Clara realidad

By Storiesscris

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¿Su oscura tentación les permitió un "vivieron felices y comieron perdices"? Las tentaciones son oscuras y si... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12

Capítulo 9

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By Storiesscris


Jet privado.

Cyara nunca había estado en un jet privado, no estaba acostumbrada a semejantes lujos. Christopher si, aunque no fuera algo de lo que abusara constantemente. Le fue inevitable reir al ver la expresión de la rubia, decir que estaba impresionada era quedarse corto, como un niño la mañana del día de reyes. Chilló emocionada colgándose el cuello de su esposo, quien la recibió gustoso.

—¿Ya te he dicho lo mucho que me encanta ese vestido? —ronroneó besándole debajo de la oreja.

—Como unas veinte veces pero puedes seguir diciéndolo que nunca me cansaré de escucharte —admitió sonriendo. A ella también le encantaba, estaba hecho a la perfección para su cuerpo y para ese día tan especial que nunca sería capaz de olvidar—. Es de una diseñadora española, su marca es Lil Butterfly.

Él no le prestó demasiada atención, su nariz ya se había hundido en su cuello y prefería emborracharse con el olor de su colonia. Olía al amor de su vida, así sin más.

—Son diez horas de vuelo —informó mientras se acomodaban en los asientos—. Puedes leer, dormir o puedo mantenerte ocupada.

—Me encantaría escoger la última opción, pero me vas a dar como cajón que no cierra y eso mejor lo dejamos para cuando estemos en el hotel.

Soltó una carcajada mientras tomaba los pies de la rubia para sacarle los zapatos de tacón, sabía de sobra que los pies le dolían, siempre se quejaba por esto. Comenzó a darles un masaje mientras ella sacaba un libro clásico de la literatura española para ponerse a leerlo. La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca.

—¿Cuál es la idea de la lectura? ¿Lo efímera que puede ser una vida soñada? —cuestionó él, leyendo el título.

—El mensaje que transmite el autor es más bien otro. Apuntaría al egoísmo —arrugó su nariz, desconforme con sus palabras—. No. En la última escena de la obra, el príncipe reflexiona en un monólogo que la vida es una ilusión y que los sueños, solo son sueños —admite, alzando la mirada de las páginas para encontrarse con esos oscuros ojos que ya la observaban—. Las personas tienen un afán de permanecer en una posición social, eso sigue pasando hoy en día y tu mejor que nadie deberías de saberlo. La avaricia les gana y van incluso contra sus propios hijos, pues es más importante el estatus social que el amor fraternal —relata de manera despreocupada dejando que las palabras salgan de su boca sin siquiera pensar en ellas. Le salía natural cuando se trataba de literatura. Sin embargo, su expresión cambió al darse cuenta de que estaba hablando mucho, como siempre, e hizo una mueca—. Lo siento, ¿te estoy aburriendo?

—Tú nunca me aburrirías, ángel —niega con la cabeza regalándole una sonrisa ladeada—. Anda, lee en voz alta ese libro que ahora ya me dieron ganas de saber de qué va.

—¿Y quieres escuchar? Sería mejor que leyeras por tu propia cuenta —murmuró divertida—. Sería excusando escucharte leer un libro, la verdad.

—Eso es jugar con fuego —chasqueó su lengua contra su paladar.

—Ya estamos acostumbrado a eso, ¿no? —alzó sus cejas—. Venga, ¿que tengo que hacer para que me leas?

—¿Qué puedes ofrecerme a cambio? —le siguió el juego.

Cyara empezó a enumerar cosas, muchas de ellas no iba a hacerlas ni aunque le pagasen pero tenía que poner una sonrisa encantadora y fingir que si para poder convencerlo. Christopher ya estaba muy convencido desde el momento que ella se lo propuso, pero era divertido escucharla negociar, de la misma manera que hacían los adolescentes cuando los padres les decían que volvieran a casa a medianoche y ellos pedían hasta la una y media.

