"Tendencia + Torpeza" (Adap.)...

By jjkkbunie

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En donde Jungkook no tolera a su reconocido jefe y Seokjin estรก harto de su torpe asistente. ๐ŸŽ–#1 btsstory โ–ช0... More

โ€ข Sinopsis โ€ข
โ” Prรณlogo โ”
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๐„๐ฌ๐ฉ๐ž๐œ๐ข๐š๐ฅ #๐Ÿ: "El Niรฑo"

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By jjkkbunie

Toda mi semana fue un completo calvario. Y, como si fuera poco, nunca en mi vida me había sentido tan paranoico.

En mi necesario intento de imponer la mayor distancia posible entre Seokjin y yo, me he sentido como la peor de las mierdas.

Sé que él no está contento con la actitud desinteresada que he estado mostrando en los últimos días, y también sé que él sospecha que algo no anda bien. Pero le he repetido —mentido— tantas veces que estoy fantástico, que espero que finalmente me crea pronto.

Pero es difícil cuando, día tras día, no dejo de rechazarlo... Aunque tuve a mi favor que la agenda del hombre que me gusta haya estado totalmente apretada durante los cinco días laborales, por lo que casi no contó con tiempo de estar en la oficina.

Sin embargo, eso no quita que Wooshik esté arruinando lo poco que Seokjin y yo construimos en estos meses. Y eso me enferma.

Nahyun está tan emocionada con los preparativos de la boda y no puedo evitar pensar que, si algún día me caso, voy a pedirle a ella que organice absolutamente todo. No hay nadie mejor para tal tarea.

Su organización, persistencia y prolijidad solo me hace sentir que he fracasado como Virgo.

Sin embargo, la gracia —que parece ser una caricia a mi mente imparable— que me causa ver a mi compañera en acción se esfuma velozmente cuando escucho que Seokjin, desde su despacho, me llama.

Durante un instante, mis piernas se rehúsan a moverme; pero mi sistema reacciona cuando vuelve a pronunciar el ronco «niño» por segunda vez.

—Permiso —me anuncio, una vez que atravieso la puerta de su oficina—. ¿Qué se le ofrece?

Seokjin hace un gesto con la mano, indicándome que debo cerrar la entrada.

Carajo.

— ¿Viste las fotos de Vanity Fair? —Pregunta con una nota de socarronería.

—Sí, vi el archivo que enviaron esta mañana.

— ¿Y qué te pareció?

—Me pareció... —Me muerdo la lengua, porque de lo contrario, voy a gritar a todo pulmón que es el ser más atractivo y caliente de todo el universo—. Me pareció muy artístico. Me gustó.

El hombre frunce el entrecejo, en una muestra clara de confusión.

— ¿Solo eso?

—Me encantó —confieso, agachando un poco mi cabeza—. Tu cara es perfecta. Harán una gran fortuna gracias a tu belleza.

Una sonrisa pequeña y llena de egocentrismo se apodera de sus labios, los cuales relame antes de volver a hablar.

—Bien. Ahora, te llamé porque necesito cuatro cosas —comienza a decir y utiliza sus largos dedos para enumerar—. La primera: café. La segunda: quiero que vayas a la oficina de correo a retirar un paquete a mi nombre y lo traigas. La tercera: llama a mi modelo favorita y arregla una reunión para mañana por la tarde.

Recoger paquete y llamar a Han Jin. Copiado. Termino de anotar en mi pequeña libreta y alzo la mirada hacia él.

— ¿Y la cuarta?

Mi jefe ladea un poco la cabeza, mientras que una mueca pícara tira de sus comisuras labiales.

—Un beso.

Involuntariamente lo miro con una expresión seria y no puedo evitar sentirme encantado con la fingida inocencia que está pintada en su rostro.

— ¿No estás ocupado? —Pregunto con cautela.

— ¿Para ti? Nunca.

Con aire desconfiado, rodeo el escritorio hasta que consigo acortar la distancia que nos separa. El accionar de mis manos es lento cuando tomo las gafas de marco negro para retirarlas de su rostro, y luego reposo las mismas en su mesa.

Los ojos de Seokjin están fijos en los míos, y como acto siguiente, me inclino un poco para besar su frente durante un prolongado instante.

