Princesa de las Tinieblas (He...

By EugeniaVillareal

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Cada persona tiene su oscuridad interior, pero... ¿Qué pasaría si fuera más literal? Cassie Valverde ha pasad... More

Princesa de las Tinieblas
Prefacio
Capítulo 1: Está aquí
Capítulo 2: Ayuda
Capítulo 3: Vin
Capítulo 4: Espejismos
Capítulo 5: Huida
Capítulo 6: Cambios
Capítulo 7: La cabaña
Capítulo 8: Bestias
Capítulo 9: Carter
Capítulo 10: La Guarida de los Cazadores
Capítulo 11: Reunión de Líderes
Capítulo 12: Confesiones y confrontaciones
Capítulo 13: La Cárcel de las Bestias
Capítulo 14: Kali
Capítulo 15: Revelans
Capítulo 16: Tortura
Capítulo 17: Desconfianza
Capítulo 18: Conjuro
Capítulo 19: Respuestas incorrectas
Capítulo 20: ¿Quién es él?
Capítulo 21: Escape
Capítulo 22: Nuevos lugares
Capítulo 23: La Casa del Infierno
Capítulo 24: Jan y Tara
Capítulo 25: Entrenamiento
Capítulo 26: El Libro de los Infiernos
Capítulo 27: El juicio
Capítulo 28: La Marca de Lucifer
Capítulo 29: La Llamarada de Lucifer
Capítulo 30: El Río de la Muerte
Capítulo 31: Las Lexies
Capítulo 32: Culpable
Capítulo 33: Revelaciones
Capítulo 34: Rituales de sangre
Epílogo
Nota de la autora

Capítulo 35: Princesa de las Tinieblas

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By EugeniaVillareal

El viento de la noche me da de lleno en la noche cuando salgo por las altas puertas de la Casa. Estamos detrás de la grande casa que oculta a todos los traidores, y cuando miro detrás estoy confundida al ver las otras casas vecinas demasiado cerca.

            —¿No verán todo? —le pregunto a Qito. El chico sonríe con malicia.

            —Estamos protegidos por el Manto de la Bestia. Los ojos humanos no podrán ver nada.

            Delante de nosotros, una gran multitud de bendecidos rodean lo que parece un alto tronco delgado, donde alrededor lo cubre un fuego creciente y luminoso. La gente viste de negro y ríen entre ellos con botellas de lo que parece alcohol en las manos. Están muy felices ante lo que parece un sacrificio.

            El paisaje en el que estamos está demasiado silencioso y desolado para una noche que demuestra ser muy motivada. Mientras más Qito me obliga a acercarme, más me asusto y me resisto a estar cerca de esos monstruos. Son demasiados, y entre ellos Zacarías destaca con su gran estatura y su cabeza cerca de la calvicie.  Los compañeros de lucha de Jan también están celebrando, y las niñas que me acompañaron la noche de entrenamiento mental también disfrutan de la velada. Me pregunto si una vez que empiece a gritar todos seguirán con esas sonrisas.

            El frasco de sangre y la hoja antigua hielan mi piel fresca. Unos guardianes se unen a escoltarme hasta la rotonda, y pronto la multitud se da cuenta de mi presencia y se hacen a un lado, creando un pasillo hasta el centro de la atracción, donde el fuego crece a cada segundo. No me gusta lo que veo.

            Qito me da fuerzas mientras me encamina por el camino, ignorando los gritos emocionados y paranoicos que suelta la gente nada más me acerco.

            —Mi princesa… ¡la reina! —llaman extasiados, pero no me lo dicen a mí, sino a la que esperan que sea suya pronto.

            Llego hasta en centro del lugar, donde todos los Señores me esperan con sus largas túnicas y sus sonrisas de demonio. Uno de ellos, el más joven, lleva un cáliz dorado en las manos. Qito me acompaña hasta llegar cerca de ellos, y antes de irse me susurra en el oído:

            —Vierte la sangre.

            Hago como si no escuchara nada y espero sola a la indicación de los líderes traidores. Es el hombre del cáliz el que empieza.

            —Protectora de la princesa, sea bienvenida entre nuestras tierras. Hoy es el nuevo día, el día de la nueva era que renace de las tinieblas. Hoy, el reino volverá a su antiguo esplendor y las bestias que llevan tanto tiempo dormidas despertarán. Hoy, mi señora, las sombras apagarán el sol. Hoy, la princesa de las tinieblas volverá al reino.

            Luego, la gente empieza a cantar. Siniestras melodías me envuelven mientras el líder pone el cáliz en mis manos y me conduce con sus manos en mis hombros hasta las llamas del fuego. El coro de los traidores retumba en mis oídos, tanto que creo distinguir la voz de Vin entre tantas voces.

