Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

62. Dudas y miedos

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By ladyy_zz

– ¿Luisita?

Levantó la cabeza del teléfono para ver cómo Amelia seguía en la puerta esperando a que le diera una respuesta.

– Tengo trabajo acumulado, mejor me quedo aquí. Pasadlo bien, ¿vale?

Le dio una sonrisa que tan amplia que hizo que casi la creyera, y Amelia simplemente asintió y salió de ahí junto a Eva.

Se dirigieron hacia el coche, el cual tenían aparcado justo frente al portal y Amelia decidió no darle más vueltas a qué le pasaba a Luisita últimamente, porque no podía hacer nada al respecto. Sin embargo, no era la única persona con actitud extraña.

Eva estaba sentada en el asiento de atrás del coche callada y Amelia la conocía demasiado bien como para saber que aquel "lo siento" era exclusivamente por haber dicho una palabrota. Aunque a ella le enfadara cómo reaccionaba Eva con todo el tema de Isabel y pensara que era un berrinche de niña pequeña, no podía evitar sentirse mal al verla tan apagada en el asiento de atrás. Eva no era la única que iba a terapia y ella también sabía que si algo te molestaba había que hablarlo, y ¿qué clase de ejemplo le estaría dando a su hija si no lo hiciera ella? Sobre todo porque era el gran lema de Luisita.

– ¿Hay algo que quieras decirme?

Fue como si no hubiera preguntado nada, porque Eva no articuló palabra. La miró por el retrovisor y la vio con aquellos bracitos cruzados y los ojos algo brillantes.

– No es eso lo que te hemos enseñado, ¿verdad?

– No. – murmuró.

– ¿Y qué hay que hacer con los sentimientos?

– Expresarlos para que no nos coman. – dijo aquel mantra de Luisita.

– Exacto. ¿Quieres decirme cómo te sientes?

Se calló unos segundos más antes de coger aire y decir aquello que tanto temía.

– Siento que cuando quieres que quede con Isabel es porque te arrepientes de haberme adoptado.

Sólo hubo silencio, pero Eva pudo escuchar cómo acababa de partirle el corazón a su madre. No es algo que pensase a menudo, de hecho, sabía perfectamente que Amelia la adoraba, sin embargo, no podía evitar que sus miedos salieran a la luz. El silencio siguió reinando en lo que quedaba de camino hasta el campo de fútbol donde jugaba Eva aquella tarde, y cuando Amelia aparcó el coche definitivamente, se quedó unos segundos mirando el volante.

– Perdón. – murmuró Eva.

Amelia negó con la cabeza, como si en realidad quisiera evitar que le salieran aquellas lágrimas que estaban amenazando por hacerlo. Se desabrochó el cinturón y salió del coche para entrar de nuevo en la parte de atrás y sentarse junto a su hija.

– No pidas perdón, pajarito. Si es lo que sientes no tienes que disculparte.

Se quedaron en silencio unos segundos más y la niña no se atrevió a hablar, y esperó pacientemente a que fuera Amelia quien se girara hacia ella y hablara.

– Eva, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Cuando te conocí, supe en ese instante que tenía que hacer todo lo que estuviera en mi mano para protegerte, y siento si a veces soy demasiado sobreprotectora, pero si te insisto en que no pierdas el contacto con tu madre es precisamente porque te quiero. Te quiero y no quiero que sientas ese gran vacío que se queda en el alma cuando se pierde a una madre, porque es horrible, y no quiero que tengas ese sentimiento nunca.

– Pero yo no he perdido a una madre, he ganado dos... e Isabel no es como abuela Devoción.

Eva agachó la cabeza y Amelia sonrió, levantándosela suavemente para que volviera a mirarla.

– Lo sé, pajarito, y sé que tienes razón. Es sólo que quiero que tengas todo el amor del mundo que se pueda tener, y sé perfectamente que el de Isabel no es suficiente, por eso sé que estás mucho mejor con nosotras y no ha habido ni un segundo en el que me haya arrepentido de adoptarte, pero no quiero que tú te arrepientas de romper todo el contacto cuando seas mayor y veas lo difícil que fue la vida para ella.

