"Tendencia + Torpeza" (Adap.)...

By jjkkbunie

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En donde Jungkook no tolera a su reconocido jefe y Seokjin estรก harto de su torpe asistente. ๐ŸŽ–#1 btsstory โ–ช0... More

โ€ข Sinopsis โ€ข
โ” Prรณlogo โ”
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๐„๐ฌ๐ฉ๐ž๐œ๐ข๐š๐ฅ #๐Ÿ: "El Niรฑo"

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By jjkkbunie

Mi día ha ido terrible.

Horas atrás tenía la esperanza de que la jornada terminaría pronto, pero es evidente que no podrá ser así. Sin embargo, no me molesta. De hecho, me emociona la idea de ver a Yunbi y Minjoo nuevamente y compartir tiempo con ellas.

A pesar que desde que Seokjin empezó su reunión virtual la oficina está hundida en un silencio sepulcral, no he podido dejar de pensar en lo ocurrido el día de hoy. No puedo quitarme de la cabeza todo lo que mi jefe me ha dicho y tampoco he podido despegarme de la sensación de humillación y molestia que me invade desde entonces.

Miro el reloj de mi teléfono por segunda vez en diez minutos, y la impaciencia por finalizar con el trabajo por hoy pincha en mi estómago.

Levanto la cabeza para mirar hacia el escritorio contrario a mí, y entrecierro los ojos al observar a Nahyun colocarse un labial rosado en su atractiva boca.

—Vas a tener una cita —afirmo, aunque no suena como un reproche. A pesar de que me ha regañado como nunca antes esta tarde, siento que la tensión entre ambos ya se esfumó.

Sé, sin embargo, que a ella le va llevar tiempo olvidarse de la escandalosa torpeza que hoy me dominó completamente.

Ella deja de retocarse el maquillaje para mirarme y, como acostumbra, rueda los ojos.

—No es cierto —murmura, al mismo tiempo confirmando mi teoría.

—Sí lo es —agrego—. Espero que te diviertas mucho poniéndome los cuernos.

Por primera vez en seis horas, ella me sonríe. Se pone de pie, toma su cartera Chanel y se acerca a mi escritorio. Nahyun besa la punta de dos de sus dedos y presiona los mismos en mi mejilla derecha.

—Siempre serás mi favorito. ¿Ya te vas?

—Seokjin me pidió que espere hasta que termine con su reunión —replico con seguridad, aunque percibo que mis orejas arden por estar mintiéndole—. Quiere hacer una revisión de su agenda de mañana.

—Buena suerte, entonces. Hasta mañana.

Una vez que ella se marcha, un largo suspiro brota de mis labios al quedarme totalmente solo en el piso. Vuelvo a chequear la hora, y de nuevo chasqueo mi lengua.

Veinte minutos después, finalmente, Seokjin sale de su despacho. No veo indicios que delaten que la reunión fue mal, sino que todo lo contrario; de todas formas, su gesto inescrutable le da un aspecto enfadoso... Lo de siempre.

—Hye enviará los artículos mañana a primera hora y Minjoo sí fue por Gwanhi —le comunico mientras lo sigo a una distancia prudente.

Él no dice nada, solo se limita a seguir avanzando hasta el ascensor que nos llevará al estacionamiento.

Una vez que nos adentramos en su vehículo —un BMW que probablemente cuesta más que todos mis órganos vitales—, Seokjin pone en marcha el motor para abandonar rápidamente el edificio y conducir en dirección a mi hogar. Al parecer, recuerda el camino muy bien.

De pronto, una idea asalta mi mente y la misma me lleva a mirar fijamente al hombre que conduce el costoso coche. Seokjin no se demora en notificar mi inevitable análisis.

— ¿Qué? —Dice con gracia, esforzándose por reprimir una risa.

No me había dado cuenta apenas lo vi salir de su oficina luego de la reunión que tuvo. Sin embargo, ahora que lo tengo más cerca, lo noto a la perfección. Está peinado; tiene el cabello perfectamente estilizado hacia atrás y un mechón rebelde pero adecuado cae delante de su frente. A eso, se le suma el riquísimo aroma a costosa loción que emana su cuerpo.

