someday (milo manheim)✔️ term...

By abramsheim

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donde milo le tira el café encima y se enamora de la chica con una vida muy complicada. ○○○ Cassie nunca ha... More

inicio.
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57. (parte uno)
57. (parte dos)
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epílogo.
final alternativo.
cassie lewis & milo manheim.
✨extra.
wattys 2022.💌

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By abramsheim

if you love her- forest blakk and meghan trainor.

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Cassie no sabia cuanto había pasado ahí, pero respiró profundo, le dolía demasiado la herida abierta, intentaba mantenerse fuerte pero la cabeza dolía, le dolía y palpitaba a tal velocidad que sentía que explotaria. No podía ver nada y no podía respirar.

Le costaba respirar por saco en su cabeza, movió sus manos hacia su cabeza, bajó la más que pudo su torso, sostuvo el saco, intentó ponerse de rodillas, para sacarse el saco de la cabeza, sentía que el cabello se le enredaba y se manchaba de sangre. Chilló.

Se sacudió con tal vehemencia, que le dolió más, sintió la sangre deslizarse por su cuello, gruñó, no podía rendirse. Había pasado por tanto como para terminar muerta en un campo desolado. Tenia que correr, tenia que quitarse el saco de la cabeza.

Dio una vuelta sobre si misma, que le dolió, pero aún así siguió insistiendo, hasta que poco a poco el saco salió, dio una respiración profunda, respirando el aire frío de la noche, tomó todo el aire que había perdido.

De acuerdo Cassie, tienes una herida abierta en todo el borde de su rostro, está llena de sangre, le duele la cara, le duelen los raspones, apenas y puede respirar, todavía está atada, movió sus pies desesperada, la cuerda se soltó con facilidad.

Quizás se la habían atado mal.

Gracias Dios, pensó, no lo pensó dos veces, cuando comenzó a correr, caía de vez en cuando, se ponía de pie, tenia algo dentro de ella que no la dejaba rendirse, culpen al instinto de supervivencia. Se tropezó con una piedra, golpeándose aun más, rompiéndose el labio. Gritó.

-¡Maldita sea!- gritó llorando. Se quedó unos segundos en la tierra, se tocó el rostro cómo pudo, sus manos se llenaron de sangre. Lloró más fuerte.

Se puso de pie otra vez, caminando más y más rápido, quedó en la carretera, en la autopista, caminó por el pavimento esperando un auto.

Faroles la iluminaron, ella se detuvo en medio del auto, gritando y alzando cómo podía los brazos, el auto se detuvo, temblaba de miedo.

-¡¿Estas bien?!- preguntó un señor, una muchacha rubia asomó la cabeza por la ventanilla- ¿estas bien?

La chica lloraba, temblaba, agradecía en su mente, el hombre se acercó con cuidado, Cassie se derrumbó, el señor la tomó por los hombros, intentando no tocarla.

-Lléveme a un hospital- pidió con voz rota- por favor, ayúdeme.

-Te llevaremos al hospital- eso fue lo último que escuchó, antes de caer desmayada en los brazos del desconocido.

[...]

Cassie tenia muchos recuerdos que se mezclaban en su mente, la luz blanca cegadora, los doctores, su cuerpo cayendo en la camilla, el "ayudenla por favor" que un hombre dijo con cierto desespero, escuchaba el sonido de las maquinas,  escuchaba pitidos, intentaba hablar pero no podia, su lengua estaba casi cosida a su paladar, le costaba formar una oración.

-Mi papá...- jadeó, mirando hacia la cegadora luz, y los hombres vestido de azul- Milo.

-Tranquila cariño- dijo una voz femenina, acariciando su cabello- todo estará bien.

Todo estará bien, por primera vez lo creyó, creyó que estaría bien, se relajó, respirando profundo, mientras le quitaban la sangre del rostro con esponjas y el doctor se disponía a suturar.

Todo estará bien.

Cassie abrió los ojos, soltando una respiración agitada, miró a su alrededor, temblaba mucho y todavía sentía un poco de dolor,  su mano estaba conectada a cables que no sabia que eran, tenia oxígeno en la nariz, tenia miedo de levantarse, sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar lo que sucedió.

