[Mericcup] Teach me how to Lo...

By MarySueSanders

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Mérida Dunbroch tiene que mudarse a Nueva York con su familia debido a una nueva oportunidad laboral que se l... More

Prólogo: Fucking Big City
Capítulo 1: The new girl in town
Capítulo 2: Needing help
Capítulo 3: Secret feelings
Capítulo 4: Give me some
Capítulo 5: A little sweetness
Capítulo 6: Secret lovers
Capítulo 7: Game rules
Capítulo 8: Silence
Capítulo 9: The red queen (Parte 1)
Capítulo 11: The red queen (Parte 3)
Capítulo 12: Strongest Love
Capítulo 13: Ocean siren
Capítulo 14: Your spell
Capítulo 15: You earned it
Capítulo 16: White man
Capítulo 17: Storm clouds
Capítulo 18: Problems
Capítulo 19: Drink to forget
Capítulo 20: Change for you
Capítulo 21: Seduction tricks
Capítulo 22: Threats
Capítulo 23: Heart demons
Capítulo 24: Not a love story
Capítulo 25: Suicide
Capítulo 26: One more chance
Capítulo 27: Irrational
Capítulo 28: The perfect housewife
Capítulo 29: Old friend
Capítulo 30: Goodbye
Epílogo: Last words
Remind me how to love

Capítulo 10: The red queen (Parte 2)

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By MarySueSanders

Salí del gimnasio y busqué su figura por el estacionamiento. No había nadie allí afuera, por lo que fue fácil distinguir a alguien que se marchaba enfurecido. Decidida a alcanzarlo, comencé a correr. Él había tomado una buena distancia, se notaba que quería irse lo antes posible.

Grité su nombre. Nada, no hubo respuesta; no hubo reacción. Estaba desesperada, tenía miedo y los sollozos amenazaban con escaparse de mis labios. Volví a llamarlo por su nombre, no me importaba si alguien nos veía y escuchaba; después de todo, Patán ya debería estar enseñando el video de nosotros. Así que a la mierda todo el mundo, yo iba a perseguir al hombre de mis sueños.

Yo también merecía mi noche de Cenicienta.

Me deshice de mis zapatos mientras seguía corriendo, haciendo que volasen cada uno por su lado. Ya más cómoda, pude acelerar mi marcha y llegar hasta él para tomarlo del brazo. Por la fuerza ejercida de mi agarre, él se volteó con brutalidad y chocó con mi cuerpo. Lo sostuve fuertemente, tomándolo de los antebrazos para que no pudiera escapar sin hacerme daño.

-Espera.- Le rogué, jadeando por oxígeno. La carrera me había agotado, pero valía totalmente la pena por el hecho de que pude alcanzarlo.- Déjame explicártelo.- Pedí, él frunció el ceño, desviando la vista, como si le diera asco mirarme. No, Hiccup, no hagas eso, no tienes idea de cuánto duele.

-No necesitas explicarme nada. Tienes todo el derecho de estar con quien desees.- Escupió, con la ira en su tono de voz. Yo negué rápidamente la cabeza.

-No, yo quiero estar exclusivamente contigo, Hiccup.- Le recalqué, tomándolo por la cara con ambas manos para obligarlo a mirarme. Sentí como mis ojos se humedecían.- Vine con Patán al baile únicamente por nuestra causa. Patán es "P", Hiccup.- Expliqué, rápidamente.- Él me amenazó con que si no venía con él al Baile y fingía estar locamente enamorada de él, pasaría un video que tiene. ¡El nos filmó, Hiccup!- Grité, desesperada.- No quería besarlo, te lo juro. Él me obligó y si hubieses prestado un poco más de atención habrías notado que lo empujé para obligarlo a soltarme.- Hiccup, relajó el rostro por primera vez y suspiró.- Los únicos besos que deseo, son los tuyos.- Confesé, con la voz quebrada. Iba a llorar, lo sentía.

-¿Todo eso es cierto?- Preguntó, mirándome a los ojos, con aquella voz profunda.