Si algo sé sobre Seokjin es que, al abandonar las instalaciones luego de un día agitado, él opta por no peinarse. Siempre lo veo con el cabello alborotado... Pero hoy es la excepción.

Y yo sé el motivo.

No puedo evitar reír con ímpetu mientras me cruzo de brazos en mi asiento.

—Permítame acabar con su ilusión —hago una breve pausa antes de agregar—: no creo que San esté trabajando hoy.

La carcajada que mi jefe expulsa llena el interior del coche y mi ceja izquierda se dispara hacia arriba mientras lo observo.

—Tengo esperanzas —contesta—. Debo darle una buena impresión.

—Él ni siquiera lee su revista. Ni usa Gucci.

—Mejor aún. Me encantan los desafíos.

Ruedo los ojos con auténtico cansancio y me mantengo de brazos cruzados hasta que llegamos a mi casa. Cuando Seokjin aparca justo delante del edificio, noto que echa un vistazo hacia el interior de la recepción y veo que golpea levemente el centro del volante al notificar que San no está.

Sonrío ampliamente, como si acabase de ganar la lotería.

—Se lo dije —le digo, disfrutando de la situación.

— ¿No me invitarás a pasar?

Mi ceño se frunce al tiempo que le pongo un freno a mi intención de bajar del coche.

—Solo tardaré un minuto.

—Me sentiré solo y abandonado. Además, Han acaba de romper mi corazón por no estar aquí.

—San —le corrijo en voz alta y no puedo evitar poner los ojos en blanco nuevamente—. Está bien, puede acompañarme si quiere.

Una vez que hablo ambos nos bajamos del vehículo y, de manera inmediata, las personas que se encuentran paseando por la acera no pueden evitar darle un intenso vistazo al impecable BMW que Seokjin posee. En esta zona no es muy común encontrar un auto tan lindo y caro.

Atravesamos las puertas transparentes del edificio y Shin, el padre de San, me recibe con una sonrisa. Pero cuando él mira por encima de mi hombro y se encuentra a mi acompañante, la sonrisa se le borra lentamente.

— ¿Es usted...? Jungkook, ¿él es...? —El hombre está totalmente atónito.

—Sí. Shin, te presento a Kim Seokjin, trabajo para él. Seokjin, le presento a Choi Shin... —Hago una pausa y me relamo los labios—. El padre de San, el muchacho del que le hablé.

La sonrisa del ogro aparece rápidamente y no se demora nada en estrecharle la mano al hombre.

—Es un placer conocerlo, señor —dice Seokjin.

—El placer es todo mío, no puedo creerlo —contesta Shin de vuelta y le creo totalmente—. Soy un gran admirador de su activismo social.

—Le agradezco muchísimo, señor Choi. Es usted muy amable.

Mientras soy testigo de la interacción entre ambos, llega a sorprenderme el hecho de que Shin sepa quién es Kim Seokjin pero San no.

—Los programas de televisión dijeron que será nombrado Embajador de UNICEF pronto —Shin le comenta, y aquel brillo de sorpresa aún sigue presente en su mirada—. Perdóneme el atrevimiento pero, ¿es cierto?

Una risa se le escapa a Seokjin.

—Si me permite ser honesto, UNICEF está en medio de un dilema. No están seguros de si nombrarme a mí o a mi esposa —contesta—. Todavía no nos hemos casado, pero estoy seguro de que esa será la causa de nuestro divorcio —bromea con naturalidad, haciendo reír a Shin también.

—Ambos son increíbles. Me disculpo por mi emoción, pero es un honor tenerlo aquí... Acabo de limpiar el ascensor, por cierto —ríe con cierto nerviosismo.

En la despedida entre Seokjin y Shin se repite el apretón de manos y yo soy el primero en llegar al ascensor, por lo que tengo que esperar unos segundos más por mi jefe. Me resulta imposible no sentirme ofendido... ¡Él trata tan bien a los demás! ¿Por qué conmigo no puede hacer lo mismo?

Una vez que mi jefe se adentra a la caja metálica y se sitúa a mi lado, aprieto el botón para que subamos hasta mi piso. La sonrisa de Seokjin no me pasa desapercibida.

El silencio se impone entre nosotros, pero a él no le toma más de quince segundos en romper con ello.

