Ella sabe que la odio | YA A...

By Ash-Quintana

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Jessica creía que no le gustaban las chicas hasta que conoció a Alex, la extrovertida y problemática estrella... More

1. Primera cita en el jacuzzi
2. Alex y Noah
3. ¿Qué dirías si esta noche te seduzco en mi coche?
4. Alex habla de mí en televisión
5. Ay, atrapadaa
6. Como NO hacer un directo en instagram
7 ¿Me gusta Alex?
8. Compartimos cama
9. Desayuno con el suegro
10. Hay un hombre moribundo aquí
11. Nos desconocemos
12. La verdad sobre Patricia
13. Cancelada
14. A ver, pruébalo ( ͡° ͜ʖ ͡°)
15. Jugamos un juego
16. El chisme de la familia de Jess
17. Alex se muda
18. Ayuda, Chayanne
19. Seth no habla español
20. Conocemos a Charlie y no es Damelio
21. La hice suplicar
22.Me olvidé el título perdón
23. Siempre esperen lo inesperado
24. Sé la villana
25. Seth hace tarta de limón
26. Mi tiran por las escaleras
27. ¿Las amigas se besan? Pregunta seria
28. Me quedo
29. Perras ganas de besarla
30. Los caminos de la vida
31. No necesitaba ver eso
33. Parece que llueve
34. Huída
35. A llorar
Epílogo
¡Libro en físico!
Extra 1: Propuesta indecente
Extra 2: Sólo somos amigas... ¿O no?
Extra 3: Adiós popó
Extra 4: Los padres de Cloe
Extra 5: Sola
Extra 6: Familia
Extra 7: Cloe y Noah
Tirando facha

32. De negro para el funeral de un infiel

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By Ash-Quintana

La boda había comenzado hace veinte minutos y yo estaba llegando tarde.

La noche anterior quedé nerviosa porque sabía que tendría que ver a mis padres al día siguiente y no pude pegar un ojo. Me quedé trabajando hasta las cinco de la mañana, cuando finalmente caí rendida del sueño.

Ni siquiera escuché la alarma.

—¡¿Por qué no me despertaste?! —le grité a Santiago por el teléfono mientras bajaba del autobús.

Mi vestido negro era lo suficiente largo como para tocar el suelo de la sucia calle. Tuve que levantar la falda y saltar la boca de un desagüe con mis tacones de aguja. Me daba miedo barrer con la tela alguna colilla de cigarrillo o algo aún más sucio.

El salón de fiestas estaba en el último piso de un enorme hotel ubicado en el centro de la ciudad. Uno creería que yo llamaría un mínimo de atención corriendo por las calles, chocando con personas y gritándole a alguien en el teléfono. Pero a nadie parecía importarle.

—Porque yo llegué varias horas antes con papá —me recordó mi hermano—. De hecho, recuerdo a papá ofrecerte un lugar en el auto semanas atrás. Pensamos que como lo rechazaste, ya lo tendrías cubierto. No que vendrías en autobús a última hora.

—¡Me dormí!

Me tapé la nariz con mi mano enguantada cuando pasé junto a un puesto de perro calientes. Mi estómago comenzó a gruñir como si quisiera recordarme que no desayuné nada.

Desperté al mediodía, me puse el vestido como pude y estuve viajando por horas en medio del embotellamiento. La tarde pronto comenzaría a caer.

Sentía que estaba yendo a mi propio funeral.

—¿Dónde estás? —me preguntó—. Tu padre no quiere comenzar hasta que llegues. La gente se está molestando.

—¡Casi llego! —grité cuando visualicé la entrada del hotel del otro lado de la avenida—. Diles que una princesa se hace esperar. Que coman algo.

A Santiago no le hizo gracia.

—No se suponía que el día girara alrededor de ti hoy —dijo antes de colgar.

Me quité el teléfono de la oreja y por un momento mi corazón se detuvo mientras los autos pasaban a toda velocidad delante de mí.

Me dije a mi misma "¿Esto no es lo que querías? Molestar a tu padre en su boda", pero ahora que lo había conseguido sin querer, me sentía culpable. Y nerviosa. De repente me dio miedo entrar, porque sabía que tendría que lidiar con el enojo de la gente.

