Pedido de: belisamoon
Era invierno, el más frío que tu familia recordaría para siempre. Acababas de cumplir tres años, como era de esperarse, tus padres organizaron una gran fiesta, familias sangre pura y ricos llegaron, consintiéndote con regalos de ensueños. Gozabas de una gran salud, a pesar de las tormentas que habían constantemente, tenías múltiples amigos y amigas con los que jugar mientras los adultos conversaban entre ellos.
Los Bulstrode eran conocidos por ser unos de los Sagrados Veintiocho, poniéndote a ti en un rango más superior que los demás, pero no llegabas a ser presumida o engreída como el primogénito de Abraxas Malfoy. Sus padres eran personas amigables y amables, por lo que era difícil encontrar un enemigo. Pero esa noche apareció, nadie supo porqué y quién era, pero su aura y mirada prometía una venganza en contra de lo más preciado que tenían tus padres; tú.
Esa noche, conocida por los que asistieron a la fiesta como la noche más rencorosa e insidiosa, esa mujer de elegante vestido victoriano y una capa tapando la mitad de su rostro, te quitó la visión. No dejaste de llorar aquella noche, luego de que aquella mujer desapareciera con el sonido y la velocidad de un trueno, tus padres se pusieron en contacto con múltiples magos y brujas, sin dar éxito. Incluso llegaron a ir al mundo muggle, sometiéndote a varios exámenes, sin encontrar nada raro en ti.
Tuviste que acostumbrarte a aquella vida, hasta los diez años, los bastones muggles eran muy molestosos y tantear con tus manos no era una opción. Como última opción, fueron a parar donde Dumbledore, accedió a darte una varita antes de los once, teniendo en cuenta tu nueva discapacidad. Después de una semana y media, él había creado un hechizo para ti y que futuramente ayudaría a más de uno. Ahora podías sacar de tu varita un bastón de luz celeste brillante que te permitía caminar con normalidad sin dar chance a tropezarte. Era algo muy sencillo pero funcional.
Después de entrar a hogwarts había crecido con normalidad, fuiste seleccionada para Ravenclaw y a todas las clases que ibas eran más auditivas que prácticas. A pesar de todo eso, eras feliz. Te habían privado de ver la nieve, la lluvia, el atardecer, el anochecer y un arcoíris, pero jamás olvidarías que una vez los viste y esos recuerdos permanecerán en ti como un consuelo.
Desde tu primer año hasta el cuarto, te habías asegurado de permanecer lejos de los de Griffyndor, sin importar que aquella casa tuviera una "gran reputación", no todos eran leales, amigables o buenos. Unos lo eran, otros simplemente nacieron para hacerte miserable la vida, un claro ejemplo serían los merodeadores. Quizás eran muy estúpidos o muy jóvenes para entender todo lo que habías pasado y sobre todo, para burlarse de eso.
No buscabas alguna clase de pleito con ellos, así que simplemente te alejabas y los ignorabas, Remus -y unas pocas veces Peter- se mantenían al margen, eran, especialmente Remus, respetuosos con tu condición. Esa mañana habían amanecido con un humor de perros -especialmente Sirius-. Tú y Severus se habían convertido en su blanco favorito, cuando no lo molestaban a él, se encaprichaban contigo.
Mientras caminabas silenciosa y solitariamente, los cuatro inseparables se acercaron a ti, tres de ellos con una sonrisa nada amable, y el último con la mirada baja. Escuchaste los pasos acercándose e inmediatamente supiste quiénes eran, sabías lo que venía y ya no tenías oportunidad de salir corriendo. Estabas considerando seriamente ir a todas tus clases acompañada.
Sirius se aproximó a ti y golpeó tu mano haciendo que tu varita cayera y no tuvieras un bastón para golpearles las cabeza. Los malos y ofensivos comentarios de James te atacaron directo a tu autoestima y corazón. Peter los apoyaba con risas totalmente irritante y Remus permanecía ajeno a todo eso. Te agachaste y comenzaste a palpar el suelo para encontrar tu varita con las fastidiosas risas de fondo. Sus comentarios eran realmente dolorosos para ti, cuando ibas a tomar tu varita, un pie te lo impidió pateándola.
Severus, casualmente, iba a llegar a ese pasillo para poder llegar a sus clases, se detuvo abruptamente al verlos allí. Te vio de rodillas en el suelo mientras pasabas el dorso de tu mano por tus ojos. Durante un minuto se planteó irse de allí, ignorando el injusto y horrible suceso que pasaba en aquel pasillo. Su moral se lo negó, rechazaba quedarse sin hacer nada. Se regañó mentalmente mientras se acercaba a ellos.