—Mi suegro es adorable —el orgullo se filtra en su voz profunda—, ¿no te parece?

—San tiene diecisiete años y usted más de treinta —le recuerdo, haciendo una mueca cargada de asco—. La idea es simplemente desagradable. Irá a prisión.

—Entonces, estás aceptando que tengo chances con él.

—No, porque San está muy enamorado de su novia —contraataco.

—Aguafiestas —Seokjin murmura—. Yo seré Miranda Priestly, pero tú definitivamente eres Merlina Addams.

Me esfuerzo por contener la carcajada, pero fracaso al intentar. Puedo sentir que la mirada de mi jefe se posa sobre mí antes de que también se ría durante unos instantes.

Es extraño. Kim Seokjin, ahora mismo, parece una persona totalmente distinta a la que estoy acostumbrado. Es como si estar en la oficina lo convirtiera en la persona con presencia dominante, rostro serio y que no tiene espacio para bromear o reírse. Pero fuera del trabajo, él es alguien... Agradable. Al menos un poco.

Una vez en el piso donde vivo, avanzamos por el pasillo y yo me enfoco en rebuscar en mi bolsillo por las llaves.

Cuando la puerta se abre, barro la extensión de la estancia con rapidez y me agradezco internamente por haber ordenado todo la noche anterior. Le permito el ingreso a Seokjin y él se limita a asentir con la cabeza.

—Buscaré mi pijama —le informo—. Póngase cómodo.

—Y ropa para mañana —añade.

—Cierto... —Susurro, para luego hacer una breve pausa—. Uhm, ¿le molesta si plancho mi camisa ahora? Solo tardaré unos minutos.

—Está bien —Seokjin contesta, aterrizando en el sofá central de mi sala—. Así que, ¿conoces al chico bonito desde hace mucho tiempo?

A estas alturas, la irritación comienza a generarme una picazón en las palmas. Puedo llegar a comprenderlo, porque San es muy apuesto... ¡Pero me tiene harto!

Me tomo mi tiempo para contestarle, ya que voy en busca del electrodoméstico para planchar mis prendas y, de soslayo, notifico que Seokjin está cruzado de brazos, con los ojos fijos en cada uno de mis movimientos.

—No puedo creer esto —suelto, en voz baja.

— ¿Qué cosa?

—Que usted realmente quiera seducir a Sanie —vocifero—. ¡Le he dicho que es menor de edad!

El sarcasmo en la risa que suelta solo me da a entender que eso no es un problema para él.

—Puedo esperar a ese muñeco todo el tiempo del mundo.

—Y también es heterosexual —le repito, ojalá por última vez—. Ya le dije que tiene novia.

Seokjin se encoge de hombros mientras hace un puchero.

—Puedo enseñarle a ese muñeco que el cielo en la tierra sí existe.

—Es más probable que Agust D comience a hacer canciones lentas y románticas a que San sea gay —digo con seguridad.

—Oh, vamos. Todos los hombres tienen una pizca de homosexualidad hoy en día.

Mi entrecejo se frunce mientras comienzo a arreglar mi camisa celeste y me tomo un instante para elevar la mirada hasta Seokjin.

— ¿Cómo está tan seguro?

—Porque todos los hombres de este país me encuentran muy atractivo.

Ante su respuesta, me quedo quieto y procesando la seguridad con la que ha hablado. Seokjin, mientras tanto, estudia mi gesto con sus orbes. Hay tanta intensidad en su expresión que por un segundo me siento intimidado, pero no dejo que aquello haga estragos en mí.

Vuelvo a mi labor al tiempo que una mueca arrogante tira de las comisuras de mis labios.

—No todos.

El terreno se queda en silencio por unos instantes.

— ¿No te parezco lindo, niño? —La pregunta suena despreocupada, pero también tímida.

Entonces, soy yo el que se toma su tiempo para responder... Porque simplemente no sé qué decirle. No quiero mentirle, pero tampoco alimentar su ego.

—No tendremos esta conversación —me limito a espetar.

—De acuerdo —asiente, y agradezco a todo lo vivo por el hecho de que él no insiste en una respuesta apropiada—. Pero quiero oír sobre ti, líder de la heterosexualidad juvenil. ¿Quién es la desafortunada que tiene tu atención actualmente?