Mientras me aparto, siento que mi corazón late a toda velocidad.

— ¿Ya?

Seokjin sonríe y sus amplias manos atrapan mis caderas. De un movimiento firme, me deja sentado sobre su regazo.

—No. Más.

Tengo muchísimas ganas de besarlo, claro que sí. Pero la abrumadora sensación que me ha acompañado durante toda esta semana vuelve a reaparecer en mi sistema y, de pronto, solo quiero echarme a llorar.

Planto un pequeño beso en su mejilla y luego lo abrazo con cuidado, apartando mi rostro de su vista. Mi barbilla descansa en su hombro derecho, al tiempo que mi cuerpo comienza a sentirse un poco aliviado debido al contacto tan cálido que compartimos.

Es mi lugar seguro, en medio de toda esta incertidumbre. Estoy a salvo aquí.

—Mi vida, ¿qué pasa? —Me pregunta con un tono dulce, mientras sus brazos me rodean.

No me atrevo a contestarle deprisa, pues temo que mi voz me traicione.

—Tengo hambre —le respondo en un murmuro.

Seokjin se ríe en medio del abrazo, y percibo que me aprieta más contra su cuerpo.

—Bueno, hagamos esto: antes del café, quiero vayas a comprar algo para ti, ¿de acuerdo? Lo que quieras. Yo pago.

—Está bien —contesto sin protestar.

Mi intención es abandonar el regazo de Seokjin, pero sus amplias manos no están de acuerdo con ello.

—Jin, por favor.

— ¿Estás apurado, niño? —Cuestiona burlonamente.

—Tengo que ir a hacer lo que me pediste —le recuerdo, rodando los ojos.

—Oh, apuesto a que tu jefe te regañará si te demoras demasiado, ¿no?

Estoy a punto de quejarme, pero él me roba un beso.

Su aroma fresco y dulce inunda mis fosas nasales mientras me besa, y todo lo que quiero es acurrucarme más cerca.

Cuando nos separamos, él me regala una dulce caricia en el rostro y finalmente me levanto. Pero una vez que lo hago, me da una pequeña nalgada.

Lo miro con pesadez, pero él se ríe y me dedica un gesto de corazón, que se encarga de crear al cruzar sus dedos pulgar e índice.

Salgo de su despacho y le aviso a Nahyun que tengo cosas que hacer antes de abandonar el edificio.

Seokjin está en medio de una llamada telefónica cuando le alcanzo su café caliente, y por eso solo se limita a murmurarme un agradecimiento. Luego, Eunwoo se encarga de llevarme a la oficina de correo para buscar lo que mi jefe ha pedido; obviamente, el segundo chofer y yo nos pasamos todo el trayecto cantando las canciones que la radio emite.

La caja a nombre de Seokjin pesa más que mi malhumor, y deduzco por cuenta propia de que dentro de la misma no hay nada frágil, por ello no me preocupo en ser gentil con el artículo de cartón. Me las ingenio para transportar la caja en mis brazos hacia las afueras del establecimiento y la coloco en la cajuela del vehículo.

Antes de regresar a la empresa, Eunwoo y yo decidimos hacer una pequeña parada en un puesto ambulante para comer, porque ambos coincidimos en que estamos muertos de hambre.

Con mi estómago feliz y el infernal paquete en mis manos, tomo el elevador para regresar a mi puesto de trabajo.

Las puertas del ascensor se abren en el piso indicado y salgo del mismo, caminando con cautela para no tropezarme con algo y caer. Eso es lo último que necesito ahora mismo.

El bullicio bajo propio de la oficina se pierde una vez que alcanzo la zona en donde se encuentra mi escritorio y el de Nahyun.

—Golpea antes de entrar —mi compañera me dice al notar mis puras intenciones de irrumpir en el despacho de Seokjin—. Tuvo una reunión imprevista.

Mi entrecejo se frunce, pero tomo en cuenta su información y, haciendo prácticamente movimientos dignos de un malabarista, mis nudillos llaman a la puerta blanca antes de volver a retener la caja con ambas manos.

Dos segundos después, escucho el profundo «adelante» de Seokjin.