Seguía sin estar de acuerdo con ella, pero al menos, ahora su madre había sido capaz de entenderla, y todo tan fácil como dejarle saber cómo se sentía. Qué complicado hacemos a veces las cosas cuando nos callamos

– Siento haber sido tan insistente con el tema, no me había dado cuenta de que te sentías así, pero quiero que entiendas bien una cosa, y es que da igual cuántas madres tengas, tú eres mi hija y siempre lo serás. Pase lo que pase, tú eres una Ledesma, al igual que también eres una Gómez. Tener más madres no te hace menos hija para nosotras. Para mí, eres mi todo.

Eva asintió con una amplia sonrisa, porque para ella, su nueva familia también era su todo, y Amelia no pudo evitar abrazarla hasta que se le pasara toda aquella inseguridad sobre lo mucho que la adoraba.

– Te quiero.

– Y yo a ti, pajarito. – sonrió Amelia separándose un poco para mirarla. – Pero sigues castigada por decir una palabrota.

Eva resopló, aunque en realidad ya le daba un poco igual, porque lo importante es que ya no estaba peleada con la ojimiel. Cogió su bolsa y bajaron del coche para entrar al campo de futbol, donde Eva fue directamente a los vestuarios a buscar a sus compañeras, dejándole antes un beso en la mejilla a su madre, quien le deseó suerte en el partido y le recordó que lo importante era disfrutar, ya que la niña había demostrado que empezaba a desarrollar un carácter bastante competitivo.

Amelia se la quedó mirando como desaparecía de su vista, y la nostalgia le invadió al darse cuenta lo rápido que estaba creciendo. Ya estaba hecha toda una mujercita. Sin embargo, prefirió descartar aquel pensamiento, porque la verdad es que no necesitaba más sentimientos negativos. Buscó un sitio en la grada donde sentarse tranquila a disfrutar del partido, alejada de los típicos padres y madres que insultan a los árbitros en cada decisión que afecte a sus hijos. No era la clase de ejemplo que quería darle a Eva, y a ella tampoco le apetecía aguantar aquel jaleo.

Se sentó y sacó su móvil antes de que empezara el partido con la esperanza de tener algún tipo de mensaje de su mujer, pero nada. La verdad es que Luisita siempre iba a todos los partidos de Eva, pero últimamente decía que tenía demasiado trabajo como para poder ir, y aunque Eva lo entendiera, Amelia la echaba de menos. No sólo la echaba de menos en ese momento, sino incluso cuando estaban en casa cenando juntas o durmiendo en la misma cama. Era como si estuviera pero a la vez no.

Pensó en mandarle un mensaje, al fin y al cabo, una relación es de dos, y si alguien flojea en algún momento, la otra persona debe estar ahí para recordarle que todo irá bien, que pasara lo que pasara, podrían juntas. Sin embargo, también quería dejarle su espacio, porque puede que fuera verdad y estuviera saturada de trabajo y todo aquello fueran imaginaciones de Amelia. En realidad, Luisita también estaba pasando por bastantes cosas en ese momento.

Seguía mirando la pantalla de su móvil con la conversación de Luisita abierta aún decidiendo qué hacer cuando notó una presencia detrás suya.

– Morena, ¿qué hace una chica tan guapa como tú tan sola? – dijo una voz extrañamente grave.

Lo que le faltaba, un pesado que no la dejara tranquila. Sin embargo, cuando se giró a mirarle, no pudo hacer más que agrandar su sonrisa al verla.

– Pero bueno, ¿qué haces aquí?

– ¿Qué pasa? ¿No puedo venir a ver el partido de mi sobrina? – preguntó Marina volviendo a poner su voz de siempre.

Amelia se levantó y la abrazó hasta casi asfixiarla. La había echado tanto de menos esas dos últimas semanas.

– Considerando que estabas en la otra punta del mundo...

– Bueno, pero todo lo bueno se acaba ¿no?

Se separaron y Marina tomó el asiento que había junto a la ojimiel.

– Pues si... qué remedio. – y Marina no notó que aquella respuesta iba con segundas. – ¿Y que tal lo habéis pasado?

Marina amplió su sonrisa inevitablemente al recordar aquellas dos últimas semanas que habían pasado en Argentina como destino de su luna de miel.

– Uf, toda la fantasía. Desde luego María tuvo que ser argentina en otra vida.

– Bueno y ¿dónde te la has dejado? ¿Y por qué no habéis avisado de que habíais vuelto?