Una quinta voz llegó a tus oídos, defendiéndote de ellos. Claro, no se lo dejaron tan fácil, él no se rindió y siguió insistiendo hasta que se hartaron, no se fueron sin antes humillarte de nuevo.
Severus se movió con incomodidad, "Si me voy despacio y sin hacer ruido no me notará" pensó. "No seas imbécil" se reclamó.
— Oye, ¿te encuentras bien?— te preguntó extendiendo su mano hacia a ti. Bastó un segundo para caer en cuenta de su error.
— Sí, lo estoy. ¿Podrías pasarme mi varita?— preguntaste pasando tus manos por el suelo hasta que la encontraste.— Olvídalo.
Te pusiste de pie y te propusiste a ir a clases, Severus te miró con el ceño fruncido y te siguió. Tomó tu brazo para dirigirte y llevarte a tus clases pero tu te quitaste bruscamente.
— Yo soy la ciega, no tú.— reclamaste y tomaste su brazo y lo impulsaste caminar.
Escuchaste un suspiro acompañado de una ligera risa por parte de él, era el primer contacto con un chico que habías tenido en años, aprovechaste lo más que pudiste y abrazaste su brazo con un poco de fuerza. Severus no dijo nada y te dirigió a clases, compartías clase con él pero nunca habían trabajado juntos, tampoco tenía intenciones ni razones para hacerlo.
Al llegar a las clases Severus te acompaña hasta tu asiento, le agradeces por lo que había hecho. Después de eso todo fue normal, terminaste tu clase con Severus y fuiste rápidamente a la siguiente sin esperarlo, igual no sabías si hacerlo, solo te había ayudado y no eran los mejores amigos de toda la vida.
Él si te estaba esperando, no te tenía lástima pero quería ayudarte de algún modo. De todas formas, habías salido antes que él y no pudo acompañarte. A la mañana siguiente, al salir de tu sala común la voz de Severus fue lo primero que oíste, causando un susto por tu parte.
— Hasta que sales, llevo una hora aquí. Vamos.— dijo acercándose, frunciste el ceño y extendiste tu mano para localizar su brazo.
— Gracias.— murmuraste cuando empezaron a caminar.
No sabías si habías conseguido un amigo, pero estabas feliz de que fuera alguien amable como él. Al salir de una clase él siempre te iba a ver para acompañarte, lo cual se te hizo muy raro pero no te quejabas.
Sus compañeros de casa te veían raro, además de Lily, él no tenía más amigos. Severus se había abierto a ti, mostrando una parte que ni siquiera Lily conocía.
A partir del quinto año, recibías constantes y tímidos cumplidos por parte de Severus, después de todo, él también había cambiado físicamente. No podías verlo pero sabías que así era.
El quinto año estuvo lleno de sorpresas, y no eran buenas. Esa mañana Severus no había ido contigo como ya era su costumbre, así que decidiste buscarlo, claro que ya estabas acostumbrada a él y volver a usar tu bastón mágico era casi extraño.
La bulla de las personas te llamó la atención, seguiste el ruido hasta chocar con personas amontonadas. Distinguistes formas oscuras en frente de ti, como si de alguna forma tus ojos se esforzarán en ver.
Por supuesto, las fastidiosas voces de James y Sirius llegaron a y oídos siendo acompañados por la de Lily, quién sonaba ofendida. La sombra que supusiste que era ella salió de la escena, dando zancadas furiosas contra Severus.
Bien, Severus te había defendido millones de veces de ellos, es hora de devolver el favor.
Te abriste paso entre los demás y rogando que tú nueva visión borrosa no te falle, sacaste tu varita decidida a defender a Severus.
Los hechizos que usabas eran inofensivos, extremadamente dolorosos pero no llegarían a la muerte. Severus te miraba desde el suelo, tu cabello y tu uniforme se movían debido a la brisa que te daba cuando lanzabas un hechizo. Solo esperabas que ninguno a los que estabas atacando sea Severus.
Las sombras se fueron, al igual que los demás al ver que el espectáculo había terminado. Te volteaste y viste otra sombra en el suelo, dudando te acercaste y te arrodillaste ante él.
—¿... Severus? Por favor, dime que sí eres tú.
— Lo soy, __________.— Respondió en un murmuro. Tomaste su mano y lo levantaste.
