– El tratamiento ha funcionado.– dijo felizmente el doctor que había venido a examinarme una vez más. – El veneno finalmente dejo todo su sistema.
– ¿Eso quiere decir que pronto podré salir de aquí?– pregunté felizmente
– Así es.
– Aún cuando ya te recuperes, no es buena idea que te marches a otro lugar.– recalcó Gaara. –Bien puedes quedarte aquí en Sunagakure.
– En todo caso si te marchas te expones a sufrir nuevamente otro accidente. – enfatizó Temari – Y esta vez creo que no correrías con tanta suerte de que alguien te encuentre.
– Ya lo entendí.– dije nerviosa. – No hace falta que me recuerdes que soy torpe.
– No era por eso.– dijo Kankuro. – Se refería a que tienes que cuidarte mejor, estar más atenta a tus alrededores.
– Sí, entiendo, entiendo.
No puedo evitar sentirme incómoda al poder notar la cercanía de los hermanos de Gaara. Es como si de alguna forma quisieran mostrar simpatía hacia mi.
No me molesta, pero sí me parece extraño.
– Gaara, Temari, Kankuro vengan conmigo.– aviso un Jōnin asomándose levemente en la puerta y después de eso se marchó sin decir nada más.
– Nos tenemos que ir, pero regresaremos al medio día.
Asentí, ellos no dijeron nada más y se marcharon, fue en ese momento que mi estómago rugió.
– Disculpe, ¿Puedo almorzar?– pregunté avergonzada al doctor.
– Por supuesto. – dijo y anoto algo en unos papeles que tenía en sus manos. – En unos momentos traerán el almuerzo.
– Muchas gracias.
Cuando finalmente me quedé sola, el silencio me abrazo como anteriormente lo hacía cuando mi padre se iba a trabajar y yo me quedaba sola dentro de cuatro paredes.
No puedo cantar victoria todavía, sé que a nadie le importa que mi alma se deshaga miles de veces por culpa de este dolor que me persigue.
Estoy al borde de un precipicio, lista para dar un salto y caer. No tenía a muchas personas de mi lado y aquellas que creí por un momento serían un pilar para mí, me dieron la espalda.
Pero recordé a Gaara y por eso ahora veo un leve rayo se esperanza, antes de que la tormenta esté sobre mi por mucho tiempo...
Levanté la mirada, no sabía cuánto había pasado pero escuché que alguien se acercaba.
– Escuché que Temari-san y Kankuro-san serán los instructores en el nuevo programa de entrenamiento Ninja.
– ¿En serio? Que alegría, pero espero que Gaara no esté con ellos.
– Mala suerte. Escuché que él también iba a ser un instructor.
– ¡Que terrible!
– Le diré a mi hijo que se aleje totalmente de él.
La puerta de mi habitación se abrió y unas mujeres entraron dejando sobre mi cama una bandeja donde estaba un plato de comida y un vaso de té.
– Vendremos después para recoger esto y traerte tu ropa para que te vistas.
– Sí, el doctor dijo que hoy te dará de alta.
– Gracias... – agradecí por su amabilidad. – ... Por ser tan buenas personas conmigo.
– Temari-san y Kankuro-san fueron claros al decirnos cómo tratarte.
– Si hubieras sido solo recomendación de alguien otra cosa muy diferente sería.
Me di cuenta de sus intenciones, sonreí falsamente hacia ellas, pero al parecer no se dieron cuenta de eso y salieron de mi habitación, aún así no se callaron y siguieron con su charla anterior.
– Les daré un consejo a mis hijos: "Nunca debes hacer enojar a Gaara, si lo provocas puede ser que destruya la aldea".
– Es un gran consejo.
Después el silencio volvió a aparecer, es increíble como la gente trata a Gaara de esa manera. ¿Es posible que por esa razón Gaara y yo nos llevemos bien? Al parecer ninguno de los dos es aceptado por la gente que uno conoce.
