La lista || Terminada

By MsMistery19

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Nuestra historia empezó con un trato entre ambas. Un beneficio para las dos, un sentimiento disfrazado hacién... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Final
Epílogo
Epílogo extra

Capítulo 29

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By MsMistery19

Espero que un día puedas releer nuestra historia, mientras escribes tu final feliz en otra.

Pov Narrador Omnisciente.

¿Por qué mentimos?

¿Mentimos para encajar con los demás?

¿Mentimos para no perder lo más preciado que tienes?

¿Mentimos para nuestra conveniencia?

La mentira era un espejismo, un vómito de palabras con oscuridad y malicia ocultando una verdad, ya puede ser grande o pequeña.

Los humanos siempre mentimos, cómo cuando comes las galletas a escondidas y tus padres preguntan quién fue, aún y cuando tienes tu cara llena de chocolate y migajas en las manos, no dices la verdad porque sabes las consecuencias de tus actos.

No obstante, no todos decían la verdad, no todos te decían si luces mal con el vestido que te enamoró a verlo por primera vez, no todos te dicen si actuaste mal con algún amigo, no todos tienen las agallas de decirte que está mal en ti. Y tampoco, no todos tienen la valentía de ser verdaderos consigo mismo.

Martha Guzmán había mentido tanto, que sus mentiras se habían convertido en una inmensa bola de nieve, arrastrando con ella su fallecido esposo y hijas, todo por un romance clandestino que terminó en una fuga.

—¿Qué dijiste, Poché?— Inquirió Valentina, viendo a su hermana con semblante serio.

La mayor de las Garzón estaba sufriendo, su alma se estaba partiendo en mil pedazos al escuchar aquella verdad, pero no quería aceptaro, simplemente no quería.

— Vale...— Murmuró María José sin saber que decir, su pecho dolía y estaba a punto de llorar.

—¿No eres hija de mi papá?— Preguntó otra vez la mayor, soltando las bolsas en su manos.

— Valentina, hija-

—¡Tú ni hables, mamá!— Interrumpió Valentina con rabia.— ¡No te atrevas! ¡Poché, responde!— Presionó la chica viendo a su hermana.

— Si...— Musitó, Valentina sintió su mundo derrumbarse.— No soy hija de Juan Carlos Garzón.— Y esa fue la estocada final para matar sus esperanzas.

— N-no.— Titubeó la mayor, negando con su cabeza.— Debe ser mentira, n-no.— Aún no lo aceptaba, no quería creerlo.

— No es mentira, Vale.— María José se acercaba a Valentina, pero la chica se alejó, sintió su pecho doler.— Hay pruebas, ella me lo dijo.— Puntualizó señalando a su progenitora.

Valentina miró a su madre, el enojo se avivó desde la punta de los pies hasta la punta de sus dedos, Martha solo lloraba en silencio y negaba con su cabeza al ver lo que había hecho.

— Vete.— Siseó Valentina entredientes.

— Valentina.— Murmuró Martha.

—¡Que te largues!— Gritó Valentina con gruesas lágrimas bajando de sus ojos.— ¡Solo apareciste para joder nuestra vida! ¡Eres la peor madre de todas!— Martha sollozaba y Valentina hervía de la rabia y decepción.

— Y-yo

— No vuelvas a poner un pie aquí.— Valentina tomaba a Martha del brazo sacándola de la casa.— Olvida que somos tus hijas y déjanos en paz.— Siseó con furia y cerró la puerta de golpe.

Dejó sus manos recargadas contra la puerta, no se atrevía a mirar a la peliazul a su lado, no podía. Valentina soltó un sollozo y se deslizó por la puerta lentamente sintiéndose asfixiada y con un dolor indescriptible en su ser.

María José se acercaba a la chica que se había hecho bolita contra la puerta, puso una mano en su rodilla con grandes lágrimas saliendo de sus ojos. Valentina alzó la vista para ver a su hermana.

— Digan lo que digan, yo siempre seré tu hermana, tú minion.— Musitó la morena con media sonrisa.

La mayor de las Garzón soltó un sollozo y atrapó a la peliazul en un apretado abrazo, sentía que si no la abrazaba con fuerza se le escaparía de las manos. María José se dejó abrazar y se aferró a su hermana llorando.

No era necesario que dijeran más, con ese abrazo se decían todo, se decían que no importaba que sus lazos de sangre no vinieran del mismo, lo que importaba es que se adoraban con el corazón.

Ambas sabían que aquella noticia sencillamente había cambiado sus vidas, pero que también las unía más.

(...)

