La lista || Terminada

By MsMistery19

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Nuestra historia empezó con un trato entre ambas. Un beneficio para las dos, un sentimiento disfrazado hacién... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Final
Epílogo
Epílogo extra

Capítulo 18

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By MsMistery19

Podremos decir adiós en miles de vidas, pero nunca sabremos cómo buscar nuestros caminos.

Pov Calle.

Salí de aquel salón con rabia, con... Joder, odiaba sentirme cómo lo estaba haciendo, todo por ella. ¿Cómo es qué se había metido tan dentro? ¿Por qué nunca lo ví?

Claro, tantos años observandola de lejos no era por lo que creía antes, un capricho. Un capricho porque ella nunca caía ante mi... Y la que terminó cayendo por ella fui yo.

Salí disparada de aquel salón de clases, no quería verla, no quería sentirme así, tan herida, estúpida y... Insuficiente para ella.

¿Por qué de todas las jodidas chicas Poché me hacía sentir otra vez?

No me importaba que hoy fuera el primer día de clases, necesitaba salir de este maldito colegio. Caminé por los pasillos de mal humor, iba directamente a la salida cuando los ví, me detuve en seco y los observé.

Poché y Lucas hablaban muy sonrientes contra los casilleros, fue cuando me di cuenta, ella no buscaba a alguien cómo yo, ella buscaba el chico ideal y perfección en persona, no una mujeriega tal y cómo lo había dicho.

Al parecer ella se dió cuenta de que la veía, porque su vista giró y me vió, negué con mi cabeza y caminé directamente hasta el estacionamiento buscando las llaves de mi coche, quité el seguro de las puertas y tomé la manija de la puerta, tiré mi mochila en el asiento del copiloto y me metí al coche.

—¡Hey, Cal!— Escuché una voz a lo lejos, miré a mis costados buscando la voz.

—¿Das?— Inquirí viendo a mi mejor amigo, él sonrió.

— Te he buscado por todos lados, no es cool ser nuevo aquí.— Contestó sosteniendo su mochila en su hombro, reí y me bajé del coche.

—¿No dijiste que tus padres volvían a Corea?— Indagué intrigada, Dallas se encogió de hombros.

— Al parecer Colombia les gusta mucho, ya sabes con eso de que crecí aquí.— Explicó con tono de voz divertido.

— Me alegra que te quedes, tonto.— Abracé a mi mejor amigo sonriendo, sin Dallas e Irina todo sería muy aburrido.

—¿Adónde vas?— Cuestionó al separarse del abrazo, suspiré.

— Al club.— Me limité a responder, Dallas me vió suspicaz.

—¿Al lago? ¿Estás molesta?— Replicó alzando una ceja, rodé los ojos.

— Luego te explico.— Dije dándole la espalda y subir al coche, Dallas negó con su cabeza.

—¿Una chiquitina de puntas azules tiene qué ver?— Cuestionó con obviedad, lo ví mal.

—¿Por qué ella tendría que ver?— Respondí haciéndome la desentendida, Dallas rió.

— Porque últimamente tiene poder sobre ti.— Contestó sin más, encogiéndose de hombros.

— Y lo odio...— Murmuré cerrando la puerta del coche y recargarme en el.

—¿Qué esperas para decirle que siempre te ha gustado?— Arrojó mi mejor amigo, reí sarcástica viéndolo.

— Das, eso no es cierto.— Me defendí negando con mi cabeza, Dallas alzó una ceja.

—¿Debo recordar lo que has hecho a escondidas por ella?— Le puse mala cara y apreté los labios.

— No empieces.— Amenacé apuntandolo con mi dedo índice, Dallas hizo caso omiso.

—¿Recuerdas esa vez que estaban vendiendo limonadas y tú mandaste a un chico a comprarle toda la limonada con tu dinero?— Empezó mi mejor amigo trayendo recuerdos...

Miré el pequeño puesto a los lejos, una mesa de plástico en la acera de la calle con un letrero que decía; “limonada fresca”. Claramente la venta no iba bien y eso se notaba.

