Cuando éramos felices y no lo...

By Hubrism

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A Bárbara siempre le ha gustado Luis Miguel, el popular de su clase, pero en el último año de bachillerato en... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48

Capítulo 28

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By Hubrism

PASADO 27

De pronto, ocurre un milagro.

Y es que finalmente ha terminado la Prueba Vocacional. Aún me queda la Específica pero no sé por qué, me siento como que no importa.

Todos salimos de ese salón de clase con un ejército de hormigas en el cuerpo, sacudiéndonos a ver si se nos salen.

—¡Al fin! —chilla alguien.

Se une un coro de voces jubilantes, entre esas la mía. Muy atrás queda mi pretensión de ser una estudiante modelo a la cual le gustan los exámenes. Tanta es mi emoción que hasta abrazo a Valentina en público.

—Marica, somos libres —grita ella en mi oído.

—¡Aleluya! —Le devuelvo yo.

Agarradas la una de la otra brincamos hasta el cansancio. A nuestro alrededor, tanto la sección 5A como la 5B aúllan de la emoción. Más allá de nosotros, gente de otros colegios sufre del mismo mal.

—¡A Lago Mall! —exclama una voz que, aunque se pierde entre el bullicio, suena como la de Yakson.

Unos días antes de la prueba, todo el salón se puso de acuerdo para festejar el final de esta etapa juntos. Nadie querría que yo vaya, incluyendo yo misma, pero ahora tengo ganas de ir también. Y en parte porque sé que Diego va a estar ahí. Si el asocial más terco del planeta está dispuesto a socializar, a pesar de que ni presentó esta prueba, entonces no se vería tan extraño si yo voy.

El problema es que no le pedí permiso a mis papás.

La señora Violeta es la encargada de recogernos a Valentina y a mí del plantel donde nos correspondió presentar la prueba. Y ella parece leerme la mente.

—Tu mamá me dijo que no vas pal Lago Mall con los demás —comenta ella, observándome por un instante a través del espejo retrovisor.

—Este...

—Ven, chica —dice Valentina y me da un manotazo en el brazo.

—Pero... es que, no sé. Yo no hago cosas con los del salón. ¿No se va a ver raro?

—Créeme, nadie te para tanta pelota como vos pensáis. —La catira me pone los ojos en blanco.

—Me reconforta saberlo —comento con expresión en blanco.

—Tu mamá se imaginó que ibas a cambiar de parecer y te manda esto —agrega la señora Violeta, husmeando en su cartera mientras la luz del semáforo está roja. Con un suave «ajá», me pasa un sobre blanco pequeño.

—¿Y esto? —Como no recibo respuesta lo abro y...

Es dinero.

Abro la boca.

—Me dijo que te dijera que te comas algo sabroso para celebrar, pero que le traigas un pedazo de torta quesillo.

Se me agúan los ojos y el corazón a la vez. Me abrazo del sobre como si fuera mi mamá.

—Gracias —afirmo aunque la palabra sale temblorosa.

—¡Se armó! —exclama Valentina levantando el puño en el aire.

Llegamos al Lago Mall junto con un desfile de carros, de donde sale toda la gente con la que he compartido aire en salones de clase por trece años. Y por primera vez en todo ese tiempo, siento camaradería con ellos. Todos hemos sobrevivido la misma guerra. Uno no queda igual después de eso.

—A la feria de comida, que hay hambre —declara Yakson, siempre el líder de los despelotes.

Su mejor amigo, Luis Miguel, se ríe entre dientes mientras menea la cabeza. Sus ojos de pronto consiguen los míos y no sé qué hacer conmigo ante encontrarme de frente con su sonrisa. Volteo la mirada a donde sea, rápido, y consigo a Diego esperando en la entrada del centro comercial. Por alguna razón el verlo acercarse no me calma en lo más mínimo.

—Felicitaciones —es el saludo de Diego—, ¿qué se siente ser libre?