– Mujer, porque llegamos anoche bastante tarde y no eran horas, entre el cansancio y el jetlag... Además, María se ha tirado todo el día en el King's y yo en la radio así que teníamos pensado venir y sorprenderos directamente, pero me ha llamado diciéndome que tenía una emergencia y no podía venir. Pero igualmente la sorpresa no hubiera sido completa porque falta alguien ¿no? ¿Me vas a decir dónde está tu mujer?

La sonrisa de Amelia cayó de repente alertando a Marina.

– Tenía trabajo acumulado. – dijo simplemente.

Podría ser verdad, pero su actitud demostraba que ocultaba muchísimo más.

– ¿Os pasa algo?

Amelia fijó la vista al frente suspirando, porque aunque fuera la mejor amiga de Luisita, se había convertido en una gran confidente para ella también y necesitaba contárselo a alguien. Total, si se lo contaba a María probablemente saldría corriendo a matar a su hermana.

– No estamos bien.

– ¿En serio? ¿Vosotras, la pareja perfecta, no estáis bien? – preguntó sin creérselo provocando en Amelia una mueca de dolor.

– Al parecer no es oro todo lo que reluce...

– Pero, ¿qué ha pasado?

Volvió a mirarla y vio verdadera preocupación en Marina.

– Algo ha cambiado, y te juro que no tengo ni idea de qué. Pero desde hace dos semanas está muy distante, tengo la sensación de que me evita. Se queda tarde en la oficina diciendo que tiene mucho trabajo, pero, venga ya, conozco su trabajo de sobra y juraría que se queda más tiempo sólo por no estar en casa. Ya no se pasa por la librería ni me abraza por las noches, por no hablar de lo mucho que se tensa cada vez que le suena el móvil. Ahora, cuando le digo de pasar tiempo juntas o se tiene que ir a cualquier parte o está muy cansada...

Se le quebró la voz al final de la frase y aunque lo hubiera disimulado con una leve tos, Marina se dio cuenta perfectamente. Se la quedó mirando incapaz de creerse lo que le estaba contando, y sobre todo, sin ser capaz de creerse la acusación implícita de aquellas palabras.

– ¿Crees que te está engañando?

Amelia se la quedó mirando unos segundos y aunque Marina pudo ver una mínima duda, finalmente negó.

– No, confío en ella. Tanto que incluso si la pillara en la cama con otra seguiría sin creérmelo.

– Menos mal, ya te iba a pegar por pensar eso de ella. – suspiró aliviada.

– Ya Marina, pero que algo me está ocultando, de eso no hay duda.

– A ver, un poco raro sí que es. Quizás aún sigue afectada por la entrevista.

En efecto, Luisita estaba pasando muchas cosas en aquel momento, y una de ellas era la publicación de su libro y el gran éxito que había tenido. De hecho, había ganado tanto con las ventas que había podido montar esa consulta psicológica en la que ahora atendía a pacientes. Su carga laboral estaba siendo demasiado, así que con todo el dolor de su corazón, decidió delegar completamente la librería a Amelia, la cual lo había convertido en su trabajo principal, aunque seguía combinándolo con el teatro. Pero ahora, Luisita tenía más tiempo para disfrutar de Eva y de todo lo bueno que estaba viviendo, como su gran éxito y repentina popularidad.

Ella lo había escrito por sacarse de dentro todo lo que aún pudiera tener incrustado de su exrelación y su intención nunca fue buscar la fama pero sin quererlo, la había encontrado. Su libro, que no era más que un relato de lo crueles que pueden llegar a ser las relaciones y sobre cómo se antepuso a sí misma antes que su pareja cuando notó como toca a fondo, había llegado a muchas más personas de las que jamás se podría haber imaginado.

Se empezó a hacer eco en las redes sociales y lo trataban como un ejemplo de cómo, por mucho que quieras a alguien, el amor propio siempre tiene que anteponerse, algo que muchas veces se nos olvida en esta sociedad. Por eso estaba teniendo tanta popularidad el libro, porque Luisita le había puesto voz a algo que muchas ni si quiera eran conscientes de haber vivido.

Si embargo, como en todo en esta vida, no todo el mundo opinaba igual, y aunque fuera un grupo minoritario , había quien opinaba que aquel libro era un cúmulo de tonterías. Que si ella tenía la culpa por dejarse tratar así, que si hoy en día se discutía en una pareja ya la estabas maltratando, que si era absurdo comparar la violencia física a la psicológica, si es que la última existía... Había leído de todo en Twitter.