            A unos pasos del tronco, el calor es demasiado espeso y las llamas demasiado furiosas que siento que me quemo incluso sin tocar nada. Me detengo antes de llegar, y el hombre me empuja con fuerza hacia las palpitantes llamas.

            —Hazlo. Tienes que entrar.

            —Me quemaré —musito, sintiendo el pánico correr por mi garganta.

            —Las verdaderas bestias no se lastiman ante simple fuego. Y la bruja más poderosa reside en ti, así que estas llamas no te harán ningún daño.

            Trato de decirle que no soy una bestia, pero las palabras no me salen. Cierro los ojos y me armo de valor al dar los primeros pasos al fuego. Me obligo a olvidar por un segundo que soy humana, para darme fuerzas al pasar por el calor asfixiante.

            Un paso. Dos. Siento el calor pero no el ardor que debería de sentir. Mis pies descalzos tocan la tierra ardiente, pero no salto de dolor ni grito cuando las llamas me envuelven. Quizá Sademira esté haciendo algo para que no sufra. ¿Las brujas son inmunes al fuego? No lo sé, quizá sólo las que son besadas por Lucifer.

            Cuando alcanzo a llegar hasta el tronco, estoy demasiado temblorosa y ligera, como si el fuego me hubiera agotado. Aun a pesar de estar a tantos grados de temperatura, el cáliz sigue frío, como si nunca hubiera estado en contacto con el fuego. Desde el otro lado de las llamas, Zacarías me señala para que me acerque más al tronco.

            Lo hago, pero casi no veo nada desde donde estoy, las llamas son demasiado altas y grandes.

            Pego mi cuerpo entero a la madera maciza. Como si fuera adrede, ramas y espinas me rodean y me sujetan fuertemente al objeto por la cintura y piernas, como impidiéndome escapar. Nadie dice nada de ello, así que supongo que ya lo tenían planeado así.

            De entre la multitud, las lexies aparecen son sus atuendos oscuros y sus rostros cubiertos. Son seis, y cada una viene con las manos empapadas de sangre; se acercan, silenciosas, y rodean la hoguera hasta posicionarse cada una en un punto distinto del fuego.

Un silencio sepulcral inunda el lugar. El ritual ha comenzado.

Empiezan con un cántico, son gritos sonoros y derramamiento de sangre sobre suelo sagrado. Las manos de las lexies de alzan al cielo, implorando atención, y sus voces se escuchan por encima de todo, llamando a la tierra, a las tinieblas y a Lucifer. Cantan la lengua antigua, sin música más que el sonido del viento y los tonos de voces que cambian cada segundo.

Inician un baile único, moviendo su cuerpo de manera curiosa y peligrosa. Pronto, al ambiente se vuelve más frío y gélido, y las llamas se mueven de un lado a otro, bailando la misma danza demoníaca que nos tiene que todos cautivados.

La tierra se mueve, al igual que las sombras que rodean la noche. Lo siento, siento esa oscuridad que nos envuelve, las tinieblas que cubren la luna, lo oscuro que sale de las bocas de las lexies y llega hasta cada uno de nosotros en distintos lugares. Siento ese temblor, ese fuego que antes no me dolió, pero que ahora llega a mí con más fuerza que antes.

Bebe del cáliz.

Vierte la sangre… los Siete Mares de Sangre. Con la mente nublosa, sujeto el cáliz fuerte entre mis manos, y tomo temblorosa el frasco. Abro la tapa con los dientes y vierto el líquido a la copa.

Las voces de las lexies retumban en mi cabeza, incitándome a beber de la copa. Pero la influencia de Sademira me lo impide.

No, no así.

Pero es demasiado tarde para flanquear. Levanto la copa con ambas manos y bebo hambrienta del líquido, demasiado ansiosa como para pensar en lo que tomo. El asco de Sademira se convierte en el mío y trata de escupir lo que ya he bebido.

Nos matarás. Nos matarás a ambas si bebes eso. Suéltalo.

Pero no lo hago. Dakota dijo que tenía que beberlo si quería ser libre, y quiero serlo. Sólo cuando siento el horrible sabor a metálico dudo. Sangre…pero, ¿de quién? ¿De quién he bebido la sangre?

Estás muerta. La sangre te matará.

El cántico se hace más fuerte. El cáliz cae vacío al suelo, y la sangre empapa mi boca, cuello y pecho. El viento viene en contra, golpeándome, y los gritos dolorosos se escapan de mi boca cuando siento que llega. Él.

Ha vuelto. Siento su oscuridad, su frialdad, su fuego llameante y furioso que lo envuelve. Viene por mí alma, para esconderla muy dentro de mí y dejar a su hija suelta, libre. Siento su calor, su ira potente cuando me toca y se da cuenta que estoy sucia, podrida.

