—¡MATTHEW! ¡¿PERO QUÉ COÑO HACES?!
Reconocía perfectamente esa voz. ¡Era la de Carter! Me giré lentamente y estaba en lo cierto, era él. ¿Pero, no se había ido ya?
—Tío, ¿qué haces aquí?
—¡NO! ¿QUÉ HACES TÚ AHÍ? —estaba realmente asombrado.
—Shh, ¡no grites! —Susurré señalando con la cabeza a la ventana de _____.
—Vale, vale, ¡pero me debes una buena explicación! —arqueó las cejas.
—Mañana hablamos, ¡ahora vete! —rió.
—¡Claro que no me voy! Te esperaré aquí —me lanzó una mirada pícara y cruzó los brazos.
—¿Y si te ve? ¿qué, eh?
—Bueno, pues te esperaré en tu casa.
—¿Tú solo en mi casa? —reí—. NO.
—¿Y... No están tus padres y tus hermanos?
—Sí, pero...
Se fue corriendo a mi casa sin dejarme terminar la frase. Fueron segundos los que tardó en subir a mi habitación, asomarse por la ventana y quedarse mirándome de una manera muy adorable mientras me enseñana su pulgar. Yo simplemente le sonreí.
—Escóndete, no dejes que te vea —asintió y se agachó.
Llamé en la ventana de _____ un par de veces, nadie abría ni respondía. Decidí entrar.
En su habitación no había nadie, pero la luz estaba encendida y su ordenador también lo estaba. Fui a echarle un vistazo, pero tenía contraseña.
Decidí abrir la puerta y asomarme por el pasillo, pero no, no la veía a ella, ni a nadie.
Segundos después se escucharon sonidos abajo, así que, rápidamente volví a cerrar la puerta.
Finalmente me senté en su cama a esperar a que ella volviera.
Carter se volvió a asomar y me vió.
—¿Novedades? —preguntó.
—No está...
—¿Y por qué sigues ahí?
—Porque en realidad sí está, pero no sé donde... He escuchado un ruído abajo y rápidamente me he vuelto a meter aquí.
—Eres un cagón —rió.
—¿Qué? ¡No! Pero...
—Pero nada —volvió a reír.
—Ya Carter, cáll...
Alguien abrió brúscamente la puerta, me giré, y era ella... Sólo con una pequeña toalla que apenas tapaba su cuerpo. Al verme, su cara cambió, y su toalla... Se calló.
Continuará...