—Vamos, ¿dónde está la llave? —murmuró Pope para sí mismo, prácticamente destrozando el departamento para tratar de encontrar alguna señal de la llave. Luna estaba en otra habitación buscando, y evidentemente no había tenido suerte dado que Pope no la había escuchado exclamar que había encontrado algo que valiera la pena.
La escuchó soltar un chillido y golpearse la cabeza contra un estante por la sorpresa—. ¿Luna?
—¡Estoy bien! —dijo, apareciendo por la puerta. Ella se estremeció—. Toqué una araña. Pope, era enorme.
Por un segundo, Pope quedó hipnotizado por Luna. Claro, él siempre había pensado que era bonita, pero había algo en la forma en que estaba vestida tan descuidadamente con shorts y una de las sudaderas de JJ que parecía hacerla aún más bonita. Sacudiendo la cabeza, Pope trató de luchar contra esos pensamientos, porque se trataba de Luna, la novia de JJ, y Pope nunca le haría eso a ninguno de los dos. Además, tenía que resolver sus problemas con Kiara.
—Una araña, ¿en serio? —suspiró Pope—. Creí que te habías caído al suelo o algo así.
—Oh, no —respondió Luna—. Solo una araña. No me gustan las arañas.
—¿Encontraste algo más? —preguntó Pope.
—Aquí no hay nada, Pope —respondió Luna haciendo una mueca—. O tu abuela se deshizo de esa llave o es muy buena escondiendo cosas.
—Sí, tienes razón —suspiró Pope—. Maldita sea.
Afuera pasó un vehículo y la luz de los faros brilló a través de la ventana. Al mirar hacia arriba, Pope notó las tejas del techo y se apresuró a sacar el dibujo de la llave de su bolsillo. Luna lo miró con curiosidad.
—¿Tierra a Pope? —preguntó—. ¿Tienes algo?
—El techo —respondió Pope, corriendo a través de la habitación—. Mira, esa teja está suelto.
Mirando hacia arriba, Luna vio la teja suelta que señaló Pope—. Eso es muy alto.
—Escalera —dijo Pope, alcanzando la escalera apoyada contra la pared—. ¿Vas a subir?
—Mientras no dejes que se vuelque —respondió Luna.
—Confía en mí —dijo Pope.
—No me des una razón para no hacerlo —respondió Luna, comenzando a subir la escalera.
Cuando estuvo de pie en el segundo peldaño, alcanzó las tejas del techo y tiró. Dos de ellas cedieron y arrojaron polvo y escombros sobre Pope, quien estornudó mientras negaba con la cabeza.
—¡Jesús, Luna!
—¡Lo siento!
Agarrando las tejas sueltas, Luna las liberó—. ¡Ten cuidado!
Lanzándolas al suelo, vio cómo Pope las esquivaba antes de inclinarse para tratar de sacar algunas más. Pope, debajo de ella, empezó a sacudir la cabeza—. Luna, no te inclines demasiado, perderás...
Luna dejó escapar un grito y perdió el equilibrio, cayendo directamente hacia Pope. Hizo todo lo posible para atraparla, pero no estaba preparado y los dos cayeron al suelo. Por encima de ellos, el resto del techo cedió y las tejas llovieron sobre ellos. Protegiéndose la cara, Luna esperó a que el polvo se asentara antes de gemir, apartando los brazos de la cara.
—Pope, ¿estás bien? —preguntó.
—Sí —respondió Pope—. ¿Tú?
—Sí —respondió Luna—. Lo siento, perdí el equilibrio.
—¿En serio? No me di cuenta.
Dejando caer la cabeza contra el suelo, Luna miró hacia el techo en ruinas, entrecerrando los ojos cuando vio un pequeño agujero sobre sus cabezas—. ¿Oye, Pope?
—¿Sí?
—¿Estás viendo lo mismo que yo? —preguntó Luna.
Pope asintió—. Tiene que haber algo ahí arriba.
—Estaba pensando lo mismo, pero no voy a meter la mano ahí —dijo Luna poniéndose de pie—. Hazlo tú.
—Gracias —murmuró Pope, subiendo la escalera después de que él y Luna la enderezaran.
—Oye, me caí de una escalera y derribé todo el techo —dijo Luna—. Lo menos que puedes hacer es meter la mano en un agujero espeluznante.
Luna se paró al final de la escalera, observando a Pope palpar el agujero.
—Tengo algo —dijo Pope.
Moviéndose para dejar que Pope saltara los últimos peldaños, Luna observó cómo sacaba una lata de una bolsa de cuero—. Por favor, dime que es algo bueno.
Abriendo la tapa de la lata, Pope metió la mano dentro y lentamente sacó una llave. Los ojos de Luna se abrieron y una sonrisa apareció en su rostro cuando ella y Pope compartieron una mirada. La luz de la linterna de Pope golpeó las partículas de polvo en el aire en el ángulo correcto, y los dos vieron el mensaje flotando frente a sus rostros, iluminado por el polvo.
