Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

53. Primeras veces

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By ladyy_zz

Caminaba hasta su casa con la sensación de que algo se había roto y mucho. No sabría explicarlo, pero la cara de Marina cuando no contestó a su declaración, simplemente se le había clavado en el pecho.

Era la primera vez que alguien le decía algo así a María, porque nunca nadie había estado enamorado de ella. Había escuchado algún "te quiero" tonto entre polvos de chicos con niveles altos de alcohol sabiendo que no significaba nada para ellos, pero nunca había visto que aquellas palabras contuvieran tanto amor como las de Marina, porque no fueron las palabras, fue la mirada que las acompañó.

Pero ahora, no sólo veía en su cabeza la mirada de Marina con una mezcla entre ilusión y esperanza, sino la decepción cuando ella no le respondió. Ahora sentía que fuera lo que fuese lo que tuvieran, pendía de un hilo que sólo ella podría reparar, pero no sabía cómo.

María no era de grandes demostraciones de afecto ni de susurrarle al oído cursilería, es más, cuando dormían abrazadas era el momento donde más dejaba salir su lado romántico, donde más bajaba la guardia. Por el resto del tiempo, no es como si vieran películas acurrucadas en el sofá y le dijera a Marina cada vez que la ve lo preciosa que estaba, como veía que hacían Luisita y Amelia. Ella no era así, y sabía que Marina la conocía.

Sin embargo, ahora que la posibilidad de que no volviera a besar más a Marina era demasiado real, deseaba volver en el tiempo y hacer todas aquellas cosas. Porque sí, sólo nos damos cuenta de lo que hemos perdido cuando ya no lo tenemos, sobre todo cuando se trata de cariño. Y por primera vez en su vida, María sentía que aquel lado romántico oculto en ella deseaba salir.

Entró en su casa con el ánimo algo derrotado y, nada más abrir la puerta, tanto Luisita como Amelia saltaron del sofá, poniéndose en pie para recolocarse un poco la ropa.

– Con que gestiones de verdad, ¿no?

– Creíamos que nos daría tiempo a todo. – susurró Luisita algo tímida.

– Qué sutil.

Y además de la ironía, tanto Amelia como Luisita detectaron en su voz algo de frustración y agotamiento.

– Es que no te esperábamos tan pronto, creía que te quedarías un rato con Marina. – María bajó la mirada y el cambio de actitud fue demasiado evidente como para no preguntar. – ¿qué tal con ella?

María las miró y el nudo que se le formó en la garganta al recordarla le impidió hablar, así que simplemente negó con la cabeza y se fue hacia su habitación antes de que empezara un interrogatorio para el que aún no estaba preparada.

Luisita y Amelia se miraron confusas por aquella actitud, pero antes de que ninguna de las dos pudiera hablar, el móvil de la rubia sonó indicando que acababa de recibir un mensaje.


Marina

Salté y caí


– Yo la mato. – dijo la rubia bloqueando la pantalla de su móvil.

Estaba dispuesta a plantarse en la habitación de su hermana a pedirle explicaciones de aquello, porque por la conversación que habían tenido las dos en el Asturiano antes de que llegaran Amelia y Marina, creyó ver en ella ganas de poner de su parte. Sin embargo, antes de que se pudiera dejar llevar por su impulsividad, Amelia la detuvo, porque no hacía falta ser vidente para saber que aquel mensaje era de Marina.

– Voy yo.

Y aunque dudó, finalmente Luisita asintió, cogió su chaqueta y salió en dirección hacia la casa de su mejor amiga para escuchar la otra versión de la historia.

Amelia tocó dos veces en la puerta de la habitación de María, y entró igualmente aunque no obtuviera respuesta, ya que su mejor amiga estaba tumbada en la cama tapándose la cara con la almohada.

– ¿Estás bien? – preguntó aún desde el umbral de la puerta.

María se quitó la almohada de la cara y miró al techo, ordenando sus ideas, y finalmente, suspiró antes de desvelar lo que había terminado por descubrir hoy, algo que ya se había dado cuenta, algo que no se quería admitir.

– Soy bisexual.

– Vale... y yo lesbiana. ¿Quieres poner también la bandera en el balcón como tu hermana? Que ahora está muy pesadita con eso de la lucha.

