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By SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... More

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiii. Peter Pettigrew
xiv. El aullido del lobo
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxi. Alastor Moody
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxv. Sospechas
xxvi. Cuando las mariposas aparecieron
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones
xlvii. Agridulce

1. Eleanor Rigby

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By SPACELATINOS





CAPÍTULO UNO;
ELEANOR RIGBY


¡Escóndete, Ellie! ¡Escóndete y no salgas hasta que te lo ordene! —gritó James Potter tomando su varita como si de un guerrero listo para la batalla se tratara. Pero la pequeña no hizo caso, al contrario, estaba paralizada viendo a su hermano con miedo. Él se dirigió a ella y a través de la tormenta que se avecinaba, él le dedicó una sonrisa que estaba lejos de ser tranquilizadora, era una diferente a las que le solía dar, una que ella no pudo interpretar en ése momento—. Hazme caso, Ellie y todo estará bien.

La menor aún sin hablar, asintió levemente dándole una última mirada a su hermano y camino hasta el armario que estaba unos pocos pasos detrás del sofá. Ella se metió cerrando la puerta despacio no queriendo estar completamente en la oscuridad.

«Confía en mí. Todo estará bien.» leyó en sus labios. Y cerró.

Estaba todo obscuro a excepción de que la perilla tenía una pequeña abertura donde aún podía ver parte del salón y por supuesto, de su hermano.

Su corazón latió rápidamente cuando empezó a escuchar una voz desconocida, por instinto, Eleanor tapó inmediatamente su boca por temor a ser atrapada. Nunca había experimentado ese tipo de sentimiento, el miedo que sacudía su cuerpo como el que sentía mientras oía a su hermano luchar con la otra voz. Quería hacer algo pero también tenía miedo. Mucho miedo.

Apretó la perilla con fuerzas conteniéndose mientras oía a James gritar y acercó su vista a ella para ver que era lo que sucedía. Aquel sujeto, estaba cubierto por una gran capucha negra que le impedía ver su rostro. Sin embargo, Eleanor pudo ver claramente a su hermano mayor voltear a verla aún con ella tras armario cerrado, era como si supiera que estaba viendo toda la escena, fue justo entonces cuando aquella mirada significativa de antes regresó y ella lo pudo sentir temblar como si fueran uno mismo.

¡Avada Kedavra!

El cuerpo de James Potter cayó inerte frente a ella con ambos ojos abiertos en su dirección.


Las escenas se repetían y repetían en su memoria, como un recordatorio de la culpa que la atormentaría hasta el día en que muriera.

¿Habían ganado la guerra? Sí. ¿Había perdido todo? También.

Dos meses acababan de transcurrir desde el día de Halloween.

El tiempo exacto en que había presenciado el entierro de su cuñada y su hermano mayor.

Desde aquel día, no había vuelto a ser la misma niña sonriente de ante. Ni mucho menos había visto a Harry (por órdenes de Albus Dumbledore).

El dar órdenes era tan sencillo, como lo era para el resto del Mundo Mágico que celebraba sin parar el Fin de la Guerra mientras que una huérfana terminaba de enterrar al último integrante de su familia.

Sus ojos nunca se despegaron de la lápida; era el último adiós que le podía dar a su hermano ya que nunca pudo decírselo con sus propias palabras.

James Potter sabía que iba a morir esa noche y Eleanor odiaba tener que vivir con ése último recuerdo suyo.

«Debí ser yo». No paraba de pensar mientras Remus Lupin, la sostenía por los hombros como si supiera que en cualquier instante ella se iba a derrumbar. Y así era. «Debía ser yo».

Las lágrimas silenciosas resbalaron y luego los temblores regresaron, perdiendo el control de sus emociones que había tratado de contener. Cayó de rodillas delante de la tumba que compartirían eternamente su hermano y su cuñada Lily. Eleanor no paró de llorar aún cuando sentía que la presión de su pecho era suficiente fuerte, no se detendría.