-Milo- jadeó con voz rota, eso alertó a Marcus quien se levantó apresurado, para calmar a su hija.

-Cassie, hija- dijo suavemente, la voz de su padre la calmó, pero aún así lo miró desesperado- cariño, calma. Todo está bien, estas bien.

Los ojos de Cassie aun estaban llenos de mortificación y lágrimas, otra vez habló:-Milo.

Marcus le sonrió.

-El está bien- dijo con suavidad, acariciando su cabello- está en la policía, el está bien, no le hicieron nada- luego sus ojos viajaron hacia la gran herida cubierta con gasas en el rostro de su hija- encontraremos al que te hizo eso.

Cassie no entendía que pasaba, pero podía sentir las costuras en su rostro, tocó suavemente la gasa y el dolor la hizo sisear, jadeó y de pronto quiso llorar otra vez. Negó con la cabeza sintiendo la bilis subir por su garganta.

-Papá- lloriqueó- me están matando. Me van a matar.

Marcus negó con la cabeza, acariciando su cabello con cuidado, parecía asustado también, y temblaba.

-No hija, no digas eso- pidió el- Sebastián viene en camino también, todo va estar bien, no te pasará nada, ¿está bien?

Ella negó, con gruesas lágrimas cayendo por sus mejillas, sorbió su nariz y tratando de lidiar con el dolor de su herida, la luz blanca la cegaba y sentía que apenas podía respirar.

-Tengo miedo- lloriqueó- tengo miedo, mucho miedo. Papá, tengo miedo.

Marcus no sabía que hacer para calmarla, susurraba para que se relajara pero la adolescente aún temblando negaba, parecía tener un ataque de pánico, que incrementó cuando las enfermeras llegaron para sedarla, quiso patear y pelear pero le dolía todo.

-Papá...- susurró, con los ojos en blanco por el efecto del calmante y desvaneciéndose en sus propios llantos y comenzando a ver todo como un espiral negro que se consumía.

[...]

Cassie aún sentía mucho dolor, cada centímetro de ella dolía y aún no había podido ver a Milo. Sebastián no paró de llorar, teniendola en sus brazos, sus amigas estaban anonadada sin entender como todo había salido tan mal.

Cassie simplemente no quería hablar. No quería seguir dando la misma declaración.

-¡El no me hizo esto!- dijo harta, alzando la voz al detective- ya le dije los nombres que debe investigar, Milo no tiene nada que ver.

El hombre de ojos severos asintió, se puso de pie tomando su abrigo y deseando que se mejore pronto. Cassie miró hacia el techo blanco y una lágrima salió deslizándose por su mejilla.

Odiaba el hospital.

Tenía que estar ahí durante unos días más, había perdido sangre, no tanta pero si una cantidad preocupante para los doctores, estiró su brazo hasta la mesita de noche para tomar su móvil y sus audífonos. Estaba sola, sus amigos estaban ocupados, porque tenían una vida, su padre estaba afuera hablando por llamadas, Sebastián vendría después del trabajo y Milo... la policía no dejaba que Milo la viera.

Su corazón se encogia al recordar la mirada de miedo que tenía Milo, ni como su mano se aferraba a el, lo mucho que gritó por el, lo mucho que peleó, porque peleó.

Una vocecita en su mente le convenció de lo contrario, porque después de todo, no había peleado lo suficiente, ya que la cicatriz en su rostro lo probaba.

La chica y el hombre, que la llevaron al hospital, aún la visitaban, eran personas muy amables y la chica, Samara, era graciosa, haciéndola reír entre el dolor.

Aún habían personas buenas por ahí.

Sus ojos comenzaron a pesar, estaba tan cansada, estaba harta, estaba dolida, y ya no tenía fuerzas. No tenía ni un gramo de valentía para seguir luchando contra las personas que querían verla hundida y destrozada. Lo estaban logrando. Estaban logrando que el espíritu de Cassie muriera, y estaba teniendo una muerte lenta y dolorosa.

Estaba por quedarse dormida, cuando toques en la puerta la hicieron quitarse los auriculares, miró asustada la puerta sin saber que decir, tragó grueso, con su labio temblando.