– Que no, Amelia, que no lo entiendes. Que no soy bisexual porque me gusten las mujeres, en general, lo soy porque me gusta Marina, joder, me gusta de verdad, mucho, muchísimo. – terminó de decir con un resoplido.

– Vaya, te está costando. ¿Y te has dado cuenta ahora, así como revelación divina?

– Me ha dicho que se está enamorando de mí.

– Wow, ¿enserio? ¿y tú qué le has dicho?

Tardó unos segundos en contestar, porque aún no se podía creer que se quedara callada.

– Nada, no le he respondido.

Pero entonces, Amelia rio sarcásticamente, y María la miró desconcertada.

– Eres una cobarde.

– ¡Oye!

– ¿Qué pasa? Eres mi mejor amiga y te voy a decir las verdades como son. Esa chica está loca por ti y a ti te da miedo verlo, porque lo ves, pero prefieres ignorarlo a sentirlo.

– No es eso, es que no supe contestarle inmediatamente ¿vale? Me quedé en blanco, mi abuelo nos interrumpió y ya ella lo usó como excusa y se fue.

Sonaba realmente derrotada, porque incluso Amelia podía escuchar aquel nudo formado en su garganta. La ojimiel suspiró y se sentó al borde de la cama mientras su amiga aún seguía tumbada, volviendo a cerrar los ojos, como si así quisiera rebobinar en el tiempo.

– Mira, nosotras nunca hemos hablado profundamente sobre sentimientos porque bueno, tampoco me parecía correcto contarte cómo me enamoré de tu hermana cuando ella sólo tenía dieciséis años, pero... Yo me he pasado media vida convenciéndome a mí misma de que no estaba enamorada de Luisita, intentando obviar cómo me sentía a su lado, cada vez que me abrazaba o sonreía, todo mi cuerpo temblaba y mi pecho se llenaba de una sensación de paz y felicidad. Así que créeme, si hay alguien que te entiende soy yo, porque sé cómo es estar enamorada y negártelo a ti misma, porque querer apagar el amor dentro de ti es literalmente querer apagarte. Sé que tú siempre has visto el romanticismo como algo negativo y contrario a la libertad, pero no es así, el amor no es estar atado a alguien, es volar con ella, con tus heridas y alas rotas, con el viento en contra y con turbulencias, pero volar juntas y libres. ¿O es que acaso ahora que sabes cómo es volar con ella, quieres volver a hacerlo sola?

María abrió los ojos para mirarla, pero se quedó en silencio sin saber qué decir. Se incorporó y se sentó junto a su amiga al borde de la cama y ambas se quedaron calladas hasta que la ojimiel terminó de sacar lo que sentía por dentro.

– ¿Sabes? Yo nunca fui capaz si quiera de admitírmelo a mí misma hasta que ya fue demasiado tarde y ya estaba en Barcelona, y de verdad creía que nuestros caminos se habían separado para siempre. Pensé que algún día conocería a otra chica y Luisita sólo sería un recuerdo de la juventud, pero por más gente que conocía... desde el principio sabía que nunca conseguía el nivel de intimidad que tendría con Luisita, porque con ella podía ser yo misma sin miedo a que mis fantasmas la espantaran y no, seis años no fueron suficientes para superarla, creo que no lo habría conseguido en toda una vida. Por muchas chicas que conociera, simplemente, no eran ella.

María la miró sorprendida por aquella declaración. Sabía que lo que tenían Luisita y Amelia era especial, y veía lo que la ojimiel sentía hacia su hermana por lo mucho que la delataba su mirada, pero nunca había hablado de sus sentimientos de aquella manera tan amplia. Porque tenía razón, Amelia se había pasado media vida ocultando lo que sentía hacia la rubia y a María aún le costaba escuchar aquellas palabras y no porque tuviera nada en contra, sino porque le sorprendía su sinceridad. Sabía que su mejor amiga había empezado a ir a terapia y su mejoría se le veía en muchos aspectos, y ahora se alegraba enormemente de que fuera capaz de hablar de sus sentimientos sin aquella culpabilidad que solía estar en su voz.

– Realmente la quieres, ¿no?

