"Tendencia + Torpeza" (Adap.)...

Oleh jjkkbunie

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En donde Jungkook no tolera a su reconocido jefe y Seokjin estรก harto de su torpe asistente. ๐ŸŽ–#1 btsstory โ–ช0... Lebih Banyak

โ€ข Sinopsis โ€ข
โ” Prรณlogo โ”
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๐„๐ฌ๐ฉ๐ž๐œ๐ข๐š๐ฅ #๐Ÿ: "El Niรฑo"

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Oleh jjkkbunie

La alarma de mi teléfono se dispara cuando el reloj marca las seis con treinta de la mañana y me despierto exaltado. Me apresuro a apagar la misma y me permito rezongar durante unos instantes, a la espera de que todo mi sistema reaccione para poder levantarme.

Mis ojos se abren ampliamente cuando recuerdo que no estoy en mi casa. Carajo.

Tímido y desconfiado de todo lo que me rodea, me incorporo. Voy hasta el baño personal de la habitación y, aunque me cuesta un poco entender el mecanismo a base de botones de la ducha, consigo que el agua artificial comience a caer.

Joder, este diseño es tan sofisticado y seguramente costoso. ¿Por qué no pueden tener grifos, como un baño normal?

Sin embargo, dejo de quejarme cuando el agua cálida y abundante humedece mi cuerpo. A diferencia de mi casa, no tengo que voltearme para que la ducha alcance cada rincón de mi figura.

A pesar de que me gustaría poder pasar más tiempo bajo esta increíble ducha, siempre he sido muy estricto a la hora de bañarme, porque detesto la idea de derrochar agua. Salgo de la mencionada y envuelvo una toalla en la parte baja de mi cuerpo.

Me visto con las prendas de Seokjin que Yunbi me entregó la noche anterior y le doy un vistazo al reflejo que ofrece el espejo. Me veo bien. Y no puedo evitar la sorpresa al notificar que mi jefe y yo somos básicamente de la misma talla. Creo, de todas formas, que yo estoy un poco más marcado que él.

Y aun así, él se atreve a llamarme niño.

Abandono la habitación lentamente, mirando hacia ambos lados del extenso corredor que conecta con las demás —y numerosas— habitaciones que posee el segundo piso de la mansión. En forma de un sonido no muy cercano, puedo escuchar que una ducha está en proceso, pero no sé de quién.

Bajo los escalones y la primera sonrisa del día se me escapa al ver que Gwanhi está esperándome en el inicio de los mismos, moviendo su colita peluda. De repente, Mantae se une a él y ambos aceptan con gusto mis caricias a sus cabezas.

—Hola, amiguitos —les murmuro, y el más grande me da un lengüetazo en la cara que me toma por sorpresa—. Yo también te quiero.

—Parece que estas dos criaturitas te han tomado aprecio muy rápido.

Me levanto de un impulso veloz al escuchar la voz suave de Yunbi y mi primera reacción es efectuar una reverencia en su dirección. Ella me sonríe y me hace una seña para que me acerque.

—Buenos días, Kookie-Kookie —saluda con aquella nota tierna tan particular de ella—. ¿Qué quieres desayunar? Puedo ofrecerte café, leche, té o jugo. O todo junto.

Suelto una risa, y sin que la dama lo note, mis orbes se dan el lujo de analizar rápidamente su vestido azul tan delicado como elegante.

—Café, por favor —replico, y trago saliva antes de agregar—. Hoy se ve preciosa.

—Gracias, cielo. Por cierto, ¿pudiste dormir bien?

Asiento a modo de respuesta y, al mismo tiempo, ella me entrega una taza que contiene café caliente.

— ¿A qué hora se supone que debes estar en la oficina del dinosaurio? —Yunbi interroga y chequea el horario en su reloj de pulsera—. Me iré en aproximadamente veinte minutos, puedo llevarte si quieres.

—Eso sería estupendo, señorita Kang. No sé cómo agradecerle toda su hospitalidad y amabilidad.

—Ya te dije, somos amigos. Y los amigos se ayudan, cuidan y quieren entre sí.

Sus palabras me roban otra sonrisa. Luego, levanto mi taza para que hagamos un pequeño brindis, aunque libre de alcohol.

Mi cuerpo –al igual que mi corazón– da un salto cuando notifico que Kim Seokjin aparece, puedo jurar, por arte de magia. Ni siquiera lo he escuchado acercarse. Le dedico una mirada disimulada y me sorprendo al verlo despeinado, considerando que él siempre mantiene su cabellera impecable y en orden.

