Cuando éramos felices y no lo...

By Hubrism

112K 14.1K 3.8K

A Bárbara siempre le ha gustado Luis Miguel, el popular de su clase, pero en el último año de bachillerato en... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48

Capítulo 3

3.2K 355 146
By Hubrism

PASADO 2

—Marica, es demasiado bello —dice Mafe Cubillán, la otra de las secuaces de Valentina.

Lamentablemente me toca la larga travesía desde la cancha, a través del colegio y subiendo escaleras, detrás de las sifrinas del 5A. Tanta gente me rodea que prácticamente no me hace falta mover las piernas para llegar a destino, el ala del edificio de bachillerato con los salones de los mayores. Pero aunque soy un camarón que lo lleva la corriente, voy ladillada todo el camino oyendo esta conversación.

—Tenemos que sentarnos al rededor de él. —Esto viene de Aracely, cuya vocecita nasal penetra mis tímpanos y retumba en mi cerebro.

—Aquí la pregunta importante es si tiene novia —señala Mafe.

Aracely cuchichea algo que no puedo oír entre el bullicio en el entorno. Lo que si es interesante, cosa que no admitiría ni en pena de muerte, es que Valentina no ha dicho ni pío desde hace rato. A cada tanto su cabeza oscila entre un lado y el otro, y la razón es obvia.

En un grupo de gente más adelante a la derecha va Luis Miguel y su combo. En los trescientos y tal estudiantes de todo bachillerato no se podía conseguir otro chamo que se comparara con él.

Hasta que el nuevo llegó. Y ni a Valentina ni a nadie le cuesta extraviar la mirada hacia la izquierda, por donde va el nuevo casi una cabeza por encima de todos los demás.

¿Qué va a hacer la reina? ¿Va a escoger al rey viejo o al nuevo? ¿O va a intentar jugar con los dos?

Que se divierta porque a mí no me importa.

Finalmente llegamos al piso superior del edificio de bachillerato. En frente de cada salón hay un profesor esperando para dirigir el tráfico. A duras penas oigo a la Profesora Rita Maldonado gritar que la sección 5A se dirija hacia ella. Sudo a cántaros gracias a la travesía y al entrar al salónel aire acondicionado amenaza con congelarme.

Me siento en el primer puesto en la línea del medio, tal como lo he hecho por años. Soy más ciega que un murciélago y, a pesar de usar lentes, esta es la única posición en donde veo el pizarrón con claridad.

De reojo noto a las sifrinas acechar al nuevo. Me tapo la boca para que no se escape el bufido que casi delata lo que pienso. Pero mi cerebro se escapa por mi nariz y se tira de la ventana cuando Luis Miguel pasa delante de mí.

Hace una pausa lo suficientemente larga como para que no sea parte de mi imaginación. Y aparte, como ya no tengo cerebro, no soy capaz de imaginarme un carajo. Sus ojos son color café guayoyo, claros y brillantes. Frunce su frente con gesto de preocupación, y ahí es cuando mi cerebro regresa y toma las riendas.

Paso la mirada de largo como si ni me hubiera dado cuenta que está detenido frente a mi pupitre. Pero como todo el mundo sabe que no tengo a nadie a quien andar buscando, pretendo como que quiero hablar con la profesora.

—Profe —llamo con todo propósito—, una pregunta.

Eso hace que Luis Miguel circule, pero también atrae a la profesora. El salón está casi lleno y ella tiene que sortear entre todo el tráfico para llegar a mí.

—Buenos días, Bárbara —contesta con una sonrisa que decaerá en el transcurso del año escolar—, dime, ¿cuál es la pregunta?

—Este... ¿va a ser nuestra profesora guía?

—Sí, y espero que te pongan de delegada. —Me guiña el ojo porque primero, he sido la delegada prácticamente cada año, y segundo, le hago el trabajo mucho más sencillo a todos los profesores guías.

Yo también espero que este año me vuelvan a elegir como delegada de la clase. Así puedo salir del salón a cada rato mientras los profesores me mandan a hacer diligencias, y puedo respirar un poco de aire limpio lejos de la nube de spray para el pelo que usan las sifrinas. Siempre ha sido el aroma que empapa a la sección A.

Cuando ya todos están en su puesto, la profesora se aclara la garganta.

—Buenos días a todos y bienvenidos a su último año de bachillerato.

Sin calcularlo, todo el salón estalla en vítores. La profesora pierde preciados segundos en calmarlos.

—Tengo el gusto de ser su profesora guía este año. Para el que no me conoce, me llamo Rita Maldonado y enseño Historia. Y para que no nos aburramos, este año vamos a hacer las cosas un poco diferente.

Aunque mantengo una expresión plácida, en mi interior me retuerzo ante ese concepto. No sé que tan diferente podemos hacer algo en el último año,. O que tanto importe.

Los murmullos parecen indicar que no soy la única que piensa de esa manera.

—Como este año tiene tantos eventos, incluido nada más y nada menos que su graduación, la directora y yo hemos decidido que vamos a asignar dos delegados en vez de uno solo.

«¡No! Por favor, no me obliguen a socializar más de lo que debo».

Me aguanto un gemido por puro milagro.

—¿Algún voluntario? —La profesora busca manos levantadas y sólo consigue una. La mía.

—Obvio —dice alguien al fondo.

—Gracias, Bárbara. Para ahorrar tiempo te voy a poner como una de los dos. Pero necesito una segunda persona y si nadie se ofrece la voy a escoger a dedo.

La amenaza no se queda colgando en el aire por mucho tiempo. Un revuelo me hace voltear y tengo que frotarme los ojos para cerciorarme de que lo que veo es cierto.

