Aquella mañana todo se había quedado en silencio. Los chicos se habían marchado en la madrugada en compañía del Duende, además Luna y Dean fueron llevados a la sede de la Orden del Fénix mientras buscaban otra manera de protegerlos y ver si estaban sanos y salvos en sus hogares, así que aquel silencio que antes había sido genial, ahora era deprimente. Clarisse se había acostumbrado tanto a la compañía de los demás que se sentía bastante triste de no tener a nadie ahí.
Estaba William, por supuesto, pero ambos seguían distantes. En ese momento no tenía ninguna alternativa más que hablar con él al respecto. Habían dormido en la misma habitación y en la misma cama, pero la distancia era notoria. Con anterioridad habían dormido abrazados y dándose calor mutuamente, pero en ese momento cada quien tenía su lado.
—¿Estás lista para hablar? —Bill le comentó, sentado a la orilla de la cama. Estaba nervioso, ya que movía una pierna de un lado a otro.
—No lo estoy, pero es mejor hablarlo de una vez por todas —Clarisse respondió mientras miraba sus manos encima de su regazo.
Ambos se quedaron en completo silencio, pues no sabían por donde comenzar. Había tanto por decir de parte de Bill y tan poco por parte de Clarisse que solo hacía que aquella charla se volviera incómoda y fría.
—¿Cómo te sientes? —Bill decidió comenzar después de unos minutos.
Clarisse suspiró ruidosamente— supongo que eso cuenta como respuesta.
—Estás en lo correcto —Clarisse respondió aún sin mirarlo.
—Aún así me gustaría saber lo qué pasa por tu cabeza. Se que no dices todo lo que piensas —Bill le dijo.
—¿Quieres que te diga lo que quieres escuchar, o simplemente que sea sincera contigo? —Clarisse respondió con pesar.
—Quiero tu completa sinceridad, no importa que eso no sea lo que quiero escuchar —Bill la miró, acomodando su postura para quedar frente a frente con Clarisse.
—Tengo miles de emociones sobre todo esto, pero hay solo tres que sé identificar —Clarisse se aclaró la garganta— estoy triste, decepcionada y agotada.
—¿Agotada? —Bill no se esperaba aquello.
—Si, como lo oyes. No puedo fingir más que no me importa y que no me duele toda esta situación —Clarisse volvió a suspirar, aunque aquella vez si se animó a mirarlo a los ojos por primera vez en días— nada está bien ya.
—Sabes que cuando una persona se enoja dice cosas que no quiere, más bien las primeras cosas que se vienen a la mente —Bill respondió, intentado dar a entender su comentario.
—No, eso no es cierto. Cuando una persona se enoja solo habla de más con sinceridad —Clarisse se alteró un poco, pero de inmediato se tranquilizó— solo dijiste lo que sentías y lo que pensabas.
—Clarisse... tú sabes muy bien que te amo —Bill hizo una mueca.
—Pero a veces el amor no es suficiente —ese comentario hizo que Bill apretara los labios con fuerza.
—¿Por qué me estás diciendo todo esto? —Bill la miro fijamente. Tenía los ojos oscuros.
—Tú bien sabes que aunque esté furiosa contigo jamás te diría algo así...
—Yo se que jamás lo harías, Clarie —Bill la interrumpió, pero Clarisse levantó una mano en señal de que quería continuar con lo que estaba diciendo.
—Pienso que ese comentario me hizo pensar diferente sobre el matrimonio. A lo mejor los apresuramos mucho a las cosas y según lo que me habías contado antes de que fuéramos algo el matrimonio te asustaba —Clarisse recordó— no estabas listo para un compromiso así.
—No es lo que tú piensas, Clarisse. No te miento que antes era una persona completamente diferente a la que soy ahora y todo es gracias a ti —Bill habló con rapidez.
—Lo sé, pero eso no significa que el matrimonio sea lo tuyo. Ninguno nace con el conocimiento de estar casado, si, pero tus acciones y ese comentario solo demuestran que estoy en lo correcto.
—¿A que quieres llegar con todo esto? —Bill le preguntó, esperando que Clarisse no estuviera diciendo lo que él imaginaba.
—Me gustaría que nos diéramos un tiempo. Nos vendría genial a ambos —Clarisse dijo con dolor.
—¿Entonces quieres terminar nuestra relación? —Bill respondió. Sus ojos demostraban todas los sentimientos que tenía en ese instante.