No quería estar aquí. Quería estar en casa, viendo algún k-drama y comiendo gelatina. Entendía que tuviera que ser la dama de honor, porque era hija de uno de los novios, pero al mismo tiempo sentía que iba a ir sólo para estar incómoda o no saber qué hacer. No conocía a nadie.

—Sé una adulta —me regañé.

Alcé el mentón, levanté mi falda y crucé la avenida.

El trayecto en ascensor me pareció eterno. Especialmente porque yo era la única en él y tuve unos buenos diez minutos para reflexionar sobre todas las decisiones que me habían llevado hasta ese punto, hasta que finalmente mi mente llegó a donde yo no quería y me pregunté si, mientras yo estaba ahí, Seth ya se encontraría en el autobús.

¿Habría llamado a Alex para avisarle que vendría? ¿Ella le habría respondido?

Podría simplemente preguntárselo con un mensaje de texto, pero le temía a la respuesta.

¿Cuándo me había vuelto tan cobarde?

Las puertas del ascensor se abrieron y apareció frente a mí el altar.

Todos los invitados en el salón se giraron con el sonido que anunció la llegada de un nuevo invitado.

El salón era enorme, decorado con flores en las paredes y a los lados de los asientos, con varios candelabros enormes en el techo y un lado de la pared que era únicamente de cristal para tener toda la vista del atardecer en la ciudad.

Parecía como meterse dentro del palacio de un cuento de hadas.

En el fondo, mi padre y su novio, el padre de Santiago, dejaron de hablar.

—Ya está aquí —me pareció escuchar.

Nadie se movió.

Vi a Santiago en traje junto a su padre, quien era una copia exacta de él, sólo que varios años mayor. Santiago iba lo más formal que lo había visto jamás, salvo por su cabello, que con suerte estaría peinado. Pero al menos él sí se había peinado, a diferencia de mí.

Me enderecé y caminé a paso rápido por el costado de los asientos hasta llegar junto a mi padre, en el lado opuesto al que se encontraban Santiago y su padre. Intenté verme lo más digna que pude con mi vestido caro de satén, pero mi cara roja me delataba.

Los músicos de la orquesta retomaron donde lo habían dejado cuando llegué y pronto comencé a escuchar los violines, seguidos por un violonchelo.

Papá ni siquiera me saludó. Aguardó a que me parara a su lado antes de voltearse para decirle algo a quien presidiría la boda y todos guardaron silencio.

La ceremonia comenzó.

-.-.-.-.-.-

Intenté permanecer quieta y en silencio durante los siguientes cuarenta minutos. A veces prestaba atención a lo que decía, como cuando mi padre leyó sus votos. De momentos mi cabeza vagaba por el sueño y comenzaba a culparme por dormirme, lo que me llevaba pensar en el trabajo que dejé a medias y luego en los textos que tendría que leer luego de acabar mis trabajos a medias.

Cuando mi padre y el de Santiago finalmente se besaron, el salón estalló en aplausos. De allí en más sentí que parte de la tensión que apareció con mi llegada finalmente desapareció, ahora que lo más importante, que era la ceremonia, ya estaba hecho.

Intenté acompañar a todos con los aplausos, pero por la tela de mis guantes mis aplausos casi no emitieron sonido.

La música se volvió más animada mientras todos iban hacia la pista de baile y las mesas.

Cuando la noche finalmente cayó, las luces comenzaron a encenderse y pude ver cómo, alrededor del candelabro más grande, habían decenas de adornos que se iluminaban. Al igual que en las columnas y los maceteros. De pronto me sentí pequeña entre tantos puntos luminosos en un espacio tan grande. Incluso el suelo de madera encerada reflejaba las luces.

Un grupo enorme de personas se reunió alrededor de mis padres para felicitarlos y casi fui absorbida por el tumulto. Conseguí hacerme un hueco para escapar cuando un brazo tiró de mí en ayuda.

—¿Estás bien?

Santiago, que aún me sostenía por el brazo, comenzó a llevarme a la pista de baile. Asentí y me aferré a su brazo cuando papá pasó a mi lado. Él pasó una mano por mi cabello y lo revolvió antes de entrar a la pista de baile y ese fue todo el saludo que recibí de su parte.

—Todo se ve tan caro —observé mientras daban el primer baile.

No podía siquiera imaginarme cuánto habrían gastado en el salón, los arreglos, la música, la comida, la organización...

—¿Tú gastarías tanto en una boda? —Preguntó Santiago cuando la primer canción acabó.

