The flight of butterflies [KT...

By GodsPromises

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¿Has sentido la suave brisa que deja una mariposa al volar? La muerte de la madre de Taehyung le enseñaría lo... More

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[Primera parte: Azul]
Dedicación
Capítulo 1: La libreta de pasta celeste
Capítulo 2: No te buscaré, vendrás conmigo
Capítulo 3: Sin condiciones pt.1
Capítulo 4: Los problemas ¿vienen en cadena?
Capítulo 5: ¿Un girasol?
Capítulo 6: Trampolines del infortunio
Capítulo 7: La libreta de los sueños
Capítulo 8: Bajo mi sombrilla
Capítulo 9: Mariposa de invierno
Capítulo 10: Tres centímetros de distancia
Capítulo 11: Déjame sostener tu mano
Capítulo 12: Un verano y un otoño
Capítulo 13: Delfín
Capítulo 14: Hombre de nieve
Capítulo 15: Entre violines y aplausos
Capítulo 16: Caminos conectados
Capítulo 17: Mariposas y pinturas
Capítulo 18: Monarca
Capítulo 19: Azalea
Capítulo 20: Esbelta blanca
Capítulo 21: Nieve pt.1
Capítulo 22: Cintas
Capítulo 23: Abrigo
[Segunda parte: Marrón]
Capítulo 24: Bloque de piedra
Capítulo 25: ¿Señor Darcy?
Capítulo 26: Ruinas
Capítulo 27: Tristeza de verano
Capítulo 28: Azul y negro
Capítulo 29: Veinte
Capítulo 30: Efecto mariposa
[Tercera parte: Blanco]
Capítulo 31: Sin condiciones pt.2
Capítulo 33: Centímetros rotos
Capítulo 34: Pequeño, ¿monstruo?
Capítulo 35: Soy Kim Taehyung
Capítulo 36: Soy Jeon Jungkook
Capítulo 37: Privilegio de ser tuyo
Cuarta parte: dorado
Capítulo 38: ¿Hacia dónde volar?
39: El valor de las mariposas

Capítulo 32: Jardinero

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By GodsPromises

El herir, el ser herido.

Nunca hay una brecha muy larga entre ambos.

Jungkook estuvo en la ducha quince minutos. Lo suficiente para pensar con la cabeza fría. Pero de nada servía. El trabajo que odiaba, pero le pertenecía por herencia, no fue mal visto cuando escuchó aquella cifra de dinero que no podría pagar ni con un año de trabajo. Y menos aún, con la pensión que la tía Suni depositaba cada mes para el alquiler y los gastos básicos.

Cuando mamá murió, su tía fue quien veló por él.

—¿Estás bien? —Jimin golpeó la puerta del baño al otro lado —. No te habrás caído para atrás, ¿no?

Jungkook rodó los ojos y envolvió la toalla en su cintura. Gotas caían por las medianas hebras de cabello negro y otras recorrían su cuerpo. Desde el pecho hasta más arriba de la ingle.

—Taehyung dijo que Yoongi te acompañaba —dijo Jungkook al salir de la habitación —. ¿Dónde está? —preguntó con voz bajita mientras terminaba de secarse.

Jimin apretó los labios —. Vamos a recogerlo, por eso vístete pronto.

Jungkook lo miró de arriba a abajo con firmeza y después volteó la mirada a la puerta. Pero el rubio no entendió lo que ello significaba. De nuevo Jungkook miró a Jimin y después a la puerta.

Nada.

—¿Podrías dejar que me vista solo? —sonrió Jungkook con incomodidad. Entonces Jimin soltó un suspiro con una risita nerviosa —. Gracias —susurró Jungkook elevando las cejas cuando el rubio salió de la habitación.

Desde que conoció a Taehyung no se había descuidado tanto de cortar su cabello. Ahora, su hermosa cabellera de coco, no estaba, por suerte tenía la secadora de cabello que Namjoon había olvidado en el departamento. La buscó porque sabía que la tenía pero no recordaba dónde estaba.

Dios, no podía ir a la cena luciendo como un mendigo o un estudiante tomando un año sabático.

«Suficiente con que llegara un poco más flaco y pálido».

Quizás el cabello le había crecido lo suficiente para poder sujetarlo en una media coleta. «Juro que lo cortaré la próxima semana» se dijo mientras se vestía con el traje negro que había elegido. Dejó tres botones de la camisa negra sueltos. Ajustó el cinturón y por último los zapatos. Estaba listo.

—¿Qué estás haciendo? —Jungkook se detuvo cuando vio a Jimin leyendo las notas que había pegado en la pared. El rubio le regresó la mirada.

—¿Qué significa? —entrecerró los ojos mientras juntaba su rostro a las notas pegadas al pasillo. Aunque las leyó más de una vez, no podía entender del todo lo que había detrás de lo escrito —. Me recordarás cuando los vientos del oeste lleguen moviendo las espigas.

Jungkook se detuvo con la quijada apretada.

Él tampoco sabía que significaba.

—¿Puedes hacerlo mejor con las luces encendidas? —masculló Jimin. Intentando leer la letra pequeña y amontonada —. Yo estaba allí... Te envié un mensaje junto al viento para que lo leyeras —frunció las cejas conforme leía, poco entendía de todas esas notas —. Por favor....Oculto entre el campo —masculló, cambiando la atención a otra nota de color amarillo —. Enséñame a respirar.

Jungkook solo lo miró sin poder explicar.

Seguro le diría que es un loco.

—Me refugio en esta forma —continuó Jimin —.Como un pétalo de cristal en el aire

Regresó la mirada a Jungkook con un ojo más cerrado que el otro. Como si hubiese bebido jugo de limón —. ¿Qué significa... todo eso? —su voz salió bajita, demasiado bajita pero Jungkook pudo escuchar.

—Es un sueño —le respondió, cruzando sus brazos en la cintura para después caminar hacia él —. Te faltó leer este —le señaló una de las notas azules, que estaba más arriba de lo que Jimin podía alcanzar. El rubio lo miró de mala gana —. No alcanzo, idiota.

