"Tendencia + Torpeza" (Adap.)...

By jjkkbunie

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En donde Jungkook no tolera a su reconocido jefe y Seokjin estรก harto de su torpe asistente. ๐ŸŽ–#1 btsstory โ–ช0... More

โ€ข Sinopsis โ€ข
โ” Prรณlogo โ”
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๐„๐ฌ๐ฉ๐ž๐œ๐ข๐š๐ฅ #๐Ÿ: "El Niรฑo"

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By jjkkbunie

Es mi primer día en el nuevo trabajo y estoy totalmente emocionado al respecto.

Nahyun y yo somos los primeros en llegar a la oficina. De hecho, fui el primero en presentarme a las ocho con diez minutos; hubiera llegado a las ocho en punto, pero me retuvieron unos instantes en la entrada para rellenar unas casillas y luego me entregaron un pase provisional para poder subir. Tenía que informarle a la gente de recursos humanos que necesito una tarjeta de identificación con mi foto. Al parecer son muy estrictos respecto a quién dejan ingresar al edificio.

Park Nahyun. Ella es un sueño, no hay dudas. La joven y atractiva chica usa un precioso vestido color ocre que le queda por encima de la rodilla, y unos tacones delicados del mismo color. Se ve preciosa, y tan delgada. Me contengo de preguntarle si de casualidad sigue alguna estricta dieta; no quiero caerle mal desde el primer día.

La breve conversación que compartimos mi compañera y yo, es sobre el teléfono que la compañía me ha otorgado que es exclusivamente para utilizar con fines laborales. Lo entiendo, no tengo permitido descargarme Free Fire en él.

El resto de los empleados que le dan vida a la revista comienzan a llegar alrededor de las nueve de la mañana, y en total logro contar unos cincuenta. El departamento más amplio, según puedo apreciar, es el de moda –el que Jung Hoseok maneja–. Los departamentos de belleza, de crónicas, el artístico y editorial completan el esquema.

Muchas personas se detienen al inicio del despacho de Seokjin, donde se encuentran los escritorios que nos pertenecen a mí y a Nahyun. La mayoría conversa amenamente con la primera asistente del jefe, comparten risas y comentarios acerca de cosas relacionadas a la moda que no entiendo. Sin embargo, las personas desconocidas para mí también me dan la bienvenida y me desean suerte en el nuevo empleo. He visto más de un rostro que refleja sorpresa, quizás porque soy hombre y el jefe no acostumbra a contratar asistentes masculinos.

Supongo que soy afortunado.

Por lo que logro escuchar, todos los trabajadores que ya llegaron a la oficina, están venerando al jefe por una considerable donación que hizo en las últimas horas a una campaña benéfica para ayudar a combatir el cáncer de mama.

Ya puedo ver el futuro no muy lejano, probablemente en algún momento de la tarde: mi madrastra va a llamarme para decirme lo mucho que ama y admira a Kim Seokjin por ser tan buena y humilde persona.

Vamos, ¿quién no donaría a organizaciones benéficas si hiciera una enorme suma de dinero en tan solo veinte minutos?

—De verdad, Seokjin es increíble como hombre, director y especialmente como persona...

Hyunah, la mujer –supervisora en el departamento de belleza– a la que acabo de conocer y que no ha dejado de idolatrar verbalmente al jefe, continúa diciéndome. Trato de mostrarme apacible y con una sonrisa, pero ya me tiene harto.

¡Ya entendí! ¡Él es maravilloso, un regalo del cielo, no lo merecemos!

—Él está subiendo —Nahyun anuncia repentinamente y la veo que tiene su teléfono en manos. Por un instante, tengo ganas de gritarle ¡bendita seas! porque gracias a su información, Hyunah se marcha a su puesto de trabajo.

— ¿Qué debo... hacer? —Pregunto con timidez, sólo para darme cuenta de que Nahyun no me ha escuchado.

Veo a la primera asistente ingresar en el despacho de Seokjin para acomodar sobre el escritorio varios periódicos. Al parecer, al jefe le gusta leer absolutamente todo.

—Es probable que quiera café ahora —Nahyun me dice—. Anota esto: Espresso con dos de azúcar y muy caliente. No te atrevas a traer nada frío o tibio aquí, porque no le gustará y se enojará. Es necesario que sea Starbucks, si traes cualquier otra marca, también se enojará.

