Cuento de navidad

By sacodehuesos79

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Los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras le hacen una visita un joven cantante. More

EL PRIMER ESPECTRO (IT'S BEGGINING TO LOOK A LOT LIKE CHRISTMAS)
EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES PASADAS (LAST CHRISMAS)
EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES PRESENTES (THIS CHRISTMAS)
EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES FUTURAS (I'LL HAVE A BLUE CHRISTMAS WITHOUT YOU)

NO MORE BLUE CHRISTMAS

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By sacodehuesos79

No estaba del todo seguro de lo que le había despertado en esta ocasión. Quizá los ruidos distantes de la calle, quizá solamente era que había llegado el momento de despertar. 

Solo sabía que le dolían todos y cada uno de los músculos y huesos  cuando al fin fue consciente de su cuerpo tras abrir los ojos. 

Como si realmente se hubiera pasado la noche viajando entre el tiempo y el espacio. 

Era tan real el dolor que solo por eso se convenció de que por fin estaba  despierto. 

Pero habría podido jurar que aún sentía en la piel las gotas de lluvia del cementerio del último tramo de su pesadilla. También quedaba en el aire un perfume que había enterrado tiempo atrás en su memoria. 

Resistió el impulso de tirar del edredón y esconderse del mundo. 

Se suponía que alucinaciones como la de la noche anterior venían acompañadas por una gran revelación y el deseo de cambiar el mundo, pero solo sentía cansancio. 

No tenía la menor intención de salir a la ventana a desear felices fiestas a los viandantes. 

Desde el ático probablemente no le escucharían tampoco. Los vecinos de los edificios de enfrente creerían que estaba loco y se dedicarían a publicarlo en redes sociales.  Justo lo que le hacía falta. 

Las extrañas visitas de los fantasmas no le habían llenado de esperanza tampoco. 

La vida, su vida, era la que era. 

En el fondo, la pesadilla solo había confirmado sus peores temores, el miedo a estar arruinando su vida profesional y a no estar haciendo un gran trabajo con la personal tampoco. 

Quizá había servido para reconocer que todos los problemas que creía haber dejado atrás, entre ellos aquel libro quemado que tanto le gustaba citar, aún quemaba. 

Hizo el primer intento de levantarse y se tumbo de nuevo ahogando un gemido cuando toda la habitación dio vueltas a su alrededor. 

No haría algo tan estúpido como jurar que no bebería nunca más. Aun siendo poco dado a la autocrítica, sabía perfectamente una promesa así no duraría más de dos o tres días. 

Pero al menos le había quedado claro que las drogas no eran para él. Quizá eso era toda la lección que podía extraer del sueño. 

Intentó levantarse de nuevo, esta vez aun más despacio y se acercó como buenamente pudo a la ventana. 

Debía ser jueves . La persona que la empresa de limpieza enviaba una vez a la semana venía siempre los viernes. Por eso el piso estaba tan desordenado y olía a cerrado.  Siempre llevaba fatal la resaca de los jueves. 

Apartó las cortinas muy despacio y pestañeó para protegerse de la luz. 

A juzgar por el sol, que ya incidía directamente en la habitación y por el bullicio de la ciudad a sus pies no era temprano. Abrió la ventana y dejó que un golpe de aire frío de diciembre le mordiese en la cara. 

Desde pues de tantas horas de fantasías febriles, agradeció sentir algo real de verdad. Aunque fuese el frío. 

Cerró los ojos y la Aitana de los tres sueños se dibujó detrás de los párpados. Enamorada o enfadada. Triste y perdida.  Resignada. 

Por más que intentase engañarse aquella herida no estaba curada del todo. En el intento por cerrarla a toda prisa había acumulado rencor y rabia y se había ido envenenando por dentro. 

Probablemente por eso había fracasado su siguiente intento de mantener una relación seria. Más que probablemente por eso, cualquier intento futuro estaba avocado al fracaso. 

Pero eso era solo parte del problema. O quizás todo estaba relacionado. 

