DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓

Von MariaArcia4

5.1M 502K 620K

LIBRO II [T-E-R-M-I-N-A-D-A] Crueldad y piedad. En la mafia no se perdona ni se olvida. Perverso. Manipula... Mehr

SINOPSIS
ANTES DE LEER
UN JURAMENTO IMPERDONABLE
PREFACIO
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPÍTULO 11
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
CAPITULO 22
CAPITULO 23
CAPITULO 24
CAPITULO 25
CAPITULO 26
CAPITULO 27
CAPITULO 28
CAPITULO 29
CAPITULO 30
CAPITULO 31
CAPITULO 32
CAPITULO 33
CAPITULO 34
CAPITULO 35
CAPITULO 36
CAPITULO 37
CAPITULO 38
CAPITULO 39
CAPÍTULO 40
CAPITULO 41
CAPITULO 42
CAPITULO 43
CAPITULO 44
CAPITULO 45
CAPITULO 46
CAPITULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPITULO 51
CAPITULO 52
CAPÍTULO 53
CAPITULO 54
CAPITULO 55
EPILOGO
AVISO + NUEVA HISTORIA

CAPITULO 12

79.4K 8.1K 7.8K
Von MariaArcia4

Cruda libertad.

Anastasia.

Pensar en un beso durante minutos como lo haría una jovencita enamorada no es mi estilo. Nunca lo ha sido realmente. Es por ello que no comprendo por qué mi cerebro no consigue sacar de mi sistema la sensación de tener los labios de Marcello sobre los míos.

El besarlo no debió colocarme los nervios al borde, pero lo hizo. Me sentí temblar por dentro solo con el chocar de nuestros alientos.

Al principio, estaba nerviosa. Quería salir corriendo y estuve a punto de hacerlo. Marcello no me tocó antes de que yo me acercara, se mantuvo a una distancia que me impidió pensar de más las cosas y por tanto, evitó que mis piernas cedieran al miedo.

Lo besé porque quise. No podía mentirme a mi misma. Incluso aunque no me recuerda, supo perfectamente que botones presionar para obtener una reacción por mi parte. Me provocó y eso, mezclado con los recuerdos de los momentos que pasamos juntos, me tuvo lanzándome como la esposa desesperada que hace mucho no tocaba a su esposo.

Y lo disfruté.

El tocar sus labios con mis dedos cuando me aparté me llevó a un momento en el que fui feliz. Ahora no quedaba nada de nuestra relación anterior y por un segundo, quise quedarme allí, cerca de él, mientras me estrechaba entre sus brazos.

Y lo arruinó.

Pero me salvó de exhibirme frente a todos como si no tuviera control de mi cuerpo y solo tuviese ojos para él.

—¿Sigues allí?

Consigo lanzar un bajo «sí» al llamado de Alessandro al otro lado de la línea. No entendí ni mierda de lo que me dijo, o más bien, no le presté atención.

—Iré esta semana a los laboratorios —aseguro—. Con todo lo que ha pasado tengo algunos de mis negocios algo descuidados.

—Ice quiere un precio.

—Hasta que no tenga certeza del producto que venderé, no puedo dar un precio definitivo —espeto con voz calmada.

Mis manos se aferran a la barra con fuerza mientras escaneo lo que pasa a mi alrededor. Los murmullos del otro lado me informan lo que ya sabía y es que Salvatore sigue molesto porque le grité frente a todos y mantiene a su hermano como puente entre él y yo.

Me siento aliviada por ello. Salvatore es impulsivo, y aunque sé que no me hará daño, mi cuerpo no lo reconoce como antes. Con Alessandro, sé perfectamente a lo que atenerme. O por lo menos, mi cuerpo reacciona menos reacio a su cercanía que a la de su hermano.

Padre le dijo que tal vez fue el estrés actuando por mí cuando se lo llevó en mi cumpleaños. Luego con lo de Marcello, algo más se quebró y él terminó por irse a Italia lo cual agradecí. No hemos hablado desde entonces, y he mantenido la confianza de nuestros negocios en cabeza de Alessandro.

—¿Cuándo podrías darnos una respuesta? Queremos invertir en algo grande.

—Yo no necesito que inviertan en mi negocio, tengo los medios para sacar el producto al mercado yo sola —advierto al escuchar el siseo a lo lejos—. Y dile a Salvatore que si tiene algo que decir, que mande un maldito correo con sus dudas o que te las diga antes de llamar, porque tengo cosas mucho más importantes que hacer que mantenerme con el teléfono en el oído mientras él te plantea sus inquietudes.

