"Tendencia + Torpeza" (Adap.)...

By jjkkbunie

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En donde Jungkook no tolera a su reconocido jefe y Seokjin estรก harto de su torpe asistente. ๐ŸŽ–#1 btsstory โ–ช0... More

โ€ข Sinopsis โ€ข
โ” Prรณlogo โ”
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By jjkkbunie

Cuando miro con cautela a mi jefe mientras conduzco el costoso vehículo, vuelvo a rodar los ojos y no puedo evitar soltar un bufido cargado de molestia.

Quiero mostrarme enojado, pero no es posible cuando él realmente me ha permitido manejar su coche. ¡Nunca estuve al volante de un auto tan lujoso!

Una vez que logramos salir de la caótica Seúl, cargada de tráfico y bocinas resonando en la autopista, comencé a conducir sin rumbo fijo. Ahora mismo nos encontramos en Gyeonggi, la provincia vecina de la capital y donde las playas son el paisaje más relajante, según mi criterio. Al ser un día de semana casi no hay gente disfrutando de las tibias aguas y eso está a nuestro favor, definitivamente.

La ventanilla de Seokjin está completamente abajo y él aprecia la vista natural casi tanto como a su maldito teléfono del trabajo.

—Deje de preocuparse, por el amor al carajo. Su fortuna no va a evaporarse solo porque se tomó un día libre —le recuerdo, pero suena más bien a un regaño.

—Tuve que cancelar una cita con el representante de Adidas por tu culpa.

— ¡Siempre le cancela las citas a la gente de Adidas! —Vocifero y lo miro—. Todo el país sabe que usted prefiere Nike y Fila.

—Eso es estúpido —murmura—. Y mantén la vista al frente, te mataré si chocas mi auto. De hecho, deberías frenar y dejarme conducir a mí. Es lo que corresponde.

— ¿Con esa mano así de lastimada? No, señor.

Seokjin hace burla de mis dichos, haciendo uso de un tono agudo e infantil.

— ¿Le duele? —Pregunto, ignorando su sarcasmo.

—No. Aunque debería cambiarme la venda.

—Sí, y también ducharse —bromeo, y automáticamente siento una mirada asesina sobre mí—. Es broma, es broma.

—Huelo muy bien —se defiende, molesto—. No me he duchado hoy, pero huelo muy bien. De eso estoy seguro.

— ¿Y durmió?

El silencio de Seokjin contesta a la pregunta que he hecho.

—De acuerdo —digo, aclarando mi garganta—. Conozco un motel por aquí, pararemos para que pueda dormir un rato.

— ¿Puedo tomar algunas fotos en la playa antes?

Una risa se me escapa al oírlo.

—No tiene que pedirme permiso, jefe.

Las cejas del hombre se elevan con sorpresa para sí mismo antes de murmurar «es cierto».

Aparco el Hyundai en el pequeño estacionamiento con el que cuenta el motel que es tan familiar para mí, pues siempre que necesitaba un respiro de la universidad, venía a pasar la noche aquí. Es uno de mis lugares favoritos del país. Las habitaciones son simples y no cuentan con nada extravagante, solo lo básico; un baño, una pequeña cocina, cama y televisión. Pero la vista al mar es increíble y el trato del personal es impecable.

—Ya vengo —me informa Seokjin con su teléfono en manos y colocándose la capucha de su hoodie gris.

—No se pierda —le digo con gracia, y aunque rueda los ojos, sé que ha sonreído debajo del barbijo que lleva.

Veo que el hombre vestido totalmente informal observa a ambos lados de la calle antes de cruzar para dar con la playa y, en ese momento, comienza a tomar fotografías al paisaje con su móvil.

Me pregunto cuándo fue la última vez que él se tomó un respiro de sus responsabilidades y problemas personales.

Voy a la recepción del motel para pedir una habitación y me dan acceso a una del segundo piso. Pago lo debido, agradezco a la amable señora que me ha atendido y salgo de la oficina. Vuelvo a mirar hacia el horizonte solo para reencontrar a Seokjin justo donde estaba hace cinco minutos, salvo que ahora, las nubes blancas y esponjosas del cielo son el objetivo de su cámara telefónica.

No me toma más de treinta segundos llegar hasta donde se encuentra y situarme a su lado, pero a él poco parece interesarle mi presencia. Está tan ensimismado en la playa y los colores que el cielo regala a esta hora que una jubilosa y extraña sensación me recorre de pies a cabeza.

— ¿Cómo sabías de este sitio? —Pregunta luego de capturar unas cuantas imágenes.

