"Tendencia + Torpeza" (Adap.)...

By jjkkbunie

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En donde Jungkook no tolera a su reconocido jefe y Seokjin estรก harto de su torpe asistente. ๐ŸŽ–#1 btsstory โ–ช0... More

โ€ข Sinopsis โ€ข
โ” Prรณlogo โ”
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By jjkkbunie

No todo resulta ser tan horrible como imaginaba.

La velada que comparto con Seokjin, Yunbi y Minjoo es agradable y sorprendentemente entretenida; la comida que la más alta de las chicas se encargó de preparar es una completa delicia y, de nuevo, me sorprende el hecho de que hagan tareas domésticas tan básicas como cocinar por sí mismos la cena, considerando lo adinerados que son.

Vamos; una arquitecta, una diseñadora de joyas y un director de redacción (y majestuoso diseñador para Gucci)... Todos los habitantes de la casa podrían limpiarse el trasero con un billete de cien si así lo quisieran.

No me gusta generalizar, pero no todas las personas famosas y millonarias se molestan en preparar la cena para su familia. Bueno, esta lujosa residencia parece ser la excepción.

Yunbi y Minjoo se entretuvieron durante un largo rato contándome anécdotas de sus viajes mientras carcajeaban hasta las lágrimas. A pesar de que sus relatos incluían limusinas, aviones privados y destinos vacacionales que yo apenas podría pagar con cinco años de trabajo, es una sensación gratificante darme cuenta de que viven con los pies en la tierra. Saben que tienen dinero, pero aun así se muestran humildes y empáticas con el resto.

Kim Seokjin es un tema aparte. En otras palabras: es un ogro. Está callado, inmóvil y estoy seguro de que no me quiere aquí.

No puedo dejar de mirarlo y preguntarme mentalmente si él está tan silencioso solo porque yo estoy presente en su mesa.

— ¿Y qué nos dices tú, chico? —Minjoo se gira hacia mí, tomándome por sorpresa—. ¿Hiciste algo en tus vacaciones?

—Oh, no realmente. Luego de graduarme, me mudé al departamento que mi padre y mi madrastra me dieron por mi cumpleaños número veintidós y ahora estoy ahorrando para regalarles algo especial el día de su boda.

Yunbi alza sus cejas con emoción y deja su vaso cargado de soju para mirarme.

— ¿Qué tienes en mente, cielo? —Pregunta, naturalmente interesada—. ¿Cuándo es la boda?

—Será en exactamente sesenta y tres días, y mi idea principal es regalarles boletos para un crucero cuyo destino es Filipinas. Ellos siempre hablan de eso.

—Oh, suena increíble, los cruceros son asombrosos —Yunbi agrega—. A no ser que seas alguien que tiene el estómago flojo y acabes vomitando luego de beber apenas un sorbito de cerveza —comenta, y mueve sus cejas con disimulo en dirección a Seokjin.

El jefe rueda los ojos y pone en evidencia su fastidio leve.

—Sí, aunque solo es una opción... —agrego—. También tengo pensadas otras cosas.

— ¿Y eso por qué, cielo? Créeme, un viaje por el océano renovará a tus padres, te lo aseguro.

Trago saliva y siento que la pena comienza a picarme en las palmas. Quiero ser honesto y por eso mismo no quiero responder.

—Porque no tiene el dinero suficiente —Seokjin murmura mientras que, concentrado, revisa su teléfono.

Mi ceño se frunce con genuina indignación y mi boca se abre para responder, pero lo pienso mejor y al aceptar a mis adentros que no está equivocado con lo que espetó, decido mantenerme callado.

—No todos somos multimillonarios —replico, queriendo sonar enojado, pero no soy muy convincente al respecto.

Seokjin levanta la cabeza para mirarme con una ceja arqueada. Expulso fuera de mi sistema el impulso de mostrarle el dedo medio.

Luego de que Yunbi observa de mala manera a su falso prometido, devuelve su dulce mirada hacia mí.

—Estoy segura de que podemos colaborar para que puedas regalarles lo que quieres, cariño —dice—. ¿Cuál es la suma que te falta?

—Oh, no, no —me apresuro a negar con la cabeza—. De ninguna manera, señorita Kang. Lo aprecio muchísimo, pero no puedo aceptarlo.

Minjoo suelta una repentina carcajada que logra desconcertarme un poco.

—Chico, después de haber atrapado a este idiota con las manos sobre ese patán, puedes pedirnos hasta las escrituras de esta casa.

Parece que la frustración se ha apoderado de Kim Seokjin porque se levanta de golpe y comienza a marchar hacia las escaleras.