Jungkook soltó una risa alta.

¿Puedes hacerlo mejor con las luces encendidas?, yo estaba allí, me refugio en esta forma, oculto entre el campo, como un pétalo de cristal en el aire, por favor, enséñame a respirar, me recordarás cuando los vientos del oeste lleguen moviendo las espigas —Jungkook lo leyó en voz alta, todavía dudando del sentido que le había dado a aquellas oraciones.

—¿Qué sueño? —Jimin se acercó a tocarle el hombro con delicadeza.

—Uno en el que Taehyung moría —musitó Jungkook —. Alguien... había una voz que decía todo lo que está escrito... y... yo lo anoté en mi libreta de sueños, pero no logro descubrir que dice.

—Entonces fue una pesadilla... y supongo que estos días no has dormido porque no quieres tener una pesadilla que no puedas descifrar... de nuevo —. Jimin lo miró con atención y su voz se volvió profunda —. ¿No es así, Jungkook?

—Sé que significa algo... siempre significa algo —susurró el pálido —. Mis sueños siempre... tienen un significado —dijo con voz bajita. Porque de todos los que tenía, ninguno terminaba como algo bueno cuando salían a la vida real. Y temía. Jungkook siempre tuvo miedo.

—Dame la nota —pidió Jimin —. Yoongi es bueno con los crucigramas, los refranes, tal vez él pueda darle un sentido nuevo —Jungkook lo miró, dudoso. Pero si él había intentado darle un significado más allá del que había escrito y no le coincidía otro más. No le costaba mucho dejar que alguien más intentará.

—Yo se la daré —dijo Jungkook, juntando la nota al pecho.

—Está bien, está bien... será como tú quieras —Jimin quiso alentar al pálido y sacó la voz más dulce que tuvo en compañía de sus ojos tibios mirándolo con paciencia —. Vamos a recoger a Yoongi o no llegaremos a tiempo —susurró el rubio, dando un apretón suave en su hombro. Jungkook tomó la nota y después Jimin le sonrió.

—Vámonos —el pelinegro tuvo esperanza, tan solo poco. En verdad quería descubrir algo nuevo en esas oraciones desordenadas.

Jungkook no sabía si algo le había caído mal, o Jimin era tan mal conductor que el estómago se le revolvía en cada vuelta a las esquinas. Fueron siete y contando. Y llegaron a un lugar que ya conocía. El salón donde Taehyung se había presentado.

—Espera aquí... necesito entrar. No tardó ni dos segundos —Jimin salió con prisa del automóvil y sacudió la mano cuando pasó al costado de Jungkook.

Jungkook releyó lo que había escrito en la hoja. Lo leyó una y otra y otra vez. Pero de nuevo, no pudo hallar algo más que el significado que le había dado. La leyó tantas veces que la mano contraria empezaba a irritarse por las uñas incrustadas en sus palmas. Sí, estaba demasiado ansioso. En verdad lo estaba desde días antes.

—¿Nervioso por conocer al padre de tu novio? —la voz ronca de Yoongi interrumpió sus pensamientos cuando entró al auto para sentarse al costado —. Todo saldrá bien... te ves apuesto —él guiñó un ojo y chasqueó los dedos —. Taehyung se derretirá al verte.

—G-gra-gracias —respondió Jungkook. Las mejillas le ardieron porque admiraba el estilo del mayor —. Te ves bien también, hyung —susurró el pelinegro, mostrando una sonrisa tímida que no le dejó levantar la mirada.

—Lo sé —presumió el más pálido —. Tengo un nuevo tatuaje, no podía no presumirlo —le mostró el nuevo tatuaje en medio de las clavículas, apenas le rozaba una cadena fina de plata que brillaba por sí sola. Jungkook abrió los ojos en grande. Era una serpiente aparentemente enroscada en la clavícula sobresaliente del pálido.

—Se te van a caer las babas, niño —le reprendió el mayor —. Cuando seas más grande podrás hacerte tatuajes —le dijo mientras se acomodaba el cinturón de seguridad, cruzando la cinta justo por el tatuaje.

—Ya tengo 23 —respondió Jungkook, encogiéndose de hombros.

—Todavía no has aprendido lo suficiente, Jungkook —el pálido dejó caer su cabeza hacia atrás y se removió el cabello entre los dedos.

—Perdón, fósil —interrumpió Jimin desde el volante.

Cuando su mirada chocó con la de Yoongi en el retrovisor, ambos rieron, pero Yoongi se tapó los labios mientras esquivaba al rubio, mirando afuera de la ventana. Jungkook se encogió de hombros y al hacerlo la nota pequeña resonó en su bolsillo.

—¿Puedes darle un sentido nuevo a esto... hyung? —preguntó el pelinegro. Sacando la nota del bolsillo.

Yoongi arrugó las cejas y empezó a leer entre balbuceos —. ¿Es importante? —masculló Yoongi, tomando la nota mientras fruncía el ceño.

Jungkook solo asintió con la cabeza.

—Mañana —dijo Yoongi, tomando la nota entre el dedo índice y el medio para mostrarlo a Jungkook —. Por hoy no dejes que te aflija, ¿de acuerdo? —le pidió remarcando una ceja. Jungkook apenas pudo hablar —. Ese cabello tuyo está muy peinado, déjame acomodarlo un poco... a mi estilo —susurró Yoongi.

El mayor se acercó y quitó unos cuantos mechones de cabello para dejar que caigan sobre la frente de Jungkook —. Eres apuesto con la frente al descubierto... pero luces más atractivo si dejamos estos aquí —dijo, terminando de acomodar las hebras de cabello en el costado del rostro.

Jungkook respiró hondo.

Y de pronto una punzada en su corazón llegó, como si algo estuviera a punto de salir mal.