Cuando me abro paso al iluminado y espacioso despacho de mi jefe, la caja se me resbala de las manos una vez que me encuentro con la persona que lo acompaña... El mismísimo e inoportuno Kang Wooshik.

—Dios santo, dame paciencia —Seokjin murmura cuando notifica mi torpeza.

Oh, ese tono. Algo se aprieta dentro de mí, pero me obligo a ignorar la sensación de enojo injustificado que me invade.

—Perdón —digo, y mis pies se mueve con timidez hasta llegar junto al escritorio de mi jefe, donde finalmente dejo el paquete.

No me atrevo a mirar al doctor, pero puedo sentir que su mirada está sobre mí.

—No seas tan duro con el jovencito —Wooshik espeta, pero detecto una nota burlona en su tono tranquilo—. Apuesto a que es muy obediente.

«Oh, carajo. Viejo del carajo»

—Debe serlo —Seokjin puntualizo—, para eso se le paga.

—Me gustaría saber su opinión, si me permites.

Mi ceño se frunce en confusión a raíz de lo que el mayor dice; Seokjin, por su parte, hace un gesto con la mano, aprobando su petición.

—Aquí, hijo, acércate —Wooshik habla, y al mismo instante señala varias fotografías que están desparramadas en el escritorio del jefe—. ¿Cuál te resulta más llamativa?

Analizo velozmente y trago saliva al darme cuenta que se trata de bocetos de invitaciones para la boda de Yunbi y Seokjin. Miro de reojo al doctor y me inclino un poco hacia la mesa.

—Me gusta esta —apunto con mi dedo al tercer borrador, cuyo color púrpura me resulta más que atractivo y adecuado.

Sé cuál es la intención principal de este hombre al pedir mi inservible opinión, por supuesto que sí. No necesito estar dentro de su mente para saber que él cree que está hiriéndome al mostrarme las invitaciones de una boda falsa.

«Doctor imbécil» Repite la vocecilla en mi cabeza. «No me gusta tu hija lesbiana, me gusta tu yerno homosexual»

—Buena elección —Wooshik me sonríe con aire engañoso antes de agregar—: Te lo dije, Seokjin, todos amarán esta... Tu asistente puede confirmarlo.

La intención del vejete es sonar divertido, pero Seokjin y yo estamos más serios que nunca... Incómodos.

Mis manos cruzadas detrás de mi espalda comienzan a sentirse sudorosas. Se está burlando de mí en mi cara y no hay nada que pueda hacer frente a ello.

—Ve a llamar a la asistente de mi prometida y dile que me envíe lo que ya debería haber enviado hace más de veinte minutos —Seokjin dice, y yo me esfuerzo por ignorar su tono mandón.

Por educación y respeto efectúo una reverencia delante del doctor antes de retirarme del despacho.

El miedo y la paranoia intentan controlarme una vez que me encuentro sentado en mi escritorio, y me es imposible controlar a mis manos ya que automáticamente tienden a cubrir mi rostro. En un intento de pensar con la cabeza fría, no puedo evitar soltar varias maldiciones por lo bajo.

A pesar de que me esfuerzo por lograrlo, no soy capaz de hacer nada para aminorar la sensación de zozobra que me embarga y, de pronto, las ganas de llorar regresan.

Wooshik se retira cuarenta minutos más tarde de la oficina de su yerno falso, y justo antes de marcharse me dedica una mirada disimulada pero cargada de aprobación. Parece que mi distanciamiento, tanto con Seokjin como con Yunbi, le ha resultado muy satisfactorio al renombrado cirujano.

Pero eso no me consuela en absoluto. Eso no me quita de encima la espantosa sensación de incomodidad y paranoia que llevo en mis hombros desde el inicio de la semana. Sé que, a donde sea que vaya, puede que haya alguien espiándome... Y eso es una mierda.

Son casi las cinco de la tarde cuando Seokjin vuelve a llamarme... Y yo vuelvo a desear, por segunda vez en la jornada, desaparecer de la faz terrestre.

Mis piernas largas caminan sin prisa hasta llegar a la oficina del dueño del edificio donde trabajo.

—Cierra la puerta —ordena apenas me ve.