—No sé, decime vos. —Levanto una ceja.

Sus labios se estiran hasta esbozar una sonrisa.

Mierda, así se ve más lindo. Tengo que ponerlo gruñón otra vez por el bien de mi corazón.

—¿Por qué no mejor me felicitas brindándome el almuerzo?

—Miarma, ni que hubieras escalado el Everest. —Me pone cara como de qué me creo.

Suspiro en alivio, así odioso es menos peligroso.

—En fin, apuremos el paso que nos dejan atrás.

Nos unimos al resto de la clase, con algarabía nos esparcimos por la feria de comida como un virus cuyo efecto es aumentar los decibeles del lugar.

Termino sentada con Diego y dos viejitas desconocidas en una mesa. El sitio esta hasta el tuétano de gente a la hora del almuerzo. Espero poderle conseguir la torta a mami.

—¿Pa' qué viniste? —Tengo que gritarle la pregunta a Diego para que me oiga.

Aún así, él se inclina adelante y se la tengo que repetir. Se ve enorme así de cerca. Sino fuera por la camisa beige que todo estudiante de cuarto o quinto año tiene que usar, cualquiera pensaría que es un chamo universitario. Menos mal que las señoras a nuestros lados pudieran ser nuestras abuelitas, y no que son dos chamas más de nuestra edad.

Aunque nada de eso es peo mío, en realidad.

Diego termina de masticar su comida y la baja con un trago grande de Coca Cola que seguro le drenó medio vaso.

—No te vas a reír —pide de regreso—, pero mi mamá me obligó.

Tengo que meterme una cantidad de pasta sobrehumana en la boca para no burlarme.

Bueno, en realidad no tengo derecho.

—A mí también me convenció la mía —admito.

—Guao, somos dos perdedores —comenta Diego con tono de alguien hablando del clima.

No puedo evitar reírme. Para mi sorpresa, él también se une.

—Ay, qué cuchis —grita la señora sentada a mi lado—. Me acuerdo de cómo se siente el amor juvenil.

—Sí, disfrútenlo —agrega la otra señora.

Después de eso no puedo ni mirar hacia la dirección de Diego sin sentir como que me muero de vergüenza.

Nunca había sentido tanto alivio de unirme al resto del salón cómo lo hice después del almuerzo. Llevo en una bolsita el trozo de torta para mi mamá y otro para mi papá. No es muy dulcero pero si no le llevo algo se va a picar. Como una sola masa, paseamos a través del centro comercial deteniéndonos para observar las vidrieras de las tiendas.

—¿Cómo me vería con ese conjunto? —Oigo a Aracely preguntarle a sus amigas.

—Este... la verdad esa silueta es muy difícil de llevar bien —le contesta Valentina con mucho tacto.

Con el rabillo de ojo observo el look del maniquí. Lleva una falda de esas de lápiz que no esconden nada y que Aracely rompería al sentarse la primera vez. Bufo por lo bajito.

De pronto siento un codazo. Es Diego.

—No te burles que tú tampoco cabes ahí.

Inhalo todo el aire del sitio.

—Cómo te atreves... No, no. Es verdad. Estoy muy papiada.

—No es por eso —dice sin más explicaciones.

Pero antes de que le pueda preguntar a qué coño se refiere, alguien levanta la voz sobre el escándalo.

—¡Vamos al piso de arriba a ver el lago!

Y así, como si no lo hubiéramos visto nunca, nos agolpamos en las escaleras eléctricas a través de varios pisos hasta llegar al mirador. La comitiva de colegiales llama la atención de todos los civiles con los que nos topamos, pero lejos de avergonzarnos por estar aquí con uniformes parece como que nos crecemos.

Con los brazos apoyados en el balcón del mirador, con la brisa caliente jugando con mi cabello y el suave olorcito a fos que proviene del lago azul y enorme hasta donde llegan los ojos... me siento contenta.

