Cénit (Sol Durmiente Vol.3)

By AlbenisLS

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Tercera Parte de la Trilogía "Rosa Inmortal". El mundo de Rosa Arismendi es completamente diferente al de hac... More

En algún lugar del bosque. Octubre de 1988.
Capítulo 1: Puerto La Cruz, Venezuela. Octubre de 1988.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28: Cielo.
Capítulo 29: Infierno
Capítulo 30: Eternidad
Capítulo 31.
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36

Capítulo 2.

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By AlbenisLS

Stefan Deville había decidido regresar a la casa que lo había visto crecer con el propósito de volver a reunirse con su hermana gemela. La última vez que se habían visto fue dos años atrás, cuando Stefan iba de paso por el pueblo en camino al Delta del Orinoco, el río más grande del país, con la intención de aprender de los grandes poderes mágicos que aquel flujo de agua escondía.

Cuando tenía dieciocho, Stefan decidió salir de San Antonio para no volver, según una promesa que se había hecho él mismo luego de que los gemelos Deville se quedaran solos en Venezuela al ver que su padre había decidido volver a Escocia. Ambos eran jóvenes, pero Stefan no se arrepintió de su decisión hasta el momento en que realmente no pudo volver a poner un pie dentro de aquel pueblo por un malentendido que hasta la fecha perseguía al hombre rubio.

Como un descendiente de un aquelarre antiguo, Stefan tenía reglas que debían ser cumplidas a cabalidad dentro de la comunidad de brujas; siendo la principal de ellas no involucrarse con vampiros. Cosa que él ignoró.

A las pocas semanas de haberse ido de casa, dejando a Sonia completamente sola, Stefan conoció a Ilana, la que se convertiría en su primer gran amor. Sólo que había un pequeño detalle: Ilana era un vampiro. Aquel romance era una complicación. Más que eso, era una abominación. Ambas razas estaban obligadas a mantenerse a raya respecto a sus relaciones, que no debían dirigirse más allá de la diplomacia. 

El día en que se conocieron no fue precisamente por un medio amistoso. Stefan había adquirido el estilo de vida de los mochileros turistas que se aventuraban a los rincones más lejanos del mundo, por lo que una noche en la que el chico rubio caminaba montaña arriba con la intención de hospedarse en una pequeña posada en el páramo, fue atacado por una mujer de extrema belleza. Una maraña de cabellos oscuros se revolvía con la resistencia que ofrecía Stefan, pues él no era un debilucho; pero la fuerza de aquella mujer lo sobrepasaba. Por más que logró forcejear, la pálida mujer logró hincar sus dientes en el cuello de Stefan, bebiendo de su sangre.

Afortunadamente, Stefan poseía trucos bajo su manga. Mientras la vampiro bebía de su cuello, él recitaba un antiguo hechizo de control en su mente, haciendo que cada vez que la mujer bebiera él tendría más y más poder sobre ella. No pasó mucho tiempo cuando la mujer estuvo bajo el completo poder de Stefan, quien a pesar de ser joven había aprendido de la magia ancestral incluso antes de haberse ido de San Antonio.

La mujer le suplicó piedad, pues él estaba dispuesto a asesinarla por haberlo atacado, pero luego se fijó en los hermosos rasgos que poseía la inmortal. Era pálida, como todos los vampiros, pero además de eso poseía un brillo tostado en su piel que le hizo imaginarse a Stefan que en su vida humana aquella chica era de ascendencia indígena. Pero lo que más le cautivó al joven rubio fueron los ojos de la mujer, de una tonalidad dorada, casi naranja, como un amanecer. La mujer le explicó que tenía alimentarse pues estaba huyendo de una banda de vampiros solitarios que habían dado con ella y pretendían bebérsela.

Stefan nunca había escuchado que los vampiros pudieran beber de otros vampiros, a lo que la mujer le dijo aún asustada que eso no era permitido debido a que las consecuencias para los que cometían tal atrocidad eran catastróficas. Huyeron de allí cuando escucharon a alguien acercarse, y se escondieron bajo un espeso matorral que les ocultó de los cinco vampiros que buscaban a la chica.

Después de haber logrado escapar de los que la buscaban, la chica logró convencer a Stefan de que si la liberaba del hechizo que la mantenía dominada ella a cambio no bebería de él y le protegería hasta llegar a su destino. Stefan le respondió que él no tenía destino a cual llegar, a lo que la mujer, que ya se había presentado como Ilana, le dijo que entonces habría de encargarse de buscarle un destino.