Sus manos monstruosas tocan mi vientre, pero no siente la inocencia ni lo puro. Sus garras toman mi cuello, alzan mi rostro a él, y con su aliento succiona la poca vida buena que queda.

Es como si quitaran una parte importante de mí, algo que es mío y que nunca será devuelto. La toma a la fuerza, coge lo que no es suyo sin permiso. Cierro los ojos cuando el dolor me corroe, cuando las entrañas me arden y cuando el valor me falla. No puedo mirar cuando me despoja del poco poder que tengo.

Su fuego toca mis labios y entra a mi cuerpo de improvisto, incendiando todo lo tibio que me queda. El dolor se vuelve una parte de mí, y grito cuando una parte de mi alma se escapa, lejos de mí, y cerca de él.

Se la está llevando, y a mí me está dejando sin nada. Está furioso, con ella y conmigo por dejar que esto pasara. Está furioso porque ya no soy pura, porque no tiene a su recipiente. Está lleno de…ira, de desolación y tormenta.

Lo está perdiendo todo y yo también. Ya no estoy completa. No estoy completa.

—¡Cazadores!

El grito me vuelve a la realidad. Abro los ojos, rota e incompleta. Y completamente sola.

El fuego sigue alto y esplendoroso, me protege de los atacantes y la sangre. Y de ellos, los malos, los que tratan de matarme. Los cazadores.

Han vuelto y son demasiados. Salen de entre la maleza y atacan de improvisto a los guardianes, como un león atrapando a su presa. Fuera del círculo de fuego, un baño de sangre rodea todo el paisaje, con hombres de negro blandiendo cuchillos largos y guerreros de ropas oscuras defendiendo su territorio.

Desde mi pequeña prisión, logro distinguir a Carter, combatiendo con un guardián varios años mayor que él. Vin lucha también con un cazador, aunque con menos placer que el que demuestra Carter. Incluso Kali está aquí, pero en vez de enfrentarse a otro guardián, combate cuerpo a cuerpo con un líder.

Lith y todos aquellos que conocí hace semanas luchan con aquellos que conocí hace unos días. Y pronto uno a uno empieza a caer. Ara, el niño que me escoltó al juicio, muere por un tajo a la garganta. Milas, el tipo raro que me abrió las puertas de la Casa, cae ensangrentado por un cuchillo que golpea justo a su frente.

Incluso Alina, aquella guardiana que estuvo en mi entrenamiento y que presenció la llegada de Lucifer, termina sobre un charco de sangre porque no se cubrió demasiado bien de los cuchillazos de un cazador.

Pero al igual que ellos, muchos cazadores mueren, y algunos por manos de otros cazadores traidores. Lo que parecía un evento maravilloso del renacimiento de las sombras se vuelve una hora sangrienta repleta de traidores por todos lados.

—¡Cassie! —grita una voz cerca de mí.

Volteo alertada.

—¿Lyla?

La chica me sonríe detrás del círculo de fuego. Tiene algunas heridas leves en el rostro y el brazo, y unos cuantos raspones en la ropa oscura, pero trata de ignorar su dolor detrás de esa sonrisa culposa.

—Tengo que sacarte de aquí, Cassie. ¿Crees que puedes zafarte de esas espinas?

—No puedo, Lily. Lánzame un cuchillo.

Titubea un poco mientras revisa que nadie se esté fijando en nosotras, y lanza un cuchillo corto por encima del fuego. Lo atrapo por poco. Con fuerza, corto las ramas duras que me aprisionan, aunque son demasiado resistentes.

—Rápido, Cassie.

—Hago lo que puedo. —Pero es demasiado difícil ya que aún sigo mareada y veo un poco borroso. Además, que Sademira ya no esté conmigo me ha quitado muchas fuerzas.

Luego de varias acometidas logro romper la primera rama, vuelvo a hacerlo más fuertemente con la otra hasta que termino con las que me sujetan por la cintura. Las ramas que me sujetan los pies las corto con mis últimas fuerzas, y aun así me hiero levemente por no fijarme bien por donde corto.

—Bien, Cass. Ahora tienes que correr por el fuego. Rápido, así no lo sientes tan fuerte. —Lyla trata de animarme, pero no sirve de mucho. El fuego no me hizo daño antes porque el alma de Sademira me protegía, ahora puede que sí lo haga.

Trato de no pensar demasiado en eso, y pienso en papá cuando corro hacia el fuego ardiente. Cuando mi piel toca las llamas calientes, mi mente está en otro lado, pensando en papá y sus ricas galletas de pasas. Quizá por eso no siento especialmente el ardor. Intento imaginar que es porque papá me protege, aunque la verdadera idea es realmente espeluznante.

Caigo de bruces en el suelo, con la cabeza descansando sobre la tierra. Lyla se apresura a levantarme y me cubre con sus brazos para ocultarme de los cazadores.