—Muy gracioso —la ironía y amargura en partes iguales tiñe mi voz—. No tengo novia.

—Pero te revuelcas con Nahyun.

La naturalidad con la que habla de pronto me toma tan por sorpresa, que consigue que me queme levemente un dedo con la plancha.

— ¡¿Qué?! —Exclamo, medio indignado, medio asombrado—. Demonios, ¡no! Somos amigos, por el amor al carajo.

— ¿Realmente me crees imbécil?

—Ahora mismo sí, por pensar eso —contesto determinante, pensando que quizás así deje aquel disparate.

Seokjin se encoge de hombros.

—Me cuesta mucho creer que no lo han hecho en la oficina mientras yo no estoy.

—No todos somos como Seokjin y Hoseok... —Mi boca se abre con fingido dramatismo para luego mirarlo—. Oh, disculpe, olvidé por completo que usted está aquí.

Mi jefe ríe fuerte y auténticamente en respuesta.

—No me culpes por disfrutar del sexo —puntualiza—. Ya sabes lo que dicen; el sexo forma parte de la naturaleza, y yo me llevo de maravilla con la naturaleza.

—Deje de decir esa palabra. Me provoca arcadas.

—Apuesto a que estás en plena abstinencia —detecto un filo de desdén en sus palabras.

Una pequeña y nerviosa mueca se forma en mis labios cuando me animo a observarlo y notifico que él está muy atento tanto a mis acciones como a mis expresiones. La inquietud y un poco de ansiedad se arremolinan en mi torrente sanguíneo.

—No... tendremos... esta... conversación —me las arreglo para repetir.

—Bueno, niño, oficialmente despertaste mi curiosidad —Seokjin espeta, con una relajada sonrisa que me aterra—. Así que no me moveré de aquí hasta que me cuentes algo.

— ¿Algo sobre mi vida sexual? —Mis cejas se disparan al cielo—. Paso.

Las facciones de Seokjin pasan de la curiosidad a la sorpresa, para después convertirse en una intranquilidad que logra despistarme. El brillo en sus ojos, de pronto, deja en evidencia que parece estar aterrado justo cuando va a hablar.

—No eres virgen, ¿verdad? —Cuestiona con tanto cuidado que quiero reírme y llorar al mismo tiempo.

—No, no lo soy —contesto, y es como si el alma hubiese regresado al cuerpo de mi jefe—, pero... Simplemente me incomoda porque... Solo lo he hecho con una persona y... —Ni siquiera soy capaz de finalizar mi oración—. Olvídelo. Dejemos este tema aquí.

Pero olvidarlo no está en el lenguaje de Kim Seokjin.

— ¿Te incomoda el hecho de haberlo hecho con una sola persona o haberlo hecho con esa persona?

—Con esa persona...

—Por favor, dime que no te encamaste con una mujer casada —espeta apresuradamente y su gesto se transforma en pavor absoluto.

—No, no es eso —sonrío con una mezcla de diversión y vergüenza.

— ¿Entonces?

—Deténgase —dejo la plancha para cubrirme el rostro con ambas manos y ocultar el rojo intenso que se ha apoderado de mi cara—. Me voy a orinar encima.

—Está bien, tú ganas, no te impacientes —su expresión cambia de la curiosidad al entendimiento, y todo su cuerpo se relaja prontamente—. Te dejaré tranquilo mientras planchas tu pijama de conejito.

Mantae es el primero en recibirnos una vez que atravesamos la puerta que conecta el garaje de la mansión con el recibidor. Le sonrío al gigantesco animal y acaricio su cabeza suavemente; un instante después, Gwanhi se une, pero su dueño se apresura a alzarlo en brazos para saludarlo.

Aguardo a que Seokjin termine de mimar a su pequeño para que me indique que puedo avanzar, y me es difícil esconder la sonrisa que me causa ver al ogro de este modo... Es algo raro de creer, pero él sí tiene un lado mimoso.

—Camina —Seokjin espeta, pero no llega a ser brusco—. Las locas deben de estar preparando la cena.

Y no se equivoca. Una vez que llegamos a la enorme cocina, Yunbi y Minjoo aparecen en mi campo de visión.