—Buenos días, su majestad —Yunbi le saluda y le sirve un vaso cargado de jugo de naranja—. ¿Tienes esa cara de felicidad porque soñaste conmigo?

—No exactamente —Seokjin le responde con la voz más ronca de lo normal.

Yunbi rueda sus ojos con ironía y se da la vuelta para lavar todo lo que utilizó.

La hermosa dama tararea una melodía mientras lleva a cabo su tarea, pero el silencio está más que instalado entre mi adormilado jefe y yo. Sin embargo, procuro con todas mis fueras no hacerle notar cuán intranquilo me siento por su presencia a mi alrededor. Después de todo, esta es su casa, y yo simplemente fui un invitado.

—Llegaré tarde a la oficina hoy —Seokjin rompe el hielo y me dirige la palabra, aunque su tono indiferente me fastidia—. Recuerda ir a buscar el libro-

—Al departamento de arte y no dejar que nadie me dé excusas de nada —me atrevo a interferir en sus vocablos, para demostrarle que no soy tan despistado como seguramente piensa—. Sí, ya lo tengo memorizado.

Me percato de que Yunbi nos está observando a ambos con cierta curiosidad y una pizca de gracia, pero se ahorra los comentarios.

Por otra parte, Seokjin me estudia fijamente durante unos instantes, pero aparta la mirada y niega con la cabeza.

Otra vez, su actitud y su postura desprenden arrogancia por doquier. Y eso me enferma. Me muero por decirle que me gusta más siendo un sonámbulo porque se ve más humano y gentil, pero sé que no puedo cruzar esa línea. No es correcto. Por mucho que lo odie, él sigue siendo mi jefe y mayor que yo. Le debo respeto.

—Bueno, bueno —Yunbi (alias; muñeca de porcelana) vuelve a hablar y a captar mi atención—. Iré a despertar a mi apestosita y podremos irnos. ¿Ya estás listo, Kookie-Kookie?

—Sí. Sólo debo ir por mi teléfono.

—Genial... Oh, casi lo olvido: Seokjin, hoy tomaré tu auto.

Dicho aquello, la dama comienza a caminar en dirección a las escaleras y Seokjin abandona la silla a mi lado para ir tras ella a toda prisa. Por lo que consigo escuchar, él no duda en interrogar sobre cuál vehículo se llevará, pero ambos terminan riendo.

Ya tengo mi teléfono y mis zapatos puestos cuando la señorita Kang se esfuerza por hallar el manojo de llaves correcto. De repente, Seokjin se acerca a nosotros vistiendo una bata blanca.

—Que tengas un lindo día, mi ángel.

Abro la boca por inercia para responderle, pero la cierro rápidamente porque sé que no me lo ha dicho a mí.

Por fortuna, yo nunca seré su ángel.

—Igualmente, dinosaurio —Yunbi le responde, prosiguiendo a ponerse de puntitas para alcanzar y dejar un pequeño beso en la nariz de Seokjin.

—Volveré tarde hoy —comunica el hombre—. Iré a ver a Yoongi.

Por fuera, estoy callado. Por dentro, estoy gritando de la emoción por tan solo oír el nombre de mi rapero favorito.

—Dale mis saludos y no bebas si luego debes conducir —Yunbi le replica con una sonrisa amable y abre la puerta para pasar hacia el inmenso garaje de su propiedad.

«Y los míos, por favor»

—Niño —el jefe habla, y suena como un déjà vu para mis oídos.

Me detengo y me giro hacia él—: ¿Sí?

—Quiero que mi café esté esperándome cuando llegue a la oficina.

— ¿A qué hora llegará?

—Por favor, es muy temprano para que empieces con tus preguntas estúpidas. No sé cuándo llegaré.

Una punzada de rechazo me embarga, pero la empujo lejos y me digo a mí mismo que debo conservar la calma. Él es así, es esto; un ogro gruñón y mandón. Y jamás va a cambiar.

Pero eso no significa que yo no pueda defenderme.

—Seokjin, usted odia cuando su café está frío. Así que, si no sé a qué hora llegará a la oficina, no puede contar con que su bebida se encuentre tal como le gusta. Puede enviarme un mensaje cuando esté por hacer su arribo y yo con gusto iré a buscar su cafeína.