Referente a eso, Ikari y Sadashi no creo que den con este lugar o por lo menos dudo mucho que imaginen que estoy aquí. Me levanté de la cama y cheque mi mochila, aún sin encontrar el cactus aquí, me di cuenta que si estaba el pergamino. No sabía que contenía dentro y tenía mucha curiosidad por averiguarlo, pero en lugar de eso lo guarde dentro de mi manga, para evitar que cayera la até a mi brazo con un trozo de la manta que rescaté de mi casa. No sé porqué, pero siento que es muy importante como para dejarlo a simple vista. Me di cuenta que tenía suerte de que la manga era algo ancha lo que me permitía esconder bien ese pergamino.
Me devolví a la cama para finalmente comer.
– ¿Puedo hablar contigo?– me sorprendió que Gaara entró de la nada, sobre todo porque había empujado la puerta cruelmente que incluso cuando está chocó con la pared y se hizo una pequeña grieta.
– Sí.– respondí dejando mi comida de lado. Mi estómago tenía que esperar. – ¿Ocurre algo malo?
Sin decir nada dejó caer sobre mi cama unos documentos y después comenzó a cuestionar.
– ¿Puedo confiar en ti?
Esa pregunta es algo extraña. Llevamos varios meses conociéndonos y llegado a este punto puedo decir que él es la única persona que confío.
Imaginaba que lo mismo ocurría con él.
– Sí, Gaara. Puedes confiar plenamente en mi.
– Y... ¿Crees que tú padre era una buena persona?
Esa pregunta me dolió. Claro que mi padre Fudo era una buena persona, jamás había tenido dudas al respecto de eso. Nunca se metió en problemas y me permitió tener una vida tranquila hasta su trágica muerte.
– Gaara...– él me miró cuando le hable y cuando lo hizo sentí en su mirada que de alguna forma él estaba molesto conmigo. – ¿Por que me estás cuestionando sobre mi difunto padre?
– Tú deberías saberlo.
No entendí a qué se refería y mire los papeles que él había dejado caer en mi cama. Había información mía junto un retrato dibujado.
¡¿Tan rápido se esparció está mentira?!
Era una completa falsedad todo esto que estaba escrito; robos, intentó de asesinato hacia personas que nunca he conocido, intento de destrucción para diferentes aldeas, asesinatos de pueblos pequeños... Inclusive aquí marca que hay varios testigos que me tachan de criminal.
– La información llegó está mañana.
– Gaara, acaso...– sentí que está vez estaba completamente rodeada de desgracias. –¿Estás desconfiando de mi?
Él no contestó y ahora esa mirada que hace unos momentos me brindaba apoyo... me miraban con completa decepción.
– No lo puedo creer.– dije sorprendida. Hace unos momentos estaba pensando en lo cercanos que éramos, en todo lo que podíamos compartir de ahora en adelante.
Pero solo fue eso, pensamientos vacíos que no era más que imaginaciones que creí se podrían complir.
Detrás de Gaara aparecieron Temari y Kankuro, pero no venían solo ellos dos, venían acompañados con dos Jōnin más.
– ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren aquí?
Ambos Jōnin se comenzaron a acercar, me asusté por lo que pudiera pasar, así que trate de tomar mi katana, pero fue como si está hubiera cobrado vida, salió volando por los aires y aterrizó en las manos de Kankuro.
No entendía que pasaba aquí. De repente sentí un golpe en mi frente y por muy raro que suene, después de eso sentí que la fuerza, que me permitiría por lo menos escapar o defenderme un poco, desapareció.
Los Jōnin me tomaron de los brazos y comenzaron a arrastrarme a otro lugar.
– ¡No! ¡Esperen! ¡Gaara tú me conoces!
Él ni siquiera me volteó a ver.
– ¡Gaara tú sabes que la que describen ahí no soy yo! ¡Tienes que escucharme!
Ni Temari ni Kankuro dijeron nada, jamás espere nada de ellos, pero pensé que por misericordia dirían algo para que esto no terminará así.
– ¡Gaaraaaaaaaa! – grité aunque me oyera cualquier persona, no me importo llamar la atención, lo último que vi fue a él derramar una lágrima y pronto la puerta se cerró sin dejarme verlo más.