Amelia siempre temió que aquellos comentarios la afectaran, pero Luisita ya no era la chica insegura que se encontró cuando volvió a Madrid, esta Luisita sabía que aquel sólo era un sector minúsculo de gente aburrida cuya una pretensión era hacer daño, y que nada de lo que decían era cierto. Sólo había que ver a la gente que sí había ayudado con su libro. Su autoestima había crecido tanto que a Eva le parecía el mejor ejemplo a seguir, y a Amelia le parecía increíblemente sexy esa seguridad en sí misma.

Pero hacía como tres semanas, la habían invitado a un programa de podcasts para hablar sobre su libro en una especie de mesa redonda, y claro, quién le iba a decir a Luisita que habría alguien en esa mesa con aquella opinión y tan dispuesta a echársela en cara sin ningún miramiento. Una cosa era tener seguridad en sí misma, otra cosa era aquel acorralamiento que fue realmente humillante, sobre todo cuando Luisita no supo ni qué contestar, sólo quería que la tierra la tragara. Aquello no fue un debate, sino un ataque en toda regla.

Por suerte para ella, tenía un gran ejército de seguidoras que no dudaron en apoyarla y en denunciar por las redes aquella encerrona. Le afectó, para qué decir que no, pero si algo había aprendido en su vida era a admitir el dolor, a sentirlo, y a dejarlo ir. Otro gran ejemplo para Eva del que Amelia estaba orgullosísima.

Ahora decía estar bien y haber dejado atrás aquella sensación, pero igual Marina tenía razón. Igual había dejado pasar el tema demasiado rápido.

– Puede ser...

– Mira, vamos a hacer una cosa. Esta noche me llevo a Eva a casa y así tenéis la noche para vosotras para poder hablar tranquilamente y para el sexo de reconciliación.

Amelia se sonrojó un poco ante la última idea, porque desde que había sentido a la rubia distante no se había atrevido si quiera a sugerir a tener una noche de pasión y si, sólo habían pasado dos semanas, pero madre mía como echaba de menos su piel.

– ¿De verdad no te importa? Que nada más venir de viaje ya os estamos cargando de niñeras.

– Tonterías, sabes que la adoramos.

Seguía un poco reacia, y no porque no confiara en ellas y sus dotes como cuidadoras, de hecho, Eva ya se había quedado varias veces con ellas y le encantaba pasar tiempo en casa de sus titas, pero seguía sintiendo que les estaba cargando con la responsabilidad nada más volver de sus vacaciones. Sin embargo, sabía que necesitaba ese tiempo a solas que Luisita.

– Gracias, Marina. – le dijo con una sonrisa sincera. – La verdad, es que no saber qué le pasa a Luisita me tiene un poco sobrepasada.

La angustia en sus palabras hizo que Marina se sintiera terriblemente mal, porque claro que no creía que Luisita la estuviera engañando. Pondría la mano en el fuego por ella, pero eso no justificaba que estuviera pasando algo por aquella cabeza loca de su mejor amiga. Además, a pesar de la gran confianza que ahora tenían ella y Amelia, sabía que la ojimiel nunca había sido de compartir sus sentimientos, ni incluso con María, así que ver cómo ahora era capaz de hablar de lo que le pasaba por dentro con aquella facilidad, hizo que también se sintiera orgullosa de ella.

– Ya verás que no es lo que crees. Ya la conoces, es una dramática, seguro que al final no es nada y como siempre está haciendo una montaña de un grano de arena.

Amelia volvió a sonreír y Marina vio esperanza en sus ojos. Puede que si, que fuera una tonterías o que no le pasara nada y fuese la ojimiel la que se estuviera imaginando cosas.

– Eso espero... Voy a decirle a Luisi que Eva se queda con vosotras.

Desbloqueó la pantalla de su teléfono y aún estaba la conversación de Luisita abierta.


Amelia

Marina ha venido al partido para darnos una sorpresa, que pena que no estuvieras...

Me ha pedido que Eva se quede con ellas esta noche para que tengamos un poco de privacidad, ¿te parece bien?


Tardó un poco en responder, y cuando lo hizo, el corazón de Amelia se paró unos segundos.


Luisita

Si mejor, porque tengo algo que contarte.


Definitivamente, algo andaba mal y ella sólo quería llegar a casa y hablar con ella.