«Posdata: imbécil»

La mirada profunda que me dedica es tan indescifrable que me hace tragar saliva pesadamente, aunque me obligo a no romper el contacto visual que mantenemos. Sé que trata de intimidarme. Pero, al mismo tiempo, es como si se hubiese dado cuenta de que no estoy jugando.

—De acuerdo —finalmente habla y, para mi sorpresa, no suena como si estuviese molesto—. Te enviaré un mensaje.

«¡Gané!, ¡le gané al ogro!»

—Perfecto —sonrío por obligación.

Sin decir más nada, él se da la vuelta y desaparece de mi campo de visión.

Dejo escapar con lentitud el aire que ni siquiera sabía que retenía en mi interior, y giro sobre mi eje para encaminarme hacia el garaje donde Yunbi aguarda por mí.

Cuando veo el vehículo que la señorita ha elegido para este día, puedo entender por qué Seokjin se inquietó tanto al respecto. Es un BMW M6. ¡M6, maldición! Debe costar unos cien mil dólares.

—Cinturón de seguridad, por favor —ella dice una vez que me ubico en el asiento de copiloto, justo antes de poner en marcha el motor.

Sonrío ante su petición y la acato. Entonces, el lujoso coche de un atractivo rojo toma la carretera solitaria que nos conduce hacia la civilización y yo me distraigo analizando con más precisión los árboles que componen el bosque que escolta a la calle asfaltada.

Puedo comprender por qué eligen vivir en un lugar así, el silencio parece sanador. Y la paz jamás podrá agotarse en un lugar tan verde y fresco como este.

—Usted y Seokjin se llevan muy bien —digo, para llenar el ambiente con algo de conversación. Aunque el silencio con ella no es incómodo—. Lo siento, sé que soné grosero, pero no pude evitar notar aquello.

Yunbi se ríe en respuesta.

—Sí, nos llevamos bien. Es mi mejor amigo, aunque no me gusta decírselo porque odio alimentar su inflado ego —se encoge de hombros en un gesto casual—. Pero, eso no significa que no peleemos de vez en cuando.

— ¿Pelear? No puedo creer algo así. Es una persona encantadora, no me imagino a alguien enojado con usted.

Sueno como un auténtico enamorado, lo sé. Pero no puedo evitarlo. Yunbi es la dulzura personificada.

—Como todos en el mundo, somos humanos. A veces no tenemos las mismas opiniones sobre determinado asunto, y solo podemos arreglarlo mediante gritos histéricos.

— ¿Quiere decir que... Seokjin grita? —La sorpresa es evidente en mis vocablos.

A Yunbi se le escapa una carcajada y me mira por un momento.

—Claro que sí, ¿quién en su sano juicio no grita cuando algo lo enoja mucho? Yo lo hago incluso cuando estoy atascada en el tráfico.

El asombro me asalta por completo y, en mi mente, trato de visualizar cómo sería mi jefe gritando. La idea me resulta simplemente una locura. Seokjin podrá ser un cerdo mandón y exigente, pero en su campo es el mejor; apenas llevo dos días trabajando para él, pero sé que es un hombre con una autoridad relajada e incalculable.

De hecho, me resulta increíble la manera en la que él posee la compañía completa sin levantar su voz en ningún momento. Él demuestra que la llave elemental para el poder, es una actitud apropiada. Y Seokjin la tiene.

Lo odio. Pero es digno de admiración.

Yunbi detiene el coche justo frente a las instalaciones de Vogue Corea y me despido de ella. Antes, sin embargo, me pide que ya no la tutee y que la trate como si fuese mi hermana mayor. Le prometo que intentaré hacerlo.

Tal como el jefe pidió, lo primero que hago al llegar a la inmensa oficina, es ir al departamento de arte para buscar el libro. Allí, Jung Hoseok está degustando un té de manzanilla cuando me ve llegar. Ya no se nota tan incómodo por mi existencia y me dedica una sonrisa antes de darme el libro.

—Buenos días —saludo a Nahyun apenas llego a la sección donde nuestros escritorios se encuentran ubicados.

Veo que ella frunce el entrecejo con total confusión mientras me mira.

— ¿Qué te pasó? —Suelta sin contexto, desconcertándome un poco.

— ¿A qué te refieres?

—Te ves... Bien —agrega, sonando como si eso no fuese posible, al menos no de mi parte—. ¿Esa es una camisa Burberry?

—Sí, creo —le respondo con naturalidad y una sonrisa ladina se forma en mis labios antes de agregar—: Antes de que lo preguntes; no, no salgo con mis compañeras de trabajo. No me insistas.