—Iré a ponerme mi pijama —anuncia con su ronca voz—. Cuando regrese, espero que todos hayan sido asesinados por alguna presencia diabólica.

—Lo único aquí que puede asesinarnos aquí es tu horrible aliento mañanero —Minjoo reprende ágilmente, robándome una risita que me esmero por ocultar.

—Ya se hizo tarde. Es hora de irme —anuncio con amabilidad y me pongo de pie.

—Kookie-Kookie, ¿por qué no pasas la noche en el cuarto de invitados? Como tú dijiste es muy tarde y dudo que un taxi se meta por estos caminos. Vamos, hay que admitir que el sendero es algo morboso.

—No se preocupe, señorita Kang. Conseguiré algo. Mañana debo trabajar desde muy temprano.

—Insisto —dice la encantadora mujer—. También debo estar a primera hora en mi oficina, podemos ir juntos hasta el centro.

—Lo entiendo, pero yo... No tengo ropa. No sería correcto ir a la oficina con el mismo atuendo que ayer.

—Seokjin podría prestarte algo —Minjoo se entromete con aire despreocupado, y creo que no es consciente de la locura que acaba de proponer—, los he visto, ustedes parecen tener la misma talla.

—No, no —niego rápidamente con la cabeza, pero esforzándome para mostrarme relajado al respecto. No puedo dejar en evidencia que la idea me aterra por completo—. Él es mi jefe, eso no está bien.

—Es tu jefe, sí, pero a partir de hoy tú eres nuestro nuevo amigo —Yunbi comenta y sonríe levemente—. Todos nuestros amigos, son amigos de Seokjin también.

Carajo. ¿Cómo salgo de esta situación sin morir en el intento? Minjoo y Yunbi parecen ser la clase de mujeres que no aceptan un no como respuesta. Me encanta su persistencia, pero temo que mi jefe acabe odiándome más de lo que yo lo odio a él.

—Yo... —Intento decir algo, lo que sea, pero nada logra salir. Un suspiro cargado de pena se me escapa.

—Iré a buscar la ropa —Yunbi me informa y se apresura a recorrer el mismo camino que el jefe, no sin antes decirme que regresará en breve con esa ternura que la caracteriza.

— ¿Sabes? Él y yo no nos llevamos tan mal como parece —Minjoo me toma desprevenido (de nuevo) cuando inicia una conversación casual, encogiéndose de hombros—. De hecho, Seokjin y yo tenemos mucho en común.

No sé bien qué responder a eso, así que solo asiento con la cabeza brevemente.

— ¿Usted y la señorita Kang son novias desde hace mucho tiempo?

—Serán tres años en cuatro meses —contesta, y puedo ver que una mueca satisfactoria se cuela por sus labios rojizos—. No voy a decir que no fue complicado al principio, ambas teníamos mucho qué perder si nos descubrían. Pero aprendimos a manejarnos y todo ha marchado bien desde entonces.

— ¿Cómo tomó Seokjin lo de ustedes dos? —Espeto. Sé que es una pregunta muy personal, pero la curiosidad es más fuerte que yo.

—No estaba sorprendido cuando se enteró sobre la orientación sexual de Yunbi-ssi. Incluso, cuando apenas inició la relación de ambos, ellos realmente intentaron funcionar... Pero, está claro que los dos tenían otros intereses.

Un suspiro lento y pesado brota de su garganta, mientras parece estar rememorando recuerdos pasados.

Personalmente, las palabras de Minjoo me dan mucho en qué pensar. Me parece inimaginable la manera en la que coincidí —aún no sé si para bien o para mal— con Kim Seokjin. Llevo un día trabajando para él, y ya descubrí su mayor secreto y el de su prometida... falsa.

Tengo muchas preguntas que nadie podrá responderme. ¿Cómo es que, de todas las personas del mundo, solo yo sé de la existencia entre la relación amorosa que mantienen Yunbi y Minjoo, y que Seokjin en realidad no es un hombre heterosexual como se muestra en la Internet y en los programas de televisión?

Carajo, sí. Solo así puedo ponerlo en palabras. Ca-ra-jo.

— ¿Qué me dices de ti? —La pregunta de la mujer junto a mí me trae de regreso a la realidad—. ¿Tienes pareja?

—No —replico, relajado—, suelo ahuyentar a todas las personas que se me acercan.

Mi contestación la hace reír y luego se toma la molestia de servir un poco más de soju en mi vaso.

—Brindo por que encuentres a alguien pronto, chico.