La alarma del reloj resonó desde la muñeca de Jimin —. Justo a tiempo —soltó el rubio, moviendo el brazo sobre el volante para dejarlo reposar —. Llegamos un minuto antes —dijo Jimin, y entonces quitó el seguro automático de las puertas del Mercedes Benz, para que los tres pudieran bajar.

—Tranquilo —dijeron Jimin y Yoongi, casi en coro. Aunque con una gran diferencia en el tono de voz. Y Jungkook solo pudo sentirse más avergonzado.

El señor Kim fue quien abrió la puerta, y por primera vez, Jungkook notó cuán grande era la casa de Taehyung. Cuando todos los muebles estaban guardados. La sala principal estaba vacía, solo un piano descansaba en la esquina. Y la habitación al costado tenía la mesa larga, con los candelabros de siempre y un mantel vino con delicados vivos dorados.

—Llegaste —la voz de Taehyung resonó desde la cocina. Y el castaño apareció con una sonrisa que se alargó al ver al pelinegro.

Sus ojos estaban tranquilos, eran cálidos y Jungkook pudo reconfortarse en ellos cuando lo miró. Tenía un abrigo camel, le llegaba como siempre hasta la pantorilla, pero vestía una camisa de color blanco, desabotonada tres botones —. Te ves realmente hermoso —susurró Taehyung cuando caminó de prisa para abrazar a Jungkook por el cuello.

El corazón de Jungkook dolió cuando aspiró el perfume de menta.

—Te estaba esperando —musitó Taehyung.

Jungkook se aferró al cuerpo del castaño, a su cintura pequeña, a su espalda delgada y cansada. Y juró que nunca en su vida pudo sentirse tan vacío, pero a la vez tan lleno.

Aferrarse a Taehyung era como intentar alcanzar una mariposa. Era como intentar alcanzar la felicidad.

El castaño intentó apartarse un poco del cuerpo del pelinegro, pero Jungkook lo sostuvo ahí, con los ojos cerrados mientras fundía su frente en el hombro del contrario, apegado a la calidez que le brindaba. Y Jungkook, no supo de dónde, porque no tenía fuerza ni cómo, pero tuvo la valentía o quizá lo osadía suficiente para aferrarse un poco más al castaño y levantarlo un poco del suelo.

Jungkook en verdad quería quedarse.

Jungkook siempre quiso quedarse.

Taehyung se sintió ligero. Como si el tiempo se congelara y de nuevo encontrara la belleza del silencio en los brazos de Jungkook. Taehyung era libre, lo sabía, solo hasta ese entonces. Solo hasta ese día, pudo saberlo.

Solo cuando el abrigo dejó de pesarle, y el secreto que había encapsulado, fueron liberados, solo hasta entonces él también pudo serlo.

—Yo también —susurró Jungkook —. Yo siempre te estaré esperando.

Él sabía que siempre lo esperaría aún sabiendo que un día no vendría.

Enamorarse de una mariposa tenía un riesgo. Un día necesitará marcharse y volar. Y con su vuelo, la soledad viene a hacer una amarga compañía.

Ese es el riesgo de enamorarse de una mariposa, debes aprender a soltar porque la mariposa se enamorará del cielo, y querrá ir a revolotear desde lo alto.

Jungkook aspiró bien el perfume de Taehyung y cuando dio un apretón suave hizo que Taehyung llevara una mano al brazo de Jungkook porque le dio cosquillas. Para Taehyung, con el tiempo los brazos de Jungkook se volvieron un nuevo hogar.

Un nuevo lugar seguro.

—Necesito recibir a los amigos de papá, ya me puedes bajar —susurró Taehyung.

Jungkook asintió y despacio volvió a dejar al castaño en el suelo. Tenía un pantalón café que iba muy bien con el color camel del abrigo. Y aunque Jungkook no lo admitía, admiraba la elegancia de Taehyung. El pálido miró a un punto sin importancia, mientras Taehyung caminaba a sus espaldas, con una sonrisa apenas esbozada.

Y el pelinegro se detuvo ahí, con la mirada perdida, y la quijada tensa.

«¿Cómo Taehyung en verdad podía pretender que nada pasaba?» se preguntó Jungkook cuando el perfume de menta le llegó por un segundo « ¿En verdad cómo podía?» se repetía dando la vuelta para concentrar su mirada en la sonrisa del castaño. Y su nuca haciendo reverencias pequeñas cada vez que recibía una persona.

Tan solo mirarlo traía paz, a él, su abrigo, la respiración bajita y el cabello rizado cayendo con suavidad sobre su frente.

—No va a irse a ningún lugar si lo dejas solo un momento —susurró Yoongi, dando una palmada en la espalda del pelinegro —. Tus ojeras están a punto de llegar al piso —le reprendió con voz suave —. Debes cuidar de ti también —el más pálido sacó la nota azul y la meneó entre sus dedos —. Le encontraremos una respuesta nueva, por ahora, no pienses en nada... nada.

Yoongi lo sabía, él también sabía la condición que Taehyung tenía.

—Lo siento, hyung —masculló Jungkook —. No puedo —él bajó la cabeza intentando pasar por un costado para ir hasta el fondo de la sala, al costado del piano donde muy pocos se acercaban, pero Jimin le chocó las palmas en el pecho —. Vamos, además de preocuparte tú, harás que Taehyung también se preocupe... solo actúa como si nada.

Y Jungkook apretó los dientes.

Todos le pedían actuar con normalidad y ser una persona racional, pero ¿por qué debía hacer como si nada? ¿cómo los demás podían tan solo mirar a un costado y seguir caminando cuando el lío estaba en sus narices?

Jungkook odiaba escuchar lo que todos decían.

—Ven conmigo si estás incómodo —le pidió Taehyung —. He terminado de recibir a las visitas.

Y cuando Jungkook se volteó para echar un vistazo, se topó con la mitad del salón lleno. Incluso extranjeros, estaba una mujer de cabello rubio, alta y delgada en compañía de un hombre de contextura ancha y un niño pequeño.