El silencio reina por parte de ellos por lo que parece una eternidad. Y la respuesta impulsiva cargada de rabia, llega tal como lo espero, escasos segundos después.

—Sigues creyendo que todos están para rendirte tributo, Anastasia y no es así —brama rabioso—. Por respeto al tío Aurelio estaba tratando esto con cautela, pero a partir de ahora, para lo que se refiere a mis negocios, tendrás que lidiar conmigo.

Ruedo los ojos, frustrada. Yo y mi bocota. Estaba segura que padre algo tuvo que ver, pero que me lo soltara así sin más me hace saber la rabia que realmente tiene.

—Yo no te pedí que colocaras a Alessandro al frente —advierto en voz baja. Tal vez sueno un poco cansada, pero no me importa—. De cualquier manera, no hablaremos por ahora.

Se mantiene en silencio, pero sé que mis palabras le han causado inquietudes.

—Comunícate con Emilio para cualquier duda, yo no estaré disponible.

—¿Quién es el...?

Mi dedo presionándose en la pantalla para finalizar la llamada es un simple impulso que me tiene curvando mis labios segundos después. Lo que teníamos que hablar ya fue dicho y no quiero sus sermones justo ahora porque no soy hija suya para tener que oírlos.

En la lista de llamadas pendientes tengo a Nadim y a Andrés. El primero no me responde ni siquiera los mensajes y ya me ha quedado claro la indirecta que me estuvo lanzando.

Está con Marcello ahora.

Y es justo por eso que no me contengo y marco de rapidez el número de Andrés Morales. Me estuve mensajeando con él durante semanas y el negocio que pospuse durante meses por fin será retomado. Y al igual que cuando comenzó, será Marcello quien se hará cargo de sus cosas haciéndome agradecer el no aventurarme a dirigir un negocio de millones como su socia cuando Andrés me lo pidió luego de la explosión.

—Anastasia.

Sonrío un poco de lado. Desde que le dije que mi nombre no era Carissa ha estado probando demasiado el nombre con burla haciéndome saber que no olvida la mentira.

—Hola, Andrés.

—Escuché lo de Marcello —habla tras vacilar varios segundos.

—Él te llamó supongo.

—Algo de eso hubo.

Asiento, torciendo mi boca en una mueca. Era de esperarse que nada más llegar quisiera abarcar cada rincón de sus negocios bajo la creencia que Vittoria y yo hicimos algo a sus espaldas.

—Solo llamo para confirmar nuestra reunión en unas semanas.

—Estoy en México ahora —avisa—. Pero estaré en Cartagena en dos semanas, a partir de esa fecha eres bienvenida en mi casa.

—Viajaré en cuanto me notifiques tu llegada.

Entre antes suceda, mucho mejor.

—Sobre el viaje...

—¿Qué?

Me tenso nada más detecto el ápice de nerviosismo que surca en su voz.

—Marcello también vendrá.

Paso saliva, reconociendo que con la sola idea, mi cuerpo se aviva y al mismo tiempo, se apaga. Como ese interruptor que presionas una y otra vez haciendo parpadear la luz en un lugar a oscuras.

—Es un negocio conjunto, era de esperarse —trato de sonar confiada, como si no me estuviese taladrando la cabeza el hecho que para la fecha, ya Marcello «será mi esposo»—. No me quedaré mucho tiempo y ya conseguí un hotel en el centro para que las reuniones sigan teniendo lugar en tu casa.

—Sabes que mi casa tiene las puertas abiertas para que te quedes.

—No será necesario —aseguro, temiendo por lo que pueda pasar—. Nos vemos, Andrés.

Cuelgo sin esperar una respuesta. Roger se cruza frente a mí, pero espera a una distancia a que termine de mirar la pantalla de mi celular para acercarse.

—François te está buscando.

—Ese hijo de puta —murmuro con molestia—. Lo he estado evitando toda la noche para no matarlo.

Le tiendo mi bolso a Roger, el cual ríe al recibirlo.

—Mi arma está allí, mantenla lejos de mí para que no lo mate —pido. A pesar de que en otra ocasión mis palabras pudieron sonar como una broma, este no es el caso—. Y consigue un hotel para mí en Cartagena para dentro de dos semanas, si es en el centro mucho mejor.

—¿Viajarás tan pronto?

—Sí. —Miro en todas las direcciones, corroborando que estamos solos—. Iré con Taddeo, y tu te quedarás en la mansión al igual que Dasha y Aleska.

—Y el señor koala —dice nada más finalizo.

Una sonrisa graciosa tira de sus labios. Es tan lleno de vida que me hace reír también.

—Y el señor koala también.