—No tengo apuro alguno —aclaro, para luego chocar nuestros recipientes de vidrio.

Yunbi y Seokjin se demoran más de lo que pensé y eso comienza a inquietarme. Puedo imaginármelos ahora mismo discutiendo por mi culpa y eso me hace querer desaparecer de la faz de la Tierra. La verdad es que estar aquí y que la pareja femenina me haya invitado a pasar la noche me aterroriza como nunca nada lo ha hecho, se siente incorrecto y lo único que deseo es marcharme en este preciso instante.

Parece que pensar en ellos los invoca, ya que eventualmente ambos reaparecen en mi campo de visión mientras descienden las escaleras. Seokjin lleva un pijama azul marino y veo que Yunbi está murmurándole algo, parece como si lo estuviese regañando.

—Toma, cielo —la señorita me dice al mismo tiempo que me extiende tres prendas de ropa perfectamente doblada—. Es una camisa de Burberry, los pantalones son Armani, la camiseta y el pantaloncillo de dormir... Creo que son Adidas, no estoy segura. ¿Te gusta? Seokjin está feliz de poder ayudarte prestándote de sus vestimentas.

—Sí, ¡woopi! —El sarcasmo que tiñe los dichos de mi jefe me dan ganas de partirle la cara con un puñetazo—. Lo primero que harás mañana cuando termines tu trabajo, será enviar todo a la tintorería.

—No tengo lepra ni nada contagioso —las palabras me abandonan antes de que pueda detenerlas en un intento de defenderme.

—No me interesa, es una orden. No quiero tener que sentir tu aroma a pobre– espera —él, sin apartar la vista de mí, acomoda las mangas de su pijama y continúa—, ¿sabes qué, niño? Mejor quema todo cuando ya no lo uses.

— ¡Seokjin! —Tanto Yunbi como Minjoo exclaman inmediatamente con aire de reproche.

La irritación previa aumenta considerablemente dentro de mí, pero me obligo a mantener mi expresión serena. Me aclaro la garganta y una mueca divertida aparece en mis labios.

—Prefiero no cometer tal inmadurez, señor. A unas calles de mi casa hay una iglesia que acepta donaciones para las personas que no están atravesando por una buena situación económica. Yo soy pobre, sí, pero hay gente que la pasa peor y me gustaría poder ayudarles —espeto con tanta tranquilidad que incluso me sorprendo de mí mismo—. Pero, necesito saber... ¿Usted se sentiría molesto si, mientras va manejando uno de sus vehículos costosos de alta gama, viera que un indigente está usando su camisa Burberry y sus pantalones Armani? Porque de ser así, yo donaría con más emoción dichas prendas.

Sé que las mujeres a mi alrededor están boquiabiertas, pero no me permito apartar mi mirada de Seokjin. Mis orbes y los contrarios parecen estar en una batalla histórica. El jefe coloca el pulgar de su mano derecha debajo de su barbilla para acariciar sus labios con su dedo índice mientras que su vista está clavada en mí y sé, carajo, que trata de intimidarme. De hacerme sentir indefenso y desolado; así que, a propósito, me cruzo de brazos en un gesto despreocupado. Necesito que se dé cuenta que me importan un bledo sus intentos de asustarme.

—Tienes razón, niño —habla nuevamente, y noto de inmediato que su tono está igual de calmado que siempre Sin embargo, la expresión curiosa que me dedica hace que el nudo de mi estómago se apriete con violencia—. El fin de semana haré una limpieza en mi closet y te daré la ropa que ya no uso para que también puedas ir a donarla.

— ¿Está hablando en serio?

Seokjin se limita a asentir lentamente.

— ¡Eso sería...! —La emoción tiñe mi voz por más que trato de ocultarlo, así que me aclaro la garganta y lo intento de nuevo—. Eso sería genial. Se lo agradezco.

Casi puedo jurar que un atisbo de sonrisa se ha asomado en las comisuras de sus labios, pero la reprime velozmente y se limita a asentir.

Sin decir nada más, Seokjin desea las buenas noches y se retira con parsimonia en dirección hacia arriba. Y, carajo, una parte de mí se siente totalmente satisfecha por haber logrado sacarlo de ese aire arrogante que suele tener.

—Eso fue... Raro —Minjoo es la primera en romper con el silencio denso que el jefe nos dejó—. Te felicito, chico, te luciste.

—Dar una mala impresión es la especialidad de ese hombre —Seokjin agrega a continuación, y puedo percibir cierta insatisfacción en su tono—. Te prometo, Kookie-Kookie, que él no es una persona fea. Todo lo contrario. Simplemente... Tiene un carácter difícil.