—Eso huele bien —el jefe es en primero en hablar, y noto que Minjoo se sobresalta por el temor repentino.

— ¡Kookie! —Yunbi exclama alegremente y se acerca para abrazarme. Por supuesto, le correspondo a la muestra de afecto con la misma emoción.

—Sí, sí. También me da gusto verte, ángel —el sarcasmo de Seokjin sale a flote, mientras que rueda los ojos—. Mi día fue estupendo, gracias por preguntar.

Yunbi hace una mueca bromista y también abraza a Seokjin.

—Estamos preparando Bibimbap —Minjoo informa—. Me da gusto verte de nuevo, chico. A ti no, Seokjin.

—Se acabó, me mudaré a un lugar en donde sí me quieran y respeten —el papel dramático del hombre no fracasa al hacernos reír a los tres.

—No exagere —le murmuro.

—Tenemos que elegir la película para esta noche, ¿por qué no se ocupan de eso ustedes dos? —Yunbi nos dice a ambos, y el brillo tan dulce como ilusionado que hay en su mirada es, sin duda, lo más lindo de mi día.

Sin embargo, Seokjin y yo intercambiamos una mirada recelosa.

—Sí, no hay problema —me encargo de contestar, ya que mi jefe parece haberse quedado sin habla.

—Esos son mis chicos —Yunbi nos sonríe—. Vayan a ponerse sus pijamas, la cena estará lista en diez minutos.

—Cariño, estás olvidando algo —Minjoo le dice a su pareja.

—Oh, cierto.

No le tomo importancia al hecho de que la señorita Kang desaparece de mi vista durante unos instantes, pero comienzo a sentirme confundido cuando se acerca a mí con una dulce expresión que roza el entusiasmo. Veo, entonces, que ella tiene un sobre blanco en las manos.

—Toma. Esto es tuyo.

Mi ceño se frunce al tiempo que me siento desconcertado. Tomo el sobre de papel y, con apocamiento, abro el mismo procurando ser suave para no romperlo.

Es entonces cuando mi expresión pasa de la sorpresa a la felicidad absoluta en un segundo, solo para después convertirse en la negación misma.

Son los boletos para el crucero del que hablamos semanas atrás.

—No, no, no puedo aceptar esto —es lo primero que digo, una vez que el asombro me permite hablar—. Esto es... Demasiado. No puedo.

—Claro que puedes, anda, es para tus padres —Yunbi agrega—. Sé que tú hubieras hecho lo mismo por cualquiera de tus amigos.

—Sí, pero... Les pagaré. Prometo que les pagaré por esto.

—No creas que vamos a acceder a eso —la dama continúa—. Pueden utilizar estos boletos cuando quieran, tienen vigencia por dos años. Únicamente deben avisar con un mes de anticipación, ¿de acuerdo? De todas formas, todo está bien explicado en el folleto.

—Yo puedo acceder a que nos devuelva el dinero —Seokjin dice y Yunbi le regala una mirada llena de fastidio, mientras que Minjoo golpea su brazo.

Después del shock del momento, no tengo más palabras que de agradecimiento para ellos. De todas formas, Minjoo y Yunbi insisten en que no es necesario y prácticamente me obligan a ir a cambiarme.

En la cena que compartimos los cuatro reina el silencio debido a lo deliciosa que está la comida. El pensamiento pasajero de que Yunbi y Minjoo podrían haberse dedicado a la gastronomía y ser igual de millonarias asalta mi mente mientras degusto el riquísimo Bibimbap.

Cuando terminamos de comer, me siento completamente lleno. Veo que Seokjin se levanta para recoger las cosas de la mesa y me pongo de pie para ayudarlo, pero me murmura con determinación de que él puede encargarse solo.

Entonces, me sumo a la tarea de acomodar unos tres colchones en el centro de la espaciosa sala. Al parecer, Yunbi se toma muy en serio lo de las pijamadas.

— ¿Qué tal les fue hoy? —Minjoo se encarga en rellenar el silencio post-cena.

No puedo evitar ahogarme con el agua que me encuentro bebiendo.

—Uh. ¿Eso significa que tu día fue un desastre? —Ella bromea.

Cuando estoy a punto de contestarle, escucho la carcajada de Seokjin desde la cocina.

