Éxtasis (Saga Adrenalina II)

Da DreamingwithMark

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"Hasta un perro sabe proteger a los suyos." Kiara ya no es Kiara. No al menos Capaldi. Tras la muerte de su h... Altro

Prólogo
Capítulo I
Aviso
Capítulo II
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Aviso
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Nota

Capítulo III

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Da DreamingwithMark

-¿Ha tenido alguna vez pensamientos suicidas?

Kiara se acomodó en el sillón y cruzó las piernas. El psicólogo, frente a ella, esperó la respuesta con ojos precavidos.

-No.

-¿Intentos de auto-lesión?

-¡No!

Él apuntó en su libreta sin mirarla siquiera. Kiara llevaba ya casi un mes de tratamiento en aquel estúpido y horrible centro. Más de setenta horas de terapia con aquel tipo pretencioso y sabelotodo. La había obligado a relatarle todo. Desde sus primeros recuerdos hasta el día anterior a ingresar allí. Había hecho especial hincapié en Hell. Mucho hincapié. Había hecho todo tipo de preguntas, desde la forma en la que hablaba hasta cómo se dirigía a ella. Incluso un retrato de su vida había tenido que hacer. Kiara estaba hasta las narices de estar encerrada, incomunicada y por supuesto, asfixiada. Ni siquiera la dejaban fumarse un maldito cigarro.

-¿Episodios de bulimia o anorexia?

-Oiga, míreme y deje esa maldita libreta. No soy tan estúpida como para hacerme daño a mi misma.

El psicólogo la miró. Kiara alzó las manos esperando que dijese algo.

-¿Cómo catalogaría del uno al diez el efecto que en usted tienen en su salud las drogas, ya sean legales como el alcohol y el tabaco, o ilegales?

-Son cosas distintas. Yo no bebo para hacerme daño.

Volvió a escribir en la libreta y esta vez Kiara creyó que lo mataría. Si continuaba escribiendo y haciendo como si no estuviese allí lo mataría.

-Dígame tres palabras con las que relaciona al señor Capobianco.

-Ya he contestado esa pregunta antes.

-No es una pregunta.

Kiara resopló. A veces pensaba que solo lo hacía para hacerla enfadar, para desgastarla mentalmente y no para ayudarla. Aquel imbécil creía que estaba loca.

-Adicción.

El Dr. Thompson apuntó como si no lo supiese ya.

-Infierno.

-Explíqueme ese término.

Kiara apartó la mirada pero después lo miró desafiante. No iba a explicar nada.

-No hay nada que explicar.

-Creo que sí lo hay.

-El infierno es una metáfora bastante irónica – Kiara hizo rodar un par de anillos en sus dedos -. Para empezar el nombre del “señor Capobianco”. Hell es un buen nombre dado quién es.

-¿Quién es?

-Alguien que no soporta que le den órdenes ni que le levanten la voz. Alguien muy violento y poco dado a conversar en una discusión. Alguien que no siente ningún tipo de temor ante los peligros mundanos.

-¿Por eso lo relaciona con el infierno? ¿Le ha levantado la mano alguna vez?

Kiara respiró sonoramente dando a entender que empezaba a cansarse.

-No – contestó muy seca -. No me ha puesto una mano encima, aunque supongo que no fue por falta de ocasiones ni ganas.

-¿Entonces por qué?

-Eso debería preguntárselo a él.

-¿Cree que el señor Capobianco puede haber albergado cierto sentimiento de protección hacia usted?

Kiara volvió a removerse en el asiento. Si alguna vez volvía a ver a Hell, le contaría lo de “señor Capobianco”. Estaba segura de que le gustaría.

-Lo único que Hell sentía hacia mí era lástima. Le hice gracia, supongo. Algo con lo que pasar el rato.

-¿Se considera a sí misma un objeto de distracción?

-No soy un objeto, y que él se distrajese conmigo no significa que sea un payaso de circo.

Después de su contestación quedó un momento incómodo en completo silencio.

-¿La tercera palabra?

Kiara rodó los ojos.

-No recuerdo cuál dije la última vez... Adrenalina, creo que dije eso.

-Explíqueme ese término.

-Cuando estoy con Hell es lo que siento. Como si hubiese un papel en blanco frente a mí y no tuviese la menor idea de lo que pasará después. Es un verdadero subidón de adrenalina.

-¿Confía en el señor Capobianco?

-¿Por qué seguimos hablando de él? Soy yo la que está aquí, si quiere psicoanalizarlo concierte una... - Kiara se contuvo para no soltar una palabrota - Maldita cita con él. Y deje de llamarlo “señor Capobianco”. Hell, joder, se llama Hell. ¿Llevamos casi un mes de terapia y no puede aprenderse un monosílabo?

El psicólogo pareció sorprenderse levemente por su reacción y esto la alegró. Estaba harta de aquella máscara impertérrita y fría.

-Pasemos entonces a lo que ocurrió después.

-¿Después de qué?

-Del señor... De Hell – se corrigió el doctor.

Kiara se mordió el labio inferior.

-Me cansé, supongo. O no me cansé. No sé, solo quería que Rhett me explicase algo, hablar de ello con alguien.

-¿Con quién solía hablar antes de Hell?