La gente se metió en grupos a bailar y nosotros los seguimos. No tenía idea de cómo se bailaba el vals, pero confiaba en que mi compañero no me iba a humillar.

—Yo no creo que algún día vaya a casarme —le confesé mientras bailábamos—. No está en mis planes.

—Buah, casanova —se burló.

—Ya estás torciendo mis palabras. —Lo empujé con suavidad—. No le digas a Adrían, porque se va a burlar.

—¿Y qué gano a cambio?

—Que no te pegue —lo pisé.

Santiago se quejó, pero seguimos bailando durante el resto de la canción. Busqué sin éxito algún rostro conocido con la mirada.

—No invitaron a mi madre —observé mientras girábamos.

—¿Tú la invitarías?

Me soltó un momento cuando una pareja intentó pasar entre nosotros y por unos segundos creí perderlo de vista, hasta que nos volvimos a encontrar y nuestras manos se unieron.

Él tenía razón. Mamá y papá no habían terminado en buenos términos y de hecho se seguían llevando mal, incluso casi diez años después de separarse. Si yo no era capaz de verla, papá era aún peor.

Él nunca la perdonó por su infidelidad y ella tampoco lo perdonó por salir con un compañero de trabajo de ella apenas terminaron la relación.

Pero por alguna razón me sorprendió que ni siquiera la hubiera invitado por formalidad.

—Aún así me invitó a mí.

Santiago levantó una ceja.

—A ti no te odia —respondió como si fuera obvio.

—No, no digo que me odie —me apresuré a decir mientras dejaba una mano en su hombro. Era un poco difícil moverse por todo el salón con mis tacones, y mucho más para alguien como yo que no sabía bailar, pero me gustaba pensar que lo disimulaba bien—. Pero tampoco nos llevamos bien.

—Sí, pero ¿por quién?

—¿Eh?

—Jessica... —suspiró, como si no quisiera opinar, pero acabó haciéndolo—. Yo no digo que él no haya tenido la culpa de nada, pero lo haces sonar como si no se llevaran bien porque se caen mal, cuando él nunca tuvo nada contra ti. Ni él, ni mi padre.

Lo miré sorprendida.

—Nunca dije que tu padre tuviera algo contra mí.

—A veces te portas como si lo creyeras.

¿En serio?

Le eché una mirada a nuestros padres, bailando en el centro de la pista.

El padre de Santiago era algunos años más joven que el mío. Se veía como una versión adulta de su propio hijo, pero mucho más risueña y con un guardarropas que iba más allá del negro.

Como si hubiera sentido la mirada sobre él, lo vi dejar de reír un momento y mirarme. Luego, tocó el hombro de mi padre, quien también me miró. Bajé la cabeza con prisa y bailando con Santiago para no llamar la atención, pero fue demasiado tarde.

Unos segundos después alguien me estaba tocando el hombro.

—¿Puedo? —preguntó mi papá detrás de mí.

Santiago me soltó y me dejó a mi suerte, así que no me quedó de otra que aceptar.

Comenzamos a bailar con el comienzo de la siguiente canción. Papá se había quitado la chaqueta y arremangado la camisa luego del primer baile, cuando ya le habían tomado todas las fotos.

—Felicidades —dije como saludo cuando la música comenzó.

Papá ni siquiera me miró.

—Gracias. —Me miró de reojo— Llegaste tarde.

Rodé los ojos.

—Al menos vine ¿Cuándo estuviste tú en alguno de mis actos de la primaria?

Él ladeó la cabeza y me dedicó una de esas miradas de advertencia.

—Este no es un acto de la primaria.

—No, sí. Tienes razón —estuve de acuerdo—. Tu eres un hombre adulto hoy. Yo tenía seis o siete años. —Lo vi quitarme una mano de la espalda para saludar a alguien con una sonrisa—. No me pidas que ponga más voluntad de la que tú me pusiste a mí.

Ese comentario pareció a molestarlo, porque volvió a prestarme atención.

—Yo te pongo voluntad —fue su respuesta—. A ti. Intento estar para ti, asegurarme de que estés bien incluso cuando tú no quieres decirme nada ¿Cuántas veces te he invitado a comer y te has negado? ¿O te he visitado y me has echado a los minutos?

—Bueno, a lo mejor ya no lo quiero ¿No te has detenido a pensar en que tal vez ya no te necesite de la misma manera que te necesité cuando no estuviste para mí?