—¡Mierda, Pope! —exclamó Luna—. ¡La encontramos!
—¡Sí! —vitoreó Pope, dándole un abrazo a Luna—. ¡No puedo creerlo!
—Tenemos que ir a decírselo a Kie y JJ —dijo Luna—. ¡Y a Sarah!
—Vamos —dijo Pope, agarrando la mano de Luna.
Los dos bajaron corriendo las escaleras, saliendo corriendo de la farmacia hacia donde sus bicicletas aún estaban apoyadas contra las ventanas. Tan rápido como pudieron, pedalearon por la ciudad, atravesando callejones y sin reparar en la seguridad vial mientras volaban hacia la casa de Luna.
Irrumpiendo en la casa, Luna vio a su padre en la cocina y se detuvo—. Hola papá.
—Hola —respondió Roger—. Kie está en tu habitación.
—¿Kie está aquí? —preguntó Luna—. Pensé que se había ido a casa.
—Uh, sí —dijo Roger, haciendo una mueca—. Deberías hablar con ella —Pope entró corriendo a la casa y Roger asintió—. Pope.
—Sr. M —respondió Pope.
Luna corrió por el pasillo hacia su habitación, azotando la puerta—. Kie, nunca adivinarás...
Kiara se dio la vuelta sorprendida cuando entró Luna, a la mitad de abotonarse la camisa. Luna se encogió y desvió la mirada—. Lo siento. ¿Qué sucedió? ¿Por qué estás aquí?
—Mi mamá enloqueció, y me echaron —respondió Kiara.
—Espera, ¿qué? —preguntó Luna.
—No es para tanto —respondió Kiara—. Voy a quedarme aquí un par de días. Tenemos cosas que resolver. ¿Cómo les fue a ustedes?
Luna se encogió de hombros y se volvió hacia Pope—. Tu historia.
—Bueno, papá estaba molesto —dijo Pope.
—¿Molesto? —preguntó Kiara—. ¿Por qué dejaste su camioneta en Charleston?
—Sigo tratando de entenderlo —respondió Pope—. No veo razón alguna por la que pudiera estar molesto —los tres se rieron—. Pero le pregunté por la llave, y me dijo que su abuela tenía algo parecido. Así que Luna y yo fuimos a la casa de mi bisabuela, y... después de derribar la mitad del techo, encontramos —Pope sacó la llave—... esto.
—Dios mío —jadeó Kiara—. ¡Mierda, Pope! ¡Esto es exactamente lo que necesitamos!
—Estaba justo en la habitación y salió del techo —explicó Pope.
—Se pone mejor —dijo Luna, señalando la inscripción en la llave—. Mira esto.
—¿Está escrito? ¿Qué dice? —preguntó Kiara.
—Apaga la luz —dijo Pope.
—¿Por qué?
—Sólo hazlo —dijo Pope—. Confía en nosotros.
—No veo nada —dijo Kiara.
Luna movió la mano de su amiga sobre uno de los cojines que Pope recogió del sillón que estaba sentado en la esquina de su dormitorio—. Justo ahí, no lo muevas.
—Están siendo raros —dijo Kiara.
Luna puso los ojos en blanco—. Raros no. Genios.
Pope golpeó el cojín y una columna de polvo se elevó de las fibras, iluminando el mensaje para que Kiara pudiera leerlo.
—Mierda —susurró ella.
—Lo sé, ¿cierto? —respondió Pope.
—¿Cómo te diste cuenta? —preguntó Kiara.
—Es genial —dijo Pope emocionado.
—Y... accidentalmente —respondió Luna, en respuesta a la pregunta de Kiara.
—Hazlo de nuevo —insistió Kiara.
Golpeando de nuevo el cojín, Pope alumbró las palabras con la linterna y Kiara las leyó en voz alta.
—"El camino a la tumba comienza en el cuarto de la isla". ¿Qué significa?
—Estoy bastante seguro de que tiene algo que ver con Denmark Tanny y un ángel. Recuerdo que Limbrey dijo algo sobre un ángel y cómo la llave conducía a la cruz.
—Pope, esto es una locura —dijo Kiara—. ¡Eres un maldito genio!
—¡Oye! —protestó Luna.
—Gracias —respondió Pope—. Pero no fui solo yo. Fue Luna también. Si ella no se hubiera caído de la escalera y derribado el techo, el polvo no habría estado allí y nunca hubiéramos encontrado ese mensaje.
—Espera, ¿Luna derribó un techo? —preguntó Kiara.
—Accidentalmente —respondió Luna—. Pero bueno, te hace preguntarte qué es el cuarto de la isla.
Kiara asintió—. Podemos resolverlo.