Al día siguiente María José se sentía más cansada de lo habitual, a pesar de haber dormido unas pocas horas sentía una gran pesadez en sus hombros, su corazón dolía y lo único que quería era a una persona, la quería a ella pero ya no estaba.

Arrastraba los pies por los pasillos de su colegio, no quería saber nada de estudios por el caos de su vida, pero sabía que si se quedaba en casa iba a enloquecer.

Llegó hasta su casillero y abrió este soltando un suspiro, empezó a sacar libros de su mochila y los metió dentro del casillero, cerró este y dió un pequeño salto al ser asustada.

—¿Te asusté?— Lucas aparecía con una sonrisa en su rostro.

— Si, no pensé que estuvieras ahí atrás.— Aceptó la peliazul calmandose del susto.

—¿Cómo estás?— Indagó el ojiazul, guardando sus manos en sus bolsillos.

— Mejor.— Mintió la morena, encogiéndose de hombros.

— Entiendo.— Murmuró Lucas.—¿Qué harás el viernes?— Inquirió con media sonrisa.

— Existir, ver películas con mis mejores amigas, comer, dormir, llorar.— Soltó María José empezando a caminar a su clase.

— Parece una agenda ocupada.— Replicó el ojiazul divertido.

— Si, cómo te podrás dar cuenta no tengo tiempo libre.— Habló la morena con sarcasmo notorio.

—¿Y no puedes hacer espacio para una cena?— Sugirió el ojiazul con tono de voz alegre.

María José detuvó sus pasos y giró su cuerpo para ver a Lucas, el chico esperaba una respuesta por su parte, mientras la peliazul tenía otros planes.

— Lucas, seré honesta.— La peliazul suspiró.— Sé lo que pasó en esa fiesta, sé que nos besamos, sé que correspondí el beso.— Arrojó pasando una mano por su cabello.

—¿Pero?— Inquirió el ojiazul alzando una ceja.

— Pero fue un gran error.— Declaró María José, Lucas sintió su pecho hundirse.— No me malentiendas, eres un gran chico... Vaya tuve un crush contigo y todo.— Soltó rápidamente la morena.

—¿Y qué pasa?— Lucas se acercaba a la peliazul.—¿Por qué no me das chance de estar contigo?— Añadió tomando su mano.

— Que existe alguien más.— Replicó sin más.— Alguien que causa más cosas que tú presencia justo ahora.— Confesó soltando un suspiro.

Si María José estuviera hablando con su María José del pasado, le daría un golpe por rechazar al chico frente a ella, pero ella no esperaba haberse enamorada de la castaña engreída que la sacaba de quicio.

—¿Es Daniela?— Indagó Lucas con desdén.

— Si, de ella hablo.— Soltó la morena.— Lucas, ese beso nunca debió pasar, pero estaba pasada de copas, me sentía mal, estaba celosa, en fin.— Resopló para si misma y siguió caminando.

Aún recuerda cómo esa fiesta la hizo perder el control, bebió demasiado alcohol, se sentía mal consigo misma y sentía rabia por su madre.

Agregando que a lo lejos estaba Daniela coqueteando con chicas, aquello la hacía sentir más miserable, pues si la había alejado era por una mentira, no porque realmente lo quisiera.

—¿Estabas celosa?— Replicó Lucas frunciendo el ceño.

— Si, no justifica mis actitudes, pero lo estaba.— María José se encogió de hombros.— No debí desquitarme así y no debí usarte.— Arrojó viendo a su costado, Lucas caminaba a su lado.

— Bueno, no todo se puede tener en la vida.— Soltó el chico con pesar, la peliazul se detuvó.

— Lo siento, en serio.— Se disculpó sincera, viendo los ojos azules del chico.

—¿Podemos ser amigos al menos?— Sugirió el castaño con media sonrisa.

— No, sientes cosas por mi y no sería justo para ti.— Declaró la morena.— Aún así, gracias por todo, Lucas.— Finalizó con una pequeña sonrisa.

— Adiós, Poché.— Se despidió el chico con un mal sabor de boca.

— Adiós, Lucas.— Y sin más la peliazul dejaba al chico atrás.

Quién diría que tiempo atrás se veía invisible ante los ojos de Lucas, según ella. Y ahora Lucas era invisible para María José, ya que estaba perdidamente enamorada de Daniela Calle, la prima de su crush, la chica que la sacaba de quicio, la chica que logró enamorarla.

El día de clases transcurrió tranquilo, la morena solo se dedicaba a hacer garabatos, no me estaba prestando atención a la clase. Si en un pasado no estuviera poniendo atención en clase, ella se hubiera regañado a si misma.