– Es el amor de mi vida. – se encogió de hombros, como si acabara de decir algo demasiado obvio. – El tiempo me ha enseñado que da igual cuánto estemos separadas, siempre lo será.

María le sonrió con ternura y su amiga la correspondió. Ambas se quedaron unos segundos en silencio hasta que Amelia volvió a hablar.

– Lo que te quiero decir es que yo he tenido la gran suerte de que la vida me ha dado una segunda oportunidad de ser feliz junto a ella, pero... te aseguro de que esto no es algo que pase a menudo, María, no te arriesgues a perderla por tu miedo a quererla.

– No es lo mismo, Amelia, yo... la he cagado pero bien y ahora no creo que pueda arreglarlo.

Pero entonces María vio cómo su amiga cambiaba totalmente de actitud.

– Yo también la cagué con Luisita, y muchísimo, por algo me odiaba cuando llegué, y si conseguí que me perdonara te aseguro que Marina también lo hará.

La Gómez se la quedó mirando recordando aquellas duras semanas donde la convivencia en aquel apartamento era insoportable por el absurdo odio irracional de su hermana hacia Amelia, pero quizás al fin y al cabo, por el dolor que desprendían esos ojos miel, aquel odio no era tan sin sentido. Se quedaron unos segundos en silencio mirando al frente, María organizando sus sentimientos y Amelia esperando pacientemente, hasta que por fin María fue capaz de decir en voz alta también sus sentimientos.

– No quiero perderla porque también me estoy enamorando de ella. – confesó casi en un susurro.

– Bien, así me gusta. ¿Y qué vas a hacer?

– Llamarla y decirle que me gusta.

– ¿Y ya está?

– ¿Te parece poco? – preguntó confusa.

– Si. – y la respuesta dejó aún más confusa a su amiga. – Esmérate un poco más, mujer.

– Amelia, que ella me conoce sabe que yo no soy ninguna romántica.

– ¿Y? No te digo que cambies tu forma de ser por ella, pero tienes que poner mucho más de tu parte si quieres que vuelva contigo, además ¿me estás diciendo que esa chica te ha dicho que se está enamorando de ti esperando a que quisieras empezar una relación, que tú ni si quieras le has respondido en el momento, y sólo la vas a llamar para decirle un simple "me gustas"? ¿Te crees que ella no sabe eso ya? Lo que quiere saber es si estás dispuesta a arriesgarte y ser feliz sin miedo. Además, llamarla ahora mismo igual tampoco es buena idea, que Luisita está con ella.

– Puf, seguro que me están criticando – dijo echándose las manos a la cabeza.

– Pues sí, y merecido que lo tienes así que, ni te quejes. Igualmente... tu hermana te quiere y te conoce, y aunque ahora sea quizás la que más te esté juzgando tu actitud, estoy segura de que te va a apoyar en lo que sea. Luisita siempre va a estar a tu lado, como tú lo has estado con ella.

– Lo sé. – dijo con una pequeña sonrisa. – Vale, pues mañana quedo con ella para tomar un café.

Amelia se la quedó mirando unos segundos y la sonrisa que se le formó en la cara hizo que María se temiera lo peor.

– ¿Sabes qué? Creo que Marina se merece saber que no tienes ningún miedo a gritarlo a los cuatro vientos y sé la forma perfecta para ello. Déjame hacer un par de llamadas y te prometo que mañana por la noche volverás a dormir con ella.

La ojimiel le guiñó el ojo y salió de la habitación con el móvil en la mano y dejando tras ella aquella intriga. Sin embargo, a María tampoco le importó, porque por primera vez en su vida, haría lo que fuera por mantener a alguien a su lado, por supuesto, alguien que no fuera de su familia, porque María era de esas personas que lo daban todo por los suyos, y ahora, sentía que Marina también podía ser parte de su día a día si dejaba el miedo a un lado.

Se volvió a tumbar en su cama y no pudo evitar evocar lo bien que se sentía estar en la cama de Marina y como, por primera vez, una cama que no era suya le hacía querer quedarse y no volver a salir.


Flashback

Los días pasaron, los encuentros entre ellas eran más frecuentes y menos tensos. Intentaron seguir con aquella amistad tan bonita que habían conseguido construir, pero era imposible que a veces alguna le robara un beso a la otra. Poco a poco, los besos eran más frecuentes que las palabras, y aunque ambas sabían que estaban dejado de lado una conversación importante a la que ninguna estaba preparada para afrontar, no podían evitarlo. Sus labios eran demasiado irresistibles.

