Muy profundo © COMPLETA

By Themma

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¿Y si te enamoras de quien no es la mejor opción para ti y puede compicarte la vida entera? Kyana debe mudars... More

│Nota de la autora│
│Muy profundo │
PARTE I: "TÚ Y YO"
1. El comienzo
2. Confundida
3. Inesperadamente deseado.
4. Difícil verdad.
5. Nuestro secreto.
6. Avanzando.
7. ¡Quema!
9. Te amo.
10. Nuestros planes.
11. Deuda saldada.
12. Inquebrantable.
PARTE II: "ESTÁS EN MÍ"
13. Algo imprevisto.
14. Es mi pesadilla.
15. Fin de mi primavera.
16. Odiado invierno.
17. Sin final feliz.
18. Construyendo sobre fango.
19. Cerca de la felicidad.
20. Regresando el miedo.
21. Inconsciente.
22. Pruebas.
23. De nuevo en mí.
24. Luchando por mi cielo.
Puntos de venta
"Eterno, Muy profundo II"
-Galería Muy profundo-

8. Libre.

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By Themma



Desperté muy temprano, estaba muy ansiosa. Me vestí lentamente, desayuné con calma, todo bajo la mirada curiosa de mi madre. Pobre, seguro la volvía loca con mis constantes cambios de humor. Mi justificación: ser una adolescente, lo normal era padecer de un carácter un tanto volátil ¿no?

Annie llegó a la hora de siempre. Entré a su auto. Ambos me miraron, esperando esa explicación que prometí. Robert fue el primero en hablar, estaba recargado entre los dos asientos.

—¿Y bien? —mordí el labio, inhalando todo el aire posible.

—Ya suéltalo, Kyana, nos tuviste en ascuas todo el domingo —Annie no arrancaba.

—Sí, ¿qué pasó con Liam? —agarré valor.

—Tuvimos un mal entendido —escupí esperando la siguiente, obvia, pregunta.

—¿Mal entendido?, ¿por? —mi amiga se hallaba sentada de lado, viéndome intrigada.

—Bueno, lo que pasa es que... a ver... no lo tomen a mal se los suplico, pero... debo decirles algo... —continuaba mordiéndome el labio, lo apretaba más de la cuenta. Los dos esperaron—. Liam y yo... pues, estamos juntos —solté cerrando los ojos un segundo. Ella se llevó la mano a la boca y Robert abrió los ojos como platos.

—¿Es en serio?, ¿desde cuándo? —preguntó él todavía muy impresionado.

—Desde hace unas semanas

—No es una broma, ¿cierto? —Annie me miraba incrédula.

—No, lo juro. Él y yo... nos queremos. Lo siento, sé que debí decirlo antes, pero... tenía miedo de su reacción. Ustedes solo hablan mal de él y... sabía que no lo entenderían, no quería perderlos... no quiero perderlos.

—Kyana, es que es... ¡Dios, es increíble! —admitió Robert pasmado, pestañeando atolondrado.

—Ni yo sé cómo sucedió, todo ha sido muy extraño. De repente surgió y ya no podemos estar separados, ya no deseo ocultarlo —acepté agachando la mirada esperando que se molestaran por mentir todo ese tiempo. Robert colocó una mano sobre mi hombro.

—Kyana, ¿de verdad te quiere?, digo, ¿estás segura? —Asentí sin levantar el rostro—. No lo puedo creer, Liam... con razón ha estado actuando así...

—Ahora tiene más sentido su conducta en literatura, la manera en que te observa, lo del sábado en la fiesta —Annie reflexionó con su atención en la calle.

—Lo siento, debí decírselos antes, pero no miento, sucedió sin darnos cuenta.

—No te negaré que me preocupa, creo que no tienes ni idea de las reacciones que esto provocará. Sin embargo, no estás sola, Kyana, cuentas conmigo —observé a Robert agradeciéndole su gesto.

—También conmigo —declaró Annie—. La verdad es que algo no encajaba y ahora lo entiendo. Además, Kyana, los chicos no lo verán igual. Lo sabes ¿cierto?... Han sucedido muchas cosas entre ellos, cosas muy difíciles de borrar. —estrujé mis dedos, ansiosa. Estaba demasiado consciente de eso.

—Sobre todo Max y Ray, su rivalidad es... muy fuerte. Billy y Edwin probablemente también se molesten, y las chicas no sé cómo lo tomen —sabía que él tenía razón. Los más difíciles serían ellos.

—¿Cuándo se los dirás? —me estudió ella preocupada.

—Hoy... en el almuerzo... —torció el gesto y asintió, mirando a Robert.

—¡Pf! espero que no se salga de proporción todo esto. Créeme, en parte entiendo que no lo hayas dicho. Como ya te has dado cuenta, sienten cosas por ti, sobre todo Max. No sé si lo comprendan y él menos que nadie... Después de todo es Liam con quien estás... ese es justo el problema... —cerré los ojos más nerviosa. Yo ya lo sabía y aun así, estaba dispuesta a enfrentarlo, a pesar del temor que en ese momento sentía por su reacción.

Cinco minutos después llegábamos a la escuela. En cuanto bajé del auto recibí el primer mensaje. Mis amigos me observaron resignados.

«Pensé que no vendrías... Te ves hermosa, como siempre...».

El rubor de diario invadió mi rostro mientras sonreía.

«Te quiero».

Le contesté. Un segundo después entró el siguiente:

«Yo también... y mucho».

—¿Era él? —preguntó Robert al ver mis reacciones. Asentí avergonzada, continuamos caminando por el estacionamiento.

En matemáticas presté atención durante toda la hora y media. El reloj avanzaba más rápido de lo normal o por lo menos esa era mi percepción.