Pero no, ahora era diferente, María José había cambiado tanto, todas sus costumbres antiguas habían cambiado, había dejado muchas cosas atrás, y sin darse cuenta esas pequeñas cosas que le provocaban estrés, ahora las veía cómo algo pasado.

— Muy bien, chicos, recuerden que el próximo trabajo para la clase está en la página 225.— Informó la maestra dando por terminada la clase.

Alumno por alumno fue saliendo del salón, la peliazul suspiró y tomó su mochila colgandola en su hombro, salió del salón de clases.

—¡Oye, Poché!— La morena giró para ver al mejor amigo de Daniela corriendo hacia ella.

— Dallas, hola.— Saludó la morena con media sonrisa.

—¿Cómo estás?— Inquirió el tatuado con cautela.

— Siendo honesta, me siento de la mierda.— Declaró la peliazul, Dallas rascó su nuca.

— Te entiendo, en cierto modo me siento así también.— Confesó él también, extrañaba a su mejor amiga.

—¿La extrañas, no?— María José leía los pensamientos del chico.

— Si, Cal es cómo una hermana para mí.— Dallas sonrió con nostalgia.

Ambos caminaron en silencio, solo viendo cómo los estudiantes iban y venían con papeles en mano y otros molestaban y reían.

—¿Sabes algo de ella, Dallas?— La peliazul rompía el silencio.

— Lo único que supe de ella es que ya llegó a Francia, se está adaptando.— Explicó Dallas deteniendo sus pasos.

—¿Te dió su dirección algo?— La morena quería saber el paradero de la castaña con urgencia.

— La verdad no, y me prohíbo de que te dijera algo a ti.— María José bajó su vista y sintió una punzada en su pecho.

—¿Ella me odia, verdad?— Replicó alzando su vista para ver al chico.

— No creo que sea ese nivel, pero si está muy herida y eso no se olvida de la noche a la mañana.— Aconsejó Dallas posando una mano en el hombro de la peliazul.

— Lo tengo claro.— Contestó la morena con un mohín.

— Bueno.— Dallas buscaba algo en su mochila.— Daniela antes de irse me dijo que te diera esto.— El chico le entragaba el cuaderno a la morena.

—¿Daniela tenía mi cuaderno aún?— Inquirió la peliazul con asombro.

— No lo sé, solo me dijo que te lo entregara.— Dallas se encogió de hombros.

— Gracias, Dallas.— Agradeció la peliazul.

— No hay de qué.— Contestó el tatuado.— Cualquier cosa, estoy disponible en lo que necesites.— Añadió con media sonrisa, revolviendo el cabello de la más baja.

— Te prohibieron decirme lo que necesito de ti en realidad.— Declaró la chica arreglando su cabello revuelto.

— De vez en cuando se puede romper la regla.— Dallas guiñó un ojo divertido.— Nos vemos, Poch.— Se despidió alejándose de la peliazul.

María José negó con su cabeza riendo ligeramente, miró el cuaderno en sus manos y decidió ir a la cafetería, después de todo era la hora de receso. Buscó sus sagrados alimentos y se sentó en una mesa, en el camino se encontró con sus mejores amigas.

—¿Qué traes ahí, baby?— Inquirió Laura comiendo una papa frita.

— Dallas me dió mi cuaderno, lo tenía Daniela.— Explicó la peliazul dejando el cuaderno a su lado.

—¿En el qué tenías tu lista?— Preguntó Paula intrigada.

— Si, no pensé que lo tuviera aún.— Replicó la morena, bebiendo de su soda.

—¿Tendrá algo escrito?— Comentó Laura enchinando sus ojos.

— No lo creo.— Soltó María José.— Las páginas siguen igual desde la última vez que lo tuve en mis manos.— Añadió, tomando su tenedor y comer su pasta.

— A ver dame.— Paula le arrebataba el cuaderno a su mejor amiga.

—¿Dallas no te dijo nada más de Calle?— Preguntó Laura con pena al ver el semblante de su mejor amiga.

— Pues ya está en Francia, se está adaptando.— Explicó María José.— Y también le dijo que no podía hablarme de ella.— Finalizó llevando un bocado de pasta a su boca.

— Auch.— Soltó Laura, María José tragó el bocado.

— En cierto modo la entiendo, ella no sabe nada y pues bueno, la lastimé.— Habló la morena con certeza.

— Yo sigo en shock aún.— Soltó Paula hojeando el cuaderno.

Las mejores amigas de la peliazul habían presenciado todo lo ocurrido la noche de ayer, ambas no podían creer que su mejor amiga tuviera tan mala suerte.

