Cuando éramos felices y no lo...

By Hubrism

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A Bárbara siempre le ha gustado Luis Miguel, el popular de su clase, pero en el último año de bachillerato en... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48

Capítulo 8

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By Hubrism

PASADO 7

Es curioso como a pesar de que mi garganta se siente como si estuviera respirando papel de lija, mis pulmones están en llamas. Mi cerebro retumba dentro de mi cráneo con cada paso que doy. Mis piernas se han convertido en dos bloques de plomo que a duras penas puedo mover una delante de la otra. Sudor corre por mi cara, espalda y se acumula en sitios indecibles.

Odio Educación Física.

Peor aún, el nuevo, alias Dieguito, me ha pasado de largo al menos tres veces. La mayor parte del salón trota en una paca mientras que los más atléticos, como el nuevo, han dado varias vueltas extra al rededor de la cancha. Quisiera poder meterle el pie para que al menos trastabille y aminore el paso, pero eso no me va a hacer ir más rápido. Tampoco tengo energía para tanta maldad.

Su espalda se aleja de nuevo a un ritmo inimaginable para mi. Concentro la poca fuerza que me queda en poner un pie delante del otro y en rogarle al cielo que esto acabe pronto.

—Cinco minutos más —exclama el profesor Guillermo desde la comodidad de su asiento en las gradas. Qué buen ejemplo.

Los trescientos segundos se estiran hasta que se convierten en años en los que sigo jadeando por aire. El profesor finalmente sopla el pito y, aunque deseo caer de rodillas, me arrastro a las gradas a sentarme y respirar.

—Eso estuvo fácil —sale la voz de Valentina hacia mi derecha—, no sé por qué hay gente que no puede ni respirar.

Ríe entre dientes cuando le doy una mirada mortífera.

—Es porque están demasiado fuera de forma —añade Mafe.

—O mejor dicho, porque tienen una forma redonda —anuncia Aracely con el poco tacto de apuntar directamente hacia mí.

Solo viven para ver un nuevo día porque de cierta forma tienen razón, de vaina puedo tomar aliento.

—Vamos a tomar tres minutos de descanso —explica el profesor sin haber notado los comentarios de las sifrinas—. Después de eso nos vamos a agrupar en pares para practicar el voleo bajo.

¡No! ¿Por qué más humillación? Déjenme languidecer en soledad. Cada vez que nos mandan a agrupar quedo de última. El profe termina obligando a alguien a que me acoja y paso el resto de la clase sufriendo desprecios.

Levanto una mano temblorosa para llamarle la atención al profesor.

—¿Puedo practicar sola?

—¿Y quién te va a volear la pelota? ¿La pared?

—Sí —contesto con cero certeza.

—A ver, dónde está mi primo —balbucea el profesor mirando al rededor. El problema es que Dieguito tiene a una niña arreguindada de su brazo y a otra del otro.

—Yo practico con Bárbara.

Silencio se ciñe en toda la cancha. En medio de todos los estudiantes, Luis Miguel levanta una mano ofreciéndose voluntariamente a ser el sacrificio de la clase.

—No hace falta, yo...

—Excelente —me interrumpe el profesor antes de volverse a la clase—, vamos a ponernos las pilas. ¿Dónde están el resto de los pares?

Una garrafatiña ser arma entre varias carajas peleándose por ser la otra mitad del nuevo. Él se las sacude y agarra por el hombro al primer chamo que se le atraviesa. Así, Yakson termina siendo su compañero de práctica.

Y yo... me enfrento a una muerte lenta y violenta. A medida que Luis Miguel se acerca, aumentan las malas vibras entre la población femenina del salón. Ya que no se pudieron hacer con el nuevo, hubieran enfilado su ataque hacia el más popular de la clase.

—Yo busco la pelota, tú descansa —murmura Luis Miguel al pasar de largo.

No me quejo. Aún estoy lejos de funcionar como una persona normal de nuevo.

Espero a su regreso para hacerle una pregunta crucial.

—¿Qué carajo estás haciendo? —Luis Miguel queda perplejo, con lo que decido ayudarlo un poco—. Sé que tenéis complejo de buen samaritano pero decime, ¿en qué idioma tengo que decirte que me dejéis en paz pa' que me entendáis?

La expresión de su cara cambia un poco. Ni con lo santurrón que es puede disimular la molestia. El profesor toca el pito de nuevo. Luis Miguel aprovecha para poner distancia entre nosotros y pretender como que no escuchó nada de lo que dije.

—A ver, pon los brazos así —dice mientras demuestra—. Cuando te llegue la pelota intenta golpearla con ésta área de los antebrazos.