Miré a Paula, a Laura y por último a la chiquitina insoportable que no me podía ni ver en pintura. Bajé del coche y rodeé este, me recargué en la puerta y bajé mis gafas de sol de mi cabeza, no quería que me reconocieran.

— Oye tú.— Llamé a un chico que pasaba por ahí, él me vió confundido.

—¿Yo?— Rodé los ojos y asentí con mi cabeza.

— Ven, haz algo.— Le dije buscando dinero en mi bolsillo, el chico se acercó a mi.

—¿Qué cosa?— Inquirió confundido.

— Compra toda la limonada a esas chicas.— Señalé el puesto, el chico frunció el ceño.

—¿Y qué haré con la limonada?— Cuestionó tomando el dinero, resoplé.

— Tragartela e irte.— Hablé con tono de voz satírico.

— Pero-

— Rápido, chico.— Apuré empujándolo, él me vió extrañado empezando a caminar.

— Está bien.— Aceptó totalmente contrariado.

— Oye.— Llamé su atención, él volteó.— A mi nunca me has visto, ¿Entendido?— El chico simplemente asintió con su cabeza, me encogí de hombros y subí a mi coche para irme.

— Lo hice por la donación a los perritos.— Respondí a mi mejor amigo, saliendo del recuerdo, Dallas rodó los ojos.

—¿Recuerdas esa vez qué Mateo aventó una bebida en Poché y tú le diste una paliza?— Sonreí sastifecha recordando eso, Mateo siempre me cayó mal.

Estampé al idiota contra los casilleros de los vestidores del colegio matandolo con la mirada, él me vió temoroso y tragando grueso.

— En tu vida vuelves a molestar a Poché.— Amenacé dándole un empujón.—¿Lo entiendes o te lo explico con manzanitas?— Inquirí alzando una ceja.

Mateo tragó grueso tapando sus partes íntimas, el muy idiota estaba desnudo y daba pena verlo. Era un bully pero también un miedoso.

—¿Por qué la defiendes? Es la nerd.— Respondió con aire burlón, relamí mis labios sonriendo irónica, su cabeza pegó contra los casilleros otra vez.

—¡Auch!— Se quejó haciendo una mueca de dolor.

—¿Queda claro, Mateo?— Pregunté otra vez, Mateo asintió con su cabeza.

— Si, si. No lo haré otra vez.— Sonreí sastifecha y di media vuelta.

— Tápate, no querrás que el colegio vea tus miserias.— Fue lo último que dije antes de salir de los vestidores bajó la atenta mirada de muchos chicos.

— Se lo merecía.— Respondí viendo a Dallas, me encogí de hombros.

— Lo sé, pero no volvieron a molestarla.— Dijo Dallas recargandose en la camioneta también.

—¿A qué quieres llegar?— Inquirí alzando mis cejas, Dallas rió y sacó una cajetilla de cigarrillos, sacó uno y lo llevó a su boca.

—¿Recuerdas qué me llamaste en aquella fiesta y tú llevaste a una Poché ebria a aquél cuarto y la dejaste durmiendo ahí?— Mordí mi mejilla interna rascando mi nuca.

Alcé mi cabeza y miré a la enana Garzón lejos, estaba en una mesa muy ebria, busqué a sus mejores amigas pero ellas no estaban. Dejé mi bebida y me acerqué a ella.

— Hey.— Dije llamando su atención, Poché giró y rió al verme. Si, estaba muy ebria.

— Hola tú. ¿Ofrece se te algo?— Soltó una corta carcajada ante su pronunciación mala de las palabras, negué con mi cabeza.

— Mucho alcohol por hoy, enana.— Dije quitándole un trago de su mano, ella hizo un puchero

—¡Aburridaaaa... Wup!— Exclamó al sentir cómo la cargaba, ella rió divertida.

Curve una sonrisa con mis labios, mientras llevaba cargada a la enana Garzón en mi hombro.

—¡Fiesta! ¡Fiesta... Hip!— Celebraba hipando cada dos por tres.

Caminé por aquella casa buscando una habitación vacía, muy probablemente en algunas están teniendo sexo. Agradecí internamente cuando encontré una vacía, Poché reía aferrándose a mi espalda.