Cuando sonó el timbre yo ya era un manojo de nervios. Max, Lana y yo, nos dirigimos a la cafetería. Esperé que estuvieran todos. Annie y Robert me evaluaban preocupados, mandándome apoyo con sus miradas. De nuevo tomé aire, lista para lo peor.

—Chicos... —llamé su atención. A un lado de mí se hallaba Emma, y del otro Ray. Max lo tenía justo enfrente y el resto de ellos estaba repartido en los asientos—. Tengo que decirles algo —mordía el labio sin poder contenerme, en cualquier momento lo haría sangrar—. Sé que se molestarán y... de verdad lo siento mucho —Max se puso serio al escucharme, todos esperaban desconcertados. Miré sus rostros intuyendo que probablemente no me volvería a sentar ahí. Hice a un lado esa desagradable sensación de dolor. Llené mis pulmones y hablé de nuevo. Aquí iba—. Yo... estoy saliendo con Liam —por un minuto me miraron incrédulos como si esperaran que riera por el engaño.

—¿Es una broma? —preguntó Ray al fin. El silencio después de mi declaración se tornó aplastante.

—No, él y yo... estamos juntos —confirmé con seguridad. La expresión de Max me alertó; las aletas de su nariz se abrieron peligrosamente al tiempo que una vena en la frente se le marcaba. Estaba furioso.

—Kyana, no juegues con eso —advirtió levantándose de su silla levemente y apretando la quijada. Mi corazón dio un vuelco. ¡Maldición!

Me puse de pie enseguida temerosa. Lo desconocía.

—No estoy jugando —reiteré seria. Todos nos observaban, había miradas de desaprobación y molestia. Ray ya estaba erguido a mi lado. Sin más me hizo girar tomándome fuertemente del brazo. Pestañeé aturdida sin poder creerlo.

—Déjame ver si entiendo, ¿nos estás diciendo que nos mentiste, que nos engañaste todo este tiempo? —tenía la quijada apretada, mostrándome los dientes bastante irritado. Me zafé con un jalón e hice a un lado la silla. Por muy enojados que estuvieran no tenían derecho a tratarme así.

—No me dejaron otra alternativa... se odian y yo no tengo la culpa. Por favor comprendan... —Los vi suplicante. Sus expresiones ya eran de odio. Annie y Robert preocupados se pusieron de pie inmediatamente, listos para intervenir. Eso se estaba saliendo de proporción como bien dijo mi amigo al recogerme.

—¿Por qué él? —alzó la voz Max dándole la vuelta a la mesa para aproximarse a mí. Instintivamente retrocedí un paso. Ahora toda la escuela presenciaba el espectáculo intrigados, y yo comencé a sentirme ajena a todo aquello, ansiosa, incluso temerosa.

—Por favor, Max, cálmate —Le rogó Robert a medio metro de él. Lo ignoró y siguió avanzando hacia mí furioso. Sentí ganas de salir corriendo.

—Contéstame, Kyana, ¡¿por qué?! —Ray estaba a su lado, quería escuchar mi respuesta.

—Por favor, no se pongan así. No quería perderlos, no quiero escoger...

—¡Ah! ¿sí?, a mí me parece que ya lo hiciste —bramó furioso. Me sentí un ratón frente a los leones. Ya casi estaba sobre la mesa de al lado. Iba a responder, cuando sentí que rodeaban mi cintura de manera protectora, pegándome a su costado. Era Liam y estaba lleno de rabia e incredulidad.

—¡Basta! —exigió tajante, logrando de ese modo que se detuvieran abruptamente.

Todos mis amigos se levantaron ubicándose tras Max y Ray con los ojos muy abiertos.

—Estamos hablando con ella —me señaló el líder de ellos, rabioso. Liam lo ignoró acercándome más a él, haciéndoles ver que lo que acababa de decir era verdad y contaba con su apoyo.

—No hablaban, Max, le gritaban y dije ¡basta!, ¿qué les pasa? —sonaba un poco más tranquilo, quería calmar las cosas.

—¿No te das cuenta de que está jugando contigo? —bramó Ray viéndolo con odio. Intenté zafarme de Liam, me lo impidió sujetándome más fuerte. Alcé el rostro para verlo. Los encaraba con firme determinación, no cedería y tampoco me dejaría sola.

—No estoy jugando con ella, Ray.

—¿Ah no?, tú no tomas nada en serio, no te conoce... —parecía que en cualquier momento saltarían contra nosotros. Volteé hacia atrás, los amigos de Liam ya estaban a un lado de él escuchando todo, desconcertados, pero evidentemente listos para cualquier cosa que surgiera. ¿Era en serio? Llené de aire mis pulmones, demasiado nerviosa, preocupada.

—¿Qué significa esto, Liam? —quiso saber Kellan señalándonos. Mi novio seguía con la vista fija sobre Max.

—Lo que escucharon: la quiero, estamos juntos y créeme Ray, cuando te digo que ella es la única que sí me conoce —se escuchó un eco de impresión en todo el lugar. Nos observaban anonadados, sin dar crédito de lo que ahí ocurría.

—¿Es verdad? —preguntó Lana a un lado de ellos. Asentí con firmeza.

—Pues, no lo creo y escoge. Nosotros no podemos mezclarnos con ellos —ordenó Max, despectivo.

—¿Qué pasa con ustedes? eso era justo por lo que no quiso que lo supieran. A mí me importa un carajo lo que crean, lo que piensen ustedes o cualquiera. Pero ella los aprecia, son muy importantes... no hagan esto —rogó Liam aturdido.

—Demasiado tarde, ¿no te parece? —Ray nos miraba con desprecio.

—Para nosotros sí, pero el problema es conmigo, no con ella ¿qué les sucede?

—Tú sabes lo que sucede, lo sabes muy bien —Max parecía menos molesto, me estudiaba desconcertado, desilusionado. Le sostuve la vista buscando que entendiera, que me comprendiera.