—Entendido —asiento con la cabeza mientras tomo nota en mi libreta—. Espresso de Starbucks con dos de azúcar y muy caliente. Lo tengo.

—Te digo, Nahyun, que el cambio climático va a matarnos a todos.

Mi compañera y yo nos silenciamos de inmediato al escuchar la parsimoniosa voz una vez que ingresa a la estancia. El imponente, adorado y temido jefe ha llegado.

—Es alarmante, completamente. Ayer la temperatura rozaba los treinta grados, ¡una condena!... ¿Y hoy? Me despierto y descubro acerca de los inauditos cinco grados —una risa irónica se le escapa—. Es un fastidio, pero el planeta nos está advirtiendo. Puedo afirmar que los últimos años han sido de los más agobiantes en cuanto a temperaturas elevadas desde que se iniciaron los registros de temperaturas en el año mil ochocientos ochenta.

Nahyun asiente a todo lo que él dice, pero no replica nada.

Me confundo cuando el hombre sigue de pie en la entrada, sin decir nada ni hacer nada. ¿No se supone que deba ir a su despacho a trabajar...?

Avergonzado, bajo la mirada cuando inesperadamente él me observa.

— ¿Quién eres tú? —Pregunta.

—S-Soy Jungkook, usted me contrató el vier...

— ¿Y qué haces ahí?

Me atrevo a sostener su penetrante mirada y trago saliva, esperando a que me dé la respuesta a su propio cuestionamiento.

¿A dónde quiere llegar?...

—Jungkook, debes tomar el abrigo de Seokjin y colgarlo —Nahyun intercede, con un tono gentil y suave que no he escuchado antes de su parte. Al menos no conmigo.

Seokjin sonríe –¡wow, él de verdad sonríe!– y mira a Nahyun.

—Gracias a Dios alguien vino a trabajar hoy —el jefe espeta con un nivel de sarcasmo tan elevado que llega a irritarme.

Calma, Jungkook. Tranquilo.

—Sí, sí. Disculpe.

Me levanto torpemente y me coloco detrás del jefe para tomar su abrigo negro y pesado.

Habiendo descartado su costosa prenda, Seokjin empieza a marchar hacia su despacho. Pero entonces, los mandatos comienzan y me toman enteramente desprevenido ya que me encuentro colgando su abrigo Dolce & Gabbana.

— ¿Dónde está mi café? Quiero café lo más pronto posible. Haz una reservación en Jungsik para dos a la una en punto de esta tarde. Llama a la asistente de mi prometida y dile que el almuerzo será en ese lugar, a esa hora. Dile a Hoseok que quiero ver cuanto antes las correcciones que le he pedido que hiciera. Y contesta a los regalos que Prada, Burberry y Fendi me enviaron esta semana; que Nahyun te enseñe a falsificar mi firma.

— ¿A qué hora dijo el almuerzo...?

El portazo que utiliza para encerrarse en su oficina me hace presionar los ojos.

—Él dijo a la una, Jungkook —Nahyun dice. Rápidamente me siento aliviado.

— ¡A la una! Gracias.

—Por nada del mundo debes pedirle a Seokjin que repita algo, ¿entendiste? —Por el matiz que utiliza, no sé si me está advirtiendo o aconsejando. Más bien, parece un regaño.

—No veo cuál es el problema con que sea un poco más amable.

—Oh —se cubre momentáneamente su perfecto rostro con las manos—. Fingiré que no escuché eso. ¿Crees que él llegó a donde está ahora por ser amable?

—Yo solo creo que...

—Ve a buscar su café ya —interrumpe—. Entiendo que es tu primer día y no estás muy familiarizado con este ambiente, por eso te ayudaré. Pero no creas que siempre voy a estar para cubrir o salvar tu trasero, nuestros trabajos son muy distintos. Tú haces mandados y satisfaces las necesidades de Seokjin, ¿entiendes?

—Entiendo —contesto, y me veo obligado a morderme la lengua para no decirle que debería tratarme con más respeto.

Mientras me coloco mi chaqueta tejana para salir, mi compañera continúa dándome indicaciones.

—Cuando le dejes su café, ve a hablar con Hoseok y dile lo que Seokjin te dijo. Yo me encargaré de la reservación y de llamar a Hyejin.