Todos tenían su mejor ropa, y por esa noche, Taehyung no fue el único en llevar un elegante abrigo, pues más de cinco caballeros tenían aquella prenda. Jungkook soltó aire para revaluar su atuendo entre los demás, no pudo negar que sintió una presión en el pecho por llevar ese traje simple. Taehyung notó la desviación en la mirada del pelinegro y la cabeza gacha.

—Está bien, quien no pueda admirar tu belleza esta noche, es porque ha perdido los estribos —intentó consolar el castaño, sujetando su brazo para que le acompañase a caminar.

«No, los mareos no vendrán ahora» se dijo mientras apretaba con fuerza el brazo de Jungkook, tanto que el pálido dio un salto pequeño. «No aparecerán ahora» se repitió. Y continuó caminando como si ante sus ojos nadie además de Jungkook, su padre y sus amigos estuviesen.

Pero quizá las piernas le pesaban demasiado para dar otro paso.

Jungkook se mordió el labio inferior y se quedó quieto, cubriendo con la otra mano, el dorso de la mano de Taehyung, que temblaba por la fuerza con que se sujetaba.

«Por favor, no ahora» se dijo Taehyung. Cerró los ojos con fuerza y llevó su cabeza al pecho, para evitar que los demás le pusieran atención. Jungkook hizo lo más que pudo para mantenerse sereno y sostener al castaño, con todo lo que pudo dar en ese momento. Jimin los miró a lo lejos, pero Yoongi lo sostuvo del brazo para impedirle ir.

Solo alarmarían a las personas.

"No" suplicó Taehyung en su mente.

Pasaron cinco o tal vez diez minutos en esa posición, pero por suerte las piernas de Taehyung supieron responderle después. Y caminó muy despacio mientras Jungkook lo sostenía.

Sería tonto pensar que su padre no le montó la mirada, cuando lo veía con tristeza pero a la vez con calma desde el piano, mientras levantaba su copa de vino junto a un amigo. Quizá de los pocos que tenía desde su juventud.

—Ya estoy bien, Jungkook —suspiró Taehyung, apretando sus mejillas como si hubiese bebido de un trago amargo.

—Está bien, ven —murmuró Jungkook —. Quedemos aquí, ¿de acuerdo? —él levantó una ceja al preguntar, y Taehyung asintió. Se quedaron junto a la pared, esperando que su padre se pusiera en el centro de las personas que llenaban la sala.

—¿Quieres que te los presente? —le sugirió Taehyung con una risita, y un golpecito en el costado de la cintura. Cuando Jungkook le devolvió la mirada, Taehyung aprovechó para levantar una ceja —. ¿Si quieres? —le insistió con una risita.

Jungkook soltó un suspiro —. Quiero.

—Las cabezas rubias, son conocidos de mamá... ya sabes cuando ella vivía con el abuelo —explicó Taehyung levantando la cabeza para buscar entre las personas —. El señor más llenito, está por ahí... él es amigo de papá... en realidad no sé cómo se hicieron amigos —el corazón de Taehyung le dolió cuando al regresar la mirada se topó con la mejor amiga de mamá —. Ven, dame tu mano —pidió Taehyung.

Y aunque Jungkook lo dudó por un momento, no tardó en extenderla. Y Taehyung entrelazó sus dedos.

—Necesito que la señora Noer, te conozca en persona —y quizá por ese momento, la mirada de Taehyung se iluminó. Porque ella era lo más cercano que tenía a alguien que le recordase a su madre. Jungkook negó quedito, cuando la vergüenza apareció para inundar el cuerpo. «¿Cómo?».

Taehyung sonrió, y por ese momento. Por esa pequeña fracción de tiempo, había olvidado todo, que estaba enfermo, que algún día moriría, todo. Solo existía Jungkook y la necesidad de presentarlo a quién él consideraba alguien importante. Casi, casi llevó a rastras al pelinegro y Jungkook después de caminar con las mejillas sonrojadas, puso de su parte al caminar entre quienes los veían con un poco de dulzura, quizá.

—Señora Noer —exclamó Taehyung.

Cuando ella se volteó, el castaño sonrió en grande para darle un abrazo que fue correspondido con tres palmadas en la espalda y después un jugueteo ligero en su cabello —. Mira —soltó ella con una sonrisa de oreja a oreja que hizo a sus ojos azules rasgarse —. Cada vez más apuesto, querido —sonrió ella, al separarse y tomarlo de los hombros.

Taehyung se quejó cuando ella apretó accidentalmente el hombro derecho.

—¿Todo bien, querido? —ella preguntó, y sus finos labios rojos se apretaron.

—Es... es solo cansancio... por el violín —suspiró Taehyung, con una sonrisa ligera.

El dolor estaba, siempre estaba y ahora hacer cosas que antes podía con facilidad, se había vuelto un verdadero infierno.

A Jungkook se le apretó el corazón y las palabras de Jimin regresaron como un puñal. «Necesita cirugía».

—Eres tan apuesto, como tu padre. Pero sacaste los ojos de tu madre —ella le acomodó la solapa del abrigo. Y después elevó una ceja al hablar —. Pero este escote —pronunció ella con voz alegre —. Definitivamente has crecido mucho.

Taehyung puso la mano en el pecho para cubrirse.

—Quería presentarle a... Jungkook —la voz le tembló y dejó de sostener la mirada, para darse vuelta apenas y entrelazar los dedos con los de Jungkook y llevarlo un paso adelante —. Él... él es especial —susurró Taehyung.

Jungkook lo miró y al sonreír, dos marquitas aparecieron al costado de sus labios cuando la señora Noer, le extendió los brazos para darle un abrazo —. Cuídalo bien —susurró ella muy bajito, cuando Jungkook se acercó a corresponder el abrazo —. En verdad imagino que eres especial, por eso cuídalo y cuídate bien —le aconsejó ella con voz dulce. Y sus mejillas rosadas resaltaron con delicadeza en su rostro pálido.