—Solo nos daremos un tiempo para pensar mejor las cosas, para ver qué es lo que queremos. Créeme que no lo hago por mi, lo hago por ti... jamás quise atarte a mi —Clarisse bajo la cabeza para que Bill no la viera a punto de llorar. Se quedó unos segundos en silencio, pestañeando constantemente para hacer que las lágrimas acumuladas en sus ojos volvieran a su lugar, después de eso prosiguió— y creo que esto te servirá para saber si realmente quieres continuar con todo lo que tenemos.
—¿Estuviste pensando esto por mucho tiempo? —Bill le preguntó calmado, aunque por dentro se moría de dolor.
—Desde que discutimos. Creo que la situación en la que estábamos allá afuera no nos ayuda de mucho tampoco. —Clarisse carraspeó un poco para aclarar su garganta— pero como ya sabes, esto no es por falta de amor, al contrario... te amo más que a nada, pero a veces eso no es suficiente para mantener una relación sana.
—Lo siento tanto por hacerte sentir de esta manera, Clarie. Me mata al fin saber qué pasa por tu mente después de la estupidez que dije aquel día, pero entiendo por completo. Fui un idiota. —Bill se frotó el rostro con ambas manos bastante fuerte, así que su rostro quedó rojo por unos segundos— aceptaré el tiempo que me estás pidiendo, pero quiero que sepas que no me rendiré contigo. Seguiré peleando por ti hasta el momento en que me perdones o hasta el momento en que dejes de sentir algo por mi.
—Te lo agradezco mucho, William —Clarisse miro sus manos una última vez y con las piernas temblorosas se puso de pie. Bill no dudó ni un segundo en hacer lo mismo que ella.
—Empacaré mis cosas —Bill comentó en voz baja, pues tenia un enorme nudo en la garganta.
—No es necesario, tú puedes quedarte aquí —Clarisse respondió de la misma manera que lo hizo Bill.
—Esta es tu casa, es solo para ti —Bill respondió, pero Clarisse fue la que lo interrumpió en esa ocasión.
—Necesito un tiempo fuera de aquí —Clarisse respondió con pesadez.
Bill se quedó en completo silencio, viendo como su enorme error hizo que pasara todo eso. Posiblemente su matrimonio estaba a punto de terminarse y estaba dejando ir al amor de su vida por pensar solo en sí mismo. Sabía que Clarisse estaba protegiéndolo y que tenía información muy confidencial, pero él tuvo que arruinar todo por sobreprotector. Se sentía impotente al no poder hacer nada más mientras veía a su esposa empacando una maleta con sus cosas más importantes.
—Se que esto nos servirá a ambos para pensar mucho mejor. Sabía que con lo incómodos que estamos las cosas se pondrían peores, así que esto es necesario para sanar —Clarisse le dijo en voz baja, pero aún así sabía que Bill podía escucharla a la perfección.
—Lo entiendo —Bill respondió.
Clarisse no sabía que más decir, así que tomó sus cosas y comenzó a caminar para salir de casa. Bill caminaba con pasos pesados detrás de ella. Una vez que estuvo a punto de salir por la puerta principal, sintió como los grandes brazos de Bill la abrazaban por detrás.
—Cuídate mucho, por favor —Bill susurro en su oído. Clarisse solo se estremeció. A pesar de que estaban en un mal momento, William seguía haciéndola sentir genial.
—Lo haré, aunque también debes hacerlo tú. No olvides comer y dormir bien —Clarisse respondió, respondo hondo para quedarse con el aroma de Bill.
—Lo haré.
Ambos se quedaron así unos segundos más hasta que Bill le dio un beso en la nuca. Su aliento era caliente. Todo estaba sucediendo como Clarisse quería que pasara, hasta que sintió una tibia lágrima deslizarse por su oreja. Tenía que marcharse en ese momento.
—Espero que nos veamos pronto. Estaré pendiente de ti aunque no estemos juntos por el momento —Clarisse le comentó, dándole un apretón de manos mientras se zafaba de entre sus brazos. No podía más.
Antes de que Bill le dijera algo más, ella se largo a correr. No quería saber más de nada, no quería arrepentirse de la decisión tan difícil que estaba tomando. Sabía que aquello beneficiaría a William y a ella aunque no lo quisiera admitir.
Había escuchado que el primer año de matrimonio era el más difícil, pero no pensó que tanto.
Había pensado en recoger a su perro de casa de los Weasley, pero no quería que nadie sospechara nada. Sería bastante obvio que algo malo había pasado entre ellos y no quería responder preguntas. Solo pensaba en su lugar seguro, en la cabaña de su abuelo, así que cuando menos lo pensó ya se encontraba frente a la puerta de madera que tantos buenos recuerdos le había traído.
Abrió la puerta y para ese momento no pudo contenerse por más tiempo. Ahí fue cuando se rompió.