María empezó a pasar cada vez más tiempo en el apartamento de Marina, hasta el punto de que casi ni pisaba su propia casa, cosa que les venía genial a sus compañeras de piso, aunque María aún no supiera lo que pasaba entre esas dos. A María, ahora mismo lo único que le importaba era la sensación tan satisfactoria de dormir en los brazos de Marina mientras se dejaban besos los cuales cada vez cogían más intensidad hasta que una noche, sobre todo aquella noche.

Ya había hablado con Amelia sobre su situación y sobre cómo no quería estropear la relación que estaba construyendo con Marina con sexo, y no porque ella creyese que eso rompería lo que tenían, sino porque lo único que diferenciaba a Marina del resto de chicos con los que había estado eran aquellos momentos tan íntimos en los que no hacía falta que estuvieran desnudas para que fueran especiales. No quería hacerlo con ella y que eso la convirtiera en un ligue más, pero Amelia tenía razón, porque si juntaba lo que ya sentía por ella con el sexo, estaba segura de que sería una experiencia increíble.

Así que esa noche, como era habitual últimamente, se encontraban besándose en la cama de Marina de una manera bastante ferviente. María estaba tumbada boca arriba y Marina estaba tumbada encima de ella mientras sus lenguas se enredaban, aunque no era lo único que estaba enredado entre ellas. Sus piernas también estaban entrelazadas y con la pasión del momento, sus cuerpos no podían evitar moverse de forma involuntaria, haciendo que las sensaciones incrementaran.

Marina dejaba besos húmedos en el cuello de María cuando, sin darse cuenta, movió su muslo contra la entrepierna de la chica que tenía bajo ella, provocándole un gemido algo más alto del habitual. Sacó la cabeza de su cuello para mirarla y pudo ver cómo María tenía los ojos cerrados, la boca entreabierta y el ceño un poco fruncido, indicando lo mucho que estaba disfrutando de aquello, pero también, lo mucho que necesitaba algo más.

Sabía que María ahora estaba en una pausa de lo que era una vida sexual muy activa. No habían hablado de exclusividad ni mucho menos, pero además de que María ya le había dicho que aquello era una parte de su vida que había dejado atrás, se pasaban casi todas las noches juntas, así que era imposible sospechar que hubiera alguien más. Puede que María ya no quisiera ligar con un desconocido y acostarse con él sin volver a acordarse de su nombre en cuanto terminaran, pero estaba segura de que ya estaba echando de menos el sexo, más que nada porque Marina también necesitaba aquello.

Las dos habían llevado vidas muy diferentes en ese aspecto, y no es como si Marina no hubiera tenido relaciones sexuales, sólo que siempre con los tres chicos con los que había tenido una relación de pareja. Puede que ellas no fuesen nada, puede que lo fuesen todo, no lo sabía porque ambas evitaban hablar del tema, lo que si sabía es que también evitaban aquel contacto cuando las dos se morían por disfrutarse sin ropa de por medio.

Marina volvió a repetir aquel movimiento de su muslo contra el sexo de María, provocándole otro gemido y la misma cara de desesperación por aliviar aquel fuego que tenía en su interior, así que, algo temerosa, empezó a ascender su mano por el muslo María y no fue hasta que le acarició la entrepierna por encima de los vaqueros que María no abrió los ojos dándose cuenta de lo que estaba pasando.

– Marina... para.

Y aunque lo dijo con voz ronca por culpa del deseo, le puso la mano en su muñeca para evitar que fuera a más.

– ¿Por qué? Es evidente que te mueres de ganas.

– Me dan igual las ganas que yo tenga, no vamos a hacer nada hasta que no estés preparada.

– Pero es que yo también lo quiero.

María la miró bien y pudo ver que sus ojos también estaban cargados de deseo.

– ¿De verdad?

– Pues claro, no soy de piedra. He de admitir que estoy un poco nerviosa, pero quiero seguir y... quiero tocarte. – confesó en un tímido susurro. – A menos que... bueno, que tú no quieras.

– Pues claro que quiero.