— ¿H-Hyejin? —Le miro, incrédulo.

Nahyun rueda los ojos. Dios, ella me odia.

—Hyejin es la asistente de Yunbi, la futura esposa de Seokjin. Supongo que a ella la conoces...

Dejo que mi silencio responda a su pregunta. Y por ello, solo obtengo más de su rechazo.

— ¡Kang Yunbi es una increíble e importante diseñadora de joyas! —Susurra molesta—. Por Dios, Jungkook, sal de mi vista, no puedo creer que existas.

—Lo siento, sí, ya voy.

Salgo despedido de la oficina a toda velocidad y me adentro en el ascensor que me lleva hacia abajo. En el corto trayecto, me detengo a analizar lo reciente; Nahyun sabía, por supuesto que sí, que Seokjin iba a querer un café esperándole apenas llegara a su despacho. ¿Por qué no me lo dijo con anticipación? Podría haber ido al maldito Starbucks antes de que el director hiciera su entrada.

Para mi desgracia, la fila de personas que desea adquirir su desayuno en la popular cadena de café, es más larga de lo que pensé. Me muerdo el labio, nervioso. ¿Cuánto tiempo tengo hasta que el jefe me despida por no llevarle su cafeína?

El móvil del trabajo comienza a sonar y mis manos torpes dejan escapar el aparato, pero lo tomo antes de que pueda caer al suelo.

— ¿Sí? —Contesto, cubriéndome mi oído libre con un dedo para oír mejor.

— ¿Dónde demonios estás? —Nahyun ladra—. ¡Seokjin se ha quejado ya dos veces de que no trajiste su café!

—Lo siento, pero la fila del Starbucks...

— ¿Estás en la fila? —Me interrumpe—. Maldita sea, Jeon. ¡Sal de ahí y ve directamente a la caja! Muestra tu credencial y di que es para Seokjin.

—Pero eso no es correc...

La chica cuelga bruscamente, dejándome con todas las palabras en la punta de la lengua. Boquiabierto, miro confundido la pantalla brillante, pero me esfuerzo por reaccionar rápido.

Sigo las instrucciones, y noto que varias personas me examinan con antipatía por saltarme la línea. ¡Perdón!, ¡quéjense con mi amargado jefe!

Presento mi identificación, me anuncio como asistente de Kim Seokjin, hago mi pedido y, por Dios, puedo jurar que si fuera por el personal detrás de la barra, me entregarían el simple Espresso en una alfombra roja y una corona de flores.

Salgo corriendo de la tienda y no me detengo hasta llegar al edificio.

— ¡Ya llegué! —Exclamo cuando atravieso la puerta de la oficina.

Nahyun me señala hacia el despacho cerrado del jefe.

Asiento. Me detengo frente a la puerta y mis nudillos llaman a la puerta.

— ¿Qué haces? —Me susurra, enfadada—. ¡Entra!

— ¿Pero y si está haciendo algo...?

— ¡Su café, Jungkook!

Ingreso como me indica y miro hacia adelante, encontrando a Seokjin. Él está leyendo el nuevo número de Vanity Fair con el ceño ligeramente fruncido.

—Señor, aquí está su café —le comunico, acercándome con cautela hasta su gigantesco escritorio.

Cuando deposito el Espresso caliente sobre la mesa. Me inclino hacia atrás y veo que lo toma rápidamente, por ello, me quedo quieto aproximadamente unos cinco segundos esperando a que me dé las gracias...

Nada.

— ¿Le dijiste a Hoseok? —Pregunta.

—Sí- oh, no, no, aún no. Iba a eso. Enseguida, señor.

No dice nada más.

Presiono mis ojos y respiro profundamente una vez que cierro la puerta de su despacho.

Lo odio. Lo odio. Lo odio.

—Jungkook, despierta. Ven, te enseñaré a firmar como Seokjin lo hace.

—Tengo que hablar con Hoseok —le contesto.

—Pues ve, rápido, y regresa aquí.

Asiento reiteradas veces y me voy de la oficina.

Sorprendentemente no me es difícil recordar la ubicación del departamento de moda que Hoseok controla. Toda la gente allí dentro parece estar muy ocupada y por ello me esfuerzo por parecer una planta para no estorbarles; sin embargo, mi mirada escanea con atención la estancia para dar con el hombre.