Finalmente, al ver que a su mente creativa le empezaron a faltar ideas, decidió que la salvaría. Tomó el libro con sus manos y se aclaró la garganta antes de empezar.

—Primer acto —leyó, tomando la fina página del libro con sus dedos índice y pulgar—. Salen en lo alto de un monte Rosaura, en hábito de hombre, de camino, y en representado los primeros versos va bajando...

Cyara lo escuchó con atención, replanteándose si le gustaba más leer o escucharlo a él hacerlo. Podría pedirle a partir de ese día que leyera para ella, tal como lo hacía en ese momento, pues habría pocas cosas en la vida que le gustaran más que eso. Tenía una voz profunda que llegaba a sus oídos con un tono melodioso, clavándose allí y enviándole estímulos agradables a su cerebro.

No leyó el libro completo, no porque no quisiera, sino porque a la rubia empezaron a pesarle los párpados antes de que siquiera se acercara al final.

—No..., sigue —pide, reteniendo el bostezo que lucha por salir de sus labios. Él le sonríe al tiempo que cierra el libro, besa su sien y se levanta para tomar una manta y cubrir su cuerpo.

—Descansa, ángel —susurra una vez que se vuelve a sentar—. Ya sabes que es un largo viaje.

No necesita pedírselo dos veces, se aferra a su cuerpo y cierra los ojos como si estuviera esperando ese momento desde que pisó el jet. Él se durmió poco después y fue también el primero en despertarse poco antes de aterrizar, el piloto le informó cuando se estaba refregando los ojos. Esperó unos instantes para despertar a la rubia que dormía plácidamente a su lado. Hacía calor. El clima no se parecía al de su país en lo más mínimo. Debido a la diferencia horaria, allí todavía era de tarde y el sol pegaba con fuerza.

Salieron tomados de la mano después de que Cyara se pusiera los zapatos de tacón en los pies, aunque Christopher insistiera en que no era necesario. La gente los miraba sonriente e incluso los felicitaban, parecía que estaban protagonizando una película de amor de esas que se pasaba semanas en el top de Netflix.

—Bienvenida a Boipeba, ángel —entrelazó sus dedos y dirigió su mano a sus labios para dejar un beso en esta.

—¿Estamos en Brasil? —preguntó con una sonrisa resplandeciente dibujada en los labios.

—Eso parece —respondió divertido.

La rubia chilló cuando antes de entrar al hotel la cargó en brazos.

—¿Que diablos estás haciendo?

—Soy un hombre tradicional, ángel.

—Tradicional no es exactamente la palabra. ¿Dónde quedó lo de nada de sexo hasta el matrimonio, eh? —intentó recriminarle.

—Prefiero no responderte a eso porque si lo hago vas a entrar acalorada —advirtió, la recepcionista los recibió de la mejor manera posible mientras que el botones se encargaba de llevar sus cosas a la suite presidencial—. Bienvenida a nuestra Luna de Miel, ángel.

Nada más abrir la puerta y entrar al interior de la habitación dejó que sus pies tocaran suelo, si por él fuera la habría tumbado en la cama y le arrancaría ese encantador vestido blanco que tanto lo enloquecía. Pero sabía que Cyara querría ver todos los detalles de los pétalos y demás.

Se le llenaron los ojitos de lágrimas mientras dirigía sus manos a su boca, si en las películas se veía bonito en la clara realidad lo era todavía más.

—Te amo, te amo, te amo —tomó su rostro con sus manos y dejó un beso en sus labios en medio de cada "te amo"—. Te juro que eres lo puto mejor que me ha pasado en la vida.

—Si le quitas la palabra "puto" incluso suena romántica y todo —muerde su labio inferior y ríe al escuchar un jadeo proveniente de su parte—. Muy filóloga pero al final se te va el romanticismo.

