Obstinado poder © (Markov I)

By justlivewithpau

702K 47K 14.9K

Un matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambien... More

Presentación
Obstinado poder
Sinopsis
Parte I
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Nota final

Parte II

18.2K 1.2K 455
By justlivewithpau

Alek pasó a buscarla como Emilio le avisó. Lo poco que habló con su madre al quedarse en su casa era mucho más de lo que llegaría a hablar con ese guardia toda una vida. Era como si tuviera órdenes estrictas de no hablarle, únicamente si ella lo hacía primero, pero la cuestión era que Eleanor tampoco tenía ánimos de abrir la boca.

Su humor esa mañana no era el mejor, la cara que llevaba de pocos amigos tampoco, y ya ni siquiera tenía cabeza para ir a escoger un vestido. ¿A quién carajos se le ocurriría preparar una boda de la que no quiere formar parte? Se supone que el simple hecho de visitar tiendas de vestidos debería emocionarla y no sentir que estaba por ir a hacer las compras a un supermercado.

Descabellado.

Tan descabellado como todo lo que Emilio dijo de su padre, tan descabellado como sentarse a la noche en el living de su madre y buscar en internet qué era la palabra Bratva. Hubiese sido mejor continuar en la ignorancia, porque ahora todo cuadraba, ahora el negocio petrolero no le resultaba tan serio si una de las actividades a las que se dedicaban ese grupo era a la comercialización ilegal de petróleo.

Lo bueno es que esa actividad era la más normal, la lista seguía, y por cada casilla que bajaba lo ilegal incrementaba, lo espeluznante aparecía en escena y Emilio se tornaba más siniestro de lo que ya era.

Aún no podía creer que su cabeza asimilaba la idea de casarse. Tal vez se debía a la conmoción de los últimos días, el grado de frialdad y desconcierto que atravesaba su mente y que aún no se enteraba de la magnitud de lo que iba a hacer.

Tampoco sentía que tuviera otra opción, menos cuando iba en una camioneta polarizada y blindada, mientras un auto los escoltaba como la gente importante. A ese punto se sentía como si perteneciera a la política, solo que su propia realidad era más turbia, más oscura.

—¿A qué hora quiere ir a buscar el vestido, señora Markov?

Ya era una costumbre que Alek se dirigiera con ese nombre, y ya Eleanor no tenía ganas de contrariarlo. Podía llamarla imbécil que no diría nada ¿De qué serviría? Ese pobre joven solo acataba ordenes, al que debía lanzársele con uñas y dientes era a su jefe, y ese aguardaba en su oficina contemplando la ciudad, posiblemente pensando qué otra sorpresa le daría, qué otra manera tenía para retenerla a su lado.

—Te lo haré saber. Gracias —mencionó bajándose del vehículo sin esperar que el chofer le abriera la puerta.

Si fuese un poco más despistada o si las horas de insomnio se adueñaran de su lucidez, no se daría cuenta de la cantidad de guardias fuera del edifico de Emilio. La seguridad ahora se duplicaba y Eleanor no entendía cómo haría para concentrarse en su trabajo si sabía que dar un paso a la calle sin esa gente sería sentenciar su muerte.

Sacudió su cabeza.

Lo menos que deseaba era empezar la mañana con el pensamiento de que su padre dejó enemigos, que su vida y la de su madre corrían peligro, y que en la casa de su familia dormían tres guardias velando por su sueño.

Todo por Emilio Markov, todo era comandado por él, cada respiro que daba, cada mirada que recibía, absolutamente todo era controlado por él.

No importaba que los motivos de la boda no fuera una deuda con su padre, o como él había dicho; por su propia voluntad de meterse a la cama con ella. Eleanor era consciente que había más, que ni siquiera se acercó a la punta del iceberg. Aquellos ojos azules ocultaban demasiado, y si él encontró la manera de chantajearla para que accediera advirtiéndole que su vida corría peligro, ella buscaría la forma de encontrar su punto débil. Debía existir uno, por minúsculo que fuera. Una vez diera con ello se aprovecharía de él, y así salir ilesa de esa fachada de matrimonio.

Eso era lo único que tenía en mente como plan, también que jamás le daría su cuerpo, tampoco su alma, aunque él se creyera capaz de tener acceso a todo lo que ella era. La única ventaja que esa castaña tenía y de la cual pensaba aferrarse, era su tosco carácter, hacerle la vida imposible, tornarle insoportable la convivencia, arrepentirse de haberse casado.

Su vida había cambiado drásticamente, pero la de ese hombre...ni siquiera se imaginaba lo que se transformaría su existencia por solo arrastrarlos a eso.

—Ele, querida. —Lorenzo la recibió en su oficina con unas carpetas en su mano.

Olvidó por completo que sus dos socios no tenían ni noción de lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo les diría que se debía casar? Improvisar, debía buscar una excusa contundente para hacerles a la idea cuando la vieran junto a ese hombre. Algo le decía en su interior que toda la investigación que llevó a cabo por la noche, y las palabras de Emilio, no saldrían de su boca. No pondría en peligro a sus dos amigos.

—¿Qué tal todo? —saludó sonriente, dejando su cartera en su silla.

La fragancia a jazmines era ya imposible de soportar, y esa mañana los arreglos florales aumentaron, frescos, hermosos, blancos y puros, todo lo contrario a la persona que los dejaba ahí.

—Mejor de lo que pensábamos. Las entrevistas van cada vez mejor, los de recursos humanos se unieron de un día para otro, incluso tenemos acceso a información que será muy valiosa —comentó emocionado —. Parece que la suerte está de nuestro lado.

Ja, la suerte no existía en ese lugar. La suerte vestía de traje y daba órdenes desde una silla.