—No, no lo sé. Ella les ha demostrado su amistad... Lo que hay entre nosotros no tiene que ver con eso, con ustedes —Max negó dolido.

—Lo siento, Kyana, ya tomaste tu decisión... —lo decía en serio. La escena era absurda, irreal. Abrí los ojos pestañeando asombrada, sabía que eso podía ocurrir, pero no así, no de esa forma.

—Max, chicos, no le hacemos mal a nadie, esto es ridículo, ¿qué más da con quién esté? —intenté convencerlos, no cedían. Solo me miraban desaprobatoriamente, mientras que la mano de mi novio continuaba enredada en mi cintura, confirmando lo que yo decía. Un nudo en la garganta de enormes proporciones me hizo sentir que soltaría el llanto en cualquier momento. Los estaba perdiendo, es más, al parecer ya los había perdido.

No pude más. Me solté del brazo de Liam, rabiosa, dolida, impotente y me dirigí como pude hasta la puerta de la cafetería. No podía seguir ahí, no quería verlos más, juzgándome por algo que no los afectaba, por algo que surgió sin la menor intención de lastimar a nadie. La abrí y salí despavorida. Las lágrimas se agolparon en mis ojos, por lo que los pasillos los veía borrosos. Jamás pensé que las cosas llegarían a tanto. Me dolía, me dolía mucho, incluso más de lo que llegué a imaginar.

Salí del instituto. Me recargué en un barandal y comencé a llorar molesta, herida, triste. Intenté tomar aire, el llanto me lo impedía. Aferré fuerte el pasamanos y con la cabeza gacha continué sacando toda mi impotencia, sin poder evitarlo.

Escuché cómo las puertas se abrían, no presté atención, un segundo después él ya estaba a mi lado, abrazándome. Lo rodeé y dejé que mis lágrimas humedecieran su pecho. Me besaba una y otra vez en la cabeza intentando tranquilizarme. Me sentía fatal, sabía que había hecho lo correcto, pero eso no lograba que desapareciera esa sensación de infelicidad de mi pecho.

—Lo siento... Kya... de verdad lo siento mucho —elevé mi rostro con aflicción. Él limpió tiernamente mis lágrimas. Mi dolor lo hacía sufrir, lo veía en sus ojos.

—No es tu culpa, sabíamos que sucedería, jamás debimos ocultarlo —susurré. Acarició mis labios con sus dedos y los probó dulcemente. Apoyó su frente contra la mía, tomando por ambos lados mi cabeza.

—Lo sé, pero no soporto verte así —Me besó en la punta de la nariz y volvió a protegerme con sus fuertes brazos. El timbre sonó logrando que sacara mi rostro de aquel lugar celestial. Liam sujetó mis manos.

—Debemos entrar —anuncié completa y absolutamente enamorada de él. No me iba a esconder más, lo peor pasó, debía intentar disfrutar lo que sentíamos. Estábamos juntos, eso era lo importante.

—¿Segura? —preguntó dudoso. Asentí torciendo la boca en lo que pretendió ser una sonrisa. Cerró los ojos por un segundo, llenando de aire sus pulmones y me hizo girar, rodeándome protectoramente. Cuando alcé la vista, la mayoría de mis amigos y de los suyos se hallaban de pie, a un lado de las inmensas puertas, mirándonos, aún desconcertados.

Los enfrenté con seguridad, no me agacharía, pues si lo hacía demostraría lo contrario a lo que sentía: duda. Pasé a su lado siendo consciente de cómo nos observaban. Kellan intentó detener a Liam, él se zafó serio y amenazante.

Al entrar a literatura me detuve sin saber dónde sentarme. Me besó en la base de la cabeza, guiándome a unos lugares vacíos que se encontraban hasta atrás. Se colocó a mi lado y tomó mi mano apretándomela para demostrarme que, en efecto, estaba conmigo de todas las formas posibles. Un segundo después todos entraron viéndonos incrédulos.

Max me ignoró al igual que Ray. Annie y Sara me sonrieron intentando tranquilizarme, la primera incluso me guiñó el ojo. Liam se acercó hasta mi oído.

—Ves, no todo está perdido —murmuró. Lo miré con algo de tristeza. Cuando el maestro cruzó la puerta se percató del nuevo acomodo del salón y elevó las comisuras de sus labios con clara satisfacción al vernos juntos.

La clase no fue tan difícil como creí. Por primera vez en semanas me sentí bien y en paz. Sabía que a su lado nada malo sucedería. Conforme transcurrieron los minutos no pude evitar estudiarlo embelesada, mientras copiaba algo que el maestro escribía. Recordé cómo gritó ante todos que me quería y eso me hacía alucinar. Percibió mis ojos sobre él, volvió el rostro hacia mí regalándome una enorme sonrisa y guiñándome un ojo. Cuando terminó la hora, ambos esperamos a que todos salieran. Guardé todas mis cosas y me levanté.

—Espera... —me tomó entre sus brazos—. ¿Vas a estar bien? —asentí con firmeza. Me dio un pequeño beso tomándome dulcemente por la barbilla—. Debiste avisarme...

—Lo siento, la verdad es que no pensé que sucedieran así las cosas.

—Fuiste muy valiente, Kya. Me dejaste asombrado... Te juro que lograré merecerte —torcí el gesto ¿Merecerme? si era todo lo que soñé. En tan poco tiempo Liam ya era parte vital de mi alma, de mi esencia, tanto que acababa de enfrentar lo poco que tenía seguro en esa escuela por estar a su lado.

Me acompañó a mi siguiente clase, para después irse corriendo a la suya. Al entrar ya estaban allí todos. Peiné el lugar para encontrar un asiento libre. No había, solo el que solía usar. Mis compañeros me observaban de formas indescifrables.