Y después regresó para abrazar a Taehyung, ahora teniendo cuidado del hombro dolorido —. Deiji, solo hubiera deseado verte feliz... y si hallaste felicidad en un corazón como el tuyo... Yo solo puedo darte mi bendición, a nombre de Deiji —susurró la señora Noer.

La sonrisa de Taehyung se extendió y quizá las pupilas se le dilataron cuando por segunda vez sintió que su amor distinto, era aceptado.

Wring Deiji, y su mejor amiga, la señora Noer, eran cristianas. Desde niñas, no tuvieron siquiera la opción de escoger una religión. Para ellas las cosas que se hacían necesitaban el cuidado de Dios. Uno del que Taehyung no creía pero tampoco aceptaba.

—En el nombre del padre —dijo ella, tocando apenas su frente —, y del hijo —continuó, dirigiendo la palma al ombligo —, y del Espíritu Santo —prosiguió rozando el hombro izquierdo y después el derecho —. Amén —proclamó al final. Llevando la mano al corazón.

Taehyung lo recibió. Lo recibió como si fuese un regalo.

—Nunca tengas vergüenza, querido —ella tomó su rostro entre sus manos —. El amor nunca es algo de qué avergonzarse. Proclamalo, hazlo tuyo y siempre regresará con fuerza.

La señora Noer, miró a Jungkook y después a Taehyung —. Que sean felices, es todo lo que Deiji hubiese deseado para ti.

Taehyung se encogió de hombros y sonrió con timidez.

Solo un poco porque Jungkook ya sonreía por él, con los ojos más iluminados que nunca, y esos hoyuelos en el rostro, decorando su rostro como la cita favorita de Taehyung. Aquella que nunca se cansaría de leer. Jungkook era un libro, y aprender a amarlo era como aprender a seguir la brisa del viento.

—Gracias a todos por venir —dijo el señor Kim.

Llamando la atención, mientras golpeaba su copa. De todas formas, las personas eran silenciosas y no les costó mucho regresar la atención al hombre.

Taehyung y Jungkook fueron de regreso a una pared para poder apoyarse.

—Cuando era más joven, mi esposa leía un libro... Era su favorito... «Por una rosa» —contó él —. Lo leyó en mi cumpleaños 19. Y hubo un párrafo que hasta ahora no puedo olvidar —suspiró el señor, dejando la copa de vino a un costado.

Mientras su mirada se tornó tibia, y la expresión en su rostro se ablandó.

—«Cuando las almas gemelas se separan, el camino que una vez fue de pétalos suaves y de todos los colores. Se torna de espinos punzantes y rosas muertas. Quien se queda no tiene nada más que caminar mientras las plantas de los pies sangran »—citó el hombre y elevó las cejas mientras tragó saliva —. Después de la muerte de mi amada, pude comprobarlo... el camino se ha vuelto así.

Taehyung se entristeció donde estaba y regresó la mirada a Jungkook con los ojos cristalizados.

—También decía: «el dolor se detiene cuando las espinas van envejeciendo, y éstas lo hacen cuando el camino se vuelve corto. Cuando los amantes están a punto de encontrarse de nuevo» —terminó él, para tomar un sorbo de vino.

Miró su copa y después volvió a hablar.

—Siento que mi camino va haciéndose corto... el dolor de caminar se desvanece.

Taehyung se tensó por completo, y sintió que sus piernas se hicieran débiles, pero aquello era voluntario, porque las palabras le llegaron solo para herir. Intentó poner la expresión sombría que siempre tenía, pero le fue casi imposible porque sus cejas arqueadas cayeron sin energía, e incluso sus hombros bajaron en compañía de sus manos que estaban unidas al corazón.

Su padre nunca se equivocaba con los presentimientos.

—Hoy cumplo 45 años —sonrió el hombre, pero a los demás en la sala les contagió aquella tristeza que se iluminó en sus ojos al recordar a Deiji —. Mi esposa estaría sentada a mi lado mientras toco el piano, como teníamos la rara costumbre... pero ella no está —susurró el señor Kim —. Y ahora debo tocar este piano por mí solo.

Entonces los murmullos aparecieron.

Taehyung le sostuvo la mirada pero no pudo sonreír del todo. Solo intentó, pero la sonrisa no se pudo esbozar siquiera en su rostro.

Entonces su padre inició.

Y por un momento Taehyung sintió verse a sí mismo, con la misma quietud.

La mirada fija en las teclas del piano, y los ojos cerrados por instantes, muy presente en la sala con personas atentas a sus manos moviéndose, pero era seguro que su mente estaba lejos. Cuando Taehyung tocaba podía sentir que estaba con su madre, en un hilo delgado que la música le regalaba para permanecer con ella.

Y no dudó, que era el mismo sentimiento que tenía su padre, porque lo percibía, en las risitas pequeñas que se le escapaban de vez en cuando.

Su padre también utilizaba la música para buscar a su amada, en la brisa que acariciaba sus mejillas al cerrar los ojos y tocar las teclas.

Taehyung también lo sentía cuando deslizaba el arco sobre las cuerdas.

Su padre continuó.

Taehyung, había aprendido la melodía después de años de escucharla. ¿Y cómo olvidarla? si era aquella melodía que papá tocó por primera vez para todos en la fiesta de su abuelo. La primera vez que su madre confió en aquel jardinero que no tenía más que ofrecerle que margaritas cortadas en la mañana o rosas antes de que el invierno llegará. ¿Cómo podría olvidar el intenso amor que los dos se juraron?

"Hasta que la muerte nos separe" es lo que juran los cristianos al casarse.

Y tal como sus padres habían prometido se amaron hasta que la muerte llegó a cortar el hilo. O eso podría decirse, pero el amor les alcanzó para más allá de la muerte. Y la muerte sintió envidia de aquel lazo que no logró romper.

—Siempre impecable —susurró un hombre al costado de Taehyung —. Tu padre siempre fue bueno cuando tocaba Etude ¡aún lo es! —corrigió él, elevando el dedo índice e inflando el pecho con orgullo. Soltó un suspiro —.... Las obras de Chopin le sientan tan bien —halaga el hombre, moviendo su brazo, para dar un toque suave en el costado de Taehyung, mientras reía con delicadeza.