Finalmente, lo encuentro analizando unas prendas de un perchero y camino hacia él.

—Disculpe, señor Jung —digo, y aclaro mi garganta cuando noto que estoy sonando como un cachorro miedoso y fanático.

Me mira y descifro que recuerda mi rostro del viernes pasado. Me sonríe con amabilidad, lo que me llena de alivio. ¡Al fin alguien simpático en esta pocilga lujosa!

—Hola. Soy Jungkook, el nuevo asistente de Seokjin —me presento.

— ¡Oh, sí! He oído de ti —dice, y mis ojos se abren cuando me estrecha su mano—. Me gusta tu camisa, es simple pero huele muy bien. ¿Dónde la conseguiste? ¿Lacoste?

¡Él es tan agradable y cortés! Hyanie se va a desmayar cuando le cuente.

—De hecho... —La timidez me asalta cuando estoy a punto de contestarle—. Bueno, la compré en Busan, en un mercado callejero.

—Oh, ¿es una broma, cierto? No, no, ¿cómo es posible? Por favor, nunca le digas eso a Seokjin. Miéntele. De todas formas, él no va a prestarle mucha atención a tu atuendo ni a tu rostro muy seguido.

—Él va a prestarle atención a mis errores —Afirmo con firmeza; las palabras salen de mi boca naturalmente.

Hoseok suelta una carcajada amena.

—Eso es correcto, cariño —espeta—. Sin embargo, no comprendo por qué él te contrató como asistente y no como modelo, ¡eres un diamante en bruto! Linda cara, lindo cuerpo. Lo tienes todo.

«Adópteme o cásese conmigo»

—Vaya —musito—, no esperaba eso de su parte. Pero muchas gracias, supongo.

—Ah, yo soy así. Reconozco el oro cuando lo veo.

Su trato tan gentil y cálido me ha cautivado tanto que me ha apartado de la realidad. Pero mi cerebro consigue hacerme despertar y, entonces, recuerdo el motivo por el cual vine a buscar a Jung Hoseok.

—Oh, por cierto, señor Jung; Seokjin dijo que quiere ver... las... uhm–

— ¿Las correcciones? Sí. Ya te las doy.

Me despido del simpático hombre y me siento como un chiquillo admirador cuando él me regala una palmadita amistosa en la espalda. Lo amo.

Regreso a la oficina central y voy directo hacia el despacho del jefe con el libro que Hoseok me entregó. Tratando de ser el menor de los estorbos mientras Seokjin redacta algo en una hoja blanca, dejo las correcciones sobre su escritorio.

—Niño —me llama apenas me doy la vuelta—. Necesito que a las tres en punto vayas al sitio B, recojas a Gwanhi y lo lleves al sitio D. Luego lo traes aquí.

¿De qué demonios está hablando?

—Sí, por supuesto —me las ingenio para replicar—. ¿Dónde queda el sitio B...?

—Por favor, no me fatigues con tus preguntas absurdas. Irás con el segundo chofer —dice, luciendo tan sereno como siempre—. Ya te puedes ir.

Me obligo a no responderle, porque no tengo nada respetuoso para decirle en estos momentos. Giro sobre mis talones y me retiro.

Protegido en mi escritorio, anoto "Sitio B > Sitio D. Segundo chofer", aunque ni siquiera sé qué significa con exactitud.

—Nahyun, ¿él tiene un hijo? —En voz baja le pregunto a mi experta compañera.

Ella me mira y arquea una ceja—: ¿Te mandó a buscar a Gwanhi?

— ¡Sí! A las tres. ¿Qué se supone...?

—Es simple. Vas con el chofer que te asignó y le dices que te lleve al sitio B y luego al D... Quiero suponer que no le preguntaste a Seokjin algo estúpido como dónde queda alguno de los sitios o quién es Gwanhi —me mira con dureza.

Jesús, María y José. Van a comerme vivo en este trabajo.

—No, para nada.


Son las dos y cuarto de la tarde. Aún no he almorzado, pero no tengo nada de hambre. De todas formas, me da vergüenza decir que yo sí como... Considerando lo extremadamente delgados y marcados que son todos aquí, dudo que se alimenten de la misma forma que yo. Oh, pero sé qué es exactamente lo que voy a hacer apenas llegue a casa: prepararme una hamburguesa con doble queso.