—Habrá que mantenerlo encerrado porque estoy seguro de que si lo sueltan, Baldassare tendrá un rápido bocadillo.

—Si le pasa algo a ese conejo, te mato, Roger.

Lo apunto con firmeza al notar que se echa a reír por lo bajo.

—Cuidarás a mi hija como si tu vida dependiera de ello.

—Mi vida depende de ello, Anastasia —enfatiza con la mirada seria—. Solucionaré todo para tu viaje.

—Gracias.

Paseo mis ojos por el lugar, notando a lo lejos al moreno hablando con padre. Ambos ríen, pero estoy segura que esa sonrisa se la voy a arrancar del rostro nada más comience a hablar.

—Tal vez tenga una buena justificación para lo que hizo.

Trata de calmarme Roger, pero no lo consigue. François Moreau me tiene al borde de un asesinato desde hace más de un mes y voy a cobrarme lo que hizo.

—Yo también tendré una buena justificación para clavarle un cuchillo en el ojo.

Me aparto con el sonido de su risa retumbando en mis oídos. Algunas personas intentan detenerme en busca de un intercambio de palabras que no quiero tener y así se los hago saber cuando no me detengo a pesar de su insistencia.

Principessa.

La voz de padre es envolvente, atrayente y cargada de advertencia al notar que no fijo mis ojos en él como cada que me adentro en una conversación de la cual hace parte.

—¿Me dejas a solas con el señor Moreau? —Recibo la mano que me tiende para luego apretarla haciéndole saber que me encuentro bien—. Luego de alcanzo.

Le sonrío al mirarlo a pesar de que por dentro, solo siento rabia, toda la que he estado reteniendo desde que me enteré de que François Moreau quiso joderme.

—Claro.

Pide mi otra mano cuando pienso que me soltara. Se la doy. A los ojos de cualquiera, parecemos un padre amoroso y la hija que lo admira. Y tal vez es así, solo que esta vez no es amor lo que sus orbes azules me profesan, sino advertencia en su estado más puro.

—Hablaremos más tarde —me avisa. Y no me está pidiendo permiso—. Iré por algo de tomar antes de cenar.

—Nos vemos en la mesa, guárdame un lugar.

Receloso, se marcha, pero veo el alivio cruzar por sus ojos al momento en que tomo asiento con una butaca de por medio entre el moreno y yo. La barra es un buen lugar para apoyarme y así lucir relajada mientras escaneo al hombre.

—Siempre es un placer verte, Anastasia.

—Déjate de juegos conmigo.

Él suelta una carcajada, bebiendo despreocupadamente el whisky en el vaso que quiero arrebatarle y estrellar contra la pared.

—Todo tiene una buena explicación. —Enarca una ceja, tendiéndome el vaso que no recibo. Él ríe nuevamente, expresando confianza. No le importa ni un poco lo que pueda pasarle—. ¿La escucharás?

—Estoy esperando.

Mi mano derecha se cierra con fuerza, siento el borde de mis uñas impactar contra mi piel desnuda, pero no me importa la pequeña ráfaga de dolor que me invade al momento en que presiono con fuerza.

—Quiero saber el motivo por el cual me vendiste unas joyas con un maldito dispositivo de rastreo y un micrófono incorporado.

Sus ojos negros buscan los míos. Hay una disculpa en ellos que aunque parece sincera, me la paso por el culo por la rabia.

—¿Una copa?

Hace el intento de llamar al barman, pero mi mano sobre su brazo lo detiene. Su mirada cae con duda sobre el agarre que ahora ejerzo sobre él, y toma todo de mí no explotar.

—Habla.

Suspira, parpadeando un par de veces.

—Te dije que Marcello es el inversionista más grande que tiene mi negocio. —Nada más las palabras comienzan a salir, sé que no me gustará nada lo que venga—. Antes de la explosión, me pidió las joyas como un regalo para ti, como te pudiste dar cuenta, solo el broche y los zarcillos tenían el dispositivo.

—¿Por qué?

Él sacude la cabeza.

—No lo sé, solo me habló de una cuestión de seguridad. De todas formas, no era mi deber preguntar.

Aprieto mis dientes para mantener la calma. Cuando Roger me dijo que esa mierda estaba incrustada en las joyas, quise matar a François, pero una parte de mí se alivió cuando en el collar que le regalé a Aleska no hubo rastro de alteración.

Enterarme que Marcello hizo esto, no me quita la rabia. Al contrario, hace que la sangre se me caliente porque no puedo reclamarle nada. Y quiero pegarle por creer que esa mierda era lo que necesitaba para estar segura. Quiero pegarle por muchas cosas.

Y no puedo.