Luego de el suceso, ambas chicas consolaron a las hermanas Garzón, se quedaron abrazadas durmiendo, hasta que les tocó despertar para ir al colegio.

— Total, fue demasiado drama para mi vida.— Laura suspiraba y comía otra papa frita.

— Ni en la Rosa de Guadalupe se atrevieron a tanto, marica.— Paula seguía su ardua búsqueda en el cuaderno.

— O en cómo dice el dicho.— Acotó Laura divertida.

— El viejito siempre estaba de sapo oyendo las conversaciones.— Comentó María José, dando un trago a su soda.

— No lo juzgo, soy igual.— Las chicas soltaban una risita al oír a Paula.

— Yo no veo cómo dice el dicho desde que salió Kunno.— Comentó la peliazul haciendo una mueca.

— Si traumó la verdad.— Aceptó Laura negando con su cabeza.

— Brillo más que el sol dice... ¡Ajá!— Las chicas daban un pequeño salto ante el grito de la rubia.

—¿Qué?— Laura hacía un puchero al haber tirado su papa frita.

— Encontré algo.— Paula celebraba con alegría, moviendo sus ojos.

—¿Qué? Dame eso.— María José le arrebataba el cuaderno a Paula.

— De nada, eh.— Contestó la chica rodando los ojos.

María José miró la letra de Daniela en aquél cuaderno, su corazón comenzó a golpear con fuerza contra sus costillas, sentía su respiración casi nula, su boca seca y sus manos temblando, estaba sintiendo demasiado.

“No soy buena con las cartas, sin embargo quise escribir la primera y la última hacia ti.

Quizás cuando leas esto, yo estaré en otro continente, pero no quiero dejar de decir lo que me hiciste, me haces y me harás sentir, Garzón.

Sin darme cuenta caí, caí por ti de la forma más increíble, pero así cómo caí tú no estuviste para detener mi caída, ya que fuiste tú la que me empujó al precipicio.

Te vi de tantas formas y es increíble en cómo cada una de esas formas, yo era cautivada por ti.

Cómo me perdía en ti. Cómo tu aroma me abrazaba y no quería soltarte. Cómo tú boca encajaba con la mía. Cómo tú mano me daba calor en momentos de frío. Cómo tú risa me teletransportaba a lugares insospechados.

Pero así cómo todo empieza con luz, se oscurece por falta de ella.

Puedo decirte que me enamoré, me enamoré tanto de ti que no medí el dolor que ese amor causaría. No te odio, porque por más que quiera, no podría.

Tú rastro de mentiras no opaca mi amor hacia ti, mi error fue olvidar que eras humana y que ante mis ojos eras un ángel.

Insoportable peliazul, te quiero...

Ojalá en otra vida o no lo sé, pueda ser suficiente para tí.

Adiós.

Atte: D.C”

— Verga, me dolió.— Soltó Paula lloriqueando.

Sus mejores amigas estaban detrás de María José leyendo la carta que Daniela habían escrito, ambas habían sentido aquellas palabras que iban dirigidas a su mejor amiga.

María José lloraba al leer la carta que Daniela le había hecho, cerró el cuaderno y soltó un sollozo recargando su frente en la mesa.

— Ella me quería...— Murmuró con voz rota.

— Tranquila, Poch.— Consolaba Laura sobando su espalda.

— Todo pasará, mi vida.— Acotó Paula limpiando sus propias lágrimas.

— Yo también la quiero, chicas.— Confesó María José, tapando su boca para no soltar otro sollozo.

— Ay...— Murmuraron las chicas viéndose entre si.

Laura consolaba a María José, mientras Paula se quedaba algo distanciada, lloraba mientras comía las papas de Laura. La rubia tomó el cuaderno y vió cómo un papel se deslizó por las hojas.

— No sé si es buena idea pero, acá hay algo más.

Paula le pasaba un papel algo arrugado a María José con duda, la peliazul limpió sus lágrimas y tomó el papel, lo desdobló y sus lágrimas nublaron su vista otra vez.

“Lista de cosas que deseo hacer contigo”

1. Besarte bajo la lluvia...

María José no pudo seguir leyendo más, no podía, solo sentía cómo su corazón se hacía añicos al recordar cómo el primer punto de la lista de Daniela se había cumplido.

“—¿Si te beso ahora cuenta cómo un beso bajo la lluvia?

— Si lo haces sería mejor que un beso bajo la lluvia”

La peliazul soltó un doloroso sollozo y se aferró a sus mejores amigas, intentando calmar el dolor que sentía, intentando que ese recuerdo no le quemara viva.

Intentado calmar la ausencia de la chica que quería.

1 semana después.