— Vamos, cariño.— durante los años que habías sido su amiga, se había acostumbrado a tus apodos hacia él. Pero nunca se sintió así antes.
Desde que tomaste la confianza suficiente con él, le advertiste que verbalmente eras más cariñosa, que no se sorprendiera si lo llamabas por cariño, cielo o querido. O cualquier otro que se te ocurriera.
Lo llevaste a un salón desocupado para atenderlo, Severus no decía nada, además de estar avergonzado se sentía nervioso por tu presencia. Lo hiciste que se sentara en una mesa mientras pasabas tus manos delicadamente por su rostro. Él no lo evitó y su curiosidad fue mayor.
—¿Cómo pudiste ver a quién atacabas?— dejaste tus manos en sus hombros y sonreíste.
— Ni yo lo sé, desde hace algunos días he empezado a ver sombras y mis ojos arden un poco pero todo bien.
Asintió aún confundido pero se dejó consentir por tus manos en su rostro. De un momento a otro se sintió débil y vulnerable, como tú cuando estás en tu habitación, y ya sea por una canción o un recuerdo, te entristecías de la nada.
Te miró con timidez y rodeó tú cintura con sus brazos, debido a su estatura, su rostro quedo a la altura de tu clavícula.
— Muchas gracias, ___________. De verdad te lo agradezco mucho.
— No es nada, cariño. Te lo debía desde hace tiempo, me alegra haberte ayudado.
Enterraste tus dedos en el sedoso cabello azabache de Severus y lo acariciaste, él suspiró contento con tu toque.
Claro, perdió a una amiga, la primera que tuvo, pero aún te tenía a ti. Severus era feliz contigo, era todo lo que una vez quiso; alguien que lo apoye y se quede con él a pesar de sus decisiones, ya sean buenas o malas.
Pues eso pasó, la idea de ser un mortífago te aterraba, pero más te aterraba que Severus resultara gravemente herido. Él ya lo era, y pese a tus súplicas no cedió. Ahora te tocaba a ti, no era tu deber hacerlo pero con tus nuevos sentimientos amorosos encontrados hacia él pudieron contra ti.
Severus no sabía de tu plan, se enteró cuando lo llamaste. Con tus uñas atacando tus palmas sudorosas le contaste todo lo sucedido. Pudiste jurar que lo viste palidecer, como si su alma abandonara si cuerpo. Te tomo de los hombros y se acercó a ti, reclamando todo lo que habías hecho.
El "solo quiero protegerte de todo, cariño. No quiero perderte allí" le derritió el corazón, se obligó a no besarte en ese instante, a pesar de que su cerebro y corazón lo pedían a gritos.
Terminaron todo el año escolar mas que unidos. Se tenían el uno al otro y eso era suficiente. Habías aparentado serle devotamente leal a Voldemort, pero el remordimiento contra tus principios no se apiadó de ti, le confesaste con lágrimas todo a Dumbledore, le juraste que jamás le serías leal y que a cambio de su perdón y de la orden, filtrarás toda la información que te den. Antes de Severus hubo otra espía y esa eras tú.
La fatídica noche en la que te enviaron a una misión sin Severus sería en la que te atraparan.
Continuando en contra de tus principios, llegaste a asesinar a personas del Ministerio, todo para no llevarte a Askaban. Tus visión cada vez iba mejorando pero seguías sin distinguir formas y eso a veces era un problema.
Lily Evans estaba allí esa noche, dispuesta a encarcelar a cualquier mortífago que apareciera. Desafortunadamente ese mortífago eras tú.
No supiste distinguir si era un mortífago más o si era miembro del ministerio, así que no disparaste. Pero ella si lo hizo, desmayándote mientras los demás trataban de escapar.
Tu marca bastó para evitarte un juicio y mandarte directamente a Askaban con orden del Beso del Dementor.
Fueron piadosos contigo, de algún extraño modo, no te permitieron enloquecer, esa misma noche te iban a ejecutar.
Dos horas y media, no más te quedaba. Severus le informó a Dumbledore a penas se enteró. Fue con la orden para recién informar que tú eras una espía en cubierto y que estabas de su lado. Lily pareció morir y revivir, James pasó su mano por su hombro, tratando de reconfortarla. Lily pensó que no se podía sentir más miserable e idiota, de todas forma ni tenía tanta culpa, eso le costará de entender después de que hayas muerto.
Dumbledore fue rápidamente con Snape hasta el ministerio, Severus de desvío y fue a Askaban. No fue nada fácil entrar, cabe destacar que pudo haber muerto antes que ti esa hora.