Aprieto los dientes de la arrechera. Sabe que me tiene atrapada y sin salida. Si refuto más le voy a llamar la atención a todo el mundo, y no quiero darle explicaciones a nadie de por qué fui de fan enamorada de Luis Miguel a encarecidamente hostil.

Intento asestar con la pelota y fallo por un kilómetro de distancia. Lo bueno es que rebota contra las gradas detrás de mí y no tengo que ir muy lejos para recogerla. Cuando me volteo, Luis Miguel está justo en frente de mí.

Corre una mano por su liso cabello, y este cae de nuevo sobre su frente como si estuviéramos filmando un comercial para champú.

—Y yo sé que sois terca como nadie —musita obviando la pausa en la conversación previa—, pero somos los delegados del salón. Vamos a tener que trabajar juntos todo el año y pa' eso nos debemos llevar bien.

—¿Quién dijo? —Hago una pausa para arrojar la pelota con fuerza hacia él—. Podemos trabajar por nuestra cuenta sin problema.

—Si te seguís creyendo eso te vais a volver creyón —afirma con un bufido—. Ya vais a ver, nos vamos a hacer amigos otra vez.

—No puedes obligar a nadie a que te caiga bien.

Indudablemente esta es la razón de su insistencia. Luis Miguel está acostumbrado a que todo el mundo lo adore. Al menos en el colegio, yo me he convertido en la primera persona que abiertamente no lo soporta. Debe estar en shock.

—Claro que no —confirma y encoje los hombros—, pero no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Eventualmente se te va a pasar la arrechera conmigo y volveremos a ser como antes.

—No me subestimes. —Golpeo su hombro al caminar hacia el punto donde él se encontraba antes.

Retomamos la práctica con un silencio que rompo con una palabrota cada vez que no acierto la pelota. Por el rabillo del ojo noto a Valentina voleando la pelota con Aracely sin problema. Desde que éramos pequeñas envidié sus habilidades atléticas. Ahora me molesta todo su ser. Por eso Luis Miguel está equivocado. Mi capacidad de guardar un resentimiento es nivel avanzado.

Para su fortuna, se me hace demasiado difícil ponerle cara de pocos amigos a la vez que mis músculos queman y mis pulmones no cogen aire.

—Necesito agua —bramo como un animal.

Abandono mi posición sin esperar respuesta. Cada célula de mi cuerpo protesta ante el esfuerzo de caminar fuera de la cancha hacia los filtros. Doblo el torso para acercar mi boca a la fuente de agua y me mareo con el movimiento. Termino echándome el agua en toda la cara, los lentes, y hasta me entra por la nariz.

Un ataque de tos me arrebata pero no es suficiente para ahogar cierta voz necia.

—¿Sabéis que te tiene lástima, no?

Me quito los lentes mojados, pero mi chemise está empapada, así que los seco con el mono.

—¿Y eso a vos qué te importa? —le pregunto a Valentina.

Es raro que me dirija palabra y más todavía sin el respaldo de su séquito. Pero aquí estamos, solas, mientras el resto del salón persigue pelotas en la cancha.

Y jamás lo admitiría pero me siento como presa acorralada.

—Me importa porque no quiero que te hagáis ilusiones otra vez y salgáis decepcionada.

—Ay, gracias por ser tan buena amiga —digo chorreando sarcasmo—. ¿No seréis vos la que se está haciendo ilusiones?

—¿Yo? Por favor.

—Pues sí, la ilusión que te habéis metido en la cabeza es que si me sacáis del paso vais a tener un chance con él. Pero si le gustaras a Luis Miguel, desde hace rato que hubieran sido novios, ¿no?

Los ojos de Valentina fulminan con furia, lo que indica que he dado en el clavo. Me acerco a ella y coloco una mano en su hombro.

—Te voy a dar un consejo de ex mejor amiga. Estáis perdiendo tu tiempo. Gracias a las maquinaciones tuyas ya sabéis que Luis Miguel no me ve de esa manera, hurra por vos. Pero si te vais a poner cuaima con cualquiera que le ponga el ojo, vais a tener que deshacerte una por una de todas las carajas de este colegio. Incluyendo tus dos amiguis.

Valentina golpea mi mano y se devuelve a la cancha sin otra palabra. Por como zapatea el piso mientras camina, sé que está a punto de reventar.

No me da ni el mínimo sentimiento de culpa. Lo que dije es cierto. A pesar de que ya yo no sea una contendiente por el corazón de Luis Miguel, la competencia de Valentina es significativa.

Supongo que esto significa que no le interesa el nuevo.

Meneo la cabeza junto con pensarlo. Da igual, yo no tengo vela en este entierro.

NOTA DE LA AUTORA:

¿Ah, sí? 😌

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