Muy a mi pesar, obedezco. Y automáticamente empiezo a experimentar un temblor en mis rodillas.

— ¿Qué sucede? —Pregunto, sabiendo de antemano cuáles son las intenciones de Seokjin—. Estoy algo ocupado ahora, ¿puedo volver después?

Su cabeza se ladea ligeramente, en señal de incredulidad.

—Lo que sea que estés haciendo, puede esperar un poco —espeta y, tal como esperaba, lo siguiente que hace es palmear su regazo—. Ven aquí.

—Jin, de verdad, no es el momento —insisto, cruzándome de brazos.

El semblante de Seokjin se vuelve severo de un segundo a otro.

— ¿Qué pasa, niño? —Inquiere, con una nota molesta y cansada en su tono agudo de voz—. Llevas toda la maldita semana evitándome. Te vas sin despedirte, parece que odiaras hablar personalmente conmigo, te demoras una eternidad en contestar mis llamadas y a veces ni siquiera me atiendes... —Espeta a modo de reproche—. ¿Hay algo que deba saber?

Los nervios repentinos que me invaden forman un nudo en la boca de mi estómago. Pese a esto, me obligo a replicar con la mayor tranquilidad que puedo:

—No. Simplemente estoy ocupado y un poco exhausto.

El gesto de Seokjin pasa de la seriedad a la preocupación en un abrir y cerrar de ojos.

— ¿Necesitas tomarte unos días de descanso? —Cuestiona con real interés—. Solo debes decírmelo.

—Estoy bien —tajante, afirmo—. ¿Vas a querer café, sí o no? Debo seguir organizando tu boda.

Mi contestación parece indignarlo al máximo, por lo que se inclina hacia adelante antes de volver a hablar.

— ¿Qué demonios, Jungkook? —Vocifera, notablemente enfadado—. Dime ahora mismo qué mierda te está pasando. Tú no eres así.

«Por favor, detente»

— ¡No me pasa nada, carajo!

El silencio que le sigue a mis palabras es tenso y tirante. Él parece sorprendido y aturdido en partes iguales.

—Vigila tu tono —advierte con calma—. Habla conmigo, por favor.

Experimento una enorme sensación de culpabilidad cuando poso mis ojos en los de Seokjin. Puedo confirmarme, entonces, que ambos estamos enojados ahora mismo. Y aunque yo deseo más que nada explicarle y él quiere entender qué sucede, no puedo decir nada. Kang Wooshik no ha vuelto a estorbarme en toda la semana, lo cual es algo bueno y que no debo modificar.

—No tengo tiempo para esto —escupo y niego con la cabeza en una negativa furiosa—. Cuando quieras pedirme algo, llámame.

La amplia palma de mi contrario choca bruscamente contra su escritorio, dando como resultado un ruido seco y consistente.

—Estoy pidiéndote una explicación.

—Te dije que...

—Me dijiste una mentira —me interrumpe—. Sé que ocurre algo.

Los dos nos quedamos mudos. Mi ceño se frunce con tanta fuerza en una expresión furibunda, que mi cara empieza a dolerme un poco.

— ¿Estás molesto por el bebé?, ¿lo pensaste mejor y te enojaste?... —Empieza a especular, y automáticamente mi corazón se estruja con fuerza—. ¿O te molestó lo que Wooshik dijo? Estás enojado porque Yunbi y yo debemos casarnos, ¿verdad? —Me mira, tratando de descifrar lo que sea a través de mis ojos—. Tiene que ser eso.

No. Por supuesto que no es eso. Él no puede enterarse de lo que realmente ocurre y yo tengo que idear algo ahora para que esto se detenga.

Pero conozco a Seokjin; no va a parar hasta satisfecho con una respuesta...

—Esto es estúpido —musito y, sin previas explicaciones, me doy la vuelta con la idea de retirarme.

Escucho que Seokjin se pone de pie a mis espaldas.

—Si te atreves a cruzar esa puerta...

Preso de un arranque de enojo, dolor y frustración, me giro nuevamente hacia él.

— ¡¿Qué?! —Le grito—, ¿me vas a despedir?

— ¡¿Qué mierda te sucede?! —Grita de regreso.