—De mierda —Minjoo corrige velozmente a su novia.

Una pequeña sonrisa se me dibuja en la boca, pero el gesto no alcanza a concretarse del todo y me dispongo a responderle.

—Mi madrastra dice que todos somos como podemos. Y que por eso no debemos ser juzgados, ni siquiera por nosotros mismos.

Yunbi me regala una sonrisa tan gentil como cariñosa y también le brinda una caricia a mi hombro.

—Debes de estar cansado, cielo. Vamos, te enseñaré el cuarto de invitados.


Debería de estar descansando como un angelito, sin embargo, no puedo.

La cama en la que me encuentro recostado es más grande que cualquier otra que haya tenido en mi vida. El colchón es tan suave y cómodo que me permito dar muchas vueltas mientras permanezco a la espera de conciliar el sueño. Y ni hablar del resto de la habitación; parece un mismísimo hotel de Francia. La dichosa cuenta con una televisión gigantesca que no me animé a encender, un baño privado y una preciosa decoración cuya protagonista es la madera de sequoia.

Bufo profundamente y miro mi teléfono, cuya pantalla indica que exactamente son las tres con veinte de la madrugada. Doble carajo. Ahora mismo solo puedo pensar en que me veré como un zombie en la oficina.

El tiempo se me hace eterno y, aun así, parece que mi cuerpo no quiere rendirse ante el inexistente sueño. De todas formas, esperaba encontrarme en esta situación. Siempre me ha resultado difícil dormir en un lugar ajeno, especialmente cuando es la primera vez.

Vuelvo a dar vueltas y vueltas sobre el colchón, adaptándome a diversas posiciones en el desesperado deseo de poder dormirme.

Repentinamente, mis ojos se abren al escuchar un extraño sonido no muy lejano. Mi ceño se frunce en señal de confusión e intento agudizar mi audición en caso de que el ruido se produzca otra vez.

Y lo hace. Tac... Tac... Tac...

El golpeteo parece de un puño colisionando contra alguna superficie plana y firme, aunque no estoy seguro. De todas formas, el sonido no se percibe muy lejos de donde me encuentro... Si escuchara esto en mi casa y a esta hora, probablemente pensaría que es un fantasma. Pero la idea de que esta casa tenga alguna presencia sobrenatural me parece muy alocada, dada la increíble situación económica de todos los habitantes. Sería el colmo.

Me siento en el borde de la cama y me refriego la cara con las manos, reviendo mis posibilidades; puedo salir e inspeccionar qué es ese ruido o puedo simplemente ignorarlo.

Quiero, con todas mis fuerzas, decidirme por la última opción. Pero el estruendo comienza a hacerse más perceptible y continuo.

Tac-Tac-Tac... Tac... Tac-tac.

El sonido de unos pasos ligeros y veloces que parecen venir del pasillo del otro lado de la puerta, hace que todo mi cuerpo se tense y, entonces, me decido por levantarme.

Asomo mi cabeza por la puerta de la habitación una vez que abro, y veo que, al final del extenso pasillo de la mansión, se encuentra Yunbi. Noto que ella tiene un manojo de llaves en la mano y que al parecer está buscando la que abre la entrada que tiene delante.

— ¿Señorita Kang? —Murmuro, con cierto temor.

—Lamento que te despertaras, Kookie-Kookie. Tranquilo, no pasa nada —me dice e identifico que su voz se encuentra cargada de somnolencia, aunque sigue mostrándose tan amable como es costumbre.

Incluso más dormida que despierta se ve hermosa, carajo.

— ¿Necesita ayuda? —Me ofrezco a darle una mano, y seguidamente el sonido acentuado reaparece.

Tac... Tac... Tac...

—... ¿Qué... Qué es ese sonido? —Me atrevo a preguntar.

¿Acaso tienen un animal no doméstico encerrado en esa habitación?

Yunbi suelta un suspiro y me hace una seña con su mano para que me acerque hasta donde se encuentra, para no tener que hablar tan fuerte. Le obedezco, y mis pies descalzos marchan en su dirección.

—Ocurre pocas veces al año —comienza a decir, mientras da dos vueltas a la llave insertada en la cerradura—. Por lo general, dura algunos minutos.

Trato, con todas mis fuerzas, de comprender lo que está diciéndome y mostrarme relajado, pero no lo consigo. Por ello, procuro ser silencioso para que ella continúe.

Cuando abre la puerta, ella me mira a los ojos.

—El que hace estos ruidos es Seokjin. Está sonámbulo.

