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Amelia estaba exhausta. Su día había sido duro y estaba aliviada de finalmente sentarse en el sofá de su sala común.
Tom entró en la habitación y se sentó junto a ella. Estiró las piernas con los brazos apoyados en los muslos.
—Oye, ¿estamos bien?— Levantó sus cejas un poco, esperando una respuesta.
—No lo sé. ¿Hay algo que quieras decirme?— Ella sintió que él le debía una disculpa.
Él se río. —No estoy seguro de lo tratas de decirme. Pero me gustaría follarte una vez más, si eso es lo que quieres decir. ¿Tal vez podamos llevar las cosas a mi habitación?
Sus ojos estaban llenos de lujuria, pero no había arrepentimiento en ellos. Para ella no parecía que estuviera consciente de sus acciones.
Justo cuando ella abrió la boca para responderle, Draco se dirigió al sofá. Su cuerpo alto se elevaba sobre los dos estudiantes sentados.
—¿Te está molestando?— Le habló a Amelia, pero se aseguró de que Tom pudiera escucharlo.
—Oh, vete a la mierda, Malfoy. No hay necesidad de jugar al héroe.— Tom estaba visiblemente molesto y soltó una burla antes de ponerse de pie y pasar junto a él rozando el hombro de Draco con el suyo agresivamente.
Amelia se quedó callada y esperó a que Draco se sentara. Sus ojos grises apuntaban hacia ella mientras se sentaba a su lado.
—Espero que estés bien. Si te está molestando, solo dímelo.— Sus labios formaron una sonrisa y su aroma la alcanzó. No había nada que anhelara más que él acercándose a ella. Pero no lo hizo. Tragó saliva y movió su mano un poco más cerca de la suya para hacerle saber que estaba bien para ella si él la tomara.
Y así lo hizo. Su mano se movió hacia la de ella lentamente. Él mantuvo el contacto visual mientras movía suavemente sus dedos sobre el dorso de la mano. Su toque era cálido y digno de confianza.
Ella movió su cuerpo más cerca del de él porque quería más de su toque. Había tanto amor en sus ojos y sabía que tenía que hacerlo bien esta vez.
Su mano atravesó su cabello rubio claro y sus ojos se volvieron a perder en los suyos. Él tiró ligeramente de su muñeca más cerca de él de modo que sus cabezas estaban ahora a sólo pulgadas de distancia el uno del otro.
Podía sentir su cálido aliento rodeándola antes de que presionara sus labios contra los de ella lentamente. Siguió besándola mientras su mano se movía a su cuello.
Su beso se intensificó y sus lenguas se conectaron. Él tiró de su cuello más cerca de él y una de sus piernas sobre sus muslos para que ahora estuviera sentada en su regazo.
Tenía ambas manos envueltas alrededor de su cabeza para besarlo aún más fuerte. Rompió su beso por un momento y apartó su cabello hacia un lado jugando con él entre sus dedos.
—Dios, eres tan hermosa. ¿Cómo se supone que debo contenerme cuando te ves así?— comenzó a besar su cuello y se dirigió a su clavícula. Sus labios masajeando cada centímetro de su piel. Se sintió tan bien que su agarre alrededor de su cuello se apretó.
Ella movió su cuerpo más cerca del suyo y pudo sentir su erección a través de sus pantalones. Moviendo ligeramente sus caderas de ida y vuelta podía sentir que se ponía más duro. La forma en que la seguía tocando y besando la hacía calentarse.
Sus manos llegaron hasta su cintura y la hizo moverse más y más fuerte. Pero no la estaba presionando. Era más bien como si él alentara sus movimientos.
Ella siguió besándolo con placer y él colocó sus manos en su trasero, intensificando sus movimientos. Podía sentir lo excitado que estaba, y eso la hizo calentarse aún más. Los gemidos escaparon de sus labios cuando él la atrajo lo más cerca posible de él mientras la presionaba aún más contra su polla.
Frotando su clítoris contra su dureza, lo hizo gemir de satisfacción. Ella quería hacer que él se corriera. Se movía en círculos aumentando el ritmo con cada giro e hizo que sus gemidos se intensificaran.
—Te sientes tan jodidamente bien.— Dijo entre gemidos acercándola más y más. Ella apretó sus labios hacia el suyo y sintió cómo se soltaba, presionando su cuerpo directamente sobre su polla pulsante.
