora con menos fuerza—. ¡Aunque Lauren no estuviera, aunque desapareciera, preferiría quedarme solo que volver con alguien como tú!

—Alguien como yo... —repito, frunciendo el ceño—. ¡Qué raro que no te importa qué tan mala soy cuando admites querer acostarte conmigo!

— ¡Porque eres buena en la cama! —Me grita—. ¡Y eso es todo lo que me atrae de ti! ¿Entendiste? ¡Es lo único!

Me arde toda la cara por la rabia.

— ¡Eres un...! —Exclamo llena de estrés cuando tengo que controlarme para quedarme quieta y no hacer algo de lo que después voy a arrepentirme—. ¿Sabes qué? ¡Púdrete, Nicholas! ¡Ojalá pudiera decir lo mismo de ti para al menos haber pasado un buen rato, pero no! ¡No puedo decir lo mismo! —Salgo de nuevo de su automóvil y ahora doy un portazo tan fuerte que me sorprende no haber roto el vidrio.

Esta vez no me sigue ni grita mi nombre para volver.

Tampoco escucho el motor como para saber que se fue, pero por mí que lo atropelle un camión y no me importaría. Celebraría en su estúpido funeral y ni las condolencias le daría a sus papás porque son exactamente iguales que él. A ninguno le agrado porque me consideran poca cosa. ¡Yo! Poca cosa.

Doy grandes pasos a través de la calle y no me doy cuenta de que estoy llorando del enojo hasta que tengo que secarme las lágrimas con las manos antes de buscar mi celular en mi bolso. Mi vista se pone borrosa y me detengo antes de doblar la calle porque primero tengo que tranquilizarme antes de volver y que mi mamá no deje de preguntarme qué pasó. Serían demasiadas humillaciones por un día.

Quiero llamar a Kat sin pensar en que va a criticarme por haberlo aceptado en primer lugar y entonces recuerdo el mensaje que me envió Lauren. Sigue ahí en mis notificaciones y el impulso es más grande que yo cuando estoy abriendo su chat para responderle, sólo por la satisfacción de que está coqueteando conmigo cuando Nicholas está a metros de mí.

Lauren no me provoca nada.

Miento. Sí me provoca algo: Ganas de que sacarla de mi camino.

Su mensaje habría quedado ignorado por la eternidad si no fuera porque estoy enojada y necesito algo que me haga sentir mejor y con ventaja respecto a esta posición de mierda que parece no acabar. Siempre digo que situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, y hoy es un ejemplo de eso.

Así que después de leerlo una vez más y parando de llorar, le escribo: ''Puede que haya querido besarte, aunque no precisamente en la boca.''





Lauren

Me quito los audífonos cuando leo el mensaje que acaba de llegarme de Camila y si no fuera porque voy en el metro rodeada de gente que no me conoce, me habría puesto tan nerviosa que sin poder evitarlo habría empezado a hablar sin parar. Es una herencia que viene de mi mamá y que tengo desde que nací, y que se incrementa cuando recibo este tipo de mensajes. No puedo esconderlo porque soy como un libro abierto y todo se me nota.

Miro a mi alrededor como si alguien aquí me conociera y me aclaro la garganta antes de releerlo. No puedo creer que esté insinuando besarme en otras partes. ¡Casi no la conozco! Nos hemos visto sólo un par de veces y... ¿Desde cuándo le gustan las chicas? ¿Le gustan, para empezar?

O sea, en el hipotético caso de que estuviera coqueteando... Porque lo está haciendo, ¿verdad? No puedo estar tan equivocada.

Pienso durante minutos enteros una respuesta que suene interesante, pero no se me ocurre nada, y como me doy cuenta de que estamos en la estación donde vivo casi a punto de que cierren las puertas, guardo mi celular en mi bolsillo antes de salir corriendo para alcanzar a bajarme. Soy un desastre: tengo los audífonos enredados en los brazos, casi se me cae la botella de agua y me sudan las manos. Y todo por un mensaje.

Esto es muy raro. Toda esta situación desde la fiesta se siente como una cámara indiscreta que saldrá en cualquier momento a gritarme en la cara que soy una ingenua por seguir involucrándome con ella. Por dejar que me metiera sus dedos en la boca, me mordiera el labio y por querer que me tocara en otras partes poco apropiadas como para seguir pensando en cómo pudo terminar esa noche si no se hubiera ido.

No pienses en eso.

No pienses en eso.

A mí me gusta Nicholas, no Camila. O también Camila, pero más Nicholas.

Camino hasta la pared para no incomodar a la gente que me empuja para avanzar hasta la salida y apoyo mi espalda para acomodar mis audífonos y convencerme de que lo mejor es ignorar ese mensaje. No sería una buena idea responderlo. No sabiendo que todos mis mensajes quedarán registrados en su teléfono y podría involucrarme en un malentendido del que no quiero ser parte.

¿Y si Camila decide tergiversar las cosas para decirle a Nicholas que yo soy la interesada? No, gracias.

Borro la conversación y después de suspirar, convenciéndome de que necesito tomarlo como un incidente que no volverá a pasar, me dispongo a ir a las escaleras para ir hasta mi departamento.

Mi papá debe estar dormido después de trabajar toda la noche y como es un domingo en el que no creo que hayan muchas qué hacer, no me queda más remedio que hacerme la idea de estar todo el día encerrada en mi habitación para estudiar. Podría invitar a Sophie o Audrey a quedarse conmigo para mañana irnos juntas a la universidad, pero no quiero que sigan preguntándome sobre la cita con Nicholas, sobre mi decisión de ayudar a Camila. Y sobre todo, no quiero que mi papá sepa lo que está pasando porque tiene problemas respetando lo que es la privacidad. Querrá saberlo todo para molestarme después.

Y... Bueno. El plan era dejar todo lo que pasó con Camila como un incidente, pero soy débil. Soy humana. Sólo tengo diecinueve y es la edad perfecta para cometer mil errores con la excusa de ser demasiado joven, ¿o no? O como sea que digan. La cosa es que rompo mi promesa sin haber completado un día, porque inevitablemente mi cabeza me lleva a ella. Y a esa noche.

No aguanto ni los veinte minutos que tardo en llegar al ascensor cuando busco a Camila en Instagram porque necesito saber más. No nos seguimos, como es obvio, pero al menos no tiene una cuenta privada y al encontrarla por tener seguidores en común, veo sus fotos con cuidado de no apretar nada que me deje en evidencia.

En la mayoría de sus fotos está sola. Tiene algunas con Kat de algunas fiestas de la universidad, y por supuesto no es del tipo de ex que borra las publicaciones al terminar su relación. Veo a una Camila y a un Nicholas de unos diecisiete años en la playa, entre las gradas de su colegio, en una disco, y una de las más tiernas que encuentro es una en la que ella ríe mientras él le muerde el cuello desde atrás. Supongo que fue en su cumpleaños o alguna celebración importante porque Camila está frente a un pastel gigante con velas que iluminan un collar que Nicholas le está poniendo.

No sé por qué, pero me quedo mirando esa en particular. La publicación es de unos meses atrás y pienso en lo feliz que lucen en comparación a lo que Nicholas me dijo al ir a su departamento. Quizás ya estaban mal en ese tiempo y sólo es una foto, o quizás...

No sigas.

Autocontrol, Lauren. Ten autocontrol.

Sacudo la cabeza cuando llego a mi piso y dejo de ver su perfil porque no sé cómo voy a hacerlo, pero tengo que dejar de pensar en ella.

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