— Tas gonita.— Habló de pronto, alcé mis cejas, cerrando la puerta del cuarto.—¿Quién... ¡Hip!.. Eres?— Preguntó entre hipeos, negué con mi cabeza.

— Soy tu hada madrina.— Respondí apretando los labios para no reír, dejándola en la cama.

—¿De verdad?— Indagó con asombro y emoción, respondí con un “ajá” divertido.— Mi hada madrina está buena.— Solté una risa entredientes, viendo cómo se acomodaba en la cama.

— Estás muy ebria, eh.— Comenté quitando sus zapatos, ella rió.

— Un poquititito.— Contestó mostrándome sus dedos haciendo la referencia.

— Muy poquito, claro.— Dije sarcástica, dejando sus zapatos de lado, ella se quejó y empezó a quitar su falda, tragué grueso viéndola, mientras Poché se tiraba a la cama otra vez.

— Descansa, enana Garzón.— Musité yendo hasta la puerta, tomé el pomo cuándo...

—¿Te quedas conmigo, hada madrina?— Mencionó con voz somnolienta.

Y si lo hice, si me quedé con ella esa noche, aún en su estado puedo decir que disfruté dormir con una Poché ebria. Aunque la mañana siguiente fue un desastre.

— Lo hice porque estaba ebria.— Me defendí de los cuestionamientos de Dallas, él soltó el humo del cigarrillo.

— Claro, por eso dormiste con ella, ¿No?— Replicó con tono de voz jocoso, rodé los ojos.

— Era tarde no quería manejar ebria.— Murmuré viendo mis uñas, mientras Dallas llevaba el cigarro a sus labios.

— Por supuesto, fue por eso.— Mencionó burlón, fruncí los labios.— Y eso que haz hecho más cosas por ella.— Añadió con voz evidente, bufé.

— Bueno ya.— Dije sintiéndome irritada.—¿Qué quieres con recordar todo esto?— Inquirí alzando una ceja, cruzandome de brazos.

— Que aceptes que Poché nunca fue un capricho.— Arrojó Dallas, tirando el cigarrillo, abrí y cerré mi boca.

— No tengo tiempo para esto, Das.— Evadí la conversación, sabía a qué quería llegar y yo no tenía cabeza para eso.

— Te gusta y lo sabes, sino fuera el caso, nunca me hubieras contado todo esto.—  Replicó Dallas con tono de voz serio.

Llené de aire mis pulmones guardando mis manos en los bolsillos de mi chaqueta. Eran tan ridículo cómo una persona podía manejarte a través los sentimientos.

— No hay peor ciego que el que no quiere ver.— Habló mi mejor amigo apartándose del coche, fruncí el ceño.

—¿De dónde salió eso? ¿Una película?— Cuestioné abriendo la puerta del coche, Dallas negó con su cabeza.

— No, lo dijo Jesús.— Respondió soltando una risa entredientes, dando media vuelta.

— Idiota...— Murmuré entrando al coche.

—¡Estás pérdida desde hace mucho, Cal!— Gritó caminando hasta la entrada del colegio.

«Eso no es cierto» Me negué, encendiendo el motor del coche.

En el club.

Estiré mis brazos hacia arriba calentando, moví mi torso hacia la derecha con mis brazos arriba de mi cabeza, me quedé así unos segundos hasta imitar la misma acción con el otro lado, moví mis hombros y moví mi cuello de un lado a otro escuchándolo crujir.

—¿Daniela?— Escuché una voz, giré mi cabeza y vi a Luis, sonreí a medias.

—¿Qué tal, Luis? ¿Ya te creció el cabello?— Bromeé acercándome a él, mientras arrastraba un bote al agua.

— No, pero al verte aquí creo que me va a salir milagrosamente.— Contestó soltando una corta carcajada, reí.

—¿Acaso no puedo volver a patearte el trasero en el agua?— Inquirí amarrando mi cabello en una coleta, Luis enchinó los ojos.

— Recuerda quién te enseñó el canotaje, niña.— Regañó con diversión, rodé los ojos sonriendo.