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No podía concentrarse en una sola palabra de lo que decía Snape. El aroma de la colonia de Draco la hizo pensar en nada más que en él. La presencia de él a su lado la volvió loca.
Snape dio una conferencia interminable sobre hongos con poderes curativos y dónde encontrarlos. Toda la clase se aburrió hasta la médula.
Era como si Draco pudiera leer su mente. Se dio cuenta de cómo lentamente había deslizado una hoja escrita de pergamino en su dirección.
Mantén la cabeza recta y no hagas ni un solo ruido.
Ella no tenía ni idea hasta que sintió su mano colocada en su muslo izquierdo. Quería girar la cabeza de inmediato, pero mantuvo sus ojos enfocados en el tablero.
Le rozó la rodilla con el pulgar lentamente, antes de llevar su mano debajo de su falda. Podía verlo lamiéndose el labio inferior por el rabillo del ojo.
Su mano había llegado a sus bragas y rozó ligeramente la tela. Ella respiró hondo mientras su toque la estaba seduciendo.
Tiró de sus bragas a un lado y sintió lo mojada que ya estaba. Él jugueteó con sus labios exteriores con la punta de sus dedos, dibujando pequeños círculos. La volvió loca. Intentó concentrarse en el tablero que tenía delante, pero sus párpados se contrajeron.
Luego empujó un dedo dentro de ella y la hizo estirar el cuello con fuerza para no dejar escapar un gemido de satisfacción. Frotó su clítoris con el pulgar y deslizó otro dedo dentro de ella. Sus muslos comenzaron a temblar cuando él acelero el ritmo.
Inhaló bruscamente una vez más, mordiéndose el labio inferior para evitar que gritara. Sus paredes se apretaron y sus piernas temblaron por el orgasmo que él le había dado.
Ella mantuvo la mirada fija y esperaba que ningún otro estudiante notara su respiración agitada. Su mano aún descansaba sobre su muslo izquierdo y se movía suavemente sobre su piel. Draco susurró tan suavemente que ella casi no escuchó lo que dijo.
—Te Amo.
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Al día siguiente amaneció con una sensación de felicidad infinita. El sol brillaba a través de la ventana de su dormitorio y sus palabras seguían resonando en su interior.
El la amaba. Y finalmente se lo había dicho. Su corazón dio un vuelco cuando pensó en su toque en su piel otra vez. Se sentía tan bien y saber que él sentía eso por ella lo hacía sentir aún mejor.
Quería quedarse en su cálida cama mientras la suave seda de su manta rodeaba su cuerpo. Su cerebro aún no estaba alerta, pero la idea de ver a Draco en clase la hizo levantarse de la cama.
Se puso el uniforme escolar y se arregló la falda en el espejo. Parecía tan feliz. Hacía semanas que no se miraba al espejo con una sonrisa en el rostro y confianza. Era como si finalmente tuviera su alegría de nuevo.
Desayunó en el Gran Comedor con Theodore y Blaise, quienes estaban más que felices de que ella y Draco finalmente se encontraran.
—Ustedes dos finalmente terminaron ese juego. Nadie puede hacerme cambiar de opinión.— Blaise llenó su tazón de desayuno con cereal. —Tal vez podamos tener citas dobles. Apuesto a que a Granger también le encantaría. Eso sería genial.— Estaba emocionada y feliz de que su grupo de amigos finalmente se hubiera regularizado un poco nuevamente.
—Oh por favor, no, he oído suficiente anoche. ¿Eres realmente tan bueno o Granger es simplemente genial fingiendo orgasmos?— Ambos empezaron a reírse y Blaise puso los ojos en blanco con una sonrisa en su cara.
—Oh, cállate Theo. Voy a acercarme a ella ahora mismo. Mírame seducirla con mi apariencia.— guiñó un ojo a sus amigos y se levantó. Theo resopló de la risa.
—Creo que es hora de que me encuentre una Gryffindor también. ¿Nos vemos en clase?
—Sí, claro, adelante.— Agitó la cabeza riéndose y terminó su desayuno.
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Ella siguió sonriéndose a sí misma en su camino al aula mientras caminaba por el pasillo vacío. Estaba perdida en sus pensamientos cuando alguien le agarró la muñeca.
—Hola princesa, ¿disfrutando de tu día?
Se estremeció y se dio la vuelta, viendo a Cedric mirarla con enojo.
—¿Qué quieres?— Estaba confundida y trató de tirar de su brazo.