Hacía temas mediocres porque solamente se daba permiso para sentir emociones mediocres. Era cuestión de tiempo que el vinculo entre él y su gente se fuese diluyendo. 

Se apartó de la ventana, pero la dejó abierta para que ventilase la habitación. Hacía mucha falta aire fresco en aquella casa.

De un solo trago se tomó  el café frío, el último de una cafetera que llevaba varios días preparada y contuvo una náusea cuando llegó por fin al estómago. 

Con movimiento mecánicos, aún perdido en los recuerdos de la pesadilla, preparó una cafetera fresca y se deshizo de un cartón de leche pasado de fecha. Quizá podía empezar por hacer la compra para poner algo de orden en su vida. 

Cuando por fin tuvo una taza caliente en las manos, arrastró una butaca junto a la ventana  y también acercó su guitarra que estaba cubierta de una finísima capa de polvo. 

Se acercó un poco mas cuando creyó distinguir una flor trazada con un dedo sobre el polvo y le vino a la mente el recuerdo de la Amaia de su pesadilla. Meneó la cabeza sintiéndose algo ridículo. Cualquiera podía haber dibujado aquella forma. 

La brisa helada que entraba por la ventana le erizaba la piel pero él apenas lo notaba. 

Miró la guitarra y sintió que esta le devolvía la mirada. Que pensase que un objeto inanimado le observaba no era ni de lejos lo más extraño que le había pasado en las últimas veinticuatro horas. 

- Podía empezar por limpiarte a ti, limpiarme yo y hacer unas compras, ¿Qué te parece?. 

Como afortunadamente ya no quedaba ni rastro de la pastilla rosa en su organismo, la guitarra no le contestó. 

Acabó el café, esta vez un poco más despacio y se deshizo de la ropa que le había acompañado esa noche. De paso aprovechó para meter en un cesto todas las prendas desperdigadas por el piso. Apartó de forma consciente las que pertenecían a la chica y las dejó en un montón aparte. 

No estaba preparado para tomar una decisión sobre ese asunto en particular. 

Cierto que tirar la leche caducada y recoger la ropa sucia parecía un efecto muy flojo para una epifanía, pero era algo. 

En la ducha frotó los restos de humo y sudor de la noche, aunque podía jurar que se había duchado en algún momento. Aún así frotó y frotó hasta que la piel se puso roja. 

Mientras el agua caliente seguía cayendo sobre su piel, fue él quien dibujó en el vaho de la mampara una forma sin sentido y después repitió con caligrafía redondeada las palabras que el último fantasma, el que había tomado prestada el rostro de Aitana, le había dicho al despedirse. 

"Paso a paso. Poco a poco".

Cuando salió de la ducha descubrió, sorprendido, que se sentía mejor. Quizá mejor de lo que se había sentido en meses. 

En la mesa de la entrada estaba su teléfono que se había quedado sin batería en algún momento de la noche. Mientras esperaba a que se cargase se sentó delante del ordenador. 

Entró en Twitter y salió enseguida, tenía intención de seguir de bueno humor. Contestó tres correos de trabajo que todavía estaba a tiempo de cumplir y se disculpó por seis que había ignorado durante los últimos días. 

Estaba a tiempo de cambiar el rumbo. Paso a paso. 

Escuchó las llaves en la puerta y después los infinitos tacones de la chica por las escaleras. Tensó los músculos de la espalda, incómodo y se preparó para el momento en que apareció en el marco de la puerta. 

- Hola cariño.

Hasta ese momento nunca se había dado cuenta de lo irritante que le resultaba la forma en que pronunciaba esa palabra, estirando la primera vocal tres segundos más de lo absolutamente necesario. 

Dejó que le diese un beso en la mejilla y la observó mientras se dejaba caer, siempre elegante incluso en un gesto desmadejado, en la silla de al lado. 

Objetivamente tenía que reconocer que era una mujer atractiva. Divertida también en ciertos contextos.

Esperó a que se le ocurriesen más adjetivos con que describirla. Alguno que justificase seguir manteniendo aquella charada entre los dos. 