—Lo hiciste muy bien, Cassie. Yo no soy tan valiente.

—Fue por papá —susurro solo para mí.

Lyla se saca su chaqueta y me cubre con ella del frío. Apresuro el paso al de ella, quien de inmediato camina por el baño de sangre, ignorando los gritos de muerte de sus compañeros. Esta es mi Lyla, mi mejor amiga.

Un guardián trata de atacarnos, pero Lyla reacciona de inmediato, empujándome detrás de ella y blandiendo su arma contra el atacante. Las hojas chocan una y otra vez en el aire, el hombre se enfada ante tanto empate y trata de pasar el cuchillo por debajo, cerca del pecho de mi amiga. Pero ella se mueve antes, y cuando el hombre baja ligeramente la cabeza para atacar, Lyla da un tajo limpio a la frente del guardián.

Sangre gorgotea rápidamente, y el hombre de deja caer de rodillas cuando su sangre empapa por completo su rostro. Lyla da un movimiento rápido sobre su cuello, y el guardián termina por morir gracias al desangrado de su yugular.

Lyla no se detiene a ver su cuerpo, sino que de inmediato me toma del brazo y me arrastra de nuevo por la masa de cuerpos sangrantes, alejándose más y más de los gritos de guerra.

—Iremos hasta el auto, tú te quedarás allí mientras yo me regreso por algo, ¿entendiste?

Asiento distraída. Miro detrás de nuestras espaldas cuando una cazadora se lanza contra Lyla por la derecha. Lyla reacciona luego de varios segundos, pero no tarda en lanzarse también al ataque. La cazadora no da muestras de arrepentimiento al atacar a su compañera. Una traidora.

Lyla no logra prever la cuchilla que se lanza a su brazo, pero aun a  pesar de la herida no flanquea en ningún momento.

—Cassie, vete al auto. Yo volveré en un segundo.

—Lily…

—¡Vete!

Ignoro con dolor la sangre que corre por el rostro de mi amiga y me apresuro a correr entre la multitud hambrienta. Es como si todos fueran mis enemigos. Un guardián trata de darme un cuchillo desde varios metros, pero antes un cazador lo mata con un hacha en la espada. Luego, el mismo cazador corre tras de mí, pero se interpone un guardián en su camino y pronto se olvida de mí.

¿A dónde debería correr? Busco aterrada algún auto fuera de toda la sangre, pero estoy demasiado escondida como para encontrar algo. Hasta que veo una camioneta a varios metros de mí, sí, esa debe ser a la que Lyla se refería.

Esquivo varios cuerpos entrelazados y me vuelvo fría cuando un cuchillo logra darme en la pierna. Salto por los cadáveres que me bloquean el camino y corro lo más rápido que puedo hasta el final del camino.

Pero algo choca contra mí. El cuerpo cae encima de mí y grito cuando unas manos toman mis muñecas con fuerza. Está todo demasiado oscuro. Pataleo tratando de defenderme torpemente.

—Cassandra…Cassandra, soy yo, Cassie. Es Kali.

Mi cuerpo se relaja y observo con alivio el rostro sudoroso y sucio de la hermana de Vin. Kali tiene una herida grave en la mejilla, pero no da muestras de dolor alguno.

—¿Qué…qué haces aquí?

—Salvando tu vida. Levántate niña, es demasiado tarde. — Me incorpora con la fuerza de sus brazos, y me empuja hacia el frente—. Tenemos que irnos ahora. Antes de que se den cuenta.

—Pero Lyla…

—No hay tiempo.

Me jala del brazo y me conduce sin parar hasta el término del territorio de los guardianes. Ahí, los autos de los cazadores están ocultos entre los árboles, pero aun así se puede notar claramente las camionetas y los autos que los caracterizan.

—Sube —ordena.

Pero dudo. Allá todavía está Lyla luchando con esa cazadora traidora, y Vin ahora se enfrenta cara a cara con Carter. Ambos chicos se mueven ágilmente, con las hojas afiladas entrechocando sin parar. Sus rostros no muestran cansancio, ya que están demasiado concentrados como para darse cuenta de nada más que lo que están haciendo.

—No podemos dejarlos.

—Sube ahora si no quieres que te deje aquí sola.

Y ahora es cuando decido si elegir quedarme como prisionera o irme como fugitiva. Aparto la mirada de la lucha entre los únicos amigos que me quedan y subo al auto, a un lado de Kali, quien sonríe levemente cuando me abrocho el cinturón.

—Seremos libres, Cassie. Ahora sí.

Mientras conduce a alta velocidad, toca distraídamente algo en su cuello, como buscando algo a lo que aferrarse. No lo noto muy claramente, pero parece ser el amuleto de Vin, con su estrella de cinco puntas resplandeciendo a la luz de la luna.

Éste es el final. En un rato subiré el epílogo.

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