El coraje se apodera de mi cuerpo a una velocidad imparable. Mi pulso se acelera ligeramente, mi mandíbula se tensa, mis puños se cierran con brusquedad y, de pronto, tengo la necesidad de golpear algo.

Todo se arremolina en mi pecho de una manera tan abrumadora, que el repentino escozor que siento en los ojos me avisa de la presencia de lágrimas.

— ¡Estoy interesado en alguien más!

«¡Imbécil!, ¡¿cómo puedes decirle eso?!, ¡¿por qué no puedes elegir una mentira menos dañina?!» Mi subconsciente me reprocha disgustosamente.

Cuando me doy cuenta de que he cruzado la línea, también caigo en cuenta de que es muy tarde para retractarme.

Un destello furioso surca la expresión de Seokjin, pero desaparece tan pronto como llega. Es entonces cuando una ola de inconfundible pena se apodera de su bello rostro; puedo jurar que hay un brillo dolido en su mirada, que se combina con su mandíbula tensa para darle un aspecto... Desarmado. Herido. Incluso hostil.

Ninguno de los dos nos movemos ni emitimos sonido alguno por aproximadamente dos minutos. Solo soy capaz de observarlo, analizarlo, y confirmarme una y otra vez que la he cagado de una manera monumental.

La intensidad en la mirada de Seokjin no me resulta para nada reconfortante y, cuando siento que las lágrimas amenazan con abandonarme en breve, decido darme la vuelta para que él no pueda ver esta reacción débil de mi parte. Estoy temblando. Esta tortura es insoportable.

—Quieto ahí —Seokjin pronuncia, y su voz profunda parece más estable y dura que nunca—. Ve a buscar a Hoseok y dile que venga. No permitas que nadie entre aquí. Muévete.

Doy todo de mí en este momento para reprimir un sollozo y asiento, estando de espaldas a él.

Salgo disparado del despacho y me cubro la boca con mis manos para ahogar el sonido que está a punto de abandonarme. Afortunadamente, Nahyun sigue fuera haciendo trámites y no es testigo de esta horripilante situación.

Un par de lágrimas traicioneras se deslizan por mis mejillas y las seco con rapidez con el dorso de mi mano mientras voy hasta el departamento de moda dando largas y rápidas zancadas. Mi mente, mientras tanto, no deja de repetirme que me merezco esto por la horrible decisión que tomé en el momento que le dije eso a Seokjin.

—Señor Jung —me anuncio, tratando de que mi voz no suene tan afectada—. Seokjin– Seokjin quiere verlo en su oficina inmediatamente.

Hoseok levanta la mirada y su ceño se frunce antes de soltar un suspiro cargado de cansancio.

— ¿Qué es lo que quiere ahora?

—No lo sé —contesto, aunque me duele saber que sí sé lo que Seokjin quiere—. Solo me ha pedido que venga a buscarlo.

El hombre me analiza con cautela y deja el boceto que está haciendo.

—Cariño, ¿te encuentras bien? —Pregunta con genuino interés—. Pareces agitado y estás rojo.

Me esfuerzo por levantar las comisuras de mis labios.

—Sí, estoy bien.

Creo que mi respuesta no logra convencerlo, pero tampoco parece estar de humor como para interrogar más.

—Ya voy —dice—. Gracias.

Una reverencia es lo último que le dedico antes de hacer mi regreso de vuelta al escritorio que me corresponde.

Y Hoseok no se demora en pasar frente a mí para ingresar a la oficina de Seokjin, cerrando la puerta detrás de él.

Quiero, más que nada, poder respirar adecuadamente y enfocarme en las cosas pendientes que todavía tengo. Pero me resulta imposible, sabiendo lo que está ocurriendo dentro de ese despacho ostentoso... Me lo merezco y no puedo culpar a Seokjin por reaccionar de esa forma, lo sé..., de todas formas, todo duele como el carajo.

Las lágrimas arden en mis ojos con tanta fuerza que tengo que parpadear muchas veces para alejarlas. Pero hay algo positivo para destacar en todo esto, y es que no llevo ni una gota de maquillaje en el rostro. De lo contrario, ahora mismo sería un mapache.