Robert sacudió la cabeza, molesto. Se puso de pie señalando la silla a su lado con una ceja enarcada.

—Este es tu lugar —declaró con firmeza importándole un bledo la actitud de los demás. Sonreí profundamente agradecida. Ray, Edwin y Billy me ignoraron deliberadamente. Emma se acercó y posó una mano sobre mi brazo.

—Lo van a entender... ya lo verás. Él... de verdad te quiere —dijo aún asombrada. Asentí colocando una mano sobre la suya—. Entiéndelos, esto pasará, no te dejaremos sola...

—Gracias, Emma —me guiñó un ojo y regresó al lado de Ray. Este la observó reprobatoriamente, a ella le importó poco.

Robert y yo trabajamos juntos sobre taxonomía humana ajenos a los demás. Era fácil estando a su lado, siempre relajado, siempre accesible, flexible.

—¿Sabes? fue increíble cómo te defendió, me dejó atónito. Sinceramente lo creía incapaz de algo así... y mira que lo conozco desde niños —sonreí complacida. Yo todavía seguía en las nubes y mucho más allá, lo cierto es que me encontraba más enamorada que hacía unas horas—. Y cuando te fuiste ¡Uf! su rostro... En serio todo esto es increíble —admitió sacudiendo la cabeza.

—Robert, sé cómo era, me lo confesó al comenzar, incluso el problema que generó toda esta enemistad. —me miró interesado—. Está arrepentido —torció la boca no muy convencido—. Sé que será difícil que lo crean, te prometo que los entiendo, yo misma odiaba a esa clase de personas, aún las desprecio... Pero... lo quiero y él a mí... No lo esconderé más.

—No te preocupes, Kyana, déjale las cosas al tiempo, verás que todo se acomoda —resoplé frustrada, sabía que tenía razón.

—Ojalá.

Cuando acabó la clase recogí mis cosas y salí junto a mi amigo. Ya estaba esperándome a un lado de la puerta. Mi corazón martilleó fuerte, olvidando todo a mi alrededor me acerqué a él con las comisuras de los labios hacia arriba.

—Nos vemos —se despidió Robert sin mirarlo. Liam se colgó mi mochila sujetando mi mano.

—¿Cómo te fue?

—Bien. Emma no está molesta, Annie y Robert tampoco, a ellos les conté por la mañana —caminamos dirigiéndonos afuera.

—Eso es bueno, Kya —se llevó mi mano hasta sus labios. Sentí cómo nos miraban en los corredores, me importó poco, al igual que a él. Nada podía ser mejor que vivir lo que sentíamos sin escondernos, sin ocultarlo.

—Y ¿a ti? —se encogió de hombros indiferente.

—Quien me diga algo ahora, creo que lo mato... —lo decía en serio. Reí negando.

Llegamos hasta un árbol de ancho tronco. Se sentó y me jaló tierno para que hiciese lo mismo. Me acomodé de inmediato en el espacio que había entre sus piernas. Él las flexionó y recargó ahí su ante brazo. Junté mis rodillas contra mi pecho y las rodeé, recargando mi cabeza en ellas, mirándolo. Nos quedamos así un segundo sin decir nada. De pronto sonrió, me tomó por la cintura y me recargó en su tórax.

—Gracias... —susurré sobre su playera, olía tan bien. Tomó mi barbilla delicadamente para que levantara el rostro, mientras bajaba el suyo hasta mí.

—¿Por qué?

—Por estar conmigo, por ayudarme en la cafetería.

—No iba a dejar que te enfrentaras sola a ellos, Kya, recuerda que estamos juntos. Cuando los vi así, sentí que la sangre me hervía, si hubieras visto tu expresión... eso fue lo peor... parecías... asustada...

—No pensé que se pusieran de esa forma, creí que se me echarían encima —negó alzando las comisuras de sus labios, en lo que pretendía ser una dulce sonrisa.

—Jamás lo harían, no son así —fruncí el ceño, confusa. No comprendí.

—Liam, tú no sientes lo mismo que ellos ¿verdad? Digo, parecen odiarte...

—Antes sí. Ahora... no sé... Desde que tú llegaste... han cambiado muchas cosas en mí. Despertaste a quien solía ser... Ya no hay coraje, incluso, siento agradecimiento...

—¿Agradecimiento? —no entendí.

—Sí, supieron estar a tu lado. Te cuidan. Te acogieron desde el primer día. Imagino que venías muerta de miedo y te tendieron la mano. Ojalá yo hubiera sido la mitad de noble...

—No digas eso, sé que lo eres. —Negó con seguridad.

—No, Kya, lo que hago, no lo hago por nada, lo hago por ti. Necesito ser lo suficiente bueno para ti —¡Dios!, ese chico me dejaba sin aire, le di un pequeño beso en los labios.

—Lo eres, para mí lo eres todo... —sonrió complacido. Mis palabras sosegaban su mirada turbia.

—Kyana, quisiera borrar lo que fui, lamentablemente no puedo. Deseo que te sientas orgullosa de mí. La reacción que hoy tuvieron me la he ganado a pulso y no sabes que mal me siento al ver que tú pagas por mis errores. Me siento tan... impotente... tan culpable —Me arrodillé frente a él y posé mis manos en sus mejillas, seria.

—Liam, escúchame bien: creo en ti, confío en ti, sé que harás mejor las cosas de ahora en adelante... Te quiero y sé que lo lograrás —sus ojos chispearon como dos luceros presenciando algo asombroso. Se irguió, rodeándome con sus brazos y me besó.

—Juro que no te voy a defraudar.

—Eso lo sé, por eso estoy contigo —Me recosté de nuevo sobre su pecho mirando hacia el frente. Mis amigos estaban sentados en un árbol a varios metros de nosotros. Pese a la distancia los veía sin problema. Parecían discutir algo, giraban sus cabezas hacia nuestra dirección una y otra vez. Adiviné enseguida sobre qué o más bien, sobre quiénes.