Seokjin se fue hace más de dos horas a almorzar con su novia, por ende, el clima en la oficina es más relajado. He visto a varias chicas pasearse por ahí con zapatillas, sandalias, y no con sus resplandecientes tacones. Poco a poco, comienzo a entender cómo funciona todo aquí.

Es bastante simple, de hecho: estar impecable y a la moda cuando Kim Seokjin se encuentra cerca. Luego, puedes siquiera ir descalzo por las instalaciones.

Nahyun me comentó que debo salir con quince minutos de anticipación para llegar sin problemas y a tiempo al sitio B; lo que significa que aún me quedan treinta minutos antes de irme.

Mi compañera me enseñó a falsificar la firma del jefe e incluso me sonrió cuando lo hice bien a la primera. ¿Ya le caigo bien?, ¿soy digno de su amabilidad?, ¿puedo pedirle una cita o es muy apresurado?

Termino de firmar –en nombre de Seokjin– la última tarjeta de agradecimiento, esta vez para Fendi, y Nahyun me levanta su dedo pulgar. Me dice, también, que ella se encargará de enviarlas. Debo admitir que enviar cartas por correo es demasiado anticuado y eso me encanta. Según comentó mi compañera, a Seokjin no le gustan mucho los e-mails.

Salgo con cinco minutos extra y Nahyun me desea buena suerte. Santo cielo, ¡sí que es adorable! Sin embargo, no me sorprendería que ella sea la amante del jefe, pues las miradas cómplices de esta mañana dijeron más que mil palabras. Si acierto con mi teoría, no tengo ninguna chance con ella. No hay manera de competir con el mismísimo Kim Seokjin.

El segundo chofer, Eunwoo, es bastante joven e inexperto al igual que yo, lo que me genera consuelo inmediato. Cuando le pido que, por favor, me lleve al misterioso sitio B, noto que –con disimulo– él chequea la dirección en una libreta que tiene a su lado.

Eunwoo conduce silencioso por las calles de la ciudad y arribamos al destino cuando faltan seis minutos para las tres. El muchacho me indica con su dedo índice una de las puertas y le agradezco; parece que no está muy acostumbrado a que le den las gracias en el trabajo.

Llamo a la puerta de madera y espero. Finalmente, una mujer coqueta y de rasgos finos me atiende.

—Buenas tardes. Vengo a buscar a Kim Gwanhi —le digo, mostrándole la identificación provisoria que me dieron hoy en el trabajo—. Esta tarjeta es solo por unos días, hasta que–

—Oh, sí. Nahyun llamó recién, dijo que un rostro nuevo vendría por el pequeño —sonríe—. Lo traeré. Aguarda aquí un segundo.

La señora desaparece y regresa pocos instantes después. Cuando abre la puerta, mi expresión sosegada se transforma en una de completo asombro.

El tal Kim Gwani no es un niño como pensé. Es un corgi.

—Es un... perro... —Digo, atónito.

Ella me mira como si yo fuese un demonio ingrato y desagradable.

—Quiero decir, es el pequeño perrito más precioso de todo el país —sonrío con falsedad, y ella hace lo mismo automáticamente—. ¡Muchas gracias!, ¡que tenga buena tarde!

Me adentro en la parte trasera del coche y le pido a Eunwoo que ahora me lleve al sitio D. El corgi se acomoda en el lado izquierdo del asiento de cuero y se acomoda; parece que está decidido a tomar una siesta. Mientras acaricio al simpático animalito, noto que tiene un collar con su nombre que probablemente es más costoso que toda mi existencia. Ah, miniatura de cuatro patas afortunada, en definitiva.

El teléfono suena repentinamente y trago saliva al percatarme que se trata del jefe.

— ¿Sí, Seokjin? —Contesto.

— ¿Ya tienes a Gwanhi?

—Afirmativo, está conmigo ahora.

—Cuando termines en el sitio D, ve a la sucursal de Calvin Klein. Diles que yo te envío y que te den una caja de la nueva camiseta que lanzaron. Y que envíen la factura a la compañía.

Sin decir más nada, finaliza la llamada.