Todavía recuerdo el primer día de clases donde quería estar en cualquier sitio menos rodeada de esta gente. Pero hoy no me siento igual. Y no solo es por la euforia, sino por el pendejo este que se recuesta contra la baranda a mi lado.

Me debato si darle las gracias por haberse decidido a ser mi amigo, así fuera temporal. Pero tampoco quiero pasar otro momento incómodo como el de hace rato.

—Sí que tengo que tomar una prueba —dice Diego de pronto, con los ojos clavados al horizonte.

—Ah, ¿sí? ¿De qué?

—La semana que viene me voy a hacer una audición.

—¿Del Mister Venezuela o qué? Tranquilo, te va a ir muy bien. —Me río ante su expresión amarga.

—No, boba. De un equipo de béisbol.

—¡No! ¿En serio? —Abro los ojos de par en par—. ¿Con cuál equipo? ¿Magallanes?

Por primera vez noto que también está contagiado de cosquilleo. Sus dedos golpean el metal de la baranda del balcón. Su pie derecho lo patea suavemente. Sus orejas brillan de rojo incandescente.

—Los Yankees.

La respuesta no procesa en mi cerebro. No sé si la Prueba Vocacional fue mayor reto de lo que pensaba y mató unas cuantas de mis neuronas. Pero en eso las que me quedan reviven y pego un chillido.

—¿Que, qué?

Diego cubre mi boca con su mano.

—Chito, no le digas nada a nadie. No quiero quedar en ridículo si no me aceptan.

Arranco su mano gigante de mi cara y agarro una bocanada de aire como si no hubiera respirado en horas.

—Pero —continúo con voz mucho más suave—, eso es en Estados Unidos.

—Sí.

—Osea que si quedas dentro del equipo te vais del país.

—Sí...

Detrás de mí alguien suelta una carcajada, en contraste absoluto con lo que ocurre en mi interior.

Algo se retuerce y me causa tanto dolor que tengo que agarrarme con fuerza de la baranda para no desfallecer. Encajo la vista en un tanquero petrolero que flota sobre las aguas serenas del Lago de Maracaibo como si su carga fuera pañuelitos de papel. Y hablando de eso, creo que me hace falta uno porque de pronto siento ganas de llorar.

—No sé por qué pensé que querías jugar béisbol aquí en Venezuela.

—No —susurra Diego con suavidad—. Mi sueño siempre han sido las grandes ligas.

Me siento como una misma idiota. Me dije una y otra vez que no me iba a enamorar de nuevo después del fiasco con Luis Miguel. Pero aquí estoy, arrancándome el corazón del pecho y lanzándoselo al lago por mi propia cuenta.

—Este... ya vengo, voy al baño —digo con la cara baja, para que no vea que estoy a punto de reventar.

Diego no dice nada. Tampoco me sigue.

Entro al centro comercial pero no llego muy lejos. Apoyo mi espalda contra una columna de concreto y dejo que su frío se filtre a través de mi piel.

Las dos viejitas que nos acompañaron a almorzar tenían razón. Estoy empepada otra vez, y esta vez es peor.

Diego siempre me advirtió que esto era temporal.

—¿Y ahora, qué hago?

¿Cómo me trago esto?

—Bárbara —viene de pronto una voz a mi derecha. Luis Miguel entra hacia el centro comercial—. Te vi salir casi corriendo. ¿Todo bien?

Ahí es cuando me empieza a temblar el labio. Me lo muerdo para que se quede quieto, pero eso libera una lágrima.

Los ojos de Luis Miguel se abren como platos.

—¿Qué te hizo ese...?

—Nada. —Me paso una mano por la mejilla—. Todo está bien, no hay problema.

—Sí Luis...

Un ruido se escapa de mi garganta. Como una risa incipiente.

—Así me gusta, verte sonreír.

De pronto Luis Miguel levanta mi mentón hasta que nuestros ojos se encuentran. No me había percatado de lo cerca que está. Si tan solo diera un paso nuestros cuerpos se tocarían.