Me froto los ojos con frustración, con la intención de eliminar cualquier rastro de humedad en ellos, pero no es suficiente.

Furor, irritación, angustia... Todo se mezcla en mi pecho con tanta violencia que no puedo pensar con claridad. Solo estoy seguro de una cosa, y esa es que debo salir de aquí.

Mis piernas se sienten débiles, pero eso no me impide avanzar por las instalaciones de la empresa hasta que llego a uno de los baños. Me encierro en uno de los cubículos y me siento en el suelo recién lavado del mismo. Me resulta imposible evitar golpearme la cabeza una, dos, tres veces contra el panel gris mientras maldigo en voz baja.

Del bolsillo de mi pantalón oscuro tomo mi teléfono celular, sintiendo cómo lágrimas gruesas y pesadas me nublan la visión, y una insoportable quemazón se apropia de mi garganta mientras busco el número de Hyanie.

Pero mi madrastra no atiende a mi llamada. Y no me molesto en intentarlo otra vez, ya que seguramente se encuentra en el trabajo.

Estando delante del lavabo, mis manos se juntan debajo del grifo para reunir suficiente agua y echármela en la cara, para retirar —o hacer el intento— el aspecto deprimente que he conseguido. Dicha acción no es de mucha ayuda, porque mis ojos permanecen hinchados y algo enrojecidos.

Mi corazón da un brinco cuando comienzo a escuchar la voz de Seokjin. Mis tímpanos no se confunden... Él está gritando.

Me apresuro a salir del baño luego de secarme el rostro precariamente y camino de regreso.

La imponente figura de Seokjin aparece en mi campo de visión, al tiempo que me doy cuenta de que le está gritando a una de mis compañeras. Una oleada de pura y latente indignación me embarga al observar la escena; la mujer está cabizbaja y pidiendo disculpas en todo momento, mientras recibe sin protestar los gritos de su jefe.

— ¡No puede simplemente haber desaparecido! —Vocifera.

En medio de su griterío histérico, se gira, y entonces sus orbes encuentran los míos.

— ¡¿Dónde mierda estabas?!

Trago saliva, pero no me permito apartarle la mirada. Me digo a mí mismo una y otra vez, que no debo dejar que sus exclamaciones violentas me afecten.

—En el baño.

—En el baño —repite con gracia y su mandíbula se aprieta—. ¿Todo esto te parece un chiste?

Está furioso, eso es claro. Pero me mira como si yo fuese un mal chiste y eso solo logra que la irritación se dispare en mi sistema.

Bajo la mirada antes de replicar.

—No.

Seokjin da un paso adelante, acortando aún más la distancia entre nosotros.

—Mírame cuando te hablo.

Alzo la cabeza y vuelvo a detener la vista en él. Ya no hay nada en mi poder para evitar que note mi expresión herida.

—Estoy mirándote —murmuro.

Una mueca llena de sarcasmo y enfado tira de las comisuras de sus labios.

— ¿Estás llorando? —Cuestiona con aire burlón—. Esto sí que es divertido. No vuelvas abandonar tu puesto o te despido, ¿entendiste?

—Necesitaba...

«Respira, Jungkook» Me implora la vocecilla en mi cabeza. «Dile que sí a todo y te dejará tranquilo»

—No me interesa —me interrumpe—. Te pago para que hagas tu trabajo y es lo que menos haces. Crees que esto es un circo inútil, nunca lo tomaste en serio.

Niego con la cabeza desesperadamente.

—Yo estaba...

— ¡Me importa una mierda lo que estabas haciendo!

En ese momento, siento que ya no tengo el control de mi propio cuerpo. Siento que he entrado en un trance y que los impulsos que tanto me esfuerzo por contener siempre, se adueñan de todo lo que soy.

Mi mano se cierra, se aprieta en un puño y se levanta. Mi respiración se atasca por un instante y una ola de gritos ahogados se escucha en la oficina.

Seokjin abre los ojos, atónito.

Y por más de que quiero golpearlo, no lo hago.

— ¡Vete al carajo! —Finalmente, exploto—. ¡Renuncio!

Se re pudrióó se re pudrióó
Nos paramo' re de mano
Nomentira, *se va a un rincón a llorar*

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