—Si vuelvo a enterarme que haces algo similar, voy a acabarte, François —le advierto—. Y creo que sabes que yo no me ando con rodeos.

—¿El compromiso está en pie desde hace mucho? —pregunta de la nada cuando intento colocarme de pie.

—Eso es algo que no te incumbe.

Me da una sonrisa a medias que no llega a sus ojos.

—Eso explicaría lo del dispositivo, Anastasia.

—Esposa, prometida o colega, eso no justifica semejante acto de atrevimiento por parte de ninguno de los dos.

—Creo que sabes que cuando de la seguridad de los nuestros se trata, todo se vale.

Suelto una carcajada, mordiéndome la lengua ante lo que quiero decir.

—No me molesta el dispositivo, me molesta el hecho de que no dijeron nada. Eso habla mucho de los dos. —El barman se aleja nada más le entrega otro vaso a Moreau—. No volveré a advertirte sobre las consecuencias de hacer algo similar en mi dirección.

—Es mi trabajo, Anastasia.

—Y se verá interrumpido por mi gente si decides colocar tu lealtad conmigo en una balanza. No quieres ver el final de una contienda entre tu y yo, François.

Esta vez si que me coloco de pie, no hay palabras siendo lanzadas en mi dirección, y me quedo con padre hablando lo que resta de la noche incluso durante la cena. Todos parecen a gusto, incluso Vittoria se ha relajado un poco, pero no se aparta de Emilio y no tarda en lanzarle dagas con sus ojos a la mujer frente a ella, la cual al parecer no tiene mucho que decir esta noche.

—Nicoletta.

La voz de Vittoria sale más alegre de lo normal. Ser falsa no va con ella, y se nota con cada palabra que sale de su boca.

—¿Qué planes tienes ahora?

—¿Perdón?

El tono demasiado alto de la pelinegra detiene un par de conversaciones alrededor de la mesa. Marcello deja de platicar con algunos italianos debido a la intervención.

—¿Qué si que planes tienes ahora que mi hermano se casará? —pregunta con falsa inocencia. Por el rabillo del ojo, veo a Natalia ocultar su sonrisa tras la servilleta mientras se limpia un poco—. Tu objetivo era ser la señora Venturi, ¿no?

—Vittoria —advierte Marcello, detectando el rumbo de las palabras de la rubia que ahora, reclina la cabeza en el brazo de su esposo.

—¿Qué? —inquiere ella, encogiéndose de hombros como si se pregunta fuese la más inocente—. Somos amigas, ¿no? Las amigas se cuentan estas cosas.

—Mis objetivos ya están cumplidos, Vittoria —sisea la mujer, forzando una sonrisa—. Soy la segunda al mando en la VOAC. Eso deja mucho por decir.

—Oh, no tienes idea de lo mucho que tus actuaciones dejan que decir.

—Vittoria, vamos a hablar.

El ponerse de pie es lo primero que hace Marcello, y lo segundo es apretar los dientes obligando con su mirada a Vittoria a colocarse de pie para seguirlo rumbo a la puerta que da a la salida del salón.

Emilio sigue a su esposa con la mirada, pero no se levanta como lo espero. Por lo menos, es sensato.

—Anastasia, pronto tendremos la inauguración de un nuevo club en Madrid —interviene Nox, haciendo que sus compañeros retomen sus charlas, olvidando cualquier intercambio de palabras que tuvo lugar en la mesa. El resto de personas hacen lo mismo—. Marcello, tu y su gente están invitados.

—Solo avísanos luego de que te demos una respuesta a la propuesta de esta noche.

Habló hace poco con Marcello. Los vi. Y a pesar de que sé la respuesta en la boca de mi prometido, él no les dio algo definitivo para hacerse el interesante. Y tal vez, para colocar a Nox a sufrir un poco.

—Sé que será una respuesta acorde a las necesidades de todos.

—¿Quién habló de necesidades aquí? —me burlo colocándome de pie—. Con permiso.

Con toda la curiosidad que me cargo, trato de mantener el paso calmado a medida que avanzo, pero es que simplemente no consigo quitarme de la cabeza que Marcello está con Vittoria, que probablemente le está gritando y que quiero un motivo para explotar en su cara.

—Estuvo fuera de lugar tu comentario —escucho casi al llegar al despacho en la planta baja. Fina viene saliendo y deja la puerta entreabierta para que yo pueda escuchar—. Nicoletta...

—Ella se quiere meter en tu cama, se ha querido meter en tu cama toda su vida y seguirá queriendo hacerlo. Es un estorbo.

