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Esta fue la sexta vez que se duchó esta semana. Todavía sentía su toque por todo su cuerpo y era como si no pudiera borrar las huellas que dejó.
Se pasó los dedos por el cabello mientras las lágrimas seguían rodando por sus mejillas. Ajustó la ducha para aumentar la temperatura. El agua caliente corrió por su cuerpo, quemando cada centímetro de su piel, y aun así no podía deshacerse de su olor.
Detuvo el agua y miró hacia abajo de su cuerpo. Ya no se sentía como suyo. Salió de la ducha y golpeó una toalla grande alrededor de su cuerpo. Después de secarse el cuerpo, se vistió y regresó a la sala común.
Cogió su novela favorita y se sentó en el gran sillón frente a la chimenea, acurrucándose en el familiar y acogedor respaldo.
Se perdió en sus pensamientos hasta que una voz la dejó volver a la realidad.
—Hola amor, te he estado buscando por todas partes. ¿Me has estado evitando?— Draco se río, pequeños hoyuelos en sus mejillas.
—Por supuesto que no. Me acabo de duchar.— Estaba nerviosa.
—¿Te importa si me siento?— señaló con el brazo el espacio junto a ella. Ella negó con la cabeza sonriéndole y él tomó asiento.
—Escucha, sobre el otro día. En la clase de pociones...— tartamudeó nerviosamente.
—Uhm... Si no disfrutaste lo que estaba haciendo... puedes decírmelo.— Sonrió, apartando la mirada tímidamente. —No sé si fue el hecho de que fue durante la clase, o tal vez simplemente no te gustó la forma en que lo estaba haciendo, o...
—¡No! Draco...— ella lo miró preocupada por dónde lo había dejado su mente.
—Me gustó lo que estabas haciendo. Me gustó mucho y también me gustó lo que estabas diciendo.— Ella lo miró a los ojos con cuidado y vio el alivio en su expresión facial.
—Estoy tan contento de escuchar eso. Pensé que hice algo mal, no quería hacerte sentir incómodo ni nada...
—¡No lo hiciste! Disfruté lo que hiciste. Mucho.— Ella sonrió y su corazón se calentó una vez más mientras se perdía en sus hermosos ojos grises.
—Si quieres, puedo hacerlo de nuevo. Verte tranquila fue hermoso.— Él le devolvió la sonrisa mientras buscaba su pierna, pero tan pronto como sus dedos tocaron sus muslos, ella se estremeció. Apartó la pierna al instante y sus ojos se abrieron al recordar su toque.
—Amy, ¿estás bien?— Él frunció el ceño y una mirada de preocupación se extendió por todo su rostro.
Tragó saliva, tratando de controlar su respiración. —Sí, claro. Lo siento.— Su voz era temblorosa y tranquila. Lentamente movió su pierna de regreso a donde estaba antes, tratando de evitar que temblara. Tratando de calmarse a sí misma.
Todavía parecía un poco preocupado pero movió su mano a su pierna de nuevo, dejándola descansar sobre su muslo. Su cuerpo se acercó al de ella y se inclinó para besarla. Ella no se acercó a él ni una pulgada, congelándose en su posición.
Sintió sus labios sobre los de ella y él la besó suavemente. El toque de sus labios ató su garganta y el agua llenó sus ojos. Sus manos acariciaban suavemente sus muslos y le dolía el interior.
Siguió besándola suavemente y sus labios se movieron de su boca a su mandíbula y de allí a su cuello. Se sentía como si algo la apuñalara por dentro cada vez que sus labios tocaban su suave piel.
Él estaba moviendo su cabello hacia un lado cuando finalmente lo vio. Su boca se abrió ligeramente y al instante se encogió hacia atrás, soltando su cabello. Las manchas de color rojo oscuro y púrpura estaban por todo su cuello y garganta.