— Estaba en pañales cuando me metiste al agua.— Recordé riendo, arreglando el short de licra que usaba y mi crop top.

— Germán casi me corre.— Dijo el mayor frente a mi, haciendo una mueca, negué con mi cabeza.

—¿Viejos tiempos?— Mencioné tomando el remo, Luis sonrió alegre.

— Sabes que eres mi preferida.— Replicó encaminandose conmigo al agua.

No seguimos la conversación, con ayuda de Luis subí al bote y me pasó el remo, me empujé del muelle y empecé a mover mis brazos con el remo para avanzar hasta una distancia prudente en medio del lago.

Cuando estaba en el lugar perfecto, Luis con su silbato me dió la señal para que empezará a remar, llené de aire mis pulmones mientras movía mis brazos con fuerza partiendo el agua con el remo. La adrenalina se apoderó de mí y remé con más fuerza.

—¿Es una broma, verdad?

—¿De qué hablas?

— De que te gusto.

Apreté la mandíbula con molestia, moviendo mis brazos con más fuerza ganando velocidad.

— Vamos, Calle, antes de tener nuestro raro trato tú ni me veías.

—¿Por qué aseguras qué no te veía?

Sentía mis brazos arder, mi respiración agitada, mi abdomen contraído, pero no me importaba solo los movía con fuerza el remo partiendo agua a gran velocidad, moviendome en aquel inmenso lago a gran velocidad en aquel bote.

—¡¿Por qué lo digo yo?! ¡Te estoy pidiendo una oportunidad! ¡Una sola!

—¡Pues no quiero dársela a alguien cómo tú!

Dejé de remar y eché la cabeza hacia atrás expulsando aire al escuchar el silbato de Luis, él a lo lejos celebraba el tiempo récord que había logrado quizás. Comencé a moverme en el agua para llegar al muelle otra vez.

—¡Eso estuvo increíble, Daniela!— Celebró Luis, sonreí a medias.—¡En un minuto cruzaste medio lago!— Exclamó Luis eufórico, salí del bote para subir al muelle.

— Aún no pierdo el toque.— Hablé fingiendo arrogancia, Luis rió y dió palmadas en mi hombro.

— Siempre he admirado la fuerza que sacas dentro del agua.— Mencionó Luis con orgullo, reí.

— Gr-

Mi voz se quedó atorada en mi garganta al escuchar aplausos, giré mi cabeza y mi cuerpo se tensó de inmediato al ver la persona frente a mi.

— Eso fue impresionante, Daniela.— Habló con una mano en su bolsillo, regalandome una sonrisa torcida.

— César...— Susurré tragando grueso, viendo la personificación de mis demonios otra vez.

Pov Poché.

Por alguna razón mi ánimo andaba por el piso, bueno, si sabía la razón pero no quería ponerle nombre aún. Después de que Daniela me dejara en el salón, mi día no pudo ir bien, simplemente lo sentía apestoso y mi estado de ánimo igual.

¿Por qué cuándo te gustaba alguien era tan complicado?

Porqué simplemente las personas no se confesaban, se pedían una oportunidad y eran pareja, no era algo tan difícil, pero no, era todo lo contrario.

A los humanos nos gusta los imposibles, porque de alguna manera aquello lo sentimos cómo un incentivo atractivo en nuestra vida aburrida.

Porque teníamos que aceptar que, lo fácil era aburrido, a menos que aquello fácil fuera algo extraordinario.

Sin embargo, yo no había ni tenido lo fácil y mucho menos lo imposible, a lo que llegué a una conclusión. Daniela y yo simplemente no podíamos estar juntas, éramos tan diferentes que no sabía cómo podríamos tener algo serio.

Ella era experiencia e impulsos.

Yo, era inexperiencia y racionalidad.

A mí me gustaba tener orden.

A ella le gustaba el desorden.

Por esa razón no podíamos simplemente encajar, pero encajabamos en el ámbito sexual, y a eso aún no le encontraba respuesta.

—¿Qué piensas?— Salí de mis pensamientos al escuchar a Valentina, suspiré.