Stefan e Ilana anduvieron juntos por varios meses en busca de un lugar al cual pertenecer, pero al no lograr establecerse en ningun sitio, fue cuando una noche ambos llegaron a una conclusión: el uno se pertenecía al otro. Fue allí donde ambos descubrieron que podían amarse libremente sin que nada los detuviera. Sólo que estaban equivocados.

En una de las noches en las que Stefan e Ilana yacían juntos luego de haberse amado bajo las estrellas, justo luego de que Ilana se hubiese alimentado de Stefan como había sucedido en varias oportunidades luego de haberse declarado su amor, algo ocurrió.

Ilana comenzó a vibrar, como si estuviera llena de electricidad. Stefan se espantó ante lo que veía, pues mientras la mujer temblaba vigorosamente, unas sombras se aproximaban a ella, como si sus convulsiones las estuviesen llamando. Ilana había bebido sangre de brujo en cantidad suficiente como para absorber sus propiedades mágicas, pero lo que estaba ocurriendo no era una demostración de magia "blanca", el término para referirse a la magia que no tenía intención de hacer daño a otros. Invocar sombras era un aspecto de la rama de la magia que muchos practicantes de brujería temían y respetaban, la nigromancia.

Nunca supo como pasó, pero en seguida ambos estuvieron rodeados por una docena de personas ataviadas con túnicas negras. Ninguno hablaba ni decía nada ante la escena, péro Stefan se hallaba asustado. Tenía ciertas habilidades mágicas, pero eran demasiados como para intentar alguna con la intención de huir junto con su Ilana, que comenzaba a retorcerse en el aire. Estaba levitando.

Una de las figuras encapuchadas se descubrió el rostro, revelando a un hombre mayor, de unos sesenta años, de abundante cabello dorado y largo hasta los hombros, de rostro largo y anguloso, de ojos de una tonalidad púrpura que daba la sensación de que lo que veía era aburrido o muy grave. El hombre habló con una voz tan estruendosa que podía confundirse con un trueno. Se presentó como Ydras, el rey del aquelarre de brujas del océano del oriente. Stefan nunca se había encontrado con un rey y menos de un aquelarre. Él había evitado a toda costa pertenecer a uno de los grupos de brujas pues odiaba tener que compartir su mente con los demás. Odiaba tener que seguir reglas. Odiaba tener que estar obligado a obedecer el mandato de un extraño.

Lamentablemente, el joven brujo ignoraba el hecho de que los brujos nómadas también estaban sujetos a reglas, y los reyes de los aquelarres estaban en la obligación de cumplirlas. El rey Ydras hizo un gesto, y en seguida los otros once brujos sujetaron tanto a Stefan como a la poseída Ilana. Él gritaba que los soltaran, que no habían hecho nada malo. Ilana había comenzado a transformarse. Ya no era una mujer hermosa y joven, sino una criatura gris y macilenta que iba creciendo de manera asombrosa, estirándose como una goma.

Sin mediar palabra, el rey hizo una floritura con sus manos, y de ellas brotó una llamarada que fue directamente hasta la horrenda criatura en la que se estaba convirtiendo Ilana, quien en menos de un instante quedó reducida a cenizas. Stefan gritó como nunca, había perdido a la mujer que amaba de una forma cruel. Ofendió al rey, quien hasta entonces parecía no haberse percatado que él, Stefan, seguía allí. 

El rey Ydras no era una persona agradable, y por lo tanto decidió que Stefan también merecía un castigo. Por ser un brujo nómada, Ydras lo hechizó para que jamás tuviera descanso en ningún lugar. Jamás podría permanecer en un mismo sitio hasta que comprendiera del error que había cometido al haberse unido a un vampiro. Stefan le imploró que no lo hiciera, que él debía volver con su hermana; pero Ydras era impasible y le dijo que no podría estar con ella de manera permanente. 

Habían pasado seis años hasta que finalmente Stefan supo que lo que había hecho estuvo mal. Nunca debió dejar que Ilana se robara su sangre y peor, su corazón. Él la seguía queriendo y habían muchas noches en las que soñaba con ella, amándolo. Ydras le había ordenado bajo un hechizo que jamás podría mencionarle de aquel acontecimiento a nadie, pues había sido una situación de emergencia, pero aún él recordaba el término con el que el rey se refirió a Ilana.