—El romanticismo es un movimiento cultural y literario contra la Ilustración y el Neoclasicismo —fue su momento de chuparle el labio.

—El centro del romanticismo giró en torno a la la exaltación de los sentimientos y la subjetividad, ¿no?

—¿Y tú desde cuando sabes de literatura?

—Estoy casado con una filóloga, ya me jodería no saber de literatura.

La rubia traza sus labios con sus dedos, después vuelve a tomarlos con los suyos para besarse. Pequeños besos inciertos. Las manos del dominante se deslizan en su cabello, había estado evitando ese momento para no arruinar el alisado perfecto que llevaba, inclinó su rostro y profundizó el beso, deslizando su lengua contra ella.

Besos calientes, húmedos, desesperados.

Cyara gime su nombre contra su boca y eso es suficiente para que su polla se crispe.

—Voy a hacerte el amor —susurra guiándola hasta la cama, sin que sus labios se despeguen de su piel.

Sus manos quitan su vestido de manera delicada, sintiendo la fina tela de este en sus dedos, deslizándolo por su piel despacio. El arte de quitarle la ropa era el que más disfrutaba.

Le emoción se estrella contra él una vez que el vestido pisa el suelo, el vestido de novia, el vestido con el que habían contraído matrimonio, y lo deja sin aliento. Admirándola como había hecho esa mañana cuando se coló en su habitación y deshizo el nudo de aquella bata que llevaba puesta. Su corazón late
tan fuerte que cree que podría estallar en su pecho.

—Es mi turno —susurra ella cuando le empieza a desabotonar la camisa, después lo empuja hacia la cama, aterriza con un sordo ruido cayendo sobre sus codos. Se sube sobre el, dejando que los tacones caigan al suelo, su cabeza se nubla cuando sus labios hacen contacto con su piel. Recorriendo su abdomen dejando manchas de su pintalabios en el proceso, haciéndolo más erótico visualmente.

—Eres jodidamente hermosa —susurra, su mano se hunde en la curva de su cadera.

—¿La corbata...?

—La corbata la voy a necesitar más tarde.

Sus ojos oscurecieron y su piel enrojeció. Iban a tener una noche de bodas creativa. Sus dedos se deslizan hasta su pantalón y tras bajar la cremallera se lo quita, dejándolo con aquel apretado bóxer que marcaba su polla a la perfección.

—Quiero montarte —dice, moviéndose contra él, dejando que su humedad se filtre a través de la fina tela de sus bragas.

—Hazlo, Cyara, ya sabes que yo quiero cumplir tus deseos.

Ella sonríe y le baja el bóxer, él le aparta la tela de las bragas hacia un lado y deja que sea ella quien guíe su polla a su entrada. Ambos cierran los ojos al mismo tiempo y dejan escapar un placentero suspiro.

—Chris... —exhala, arqueando ligeramente su espalda. Él separa los labios y se inclina para llevarlos a su cuello, chupa su piel hasta que deja una pequeña marca de color rojizo en esta.

—Lo sé, ángel —envuelve su mano en la parte superior de su cuello, recogiendo su cabello con su puño, sosteniéndola quieta, queriendo prolongar el primer momento de placer donde sus cuerpos se unían. Pero Cyara no se detiene por mucho tiempo, la impaciencia le hace balancearse contra él, la intensidad de la posición los hace gemir a los dos una vez más.

—Necesito moverme —demanda con la voz ahogada.

—Muévete.

Se mueve, una y otra vez, olvidándose de la oscuridad y llevándolos a la realidad. Los sonidos de sus cuerpos moviéndose el uno contra el otro, sus fuertes respiraciones y sus gemidos nombrándose.

—Mierda, Christopher —sus uñas arañan en su pecho cuando él empuja hacia arriba, encontrándose con ella cada vez que gira las caderas—. Christopher...