-Con Liam.

-¿No tenía ninguna amiga íntima, novio, familiar cercano...?

-Lola no me ha escuchado en su vida, Tom me puso los cuernos y no he conocido a más familia que mi padre y mi hermano.

-¿Sus nuevos amigos llenaban ese vacío? ¿Los considera mejores que los anteriores?

-Sinceramente, tal vez mis antiguas amigas no me escuchasen demasiado ni tampoco me entendiesen, pero se preocupaban por mí. No debí dejarlas de lado. Creo que es de lo único que me arrepiento.

-¿No se arrepiente de nada de lo sucedido?

-De haber sido demasiado buena durante demasiado tiempo. De haberme liado con Hell, supongo. Debí haberme acostado con él y después apuñalarlo. Oiga, estoy un poco cansada de esto, de verdad. Lo único que hace es preguntar y apuntar, preguntar y apuntar. Y estas preguntas ya me las ha hecho muchas veces y empiezo a cansarme de contestarlas de nuevo. Tengo la impresión de que no me escucha y por lo que Rhett debe estar pagándole por tratarme debería hacerme un mínimo de caso.

-Hábleme de su padre.

-No sé quién es mi padre – contestó muy seca.

-Su padre adoptivo.

-Rhett es idiota. Le he engañado tantas veces que ni siquiera puedo creerme que alguien pueda ser tan inocente.

-¿Se considera una buena mentirosa?

-Me considero una buena superviviente.

-¿Cree que podría vivir sola?

-No necesito a nadie para vivir, si es a lo que se refiere.

-¿Se considera alguien independiente?

-Sí.

-¿Qué hay de sus creencias?

-Si se refiere a Duffman, sí, creo en Duffman.

El psicólogo amagó una sonrisa pero no dijo nada. Cada vez le resultaba más complicado mantener una línea, una barrera entre sus pensamientos y aquel doctor de ojos tristones y pelo escaso. Él también tenía una vida, aunque a Kiara a veces le pareciese que no era así. Él también tenía que sentirse mal. Se arrepintió un poco (solo un poco) de haberle hablado mal tantas veces.

El doctor Thompson dejó la libreta sobre la mesa y se incorporó ligeramente hacia ella. Kiara se sorprendió e incluso se emocionó al pensar que por fin iba a decir algo.

-Veamos, señorita Capaldi...

-Kiara.

-Kiara... Usted no está loca.

Ella abrió los ojos y entreabrió los labios. “¡Por supuesto que no lo estoy!” gritó interiormente, pero no quiso decirlo en voz alta por miedo a que él se callase y se quedase sin ninguna explicación.

-Usted tiene un trastorno obsesivo-compulsivo y varios problemas de ansiedad y fobias generalizadas – ante la cara de la paciente de duda añadió -. Algo que yo llamo un bucle físico.

-¿Y qué se supone que es eso?

-Usted cree que está bien, su cuerpo la hace creer que está bien, incluso su pensamiento. Pero su mente no.

Kiara cruzó las piernas y se mordió las uñas.

-No lo entiendo.

-Su mente está atascada, por así decirlo, en ese espacio temporal que le causó tanto estrés emocional. Es una forma que tiene el subconsciente de afrontar una situación que simplemente sobrepasa su límite de tolerancia. Esta reviviendo, sin saberlo, una y otra vez lo sucedido.

Kiara frunció el entrecejo.

-¿Me está diciendo que mi comportamiento se debe a una simple rabieta de mi subconsciente?

-Algo así.

-Ya, ¿y cuándo piensa dejar que me vaya? Darme el alta, o lo que sea que hagan aquí.

-Bueno, eso no es decisión mía, sino de su padre.

Kiara se cruzó de brazos.

-Debe de ser una broma. ¡No puedo estar más tiempo sin fumar! ¡Me siento mal aquí dentro! Hay locos por todas partes, mujeres que buscan bebés, hombres que dicen ver espíritus y una abuela que corre detrás del Conejo Blanco de Alicia. Usted mismo lo ha dicho, yo no estoy loca.

-Pero su padre así lo cree, y es la única opinión que cuenta, ¿no cree?

-Entonces negocie conmigo. No sé cuánto le paga Rhett, pero yo puedo pagarle el doble.

El doctor de levantó y cogió su libreta dispuesto a marcharse por la puerta.

-Le recomiendo, Kiara, que intente tranquilizarse y hacer su estancia en el centro lo más llevadera posible. Usted no está loca y ambos lo sabemos, pero nadie a excepción de su padre puede sacarla de aquí. Usted misma se declaró incapacitada ante un abogado, ¿recuerda? Ni León, ni sus amigos, ni el mismísimo señor Capobianco podrían hacer algo por usted en estos momentos. Cálmese, señorita Capaldi, deje que su mente se relaje y con un poco de suerte, dentro de un par de meses podrá volver a casa.

Sé que me he pasado un poco del plazo de viernes, lo siento pero me he puesto muy tarde a escribir T.T Os he dejado aquí arriba una canción de Marina and the Diamonds y una imagen de Kiara. Espero que os haya gustado el capítulo y que tengáis todos un fin de semana genial. ¡Un beso! ^.^

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