Cuando éramos felices y no lo...

By Hubrism

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A Bárbara siempre le ha gustado Luis Miguel, el popular de su clase, pero en el último año de bachillerato en... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48

Capítulo 18

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By Hubrism

PASADO 17

Es una injusticia total que a pesar de que la Prueba de Aptitud Académica se acerca galopante hacia nosotros, aún así tengamos que sufrir exámenes de lapso en el colegio.

Los del salón se han quejado al respecto hasta el hartazgo y los profesores tienen cero compasión. Siendo la mejor de la clase, tanto los de un bando como los del otro creen que soy pro exámenes y ambos se equivocan. Si me encontrara con un genio en una lámpara que me concediera tres deseos, uno sería poder seguir siendo la número uno pero sin tener que presentar ningún examen.

—Buenos días —saluda la profe Rita al entrar al salón.

Nadie tiene ni una pizca de energía para levantarse y devolverle el gesto. Acabamos de sobrevivir el examen de matemáticas y no sé los demás, pero yo tengo los ojos cruzados y los cables fritos.

—¿Listos para el examen?

Un coro de gemidos es la respuesta. La profe ríe entre dientes con cero compasión.

—Delegados, vengan a ayudarme a repartir las hojas de examen.

Me levanto de mi pupitre y no sé si es la combinación de hambre, sueño o cansancio pero la visión se me nubla. Meneo la cabeza y con eso la aclaro. La profesora me entrega la mitad de la resma de hojas. Algunas quieren escaparse de mis manos y mientras las acomodo, Luis Miguel llega para recibir la otra mitad.

—¿Estás bien? —me pregunta con voz queda—, te veo como pálida.

—Sí, gracias. Todo bien.

Me volteo para regresar a mi puesto, y como si la vida estuviera empeñada en llevarme la contraria, mis pies trastabillan el uno con el otro y pierdo el balance.

Un chillido sale de mi boca mientras el mundo se ladea. Cierro los ojos para prepararme para el impacto.

Y no llega. O al menos no como yo lo esperaba.

Dos cosas ocurren a la vez. Primera, siento un templón en un brazo que frena el movimiento. Segunda, dos brazos extraños se ciñen a mi alrededor y en vez de estrellarme de bruces contra el suelo como esperaba, me topo con algo también duro pero que huele muy bien.

Abro los ojos y lo primero que veo es un hombro.

¿Qué?

Mi cerebro finalmente procesa lo que ha pasado. Alguien me atajó por el frente. Y alguien me agarró por el brazo desde atrás. Este último solo puede ser Luis Miguel. La profesora está detrás del escritorio y de por medio estaba el otro delegado. Pero, ¿quién es el otro al frente?

Con su ayuda me sostengo para desenredar mis pies y cuando recupero la estabilidad, levanto los ojos y...

«Dios mío».

Es el nuevo. Y verlo de cerca es como de infarto.

Brinco hacia atrás y quedo en los brazos de Luis Miguel. Otro ataque cardíaco.

—Perdón —balbuceo, saliendo de en medio. No sé cómo he logrado conservar la resma de exámenes apretada contra mi pecho.

—Upaaaaaa —revienta la voz de Yakson, el mejor amigo de Luis Miguel.

Acto seguido el salón irrumpe en silbidos.

—Ya está bueno, fue solo un accidente —amonesta la profesora, dando palmadas hasta que la emoción abate.

Lo más ladilla son las expresiones de odio en las caras de Aracely y Mafe cuando les entrego sus hojas de examen, como si las hubiera atracado o algo. Al menos la cabecilla de esa pandilla me ignora por completo cuando le doy la suya.

Finalmente regreso a mi puesto y descubro algo terrible. Nunca había notado como huele Diego, ni nadie en realidad, pero ahora no hay bocanada de aire que agarre que no lleve su olor.

Bajo la cabeza y la acerco al examen. Del susto ante la caída potencial debo haber perdido los tornillos de la cabeza.

Una eternidad después termina la prueba y llega el recreo. Formamos una riada de zombies bajando las escaleras hacia la cancha. El sufrimiento se ha esparcido por todo el colegio y no se oye el escándalo habitual.

Hago una pausa en los filtros para tomar agua. Estoy tan cansada que ni me molesta que me chorrea agua por toda la cara hacia el jumper. Lo que si me molesta es encontrarme con las tres sifrinas del salón frente a frente. Intento pasarles de largo, pero una de ellas me bloquea el camino.

—Permiso —refunfuño en un intento de ser decente.

—¿Qué te crees? —exclama Aracely con esa vocecita que no soporto.

—Sí, ¿quién te dijo que eras la gran verga? —agrega la Mafe.

—¿Si me van a insultar me pueden hablar en cristiano, por favor? —Frunzo toda mi cara.