Taehyung solo asentó la cabeza y le sonrió.

—¡Oh, vamos! —se quejó el hombre con una risita aguda —. Sabes que tu padre es bromista en estas fechas, muchacho... quita esa cara larga, apuesto que lo dijo en broma —intentó animarle el hombre. De por sí su voz era alta y animosa, Taehyung pudo sonreír porque las expresiones del hombre le daban gracia.

—Tiene razón... siempre ha sido así —murmuró Taehyung, moviendo sus brazos en su cintura para intentar creerlo. Pero el corazón no podía estar tranquilo —. Gra-gracias señor Laurence —supo decirle. Entonces su padre terminó de tocar y Taehyung no tardó en tomar la mano de Jungkook para acercarse al piano.

—Gracias a todos por venir... Agradezco la presencia de cada uno, porque el único lazo que me unía a ustedes no está más aquí —dijo él, y todos captaron que era a Deiji a quien se refería —. Gracias por acompañarme esta noche y honrar su presencia.

El hombre se levantó cuando encontró los ojos tristes de Taehyung. Eran cafés pero en ese momento lucían más oscuros y la capa que los cubría era de una lágrima que amenazaba en salir.

—Ven aquí, ven —él lo llamó y extendió sus brazos.

Taehyung no dudó en apresurar el paso para hundirse en el cuerpo ajeno con dolor —. No lo hagas como si te estuvieras despidiendo, padre —pidió Taehyung —. No te despidas tú también... no te vayas todavía, no —pidió y al hacerlo la garganta le quemó.

Se volvió frágil y apenas pudo sostenerse, porque ahora en verdad se le escapó de las manos el mareo que lo visitaba y sus piernas chocaron entre sus rodillas, a punto de llevarlo al suelo, si su padre no lo sostenía a tiempo.

El señor Kim llamó a Jungkook con la mano.

—Arriba, llévalo arriba, está muy cansado —le pidió haciendo esfuerzos por acercar el cuerpo de Taehyung.

Y como nunca el padre de Taehyung confió su hijo a alguien más. Como nunca dejó que alguien cuidase de su hijo. Porque confiaba en el brillo en la mirada en los ojos de Jungkook. Podía ver un para siempre en los ojos de Jungkook, y ese para siempre solo aparecía cuando estaba con Taehyung.

—No te despidas todavía —masculló Taehyung.

Y dejó que el pelinegro lo llevase pues todo a su alrededor se volvió borroso. Suerte y sus piernas le funcionaron para caminar hasta la habitación.

Jungkook tenía la quijada apretada, y el ceño fruncido. Taehyung era delgado, pero cuando su cuerpo no respondía ganaba mucho peso, solo por ese instante. Ay, agradeció que Jungkook pudo llevarlo hasta la recamara. Lo sentó en el borde de la cama, y Taehyung apoyó sus manos en los costados para sostenerse, pero la cabeza le daba vueltas.

Entonces Jungkook aprovechó para quitarle los mocasines.

—Despacio, acuéstate aquí despacio —le pidió el pelinegro, tomando una almohada suave, para acomodar la cabeza de Taehyung, las manos del castaño se aferraron a los brazos de Jungkook mientras él lo dejaba caer con delicadeza, como si pudiera romperlo en un mal movimiento.

—Tú no te vayas... Quédate conmigo —le pidió Taehyung.

Y no pudo decir más porque cayó dormido.

Jungkook se acomodó en el cabezal de la cama, y miró a Taehyung desde ahí, pegó su quijada al pecho y apretó los ojos intentando llenar su espíritu de fuerza, una que ya no tenía y no sabía si con el tiempo lo poco que lograría reunir le alcanzaría. Entonces, desde ahí miró al castaño, sus pestañas espesas al dormir bajo la luz tenue de la vela que estaba al otro costado y su piel canela.

Luciendo tan tranquilo.

Y Jungkook quiso que aquella paz nunca se marchase. Pero no podía, ¿verdad?

Y jugueteó un poco con el cabello del castaño. Estuvo a punto de dormir, pero tres toques suaves en la puerta desviaron el sueño. Abrió en seguida —. ¿Está más tranquilo? —susurró el padre de Taehyung en la puerta.

Jungkook se hizo a un lado para mostrarle al castaño sobre la cama. Entonces el señor Kim se encogió de hombros y con pasos cortos entró a la habitación, y después ambos se sentaron al pie de la cama.

—No te preocupes, tiene el sueño pesado —habló el hombre con suavidad, acariciando las piernas del castaño —. Taehyung... Él es el tesoro más grande que la vida pudo darme, él y su madre —le comentó el hombre con una mirada distante —. Pero no podré cuidarlo siempre... y él está muy cansado... tú lo sabes, Jungkook.

El pelinegro lo miró con dolor y tragó pesado. Sintió que de nuevo, el corazón se le rasgaba por segunda vez en la noche.

—Por eso... te pido que cuides de él —pidió el padre.

Con la mirada llena de lágrimas y aunque quiso guardarlas, la mayoría cayó mientras hablaba —. Solo a ti puedo confiarte mi hijo... tú y su amigo —suplicó el hombre, dando pausas mientras hablaba porque sentía que el aire se le iba de los pulmones y solo llegaba a rasgar su garganta pero no podía dejar de hablar.

—Sabes lo que Taehyung tiene —el hombre miró hacia el techo e inhaló hondo —. Ahora más que nunca necesita alguien que lo acompañé —él apretó los ojos y entonces las lágrimas que restaban salieron.

—Lo cuidaré... lo cuidaré hasta mi último aliento.

Jungkook dijo, sin dudar un poco mientras hablaba.

Aquello regresó un poco la sonrisa del hombre, pero no lo suficiente para que su corazón dejará de latir inquieto desde sus adentros —. La decisión que Taehyung tome para su cuerpo, prométeme que vas a aceptarla —pidió el señor Kim. Sujetando las manos de Jungkook entre las suyas, y lo miró, mientras tenía el corazón desgarrado —. Por favor... —le pidió con el último aliento de fuerza que tuvo.