Amelia.

Vale.


Bloqueó su teléfono para guardarlo porque tampoco esperaba que Luisita contestara nada más.

– ¡Tita!

Amelia levantó la mirada y vio cómo Eva las miraba con la mano levantada saludándolas.

– ¡Hola, cariño! ¡Mucha suerte! – le respondió Marina con el mismo entusiasmo haciendo que todo el mundo en la grada las mirase.

Sonrió ante la escena y lo mucho que se querían esas dos, y mientras se estaba metiendo su móvil en el bolsillo cuando escuchó el pitido de inicio del partido, su teléfono vibró una vez más, y lo sacó para mirar la pantalla.


Luisita

Te quiero💙


Sonrió cómo hacía semanas que no lo hizo. Fuera lo que fuera, estarían bien. Juntas, podían con todo.


Amelia

Y yo a ti💙

~~~

– ¿Luisita?

Levantó la cabeza del teléfono para ver cómo Amelia seguía en la puerta esperando a que le diera una respuesta.

– Tengo trabajo acumulado, mejor me quedo aquí. Pasadlo bien, ¿vale?

Le dio una sonrisa que tan amplia que hizo que casi la creyera, y Amelia simplemente asintió y salió de ahí junto a Eva.

Aunque ya estuviera sola, seguía con esa ansiedad que le entraba cada vez que le mentía a Amelia. Lo odiaba con toda su alma, y aunque al principio creía que lo hacía por su bien, ahora no lo tenía tan claro. Pero ahora, esa ansiedad se había convertido en enfado con su invitada por adelantarse, sabiendo que mientras estuviera Amelia no podía subir.

Esperó cinco minutos hasta que su timbre sonó por fin y abrió la puerta con la mayor de las caras de enfado, a pesar de que la morena que tenía delante sonreía totalmente ajena a aquel enfado.

– Que guapa estás, ¿no?

Intentó acercarse a Luisita para darle un abrazo, pero se alejó hacia el salón, dejándola sola aún en la puerta. Cerró la puerta tras de sí, entrando en el apartamento para encontrarse con la rubia.

– No me hagas la pelota que sabes que no deberías haber llegado tan pronto y menos sin avisar.

– ¿Por? Esta mañana me dijiste que querías verme cuanto antes, que me echabas mucho de menos.

– Pues claro que tenía ganas de verte, y claro que te echaba de menos, pero ¿y si Amelia te hubiera descubierto?

– Nos habríamos inventado cualquier cosa – dijo la morena despreocupada encogiéndose de hombros

– Odio mentirle a Amelia. – confesó dejándole ver su frustración.

– No le estás mintiendo, sólo ocultando.

– Es lo mismo. No me gusta engañar a mi mujer.

– Luisi, por el amor de Dios. Que cualquiera que te escuche va a pensar que le estás poniendo los cuernos. Y ahora, ¿quieres darle un abrazo a tu hermana después de dos semanas sin verla? No me hagas volver a decir que te he echado de menos porque tengo un límite.

Luisita volvió a mirarla, pero para que negarlo, claro que la había echado de menos y se moría por abrazarla. Terminó sonriendo y lanzándose a los brazos de su hermana mayor para rodearla con fuerza. Marina siempre había sido la persona a la que Luisita recurría cuando le pasaba algo, pero ahora a la que realmente necesitaba era a María. Si había alguien que pudiera conocer a Amelia y su reacción, era la mejor amiga de la ojimiel.

– Ay Mary, qué contenta estoy de que estés aquí, no sabes cuánto te he necesitado. – dijo apretando aún más el abrazo.

María se separó de ella para dejarle un beso en la mejilla y ponerse en modo hermana mayor, que era el verdadero motivo por el que estaba ahí.

– Pues venga, cuéntame qué le has hecho a tu mujer para que me hayas hecho venir tan de urgencia y con tanto secretismo, que cuando he visto a Amelia y a Eva salir del portal me ha costado la vida no abrazarlas.

– Bueno porque si Amelia te veía iba a querer que fueras al partido con ella y yo necesito hablar contigo.

– Pues ala, cuéntame de una vez que has hecho, que no me puedo ir ni dos semanas de viaje sin que te metas en líos.

– Bueno, te cuento, pero luego me cuentas tú a mí que tal en Argentina.

– Que sí, pesada. Venga, que me tienes en ascuas.

Se sentaron en el sofá, cogió aire y empezó a relatarle lo que había descubierto esas dos semanas, mientras su hermana la escuchaba pacientemente sin entender bien la ansiedad de su hermana por lo que le estaba contando.