— No preguntes si ya sabes.— Contesté recargando mis codos en la mesa del comedor.

— Bueno, tal vez unos macarrones ayuden.— Mi hermana ponía un tazón de macarrones con queso en la mesa, sonreí a medias.

— Mamá preparaba de éstos.— Recordé nostálgica tomando el tenedor, Valentina se sentó en la mesa.

— Ella me enseñó hacerlos.— Contestó Valentina llevando una cucharada a su boca.

Ambas empezamos a comer en silencio, solo se escuchaban el ruido de los cubiertos en la mesa.

— Vale.— Llamé la atención de mi acompañante.—¿Por qué nunca me dijeron el nombre del amante de mamá?— Inquirí curiosa, mi hermana me observó.

— Porque no tiene importancia.— Se limitó a responder, encogiéndose de hombros.

Asentí en silencio comiendo otra vez, quizás años atrás no me hubiera importado la existencia del tercero en discordia de mi familia, pero con el regreso de mamá tenía dudas en mi mente que quería responder.

—¿Qué harás con Calle?— Cuestionó mi hermana, me encogí de hombros.

Le había contado los sucesos a Valentina, a Laura y Paula, a las últimas dos se los dije en la hora de receso. Ambas quedaron en shock, diciendo que muy probablemente Calle me estaba pagando con la misma moneda.

En todo el día no volví a ver a Daniela, solo la vi cuando por unos momentos hablé con Lucas, no puedo negar que el ojiazul me había sacado una sonrisa hoy.

— Nada.— Respondí con certeza, Valentina alzó sus cejas.

—¿Por?— Inquirió frunciendo los labios.

— Ella me dijo que la dejara en paz, no voy a rogarle una oportunidad.— Repliqué con una pizca de resentimiento en mi voz.

— Dios, las dos son tan... ¡Agh!— Mi hermana negaba con su cabeza y llevaba una cucharada a su boca.

— Ella me mandó al carajo.— Hablé con voz seria.

— Porque tú lo hiciste primero.— Contestó rodando los ojos, con la boca llena, hice una mueca.

—¿Y eso que?— Cuestioné tirando la cuchara en el tazón.

— De que no es bonito declararse y que te bateen cómo tú lo hiciste.— Arrojó Valentina, parándose de la mesa, chasqueé la lengua.

— No me interesa, no voy a rogarle.— Afirmé tirando mi espalda en la silla, cruzandome de brazos.— Si quiere algo conmigo que ella venga a mi.— Agregué tomando el tazón y terminar mi porción.

Valentina bufó negando con su cabeza, el timbre de la puerta se escuchó, con mi tazón de macarrones en mano fui a abrir la puerta, con la mejilla llena miré a mis mejores amigas.

—¿Ustedes no tienen casa?— Cuestioné frunciendo el ceño, ellas rieron.

— Gracias por la bienvenida, querida.— Paula entraba a mi casa con unas cartulinas en mano.

— Hola, Poch. Permiso veré a mi puchunga.— Laura me saludaba alegremente y se iba a buscar a mi hermana.

Cerré la puerta y seguí comiendo mis macarrones, caminé hasta el comedor de nuevo y miré a Paula con cartulinas y marcadores.

—¿Qué traes ahí, Pau?— Cuestioné intrigada, sentandome en la mesa, subí un pie en mi silla.

—¿Se te olvida qué siempre en estas fechas recaudamos dinero en el colegio?— Replicó Paula, viendo algo en su teléfono, abrí mis ojos cómo platos.

—¿Qué?— Dije rascando mi cabeza.—¿Y yo por qué no me acordé?— Mencioné dejando el tazón vacío en la mesa.

Era verdad, todos los años nuestro colegio hacía actividades para recaudar dinero y donarlo, yo siempre tenía ideas e incluso apuntes para estas fechas, pero este año se me olvidó por completo. Aunque bueno, no era tan grave después de todo.

— Quizás porque andas en Callelandia y sexolandia.— Contestó Laura con diversión, siendo abrazada por mi hermana por la espalda, bufé.

—¿Qué haremos este año?— Inquirí intrigada, pensando en ideas.