-Pase.

La puerta se abrió, revelando a una figura alta, de 1.80, con cabello azabache escondido en la capucha de un hoodie, Cassie sintió que su pulso se aceleró al ver que era Milo, ambos se miraron. Milo estaba destrozado, parecía no haber dormido y cassie podía ver qué sus manos temblaban, cuando las pasaba repetidamente por sus pantalones.

-Milo...- dijo ella con la voz cortada, y los ojos colmados de lágrimas, el se acercó a ella, dando largos pasos hasta tenerla en sus brazos, los cables se movieron un poco y la aguja de la vía se le enterró más, pero a pesar de eso, ella se dejó abrazar, y fue incapaz de separarse- Estás bien.

Milo negó, sintiendo las lágrimas calientes correr por su rostro, llenando la bata de hospital de la chica, la abrazó con fuerza, y quizás no pensaba en que podía lastimarla, pero necesitaba sentirla en sus brazos, sentir que estaba ahí, que a pesar de todo el miedo, ella estaba ahí viva.

-Cassie- susurró el, mientras su hipo se descontrolaba, Cassie lo había escuchado llorar dos veces, y le destrozaba- Cassie pensé que no te volvería a ver.

Cassie tembló.

-Yo también lo pensé- confesó, cerrando sus ojos, enfocándose en el olor a colonia, en la suavidad de sus manos por su cabello, como se aferraba a ella- Milo, mi rostro...- quiso hablar pero su voz se cortó.

El pelinegro, que tenía sus ojos hinchados y rojos, se separó de ella, mirando la gran gasa que cubría su rostro, negó con la cabeza.

-Lo siento tanto- susurró- debí haberte protegido, debí haberte cuidado mejor yo... debí haber ido contigo. Es que no sabía que hacer. Perdóname, nena. Perdóname.

La joven negó con la cabeza, sin poder hablar por las lágrimas, lo sostuvo de los hombros.

-No es tu culpa, amor- dijo ella con la cara empapada de tristeza y una expresión de pesar- nada de esto es tu culpa.

Lo abrazó una vez más, el no quiso separarse de ella, e incluso, se acomodaron en la cama de hospital, ella refugiada en su pecho, el llanto se había calmado.

Jugaba con una costura del hoodie, mientras que el acariciaba su cabello, aún abrazándola por los hombros con firmeza.

-Ya no seré hermosa- dijo ella de pronto- me quedará una cicatriz enorme y me veré horrible.

Cassie pensaba que era vanidad pensar así, que por lo menos estaba con vida pero le preocupaba, le preocupaba que al ver la cicatriz, Milo saliera huyendo.

-Sigues siendo la chica más hermosa del mundo, Cassie- respondió besando su cabello, ella alzó la mirada, encontrándose con sus ojos sinceros, que a pesar de toda la oscuridad, aún la veían con amor, con un amor que ella nunca había creído poder ver en la mirada de alguien.

Ella negó con un puchero.

-Nada puede cambiar que eres hermosa- dijo el, señaló su corazón- por dentro- su mano se dirigió hasta la gasa- y por fuera. Eres hermosa. Y estás viva... estás a salvo, no puedo estar más agradecido por eso.

Ella sonrió levemente.

-Te amo, Milo- susurró Cassie- te amo muchísimo.

El tomó su mentón para besarla con delicadeza. Cassie podía sentir el amor, la paz, recorrer de nuevo su torrente sanguíneo.

-Prometo que nada más va a pasarte- dijo el- no dejaré que nadie te lastime. Voy a protegerte, Cass.

-¿Lo prometes?-preguntó ella.

Era una promesa muy fuerte. Demasiado. Pero Milo no pensaba en que no era omnipotente ni indestructible, que el no controlaba el destino, ni que sabía prevenir todo. Aún así, asintió.

-Te lo prometo, mi amor.

[...]

Milo estaba con Sebastián y Marcus en la sala afuera de la habitación de Cassie en el apartamento de Marcus, la chica había salido del hospital y se estaba dando una ducha.