Su pulgar se desliza por mi mejilla tan suavemente que casi no lo siento.

—Tengo que decirte la verdad.

—Qué... —Ahora si colapsa mi cerebro.

—No me gusta que estés pa' arriba y pa' abajo con el nuevo —murmura a la vez que una arruga aparece entre sus cejas—. Extraño como éramos antes de que yo abriera mi bocota. Te extraño.

En este momento puede caer un meteorito sobre el centro comercial y yo ni cuenta me daría. Los ojos café brillantes de Luis Miguel me tienen inmóvil, sorda y muda. Solo puedo mirarlo a él. Mi corazón solo puede palpitar a toda marcha.

—Luis Miguel... —Mi voz tiembla—. ¿Estáis loco? Eso suena como una confesión.

—Lo es.

Inhalo. Es el único sonido que llega a mis oídos.

—Bárbara, yo... he estado en negación. La verdad es que también me gustas, pero no me di cuenta hasta que se apareció el nuevo.

Celos. Luis Miguel ha sentido celos por mí.

No puede ser.

Y yo mientras tanto enamorándome de Diego. Del que sin duda me va a dejar atrás.

Si me pudiera abofetear a mí misma lo haría.

Otra lágrima corre por mi piel, pero esta vez de impotencia. No tengo palabras para explicarle a Luis Miguel, y mucho menos cuando levanta mi cara suavemente.

Sus ojos se enfocan más abajo, como por donde están mis labios. Una voz en mi interior me avisa, como si esto fuera una escena de televisión, que Luis Miguel me va a besar. Que este será mi primer beso, con el que soñé por al menos dos años y el que ahora quisiera que fuera con otro.

Pero no tiene caso soñar con que sea Diego quien robe mi primer beso. Él se va y Luis Miguel se queda. Quizás con esto pueda borrar mis sentimientos nuevos y reescribir encima los que pensaba olvidados.

Entrecierro los ojos, y es la señal que Luis Miguel esperaba.

Su respiración cálida me hace cosquillas pero pronto me olvido de eso. Porque sus labios tocan los míos como si no fuera la primera vez. Vuelvo a colapsar contra la columna y Luis Miguel contra mí. Me siento quemar por dentro solo con sentir su cuerpo contra el mío.

Como en la distancia, oigo un ruido. Se me ha caído la bolsa con las tortas. Pero eso no me preocupa en este momento, porque los labios de Luis Miguel acarician los míos y me disparan sensación hasta los dedos de los pies.

Alguien se aclara la garganta.

Me tardo en procesar que el sonido no puede proceder ni de Luis Miguel ni de mí. Es él quien tiene la voluntad de separarse.

Pasan unos segundos hasta que puedo abrir los ojos y enfocarlos en algo que no sea el chamo al que siempre quise. Pero más allá de él, sosteniendo la puerta por donde entré del mirador al centro comercial, está el chamo al que ahora quiero.

Diego.

Y lo ha visto todo.

Un músculo salta en su mandíbula. Sus ojos son duros como el granito.

—Disculpen la interrupción, no los molesto. —Y con eso se regresa al mirador junto con el resto de la clase.

Y mi corazón se quiebra en un millón de pedacitos.

NOTA DE LA AUTORA:

Bueeeno si no me han lanzado tomates después de leer la montaña rusa que fue este capítulo, entonces les doy otra razón.

Tengo que hacer una pausa de dos semanitas a las actualizaciones. Buuuu, yo sé. Pero estoy empezando las ediciones de uno de mis libros en inglés que va a salir en físico con Wattpad Books y tengo que echarle pichón ✨

Así que ya saben, no habrán capítulos nuevos ni el 2 ni 9 de julio y nos vemos (¿leemos?) otra vez el 16 de Julio. Gracias por entender 🧡

Mientras tanto, comenten en esta línea todo lo que están sufriendo después de este capítulo 👀

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