– Pues Luisi, yo no sé por qué estás así. A mí me parece precioso lo que has hecho y a Amelia le va a encantar.

– Ya, Mary, pero es que eso no es todo. El verdadero problema viene ahora.

Siguió escuchando pacientemente a la rubia mientras Luisita veía como su hermana empezaba a cambiar su cara como reacción a lo que estaba escuchando.

– Vale, ya entiendo por qué estás así... Es que, Luisi, ¿quién te manda a ti a meterte donde no te llaman? ¿No sabes que nunca hay que remover el pasado y menos el de tu pareja?

– Mira María, lo último que necesito es un comecome aquí. – dijo señalando la parte de detrás de su cabeza. Porque sí, lo último que necesitaba eran más demonios susurrándole lo mal que estaba todo aquello.

– Ya, perdón. – dijo María cogiéndole las manos a su hermana para tranquilizarla. – Cariño, ya has abierto una puerta que no puedes cerrar sin ignorar lo que hay dentro, y creo que lo único que puedes hacer es contarle todo lo que sabes a Amelia.

– ¿Pero y si esto le hace más daño? – preguntó con evidente miedo.

– No debes decidirlo tú, Luisi. Tu único deber es darle la información que tienes y apoyarla decida lo que decida. Te has tirado la vida pidiéndole a Amelia que no te sobreproteja, ahora eres tú la que no debe hacerlo. Confía en su fuerza y capacidad para afrontar las cosas.

– Pues claro que creo que es capaz de afrontarlo si todo sale mal, la que no voy a ser capaz de ver cómo sufre soy yo.

– Entonces eso es problema tuyo. Soluciónalo como sea, pero habla con ella y cuéntaselo.

Antes de poder contestarle, su móvil vibró y no pudo evitar mirar la pantalla, y María se extrañó ante la cara de circunstancias que había puesto Luisita.

– ¿Qué pasa?

– Nada, Amelia... que me ha dicho que Marina ha ido al partido de Eva y se ha ofrecido a cuidarla para que estemos solas esta noche... ¿Y qué hace Marina en el partido?

– Si es que, tengo una mujer que vale su peso en oro. – dijo María ampliando su sonrisa. – Luisi, pues porque íbamos a ir las dos a daros una sorpresa, y ya que no he ido yo, habrá ido sola. Ella también echaba de menos tanto a Amelia como a Eva. ¿Ves lo que está pasando? Mira lo que te estás perdiendo por tu cabezonería, ahora estaríamos las cuatro disfrutando del partido. No puedes pasar de esta noche, tenéis que hablar si o sí.

– Está bien...

Aunque aún tuviera un miedo inmenso de hablar con Amelia, sabía que no podían seguir así, así que contestó a la ojimiel diciéndole que estaba de acuerdo porque tenían que hablar y si, necesitaban esa privacidad. Se quedó mirando la pantalla hasta que Amelia contestó un simple "vale", y a Luisita se le hundió el pecho ante aquella respuesta tan seca

– Pobre Amelia. – interrumpió María sumida en sus propios pensamientos, y Luisita se había dado cuenta de que lo decía sin haber leído si quiera la respuesta de la ojimiel.

– ¿Por qué lo dices?

– Pues porque las dos conocemos de sobra tanto a las dos, y si Marina se ha ofrecido a que Eva se quede con nosotras esta noche es porque Amelia se ha desahogado con ella y le ha contado que no estáis bien.

Sabía que tenía razón. Amelia la conocía de sobra como para saber que algo no andaba bien, e incluso ella misma se había dado cuenta de que la ojimiel cada se alejaba más intentando darle su espacio, aunque lo que realmente quisiera fuese enfrentarla y pedirle que le confesara qué estaba pasando. Se sentía fatal, porque en un intento de protegerla, al final, le estaba haciendo más daño aún.

Volvió a coger su móvil y sin pensárselo dos veces, le escribió un "te quiero" con ese corazón azul que sólo le dedicaba a ella, y la respuesta de la ojimiel fue casi inmediata. Sonrió, porque por encima de todo, siempre se querrían.

– Oye, ¿segura que no te importa quedarte con Eva? Que no te hemos ni preguntado.

– No digas tonterías, Luisi. Ya te he dicho que a ella también la he echado muchísimo de menos.