-Estás demente- dijo Sebastián hacia Milo-¿Y la universidad? ¿su trabajo?

Milo suspiró, mientras Marcus le daba una mirada de condescendencia, sabía que el más que nadie podía apoyar la propuesta. Así que, repitió con firmeza y convicción.

-Me llevaré a Cassie a Los Angeles unos días- dijo el seguro- pueden ser un par de semanas, hablaré con quién sea en el trabajo, en la universidad puede pedir que haga las actividades y las envié por correo. Puede solucionarse, lo que si no puedo solucionar es que otro loco la vuelva a atacar. Necesita salir de Nueva York.

Sebastián se disponía a discutir, pero Marcus rápidamente tomó la palabra, el hombre parecía muy cansado y su cabello largo estaba recogido en una media cola. El hombre juntó sus manos sobre la mesa, suspiró pesadamente.

-Le propondré a Cassie dejar uno de sus trabajos- dijo, Sebastián lo miró sin entender- puedo hacerme cargo de sus finanzas, puedo mantener a mi hija, puede quedarse con uno solo, no matarse con dos. Me parece buena idea que Cassie salga de la ciudad un tiempo, estará segura. Mientras, aquí la policía hace los cronogramas de vigilancia y la protección que le darán a Cassie mientras atrapaban a esos malnacidos.

Sebastián negó con la cabeza.

-¿Cómo va a estar segura allá con Milo?- preguntó el- sin ofender Milo, pero... ¿y si la siguen para allá?

-Usaremos disfraces para el aeropuerto, que se yo, haremos lo necesario, pero me voy a llevar a Cassie. No aguanto verla así.

Mientras tanto, Cassie salía de la ducha, su cabello ahora estaba limpio y humedo, pasó una mano por el espejo, quitando el vapor de la superficie, suspiró mirándose al espejo. Se acercó, para luego inclinarse hacia el, quitando el vendaje de la cicatriz.

Sus dedos temblaban y apenas usaba la punta de estos para retirar la gasa, el doctor recomendó no hacerlo, que ella no viera la herida hasta que estuviera mejor pero Cassie necesitaba verla. Respiró profundo, cuando una sola esquina quedó pegada a su frente, la retiró por completo, soltando la gasa y cubriendo su boca inmediatamente.

Negó con la cabeza repetidamente, mientras sentía nuevamente que iba a romper a llorar desconsolada. Su rostro tenía una línea de puntos negros en el borde, la costura la hacia ver, a sus ojos, como Frankestein.

La costura iba desde el inicio de su frente y recorría todo, hasta llegar a casi el final, era una línea gruesa, morada, rojiza por la sangre coagulada, los hilos se veían horrible, ella quiso dejar de ver, pero en vez de eso, ladeó el rostro, sollozó, retrocediendo hasta chocar con la puerta del baño.

No sé reconocía. Esa no era Cassie. Esa de ahí, con bata de baño, ojos llorosos y herida gigante no era ella, ella no era esos puntos, ese dolor, ese profundo dolor en el corazón, ella no era esa herida, ella no era el cuchillo que usaron para deformar su rostro, ella no era la arena amarilla que entró a sus ojos esa noche, no era la droga que usaron para que ya no doliera, no era la cara de las enfermeras al verla, no era eso. Ella nunca sería eso.

Avanzó con pasos rápidos, y con sus dos puños, golpeó el espejo, soltando un grito, lanzó un grito de dolor, mientras los trozos del espejo se hacían añicos en el lavabo, mientras algunas gotas de sangre caían en ellos. Tocaron la puerta con miedo.

-¿¡Cassandra!?- llamó su padre, pero ella no respondió. Cassandra no estaba ahí, la persona frente al espejo no era ella-¡Cassie abrenos por favor!

La castaña se colocó una nueva gasa, ignorando los llamados a la puerta, luego abrió, lanzandose a los brazos de su papá, quién vio todo el desastre que había ocurrido.

Miró a Sebastián por encima de su hombro, y el chico quién tenía los ojos cristalizados por su hermanita, por su bebé, asintió. Luego, este miró a Milo, para decirle claramente.

-Sacala de aquí.

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