– ¿Entonces? ¿Por qué me paras?

La inseguridad en la cara de Marina le hizo sentir mal, porque todo lo que ella quería hacerla sentir es que no era una persona más del montón, sin embargo, lo que estaba consiguiendo es que se sintiera indeseada. Marina se merecía mucho más que todo aquello, sobre todo la verdad.

– No quiero que pienses que buscaba esto desde el principio, mi propósito no era meterte en mi cama y no quiero que se rompa todo y que esto termine aquí.

Sabía el miedo de María de que creyera que fuese un ligue más y aquello la enterneció, porque ella sabía que no era así, pero esa preocupación por parte de la Gómez sólo le confirmaba que no se arrepentiría de dar aquel paso. Quizás no supieran qué eran, pero sabía que lo que había entre ellas no era tan simple como eso.

Levantó la mano que aún tenía en la cara interna del muslo de María y le acarició la mejilla, haciendo que esta cerrara los ojos ante aquel tacto.

– Lo sé, tranquila, sé que esto es diferente y no se va a romper. No siento que me estés utilizando y soy muy consciente de lo que hago y lo que quiero, y quiero esto contigo.

Abrió los ojos y pudo ver cómo Marina la miraba demostrando lo sincera que estaba siendo.

– Yo también lo quiero contigo. – confesó.

Porque era cierto que llevaba mucho sin desahogarse con nadie, pero también sabía que era con ella con la que quería estar en ese momento, porque nunca unos besos le habían despertado tantas ganas de más.

Y en cuanto lo dijo, pudo ver cómo la expresión de Marina cambiaba, porque ya no había ninguna inseguridad, porque ya sólo había ganas de desatar aquel deseo acumulado. Volvió a besarla y esta vez las dos notaron cómo ninguna de las dos se contenía ni medían sus besos, y sus manos se atrevieron a tocar más partes del cuerpo que nunca, dejando salir leves gemidos que sólo hacían que creciera la confianza en la otra.

María llevó sus manos al borde de la camiseta de Marina y volvió a mirarla una vez más a los ojos antes de empezar a desnudarla.

– ¿Estás segura?

Marina simplemente asintió y María empezó a levantarle la camiseta sin entender cómo aquellos ojos marrones que la miraban podían desprender tanta seguridad cuando ella temblaba como un flan ante la anticipación, porque, al fin y al cabo, eso era lo que estaba haciendo que sólo quisiera compartir con ella aquel momento, eso era lo que estaba creando una intimidad nunca vivida.

Bajo la atenta mirada de la otra, empezaron a desnudarse poco a poco, estudiándose, disfrutando del momento, explorando aquellas zonas que eran totalmente nuevas para ellas. Se enredaron entre sí bajo las sábanas y mientras María, por primera vez en su vida, estaba nerviosa al estar desnuda bajo alguien, Marina también por primera vez, estaba totalmente relajada ante el descubrimiento de un cuerpo desconocido.

Marina volvió a tumbarse tal y como estaba antes sobre María, y su mano volvió a escalar sobre el muslo de esta mientras aquellos ojos claros la miraban ardientes.

– Vas a tener que guiarme si te va gustando o no.

– No te preocupes, con lo cachonda que estoy igual con un simple roce ya he llegado. – dijo con una pequeña risa, pero Marina estaba demasiado nerviosa para seguirla.

– Pero es que no quiero que llegues y ya, también quiero que disfrutes.

María sonrió con ternura porque volvió a ver aquella inseguridad en Marina y con delicadeza, le puso la mano en su nuca para tirar de ella y acercarla. La besó despacio, transmitiéndole seguridad, porque aquello estaba siendo una experiencia totalmente increíble incluso si no llegaba a tocarla. Marina estaba haciéndole dándole un significado totalmente desconocido para ella a la palabra "sexo".

– Créeme, estoy disfrutando de este momento como no lo he hecho nunca.

Tras aquella declaración, no había vuelta atrás, y la mano de Marina siguió su recorrido sin detenerse esta vez hasta llegar a su sexo. María gimió y Marina pudo notar cómo todo el cuerpo de aquella chica de ojos claros se agitaba y una sensación inexplicable la invadió al saber que era ella la que estaba provocándole aquel placer. Estuvo unos segundos más acariciando sus pliegues, probando sus reacciones y cuando ya cogió confianza, introdujo un dedo en ella.