—Es mi escondite cada vez que estoy teniendo una crisis. Pensé que tendría el mismo efecto en usted.

—Acertaste a la perfección, niño —contesta con una expresión gentil y hace una pausa antes de volver a hablar—. ¿Trajiste a tu prima aquí?

De repente, mi corazón parece saltarse un latido para reanudar su marcha a un ritmo veloz y ansioso. Mis labios se entreabren por sí solos y mi mirada se posa en Seokjin, quien parece estar disfrutando del cortocircuito que acaba de producirme con tan solo una pregunta tonta.

Como no soy capaz de contestarle con palabras concretas, así que Seokjin suelta una carcajada ruidosa.

—Niño atrevido —murmura.

—¿T-Tiene hambre? —Mi intención es cambiar de tema, pero gracias a la pregunta estúpida y el tartamudeo, solo he logrado coronarme como un completo idiota.

—N-No, no t-tengo h-hambre.

Mientras él se ríe, yo no puedo evitar darle un golpecito en el brazo. El imprevisto pánico me invade cuando me percato de que lo he tocado, pero me relajo nuevamente al darme cuenta de que Seokjin no se inmuta ni un poco. Su semblante y su humor, por lo que veo, mejoraron considerablemente.

Una vez que estamos delante de la puerta de la habitación, hago uso de la llave que me proporcionaron minutos antes para abrir la misma. Dejo que Seokjin ingrese primero para poder atraparlo, en caso de que se desmaye por la humildad del lugar.

Sin embargo, eso no ocurre. Sus ojos curiosos escanean la estancia mientras se encuentra cruzado de brazos.

—No es un hotel de mil estrellas como usted acostumbra —digo con cierta timidez—. Pero es cómodo y acogedor, ¿verdad?

—Así que esto se siente no tener millones en la cuenta del banco —espeta, aun observando la habitación.

—Váyase directo al demonio.

—Me gusta —admite vagamente—. Si debo ser honesto, tengo tanto sueño que podría dormirme en un callejón.

—Duérmase. Yo iré a llamar a Nahyun para saber qué tal está y si necesita algo.

—No —espeta con firmeza, y me volteo lentamente para encararlo—. Estuviste toda una maldita hora regañándome para que no piense en el trabajo. Si yo no me preocupo por mis obligaciones, tú tampoco.

Mi mirada se enfrenta con la de mi jefe por unos instantes, pero la intensidad que hay en sus ojos solo logra que me sienta intimidado y más torpe de lo que ya soy.

—Bien —contesto desganado.

—Hubieras pedido una habitación con dos camas —dice, aunque no suena a un reproche.

—No tengo sueño.

Seokjin se encoge de hombros y, como acto seguido, se quita el buzo gris para doblarlo y dejarlo en una de las dos sillas con la que cuenta la habitación. Después de ello, va directo hacia la cama matrimonial y se refugia debajo de las sábanas verdes.

—Hay Wi-Fi aquí. No es un motel tan pobre como pensaba —mi jefe comenta en voz baja y con sarcasmo en su máxima expresión, mientras se entretiene con su móvil.

Ruedo los ojos al mismo tiempo que tomo asiento en una silla.

—Deje ese teléfono y duérmase.

—Estoy publicando en mi Instagram la secuencia de nubes que tomé recién. Han pasado tres meses desde la última vez que subí algo ahí.

—Creo que sus seguidores desean ver fotos de su cara, no de nubes —puntualizo y hago una mueca agraciada.

—Buen punto. Pero, de todas maneras, mis seguidores están muy atentos a todo lo que publico.

No puedo contener la expresión de amargura que se instala en mi rostro. Tomo mi teléfono y doy inicio a la aplicación mencionada.

—Eso es todo. Le daré unfollow.

— ¿Acaso me sigues? —Suena sorprendido, pero más que nada, intrigado.

—Sí. Pero ya no más.

La mueca peligrosa que se desliza en sus labios y el silencio que guarda luego de mi contestación me pone totalmente alerta. Mis ojos barren la extensión de su cuerpo hasta llegar a su cara, solo para comprobar que esa expresión pícara sigue ahí, fija en su rostro perfecto.

—Seokjin —espeto, con aire de regaño.

—Deberías poner tu cuenta privada —dice, pero ni siquiera se molesta en apartar la vista de la pantalla brillante de su teléfono—. Cualquier loco podría revisar todas las imágenes que publicas, ¿sabías?