—¿Y eso a ti que te importa? —espeta mi esposo, molesto. Sin embargo, nunca alza la voz como si lo hace Vittoria—. Esta reunión no es maldito juego, Vittoria.

—Yo no estaba jugando.

Ella incluso se ríe.

—Tu Sottocapo tiene una cruz en la frente desde que decidió provocar a Anastasia en cada momento desde que la conoció.

—Pues yo no vi a Anastasia lanzándole comentarios fuera de lugar en la mesa con nuestros socios mas importantes de por medio. —Ella calla. Tiene por lo menos la sensatez de permanecer en silencio justo ahora, porque por muy enojada que esté, Marcello tiene razón—. Tienes razón al decir que tu estás por encima de ella, eres una Venturi y el apellido no te lo va a quitar nadie.

Me inclino un poco, aferrándome a la pared para no caer. Marcello se acerca a su hermana, amenazante. Ella da un paso atrás, pero tiene que buscar su brazo cuando choca contra el sofá, casi cayendo hacia atrás.

Mierda.

—Pero yo tengo razón al sostener que tú no estás lista para hacerle frente a ese lugar que tienes —su voz es un susurro, pero alcanzo a escucharlo.

Vittoria pasa saliva, intenta mantenerse fuerte, pero la escucho soltar un chillido cuando Marcello la suelta al estar estable.

—Lo que hiciste hoy, solo le demostró a todos lo inmadura que eres, y el hecho de que no puedes usar otros medios para hacer que te reconozcan más que el llamar la atención de la misma forma en que lo haría una niña.

—No te permito que...

—Estás en mi maldita casa —la corta a media oración—. En tu casa puedes mandar a todos, pero si estás bajo mi techo cumples mis órdenes, haces lo que te digo y cierras la maldita boca cuando yo te lo pido.

—¿Crees que vas a llegar muy lejos haciéndole caso a lo que te dice esa mujer? —escupe con rabia Vittoria. Le afecta todo lo que pasa, pero es momento de que aprenda a defenderse sola—. Pareces un maldito títere que solo escucha razones de Nicoletta Basile.

—De ser así entonces supongo que lo llevamos en la sangre —habla Marcello, sentándose en el borde del escritorio. Sus manos se sostienen alrededor del borde, y a pesar de la burla en su voz, no hay rastro de gracia en su tono—. Porque tu pareces una copia mal hecha de Anastasia.

—¡Deja de decir estupideces!

—¡Entonces demuestra lo contrario! —explota, acercándose a ella. Esta vez, Vittoria no se aleja—. Te casaste con Sartori, ¿y qué has conseguido? ¿Qué esperabas conseguir al casarte con él?

Vittoria abre la boca, pero la cierra de golpe al notar que Marcello no ha terminado de hablar. Está molesto, y ella teme por su integridad y la de su hijo ahora.

—¿Libertad? ¿Crees que la vida que llevas es una vida libre? —Suelta una carcajada burlona—. No llevas ni un año casada y ya estás embarazada, haces lo que él te dice porque es tu maldito deber y ¿en que se diferencia eso de lo que te pasaría al casarte con Zhao?

—Yo no iba a tener una vida al casarme con Zhao.

—¿Y la tienes ahora?

Ella no responde.

—Nadie sabe quien es Vittoria Venturi, no has hecho nada para que tu nombre sea susurrado con orgullo, con miedo o con respeto. Te reconocen por ser la esposa de Emilio Sartori, el capo de la CAOV, o por ser la hermana del Don de la VOAC, pero esta falsa libertad y autonomía que me vienes a restregar en la cara no la veo.

—Sigues molesto conmigo porque tomé la decisión de casarme, pero te voy a decir algo, Marcello.

Ella se acerca, apuntándolo con rabia.

—El casarme con Emilio ha sido la única decisión que he tomado por mi cuenta, es una decisión de la que me siento orgullosa porque mi intención jamás fue alejarme de mi familia como tú planeabas que hiciera al atacar a la OVCA como lo quisiste hacer cuando me comprometí con Zhao.

¿Qué dijo?

Veo a Marcello removerse incómodo en su lugar, pero le sostiene la mirada.

—Si me iba, no sería mi decisión, sería la tuya y mi vida seguiría dirigida por lo que dijera mi hermano, mi padre o cualquiera alrededor menos yo. —Las lagrimas que de un momento a otro comienzan a caer por su rostro son limpiadas con rabia por ella—. Yo tengo una vida ahora, me he realizado de muchas maneras, aunque tu o los demás no lo vean así, pero tú, hermano...tú estás cometiendo errores que te van a costar una parte de ti si sigues creyendo que los que te amamos somos tus malditos enemigos.