—Podría haber sido mejor... —Me limito a contestarle, y fracaso en el intento de esconder mi inquietud.

—Su querido "chico" me tiró un café encima —Seokjin espeta con firmeza y una pizca de burla—. Sin mencionar que previamente se encontraba haciendo una increíble pero desacertada imitación de mí.

— ¡Eso no...! —Mi boca se cierra rápidamente y bajo la mirada, porque sé que no puedo refutar—. Eso es cierto, sí.

Yunbi y Minjoo se miran por unos instantes y, cuando creo que van a expulsarme de su vivienda, ellas rompen en risas.

—Desearía haber visto eso —Yunbi dice, aún con la voz un poco afectada por las risotadas.

—No fue gracioso —Seokjin murmura al tiempo que regresa a la sala donde nos encontramos reunidos—. Me llamó Miranda Priestly.

Las damas vuelven a carcajear.

Mi jefe —con una expresión cargada de odio hacia mí— decide tomar asiento en el sofá y no en los colchones sobre el suelo. Sin embargo, él y yo nos ponemos de acuerdo para elegir "Dunkirk" de Christopher Nolan como la película que miraremos.

Una vez que el film comienza, Minjoo nos reparte un bol con palomitas y yo no puedo evitar estar maravillado con el exagerado tamaño de su televisión. Es casi tan grande como mi departamento.

Por la siguiente hora y media, el silencio vuelve a instalarse entre nosotros. En momentos específicos, solo resuenan gritos ahogados de Yunbi por los acontecimientos de la película y las situaciones extremas en la que se encuentran los protagonistas de la misma.

Cuando da por finalizada, Yunbi, Minjoo y yo pasamos aproximadamente diez minutos comentando nuestras opiniones sobre la cinta cinematográfica. Seokjin, por su parte, se ha marchado a la cocina para prepararse su café nocturno. Entonces, las chicas dicen que es una buena idea ver una película de terror.

La elegida por ambas es "Gonjiam", pero no resisten más de cuarenta minutos antes de caer dormidas sin darse cuenta.

Me veo obligado a abandonar los colchones cuando Minjoo, en medio de su profundo sueño, comienza a patear. Por detrás de mí escucho que Seokjin se ríe y, cuando le dedico una mirada molesta, él palpa el espacio disponible junto a él en el sofá en el que se encuentra ubicado.

Con el peor de mis ánimos y también mucho cuidado de no hacer un ruido que despierte a las damas, me levanto para sentarme donde me indicó, aunque manteniendo una distancia apropiada entre ambos.

— ¿Quieres terminar de ver esta bazofia? —Pregunta en voz baja.

—Definitivamente. Es interesante.

Seokjin chasquea la lengua y luego suspira profundamente.

— ¿No le gustan las películas de terror?

—Sí, las decentes —contesta con desdén—. No las mierdas como esta.

—Mi vida es una película de terror.

La carcajada que Seokjin suelta por sorpresa es tan ruidosa, que un impulso involuntario me lleva a cubrirle la boca con mi mano. Es entonces cuando el pánico me arraiga y abandono aquella acción rápidamente mientras digo un leve y tímido «perdón».

—Serás torpe, pero eres gracioso hasta el... Carajo.

— ¿Gracias? —Digo confundido, pero sonrío por su inusual halago—. La comedia está en mis genes.

—Seguramente. ¿Qué crees que hay en mis genes?

En este momento, un destello nervioso se apodera de mi sistema y, de pronto, me encuentro pensando algo rápido para contestar.

—Litros y litros de café —digo, y el alivio me invade cuando él se ríe—. Y talento para los negocios.

—No voy a negar nada de lo que dijiste, niño.

— ¿Puedo preguntar algo? —Me animo a expresar en voz alta mi deseo y él asiente prontamente—. ¿Cómo se le ocurrió ese apodo?

— ¿Niño? Bueno, la primera vez que te vi fue como estar delante de un crío que no conoce el mundo pero que tiene muchas ganas de averiguarlo. Y no me equivoqué.

El ruido de la película se transforma hasta convertirse en algo inaudible, pues Seokjin y yo estamos adentrados en nuestra propia conversación casual y fluida. Por primera vez desde que lo conozco, él se muestra muy interesado en todo lo que le cuento acerca de mi título universitario y las enseñanzas que me está dejando trabajar en su imperio.