—Por supuesto, Seokjin. Será un placer, gracias por ser tan amable y por los detalles que incluiste —le digo, con sarcasmo extra, a absolutamente nadie.

El sitio D no es nada más ni nada menos que un salón de belleza para perros. Pero no para cualquier animal de cuatro patas; perros cuyos dueños sean penes millonarios. Tal como Kim Seokjin lo es. Los precios por cortarle el cabello a los canes son altísimos, y a Gwanhi hoy le toca un combo completo.

Dios, soy tan pero tan pobre.

Estaban esperando por nosotros, mejor dicho, esperaban a Gwanhi y por eso mismo se llevan al corgi rápidamente. La mujer a cargo me ofrece que tome asiento y deguste un café; yo le comento que es mi primera vez aquí y le pregunto cuánto tardará todo este asunto.

Quiero largarme a llorar cuando me dice que –aproximadamente– tres horas.

No, no, no. No puedo empezar a quejarme cuando apenas es mi primer día. No, Jeon Jungkook, eres mejor que tus propias lamentaciones.

Accedo a tomar el café, pero eso solo me hace matar quince minutos. Cuando salgo, veo que Eunwoo sigue ahí, firme, con el vehículo estacionado. Rápidamente vuelvo a meterme al coche.

—Eunwoo, vamos a Calvin Klein. Seokjin me pidió que retire algo.

— ¿Estás seguro...? —Cuestiona, visiblemente confundido.

—Sí. ¿Por qué no lo estaría?

—Pensé que no podías dejar solo al perrito.

Mi boca se entreabre para decir algo, pero no consigo espetar nada hasta que lo pienso mejor.

—Bueno... Creo que nadie lo sabrá —muevo las cejas, buscando su aprobación—. Además, él está en buenas manos. De lo contrario, Seokjin no les confiaría la estética de su mascota a estas personas.

Eunwoo sonríe y enciende el motor—: Buen punto.


¡Al fin!, ¡soy casi libre!

Luego de tres malditas horas, Gwanhi ha quedado más precioso de lo que ya es. Bañado, prolijo y perfumado. Es una cosita pequeña y adorable.

Con el paquete número uno (el perro) y el paquete número dos (la caja de Calvin Klein), Eunwoo y yo emprendemos el viaje de regreso al edificio.

La hora en la que finaliza la jornada laboral en el edificio generalmente es a las cinco de la tarde. Ya son las seis y yo apenas estoy terminando con las órdenes del jefe, por ende, no hay mucha gente en el edificio.

Me las ingenio para cargar al perrito y a la caja sin matarme en el intento. Nahyun fue muy clara hoy: no debo dejar que las delicadas patitas de Gwanhi toquen asfalto o cualquier suelo sucio.

Subo en el ascensor hasta el sexto piso y me entretengo haciéndole caras divertidas a la mascota de mi jefe. Él me ladra en respuesta mientras mueve su colita peluda y por poco se me cae la caja con camisetas.

Seokjin debería aprender de su propio hijo perruno: él sí es simpático y agradable.

Cuando las puertas del ascensor se abren, reina instantáneamente un silencio sepulcral. Creo poder afirmar que ya todos se han ido.

Camino por el extenso pasillo hasta llegar a mi escritorio y reposo la caja sobre el mismo. Mis brazos perciben el alivio cuando descarto el peso. Las puertas del despacho de Seokjin están cerradas pero estoy seguro de que hay alguien dentro, pues escucho sonidos. Bueno, se supone que él debe estar aquí; de lo contrario, ¿con quién dejaré a su hijo?

Me permito darle un pequeño beso a Gwanhi en su cabeza (nadie se enterará) y luego mis manos empujan la hoja derecha de la puerta para entrar.

Todo mi sistema parece dejar de funcionar cuando mis ojos se encuentran con tal escandalosa escena.

Jung Hoseok está recostado boca abajo sobre el escritorio del jefe, y el jefe está detrás de él... Oh. Por. Dios.

Cuando Gwanhi ladra al ver a su papi, Seokjin detiene sus duros movimientos pélvicos y mira hacia mi dirección.

Le cubro la boquita al perro y abandono velozmente el despacho.

Me temo que tengo que decir:
🎵Este compa ya está mueertoooooo más no le han avisadoooo🎵

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