Su declaración me pone la piel de gallina en un instante y una oleada de vergüenza me recorre entero. No demoro en ponerme de pie y trago saliva antes de hablar.

— ¿Acaso me buscó en Instagram? —Sueno más indignado de lo que pretendo—. ¿Acaso...?

— ¿Sabías que no está permitido tomarse fotos en el baño de la empresa?

Siento cómo el calor se apodera de mi rostro en ese momento y la única reacción coherente que salta a mi mente es arrojarme a la cama para intentar apartarlo de su dispositivo.

—Deme eso —gruño, mientras hago mi mayor esfuerzo por apropiarme del teléfono.

— ¿Por qué no subes fotos con tu prima? —Continúa burlándose.

Es entonces cuando dejo de forcejear contra él y lo miro seriamente, odiando cada centímetro de su sonrisa burlona.

—Mi prima y yo solo nos revolcamos cuando nos vemos, no tenemos tiempo para tomarnos fotos —suelto, y un segundo después me doy cuenta de la barbaridad que he espetado—. ¿Por qué usted no sube fotos con su novio Jung Hoseok?

Seokjin deja escapar un grito ahogado y se lleva la mano al pecho en ese gesto tan dramático y propio de él.

—Eso es tan grosero, Jungkook —contesta y aprieta su mandíbula—. Decir cosas heterosexuales frente a mí y, como si fuera poco, tener el descaro de decir que Hoseok es mi novio. Siento náuseas. ¿Acaso estás buscando que te despida?

Una risa suave abandona mis labios y me acomodo en el lado izquierdo de la cama de dos plazas, solo para vigilar que no continúe indagando en mi cuenta personal de Instagram. Seokjin me mira de soslayo, pero no se queja del atrevimiento que me he tomado.

—Ya basta. Deje de mirar mis fotos —mi voz apenas se oye y no logro entender por qué estoy tan asustado; no tengo nada comprometedor en mi cuenta.

Mi jefe está a punto de contestar, pero entonces es interrumpido por el sonido familiar que emite su teléfono, avisando de una llamada entrante. Al estar tan cerca de él, notifico el nombre de Hoseok saltando en la pantalla.

Para mi sorpresa, Seokjin rechaza la llamada y continúa stalkeándome.

Pero segundos después, Hoseok insiste una vez más, y el hombre que tengo a mi lado chasquea la lengua con molestia antes de repetir su decisión.

De pronto, siento que todo se ha vuelto tenso entre nosotros. Deseo preguntarle por qué ha decidido no contestarle las llamadas a su amante, y tengo que morderme la lengua para no hacerlo. Debo repetirme continuamente que no es asunto mío, no me debe explicaciones y no es mi problema.

Me doy cuenta de que Seokjin apaga su móvil y lo deja descansar en la mesita de noche que tiene de su lado antes de regresar la mirada al techo gris del cuarto que estamos compartiendo. Al no poder apartarle la vista de encima, no consigo calcular cuántos segundos pasan hasta que él se incorpora y suelta un profundo suspiro que denota malestar.

—No puedo hacer esto.

La confusión se expande por mis venas como miel derretida y mi entrecejo se arruga.

— ¿Qué cosa? —Pregunto, deseando entender.

—Volvamos —pide, aunque suena como una orden.

—Seokjin —espeto preocupado, y me incorporo también—. ¿Hice algo mal?

No me responde. Su expresión están en blanco, su rostro está pintado de indiferencia y eso me coloca al borde de un ataque nervioso. Sin embargo, el hombre vuelve a dejarse caer sobre el colchón y se pasa una mano por la cara, en un gesto exasperado.

Imito su acción.

—Por favor, dígame —le pido, sonando más suplicante de lo que tenía en mente—. ¿Hice algo mal?

Es en ese instante en el que me percato de lo cerca que estamos; sus ojos están abiertos y fijos en los míos, pero a diferencia de otras veces, no está tratando de intimidarme ni nada parecido.

El pulgar que se detiene en mi labio inferior me toma por sorpresa, pero no me aparto, ni alejo la mirada de Seokjin. Dejo que su dedo efectúe ligeros y suaves toques a mi labio, mientras que una revolución de pensamientos comienza a desatarse en mi interior.

Estoy tratando de ordenar el centenar de ideas encontradas que me invaden la cabeza mientras que él desliza su pulgar a las comisuras de mis labios, al tiempo que él se limita únicamente a observarme con un gesto suave que parece haber sido tallado en su rostro, como si yo fuese el ser más delicado que habita en el planeta.