Nahyun rueda los ojos, carente de ánimos, y su expresión se convierte en el fastidio absoluto. No puedo evitar reír.

—Niño torpe —murmura—. Ya te dije, eres muy pequeño para mí. Lo que sea que tengas en mente, no sucederá jamás.

Como contestación, le lanzo un sarcástico y volador beso. Noto que ella vuelve a rodar sus ojos al tiempo que centra su atención en la pantalla de la laptop que tiene delante, pero logro divisar que una pequeña sonrisa se filtra por sus labios rosados.

Entonces, Nahyun recibe una llamada que no dura más de veinte segundos. Cuando cuelga, sigue con lo suyo, pero no sin antes hablarme.

—Seokjin llegará tarde hoy. Era él al teléfono.

—Ya lo sé —contesto sin ni siquiera detenerme a analizar mis palabras.

Inevitablemente, la señorita enarca una ceja y levanta la cabeza para clavar sus ojos en mí.

—Quiero decir... Ya lo sé, porque acabas de decírmelo —una risa nerviosa se me escapa—. ¿Por qué él puede llegar tarde y su sueldo sigue siendo el mismo? Esta pirámide de mando no me gusta nada.

— ¿Porque es el jefe, quizás? —Contesta con desinterés—. Estás raro hoy, Jungkook.

—Yo... Es que... —Tomo una profunda respiración y pongo una mano en mi pecho, sacando a flote mi lado dramático—. Tu belleza, Nahyun, me abruma... Me desconcentra de mis obligaciones laborales.

—Niño muy torpe —repite sin mirarme, pero soy capaz de percibir la sonrisa en el tono de su voz—. Ponte a trabajar.

La obedezco y, sin embargo, nuestras risas siguen escuchándose.

Ojalá pudiera coquetear con las personas que de verdad me gustan, al igual que coqueteo con mis amigos y conocidos.

Son las nueve y media de la mañana cuando, finalmente, el jefe llega a la oficina.

Pero no parece la misma persona con la que desayuné esta mañana, no. Su imagen ha cambiado por completo.

Ahora su cabello se encuentra un poco más corto, teñido de un castaño a un negro profundo y las pequeñas ondas semi-definidas desaparecieron para dar espacio a su frente. Y para terminar de llamar la atención de todos sus empleados, el traje azul lo hace parecer como si fuese un aclamado actor de los años noventa.

Ah, joder. ¿A quién engaño? Él es atractivo.

— ¿Mi café? —Pregunta, parándose delante de mi escritorio.

—En su escritorio, señor.

Me analiza durante un instante más y noto que ladea una pequeña sonrisa.

—Cierra la boca, no quiero que ensucies tu teclado. —Espeta, con aire arrogante y divertido al mismo tiempo.

No soy capaz de responder por dos razones: la primera es que me siento totalmente avergonzado y la segunda es que él ya ha avanzado hasta su despacho.

Me encuentro rascándome la nuca en un gesto cargado de nerviosismo cuando vuelvo a escuchar su tranquila y profunda voz.

—Por cierto, niño. Ven aquí un segundo.

Mis ojos se cierran automáticamente, deseando con todas mis fuerzas poder desaparecer del universo en ese preciso instante. Sin embargo, me cargo de coraje para levantarme y adentrarme en su despacho.

—Cierra la puerta —él agrega mientras que, ya sentado, acomoda las mangas de su camisa blanca.

Obedezco, percibiendo la manera en la que la inquietud aumenta considerablemente dentro de mí.

Carajo. ¿Por qué me hace sentir tan nervioso estar cerca de este tipo?

— ¿Hice algo mal? —Es lo primero que brota de mis labios—, ¿le cayó algún cabello a su café? Juro que lo traje con la tapa puesta todo el camino.

Seokjin deja de ingerir la bebida caliente al momento en que digo aquello. Se queda quieto durante un instante, y luego niega con la cabeza, como si estuviese harto de mí... Quizás lo está.

—No, niño. El café está bien.

—Oh... ¡Oh! Qué alivio... Eso significa que no está enojado conmigo.

Repentinamente, el jefe tira su cabeza hacia atrás y suspira con profundidad. Continúa negando con la cabeza cuando abre un poco sus brazos y eleva sus manos.

— ¿Qué hice yo para merecer este castigo? —Dice.

Mi ceño se frunce con genuina indignación y me cruzo de brazos.

— ¿Solo me llamó para recordarme que soy una molestia en su perfecta vida?