– Si, bueno. Buena suerte con ella...

– ¿Por?

Luisita suspiró y se echó las manos a la cabeza, siendo ese otro de los problemas que últimamente la sobrepasaban.

– Creo que está entrando en la edad del pavo*.

– ¿Tan pronto?

– Está creciendo tan rápido... Ojalá haberla tenido desde que nació.

Lo dijo con verdadera frustración, porque sentía que se había perdido muchas cosas de su vida y deseaba volver atrás en el tiempo. Ahora estaba creciendo y en poco se convertiría en una pequeña mujer. Y su hermana la comprendía bien, y no pudo evitar sonreírle.

– Lo sé, cariño. Pero ahora está creciendo con vosotras que es más importante, sobre todo en estos años tan difíciles para los niños que es la preadolescencia, y ya la adolescencia ni te cuento como herede de ti tu etapa de los dieciséis. A esta en cuanto se ponga así de tontorrona la mandas al Asturiano que la mete el abuelo en la cocina a pelar patatas y ya verás como se le acaba todo.

– Además de verdad porque el pobre abuelo ya va necesitando ayuda... Yo qué sé, espero que lo de ahora sólo sea una etapa un poco protestona.

– Pero, ¿por qué lo dices?

– No para de pelearse con Amelia.

– Déjame adivinar, por Isabel.

– Si, María, por Isabel.

– Es que Amelia también es más cabezota con el tema...

– Lo sé y sé que en esto no tiene razón, pero ya sabes lo importante que es para Amelia la familia.

– Calla, ahora entiendo. Por eso has hecho todo esto estas semanas. – Luisita asintió bajando la mirada algo culpable. – Ay, cariño. Si es que tienes un corazón que no te cabe en el pecho.

– Ojalá ella piense lo mismo, porque lo único que quiero es darle lo que siempre ha soñado.

– Luisi, cariño. Lo que siempre ha soñado Amelia lo consiguió casándose contigo y adoptando a Eva.

– Yo que sé...

María se la quedó mirando unos segundos con algo de desconfianza, porque era verdad que aquello era motivo más que suficiente para que la cabeza de su hermana fuera a mil por horas, pero la conocía y sabía que estaba acumulando cosas.

– Oye, Luisi, no me has contado cómo estás.

La rubia la miró confusa, y por el tono que usó y la mirada de compasión que tenía, no tardó en darse cuenta de a qué se refería y su semblante cambió.

– María, sólo fue una entrevista. Estoy bien.

– ¿Segura? Que si no lo estás, es normal cariño. Fue bastante duro lo que te dijeron.

– No te voy a decir que me agradara lo mucho que me ridiculizaron, pero ya está.

– Pero tienes permiso para estar mal, Luisi.

– Ya lo sé que lo tengo, pero no quiero estarlo porque esa gente no merece mi malestar, así que déjalo. Es agua pasada y fin del asunto.

Que sí, que le había dolido. Que sí, que ella era la que siempre decía que había que exteriorizar también los malos sentimientos, pero es que ya lo había hecho, simplemente creía que no merecía la pena seguir estando mal por aquellos comentarios. Su hermana la siguió mirando sin estar muy convencida de sus palabras, pero si era lo que quería, ahí se terminaría el tema.

– Bueno, cariño. Pero que si quieres hablar del tema con quien sea ya sabes que estoy aquí. Pero venga, anda. No pensemos más en cosas tristes y ponme un cafelito mientras te cuento que tal el viaje, que te he traído alfajores.

Estuvieron una hora hablando y riendo sobre anécdotas del viaje, hablando de cómo estaban sus padres y de lo mucho que iba necesitando ya Pelayo la jubilación, hasta que María se fue y Luisita miró a su teléfono encontrando el valor de hacer aquella llamada que debería haber hecho hacía días antes de poder contarle a Amelia todo. 

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* En España la expresión "edad del pavo", se usa para describir la etapa que tiene lugar después de la infancia y antes de la adolescencia donde ocurren la mayoría de los cambios físicos, emocionales, sociales y fisiológicos, fase donde se forja la personalidad.


PD: Sé que no es domingo pero es que yo no me fiaría mucho en lo de fijar día de actualización👀

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