Cupido por siempre [#3]

By YamiKriss

96.3K 11.6K 3K

«En asuntos de romance, el dios del amor debe ser el más desgraciado». Generalmente cuando las parejas termin... More

Sinopsis
¿Cómo adquirir Cupido por una vez en Físico?
Cupido en goodreads
Previo a leer
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13

Capítulo 14

3.2K 402 120
By YamiKriss

¿En qué momento me había vuelto buena negociando con los dioses? No lo sabía, aunque quizás Demeter solo había decidido ser generosa, demasiado desesperada para negar cualquier petición que hiciera o convencida que su objetivo valía todos mis caprichos. Difícil de decir.

En cualquier caso, su condescendencia me había abierto una ventana que no podía desaprovechar.

Pero antes, tenía una consulta con la psicóloga.

—Me siento bien —declaré—. Y es extraño, porque por mucho tiempo me sentí como basura, y poco a poco, ya no... O no tan a menudo...

La imagen de un auto con los vidrios rotos se cruzó en mi mente.

—¡Eso es excelente! —exclamó la psicóloga, lo cual más que una afirmación, era una invitación a continuar.

La visión continuó haciéndose cada vez más clara en mi mente. Una persona cubierta de sangre en el interior del coche, un rostro que ya conocía, una vida indirectamente vinculada con la mía. Mi compañero de alcohólicos anónimos y hermano de Betsy, la colega de Syb en el café.

Hambre, el canino del inframundo, desatando toda su furia.

La pata de Wessen totalmente destrozada.

—Aún así... Me cuesta soltarlo —expliqué—. Es como que estuve tanto tiempo sintiéndome mal, estando hundida, que me cuesta imaginarme que llegue un día en que ya no más... ¿Qué va a pasar cuando ya no tenga que ir a la farmacia por los antidepresivos? ¿O recordar asistir a mi consulta? ¿Cómo seré? —Hice una pausa, intentando darle un sentido a lo que me pasaba—. Quizás me estoy aferrando a mi propia tristeza como si fuera parte de mi identidad.

La gente gritando, el pánico desatado.

Era un desastre en el cual me había tocado estar del lado de quienes limpian, pero, ¿qué tan fácil estar del lado de los que lastimaban? De aquellos que perdían la conciencia, que nublaban sus sentidos, que ponían su vida en riesgo y arrastraban a otros con ellos.

Inconscientes, impetuosos, desvanecidos...

Mi padre había tenido más de un momento así.

¿Y yo?

—¿Cómo va a ser posible que Lizzie sea solo tristeza? —preguntó—. Una mujer con tanta fuerza e inteligencia, de seguro es mucho más que eso, ¿no crees?

Asentí levemente, sabiendo que ella tenía razón, pero aún así, demasiado desconfiada como para darle una respuesta categórica.

En realidad, permitirme estos minutos a la semana para reflexionar e intentar entenderme, había sido una buena idea. Aunque la solución no llegara mágicamente a mi cabeza, darme el tiempo para ordenar mis ideas y conversarlo, me permitía nuevas perspectivas.

Puntualmente el asunto esta vez era un poco más complejo, porque intentar definirme siempre era un ejercicio que solía empujarme más a mirar mis defectos que mis virtudes. Así que, ahora que estaba en un período de transición, preguntarme quién era, qué me caracterizaba, además de ser preguntas aparentemente imposibles de responder, me llevaban a otros conflictos: quién pude haber sido o quién podría llegar a ser. Y ahí era donde finalmente me rendía.

Entonces, mi autoconfianza terminaba de desmoronarse cuando un nombre se cruzaba por mi mente.

Psique.

Intentaba no pensar en ella, pero era inevitable. Cualquier descuido y ya me encontraba dando vueltas al asunto.

Si pudiera definirme en una sola palabra... En el mero ejercicio se me venían muchas a la mente y ninguna me convencía. Quizás podía elaborar una lista. Una buena y una mala, para equilibrar.

Elizabeth. Valiente. Torpe. Amable. Melancólica. Inteligente. Adicta. ¿Guapa?

Y ahí se me habían acabado las buenas y solo me ocurrían adjetivos negativos. Pero, al menos me iba a dar puntos por intentarlo.

Me encontré con Fran en la biblioteca, estaba estudiando en grupo para la ronda de exámenes que se nos venía encima. Esta era mi definición de estudiante integral.