Atractiva. Divertida.... 

- ¿Qué tal la resaca?- la chica arrugó la nariz con el gesto travieso de quien sabe que ha hecho algo malo- ¿y mi regalo rosa?

- No demasiado bien, la verdad. No estoy ya para estos trotes- pretendía hacer una broma pero las palabras salieron ásperas y ella levantó una ceja sorprendida- No me gusta que me obliguen a nada. 

Como buen jugador de póker, reconoció el gesto delator de la lengua apretada con demasiada fuerza tras los dientes. Estaba enfadada por su comentario, pero no perdió la sonrisa. 

- A veces es divertido perder el control. 

Luis se inclinó hacia ella y abrió las manos, con un gesto conciliador. Algo del buen humor de esa mañana se había evaporado al entrar ella en la habitación. 

- Y a veces es necesario recuperarlo. 

Dos horas más tarde. Dos horas insoportables y eternas en las que se cruzaron demasiados reproches para una relación tan corta, la chica atravesó de nuevo la puerta, pero con sus zapatos y el resto de sus cosas metidos en un bolso de piel. 

Luis sintió el inicio de un espantoso dolor de cabeza al cerrar la puerta tras ella pero también, era casi desagradable reconocerlo, un cierto alivio. 

Le consolaba saber que ella no lo pasaría mal demasiado tiempo. No era el tipo de persona que solía sufrir por amor. Quizás por eso mismo había llamado su atención desde un principio. 

La guitarra seguía en el mismo lugar donde la había dejado esa mañana. Se sacó la camiseta que había llevado puesta todo el día, una de esas que ya tenían demasiados agujeros para sacarla a la calle y se sentó de nuevo junto a la ventana abierta. 

Acarició la madera primero con la tela de algodón y después las cuerdas con cuidado y entre ellas. De vez en cuando apretaba demasiado fuerte y salía un lamento desde la caja. 

Cuando por fin terminó tiró la camiseta al suelo y volvió a sentarse con el instrumento en su regazo. 

- Pues aquí estamos los dos otra vez.

Pensó en el sueño e intentó recordar alguno de los detalles mientras paseaba las manos por las cuerdas. Recordó que tenía que llamar a su madre. Debía hablar con amigos a los que hacía tiempo que no llamaba y era bastante necesario que tuviese una larga reunión con su representante.  

Paso a paso. 

Había algo más que debía hacer. Sobre esa herida mal cerrada que no acababa de cicatrizar. 

Poco a poco. 

Pasó un rato antes de que las notas sueltas, se convirtieron en acordes y después en una melodía. 

Era probable que acabase pillando una pulmonía sentado al frío, pero necesitaba saber que estaba despierto por fin. 

En todos los sentidos. 

***********

Cuando se despertó el día de navidad a Aitana Ocaña se le ocurrió el deprimente pensamiento de que podría haber sido cualquier otro día del año. 

Atrás quedaban las mañanas de Navidad en las que apenas podía esperar a levantarse de la cama e ir corriendo a la habitación de sus padres y saltar sobre ellos hasta que conseguía convencerlos para ir todos juntos a ver qué había bajo el árbol. 

Cierto era que tenía a sus padres en la habitación de al lado. Por primera vez en años. 

También era cierto que esa misma noche ellos se marcharían de vuelta a Barcelona y ella se que iba a quedar sola en esa enorme jaula de oro. 

Otra vez sola. 

Naturalmente. 

Se levantó despacio y sacó un jersey viejo de la cómoda. Últimamente siempre tenía frío. Se recogió el pelo en una trenza y ensayó la sonrisa frente al espejo. Como el resto de las mañanas. 

Era horrible pero aún le costaba un poco relajarse del todo cuando estaba con sus padres. 

Quizá solo era cuestión de tiempo o quizá ver a los padres por lo que realmente eran, sin idealizarlos era un paso más en el tedioso camino de hacerse mayor. 

La casa estaba en silencio. Cosme y Belén aun debían estar dormidos. Sopa levantó la cabeza cuando la escuchó entrar en la cocina. Oliva, algo más entusiasta, trotó hasta donde ella estaba y se frotó contra su pierna. 