—¿Terminaste?

—Eres un maldito hijo de...

—Es tu madre también, ten cuidado con lo que saldrá de tu boca —la frena Marcello. Vittoria vacila y se pasa la mano por el cabello, dándose cuenta de lo que pensaba decir—. Vete.

—A mi no me importa como me vean los demás, lo único que me interesa es la mujer que me devuelve la mirada cuando me veo al espejo —insiste.

—Vete, Vittoria.

Ella luce triste cuando da media vuelta, y me escondo antes de que se fije que la he escuchado. No debí, era una conversación que no me correspondía oír, pero no me arrepiento de hacerlo tampoco. Quería estar si algo pasaba, y no pasó.

Sin embargo, no me marcho una vez la veo salir queriendo lucir fuerte. Ella se pierde en el pasillo y yo salgo de mi lugar tras la pared para hacerle frente al hombre que viene saliendo de su despacho.

—Si viniste a reclamar...

—No tengo nada que reclamar —respondo antes de que continúe—. Ella no debió decirle esas cosas a Nicoletta.

—Vaya —parece sorprendido—. No me esperaba semejante declaración de sensatez por tu parte.

—La protegiste toda su vida y ahora quieres pretender que no fue así —digo acercándome—. Uno de los responsables de la forma de ser de Vittoria eres tú, y ella no es una copia mal hecha mía —aseguro—. Tu hermana es mucho más de lo que te niegas a ver.

—No tengo tiempo para esto, tengo que ir a arreglar lo que ella dañó con sus palabras. Se supone que somos un frente unido, y ahora ellos van a preguntarse si la manzana de la discordia será una riña entre mi hermana y mi Sottocapo.

—Nosotros nos iremos, o por lo menos yo lo haré —informo. Estoy cansada y solo quiero subirme a ese avión y llegar a casa pronto. Aleska ya iba a dormir cuando la llamé hace unas horas—. Nos vemos el día de la boda.

—No luces emocionada por ello —me detiene, y de repente, quiero cruzarle la cara con mi puño—. Digo no es como si nos fuésemos a casar más de una vez, celébralo un poco. 

Sus palabras me tensan, mi cuerpo reacciona apartándose no porque me disguste su cercanía sino porque no tiene idea la certeza que hay en ellas.

No puedo convertirme en su esposa más de una vez, pero es lo que parece que haré.

⁓†⁓†⁓†⁓†⁓

El teléfono suena por tercera vez provocando la mirada molesta de Aleska al interrumpir la práctica de su exposición de biología. Llevo una hora escuchando sobre la mitosis y la meiosis y realmente quiero dejar de pensar en células dividiéndose.

—Contesta ya —se queja—. Voy a tomar agua, diles que dejen de molestar.

—Es trabajo.

—Pero yo soy tu hija —finge tristeza. Y sé que la finge porque he aprendido a conocerla. Se muerde el labio cuando miente y sus ojos tratan de mantenerse fijos en un punto sin lograr concentrarse—. No pueden interrumpir mi tiempo contigo, es sagrado.

—Lo es.

Extiendo mis brazos hacia ella. Hace una mueca, pero termina cediendo, enterrando su cabeza en el hueco de mi cuello.

—Quiero hamburguesas, ¿qué hay de ti? ¿Pedimos para almorzar algo que nos haga felices?

—Dijiste que cocinaríamos.

—Lo hice, pero... —pienso en una excusa, pero no encuentro nada—. Estoy cansada.

—Yo puedo cocinar —habla animada, saltando de mis brazos—. Puedo hacer brownies para la cena y...

—Terminaré haciéndolos yo —me burlo—. Dasha sigue enferma y encerrada en su cuarto.

—Roger le puso llave para que no saliera. —Ríe—. Ella está molesta.

—Es terca como muchos por aquí.

—Yo no soy terca.

—Yo no dije que tú —aunque si lo es—. Ahora ve a beber agua y ya luego seguimos.

Nada más ella sale corriendo, consigo a tientas mi celular en la cama. Suspiro con la llamada perdida de Nadim, y no tardo en devolverla, bajo la esperanza de que sean buenas noticias.

—Mis llamadas no han sido contestadas, Nadim. El mensaje que has enviado llegó fuerte y claro —le informo cuando noto la frialdad con la que me saluda—. ¿Para qué llamaste?

—Te debía una respuesta.

—¿Y cuál es?

—Que le debo lealtad a Marcello, y por el respeto que te tengo es que levanté el teléfono para llamarte. —Lo escucho suspirar y me alejo hasta la ventana con los pasos de Aleska acercándose. Ella me sonríe con el vaso entre las manos—. No puedo darte información sobre lo que pase acá porque primero está mi deber con la Organización y mi...

