Obstinado poder © (Markov I)

By justlivewithpau

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Un matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambien... More

Presentación
Obstinado poder
Sinopsis
Parte I
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Parte II
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Nota final

Capítulo 20

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By justlivewithpau

Laisha parecía tener todo en orden, menos a Elliot, quien no había dejado de llorar desde que su padre lo dejó en su cuna y se marchó a ese supuesto viaje. Por su parte Eleanor contemplaba desde el umbral de la puerta la poca habilidad que tenía esa pobre mujer para atender al bebé, y no era que ella fuese muy profesional, jamás cambió un pañal, pero era claro que Elliot no estaba cómodo.

—Tal vez si intentara sacarlo de su cama —sugirió por encima de los llantos incontrolados.

—Es muy temprano para levantarlo, no entiendo por qué se ha despertado a estas horas.

—Puede ser que extrañe a su padre —añadió fingiendo que ella no lo hacía, porque vaya que esa inmensa cama con uno solo era un refrigerador, y mas su cabeza que no paraba de maquinar si se había ido con esa mujer dueña del perfume.

—Elliot es muy pegado a él.

—¿Y su madre? —se atrevió a preguntar.

Laisha carraspeó tirando de su corto cabello hacia atrás nerviosa.

—A esa más vale ni nombrarla —rechistó sacudiendo su cabeza —. Iré a calentar su biberón, no tardo.

Eleanor asintió aun sumida en su respuesta y le permitió pasar.

Elliot tenía nueve meses, eso quería decir que no hace mucho Emilio y la madre estuvieron juntos, quizá hasta la acompañó en todo el embarazo, pero ¿Por qué él tenía al niño? ¿Por qué siendo tan pequeño no estaba con su madre? ¿Acaso no era una buena mujer o él se lo arrebató? Esa última le daba más escalofríos, porque era consciente que Emilio con todo su poderío sería capaz de eso y mucho más.

Ni siquiera se dio cuenta que ya se hallaba contra la cuna, sintiendo aquellos pequeños ojos azules clavados en ella llenos de curiosidad. Eleanor le sonrió cálidamente, sin saber qué hacer, pero sus manos ansiaban sostenerlo.

Miró hacia la puerta, no había nadie. Enzo y Ethan se habían ido temprano junto a su padre a sus respectivos colegios, solo eran Laisha y ella.

Así que lo hizo, con sumo cuidado lo levantó en brazos mientras el llanto no cesaba y él movía sus piernas en el aire. Dios, era más pequeño de lo que imaginó.

El olor de su ropa y su cabello era una de las fragancias más dulces que llegó a conocer. Elliot dejó su mano en el hombro de esa mujer y con su dedo en la boca miró por toda su habitación en busca de algo.

Aun embelesada por lo que había hecho, y porque el llanto ya no estaba, Eleanor siguió su mirada hasta dar con su chupete encima del mueble. Se acercó para dárselo y eso bastó para que ese bebé pestañara y el resto de lágrimas cayera por sus regordetas mejillas.

Era impresionante verlo de tan cerca. No había otra comparación, y no hacía falta conocer quién era su madre, para darse cuenta que ese niño era el calco de Emilio, incluso se parecía mas a él que el mismísimo Ethan.

—Señora —murmuró Laisha sorprendida, pero más que nada preocupada —. No puede estar con el bebé.

—¿Cuál es el motivo? —arqueó una ceja balanceándose con Elliot buscando que no volviera a llorar. Demasiado tranquilo estaba jugando con el collar de esa castaña.

—El señor ha dado la orden de que así sea —admitió apenada.

—¿Cuál es el motivo de que no pueda acercarme? —reiteró su pregunta que requería otra clase de respuesta.

Laisha se acercó con el biberón lista para sacar a Elliot de los brazos de Eleanor, pero esa mujer no iba a permitir que la trataran como alguien capaz de atacar unos niños. Si bien con Ethan era una batalla campal, con ese bebé todo era muy distinto, y no iba a dejarlo llorar o no atenderlo si podía hacerlo mientras estuviese en esa casa.

No es que se haría cargo de ellos, pero mientras su padre estuviese de viaje, darle el biberón y atender a ese bebé no significaba un problema. Luego que se hiciera cargo él, y al diablo con sus órdenes, que siguiera con su amante.