—Te guardé un puesto, ¿cómo te fue? —murmuró, quitando su mochila de la silla que tenía al lado.

—Se me da pésimo —bufé.

—¿Qué cosa?

—Ser amable conmigo.

Fran asintió comprensiva.

—Claro, no es fácil. Siempre la mayor crítica es una misma —expresó—. Pero para eso estamos aquí.

—¿Para qué?

—Para estar contigo y recordarte lo maravillosa que eres cada vez que se te olvide —dijo.

Sonreí en su dirección y la abracé.

En ese momento Henry ingresó en la biblioteca sosteniendo dos vasos de café. Sabía en qué mesa iba a encontrarnos, pues siempre usábamos la misma, así que sin hacer demasiado ruido, avanzó rápidamente, con intenciones de irse tan pronto como apareció.

Besó la mejilla de Fran con ternura, y luego dejó un vaso frente a ella, y el otro junto a mí. Mientras mi amiga reclamaba un beso adecuado, buscó en su mochila dos paquetes de galletas artesanales.

—Para endulzar un poco el estudio —dijo, y luego miró al sujeto que teníamos en frente—. Lo siento, Agus, no sabía que estarías aquí, pero seguro puedes pedir que te compartan galletas.

Agus hizo un gesto de poca importancia.

—No te preocupes, hace rato que me ignoran.

(...)

Regresé a casa, la nueva casa, con suficientes habitaciones para albergar un cuarto para la bebé, otro para Jane y Victor, otro para Peter, y uno para mí. Era grande, por cierto.

Me la quedé viendo por fuera. Una reja negra, un jardín con algo de pasto, murallas blancas, ventanas grandes. Se supone que mi opinión había sido tomada en cuenta para la elección, y no podía negarlo, me habían preguntado si me gustaba y la verdad, me había dado igual, había dicho que sí sin darle muchas vueltas. No porque no me importara, claro que no. La mudanza me entusiasmaba a su manera, un nuevo lugar para vivir, una nueva vida en camino, una oportunidad para volver a reconciliarme con mi hermana como por quinta vez en el último tiempo...

¿Quién dijo que la sanación era un proceso corto?

—Hola Liz —saludó Peter, quien también recién llegaba—. ¿Todo bien? ¿Olvidaste las llaves?

—No, todo está bien —contesté.

Lo ayudé a sujetar las compras mientras el abría. Me di cuenta de que eran muchos artículos de jardinería, semillas, dos flores en su maceta, una bolsa pequeña de abono, una pala diminuta, entre otras cosas. Ciertamente el jardín estaba un poco muerto.

—¿Todavía tienes mucho que estudiar o aceptarías un pequeño recreo en el jardín? —inquirió.

—En realidad tengo mucho que hacer —admití.

Salvar mi carrera, mi vida, la de Sybilla... era una larga lista de cosas importantes a decir verdad.

—Yo creo que una pausa te vendría bien —aseguró.

—No creo yo... —Me observó inquisitivamente—. Bueno.

—Bien, comencemos plantando estas azaleas —dijo, señalando las flores que había traído.

No presionó por hacerme hablar y que le contara qué estaba atormentando mi mente antes de que él llegara, aunque podía intuir que se moría por saber. En lugar de eso se largó con una cátedra sobre un montón de datos curiosos sobre la jardinería, fechas de poda, nutrientes del suelo, entre otros.

—No sabía que te gustaran tanto las flores —comenté.

—Me ayuda a pensar. Siempre es bueno tener algún pasatiempo que nos distraiga de nuestras preocupaciones, algo así como un escape —dijo.

No respondí de inmediato.

—Yo creí que tenía un escape —confesé.

Sí, yo escapaba con el alcohol, pero...

—Pues es tiempo de buscar otra cosa, algo que te guste hacer.

Fue por la bolsa de abono, mientras yo me lo meditaba.

—No sé qué podría ser eso —admití—. Tampoco tengo mucho tiempo.

—No tienes por qué hacerlo todos los días —dijo—. Solo cuando puedas o lo necesites. Tarde o temprano querrás volver a hacerlo y encontraras el tiempo o la forma.

—Suena bien parecido a una adicción —bufé.

—Puedes verlo así, si te sirve. Algún romántico diría que nutren nuestra alma.

Me sequé el sudor de la frente con el antebrazo y miré la tierra húmeda frente a mí. Alguna vez le habría dicho que eso no servía en mí, pero ahora, me recordé a mí misma no cerrarme a las opciones.