—Lealtad con Marcello —finalizo por él.

Para calmarme, fijo los ojos en mi hija, la cual ha abierto la chupeta de fresa que Roger le trajo hace unas horas y ahora la remoja en el agua antes de llevársela a los labios. Aleska camina hasta el espejo, se pinta los labios con el dulce y haciendo la forma de un beso, planta sus labios sucios en el cristal.

—No diré gracias por la llamada, tampoco esperes un buen trato por mi parte. Marcello será mi esposo como ya lo sabes, pero luego de esto, tu alianza es con él no conmigo.

—Anastasia, no quieras ver en esto...

—Comprendo donde están tus lealtades, Nadim, no me debes explicaciones.

Tomo aire antes de cortar la llamada que me deja desestabilizada durante varios segundos. No esperaba mas que esto, pero una parte de mí, mantenía la esperanza de que mis aliados permanecieran siéndolo luego de la llegada de Marcello.

No es así.

Marcello tiene más poder ahora con su nombramiento en la Organización, todos quieren estar en su lado bueno, son inteligentes y es lo mismo que yo haría. Sin embargo, el saber que lo que me rodea ya no depende de mí, me altera. Mucho más con el actuar de Marcello ahora.

Tengo que andarme con cuidado con él porque no pienso darle motivos para dudar de mí. No cuando eso significa que podría atacarme y por tanto, llegar a mi hija.

Aleska me mantiene lo que resta de la mañana ayudándole un poco con su tarea. Es buena en matemáticas, incluso le gusta. Me explica y repite lo que su profesor le ha enseñado en las pocas clases que lleva y mi corazón salta de la emoción haciendo que mi cerebro se olvide de todo lo que me atormenta.

—Massimo y yo tenemos los mismos profesores, pero yo soy más inteligente que él.

—No digas eso. Ambos son inteligentes. —Ella rueda los ojos, pero permanece en silencio—. ¿Sigues molesta por lo de la cortada en la nieve?

—No, eso pasó hace mucho.

Me alivio al escuchar eso.

—Ahora estoy molesta porque robó mis lapiceros.

Sin darme lugar a explicaciones, sale corriendo, pero cumple mi orden cuando minutos después, le pido que limpie el espejo.

Las risas no se hacen esperar, me siento feliz con ella a mi lado, pero la sonrisa se me ensancha cuando mi teléfono parpadea con un mensaje de la persona que menos esperaba.

Yo no le debo lealtad a tu prometido, Anastasia. Te la debo a ti. Y en lo que respecta a mi organización, serás la primera en enterarte de lo que pasa.

-Rada Mubarak.

La sonrisa me sale tan grande que Aleska me pregunta que me pasa. Solo sacudo la cabeza, pero guardo en mi mente una posible respuesta a Rada. No hemos hablado mucho, pero por lo que sé, Nadim aprovechó la desaparición de Ibrahim y se hizo a parte de los negocios que le correspondían a Rada por derecho.

No sé mucho de lo que ha sucedido, pero si tengo algunas nociones. Sobre todo aquellas que versan sobre el ataque que Rada está preparando a la mansión Musleh para sacar a las mujeres que prometí que ayudaría. Solo estoy esperando que me lo pida y me tendrá en Dubái en cuestión de horas al igual que a mi gente.

—La señora Sartori está aquí —el aviso de Roger sale tenso al clavar sus ojos en la niña dormida a eso de las dos en mi cama. Él se queda en el umbral cuando me acerco, pero está nervioso—. No avisó que venía.

—Nunca lo hace.

Mi falta de rabia, lo calma. Piensa que en cualquier momento voy a explotar.

—Quédate aquí y no dejes que ella salga. —Apunto a Aleska con una sonrisa—. Cualquier ruido puede despertarla, se acaba de dormir.

—El mejor trabajo del mundo —dice, pero una sonrisa aparece—. No la dejaré salir.

—Y tampoco dejes que haga un escándalo.

—Eso si no lo puedo prometer.

Ruedo los ojos, pero me aparto. Vittoria me recibe cuando salgo y la mirada triste que le vi hace un par de días al salir del despacho de Marcello, no está. Estuvo apagada, eso dijo Emilio, pero nadie le mencionó el tema y con lo de la boda, se entretuvo unos días.

Lo que no espero, es encontrarla con el señor koala en su regazo mientras le rasca las orejas. El animal ni se mueve como lo hace conmigo, él permite que la veinteañera lo apapache mientras ríe.

—No sabía que tenías un conejo.