—Ninguna mujer puede hacerlo, únicamente me lo permite por los años que hace trabajo aquí.

—No te meterás en problemas por esto, total...si siempre terminamos discutiendo —musitó resignada a cualquier orden o mandato que viniera de su esposo.

—Pero con Elliot es diferente el cuidado —insistió.

—No se me caerá, o atentaré contra él si eso es lo que te preocupa —refutó queriendo decirle que los de los malos tratos eran Emilio y sus hermanos.

—No estoy acusándola de nada, señora, solo hago mi trabajo y con el bebé es mucho más exigente su padre —explicó resoplando.

—¿Tiene que ver con la madre de Elliot? —frunció el ceño sujetando el biberón. Iba a aprender tanto esa mañana junto a esa mujer y ese niño que no le abrumaba la sola idea de tener que repetirlo durante esos tres días.

Laisha asintió mientras le acercaba la silla que siempre Emilio usaba para hamacar a su hijo.

—No era una buena mujer, y es por eso que el señor no permite que nadie lo toque, además de sus hermanos —mencionó cortante.

Eleanor supo que no diría más, porque cuando la ayudó a sentarse y sujetar el biberón, Laisha se marchó de la habitación. Cada cosa que escuchaba de esa familia le ponía los pelos de punta, y la curiosidad de saber qué fue lo que ocurrió con la madre de ese niño se instaló en su mente.

¿Sería Dasha? ¿La mujer de la que hablaban Emilio y Sebastián?

Tenía que meterse a investigar cuanto antes, aprovechar la oportunidad de que Emilio no estuviese por unos días y donde lograría respirar con normalidad, y comenzar la recolección de información.

Quizá empezar por el despacho en esa casa...

Se enfocó en lo que estaba haciendo, en su brazo bajo la cabeza de Elliot y el biberón que ya él empujaba con una de sus manos para que se lo diera. Y mientras él se alimentaba, sujetó de nuevo el collar de Eleanor moviéndolo hacia todos lados.

Sonrió divertida por el roce de sus pequeños dedos en su cadena, o de aquellos ojazos azules que comenzaban a cerrarse producto del sueño. Lo contempló dormirse de a poco sin dejar el biberón de lado, respirar con lentitud y su mano quedar enganchada de su collar en un gesto tan tierno que debatió si pararse ahora que había terminado el biberón, y arriesgarse a despertarlo.

Se quedó donde estaba, tan solo levantándolo un poco para acomodarlo mejor, y empezó a mecerse en la silla, desconociendo ese latido apaciguado en su pecho, esa sensación de calma que Elliot le transmitía como si todo estuviese en orden, y aunque no lo estaba, ese momento de hacerlo dormir al menos sí.

🖤🖤🖤

—Es un maravilloso jardín el que tienen.

—No puedo creer la cantidad de jazmines. Es tu flor favorita, cariño —curioseó Mary mientras bebían el té en medio del jardín.

—Supongo que sí. —Eleanor alzó sus hombros sin saber mucho qué decir, no entraría en detalles de que ahora esa casa olía a jazmines, así como también su oficina. Que Emilio diera la orden de que pusieran en el jardín tantas plantas solo la aterrorizaba más. Algo le decía que vendría una bomba hacia ella y no sería capaz de evitarla.

—¿Qué tal está marchando tu trabajo, hija?

Su madre la miró por encima de sus gafas de sol con ímpetu.

—Lorenzo y Caroline se ocupan de nuestros clientes, mientras yo trato de abarcar todo lo que debemos hacer en la empresa de Emilio.

—Oh, hablando de tu esposo, ¿Dónde está? —insistió Claudia con esa mirada empalagosa cada vez que el tema de Emilio salía a colación.

Ojalá pudiera saberlo.

Nueva York, viaje de negocios —asintió secamente.

O de aventuras con su amante.

Su mano empezó a apretar la taza violentamente. Carajo, cada vez que lo imaginaba no podía controlarse.

—Es una buena oportunidad para que comiences a afianzar el vínculo con sus hijos. —La mano de su madre apoyada en su brazo le daba fuerzas, fuerzas que debería de juntar para compartir mesa con esos tres chiquillos hasta que su padre regresara, sobre todo ese segundo día en donde hizo lo mismo que la mañana de ayer; atender a Elliot pese a las advertencias de Laisha.