—Estuve mucho tiempo sintiéndome mal, nunca intenté ningún pasatiempo, no busqué nada... quizás porque le había perdido demasiado el cariño a la vida, no sabía que algo podía hacerla más colorida ni tampoco me interesaba salirme del gris... no sé si me entiendes.

—Claro, pero ¿qué tal ahora?

No dije nada.

Peter esperó.

Seguí mirando la tierra, demasiado consternada para levantar la mirada. Hablar de cómo me sentía me ponía incómoda, y si quería ordenar mis ideas, era mejor no mirar a los ojos de nadie.

—Estoy asustada —concluí. Al escuchar mi voz quebrada, me di cuenta del grave riesgo que corría de largarme a llorar ahí mismo.

Peter soltó el pequeño rastrillo que sostenía y me abrazó con cariño. Cerré los ojos y me permití disfrutar de los mimos de alguien que sentía como un hermano adoptivo, y entonces, solo al intentar poner mis emociones en palabras, logré realmente ordenar mis sentimientos, y entender lo que me sucedía.

—Me acostumbré a estar mal, no sé soltarlo, no sé no lastimarme a mí misma, no sé dejar de ser mala conmigo...

—Es normal, Liz —dijo Peter, suavemente—. Estamos hechos de hábitos, adoptamos ciertas costumbres que nos cuesta dejar, incluso aquellas que nos hacen mal.

El miedo a lo desconocido.

—No sé qué hacer.

Cálidas lágrimas se deslizaron suavemente por mis mejillas. Peter se apartó un poco para poder mirarme directamente a los ojos.

—Yo creo que tú eres muy fuerte y valiente, así que puedes vencer tus miedos y dejar atrás todo lo que te está haciendo daño.

—¿Fuerte? ¿Valiente? —Suspiré—. Ni siquiera puedo dejar de llorar.

Intenté secar mis lágrimas, pero mis manos estaban llenas de tierra y acabé con el rostro sucio.

—Llorar se vale —aseguró—. De hecho, llorar es un gran paso. Pero, incluso los pequeños pasos ayudan. Por ejemplo, ¿qué te parece si me ayudas a tener listo este jardín para cuando la bebé nazca?

Asentí lentamente, y recogí una pequeña pala, para preparar el espacio donde colocaríamos las semillas.

—Traeré un poco de agua —anunció.

A pesar de que no hacía calor, el líquido ciertamente me ayudó a recuperarme luego del esfuerzo físico y el llanto. No trabajamos mucho más después de eso, y nuestra conversación giró en torno a temas menos profundos, pero no menos importantes, como, por ejemplo, si era necesario plantar rozas, pues aun tratándose de una flor clásica de cualquier jardín, nuestra futura sobrina podría pincharse con una espina.

Al entrar, me cambié de ropa y estaba por retomar mis estudios, cuando el sonido del timbre me interrumpió.

Desde donde me encontraba, bastó con levantar la cabeza en dirección a la ventana para saber quiénes se encontraban afuera.

Adrián y Sybilla.

.

.

.

Hoola gente bonita, ¿Cómo están?
Espero que todxs estén muy bien <3 nuevamente quiero agradecer su fidelidad a esta historia :))

Espero que les haya gustado el capítulo, es un poco signifivo, ya que ayer nada más tuve un pequeño conflicto interno... no les pasa que a veces sienten que por más que se esfuerzan, no reciben el reconocimiento que esperan? :( bueno, en realidad se supone que las cosas no se hacen buscando la fama xd o pero a veces un poquito de retribución estaría bien...

El próximo capítulo está vinculado con el final de El deseo de Afrodita, para que nadie se pierda <3

Continue Reading

You'll Also Like

87.3K 7.4K 65
Sus métodos de espantar a los hombres han mantenido a Melanie Grey a salvo de cualquier traición o decepción. Una estrategia que ha funcionado exitos...
213K 17.5K 34
PUBLICADO POR LA EDITORIAL FANDOM BOOKS EL 2.05.2024 COMPLETA Axel Waters odia a su hermano Ben pero, sobre todo, odia a sus mejores amigos. En espec...
30.7K 5.9K 45
Marcus juró que nunca volvería a amar. Luego de regresar a Nueva York por petición de su padre, Marcus intenta retomar su vida, intentando ignorar la...