—Y yo no sabía que tomaríamos el té como si fuésemos de la realeza —hablo graciosa, notando como coloca al conejo en el suelo.

—Somos la realeza de la mafia.

Su voz cae un poco, pero se endereza, queriendo lucir confiada.

—Te di tu tiempo, pero desde esa noche quiero decirte que lo que hiciste estuvo mal, Vittoria.

—Esa mujer...

—No se trata de Nicoletta —la freno antes de que me lance cosas que solo querrá tomar de vuelta después—. Es sobre ti y lo mucho que demostraste ese día, y no fueron cosas buenas precisamente.

—Marcello dijo que actué como una niña inmadura. —Una sonrisa de tristeza figura en su rostro. Sus manos empuñan el pliegue de su falda y no se atreve a mirarme—. Tal vez si que estuvo mal, pero el verla allí sonriendo como si nada...

—Sé que es difícil, pero atacarla no nos llevará a ningún lado. Ignorarla, y hacer como si no nos importara, es la mejor arma que tenemos contra ella ahora.

Hasta que Roger me consiga lo que necesito.

—¿Esperando qué? ¿Qué siga poniendo a mi hermano en nuestra contra? Marcello es otro desde que llegó.

—No es otro, es el mismo Marcello que yo conocí, solo que la parte humana se le fue a la basura. —Ella no responde—. Tus palabras casi ponen en entredicho la unión que tenemos y no puede volver a pasar, Vittoria.

—Lo siento.

—No pidas disculpas, solo piensa mejor cualquier actuar que tengas a partir de ahora.

Ella duda, pero asiente. Se relaja un poco y con una sonrisa a medias, pregunta:

—¿Entonces no estás molesta?

—Yo siempre estoy molesta. —Le sonrío—. Pero hoy menos que otros días.

Parece más calmada cuando comienzo a preguntarle sobre las obras de caridad que lidera. Al parecer en la noche de la fiesta consiguió apoyo mientras hablaba y es mucho el dinero que recaudó. Ella lo disfruta. Ama ayudar a la gente y ha conseguido mucho en el tiempo que lleva haciéndolo.

Pero el idiota de su hermano no ve eso.

—Hay algo que quería preguntar.

—¿Sobre?

—La boda. —Sus ojos se clavan en mí, temerosos de cualquier respuesta que pueda darle—. ¿El vestido...?

—Será el mismo que usaría en la primera ceremonia, no tengo tiempo ni quiero sacarlo para ir a medirme nada. No es necesario.

Hace una mueca por mi sequedad, pero asiente.

—Y sobre los anillos...

Tomo aire, controlando las ganas de aventar algo. Los malditos anillos ya no significan una mierda para mí. Ayer al ver el mío entre mis joyas solo lo guardé en la caja fuerte para no verlo más.

—Ve a una joyería y compra dos anillos, pero no me preguntes a mí. No quiero saber nada de la boda —respondo sin ganas—. Me da lo mismo.

—Anastasia...

—Me da igual, Vittoria —aseguro.

Me mantengo firme incluso cuando el dolor se acumula en mi pecho y lucho contra las ganas de apartar la mirada. 

Solo quiero olvidar. 

¡Mis amores! Subí tarde, pero era necesario porque mañana no podría hacerlo. 

¿Qué les ha parecido? 

Dejen su serpiente si les gustó. 

¿Se esperaban lo de François? 

Estuvo suave, pero lo que viene, no lo estará. 

Prepárense. 

Besos, 

María Arcia. 

Weiterlesen

Das wird dir gefallen

179K 4.5K 39
ONE SHOTS 𝗙𝗼𝗼𝘁𝗯𝗮𝗹𝗹 𝗽𝗹𝗮𝘆𝗲𝗿𝘀. | 𝘔𝘢𝘭 𝘷𝘰𝘤𝘢𝘣𝘶𝘭𝘢𝘳𝘪𝘰. | +18. | 𝘝𝘰𝘤𝘢𝘣𝘶𝘭𝘢𝘳𝘪𝘰 𝘈𝘳𝘨𝘦𝘯𝘵𝘪𝘯𝘰.
4.3K 137 13
Una pescadora muy famosa de Valparaíso, no cree en el amor ya que este no ha sido muy bueno con ella últimamente hasta que llega el circo. En donde p...
5.5K 414 26
El pecado lleva nombre y ese es Christopher Claus. El hombre que con tan solo una mirada te moja las bragas, con tan solo oir su grabe pero sexy voz...
7.2K 847 74
¿Volverías a tu casa diez años después de lo ocurrido? Una mujer, a la que todos consideraron desaparecida, regresa diez años después al pueblo donde...