—Es lo que hago, madre, no puedo lograrlo de la noche a la mañana —aclaró fijando su atención en el inmenso ventanal trasero de la casa.

Tampoco es como si su esposo se lo permitiera, o que ellos mismos lo hicieran.

—Los niños son un acertijo, debes tenerles paciencia, pero verás que luego no te los sacarás de encima —aludió Mary entre risas tirando su cabeza hacia atrás.

Si supieran que eran ellos que la querían sacar de encima, sobre todo Ethan que en la primera cena que compartieron sin su padre ayer, no dejaba de mirarla con recelo y hacer historias de que esa casa estaba embrujada. Algo que Eleanor no deseaba creer pero que en el fondo lo hacía, con la cantidad de años encima que llevaba esa mansión y los detalles que daba Ethan, debía ser cierto. El relato había sido sorprendente.

—Aquí vivió una mujer que lloraba todos los días luego de que su esposo asesinará a su hija arrancándole su cabeza —relató pasando su mano por su cuello en la demostración de un cuchillo.

Elliot lo observaba con curiosidad mientras que Enzo solo tecleaba en su teléfono, sin embargo, Eleanor se le había ido hasta el apetito.

—Llora todos los viernes frente al cuarto que era de su hija, el que ahora es el despacho de papá.

—¿Crees que podamos ir al casino de tu esposo? Bueno, el tuyo —su madre la trajo de vuelta a la realidad. Eleanor no se había percatado que llevaba rato observando la ventana del despacho de Emilio.

Hoy era viernes, y el diablillo de Ethan logró su cometido. Pero es que tenía que ser verdad, de la forma en la que lo contó no pudo habérselo inventando con seis años. ¿Qué tal si Emilio estaba al tanto de esa historia? Todavía no sabía cómo haría para dormir sabiendo que ese mismo día podía sentir cualquier ruido extraño.

—Sabes que puedes entrar cuando gustes, mamá, no hace falta que preguntes.

🖤🖤🖤

Ya era de noche. Ya Eleanor se había metido al despacho luego de haber dejado a Elliot durmiendo, dispuesta a poner en marcha la primera búsqueda que pudiera indicarle algo de la vida de su esposo, algo que tuviera que ver con Dasha.

De por si sería una tarea difícil, el lugar era inmenso, con muebles de un fuerte roble y un gigante cuadro colgado frente al escritorio con los tres hijos de Emilio en él. Aun sin estar ese hombre ahí era capaz de sentir su presencia, casi como sentirse observada, y eso solo hizo que se sobara los brazos ante un repentino escalofrió.

Comenzó por los cajones de su escritorio. Papeles y carpetas sobre Markov Industries que en una rápida ojeada solo encontró los registros de los ingresos mensuales. Luego se acercó a la inmensa biblioteca que yacía a la derecha del escritorio. Libros y más libros de economía, finanzas e historia que no le servirían para lo que ella buscaba.

Así llevó más de media hora, entre cajones, estantes de todos los muebles de ese despacho, siendo meticulosa de dejar todo en su lugar, sin alterar los adornos.

Nada, ni una sola foto de esa mujer, tampoco papeles importantes o algún álbum familiar que la asociara. Emilio no sería tan imbécil de dejar su despacho abierto sabiendo que ella iba a ingresar y hacer de las suyas.

—Dónde, dónde —murmuró sentada en esa silla de un refinado cuero. Moviéndose de lado a lado repasó el recinto una y otra vez buscando detalles que se le hubieran pasado por alto. Finalmente dio con una caja discreta que pasaba por el lomo de un libro en medio de las estanterías.

Se puso de pie dispuesta a saciar su curiosidad. Sus manos hormigueaban y su estómago se revolvía de solo saber que podría dar con algo importante. Era pura adrenalina, y sus dedos temblorosos no dudaron de sacarla del estante y abrir la tapa.

Fotos viejas, eso era lo que escondía esa caja. Confundida por lo que veía empezó a observarlas con atención distinguiendo a Emilio años atrás junto a otro hombre mayor a su lado, y algunas en las que parecían ser sus hermanos de pequeños. Por las manchas de humedad y de sol, tendrían que haber sido recuperadas hace poco.

—Ni que fueras tan simpático —ironizó al verlo sonreír en otra foto esta vez solo. Dios, no podía negar que el muy maldito era encantador cuando sonreía. Seguro que en su juventud logró hechizar a cualquiera con esa mueca.