-¿Alguna vez te he mentido?- Contesté yo, acariciándole el rostro. Se había afeitado recientemente, tenía la piel tan suave a mi tacto. Él me tomó de la cintura y me acercó a él, para luego abrazarme. Una abrazo cargado de cariño y de comprensión. Me ferré a su smoking y enterré mi cara en su pecho para inhalar su exquisita fragancia. Nunca voy a olvidar ese aroma... Ese olor a Hiccup.- No te lo dije porque tenía miedo de que te enfadaras. Cómo no vendrías al Baile, no tendrías por qué enterarte de nada y nuestro problema se resolvería fácilmente. Yo solo te quiero a ti, a nadie más.- Susurré, apenada. Él deshizo nuestro abrazo para mirarme a los ojos con aquel par de obres verdes profundos.

-¿Lo juras?- Preguntó, corriéndome aquel mechón de cabello que caía por mi frente, arruinando mi visión completa de ese hombre maravillosamente hermoso. El mismo molesto mechón que Patán había acomodado torpemente, pero con Hiccup toda sensación era distinta. Hasta el más simple acto, parecía perfecto.

-Lo juro.- Susurré, perdida en aquel mar verde. Él me tomó de la mano y comenzó a jalar de mí hasta llegar detrás del gimnasio. Me acorraló suavemente contra la fría pared de concreto y me besó. Primero, dulcemente, simplemente apoyando sus labios sobre los míos. Luego me besó con pasión e intensidad, pero más allá de aquel emocionante beso sentía cómo me indicaba su egocentrismo.

-Dime que eres mía.- Susurró, jadeante, mientras besaba mi cuello.

-Soy solamente tuya.- Aclaré yo, suspirando agitadamente por cada roce de sus labios con mi piel. Su cálida boca se deslizaba por todo mi cuello, pasando por mis clavículas de vez en cuando. Su respiración chocaba contra mis células, las cuales reaccionaban provocándome una corriente de éxtasis que subía desde mis pies. Posé mis manos sobre su cabello y tiré suavemente de él hasta que sus labios volvieron a encontrar los míos.

Nuestras bocas encajaban a la perfección la una con la otra, moviéndose ágilmente de un lado al otro, dando fácil acceso a nuestras lenguas. Él recorría con sus manos ambos lados de mi cuerpo desde mis brazos hasta mis caderas. Me tocaba de una forma que solamente él sabía, expresando cariño y deseo al mismo tiempo. En cierto momento me encontré tan absorta en él que simplemente lo deseaba dentro de mí. Tiré violentamente de su suave camisa, obligado a los botones a ceder con brutalidad. Recorrí con manos curiosas su pecho, podía sentir cómo éstas temblaban de ansiedad.

-Mérida.- Me susurró él, indicándome que debía parar. Mordí su labio fuertemente, sin reducir el ritmo de nuestro beso.- Mérida, basta.- Me advirtió, pero no se detuvo. Podía sentir cómo él me deseaba tanto como yo a él, pero había algo que lo detenía y estaba segura de que, nuevamente, era la edad. Yo no iba a detenerme, porque ya no me importaba qué pasara conmigo, me daba igual. Seguramente todos ya estaban viendo ese maldito video y estaban enterados de lo nuestro. ¿Por qué seguir deteniendo nuestros deseos?

Los brazos de Hiccup desviaron su atención de mi cuerpo para apoyarse contra la pared y de ésta forma encontrar las fuerzas suficientes para separarse de mí. No sabía muy bien lo que sentía, toda mi mente estaba en medio de un torbellino de sensaciones encontradas.

-Aún no.- Suplicó jadeante, acomodándose a camisa. Yo fruncí el ceño y me crucé de brazos. El puchero se formó solo. Hiccup me dedicó una sonrisa cargada de ternura y se acercó nuevamente a mí para morder picaronamente el puchero que había formado con mis labios.

-¿Cuándo?- Pregunté en un susurro, besándolo suavemente.

-Pronto.- Confirmó él, correspondiendo al suave tacto de nuestros labios. No sabía cuánto más aguantaría y no entendía de dónde provenía esa fuerza de voluntad del castaño. Si yo no podía controlarme, entonces para él debía ser una tortura. Sea lo que sea que le preocupaba de hacerme el amor, era más fuerte que sus instintos primitivos.

Me tomó de la mano y volvió a besarme con un ritmo tranquilo, disfrutando de nuestros sabores. Todo en él era una delicia y nunca me había sentido tan sedienta por los labios de alguien como lo hacía por los suyos. Más que un beso, era un baile melódico que compartían nuestros labios suavemente, moviéndose con sensualidad.

-¿Por qué viniste?- Quise saber, en cierto momento del beso. Él se separó de mí por un momento para tomarme de la cintura.