Luis Miguel. Con la mano arriba. Sin que se la esté levantado su mejor amigo en broma.

—Perfecto, entonces ya tenemos a los dos.

—Un momento.

Todo mi ser se encoge al oír la voz de Valentina. Para mí suena como uñas deslizándose por el pizarrón, aunque otros dicen que les suena celestial.

—Yo también me quiero voluntariar.

La profesora se queda muda un instante. Y no la culpo. Valentina no es la peor estudiante, pero hasta que Luis Miguel no alzó la mano no recuerdo una sola instancia en la que ella se ofreciera para algo así.

—Por mí no hay problema —responde la profesora—, pero entonces tienen que votar entre Luis Miguel y Valentina.

—¿Qué? —escupe mi némesis—, ¿no debiera ser una votación entre los tres?

Ah, con que esa es la estratagema. Ver si se queda ella como delegada con Luis Miguel. Ante una votación popular, yo sin duda quedaría detrás de la ambulancia. Así que alzo la mano también.

—En mi humilde opinión —añado con cero humildad—, nadie se quería ofrecer antes que yo lo hiciera. Así que no veo por qué mi posición como delegada deba estar en duda.

La profesora Rita es una de mis favoritas meramente porque casi siempre está de mi lado. Y hoy no me falla.

—Estoy de acuerdo. Así que Luis Miguel y Valentina, si ustedes dos quieren disputarse por la segunda posición lo sometemos a voto como hubiera sido si se hubieran ofrecido desde un principio.

Al darse cuenta de que si gana, Valentina tendría que trabajar conmigo todo el año, ella baja la mano con una sonrisa de Barbie.

—No, tampoco quiero causar problemas.

—Entonces ya está, los delegados son Bárbara y Luis Miguel.

Este año va a probar mi paciencia. Rayos láser de miradas hostiles me empalan la cabeza y la espalda.

Pero lo peor no acaba ahí.

—La otra cosa es que como todos menos uno se conocen y tienen sus grupitos con los que arman bulla —dice la profe Rita poniéndole el ojo a los principales ofensores—, este año se van a sentar todos por orden de apellido.

—¿Qué?

—¡No puede ser!

—Ta ra rán —agrega alguien chistoso, como el comercial de televisión.

Agarro el borde del pupitre como si alguien quisiera a arrancarme de él. Quizás la puedo convencer después de clase de quedarme en este sitio. Pero no quiero armar drama tan temprano, así que sigo las instrucciones como todos los demás y me muevo varias filas hacia la que está pegada a la ventana.

Me siento en el pupitre frente al escritorio de los profesores. El puesto no está mal en ese aspecto, así puedo hablar con ellos fácilmente. Pero en diagonal al pizarrón me costará mucho más distinguir lo que escriban en el lado opuesto.

Cuando se asienta el polvo, el único que queda de pie es el nuevo.

—Ah, perfecto. Aprovechemos para que te presentes a la clase. —La profesora lo escolta al medio del salón.

El aliento se me traba entre los dientes.

Mafe tiene razón, este chamo es como una estatua de dios griego tan perfecto que hace que el uniforme se vea como ajuar de pasarela. Eso si, si los dioses griegos no estuvieran tallados de mármol, sino cubiertos con una piel morena y cabello ligeramente rizado.

Él se toma un momento para observar la audiencia. Sus ojos se cruzan con los míos solo segundo. Es suficiente para dispararme el pulso.

Son grises.

Pensé que eran verdes, cosa que ya de por si es rara por estos lados. Pero no. Son como nubarrones que auguran un monzón.

—Hola, soy Diego.

Y para rematar tiene una voz que saca piel de gallina.

«No puede ser, ta ra rán».

—Nombre completo —ordena la profesora—, y dinos de dónde vienes y cuáles son tus intereses para que te vayan conociendo.

El nuevo pone cara como si lo hubieran mandado a revelar sus más profundos secretos.

—Bueno, soy Diego Samuel Abreu Marini. Vengo de Caracas y lo único que me gusta es el béisbol.

Ya va, ¿Abreu? Yo soy Aparicio, y siempre he sido la primera en la lista.

Acto seguido, la profesora señala hacia mí.

—Bienvenido. Tu puesto es delante de Bárbara. Le puedes preguntar a ella todo lo que necesites.

Me levanto del que iba a ser mi puesto apretando los dientes. Mientras todos se corren un puesto más, el tal Diego camina hacia mí como si fuera una pantera y yo una gacelita indefensa.

Pero todo está en mi mente. Él se sienta delante de mí sin más ni más y me doy cuenta de tres cosas. Una, no le importo ni lo más mínimo. Dos, entre su cabezota y una espalda que puede cargar el peso del mundo, no voy a ver un cebillo de la pizarra o de los profesores.

Y tres, que voy a estar demasiado cerca del popular y del nuevo, lo que significa que de quinto año no salgo viva.

NOTA DE LA AUTORA:

¿Sobrevivirá? 😏

Continue Reading

You'll Also Like

2.6K 441 66
¿Qué es lo que harías si alguien totalmente desconocido cogiera las riendas de tu vida? ¿O si alguien anónimo empezara a mandarte mensajes y cartas...
295K 14.7K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
367K 46K 46
Cada vez que Dawn pasa por la avenida de la ciudad con su auto recién lavado, él se empeña en arruinarlo. Aquel auto era demasiado perfecto y Fran no...
721K 42.9K 83
La vida no siempre es normal para todos, no siempre las chicas son débiles. No todo es lo que parece, a veces hay algo detrás escondido a simple vist...