Y Jungkook se sintió entre la espada y la pared.

Una espada llamada muerte, y una pared que tenía apellido, tiempo.

—Lo prometo —soltó Jungkook —. Lo prometo, señor Kim.

Y sintió que aquello fue la firma de un trato que terminaría por consumirlo.

El padre llevó las manos pálidas de Jungkook hacia su pecho y después las descubrió para dar un beso en el dorso. Porque él sabía que no le alcanzaría todas las vidas, o todas las reencarnaciones que tuviera para agradecer.

Y así fue como después de quince días después, el señor Kim Seo-Jun, partió de este plano.

Y así fue como el camino de rosas muertas dejó de doler.

Porque los amantes finalmente se habían juntado.

Después de cinco meses.

Wring Deiji pudo encontrarse con Kim Seo-Jun, ahí, donde nunca volvería a olvidar sus recuerdos, donde nunca tendría que esperar por un rayo de sol que alumbrase la habitación al pintar mariposas. En aquel lugar donde nunca olvidaría de nuevo.

Y después de cinco meses, el jardinero que cortaba margaritas, pudo reunirse con la dueña de aquellas flores. Wring Deiji.

Finalmente después de cinco meses, las margaritas eternas que el jardinero cuidaba fueron entregadas a la mujer que lo amó. Las margaritas de aquel jardín donde había florecido el sentimiento más puro que el señor Kim pudo conocer, por fin regresaron a la legítima dueña y eterna cuidadora.

Ahí, en ese cielo azul.

En donde podían ver a Taehyung con la vida llena de tropiezos y más levantadas que caídas. Pero el castaño no estaba solo. Y el señor Kim pudo marcharse en paz cuando se aseguró que Jungkook sería quien pudiera cuidar de su corazón de una forma tan noble. Quizá era el espejo vivo del amor que él tuvo por Deiji.

Y por ello, el señor Kim pudo marcharse tranquilo.

1 de septiembre de 2016.

«Aquí descansa Kim SeoJun, amado esposo y padre. Cuidador de un jardín celestial »

Y de nuevo como en la primavera de abril. Taehyung tuvo que sostener un abrigo negro y un corazón sangrante mientras veía el féretro siendo sepultado en la tierra, con margaritas reposando sobrea la átud antes de que la tierra llegara a darle un abrazo. Y de nuevo, solo pudo contar cinco personas acompañándolo ese día, además de Jungkook.

No tenía más lágrimas para llorar. Sentía que ya había dado todo, y estaba tan cansado.

—Vamos a casa, Taehyung —susurró Jungkook, pasando el brazo por detrás del cuello del castaño —. No te hace bien estar aquí —su voz salió bajita, sin querer forzarle a nada, pero con toda la intención de llevárselo de ahí —. Podemos venir cuando el clima esté mejor.

—Nunca va a estar mejor —alcanzó a responder, Taehyung.

Sus pestañas finas estaban empapadas, y su rostro estaba adornado por el rastro seco que las lágrimas habían dejado después de secarse.

—Vamos a casa, por favor — le pidió el pelinegro y entonces aprovechó para sujetarle el brazo izquierdo. Taehyung negaba pero sin la intención, más bien por inercia o impulso propio. Porque él sabía que tenía que irse, que no importaría cuánto visitará el campo santo. La tierra que acariciaba por última vez y eternamente a su padre, jamás se lo regresaría. Jamás volvería a salir de donde estaba.

Y dolía.

Taehyung lo había perdido todo.

O todo lo había perdido a él.

Taehyung juró que nunca volvería a quedarse en cama después de perder a alguien que amara, pero también era bueno rompiendo algunas promesas.

Y aunque sentía un dolor en el pecho, cada noche antes de ir a dormir, no era algo que podría evitar. Hacerse a la idea de la muerte ajena nunca fue algo que el castaño pudiera manejar. Era patético si lo pensaba de esa forma, porque él le había pedido a Jungkook que aprendiera a vivir sin él, una vez la enfermedad avanzara hasta una etapa que él ya no pudiera tolerar.

Pero cuán ridículo se vio. Abrazando una almohada, con los párpados totalmente hinchados y los ojos doloridos después de llorar toda la noche, se volvían pequeños, tan pequeños que apenas los podía abrir.

"Lo siento" era todo lo que decía mientras soltaba uno que otro llanto desesperado.

Pero la tierra nunca podría devolverle a quienes se marcharon.

Las mariposas, aunque tenían alas bonitas, fuertes y que podían sostenerlas con firmeza sobre los cielos, nunca podrían traer el alma de quienes se fueron. Y aunque hizo su mejor esfuerzo por aceptar la idea de la muerte: nunca fue ni sería algo que pudiera abrazar o siquiera intentar aceptar.

Jimin hizo todo lo posible por salvar la carrera de Taehyung. No dejaría que la vida del castaño volviera a irse por la alcantarilla de nuevo. No, no después del último incidente en el pasado Concurso Internacional de Música Clásica.

Y aunque tuvo ganas de arrancarse el cabello más de una vez cuando fue a visitar el salón del señor Lee, después de cuatro días "acosando" al viejo, Jimin logró que el señor Lee empezará los trámites de la universidad.

Un permiso especial que la universidad otorgaba por la muerte de los parientes en primer grado. La suerte estuvo del lado de Taehyung por segunda vez en todo el año. y así fue como la universidad firmó el permiso por fallecimiento reciente de su padre. Otorgando a Taehyung 20 días libres después de registrada la muerte de su progenitor.

21 de septiembre del 2016

—¿Puedes comer algo antes de irme? —susurró Jungkook al otro lado de la puerta. Apretó la bandeja de madera rogando que el castaño al menos le respondiera. Pero de nuevo, nada.