No le importó quebrarse delante de la familia Weasley o el resto de la orden u al menos, los únicos que quedaban con vida porque al parecer, eran pocos los que estaban aún.

Remus y su padre, Lyall Lupin, permanecieron a su lado impidiendo que nadie más se acercara (a petición de Eleanor). Dándole fuerzas a la menor.

Ese día tampoco se atrevió a hablarles a Bill o Charlie. Mucho menos a Tonks, a quien consideraba su mejor amiga.

Simplemente, no se sentía lista para hacerlo.

Y desde entonces, se había aislado de la vista pública por temor a las mismas preguntas y las miradas de lástima que siempre le inundaban cada que la cruzaban. Sí, ella había perdido a su única familia en una trágica noche de Halloween... ¿y?

Lo que menos necesitaba era la lástima de las personas, lo único que necesitaba era a su familia de regreso, quería volver a estar con su hermano James, estar de nuevo los cuatro juntos mientras él y Lily bailaban al ritmo de una melodía romántica con Eleanor admirándolos desde la chimenea sosteniendo a un somnoliento Harry. Ella quería que su cuñada trenzara su cabello una vez más y le cantara yesterday de los Beatles. Quería escuchar la voz de su hermano diciéndole que ella era su mayor orgullo y lo estuviera aún más cuando fuera seleccionada en la Casa Gryffindor al entrar a Hogwarts. Quería a su familia de vuelta.

Y eso no se podría.

Llorar por su devastadora y lamentable pérdida ya no tenía sentido. Nadie vendría a rescatarla de su cruda realidad, nadie la despertaría de su horrible realidad. Las lágrimas se agotaron más pronto de lo que creyó, pero el inmenso agujero negro que la inundaba por dentro seguía allí. Latente como el recordatorio de los ojos sin vida que jamás imaginó que alguna vez iba a ver en la alegre mirada avellana que tenía James Potter.

Su hermano.

Esa palabra ardía como una llamarada de fuego entrando en contacto con su piel en carne viva. Porque a pesar de que James era su hermano biológico, no era el único. La familia Potter también había adoptado a Sirius como su propio hijo cuando éste fue borrado del árbol genealógico de los Black en su quinto año, convirtiéndose de esa manera en un hermano más para Eleanor. Sin embargo: ¿lo seguía siendo?

El mismo Albus Dumbledore, el director de Hogwarts, se encargó de hacerle llegar la noticia a Eleanor y Remus horas después de que los dos abandonaron el valle de Godric y dejaran a Harry en manos de Hagrid, un semigigante que miraba a Eleanor con tanta lástima que la hacía sentir más pequeña de lo que ya era. A cerca de que Sirius Black era un traidor; él había revelado el encantamiento Fidelio para entregar a sus propios mejores amigos a Lord Voldemort sin importarle que allí dentro también se encontraban dos menores de edad, entre ellos, su propio ahijado; Harry.

Era una completa locura y Eleanor le costaba creer lo que escuchaba. No él. ¡Era el mejor amigo de su hermano! Debía ser una pésima broma.

Pero cuando Dumbledore confirmó que Artemis Black, la esposa de Sirius, también había sido asesinada aquella noche dejando a sus dos hijos huérfanos, Eleanor sintió repulsión. Quería vomitar, gritar, golpear a alguien, lo que fuera con tal de no sentir como su vida se desmoronaba frente a ella.

Por otro lado, Remus Lupin tampoco lo tomó nada bien, estaba luciendo más enfermizo que nunca y encima teniendo que cuidar de Eleanor, su cuerpo no podía reaccionar mejor. Él pensaba que Eleanor no lo notaba cuando cada noche él salía al patio y lloraba a la luz de la luna por lo amarga que se había vuelto su realidad.

Al parecer, ahora eran los dos los que tenían sus almas rotas. Tan rota que ni siquiera el chocolate más rico del mundo podría repararlo.

—¿Quieres más? —le ofreció una taza humeante Remus a Eleanor, quién tenía su mirada perdida entre sus más profundos pensamientos.