—Niño —pronuncia, suave, ronca y serenamente—. ¿Puedo hacerlo?

En ese momento, un destello ansioso y desesperado se apodera por completo de mí, y me encuentro asintiendo con la cabeza como si mi vida dependiera de ello.

Seokjin inclina con lentitud su rostro hacia mí, aunque se detiene cuando nuestras narices se rozan delicadamente. Percibo que su aliento cálido se mezcla con el mío gracias a la diminuta distancia que nos separa, y estoy a punto de gritar por la euforia que arremete contra mí. Él, sin embargo, espera; como si estuviese dándome la oportunidad de arrepentirme, de retractarme.

Pero no lo hago. No quiero.

Aquello parece otorgarle más confianza y lo alienta a continuar con el acercamiento, llevándolo a otro nivel. Siento que mis manos comienzan a temblar.

El hombre elimina la distancia entre nosotros, pero no se atreve a hacerlo. Su respiración comienza a acelerarse en el instante que ahueca su mano derecha en mi rostro.

Entonces, me tomo otro atrevimiento. Uno más grande. Uno que jamás pensé que podría ser llevado a cabo por mí.

El roce de mis labios contra los suyos es —increíblemente— torpe, pero a él no parece molestarle. Percibo que una pequeña sonrisa leve comienza a tirar de las comisuras de sus labios, y la mano que tiene sobre mi rostro se desliza hasta mi cintura y me presiona con más fuerza contra su cuerpo, como si no tuviese suficiente de mí.

Finalmente, su boca atrapa a la mía con la misma intensidad con la que suele mirarme.

Y, por supuesto, sabe a café.

La lengua de Seokjin invade mi cavidad sin pedir permiso y él emite un gemido sorprendido en el instante en el que mi mano se aferra a su nuca. El hombre, ensimismado en el beso húmedo y hambriento que compartimos, se inclina un poco más sobre mí para que tengamos un mejor acceso a nuestras bocas.

La necesidad de rellenar nuestros pulmones con aire es la que nos obliga a separarnos y los jadeos de ambos se ocupan de rellenar la habitación.

Incluso se me paró, y no me refiero a la respiración.

Sin embargo, él parece no estar satisfecho. Estando prácticamente sobre mí, logra capturar mi labio inferior entre sus dientes y jala el mismo para luego succionarlo con lentitud, arrancándome un gemido agudo.

—Besas bien —puntualiza en voz baja y planta otro casto beso en mi boca.

Las palabras están ausentes; es como si mis cuerdas vocales estuviesen en detención, e incluso siento como si me hubiese olvidado de absolutamente todo lo que conocía. Ah, el poder de Kim Seokjin.

—Reacciona —me pide mientras me mira fijamente, y aprovecha para robarme un beso más.

Reacciono junto con una sonrisa tonta.

—Ese es mi niño —murmura con la voz ronca de la que es dueño, la misma que está consiguiendo hacerme perder la cordura.

—Otro beso —pido, careciendo de timidez.

Seokjin sonríe de lado antes de volver a presionar sus labios gruesos contra los míos.

Es entonces cuando noto que mira en dirección a mi entrepierna... Mi endurecida entrepierna.

Una mueca burlona se apodera de su rostro y se inclina hacia atrás.

—Juguemos un piedra, papel o tijera —suena tranquilo, pero su lenguaje corporal irradia lascivia—. El que gane, tiene el derecho de usar el baño.

Me es imposible contener la carcajada debido a su ocurrencia tan original y me apresuro a sentarme. Mi palma izquierda se abre, mientras que mi puño derecho golpea tres veces sobre su contraria, para luego formar unas tijeras con mi dedo índice y medio.

Seokjin enseña su palma ya que ha elegido papel, por ende, le he ganado. Festejo con una pequeña exclamación mientras que él se lamenta cubriéndose el rostro con las manos.

—No me tardo —le comunico mientras me levanto de la cama, con el fin de encaminarme velozmente hacia el baño de la habitación—. Lo prometo.

—Si yo soy el motivo de esa paja, quiero que tardes mucho.

Me muerdo mi labio inferior y debido a un impulso me veo obligado a frenar en seco. Me dispongo a revertir los tres pasos que di para regresar hasta donde él se encuentra sentado y, estando de pie, acuno su perfecto rostro en mis manos para luego inclinarme y besarlo una última vez.

Luego (y por fin) voy directo al sanitario para masturbarme como nunca en mi vida.

¡¡¡¡¡AL FIN PTMMMMMM
AL FIIIIIINNNNNN!!!!!!!!

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