Poco antes de que sonara el timbre nos dirigimos a nuestras respectivas clases. Él tenía entrenamiento y yo atletismo. Me sentía más serena, feliz. Él era mejor de lo que siquiera había imaginado, no podía pedir más. Liam me llenaba por completo y opacaba sin dificultad la tristeza que me daba lo sucedido hacía unas horas.

¿Dudas? No, ya no, él estaba ahí, conmigo y parecía que quería que así siguiera siendo, importándole poco lo que esto desencadenara. Después de lo ocurrido mi mente y corazón recibieron el permiso para dejarse ir por completo, para entregarse al sentimiento y vivirlo sin restricción, y así lo hice.

Lana y Susan me vieron al llegar a los cambiadores, dudaban en acercarse a mí. Les dediqué una mirada comprensiva y salí a la pista aún flotando. Qué genial era estar enamorada, era asombroso cómo casi todo se resbalaba pues nada era más importante que sus ojos, sus labios, sus manos.

—Kyana... —giré, iban hacia mí—. Danos tiempo, ¿sí? —asentí ecuánime, podía hacer eso—. Es en serio ¿verdad? Quiero decir... Liam nunca ha sido así... con nadie —preguntó Lana intrigada.

—Supongo —admití serena.

—No es nada contra ti, sabemos que... no era fácil confesarlo, digo, todo el día hablábamos mal de él, pero... con Liam es otra cosa...

—Los comprendo y no se preocupen, yo sabré esperar y... entender.

—Eso no quiere decir que justificamos su actitud hacia ti en la cafetería, fueron muy... agresivos —intervino Susan molesta. Lana asintió, de acuerdo.

—Sí, reconocemos tu valor y... las agallas de Liam al decir lo que siente por ti frente a todos. Ni en mil años nos lo hubiéramos imaginado haciendo algo como eso.

—En serio esperamos que todo salga bien entre ustedes, no queremos que te lastime.

—No se preocupen, si eso llega a suceder... ya veré... por ahora todo va bien, estaré bien —No les convenció del todo mi respuesta. Me daba igual, creía en Liam, nada me haría dudar, se esmeraba en demostrar día a día que podía hacerlo.

Cuando llegamos la profesora Hilling ya nos esperaba. Con una mirada fulminante nos puso a correr en sanción tres vueltas alrededor de la enorme pista. Ya hacía frío, así que no era tan malo, aunque hubiese preferido cualquier otra cosa. Lo cierto era que de esa manera podía ver mejor a Liam, por lo que no me quejé, tal como lo hicieron ellas.

Las tres íbamos trotando, yo iba en el carril central. De repente lo vi venir y, sin más, comenzó a correr a mi lado, completamente despreocupado.

—Creo que te falta condición... —se burló. Lo aventé fingiendo molestia, apenas si se movió—. No te ofendas, podría ayudarte, cuando quieras te entreno...

—Cuando necesite ayuda, la pediré. Vete a lo tuyo, engreído. Tu entrenador te llama —Le mentí divertida.

—Está bien, te veo en la salida y... también te ves linda corriendo —me guiñó un ojo coquetamente. Puse los ojos en blanco. Unos segundos después regresó al centro del campo. Mis amigas o por lo menos eso fueron hasta hacía unas horas, escucharon y presenciaron todo, por lo que se observaban sin poder evitarlo, no lograron esconder su asombro.

Al salir de los vestidores Liam ya me esperaba. Al verme me dio un pequeño beso y se colgó de nuevo mis cosas. Caminamos hasta su camioneta sin fijarnos en nadie más. Rodeaba mi cintura con familiaridad mientras bromeábamos sobre mi manera de correr.

Ya en casa nos pusimos, o mejor dicho obligué a que nos pusiéramos, a cumplir los deberes. Me sentía extrañamente alegre, me sentía... libre. Aunque a ratos, sin poder evitarlo, perdía la mirada pensando en ellos. El último mes fue increíble gracias a Liam y en parte también a esos chicos que me recibieron de aquella manera cuando llegué. Si no lográbamos superar esto, los iba a extrañar.

—Van a entender, lo sé. Dales tiempo —dijo besándome el hombro. Giré y lo besé sonriendo.

—¿Ya te dije hoy que te quiero? —cambié el tema. Negó contemplando mis labios embelesado—. Pues te quiero —posó una mano bajo mi barbilla, ahora él fue quien tomó la iniciativa. Respiró mi aliento, probó mi interior y suspiró un segundo después con las pupilas dilatadas.

—Eres más de lo que imaginé...

Se fue justo a las cinco. Tenía entrenamiento. Gracias a su baja calificación en literatura contaba con un permiso especial para las horas de asesoría. Regresó a las ocho y media. Cenó, después vimos la serie que mamá y yo acostumbrábamos los lunes; que, dicho sea de paso, había abandonado un poco por su causa. Él no sabía de qué trataba así que fui contestando sus preguntas. Poco antes de las diez nos quedamos solos. De inmediato me senté sobre sus piernas para acurrucarme.

—Kya, es asombroso pero... soy feliz. Sé que puede sonar extraño, sin embargo, sé que nunca lo fui hasta ahora... No sé, me siento... yo... —En ese momento quise comérmelo a besos. Me gustaba su sinceridad, su forma de expresarse, el no maquillar nada, el no pretender ser alguien que no era.

—También lo soy y mucho, Liam —confesé aspirando su aroma embriagador.

—Gracias por cambiar mi vida —musitó con voz cargada de significados. Acaricié su rostro entendiendo perfectamente a lo que se refería, definitivamente la mía ya era muy distinta.