Ambos estaban sentados en la mesilla desgastada de la cocina de la cabaña en Yorkshire que Remus tenía lo suficiente alejado del pueblo muggle para tener la privacidad suficiente para convertirse en cada luna llena.

Ella sacudió levemente la cabeza sin tener ganas de hablar. Había hecho un a especie de pacto silencioso sin saber como lidiar con el dolor que sentía, no encontrando otra manera, creía que el reprimirlo era la mejor opción.

¿Qué más podía hacer ahora que no tenía a su hermano a quien acudir?

—Sé que no es la vida que mereces, Elle. O la que una niña de tu edad esperaría... La verdad es que ni siquiera sé cómo actuar —admitió con vergüenza y Eleanor solo quería callarlo. Si seguía hablando ella se rompería a llorar y no quería ser tan vulnerable. Remus la miró suavemente—, lo único que quiero que sepas es que no me daré por vencido. Ya lo he hecho antes y ahora no planeo dejarte sola en esto, sé lo que estás viviendo, ellos también eran mis amigos y quiero que entiendas que yo no me alejaré. Saldremos adelante... Unidos.

Los ojos le comenzaban a arder mientras que los de Remus ya estaban nublosos en lágrimas, por primera vez, sin miedo a demostrarle a Eleanor ese lado que ella lo veía ocultarle.

—Gr-Gracias, Rem... —musitó tan bajo que apenas fue audible pero después de meses sin hablar, el hombre lobo pudo sentir el alivio instándose en su pecho.

Finalmente, era el primer paso hacia ella.


Querida Elle:

Hace meses que he querido escribirte pero no sabía qué decir que pudiera hacerte sentir mejor, por lo que he hablando con mi mamá ella me aconsejó que lo mejor que podía hacer ahora era recordarte que no estás sola y ¡oye! ¡Tiene razón! Me tienes a mí... y a Charlie, ¡claro! Pero, hablando en serio, espero que recuerdes que tus amigos estaremos ahí para ti. Todo el tiempo que nos necesites y aún más de eso.

Te extraña mucho,
(Tú Weasley favorito)
Bill.

La sonrisa no escapó del rostro de Eleanor aquella mañana cuando Errol, la lechuza de los Weasley, se estrelló contra la ventana de la cocina haciendo que por poco Remus se tirara encima el chocolate caliente que preparó. Era la primera vez desde el «suceso» que Eleanor sonreía, las cartas de sus amigos siempre la alegraban pero exactamente cuando se trataban de las de Bill, era algo mucho más que una alegría común. Y Remus no tardó mucho en darse cuenta de aquello.

—Ese niño: Weasley... Parece ser... muy buen amigo, ¿no? —Eleanor asintió algo distraída aún releyendo la carta por onceava ocasión sin cansarse—. Deberías ir a visitarlo en ese caso —sugirió él, de repente ganándose la completa atención de la menor—, te serviría salir a jugar un poco, me preocupa mucho el hecho de que estés tanto tiempo encerrada conmigo, debes aburrirte como el infierno.

Eleanor frunció el ceño.

—No digas eso —sacudió la cabeza—. Jamás podría aburrirme contigo. Es más, ¡yo adoro pasar tiempo contigo! Hoy veríamos esa película que el abuelo Lyall nos regalo, ¿no recuerdas? ¿El episodio cuatro de Star Wars?

Después del primer paso que habían tenido en su relación tiempo atrás, en donde Eleanor había vuelto a hablar, ella comenzó a ser un poco más abierta con Remus, permitiéndose ver películas juntos o buscar algún pasatiempo que pudieran compartir para que ninguno de los dos quedara fuera. Entre ellos, decidieron poco a poco ir agregando a Lyall Lupin, el padre de Remus y a quién Eleanor apreciaba, por lo que no fue tan difícil que se uniera a sus maratones de películas pero el convivir tanto con dos adultos y no con niños de su edad comenzaba a preocuparle a ambos hombres.