- ¿Vamos a dar un paseo , canija?

Arrugó la nariz cuando le llegaron las finas notas de las gotas de lluvia contra las ventanas. 

Quizás nada de paseos de momento. 

Rellenó sus cuencos de agua y comida y se sentó en el sofá con una taza de café con leche caliente. 

El árbol no había quedado mal. Claro que había llegado a casa de un concierto y se lo había encontrado ya colocado. Solo había tenido ocasión de poner un par de adornos para poderse sacar la foto y seguir alimentando la estúpida fantasía de una vida perfecta. 

Todo era mentira. 

Incluso dos o tres de los paquetes de regalo bajo el árbol eran simplemente cajas de cartón vacías. 

Revisando los paquetes se fijó en un sobre plateado en el que no había reparado el día anterior. Seguro que su madre lo había puesto allí después de la cena para darle una sorpresa.

Picada por la curiosidad dejó el café en una mesa auxiliar, se acercó y tomó el sobre en sus manos. Su nombre completo estaba escrito en grandes letras de imprenta. 

- Buenos días, hija, ¿Qué tal has dormido?

De la sorpresa, a Aitana se le cayó el sobre de la mano como si la hubieran pillado haciendo una travesura. 

- Perdón, no estaba mirando, buenos días, feliz navidad. 

Belén se acercó aun acabando de frotarse los ojos por el sueño y se echó a reír. 

- ¿Qué es ese sobre?- se sentó en el sofá y bebió un poco de la taza que Aitana había dejado apartada. 

Le provocaba ternura ver a su única hija arrodillada junto al árbol como durante tantas y tantas mañanas de su infancia. 

- ¿No es cosa tuya?- Aitana cogió de nuevo el sobre del suelo y la miró desconfiada. 

Belén negó con la cabeza. 

Aitana observó el papel plateado. Tenía el tamaño de media cuartilla y pesaba bastante. 

- ¿No vas a abrirlo?- la madre se inclinó hacia delante- la verdad es que siento curiosidad. 

- Mamaaaaa- Aitana seguía convencida de que aquella sorpresa de navidad era cosa de Belén

Pero era casi agradable sentirse como una niña pequeña en la mañana de navidad, así que decidió seguir el juego. 

Introdujo una uña debajo en el vértice del triángulo de papel y lo despegó con cuidado de no romperlo. 

Había otro sobre, esta vez dorado, dentro del primero y una hoja de papel. 

"Mereces ser feliz. Paris es siempre una buena idea. CDickens89". 

Solo eso. En medio del papel blanco. 

Quizá fuese algo de publicidad y su agente se lo había hecho llegar. Pero ni siquiera había un logo. 

Cada vez más extrañada abrió el segundo sobre. Tres reservas de viaje a París. Uno para ella, con sus nombres y apellidos. Dos más a nombre de Adrián y Marta. Con todos los datos. Hora de salida de los vuelos, hotel junto a los jardines de Luxemburgo y hasta el localizador de una reserva de entradas para Disneyland. 

- ¿Esto es cosa tuya?- levantó el papel y se lo mostró a Belén. 

- ¡Menudo detallazo! -su madre negó con la cabeza- ¿no sabes quien lo ha mandado?, ¿quizás Miguel?

Aitana frunció el ceño. Sabía con toda seguridad que ese no era el caso. A Miguel jamás se le habría ocurrido algo así. Por no mencionar que no podía soportar a sus amigos. 

Tenía que ser algo de publicidad. Pero normalmente siempre la contactaban a través de su representantes o de Olga. 

No importaba. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, Aitana sintió en el estómago el burbujeo de las mañanas de navidad de antaño, cuando aún era una niña y descubría debajo del árbol el regalo perfecto. 

CDickens89, fuera quien fuera, había dado en el clavo. 

Paris siempre era una buena idea, de eso no había duda y quizás, solo quizás era cierto que por fin se merecía ser feliz.


¿CONTINUARÁ?



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