Al día siguiente Annie y Robert pasaron por mí. Liam insistió en llevarme, me negué. Necesitaba saber qué sucedió con los que solían ser mis amigos. Además, tenía muy claro que no debía alejarme de ellos.

—Kyana, siento mucho cómo se dieron las cosas ayer. En serio no creí que fueran a reaccionar de esa forma —Mi amiga lucía contrariada. Robert asintió, dejándome ver que pensaba lo mismo, aunque ya lo sabía.

—No se preocupen, los entiendo, ojalá y se les pase.

En la entrada de la escuela ya me esperaba a un lado de las escaleras. Me despedí rápidamente de mis amigos, ambos sonrieron entendiéndome y fui hasta él. Cuando me tuvo cerca me tomó por la cintura y me elevó levemente dándome un beso. ¡Eso sí que era perfecto!

—¿Cómo dormiste? —preguntó caminando rumbo mi casillero.

—Bien, ¿y tú?

—Extrañándote, pero... pasable. —Lo miré deleitada. No era de muchas palabras, pero él me dejaba muda con su manera de expresarse cuando estaba a mi lado.

Esperó a que tomara mis libros y me acompañó hasta matemáticas.

—No quisiera dejarte sola... —estaba preocupado, acunó mi barbilla aprensivo.

—Liam... sobreviviré, ya soy mayorcita.

—Lo sé, es solo que no puedo evitarlo. En fin... te quiero —Me dio un beso en la punta de la nariz y se fue. En el aula me acomodé en un lugar vacío. Max me veía de una manera que no alcanzaba a descifrar. Lana me saludó con la mano, tampoco se acercó.

Sentada, sola, evoqué el primer día de clases y sentí que había pasado un siglo. El maestro llegó un minuto después. No me hablaron en toda la clase, solo me ojeaban de vez en vez. Cuando el timbre sonó comencé a recoger mis cosas tranquilamente.

—Kyana, ¿podemos hablar? —era Max, estaba justo frente a mí. Asentí colgándome la mochila en el hombro—. Sé que ayer... nos pasamos de la raya. No quise asustarte, pero comprende que no confío en él. De verdad Liam no es lo que tú piensas —lo decía serio, aunque arrepentido. Ya no había nadie más en el salón.

—Max, sé lo que piensan de él y... en serio lo entiendo, pero lo quiero y sé que siente lo mismo. No pienso dejarlo, espero lo puedan comprender. Ustedes son muy importantes para mí, por eso no se los dije, fue un error, lo admito —Por un instante sentí que volvería a ponerse como el día anterior. Respiró hondo y volvió a hablar con calma.

—Estás deslumbrada, sé que el tiempo me dará la razón, créeme.

—Aun así, me arriesgaré. Escucha, sé que no debí callar, en eso estuve muy mal. Tenía miedo de que sucediera lo que sucedió, no puedo estar sin él, no quiero —expliqué suplicante. Negó vencido. En cuanto alcé los ojos vi que Liam estaba ahí, adentro y había escuchado lo que acabábamos de hablar. Max lo ignoró y salió sin decir más. Me acerqué a él un poco triste, de inmediato me recibió entre sus brazos.

—Dales tiempo... —acepté contra su pecho un poco desanimada y bastante harta de esa palabra; sin embargo, solo eso podía hacer.

En la cafetería todos nos observaron. Mis amigos se encontraban afuera y los de él también, solo que en lados opuestos, como siempre. Con nuestro almuerzo en las manos caminamos y nos sentamos en una de las mesas de adentro.

—Parece que nadie está de acuerdo con esto... —susurré incómoda.

—No me interesa, tú estás conmigo, eso es lo único que quiero —apuntó relajado, rozó mis labios dulcemente, ratificando lo dicho.

—¿Por qué no pueden entender lo que sentimos? —quise saber mordiendo mi emparedado de pollo.

—Porque los cambios asustan, Kya. Créeme, contigo sé lo que es eso —sorbí un poco de mi jugo meditando lo que acababa de decir.

—Tus amigos también están molestos, ¿no?

—No, es solo que... prefiero estar contigo, lo tendrán que entender —notó que no había ingerido casi nada después de un rato, frunció el ceño—. ¿Qué sucede? ¿no tienes hambre? De por sí creo que ese raquítico sándwich no es suficiente alimento —Y de verdad no tenía, siempre comía muy bien, pero ante alguna situación que me sacara de mi centro, el apetito y el sueño invariablemente se iban. Otra buena herencia familiar. Tomó mi mano, se la llevó a los labios—. Todo va a estar bien, sé que parece difícil. Solo no te angusties, los conozco desde pequeño, todo caerá sin más. Quiero verte contenta.

—Te prometo que lo estoy, al fin me siento en paz, pero... en parte es como comenzar de nuevo —Así me sentía.

—Es solo diferente, todo tomará su rumbo y el acomodo de las cosas tendrá que ser otro. Eso a veces cuesta trabajo aceptarlo —No tenía ni idea de cómo fue en general su vida, pero en ciertas ocasiones, cuando hablaba, me parecía escuchar a alguien mayor, a alguien que ya había pasado por varias situaciones difíciles. Suspiré comprendiendo que tenía razón. Le di una gran mordida a mi almuerzo y sonreí enarcando las cejas. Besó mi sien, divertido y continuó con su enorme hamburguesa.

Juntos nos dirigimos a literatura. Nos sentamos en el mismo sitio que el día anterior. Kellan entró y fue hasta nosotros.

—¿Cuánto tiempo va a continuar esto? —preguntó señalándonos a ambos. No estaba molesto, parecía intrigado e incluso un poco divertido.

—No sé a qué te refieres —contestó mi novio con voz críptica completamente recargado en su respaldo sin darle mucha importancia, acariciándome el cabello con atención. Fingí escribir algo en mi libreta. Kellan rio.