—No lo sé, Elle —resopló Remus—, por mucho que me gustaría, prefiero que pases tiempo de calidad con tus amigos. La película puede esperar cuando regreses, ¿recuerdas?

La sonrisa poco a poco se fue apagando del rostro de la niña y la palidez de su piel se aclareció más.

—N-No... No creo que sea buena idea. Ellos deben estar ocupados... y yo no quiero molestar y...

El hombre lobo sacudió la cabeza resoplando con ligero humor.

—¡Tonterías! ¡Te adoran!—exclamó Remus recordando todas las cartas que recibe diariamente de parte de ellos—. Y en todo caso ahora mismo les escribiré a Arthur y Molly Weasley para preguntarles si puedes ir mañana mismo a La Madriguera. —se levantó del asiento dejando sola a Eleanor con la carta entre sus manos sin dejarla rechistar.

La verdadera razón detrás del por qué no quería ir a la Madriguera era porque no había visto a ninguno de sus amigos desde lo sucedido y temía a sus reacciones. ¿Ellos también la mirarían con lástima? ¿La tratarían diferente? ¿Y si...? ¡No, no, no! Son los Weasley, sus amigos, ellos jamás se atreverían.

¿Verdad?



Los nervios en la Madriguera estaban al tope por culpa de Bill Weasley quién no paraba de dar vueltas desde qué la carta de Remus Lupin confirmando la visita de Eleanor ese mismo día había llegado. Las manos le sudaban y aún siendo las fechas navideñas, el frío parecía ser caliente con el inmenso sudor que se instalaba en su suéter de punto.

—Wow, estás a un saludo de Elle de empezar a hiperventilar y ni siquiera ha llegado. Eso para mí es un nuevo récord.

—Déjame en paz —respondió mordaz—. No estoy para bromas ahora, Charlie. En serio, me siento mal.

El pelirrojo rodó los ojos.

—Lo que sientes es: amor —lo corrigió—, y para eso hermano, no hay cura.

—¿De cuándo acá tú sabes tanto del amor? —replicó Bill, tratando de desviar el tema—, ¡tienes sólo 8 años!

—A mamá le sigue llegando por correo «Corazón de Bruja»... —Bill le lanzó una mirada incrédula y Charlie se encogió de hombros—, ¡no juzgues mis lecturas semanales! Y Por cierto, buen intento de cambiar el tema para huir de tus sentimientos.

—Charlie...

—¡Está bien, está bien! —alzó ambas manos divertido con la situación—. No entiendo porque simplemente no vas y le dices a Elle que te gusta desde que tienes 8 años.

—Porque es menor. —contestó Bill como si fuera algo sumamente obvio y pronto se arrepintió al ver la enorme sonrisa de su hermano menor agrandándose. Su rostro ardió—. ¡No me refiero a eso! ¡Ella no me gusta! Es sólo mi amiga... «nuestra» amiga. —le recordó.

Charlie se cruzó de brazos y resopló.

—Wow, qué gran impedimento. —se burló—. Podría apostarte todas mis tarjetas de los Chudley Cannons a que a Eleanor también le gustas, si no fuera así ella ya se habría hartado de recibir tanto a Errol con toda tu correspondencia. Pero si quieres quedarte con la duda por siempre, ¡es tú problema!

Bill observó a su hermano bajar las escaleras saltándolas de dos en dos, pero él no se atrevió a seguirlo para cuestionar el por qué decía aquello. No estaba listo. Eran muy pequeños y Eleanor estaba pasando por algo muy traumático, seguía sufriendo. Lo que menos necesitaba era agregarle un problema más a su vida en ese instante.

Lo que sí tenía seguro era que con solo estar cerca suyo podría conformarse. Él tenía el suficiente cariño para los dos.

Las voces de abajo lo regresaron al momento, indicándole que su tan esperada invitada ya había llegado. Su corazón se aceleró y sus manos comenzaron a sudarle, se relamió los labios y acomodó un poco su camisa antes de disponerse a bajar también las escaleras en su búsqueda.