— No lo sé aún, pero la directora Castro me pidió que llevará algo concreto mañana.— Respondió Paula, dejando el teléfono y tomar un marcador.

— Genial.— Exclamé dando un aplauso.—¿Vendemos limonada otra vez?— Sugerí, las chicas arrugaron el rostro.

—¡Nooo!— Se quejaron a unisono, chillé los dientes viendo a otro lado.

—¿Por qué no?— Pregunté cruzandome de brazos viéndolas.

— Marica, el año pasado estábamos bajo el sol, con calor, nadie quería comprar esa vaina.— Puntualizó Paula haciendo una mueca con evidente trauma, negué con mi cabeza.

— Si no es por aquel chico que compró toda la limonada, no hubiéramos recolectado la plata.— Habló Laura, quién estaba entretenida en la cara de mi hermana.

—¿Es muy raro cómo llevó toda la limonada, no?— Comenté llevando una mano a mi barbilla.

—¿Y eso qué?— Respondió Paula divertida.— Me salvó de que mis tetas no se derritieran en el sol.— Soltamos una carcajada.

—¿Y cuál es la idea de este año?— Indagué calmando mi risa, Paula se quedó pensativa.

— Laven autos.— Escuchamos a Valentina, la observamos.

—¿Eh?— Solté sin entender.

— Eso, en mi universidad pusimos un autolavado e hicimos mucho dinero.— Explicó soltando una risita porque Laura le hacía ruidos raros en el cuello.

— Me parece muy buena idea.— Afirmó Paula, incliné mi cabeza aún dudosa.

—¿Autos? ¿Sol? ¿Espuma y chicas buenas? Definitivamente harán dinero.— Suspiré y asentí con mi cabeza, eso daría dinero.

—¿Irías con nosotras, amor?— Escuchamos a Lala con voz alegre.

— Claro que sí, mi princesa.— Contestó la gobernada de mi hermana, Paula y yo nos vimos.

—¡Diabetes!— Gritamos las dos burlonas, Valentina rodó los ojos.

— Entonces el autolavado será.— Aseguré con una sonrisa, Paula hico un bailecito raro.— Tenemos que buscar más ayuda, no podremos solo las cuatro.— Agregué rápidamente, Paula negó con su mano.

— Tu tranqui, la directora dijo que todo el colegio tiene que participar.— Informó con una sonrisa, alzando sus cejas pícaramente.

— Bien entonces-

Nos quejamos al escuchar el timbre de la casa, Valentina resoplaba y dejaba a mi mejor amiga para ir a la puerta.

—¡Ay quién jode tanto pues!— Exclamó mi hermana malhumorada al escuchar el timbre otra vez.

Valentina fue abrir la puerta de mala gana, Paula, Laura y yo nos quedamos en la mesa pensando en publicidad para el autolavado.

—¿Y usted quién es?— Nos callamos al oír la voz seria de mi hermana.

— Soy César Bustamante.— Contestó una voz ronca, fruncí el ceño y me puse de pie para ir a la puerta.

— Larguese de aquí.— Escupió Valentina con recelo.

Llegué a la puerta y vi un hombre mayor, cabello largo y canoso, al igual que una abundante barba, sus ojos no se veían por unos lentes color café grandes, vestía muy bien y se veía que tenía dinero.

—¿Valentina, qué pasa?— Interrogué al ver la escena, Valentina se dió la vuelta y apretó los labios.

— Poché, ve a la cocina.— Ordenó seria, fruncí los labios.

— Tu debes ser María José.— Habló aquél hombre de ropa refinada, mis cejas se fruncieron porque no entendía de dónde podía conocerme.

—¿Y usted es...?— Dejé la pregunta al aire, viéndolo con curiosidad.

— Soy César Bustamante... El amante de tu madre y la estoy buscando.





















































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El descaro con ese man, maricaaaa.

¿Qué piensan de Calle?

¿Cuáles vínculos creen que tiene César con los Calle y Garzón?

Leo sus teorías obviously.

*Se va escuchando Cómo te recuerdo de los Temerarios*

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