—¿Escuché que tú y Draco tienen algo ahora?— ambas cejas estaban levantadas y su tono parecía sorprendido.
—¿Qué te importa? Tienes a Cho.
—No lleves su nombre a tu sucia boca.— Estaba más que enojado y sus labios formaron una pequeña línea.
—Me importa porque daña mi reputación. No puedes follar como si me hubieras olvidado o algo así. Se supone que debes arrepentirte de haberme perdido.— Sus ojos brillaban de rabia y sus uñas estaban clavadas en la piel de su brazo.
—Cedric, suéltame. No me arrepiento de haberte perdido.— Su voz era fría y clara.
—¿Estás segura de eso? Creo que veremos si pronto te arrepientes de tus decisiones.— Aproximadamente la empujó contra la pared detrás de ella, presionando ambas muñecas hasta la misma.
Su voz comenzó a temblar ya que era imposible para ella defenderse. —Déjame en paz, Cedric. Lo digo en serio.
—Apenas estoy empezando.— Él la miró a los ojos con lujuria y le cubrió la boca con su gran mano, girando su cabeza hacia un lado. Ella sintió sus labios en su cuello y él la besó agresivamente, chupándole la piel entre los dientes.
Tiró y rasgó tanto que dolió, pero sus gritos silenciados lo hicieron apretar aún más las manos. Ella sabía lo que estaba a punto de hacer, así que presionó sus muslos lo más fuerte posible.
Soltando su cuello, colocó un pie entre los de ella, separando sus piernas y abriéndolas con su rodilla. Ella protestó, tratando de escabullirse, pero él solo se río de su debilidad.
Con el fin de mantenerla contra la pared, presionó su brazo sobre su garganta verticalmente, desabrochándose el cinturón con la otra mano. Su brazo le cortaba la garganta y sus ojos estaban llenos de pánico. Intentó arrebatarle el brazo con ambas manos, pero fracasó.
Su mano ya estaba debajo de su falda, rasgando sus bragas hacia un lado. Presionó su mano contra su boca mirándola a los ojos con lujuria y odio. Sosteniendo su pene con su mano derecha, empujó dentro de ella con toda su fuerza. Ella gritó, pero eso solo hizo que él le golpeara la cabeza contra la pared con la mano que estaba presionando contra su boca.
Sintió un dolor punzante en la parte posterior de su cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas. Empujó todo su cuerpo contra ella, golpeándola repetidamente. Se sentía como si le hubiera arrancado las entrañas y ella empezara a llorar por el incesante dolor desgarrador.
Sus ojos llenos de odio sin dejar los de la chica. Salió casi por completo de ella sólo para chocar con ella una vez más con toda su fuerza. La penetró, empujándola varias veces hasta que presionó ambas manos sobre su cara, cubriéndole la boca, con las uñas clavadas en su piel. Él empujó su longitud completa en ella una vez más antes de masturbarse dentro.
Le empujó la cabeza hacia un lado bruscamente y ella pudo sentir su aliento en la oreja. —Recuérdale esto a tu novio la próxima vez que empuje su pequeña polla dentro de ti.— Él arrastró su rostro hacia atrás en su dirección, con su mano abriendo su boca bruscamente. Empujó dos dedos dentro de su coño y los metió en su boca, manteniéndola abierta con la otra mano.
—Sólo un pequeño recordatorio de que mi semen es el mejor que jamás probarás.— Le soltó la cara con dureza y dio un paso atrás, poniendo su polla en sus pantalones. Una gran sonrisa se había formado en su cara y se alejó riéndose.
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Su garganta ardía por la sequedad y su visión estaba borrosa por sus lágrimas. Ella notó su lesión en la cabeza tocándola con las manos temblorosas. Leves rastros de sangre cubrieron sus dedos y sintió que sus rodillas se debilitaban.
Bajándose la falda, cayó al baño más cercano y cerró la puerta detrás de ella. Se hundió en uno de los fregaderos y dejó correr el agua. Sus manos aún temblaban y el agua que corría por sus manos se volvió ligeramente roja. Cerró frenéticamente el grifo y se echó agua fría en la cara.
Sus ojos vagaron hasta el espejo y vio una versión miserable de sí misma. Sus ojos estaban rojos por todo el llanto y vio los moretones en su cuello. Estaba demasiado asustada para mirar o sentir el dolor entre sus piernas. Trató de cubrir sus moretones con su cabello y se concentró en su respiración para dejar de sollozar.
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