Una castaña movía sus brazos con fuerza en aquella inmensa piscina, solo sacaba su cabeza unos instantes para recuperar aire y seguir nadando, sentía cada parte de su cuerpo adolorida, pero no iba rendirse.

—¡Vamos, Daniela! ¡Puedes hacerlo más rápido!— Gritaba su coach parando su temporizador.

— Pido descanso, Martín.— Daniela estaba exhausta, Martín bufó.

— Está bien, pero solo un minuto.— Advirtió caminando en la orilla de la piscina.— Tienes que entrenar mucho si quieres llegar a las grandes ligas.— Le recordó el entrenador a Daniela.

— Lo sé, lo sé.— Aceptó la castaña, quitando el gorro de hule de su cabeza.

— Descansa, luego tenemos que ir al gimnasio.— Recordó Martín dejando sola a la castaña.

— De acuerdo.

Daniela salía del agua soltando un suspiro cansado, sentía su cuerpo adolorido, sus músculos tensos y con poca flexibilidad.

Había pasado una semana desde que había llegado a Francia, la castaña estaba haciendo todo el trabajo posible por adaptarse, pero le estaba costando mucho.

Estaba en otro continente, en un enorme penthouse con todas las comodidades, recibiendo entrenamientos duros, horas de clases que requerían mucho tiempo y esfuerzo y demás.

Daniela extrañaba su país, sus amigos, sus padres, a la chiquitina peliazul que la atormentaba y su antigua rutina, pero algo a lo que había renunciado al aceptar la propuesta de César Bustamante.

Todo era nuevo, por el cambio de horario, los duros entrenamientos, los entrenamientos, sus estudios, era todo un reto levantarse por las mañanas después de haberse quedado despierta hasta tarde cumpliendo con sus tareas.

A veces se sentía muy sola, por las noches veía el cielo y observaba la luna, a veces se regañaba a ella misma por recordar a la peliazul, pero sabía que olvidarla le costaría demasiado.

— Et toi demain, Daniela?«¿Qué tal tu mañana, Daniela»— Sus pensamientos eran interrumpidos por César.

— Cansada, si es que quieres que lo acepte.— Replicó la castaña poniéndose de pie.

— Tienes potencial, solo falta que te adaptes.— Halagó el francés fumando un habano.

—¿Y por qué el señor Bustamante me honra con su presencia?— Habló Daniela con voz sarcástica.

— Tus padres me han llamado, preguntan por ti.— Soltó el mayor cruzándose de brazos.

— Pues diles que estoy bien y listo.— Soltó la castaña con simpleza.

— Me han preguntado tu paradero. Según tengo entendido no quedaste muy bien con ellos.— Declaró soltando el humo del habano.

— No, papá no quería que viniera con usted.— Daniela caminaba para adentrarse al penthouse.

— La méfiance de Germán n'est pas bonne.«La desconfianza de Germán no es buena»— Escuchó a sus espaldas, detuvó sus pasos.

— Cachez-vous quelque chose à faire pour mon père?«¿Oculta algo para que mi padre lo haga?»— Preguntó al francés con una ceja alzada.

— Tonterías, solo quise ayudar con tu sueño.— Replicó César, viendo a la castaña.

— Ya veo.— Murmuró chasqueando su lengua.

— Vine avisarte que una de mis ahijadas se quedará con nosotros.— La noticia asombró a Daniela por completo.

—¿Y eso?— Preguntó con las cejas fruncidas.

— Trabajará para mí, será cómo mi mano derecha en mi empresa.— César guardaba una mano en su bolsillo.

—¿Y quién es su ahijada?— Indagó Daniela frunciendo los labios.

De pronto una voz a sus espaldas se hizo escuchar, César sonrió lentamente mientras Daniela no entendía nada, menos la recién llegada.

—¿Padrino? ¿Estás aquí?— Una rubia hacía acto de presencia.

—¿Rebeca?— Soltó Daniela perpleja, la rubia abrió sus ojos cómo platos y se detuvó en seco.

—¿Daniela?— Replicó igual de asombrada que la castaña.

— Veo que se conocen.— Comentó César con alegría, las chicas se vieron entre si.

— Emmm si.— Declaró Daniela rascando su nuca.

— Bueno, conozcanse más.— César se adentraba al penthouse.— Después de todo tienen mucho tiempo para eso.— Añadió dejando a las chicas solas.

«Vaya sorpresa» Pensó Daniela viendo a Rebeca frente a ella.











































































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Digan quién sintió feo con la carta de Calle.

El otro capítulo ta' buenardo.

Dejen sus teorías.

*Se va escuchando Someone to you de Banners*

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