'Neamh Mairbh'

Stefan miraba el cielo nublado de San Antonio desde la entrada de la mansión blanca que pertenecía a su familia. Ya nada era como antes, excepto ese cielo gris. Finalmente, luego de tantos años, Stefan había regresado a ese pueblo con la intención de cuidar de su hermana, pero no pudo hacerlo. Sonia estaba muerta, y Stefan se sentía como el ser humano más despreciable de todo el mundo. No había cumplido la promesa de irse para siempre, y tampoco cumplió la promesa de regresar cuando se lo dijo a su gemela.

Había regresado ahora que su mente se había limpiado del fantasma de Ilana, sólo para ser atormentado por un nuevo fantasma. No podía dejar de pensar en aquella noche en la que le dijo adiós a su otra mitad,, se sentía furioso con ella por haber sido capaz de abandonarlo en aquel mundo tan cruel, en un mundo que jamás volvería a escuchar su risa escandalosa que él tanto amaba. Stefan se sentía roto, como si una mitad de su alma se hubiese fracturado de manera irremediable.

Pensaba en todo esto mientras reparaba la puerta de entrada. Estaba abriendo agujeros con un taladro para colocar las bisagras que sostuvieran la nueva puerta, cuando se dio cuenta de que faltaba algo: las bisagras.

Se había preocupado por comprar la puerta, tornillos y clavos, pero no se le había pasado por la mente la idea de comprar también las bisagras. Se puso de pie con lentitud, pues al ser un hombre tan grande estar arrodillado era una tarea dificultosa. Pensó que si Sonia hubiese estado viva, se habría burlado de él a gran escala. Ella era buena organizando todo, él no.

Suspiró, y se puso en marcha al mercado del pueblo, en donde seguramente podría comprar unas bisagras del tamaño apropiado. Subió a su camioneta, que había decidido comprar luego de que su antiguo auto fuese destrozado por un accidente que había tenido con pocos días de haber llegado al pueblo. De haberse fijado en lo que andaba por ese bosque, nada de lo que había ocurrido con Sonia hubiese pasado. Si hubiese sido un hermano más responsable, se habría encargado de buscar él mismo a la criatura endemoniada que tenía la clara intención de asesinarlo.

Una fina llovizna comenzó a caer en el nublado pueblo de San Antonio cuando Stefan Deville llegó al mercado. Aquel sitio parecía una especie de bazar, sólo que mucho más pequeño y con locales de cemento y bloques. Muy pocos comerciantes poseían carritos,, y aunque con el mal tiempo que comenzaba a hacer, se encontraba lleno de personas. 

Los gritos de los vendedores haciéndose publicidad sobre los  productos que ofrecían aturdían un poco a Stefan, quien estaba acostumbrado al silencio de los lejanos parajes en los que se encontraba. Era difícil volver a adaptarse luego de años sin algún lugar fijo. Mientras se abría paso, cosa que para un hombre tan enorme como él era cosa sencilla pues todos se hacían a un lado ante su presencia, Stefan vio algo que le pareció curioso.

Al final del largo pasillo del mercado en donde se encontraba, vio un carrito que tenía un extraño símbolo con el que había soñado mucho tiempo atrás, cuando decidió irse de San Antonio. Pero aquel carrito no estaba solo. Había una mujer que lo custodiaba. Una mujer tan alta que podría medir dos metros, era incluso más alta que él. La mujer estaba vestida con un largo vestido de color blanco sin mangas que con lo blanco de su piel parecía que fuese un traje completo. La mujer lo miraba fijamente, y fue cuando Stefan se sio cuenta que ya se encontraba frente a ella. Parecía que hubiese caminado en un estado de trance.

-Buenos días, Stefan Deville.- dijo la mujer en tono solemne.

-¿Ah? ¿Cómo...?- comenzó a preguntar Stefan, sorprendido por el hecho de que aquella mujer le conocía por su nombre completo, mas él no tenía idea de quién era ella.

-Conozco a tu familia. Tu hermana Sonia pertenece a mi aquelarre.- la mujer le interrumpió. Hbalaba con un tono de voz normal, como si no le importara que otras personas escucharan su extraña conversación.

-Pues no sé si te enteraste, pero mi hermana...-

-Tu hermana está en el espíritu del mundo, Stefan. No digas que ha muerto.- volvió a interrumpirle. Aquella mujer era de lo más extraña.

-Disculpa, pero ¿quién eres tú?- inquirió Stefan, frunciendo el ceño ante las declaraciones de la mujer, quien tardó un segundo en responder.

-Mi nombre es Alaysa. Soy la reina del aquelarre de brujas del sur, y has respondido a mi llamado. Es hora de unirte a mí, Stefan. Es hora de vengar a tu hermana.-

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