Dio vuelta la foto solo porque sintió la necesidad de conocer la fecha y deleitarse en un Emilio en plena juventud.

"Algún día nuestros futuros hijos verán el verdadero hombre que eres, feliz, risueño, tierno...mío.

                                       Dasha (2005) Kazán, Rusia"

Eleanor no movió siquiera un músculo, tampoco sus ojos dejaban de leer aquella oración. Su respiración enlentecida víctima del impacto de saber que no podía ser otra persona que la madre de sus hijos de quien hablaban con Sebastián.

¿Acaso fue a buscarla a Nueva York? ¿Ella era la dueña del perfume? ¿Por qué carajos estaba casado si buscaba a la madre de sus hijos, a quien posiblemente fue su verdadero amor?

¿Y por qué demonios le importaba si fue su verdadero o no?

Resopló cabreada ante el rumbo de sus teorías y siguió mirando las fotos, esta vez en busca del rostro de esa mujer. Tenía que conocerla, algo en su ser le exigía que le pusiera una cara a su competencia...¡Competencia nada!

Metió las fotos de sopetón en la caja deseando no haberse entrometido en eso, ni siquiera haberlo visto sonreír tan sincero, de una forma única hacia otra mujer con la que compartió más de diez años según la fecha de la foto.

Llantos. De pronto escuchó llantos por el pasillo del despacho y las habitaciones. Salió de allí dirigiéndose a la habitación de Elliot sabiendo que ya estaría despierto con un poco de hambre. Pero los llantos no venían de ese lugar, pues el bebé dormía plácidamente dándole la espalda a la puerta.

No.

No.

Eleanor giró su rostro observando la oscuridad del largo pasillo que culminaba en el balcón. Los llantos venían desde ahí o ella estaba volviéndose loca entre tanta soledad de esa casa. Tiró sus hombros hacia atrás carraspeando ligeramente recordándose a si misma que esas cosas no existían, que si Ethan lo dijo fue solo para asustarla. Pero los sollozos se oían, y su habitación quedaba a mitad del pasillo, ¿Cómo haría para juntar la valentía?

—Dios santo —rogó en silencio mirando la cama de Ethan quien descansaba con sus pies por fuera de la sábana sin preocuparse de que su maldito fantasma andaba en la casa.

Cerró la puerta con cautela y cubrió sus oídos pretendiendo enfrentar ese lúgubre pasillo que parecía no tener fin. Debía ser producto de su imaginación, del cansancio de haber trabajado y luego soportar las preguntas de su madre y sus amigas sobre la farsa de su matrimonio.

Ahora eran gritos, gritos reales mezclados con lamentos que la hicieron trotar hacia su habitación y cerrar la puerta a su espalda pasando la llave con rapidez. Tal vez era algo irónico comparado con las habilidades que podría llegar a tener un fantasma, pero prefería creer que estaba a salvo de cualquier cuento que saliera de Ethan.

Eran las tres de la mañana cuando esa castaña se despertó sentándose en la cama de golpe ante los gritos que oía. Llevó su mano a su pecho encontrando su piel fría, casi que helada.

—No, no...—se lamentó al oír a alguien correr en el pasillo —. ¡Quiero irme de esta casa, por favor! —lloriqueó tirando su cabello hacia atrás nerviosa —. Es una pesadilla, Eleanor, es una pesadilla y estás cansada —comenzó a repetirse, pero no bastó.

Hizo lo primero que se le pasó por la cabeza, y quizá lo que no debería hacer a esas altas horas.

Eleanor —atendió Emilio al segundo tono.

Su voz cargada de expectativa, como si estuviese esperando que le diera una mala noticia, no la ayudó a tranquilizarse.

—Hay un maldito espíritu en esta casa.

¿Qué?

—Escucho pasos y gritos por el pasillo hace horas. Ethan dijo algo de que una mujer llora la muerte de su hija y es ella, Emilio, tiene que ser ella —resopló apretando las sábanas contra su cuerpo. La luz de la mesilla apenas era capaz de iluminar parte de la habitación.

Es plena madrugada, me llamas porque tienes miedo de una historia que ha dicho mi hijo de seis años, Eleanor —refutó resignado dando por sentado que había interrumpido sus planes.