Con cada paso que Bill daba podía escuchar con más claridad las voces, aumentando su presión.

—¡Oh, cariño, estás tan delgada! —gimió Molly Weasley con suma preocupación—. ¿Estás comiendo bien? ¿Necesitas algo? He preparado una tarta de chocolate de las que te encantan —escuchó a su madre abordando a Eleanor de preguntas y supo que era momento de rescatarla.

Allí estaba ella.

Luciendo tan bonita con su cabello suelto y gorro de lana rojo adornando su cabeza; llevaba sus mejillas más coloradas que lo natural y Bill sabía que era por todas las preguntas que su mamá le estaba haciendo. La atención nunca había sido el punto de Eleanor y desde el fin de la guerra mágica, suponía que lo que menos necesitaba era recordar.

—H-Hola —titubeó el pelirrojo sin poder evitarlo. La sonrisa socarrona que tenía Charlie, escondido de su madre, no ayudaba—, te ves... linda... —Eleanor sonrió levemente y Bill tembló—: Q-Quiero decir, ¡con tu gorro de lana! ¡Sí!

Pero la sonrisa de la pequeña no se borró en ningún momento ante su nerviosismo mientras que Charlie se golpeaba la frente con la mano al escuchar el balbuceo de su hermano mayor.

Sorprendentemente, la niña se acercó hasta él e hizo algo que dejó a Bill sin aliento cuando lo abrazó.

El corazón le latía a una velocidad sorprendente por el toque tan inocente de su amiga.

Quizá Charlie sí tenía razón y él veía de una forma diferente a Eleanor. Pero no le daría la satisfacción a su hermano de decirlo en voz alta.

—Hola —le susurró Eleanor—, yo también te extrañé, Billy.

Él se sonrojó al escucharla pero poco a poco fue siendo abordada por los gemelos que robaron toda su atención desviando el efecto causado en Bill.

—Vaya... lo bueno es que lo tienes controlado, ¿no, hermano? —se burló Charlie mientras miraban a los gemelos agarrar a Eleanor de ambos brazos para llevarla hasta el sofá en donde comenzaron a hacerla reír por sus pobres imitaciones de Percy.

—Mejor come tarta y cállate. —sugirió Bill.

—No había escuchado nada más sabio salir de ti, hermano. —halagó—. ¡El último en llegar a la tarta es Perce! —gritó Charlie.

Todos salieron corriendo a excepción de Bill y Eleanor que se detuvieron a ver como la señora Weasley regañaba a sus hijos por lo maleducados que eran con sus visitas mientras los tres niños se quejaban.

Eleanor sonrió con tristeza al ver la escena.

—Lo extraño. —le confesó la niña a su amigo. Bill la miró de perfil—. Nunca peleamos porque el siempre me daba todo. No fuimos el tipo de hermanos comunes yo creo que era la diferencia de edad, pero él solo trato de darme todo cuando yo solo quería un hermano. Mi hermano. —dijo en voz baja volteando a verlo fijamente con una pequeña mueca y sus ojos cristalinos—. Te digo esto ahora porque sé que no creo poder decirlo después. Contigo es fácil hablar de lo que duele. —admitió.

Bill no sabía que contestar y no fue necesario porque después de eso, Eleanor se secó las lágrimas y siguió su camino hacia donde estaban el resto de los Weasley reclamando su pedazo de tarta. Justo como si nada hubiera pasado.

Como si hace unos instantes no hubiera confesado lo vulnerable que se sentía por la falta de James Potter.

Ella lo miró desde la cocina con pequeña sonrisa que no le llegaba a sus ojos mientras sostenía ya su rebanada de tarta en su mano. Sin embargo, él se la devolvió y se acercó hasta ella dispuesto a hacer todo lo posible para traer de regreso a su vieja amiga.

A la Eleanor que era feliz.


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fergie xx.

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