—Tengo clase en una hora y debo ir al departamento a recoger apuntes, Taehyung —le contó con suavidad, sin atreverse a dar vuelta a la manija por sí solo —. Por favor. Puedes hablarme al menos... solo un poco, ¿por favor?

El corazón de Jungkook le dolió y pegó la frente a la madera. Soltó un quejido cuando el silencio al otro lado fue su única compañía.

—No importa si es solo un bocado, Tae. Necesitas comer algo o terminarás enfermando —la voz del azabache empezaba a desgarrarse y la garganta le dolía por hablar bajito.

—Adelante —alcanzó a escuchar.

O quizá era un producto de su preocupación. De todas formas, su mano ya había dado vuelta a la manija de la puerta y la bandeja estaba adentro de la habitación aunque él todavía no entrara por completo.

—Hey —susurró el pálido con suavidad —. Todo va a estar bien, cariño.

Taehyung lo miró apenas, pero no podía ver con total claridad porque las lágrimas habían hecho que sus ojos se irritaran un poco, quizá demasiado, pero no le gustaba exagerar. Se intentó remover entre las mantas blancas de la cama, pero muy poco pudo hacer porque sus brazos no le respondían del todo y llegó a flaquear.

—Está bien, despacio, ven aquí —el azabache le mostró el hombro y Taehyung tardó un poco en extender la mano para sujetar al pálido.

Tenía vergüenza, porque él mismo había pedido que Jungkook no lo viera en su etapa más vulnerable, pero ahora estaba ahí. Con las pocas fuerzas que tenía. Siendo por ese momento, la criatura más delicada del mundo. O al menos así se sentía.

—Come... come un poco estás demasiado —la voz de Jungkook se rompió como si pendiera de un hilo —. Delgado... estás un poco delgado, Taehyung.

Y entonces cerró los ojos ligeramente cuando la camisa blanca de Taehyung cayó inclinada hacia el hombro, dejando ver su pronunciada clavícula como un collar, Y Jungkook tenía miedo de que en cualquier momento ese collar terminara por asfixiarlo.

—Te traje sandía, ¿te gusta la sandía? —dijo Jungkook.

Taehyung se quejó cuando se acomodó contra el espaldar de la cama.

—Pero no me gusta —susurró con voz seca, quizá porque la garganta había permanecido seca desde el inicio de mes. Ahora faltaban solo diez.. once días para que llegara a fin de mes.

—Date un baño, por favor —pidió Jungkook despeinando el cabello del castaño.

Tan solo imaginar que Taehyung había pasado el duelo de su madre solo, hizo que un nudo se formara en la garganta de Jungkook.

Solo, Taehyung siempre estuvo solo, y ante los demás lucía tan fuerte, con aquella coraza que se negaba a romper. Siempre siendo el mejor ante los ojos de los demás en especial del señor Lee. Y todas las dudas que Jungkook tenía sobre el peso del abrigo se comprobaron.

Bajo esas enormes telas estaba un niño, y los abrigos que llevaba, eran su disfraz de dragón.

—Jungkook, gracias por quedarte —susurró Taehyung, y le dio una caricia en la mejilla cuando el pelinegro se sentó a su costado.

—Y siempre me quedaré. Siempre me quedaré contigo, lo prometo. Hasta mi último aliento me tendrás, no importa si yo solo puedo tenerte a medias —suspiró Jungkook. Y besó la mano de Taehyung, que reposaba en su rostro.

—En verdad quisiera quedarme un poquito más, pero la revisión del proyecto... es importante. Ya no la puedo postergar —dijo Jungkook. Entonces Taehyung lo soltó y permitió que el pelinegro dejará la bandeja de madera con el desayuno. No le gustaba la sandía, pero necesitaba comer algo, su estómago lo pedía a gritos.

—¿También tienes trabajo hoy?

Jungkook se detuvo para despeinar su cabello un poco. Se pellizcó el puente de la nariz cuando el castaño le preguntó. Lo había olvidado por completo. En la noche debía cubrir el turno de su hermano, y además organizar los papeles que su jefe (padre) había pedido.

Jungkook giró sobre sus talones —. Hoy llegaré más tarde, no me esperes despierto, ¿si? —le pidió acercándose de cuclillas hasta la cama.

—Trabajas demasiado estos días... te notó al llegar en la madrugada. Casi no duermes y tampoco comes cuando debes. ¿Hay algo que no me estés contando?

Jungkook apretó los ojos. Todo era por él. Todo lo que hacía era por Taehyung. Pero Jungkook nunca lo vio como un pesar. El corazón nunca le pesaría para cuidar de Taehyung. Cuando el castaño preguntó, Jungkook se mordió la lengua. No, no podía decirle que todo el dinero por el que tanto se desvelaba era para pagar la operación de hombro que Taehyung necesitaba.

No podía.

Entonces Jungkook lo mantuvo en secreto mientras pudiera.

—Es mi tía, necesita que le ayude a pagar la hipoteca de la nueva casa que compró en Seúl. Ella me crió y ahora yo puedo ayudarla —respondió Jungkook, acariciando apenas el cabello del castaño —. No te preocupes, dejaré el trabajo cuando tenga suficiente para ayudar a mi tía.

Taehyung asintió.

Y aquella fue la primera vez que Jungkook mentía. Quizá era una mentira, o dos.

—¿Me contarás sobre ella al venir? —dijo Taehyung.

Entonces Jungkook tragó pesado. Y afirmó con la cabeza y una sonrisa pequeñita que se dibujó apenas en sus labios.

—Tengo que irme —dijo Jungkook. Y dejó un beso en la frente del castaño antes de salir de la habitación.

Quizá alguien más empezó a enamorarse de los secretos.

Les juro que de diciembre, no pasa. Solo restan cinco capítulos para terminar el fic, y ya casi 30 K de lecturas.Gracias! Les cuento que saque un fic nuevo: Nap of a star, y está disponible en mi perfil por si quieren ir a cureosear o llorar jeje.

Si encuentran fallas, lo siento.  

GodsPromises

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