Nuevo Mensaje:
"Kim Seokjin"
— Café.
Detesto mi completa existencia. Carajo.
¿En qué momento mi vida se convirtió en esta bazofia?, ¿cuándo fue que mis días se resumieron en proveer de café a este ogro astuto y apuesto?
Esto es tan irritante, incluso aunque la paga es buena.
Cuando me levanto, bufando y con una expresión digna de un muerto viviente, Nahyun dirige sus bellos ojos hacia mí y frunce el ceño.
— ¿A dónde crees que vas? —Suelta, mientras yo me coloco mi chaqueta.
Sin molestarme en abrir la boca para responderle, le enseño la pantalla de mi teléfono. Ella murmura un sutil «oh» y vuelve a sus tareas administrativas.
¡Ya es el segundo café que bebe en menos de dos horas! Este hombre del carajo se va a morir y yo voy a quedar desempleado. Maldito sea.
No me lleva más de quince minutos regresar al edificio con la bebida caliente y me dispongo a hacer mi ingreso al despacho del jefe.
Es entonces que noto algo raro en él, en sus rasgos faciales. Hay algo que no anda muy bien, Seokjin parece molesto, preocupado y decaído en partes iguales. No puedo evitar fruncir el ceño y pensar que esa cara larga se debe a la visita que recibió de su suegro.
—Aquí tiene —le digo, como si una parte de mí esperase un agradecimiento de su parte. Pero eso, por supuesto, no ocurre.
—Voy a necesitar un cambio de ropa para el final del día —espeta sin siquiera mirarme luego de tomar el vaso plástico cargado que le traje—. Llama a mi estilista de vestimenta. Me apetece un pantalón negro y una camisa blanca.
— ¿Es una broma? —Las palabras parecen saltar fuera de mi boca sin siquiera detenerme a pensarlas apropiadamente.
Entonces, me gano la pesada mirada del jefe. Se quita las gafas de marco negro y su entrecejo se arruga levemente.
— ¿Qué cosa?
El terror repentino que me invade forma un nudo en la boca de mi estómago. Carajo, ¿por qué siempre hablo cuando sé que no debo hacerlo?
—Quiero decir... —Comienzo, aclarando mi garganta para disimular mi nerviosismo—. Me refiero a que su traje azul está limpio, ¿no es así?, ¿qué hay de malo en él para que quiera cambiárselo hoy? Se ve increíble. Yo no me lo quitaría en un mes.
El hombre luce como si deseara estrellarme el puño en la cara, su expresión lo dice todo. Sin embargo, un destello delicado que roza lo tierno surca sus facciones, pero se marcha tan rápido, que no estoy seguro de haberlo visto realmente.
—Es demasiado formal —contesta, sonando relajado como siempre—. Saldré esta noche y quiero estar cómodo.
Cierto. Él verá a Yoongi hoy.
Aunque sé que le irrita darme una explicación, me pregunto por qué se ha tomado tal molestia.
—Sí, entiendo. Discúlpeme, no debí entrometerme. Llamaré a su estilista ahora mismo.
—Niño —me llama, por lo que me volteo hacia él.
— ¿Sí?
Otra –maldita– vez, esa mirada. Su vista está clavada en mí mientras me estudia desde abajo hacia arriba, hasta que se detiene en mis ojos, y puedo sentir cómo mi sistema activa la alarma de pánico total.
¿Por qué tiene esa costumbre del carajo? Es como si quisiera descubrir hasta el espacio más recóndito de mi alma cada vez que me mira así.
—Nada. Vete.
«Con mucho gusto»
Continúo con mis labores en el escritorio mientras tarareo una canción en voz baja. Afortunadamente, hoy es una jornada tranquila y plácida; todo se resume a responder a los e-mails que Seokjin recibe a su correo del trabajo y atender las pocas llamadas que desembocan en el teléfono de mi mesa.
Cuando le llevo el almuerzo a Seokjin -un filete muy cocido y una ensalada- a su oficina, él no se toma la molestia de apartar la vista de unos papeles que lee atentamente. Ruedo los ojos y le hago una burla con tranquilidad, sabiendo que él no me observa, y luego me voy a almorzar también.
Diez minutos después, regreso a mi puesto. Pero diez minutos más tarde, el jefe vuelve a aparecer.
—Me iré a una reunión con Hoseok, volveré en unas horas. ¿Llamaste a mi estilista? —Me pregunta.
—Sí. Dijo que enviará a su primer chofer dentro de una hora con las prendas que solicitó.
Seokjin asiente y creo que está a punto de agregar algo más ya que su boca se abre, pero parece abstenerse. Sin nada más para decir u ordenar, se retira de la oficina.
—Sí, claro. Una reunión con Hoseok —me comento a mí mismo en voz baja—. Una reunión de espermatozoides perdidos en acción.
— ¡Estoy tan orgullosa de ti, Kookie! —Mi madrastra vuelve a exclamar por séptima vez en lo que va de video llamada—. Trabajar en una compañía tan grande y prestigiosa te abrirá muchas puertas, cielo, ya verás.
—Eso espero. No veo la hora de salir de ahí —le contesto, prestándole atención a su dulce expresión que muestra mi pantalla.
Creo que soy la única persona en el mundo que sí mira a la persona con la que está haciendo FaceTime y no a sí mismo.
—Pero... Hace un segundo dijiste que te gustaba el trabajo... —La confusión se hace casi palpable en su rostro.