Mafe cruza los brazos y pone los ojos en blanco como una niña malcriada a punto de berrinche.

—Te las dais de que sois muy superior pero mírate ahí, puteando con dos chamos a la vez —dice sin tartamudear.

Pongo los ojos de huevo hervido.

—¿Qué acabas de decir?

—No te las des de inocentica —comenta Aracely torciendo el labio—, no hay manera de que una feucha odiosa como vos haya captado la atención de los dos carajos más bellos de todo el colegio a menos que te les estéis tirando encima.

Mafe da un paso hacia mí y me acorrala contra los filtros. Debato si pisotearle un pie o golpearle la nariz para que me deje ir, pero eso jodería mi record académico.

—¿Qué les hiciste cuando estuvieron encerrados los tres juntos? —pregunta Mafe, entrecerrando los ojos.

—Maricas, se están pasando. —Valentina agarra a sus dos amigas y las intenta atraer, pero la ignoran.

Aracely se suelta y se me viene encima también. Es más alta que yo, con lo que me tapa el sol.

—Dinos la verdad, cuatro ojos. ¿Les ofreciste algún favorcito o qué? ¿Por qué están los dos alborotados contigo?

Aprieto los dientes y respiro hasta diez.

—Sino se apartan les voy a meter un coñazo a las dos.

—Ay sí, cuidado no. La fortachona —Mafe bufa.

Mientras tanto, Aracely me da un empujón.

Toda la frustración acumulada en mi ser explota en ese momento. Le devuelvo el gesto con tanta furia que Aracely se cae de culo. El golpe hace eco y causa silencio en la gente al rededor.

—¿Cómo te atreves? —chilla su amiguita. La Mafe levanta la mano para asestarme una cachetada.

Pero es tan lenta como yo. Aunque no puedo reaccionar, aparece una mano detrás de ella que le agarra el brazo. Lo único que noto es la cara de Valentina drenarse de todo color.

Detrás de ellas están nada más y nada menos que los dos objetos de la discordia, Luis Miguel y Diego. Precisamente es Luis Miguel quien tiene la mano de Mafe sujetada.

—¿Qué pasa aquí? —pregunta él.

—No, nada... —balbucea Valentina sin que se le ocurra una excusa para la escena bizarra.

Desde el suelo, Aracely levanta una mano hacia los dos chamos.

—Bárbara me tumbó al suelo de pronto. ¿Me ayudan?

—De pronto el ratón del queso —contesta Diego—, ayúdate tú sola.

Abro la boca pero la cierro de golpe.

La Aracely libera su mano. Pero si quiere aparentar inocencia como sus otras dos amigas, el deseo no le dura ni un segundo.

—¿No me digan que vinieron a defender a esta estúpida? —Me señala con dedo acusatorio—. ¿Pero qué le ven?

Luis Miguel se pasa una mano por el pelo.

—No es cuestión de eso. Sino que tres contra una no es justo, ¿no?

—Yo no hice nada. —Valentina levanta las manos. Sus ojos brillan con lágrimas de cocodrilo a punto de caer, y a pesar de que está quedando como tremenda villana en frente del chamo que le gusta, en este momento le tengo cero compasión.

Mafe se levanta de un tiro. Sus ojos echan chispas de odio hacia mí.

—Yo sé que ahorita nos vemos como las malas pero créanme, Bárbara es la problemática aquí. No se crean la pinta de santurrona que se gasta.

Descargo un suspiro pesado mientras hago un intento sobrehumano de agarrarme de mi paciencia.

—¿Por qué no dejas la guebonada? —le digo, abriéndome paso entre ellas hasta lograr la libertad más allá incluso de los dos chamos. Me volteo hacia ellos—. Si tanto les importa la atención de estos dos, ¿por qué no se dedican a jalarles la cuerda en vez de estar ladillándome a mí?

Aracely y Mafe balbucean sin poder decir una palabra acertada. Valentina aprieta la quijada con tanta fuerza que se va a quebrar un diente.

—Quiero que quede muy claro algo. Ninguno de estos dos imbéciles —asevero señalando a Luis Miguel y a Diego—, me interesan en lo más mínimo. Son todos suyos. A mí no me metan en sus peos y déjenme en paz de una buena vez por todas, ¿okay?

Me doy la vuelta antes de que alguien pueda decir pío. El cuerpo me tiembla de pies a cabeza y mi visión se agúa con lágrimas que me cuestan retener.

Pero a la vez, mi pecho se infla de felicidad. Al fin los mandé a todos a mamar.

NOTA DE LA AUTORA:

Qué Bárbara 😂

Pero estos dos están muy sospechosos llegando juntos al rescate. Hay gato encerrado.

¿Creen que van a dejar tranquila a la pobre Bárbara? Manténganse sintonizadxs a este canal ✨

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