No había notado antes que sus ojos estaban llenos de agua y ahora que la observaba de cerca, su postura claramente le parecía dolorosa.
—¿Quién te hizo esto?
Ella colocó su cabello de vuelta a donde estaba antes, tratando de cubrir su cuello. Manteniendo su cabeza baja, claramente tratando de evitar su mirada.
—Amelia, ¿Quién hizo esto?— Ella se estremeció por el volumen de su voz aguda. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
—Draco, te lo prometo; no quería que lo hiciera.— Su voz era temblorosa y las lágrimas en su cara seguían corriendo.
—¿Quién te tocó?— Bajó la voz, anhelando una respuesta.
Todavía sollozando y llorando, volvió a mirar sus fríos ojos grises. Ella susurró apenas audiblemente, sus ojos aún en los de él.
—Cedric.
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Sin decir nada, se levantó. Hizo una pausa y la observó por un breve momento, mirándola directamente a los ojos heridos. La rabia dentro de él se acumuló y salió de la habitación.
Sabía a dónde iría y quería seguirlo, pero no estaba lista para volver a verlo. Todavía tenía la garganta oprimida y no podía dejar de llorar.
Draco ya estaba en camino al Gran Salón, acercándose a él con pasos rápidos y furiosos. La sangre bombeaba a través de sus venas con una presión inmensa y sus manos estaban formadas en puños.
Lo vio tan pronto como entró en el Gran Comedor. Cedric estaba apoyado contra una pared, rodeado de otros Hufflepuff. Estaba de espaldas a Draco.
Draco siguió marchando en su dirección. Hizo que un vidrio se rompiera contra la pared, solo una pulgada por encima de la cabeza de Cedric con un rápido golpe de su varita. Cedric sabía que era él, pero ni siquiera se molestó en darse la vuelta.
—¡Diggory!— Draco gritó acercándose a él con pasos rápidos.
—¡Mírame, cobarde!— Su voz llenó todo el salón y la gente empezó a darse la vuelta para ver lo que estaba pasando.
Cedric se giró lentamente con una gran sonrisa en su cara.
—¿Qué pasa, Malfoy? ¿Gimió mi nombre cuando la follaste?
Draco estaba furioso. Agitó su varita una vez más, empujando agresivamente a los amigos de Cedric a un lado.
Cedric comenzó a reírse, abriendo sus brazos desafiante.
—Ella básicamente me rogó que la follara. todavía oigo el sonido de sus gemidos en mis oídos.
—¡Sectumsempra!
Cedric se hundió en el suelo. La sangre brotaba de varias heridas de su cuerpo. La sonrisa en su rostro había desaparecido.
Uno de los amigos de Cedric inmediatamente quiso ayudarlo, pero Draco lo apuntó con su varita.
—¡Atrás!— Su voz era violenta, y mantenía su varita apuntándole. Sus manos temblaban de rabia.
—Eres hombre muerto, Diggory.— Lentamente movió su varita hacia atrás en la dirección de Cedric y estaba a punto de decir las dos palabras, cuando Snape lo desarmó.
—¡Fuera del camino, Malfoy!— Snape se acercó a Diggory con pasos rápidos, seguido por Dumbledore y otros estudiantes de Slytherin. Se agachó junto a Cedric y se inclinó sobre su cuerpo.
Movió su mano sobre sus abiertas heridas diciendo vulnera sanentur repetidamente.
Draco quería terminar lo que había empezado y seguía corriendo en su dirección, pero Theo y Blaise eran más rápidos. Lo retuvieron por ambos brazos.
—¡Suéltenme!— estaba gritando, y sus ojos se llenaron de lágrimas y enojo. Luchaba con todas las fuerzas que tenía.
—¡Él la violó! ¡El maldito la violó!— su voz se quebró y las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas. Theo y Blaise lo soltaron tan pronto como se dieron cuenta de lo que pasó. Ambos lo abrazaron, haciéndole saber que entendían su dolor.
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