Llorabas en silencio en tu celda, que próximamente pertenecería a alguien más. El corazón de Severus se rompió en mil pedazos al verte allí, estuvo cerca de volar esas rejas para sacarte de allí, y de ser necesario, vivir prófugos.
— No lo hagas, Severus.— ordenaste sintiendo su presencia, se detuvo en seco, mirándote con súplica.
— No, _________. No eres culpable, Dumbledore está hablando con el Ministro para sacarte de aquí, si no lo consigue te llevaré lejos.
— Me merezco esto, y lo sabes. Entendería si hubiera sido obligada, pero no fue así, lo hice por voluntad propia. Merezco morir, por asesinar a personas inocentes.
— Pero te arrepientes, nunca quisiste hacerlo. Es mi culpa, si lo hubiera sabido habría hecho todo para que desistas.
El frío se hizo presente en el oscuro lugar, ambos sabían lo que significaba, Severus sabía que nunca aceptarías irte, lleno de impotencia sacó su varita.
— Severus. Mírame.— pediste. Él lo hizo, viste sus ojos casi lagrimeantes. Hiciste señas para que se acercara rápidamente, antes de que llegaran.
Severus se acercó a las rejas y tomo tú mano, pusiste tú otra mano en su pecho, su corazón latía desenfrenado y no pudiste descifrar porqué.
— Yo te amo, Severus.— murmuraste.— De verdad lo hago, desde quinto año.
Severus cerró los ojos con fuerza y golpeó la reja haciéndote sobresaltar.
— ¿Por qué no lo dijimos antes? __________ yo vivo por y para ti. Te amo mucho más que hace tres años. Sí de verdad me amas, ven conmigo. Por favor, te lo ruego.
Jalaste de su camisa y te levantaste un poco. Las puntas de sus narices se tocaron con suma delicadeza, fue Severus quién se acercó más para besarte. Su beso era tan necesitado pero lleno de amor. Metió sus manos por la reja y acarició tu cintura. Las lágrimas de ambos cayeron en sus labios, ensalándolos pero eso no fue suficiente para separarlos.
El ambiente se tensó, el frío llegó hasta sus huesos. Severus conjuró su patronus, por ser precavido. A tus ojos llegó un gran destello proveniente del patronus de Severus. En un segundo volviste a acostumbrarte a todo a tu alrededor, veías todo con claridad. Severus te miraba confundido y vaya sorpresa de llevaste cuando pudiste mirarlo como realmente era.
— Si que eres guapo, Severus. Siempre te lo dije.
—¿Cómo...?
— Sabías que eras tú. Me liberaste, Severus. De todas las formas posibles.— sonrió al saber que podías volver a ver todo y que tu maleficio se había roto. La felicidad no les duró mucho, cada vez de más pesado el ambiente. Fue cuando varios dementores llegaron a la escena, combatiendo con Severus mientras dos mas se acercaban a ti.
Te desesperaste cuando llegaron por ti, no ibas a gritarle a Severus para que te ayudara. Sabías que eso solo lo empeoraría para él. Solo dejaste que el momento llegara.
Uno de acercó a ti, bajando su capucha y abriendo su boca acercándose a la tuya. Después de eso, no fuiste capaz de sentir nada más, tu alma había sido sacada de ti.
Severus se lanzó contra las rejas, ignorando los mareos y dolor de cabeza que se apoderaban de él. Albus y el ministro entraron apresurado, tratando de detener lo inevitable.
Varios aurores llegaron, haciendo huir a los dementores. Dumbledore se apresuró a ir con Severus, encontrándolo profundamente destrozado, tu cuerpo estaba en frente de ellos, con una expresión de miedo que hacía juego con tu pálida y enfermiza piel.
— Lo lamento tanto, muchacho. Llegué tarde.— se lamento Dumbledore.
Los demás sacaron tu cuerpo, a petición de Dumbledore. Severus los miró a todos con desprecio mientras desaparecía de allí.
Una parte de él se alegraba, pudiste verlo en sus últimos minutos y sobretodo, tú también lo amabas como él te ama a ti. Otra está tan destrozada por haberte perdido antes de que hubieran sido completamente felices.
No, no estaba dispuesto a dejarte ir y sabía que había un lugar dónde se encontrarían un día.
No iba a esperar ese día, lo adelantaría para verte.
Esos días hubo dos funerales juntos, la culpa habitaba en la mente de Dumbledore, pero no podía hacer más. Sabía que ahora eran libres para hacer todo lo que quisieran.