—No, Jungkook. Te llamé para preguntarte si tienes algún álbum de Yoongi.

La respuesta natural de mi cuerpo es cubrirme la boca para tapar la sonrisa boba que me asalta.

La expresión en el rostro de Seokjin está cargada de agotamiento pero al mismo tiempo parece algo curioso. No me atrevo a apostar, pero creo que he visto un destello de incredulidad filtrándose en su simétrica cara. Vuelve a suspirar.

—Me llamó por mi nombre, me llamó Jungkook... —Espeto, mordiéndome la lengua para no chillar de la euforia—. No lo puedo creer.

—Maldita sea. Debo decirle a Nahyun que me recuerde a diario no volver a contratar a un niñito como mi asistente —comenta con una expresión tan actuada y escandalizada que debo reprimir una carcajada.

—Respondiendo a su pregunta... Tengo los dos primeros álbumes. Estoy tratando de conseguir el último, pero están agotados en cada tienda de la urbe. De todas formas, por supuesto, lo compré en iTunes. La noche en que el álbum fue publicado yo estaba–

— ¿Es lo mismo para ti si en lugar de un autógrafo, Yoongi me da uno de sus álbumes autografiados? —Me interrumpe

Otra vez (esta vez con ambas manos) me cubro la boca.

— ¡Por supuesto que sí! Oh, por- Espere, ¿le dirá mi nombre?, ¿él me dedicará el autógrafo?, ¡¿sabrá que existo?!

Su expresión parece suavizarse un poco. Por un segundo creo que va a sonreír, pero el gesto no llega a concretarse.

—Sí, niño.

No puedo evitar dar un saltito que la emoción me provoca.

— ¡Acepto!, ¡acepto! Creo que- Creo que voy a desmayarme, sí.

—No, no te desmayes —me interrumpe y, carajo, conozco ese tono. Se vienen las órdenes—. Necesito que te comuniques con el gerente de Gaultier y que le digas que deseo hablar personalmente con Jean-Paul. Cuando lo tengas, me pasas la llamada. Luego quiero que llames al mánager de IU para confirmar la sesión de fotos de esta tarde.

Ceso las anotaciones en mi libreta para mirarlo con sorpresa.

— ¿Acaba de decir IU?

Seokjin cierra los ojos y bufa a fondo. Luego, una risa corta y carente de humor se le escapa, al tiempo que se cruza de brazos.

—También eres admirador de ella, ¿verdad, niño?

Asiento reiteradas veces mientras me muerdo el labio.

—Cuando ella y Agust D hicieron una canción juntos, lloré durante una semana seguida.

«No era necesario decir eso, Jeon Jungkook» La vocecilla en mi cabeza me reprime con decepción. «No era necesario humillarte así frente al hombre que te dio trabajo»

—Acércate —me dice y consigue sacarme de balance y que la alarma se dispare por todo mi sistema. Como el empleado que soy, debo obedecerle, por lo que me inclino un poco, y veo en primer plano que él se relame el labio inferior—. Si me atrapas con alguien más, dejaré que me sobornes con un autógrafo de ella. Eso es todo, te puedes ir.

Giro sobre mi propio eje para retirarme mientras que miles de pensamientos inician una revolución en mi cabeza. Pero, sin pensarlo debidamente, vuelvo a girarme hacia él.

—Por cierto, el cambio de look le sienta muy bien —le expreso con serenidad, monotonía—. Me gusta su cabello negro... se ve apuesto.

Un brillo extraño se apodera de la mirada del jefe, pero no dice nada. Se limita a estudiarme a detalle mientras frota sus labios con el dedo índice de su mano derecha.

Satisfecho pero sorprendido de mi propio accionar, abro la puerta del despacho de Seokjin para retirarme.

Repentinamente, la figura de un hombre mayor que yo y con una expresión facial cortés me toma por sorpresa cuando me encuentro frente a él. Por poco no nos tropezamos entre sí.

El rostro afable y la sonrisa cálida del desconocido me resultan vagamente familiares.

—Buenas tardes. ¿El señor ya está desocupado? —Pregunta.

—Sí, pero él no tiene ninguna cita programada ahora...

—Déjalo pasar, Jungkook —escucho que Seokjin me dice desde su escritorio.

El señor me dedica una sonrisa veloz y se adentra en la gran oficina del jefe, cerrando la puerta tras él.

— ¿Quién es? —En un susurro chismoso, le pregunto a Nahyun.

—El padre de Yunbi.

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