—Lo sabes muy bien, nos conocemos de siempre. Si quieres estar con ella a mí me da igual. Recuerda que eres el capitán del equipo, tu presencia es importante.

—Eso no va a cambiar. Pero no pienso exponerla más.

—Lo dices por Roger... —enseguida me puse en tensión al escuchar ese nombre. Seguí en lo que estaba.

—En parte —Liam continuó con el mismo tono sereno.

—Tú sabes cómo pararlo, a él y al resto... —Mi novio asintió.

—Pero esta vez... no quiero pararlo —dejé de escribir pestañeando confusa—. Quiero que entiendan todos que no me voy a separar de ella, que esto no es un juego y que tendrán que respetarla si quieren que las cosas continúen bien entre nosotros. —Lo veía amenazante y su tono no dejaba duda de lo que haría si no lo comprendían. Giré el rostro, nuestros compañeros de clase escuchaban la conversación, sin molestarse en fingir.

—De acuerdo, creo que has sido bastante claro. Veamos qué sucede... —dio un pequeño golpe a la mesa, chasqueando la boca y se fue a su lugar. El maestro ya estaba entrando. Así que todos volteamos al frente, esperando a que comenzara la clase. Yo no quise decirle más. Se encontraba muy serio e intentaba concentrarse en esa materia que tanto odiaba.

Me acompañó a ciencias como el día anterior, rozó mis labios. Todos ya estaban ahí excepto Ray. Robert movió sus cosas y señaló de nuevo el lugar a su lado.

—¿Cómo te fue? —confiaba en él y Annie más que en los otros chicos, además los quería y me dolía no poder pasar más tiempo con ellos.

—Todo igual —sonreí con tristeza. Posó una mano sobre la mía.

—No tienes idea de la revolución que ustedes dos están generando, nadie habla de otra cosa. Es increíble que personas tan opuestas estén... juntas. Eso no es nada común aquí —torcí el gesto insegura. No sabía si eso era bueno o era malo, esperaba que lo primero—. Kyana, no es un secreto que los chicos querían contigo algo más que una amistad, principalmente están celosos y... después, muy desconcertados con la actitud de Liam, parece un león cuando se trata de ti. Es como si fuera otra persona, sinceramente lo desconozco —ese era el primer comentario positivo que escuchaba sobre mi novio, me sentí mejor.

Al salir del aula y no verlo ahí, fui hasta mi casillero a guardar los libros. En cuanto lo cerré apareció su rostro. Ya estaba como siempre, rodeó mi cintura con posesividad pegándome a él de forma sensual.

—Te fui a buscar.

—Salí en cuanto timbró y como no te vi, vine a guardarlo todo —me dio un beso en la comisura de la boca.

—Lo sé, Robert me dijo... —me detuve en seco mirándolo atónita.

—¿Robert?

—Sí... Anda, vamos afuera —me hizo avanzar mientras yo lo observaba intrigada.

—Pero... él no te habla —le recordé. Sonrió encogiéndose de hombros.

—Pues ahora sí —enarqué las cejas con agradable asombro. Robert era de lo mejor. De pronto, recordé que debía hacer algo.

—Liam, debo ir a tutorías, encontré una nota del señor Laurence.

—Te acompaño —sugirió tranquilo. En menos de dos minutos estábamos ahí. Él se quedó afuera esperándome. Caminé hasta la oficina, estaba abierta. En cuanto me vio, sonrió. Ese maestro era por demás agradable.

—Kyana, pasa... —eso hice.

—Vi un recado tuyo, Clay.

—Sí, siéntate —me acomodé en la silla esperando. Él estaba revisando algo en una carpeta y enseguida lo cerró—. Kyana, has hecho un excelente trabajo con William, el maestro Johnson está muy contento con sus avances y sobre todo por su cambio de actitud, pero ahora depende solo de él, tú ya terminaste —no supe si me daba alegría por él o tristeza. Así nos conocimos y aunque sabía que las asesorías tenían esa función, fue un pretexto ideal para vernos más tiempo.

—Qué bueno, me da gusto —admití alegre y era cierto. Me sentía contenta por él, después de todo trabajó duro y fue responsable: lo merecía.

—Lo imagino, supe que están juntos, ¿no es cierto? —mordí mi labio asintiendo. Sonrió—. Eso es muy bueno, a él le hacía falta una chica como tú. Todos se han dado cuenta de su cambio. Me da gusto por ambos, siempre he dicho que William es un buen chico, solo necesitaba direccionarse y creo que tú puedes ser buena brújula —me sentí complacida al escucharlo. Era como ratificar su esfuerzo por ser otra persona y al fin se estaba notando.

—Gracias —reconocí ruborizada.

—Bueno, ya tenemos otros que necesitan tu ayuda, pero aún estoy evaluando la mejor opción para ti y para ellos. No quiero saturarte. Te veo el jueves a esta hora, así te digo quién es y cuándo comienzas ¿Okey?

—Te veo el jueves entonces, gracias.

—A ti, buen trabajo —me guiñó un ojo, alegre.

Cuando salí del edificio Liam hablaba con Kellan, Luck y otros tres que reconocí como parte del equipo, no sabía sus nombres. Mi novio me daba la espalda, parecía que les explicaba algo, ellos lo escuchaban con suma atención. En cuanto Kellan me vio, elevó la barbilla señalando mi dirección sin ninguna expresión. Liam giró al instante tendiéndome la mano sonriendo. Dudé un segundo, junté un poco de coraje y me acerqué enganchándome a él.