—Sí, me gusta —miento—. Pero estudié para otra cosa, Hyanie. Espero que esto sea suficiente para cuando vaya a aplicar a otro empleo y pregunten sobre mi experiencia.
—Lo entiendo, cariño. Como dije, este empleo te traerá increíbles oportunidades... Ahora, ¡cuéntame sobre él!
Ruedo los ojos con gracia y luego me cubro los mismos con mis manos.
—Tu amado Kim Seokjin es muy... Reservado —digo—. Y por si no te enteraste, hoy cambió de look. Ahora está azabache.
Un grito ahogado se escapa de los labios de la mujer y sus ojos se amplían con sorpresa.
— ¿Hablas en serio? Oh, por Dios, él es tan bonito. Todo le queda bien.
—Es bonito, y veintidós años menor que tú —le recuerdo, pero manteniendo un tono bromista.
—Ya sé, ya sé, Seokjin podría ser mi hijo. Pero él no me gusta de esa forma, simplemente lo admiro muchísimo.
Esbozo una pequeña sonrisa mientras la miro, pero por dentro siento cierta culpabilidad. Hyanie ve a Kim Seokjin como el más bello y puro de los seres, y no quiero borrar aquella suavidad de su cara diciéndole que, en realidad, el tipo es un engreído y un descortés.
— ¿Tú sabías que él está comprometido?
—Sí, hace más de un año —me dice, y darme cuenta de que ella está más informada que yo sobre mi jefe me hace reír—. ¿No te parece extraño que lleven tanto tiempo en la instancia de compromiso?
—Sí... Bueno, no —me encojo de hombros—, quizás tienen otros planes primero. Quizás quieren desligarse de las tradiciones.
«O quizás ambos son gays, mami»
—Su futura esposa es muy bonita —agrego.
Ah, Kang Yunbi me tiene atrapado en sus lesbianas manos.
— ¡Lo sé! Tiene un rostro angelical. Pero siempre que aparecen fotos de ellos juntos en eventos, Seokjin parece estar sufriendo —comenta y suelta una risa; yo, en cambio, trato de esconder el repentino espanto que me asalta—. En fin. Tu padre te extraña mucho, pero no más que yo. ¿Cuándo tienes tiempo para reunirnos a almorzar?
—Uhm, ¿qué te parece el domingo?
— ¡Perfecto! Ahora, cielo, ve a descansar. Y mucha suerte mañana.
—Sí, mamá. Buenas noches, te quiero. Saludos a papá.
Una vez que nuestra llamada finaliza, coloco mi teléfono a cargar y voy al baño para refrescarme antes de refugiarme en mi cama.
Mi cuerpo parece estar agradecido por el contacto con el colchón y me permito dar algunas vueltas hasta encontrar una posición cómoda que me lleve a la somnolencia.
Sin embargo, mi cerebro me juega una mala pasada cuando me comienza a recordar todo lo que debo hacer mañana en el trabajo; recoger las fotografías y la entrevista de IU para que Seokjin lo analice y apruebe, llamar a Adidas y decirles que Seokjin no podrá asistir a la fiesta del próximo fin de semana...
Oh, y recordarle al ogro todas las reuniones que tendrá. Productores de MNet acordaron una cita con él para una negociación; según entendí, ellos lo quieren como el presentador principal de la próxima premiación... Pero estoy seguro de que lo rechazará. Él no tiene simpatía para eso.
El imprevisto ruido agudo que emite el portero automático me hace saltar de la cama y abrir los ojos.
Me levanto, sintiéndome totalmente confundido. El reloj marca casi la medianoche.
— ¿Sí? —Digo al interfono que comunica con la recepción del edificio.
—Jungkook hyung, soy San. Lamento molestarte tan tarde, pero hace unos minutos apareció un tipo que creo que te busca.
— ¿Crees? —Repito, tratando de descifrar qué es lo que sucede—. ¿Está ahí?
—De hecho yo... Le permití pasar y le dije tu piso... Probablemente esté en el ascensor —San suena algo intranquilo, casi desesperado—. Por favor, no le digas a mi padre que dejé pasar a un desconocido, va a matarme.
—Relájate. Pero, explícame rápido, ¿qué te dijo el tipo?
—Parecía borracho. Dijo que buscaba a un chico de ojitos de Bambi, de cintura pequeña y alto... Pensé en ti cuando me dio esa descripción. Cuando mencioné tu nombre, el desquiciado se rio y aplaudió... ¿Quieres que llame a seguridad? O puedo ir a sacarlo yo mismo-
—No, está bien. Creo saber quién es.
—Por favor, no le digas a mi padre.
—Tranquilo, Sanie, no lo haré. Buenas noches.
—Buenas noches, Kook. Llámame si ocurre algo.
Cuando cuelgo el portero, todo en mi interior se revuelve a causa de la incertidumbre. Esto, definitivamente, no es normal.
Un escalofrío me recorre todo el cuerpo cuando me encuentro delante de mi puerta. Mi mente intenta con arrojar nombres al azar de posibles visitantes, pero yo sé quién está ahí.
Y eso me aterra.
Finalmente, abro la puerta que da hacia el corredor del quinto piso en el que vivo.
Finalmente, lo vuelvo a encontrar.
Ahí está -con una sonrisa tonta y los ojos entrecerrados cual borracho- el cabrón de mi jefe.
*Se muere*