Su nombre cae de sus labios mientras se aprieta a su alrededor, empujándolo más dentro de su cuerpo, apretándolo tan fuerte que toca el cielo. Aunque quisiera retenerse le es imposible, cae justo al borde con ella, abrazándola mientras sus músculos se contraen y se corre en su interior.

No quiere salir de entre sus piernas pero sabe que tiene que hacerlo en algún momento.

Ella se dejó caer sobre su cuerpo, él la sostuvo allí durante unos minutos de felicidad eterna. Después hizo que sus cuerpo girasen, dejándola a ella acostada en el colchón, mientras que él se arrodillaba en medio de sus piernas. Sus pulgares acariciaron sus costillas mientras sus ojos recorrían su angelical cuerpo una vez más. La lencería blanca le quedaba de infarto.

—Voy a desnudarte —informa mientras sus dedos recorren su espalda para desabrocharle el sujetador, una vez fuera ahueca sus pechos con sus manos—. Ahora es mi turno, ángel.

Desliza sus bragas por sus piernas y las deja caer al suelo junto a la demás ropa. Tenía su plan ejecutado en la cabeza desde que la vio jugar con su corbata.

—Te estoy atando a la cabecera, ángel —Él sonrió, rompiendo la corbata entre sus manos.
Su reacción natural en esta situación debería haber sido "joder no", estaba jodidamente caliente, gimió antes de juntar sus manos y sostenerlas frente a él sin preocuparse.
Él giró la corbata alrededor de sus manos, asegurándola con un nudo apretado y pasándolas por encima de ella hacia la
cabecera —¿Estás de acuerdo con esto? —preguntó, inclinándose sobre ella con su polla rozándole los labios.

—Si —respondió, extendiendo sus labios hacia adelante para lamerle la punta de su polla.
Se estremeció mientras amarraba la corbata a la cabecera antes de agarrar una almohada y colocarla debajo de su cabeza.

—Espera. Falta algo... —dijo mientras se bajaba de la cama—. Para tus ojos. Levanta la cabeza.

Sabía que no le haría daño.

Caminó hasta su maleta, rebuscó en el contenido y regresó

Ella suspiró, levantó la cabeza de la almohada y miró mientras se acercaba a ella, antes de quedar en la oscuridad.

—¿Cómoda? —preguntó una vez que tuvo el nudo hecho.

—Demasiado, igual me quedo dormida y todo —quiso bromear.

—Inténtalo —susurró contra sus labios, pasando su lengua a lo largo de la comisura.

Abrió la boca y atrapó su lengua entre sus dientes. Deslizando su mano por su torso, él ahuecó su coño. De repente, un dolor punzante irradió desde su núcleo, extendiéndose por sus piernas. El golpe de su mano contra su coño le estremeció por completo.

Instantáneamente, soltó su lengua y gritó: —¡Mierda!

Mientras trataba de liberar sus manos.

—Ángel, yo tengo el control. Puedes desafiarme todo lo que quieras, pero me saldré con la mía siempre

Él agarró sus piernas, colocando sus rodillas sobre sus hombros mientras su polla se hacía camino en su entrada, hundiéndose en ella de manera lenta, torturándola hasta el punto de querer gritar por más.

Bajó su mirada de golpe mirando su húmeda polla saliendo de su coño y luego enterrándose en su cuerpo, observando todo su cuerpo, sus tetas balanceándose hacia adelante, sus mojados labios entreabiertos.

—Maldita sea, Cyara, no tienes ni idea de en donde te voy a follar estos días —gruñó recordando que estaban en el hotel—. En ese precioso balcón que tiene unas increíbles vistas, imagínate ver el paraíso mientras te follo, ángel... Un sueño para muchas, una realidad para ti. En el jacuzzi, en la playa, ¿alguna vez se te ha cruzado por la cabeza la simple idea?

Les esperaba una luna de miel bastante intensa, pero de momento solo eran ellos dos, sus cuerpos, el sudor, los gemidos y la deshecha cama bajo la espalda de la rubia.

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