Era incómodo a decir verdad y no sabía dónde posar la mirada, ni qué hacer. Notó mi actitud y con su brazo rodeó mi cintura infundiéndome confianza. Sus amigos solo me vieron un instante, pues Liam continuó su explicación. Discutían sobre una posible estrategia para el próximo partido que el entrenador le propuso. Yo... no entendí nada. Sus amigos lo escuchaban interesados, opinando. Para mí era como si hablaran otro idioma. De pronto algo sí entendí y era que tendrían otro entrenamiento el domingo y varios por las tardes la siguiente semana. Pf, lo vería poco en los próximos días.

—Entonces infórmenle a los demás —ordenó despidiéndose. Sujetó mi mano y nos alejamos. Mientras caminábamos bajó el rostro y me dio beso riendo—. Hubieras visto tu expresión, Kya —señaló divertido. Entorné los ojos, yo no le encontré la gracia—. Ellos no te van a hacer nada, he cambiado, pero no tanto como para que no sepan de lo que soy capaz si se atreven... —lo miré desconcertada al escuchar su tono. Era cierto, parecía un león como dijo Robert. Me rodeó por los hombros zangoloteándome cariñoso—. No me veas así, es la verdad —se detuvo poniéndome frente a él, con semblante serio—. Kyana, te quiero, compréndeme —se dio cuenta de que no me agradaba oírlo hablar de esa forma, por mucho que eso implicara defenderme. Era asombrosa la sensibilidad que tenía para detectar mis estados de ánimo. Rogó con la mirada que lo entendiera.

Rodeé su cuello y me colgué para poder darle un beso. Lo hacía y para ser honesta, una parte de mí le agradecía que me hiciera sentir que no debía tener miedo, aunque definitivamente no deseaba verlo agredir a alguien por mi causa. Por otro lado, lo que realmente me preocupaba era lo que pudiera suceder cuando él no estuviera, no podíamos vivir sin separarnos.

Llegamos hasta el árbol del día anterior. Se sentó y me volví acomodar sobre su pecho.

—¿Qué sucedió con el profesor Laurence? —lo había olvidado por completo. Me giré emocionada.

—Lo lograste, ya te liberó el profesor Johnson.

—¿En serio? —me miró asombrado.

—Sí, y... ya no te daré más tutorías... —le informé con un dejo de nostalgia.

—Kya, eso es bueno.

—Sí, bastante, pero ya no tendrás pretextos para ir más tiempo a mi casa —Le hice ver con voz melosa y con un leve puchero. rio extasiado.

—Eso no va a cambiar nada entre nosotros, lo nuestro sigue igual y créeme, seguiré necesitando tu ayuda en esa materia. ¡Dios, es que es aburridísima! y no puedo entenderla del todo. Además, ya no nos escondemos ¿recuerdas?, puedo estar contigo sin restricciones, cuando queramos, como queramos y donde queramos —me recordó alzando ambas cejas un par de veces seguidas. Tenía razón, sonreí asintiendo. Me recargué en él otra vez.

—El jueves me dirá a quién voy ayudar ahora. ¿Sabes? el señor Laurence ya sabe que estamos juntos, parecía contento —me dio un beso en la cabeza.

—Es asombroso cómo las noticias corren cual pólvora. Entonces seguro es el chisme de los profesores ahora.

—Yo creo que sí, además me dijo que han notado un cambio favorable en ti —le dije orgullosa. Enseguida me miró de esa forma en la que me derretía y aceleraba mi pulso dejándome la boca seca.

—Eso es por ti, ya te lo dije. Te mereceré, te prometí que haría todo lo necesario... —Me sentí presa de un trance.

—Te quiero, Liam.

—Y yo a ti, Kyana.

Tuve historia en la última hora. Emma se portó conmigo como si nada hubiera sucedido, reímos y trabajamos juntas. Liam me llevó a casa y se fue enseguida a entrenar. Yo insistí que no lo hiciera, me iría con mis amigos o sola, se negó rotundamente y al final, como siempre, se salió con la suya. Comenzaba a darme cuenta de que era muy protector.

Los días pasaron y era triste ver que nada cambiaba. Kellan y Luck se acercaban a él aunque estuviera yo, pero al igual que Robert, Annie y Emma lo ignoraban, ellos hacían lo mismo conmigo.

Todo era mejor y peor que antes. Ya no nos escondíamos, podíamos ir y venir sin problemas. Comenzamos a crear nuestro propio mundo en el que nadie cabía y nadie importaba. En literatura nos sentábamos juntos. Cada cambio de clases me esperaba para acompañarme a la siguiente. El señor Laurence me asignó a una chica de primero que tenía problemas con ciencias. Liam se puso feliz como podrán imaginar.

Mi madre seguía saliendo con Ralph y poco a poco lo comencé a ver más en casa. Liam y él se llevaban de maravilla. Ya saben, hablaban sobre fútbol todo el tiempo.

Tres semanas después del primer partido jugaron fuera, por lo que no lo vi todo el día. Insistió que fuera, no me pareció buena idea. Se acercaban los exámenes y tenía mucho por estudiar, así que aprovechaba los tiempos que no estaba. Por muy enamorada, esa parte mía no cambiaba.

Annie y Robert seguían pasando por mí y era mi oportunidad para hablar con ellos. Cada día aceptaban más lo nuestro y eso me alegraba, me daba esperanzas respecto a los demás.

Max volvió a insistir, le respondí lo mismo: no lo dejaría.

Nos divertíamos tanto juntos. Conversábamos de todo sin problemas. Nos sentíamos bien al lado del otro y era evidente. Mi vida sin Liam simplemente ya era impensable, estaba convencida de que no era por el simple hecho de tener esa edad en la que se siente de esa forma tan intensa; él y yo nos compenetrábamos más cada día, cada hora, cada minuto.

No existía impulsividad en nuestro proceder, pero sí un gran deseo de poder estar siempre uno al lado del otro, no solo el tiempo que faltaba para terminar la escuela, sino una vida, una eternidad. Increíble, intimidante, mágico y demasiado real.

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