—Por cierto. De verdad, voy a pagarles por los boletos que consiguieron —murmuro tímidamente—. Solo deme un poco de tiempo.

—Si quieres pagar de alguna manera, podrías pasear a Mantae los fines de semana —dice—. Mira a Yunbi; ella es pequeña y ese animal es una bestia. Incluso a mí me provoca contracturas cuando lo paseo.

—Puedo hacer eso —asiento, seguro y determinante—. Lo haré, cuente conmigo.

—Pero no les digas que yo te di esta idea.

Sonrío antes de contestarle que no lo haré.

— ¿Puedo confesar algo, niño? —Seokjin comienza y, automáticamente, toda mi atención se concentra en él—. No he dejado de pensar en lo que hablamos esta tarde. De verdad, despertaste al monstruo de la curiosidad que vive dentro de mí.

Una sonrisa cautelosa me asalta, pero bajo la mirada para tratar de ocultarla. Transcurren unos silenciosos segundos antes de que el aire empiece a llenar mis pulmones con lentitud, solo para descargarlos en un suspiro profundo.

Entonces, lo miro, y veo que sí, efectivamente hay curiosidad para nada discreta en sus facciones. Parece como si estuviese adivinando. Hay un brillo fisgón que no soy capaz de ignorar y es en ese instante en el que me doy cuenta de que, ahora mismo, me siento cómodo con él.

La imagen arrogante, fría y calculadora que generalmente tengo de él se ha esfumado por completo y se ha transformado en una que encuentro tan humana y real, que no puedo evitar sentir que él y yo tenemos algún tipo de compatibilidad. Algo en común.

— ¿De verdad le interesa tanto saber? —Pregunto, aunque sé la respuesta.

—Sí.

—Acérquese —espeto—. Se lo diré.

Un toque ansioso aparece en su gesto y un tinte nervioso tiñe su mirada. Pero, lentamente, se inclina hacia mi dirección, acabando con el espacio entre nosotros.

Mis labios están a una distancia mínima de su oído y puedo percibir el aroma dulce que su persona emana gracias a la colonia que usa.

— ¿No se lo dirá a nadie? —Susurro.

—Lo prometo —contesta. Está impaciente hasta el carajo.

—Mi prima Dae.

La lentitud con la que Seokjin se separa de mí me altera hasta el límite y puedo percibir la inquietante manera en la que el calor comienza a subir hasta mi rostro. Me resulta imposible no cubrirme el rostro con las manos.

— ¿Te cogiste a tu prima? —Cuestiona, pero sé que está burlándose.

—Ya basta. Se lo dije, ¿feliz?

Trato de no hacer caso a su mueca sugerente pero fallo, y no me demoro en otorgarle una mirada dura y seria.

—Lo lamento, lo lamento —dice, esforzándose por no reírse—. Lo que sucede es que cada día me sorprendes más, niño osado. No todo el mundo pierde la virginidad con su pr-

Nuevamente, vuelvo a cubrirle la boca con la mano, aunque esta vez no me molesto en quitarla con rapidez.

—Yo sé su secreto y ahora usted sabe el mío —espeto, bajando mi mano—. Ahora sí estamos a mano.

Seokjin se muerde el labio inferior por un segundo y luego relame los mismos con su lengua.

— ¿Quieres que te cuente otro secreto, niño?

La rapidez y avidez con la asiento usando mi cabeza me hace querer golpearme.

Es entonces cuando todo dentro de mí colisiona con violencia y, por más de que trato, no puedo ponerles un orden. La forma en la que mi jefe se acerca es tan incitador que incluso mi estómago se revuelve.

Puedo sentir su respiración justo sobre mi oreja antes de que hable.

—Me muero de sueño —su tono es tan sugestivo y ronco que me obligo a tragar saliva para no atragantarme.

—Aguafiestas —murmuro con gracia—. Apague la televisión, vamos a dormir... Quiero decir, usted a su habitación y yo a la de invitados...

—No tienes tanta suerte como para dormir conmigo —y con eso, me guiña un ojo antes de levantarse.

¿Opaaaaa que fue ese final Néstor?
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