—Hay una enorme diferencia entre querer y necesitar. —dijo él—. Yo sé que no me necesitas. También se que no estuve para ti cuando lo hacías. No hay un sólo día en el que no me arrepienta de no haber estado para ti esos días. —No hizo falta que aclarara a qué se refería con "esos días". Los dos sabíamos que se refería a la época donde se separó de mamá y comenzaron a acosarme—. Pero tú sabes que he pasado los últimos años intentando reparar eso. Y también sabes que voy a estar para ti cada vez que me necesites, como lo estuve el mes pasado cuando salió ese video. Y estoy contento con eso.

—Ya lo sé. —Esta vez fue mi turno de mirar para otro lado con incomodidad—. Lamento llegar tarde a tu boda.

—Estoy contento de que vinieras. —Miró mi vestido—. Y de qué no te hayas puesto un vestido blanco como me amenazaste.

—No porque no quisiera —dije. Recordé el vestido blanco que me había comprado en la boutique, ese que manché con té rojo—. El destino así lo quiso. Julio es un mes muy malo para usar blanco.

—Ya —rodó los ojos.

Bailamos unos minutos en silencio en los que me quedé pensando en eso que me dijo Santiago sobre que a veces me portaba como si creyera que le caigo mal a su padre.

—Felicítalo de mi parte —dije. No hizo falta que aclarara a quién.

—¿Por qué no lo felicitas tú?

Abrí la boca para protestar, pero no supe qué responder. No tenía ninguna razón para no hacerlo. Simplemente me daba miedo hablar con él.

El timbre de mi celular me salvó.

—Disculpa.

Solté a papá y salí del círculo de personas bailando para atender. Me pareció ver el nombre de Alex en la pantalla.

—¿Hola?

—¡Jessica! Jessica ¿Dónde estás? Seth llamó.

Abrí más los ojos.

—...¿Que Seth qué?

—¡Sí! No sé, no le entendí —respondió algo nerviosa—. No sé nada de él desde principio de año y de la nada me llamó y me dijo que se había tomado un autobús para venir. Dijo que robaron su boleto de tren cuando bajó a hacer una escala.

—¿Qué?

—Está varado y sin dinero. Ni siquiera ha llevado sus tarjetas. Tengo que ir a buscarlo.

De repente comenzó a dolerme la cabeza.

¿Cómo un tipo con el que me acosté hace cinco meses podía seguir trayéndome problemas?

—¿No puede llamar a sus padres? No entiendo.

—Estoy más cerca. Le dije que iba a ir yo.

—No vas a ir sola —se me escapó.

El sólo pensar en Alex viendo a Seth a solas...

—En realidad, iba a pedirte que me acompañaras —me confesó.

No sabía si me sorprendió más la noticia de que Seth la llamó, o esto.

—¿En serio?

—Sí. No quiero ir sola. Salgo mañana en la mañana ¿Quieres venir conmigo?

—Sí —respondí sin siquiera pensarlo.

Qué suerte que ya estaba vestida de negro, porque mañana probablemente hubiera un funeral.

-.-.-.-.

Holaaa ¿Cómo están? ¿Cómo les fue en la semana? 

En este capítulo no hubo mucho material de shipp, pero ya en el próximo vamos a tener a Alex, a Jess y a  💀 Seth 💀 (the racist)

¿Cómo creen que va a reaccionar Alex? ¿Creen que lo va a perdonar, que lo va a patear? ¿Quizá ambas? JAJAJ

PREGUNTAS: 

Quedan alrededor de cinco capítulos para el final de ESLO ¿Cómo se imaginan que va a terminar?

¿Los haré llorar una última vez? Lo averiguaremos JAJA

¿Opiniones de Jess con vestido negro? 

Lo prometido es deuda, así que abajo les dejo el dibujo de Jess con traje del capítulo 21.

Tomé la decisión de sólo publicar una historia nueva apenas termine "Ella sabe que la odio" y, si veo que me va bien con los tiempos y todo, voy a empezar a subir otra mas, así tenemos dos historias actualizandose por semana. Pero no les prometo nada. Lo que sí, es que vamos a tener una si o sí.

En estas semanas ya voy a estar presentándoles a los personajes principales, la sinopsis, el título de la historia y los protagonistas.

Sin nada más que decir, me despido, chikis.

Baaai.

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