La sorpresa recorre mi cuerpo en forma de un escalofrío por más que intento ocultarlo. La mujer a mi lado se abre paso a la habitación que le pertenece a mi jefe y deja la puerta abierta, por lo que todo lo que ocurre ahora está dentro de mi campo de visión.

Identifico la figura alta de Seokjin en una esquina. Él está delante de la puerta cerrada de su clóset y parece que camina contra ella en un fallido intento por atravesarla; al mismo tiempo, sus nudillos también golpetean contra la madera, produciendo el ruido continuo que previamente oí.

Tac-tac. Tac... Tac...

—Yo... ¿Puedo ayudarla en algo, señorita Kang? —Pregunto, y me siento un completo imbécil por no saber qué hacer en esta situación. Es la primera vez que veo a alguien estar de sonámbulo.

—No, cielo, gracias —me responde en voz baja y noto que se coloca al lado del jefe.

La pequeña mano de Yunbi se detiene delante de la cabeza de Seokjin, para impedir que siga golpeándose la frente. Acto seguido, su mano libre atrapa dulcemente la del jefe y noto que comienza a guiarlo hacia su enorme cama.

—Se supone que el sonambulismo, por lo general, afecta a los niños. Es poco usual que ocurra en adultos, pero Seokjin sufre de mucho estrés —ella me explica mientras se ocupa de él—. Como te mencioné, no ocurre seguido; pero como él nunca sabe cuándo podría pasar, decide cerrar con llave su puerta.

Seokjin se sienta en la esquina de su cama y Yunbi le acaricia con suavidad la cabeza.

—Leí que es posible que la persona se comporte violentamente si se despierta de forma brusca —comento, para variar—. ¿Alguna vez ocurrió con él?

—No, nunca —me replica de inmediato—. Pero encerrarse no es un capricho, sino que es una precaución. Hace aproximadamente un año tuvo un episodio y se fue hasta abajo, se subió al auto, arrancó y manejó durante cinco segundos. Luego regresó a la cama. Cuando despertó, le aterró lo que había hecho.

—Carajo —suelto.

—Exacto —dice, mientras una sutil mueca se le dibuja en la boca—. Iré a buscar un vaso de agua en caso de que despierte. ¿Te importaría quedarte con él un momento?

Niego ante su pregunta y Yunbi se retira de la estancia.

Una vez a solas con el jefe, no puedo evitar mirarlo con detenimiento y pensar en lo vulnerable que se ve ahora mismo. No parece el mismo tipo que se pasa todo el día dándome órdenes y controlando todo su imperio sin siquiera levantar un poco la voz. Justo en este momento, se ve como un pequeño desarmado.

De pronto –e interrumpiendo mis propios pensamientos– él vuelve a levantarse. Mi reacción principal es acercarme para impedir que avance e intente lastimarse más la frente.

Al colocarme justo frente a él, mi estómago se aprieta con violencia debido a nuestra cercanía. A pesar de que sus párpados se encuentran cerrados, siento que no tengo el control de mi propia inquietud. La distancia casi nula entre ambos me tiene totalmente nervioso.

—Regrese a la cama, es hora de dormir —le susurro.

Luego de un breve silencio, veo que sus labios apenas se separan para decir algo.

—Niño.

No puedo reprimir la sonrisa tonta que me asalta.

—Así es, soy niño. Y usted debe descansar.

Asiente y se deja caer sobre el colchón.

El pensamiento bobo que se cruza por mi cabeza me obliga a reprimir una sonrisa; por primera vez, él me obedeció. No puedo hacer otra cosa más que continuar admirando su rostro manso y que roza lo angelical mientras que, lentamente, vuelve a perderse en la somnolencia.

Estoy a punto de retirarme, pero entonces, una mano tibia atrapa la mía.

Una inmensa y perseverante percepción de ansiedad me invade. Me paraliza. Y, sin embargo, no es una sensación del todo desagradable.

Él no es tan desagradable del todo...

Volteo un poco a mirar la manera en la que la extremidad de mi jefe sostiene mi muñeca suavemente.

—Niño —repite en un murmuro poco audible.

Escucho unos pasos que me indican que Yunbi está regresando, por lo que me apresuro a zafarme gentilmente de su agarre, inclinarme un poco y despedirme del –ahora– endeble hombre con un beso en su cabeza.

—Dulces sueños, Seokjin —susurro en la cercanía de su oreja derecha.

Y puedo jurar que un indicio de sonrisa ladina se ha asomado en las comisuras de sus labios.

*Esta cuenta es fan de Kang Yunbi"

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