-Te vi tan decaída esta mañana.- Comentó.- Y cuando mencionaste el Baile, creí que era porque no tenías a nadie con quien ir. Me sentí un desalmado por no poder acompañarte y, como era imposible venir juntos, decidí pasar en tu búsqueda. Te devolvería antes de que finalizara el baile, pero por lo menos tendríamos algo de tiempo a solas.- Confesó, sonriendo con melancolía. Luego revisó en el bolsillo interior de su smoking y sacó la rosa roja que había visto antes en sus manos.- No puedo ser su príncipe, mi hermosísima Cenicienta, pero puedo hacerte sentir como una princesa de todas formas.- Su voz, tan aterciopelada, tan seductora... Siempre perfecto. Tomé la rosa con delicadeza y la llevé a mi nariz. Su aroma era exquisito, refrescante. Hermosa, al igual que el hombre que me la había entregado. Sonreí y besé a mi no-príncipe de ensueños.

-Gracias.- Susurré.- Has hecho de esta noche un cuento de hadas.- Hiccup relamió sus labios y formó una tenue sonrisa antes de intentar volver a besarme.

Pero no puedo, puesto que la voz del director Stikman nos detuvo.

-¡Buenas noches a todos!- Estaba hablando por un micrófono dentro del gimnasio.- Por fin ha llegado el momento que todos esperaban... ¡La coronación del Rey y la Reina!- Todo el mundo chilló de emoción. Hiccup se volteó a verme y me sonrió.

-¿No quieres ir?- Preguntó, emocionado. Prefería mil veces quedarme con él allí, por lo que negué levemente mientras arrugaba la nariz.

-¿Para qué? Como si fuera posible que gane.- Comenté, soltando un bufido.

-Ánimos, Mer.- Contestó el mientras que me soltaba para comenzar a caminar hacia el gimnasio.- Ya eres una princesa... ¿Por qué no una reina?- Yo lo seguí lentamente. Hiccup podía ser todo un hombre para algunas cosas, pero para otras seguía siendo un niño. Sonreí con ese pensamiento y, luego de ir rápidamente en busca de mis zapatos, entramos en el gimnasio. Separados, obviamente. Todo el mundo miraba el escenario mientras que el director recibía un pequeño sobre de las manos de una de las voluntarias. Astrid me vio ingresar y me sonrió a la vez que cruzaba los dedos.

-Suerte.- Le dije, susurrando. Deseaba que ganara ella, estaba muy entusiasmada y había trabajado horrores en su campaña. Sin embargo, poca atención presté a los resultados, puesto que me mantenía alerta. Patán podía estar por cualquier lado, pero parecía que aún no había mostrado el video. ¿Quién seguiría con un Baile cuando se entera de que una alumna y un profesor tienen un romance? Además, si Astrid me sonrió con normalidad, eso significaba que nadie sabía nada. Suspiré y, al lazar la vista, noté cómo todos me sonreían y aplaudían en mi dirección. ¿Ahora que les pasaba?

-Mérida, acércate para que podamos coronarte.- Habló el director por el micrófono. ¿¡Que!? ¿Había ganado? ¿Cómo era eso posible?

Atónita, me acerqué lentamente al escenario mientras todos me felicitaban y el reflector azul me daba de lleno en la cara. Cuando estuve al lado del director, el tomó la corona de la Reina y me la colocó en la cabeza. Todos me dedicaron aplausos y silbidos de emoción. Yo seguía sin creérmelo, puesto que como mucho sonreía tímidamente.

-Muy bien, ahora que tenemos a nuestra bellísima Reina, es hora de coronar al Rey.- Anunció el director. Hiccup me miraba con una sonrisa desde la distancia, pero yo no podía sonreír. Estaba estática, confundida. ¿Cómo era posible que ganara?

Cuando el director abrió la boca para hablar, todo oscureció. De repente, todas las luces que iluminaban el gimnasio se extinguieron, sucumbiendo a todo el mundo en la profunda oscuridad. Pensé que fue un corte de luz, todos pensamos que fue así. Sin embargo, una luz brotó desde el cielo. Solo un reflector que iluminaba la pantalla gigante.

Entendí inmediatamente que ocurría cuando noté las caras atónitas de todos mis compañeros que miraban a mis espaldas. Comprendí qué pasaba en cuando vi la cara de Hiccup palidecer. Respiraba agitadamente y me atreví a voltearme con lentitud.

No pude creer lo que veía.

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