María gimió mucho más alto que las anteriores veces, agarrándose a las sábanas.

– ¿Bien?

– Joder, si... sigue...

– Vale.

Sabía que no aguantaría mucho, llevaba demasiado deseando aquello con muchas ganas acumuladas y todo estaba siendo demasiado placentero. Dejó de agarrar las sábanas y pasó uno de sus brazos por encima de su cabeza, aunque ahora se arrepentía porque sentía que necesitaba agarrar algo, y antes de que se sujetara a la almohada, Marina levantó su mano libre y cubrió la palma de su mano con la suya, entrelazando sus dedos, apretando sus manos.

Aquella sensación estaba siendo diferente para ambas. Para María, estaba siendo totalmente novedosa la conexión de dos cuerpos desnudos más allá de lo físico, y sin embargo, para Marina la novedad estaba en tocar aquella parte del cuerpo femenino, sintiéndola tan dentro. Puede que no tuviera experiencia en cómo tocar a una mujer, pero notó cómo María empezaba a temblar y su interior se contraría alrededor de sus dedos sabiendo perfectamente el significado de aquello. Aumentó el ritmo de su mano y pudo ver cómo la respiración de María era totalmente incontrolable, retorciéndose de placer bajo ella.

– Justo así... no... pares. – decía entrecortadamente entre jadeos.

Siguió aquella indicación y en pocos segundos, María se contrajo alrededor de sus dedos, curvando levemente la espalda ante la sensación y tras unos segundos donde sólo hubo silencio, dejó escapar un gemido totalmente ronco, cayendo rendida sobre el colchón.

Mientras María intentaba recobrar la respiración con los ojos cerrados, Marina sacó su mano de su interior despacio y volvió a recolocarse completamente encima suya para dejarle pequeños besos en los labios, haciendo que María disfrutase de ese gesto tanto casi como el orgasmo. Marina ni si quiera podía definir cómo se sentía, cómo le había hecho sentir tocarla ni aquellas muecas de placer que mostró todo el tiempo.

– Virgen santísima, creo que ha sido el mejor orgasmo de mi vida.

Marina se rio haciendo que el cuerpo de María temblara con el movimiento y con la sensación de intimidad.

– Eso lo dices porque llevas mucho sin sexo.

María abrió los ojos para poder ver lo guapa que estaba con aquellos mechones cayéndole por la cara y supo que nunca podría haber sentido aquello con alguien que no fuera ella. Nunca podría haber tenido aquella sensación si no hubiera sido porque su mirada sobre su piel la había hecho sentir como si fuese una obra de arte digna de admirar durante horas, porque eso es lo que la había provocado Marina, había convertido algo tan común y corriente como se había convertido el sexo para María en algo realmente especial. Porque antes cuando se tumbaba en su cama con un cuerpo desnudo desconocido sentía el frío de las sábanas, y sin embargo, Marina había llevado la primavera por primera vez a su vida.

Aquel sentimiento la dejó sin palabras, sin embargo, quería demostrárselo, así que volvió a besarla y en un rápido pero suave movimiento, consiguió ponerse sobre ella, deseando ser ella ahora la que pudiera llevar el ritmo.

– Te aseguro que no. Esto ha sido especial porque tú eres especial. – confesó sus sentimientos como nunca antes lo había hecho.

Aquellos ojos marrones se iluminaron más que nunca y María emprendió un viaje con sus manos recorriendo todo el cuerpo de Marina, un viaje que no acabaría en toda la noche. Se recorrieron y se corrieron una y otra vez, y para no perder la costumbre, durmieron abrazadas, pero esta vez, la ropa ya no era una barrera entre ellas y lo último que sintió Marina antes de caer rendida ante el sueño fueron unos besos sobre su espalda desnuda.

Fin del flashback


Cerró los ojos tras aquel recuerdo, deseando que el plan de Amelia saliera bien.


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Pues este capítulo tiene una noticia buena y otra mala:
La buena es que se acabaron los días de actualización, por lo que no tendréis que esperar tanto.
La mala es que sólo quedan 5 capítulos + 1 epílogo para acabar esta historia🥺

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