Oh, pero aquello junto a la foto que descubrió, más el espíritu lloriqueando que no la dejaba dormir, y ella llena de miedo, fue la gota que rebasó el vaso.

—Disculpa que te haya cortado el encuentro con tu amante, pero no pienso quedarme otra noche en esta casa sabiendo que ocurren cosas paranormales —farfulló entre dientes.

Emilio no respondió por largos segundos.

La que no es normal eres tú creyéndole una historia de terror a un niño.

—¿Cómo sabes que no es cierto si no has escuchado lo que yo si he escuchado? ¡Eh! —bramó cabreada de que no le creyera, y sobre todo de que no negara su encuentro con alguien mas

¿Qué tal si era Dasha?

"Feliz, risueño, mío"

Mierda.

Le pediré a Alek que revise la casa, en caso de encontrar al espíritu le pediré que acabe con él.

—No creo que Alek pueda...oh, estás tomándome el pelo —demandó levantándose de la cama.

—Duérmete de una vez.

—Ahora veo luces por debajo de la puerta —susurró asustada caminando descalza hacia todos lados.

Tengo trabajo que hacer, Eleanor, llama si es algo importante, no tengo tiempo para leerte un cuento y hacer que te duermas —espetó de mala manera pretendiendo cortar la llamada.

—¡Pero es cierto!

—A la cama, y duerme.

—¿Que harás tú? o mejor ¿Qué haces despierto? —cuestionó pretendiendo saciar su curiosidad, esa que quemaba.

¿A qué viene esa pregunta? —mencionó altanero.

—¿A qué viene el perfume que traes impregnado casi todas las noches?

Seguimos con el mismo asunto —chasqueó su lengua cabreado —. Infórmame si ha pasado algo con mis hijos, buenas noches.

—¡No lo niegas, imbécil! —gritó lanzando el primer almohadón que encontró a los pies de la cama contra la puerta. Se desconocía completamente, así como el enojo de imaginar que cortaría la línea solo para acurrucarse a otra mujer, a alguien quien no le daría la espalda como a ella sí.

Muy bien, ya es hora de que vaya tomando cartas en el asunto de terminar insultándome o acusándome sin pruebas, así que aquí va el primer castigo para que veas que hablo en serio, Eleanor —bramó seriamente haciéndola tragar duro —. Ve sacándote ese pijama.

—N-no —balbuceó retrocediendo inconscientemente.

Es lo que quieres ¿No? Sácate el pijama o terminaré arrancándotelo yo mismo, y créeme que tendrás que comprarte otro —advirtió severo.

—Dije que no —repitió sintiendo sus piernas temblar de solo imaginarlo. Incluso sus senos dolían. Carajo.

Me dirás de frente de qué mujer hablas, dónde me encuentro con ella, y cada detalle, porque supongo que tienes más que un simple perfume para acusarme. Quién sabe si esa fragancia no es tuya, milaya —comentó mofándose de ella, pero de una manera macabra que siempre lo dejaría en ventaja.

—No uso perfumes baratos —discrepó con un deje de arrogancia que causó una ronca risa en Emilio.

Quítate el pijama.

—¡Vete a la mierda!

La puerta de la habitación se abrió de golpe haciéndola pegar un salto y tirar el teléfono a la cama ante el susto.

Con sus botas negras, su camisa del mismo color y su saco a juego, Emilio cubría la puerta con esa inmensa figura y buen porte. Su lasciva y oscura mirada recaía sobre ella, desde sus piernas torneadas, pasando por la falda de su camisón verde hasta el valle de sus senos y las tiras que resbalaban por sus hombros.

Fueron escasos segundos para que ambos se vieran como la presa que deseaban cazar, y aquello mezclado con la rabia que cada uno sentía por diferentes motivos, intensificaba el martirio. Pudo ver sus manos manchadas de sangre, y cuando él jugó con los enormes anillos de sus dedos, supo que lo morboso de su cabeza crecían aterrorizándola.

—No volverías hasta mañana —alcanzó a decir en un hilo de voz.

—¿Por qué sigues vestida? —inquirió pasando su mano por su barba sin dejar de observarla —. El pijama al suelo, Eleanor, y tú en la cama. Ahora —decretó encendiendo un cigarrillo.










Bueno, no es novedad que les diga lo que se viene el próximo porque ya pueden deducirlo 🙈🥵.

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