—¿De verdad? Que buena noticia.

—¡Si! Carol ya ni siquiera puede con tanto trabajo, es...uff —sacudió su cabeza —. Mágico.

—Mágico —repitió la castaña apoyándose en su escritorio incapaz de sacar a su socio de su realidad. Ahí no existía tal magia, ahí todo era una especie de compensación de su futuro esposo, una especie de tregua por haberla acorralado de la noche a la mañana.

—No te noto contenta, es lo que buscábamos hace días. Que los de recursos humanos se pusieran a trabajar es un gran avance.

Eleanor suspiró pasando sus manos por su cabeza. Su cabello en un rodete la mantenía serena, no tenía ni tiempo de ponerse a pelear con sus rizos. Hasta esas ganas le había quitado Emilio.

—Me duele la cabeza, dormí muy poco —aseguró lo que en parte era cierto.

—¿Qué tal la boda de tu primo? ¿Las víboras sacaron mucho veneno? —se interesó su amigo conociendo la clase de tías que tenía Eleanor.

La castaña soltó una corta risa recordando el zoológico que se tornó la boda, la manera en la que Emilio calló a su tía en segundos.

—No el suficiente —alzó sus hombros —, pero fue una linda velada. Sebastián se veía muy feliz.

Hasta que la vio acompañada.

Con su vista clavada en los jazmines Lorenzo suspiró nostálgico.

—Hace años no voy a una boda y bebo hasta olvidarme de quienes son los novios —se burló —. ¿Crees que alguna de ustedes dos me dará ese deseo?

Eleanor se acomodó en su silla carraspeando, pensando en si Emilio Markov era o no el diablo en persona, porque no existía forma en que su mejor amigo sacara justo ese tema ahora, a dos malditas semanas de casarse.

—Quien sabe, tal vez pronto —se mofó alzando sus hombros con desdén aligerando el ambiente, pero más que nada tratando de cambiar de tema.

—¡No! Dime que Antonio no hizo tal cosa —abrió su boca atónito.

Si, no fue buena idea.

—¿Antonio te propuso matrimonio? —la voz chillona de Caroline resonó en la oficina. Con la puerta abierta cualquiera que pasara los escucharía —. ¡No puedo creerlo!

—Yo tampoco, pero al parecer el muerto se ha despertado. Hasta que al fin pone un anillo en tu dedo —prosiguió Lorenzo.

Y si esa mujer creía que su desgracia de día ya terminaba, la presencia del hombre que conocía sus mentiras la hizo temblar. No era buen momento, no en medio de esa conversación.

—Buenos días —saludó Emilio con voz gruesa, enfundado en un traje azul oscuro que no llegaba a opacar el color de sus ojos ni la sonrisa macabra dirigida a esa castaña.

Tanto Lorenzo como Caroline tiraron sus hombros hacia atrás acomodando sus posturas, era como si el mismismo presidente entrara.

—Señor Markov —saludo su amiga cálidamente.

—¿Cómo están? —inquirió adentrándose a la oficina.

El aire se había esfumado. La tensión que brotaba con su presencia hizo que Eleanor pasara su mano por su nuca, deseando que él no se atreviera a decir nada que la comprometiera frente a sus amigos. Pero la manera en la que la miró a espaldas de sus socios fue suficiente para que ella supiera que lo que seguía eran provocaciones, era alterarla y hacerla tragar su bronca.

—Muy bien, felicitando a Eleanor que se casará pronto —aplaudió Lorenzo sin darse cuenta de lo que estaba diciendo, ni que aquello era para Emilio regocijarse en su poder.

—¿Ah sí? —se acercó al escritorio cruzado de brazos, demasiado interesado, sus ojos puesto en ella, esperando por su reacción.

—¡Si! Antonio por fin ha puesto el anillo que tardó años en aparecer —carcajeó Caroline en total confianza.

Eleanor apretó sus manos en un puño.

—Antonio...vaya —asintió Emilio.

—Creímos que no lo haría nunca, y que sería Eleanor quien ofreciera primero. ¿A que es una pena que tardara tanto?

—Conozco a alguien que lo propuso en dos semanas, incluso la fecha de la boda sin que la novia lo supiera. Toda una sorpresa —comentó él remarcando su acento fuerte y severo, poniéndola nerviosa de lo que pudiera decir.

Y él lo sabía, que tenía esa potestad de con sus palabras revelar una a una sus mentiras.

Pff, Antonio jamás lo haría, considere a esa persona que usted conoce como un hombre decidido a enamorar a su novia —comentó Lorenzo.

La mirada de Eleanor gritaba basta, pero ahí ninguno de sus dos socios se daba cuenta.

—Tengo trabajo que hacer ¿Sucede algo? —preguntó hacia aquel hombre que tenía sus ojos brillando, como si la mejor idea se lo acabara de ocurrir.

—Quería hablar contigo unos minutos, pero viendo que están emocionados por tu boda, prefiero darles la mañana libre —mencionó meciendo su cabeza.

Oh no.

—Joder —jadeó Caroline sorprendida por su buen humor. Para nadie era novedad que ahí se trabajaba sin parar.

—Temo que no, no podemos darnos el lujo de tomarnos la mañana —contrarió Eleanor abriendo una carpeta, buscando con eso que él se fuera de su espacio, que dejara de embriagarla con esa fresca colonia, esa que tuvo a escasos centímetros ayer en la noche.

—Por favor, insisto —Emilio chasqueó la lengua —. Es más, para mí sería un honor si ya escoges el vestido para tu boda con Antonio, tómalo como un regalo adelantado para ambos. Nada mejor que casarse con la persona indicada, y Antonio se nota que velará por tu bienestar y seguridad —concluyó moviendo su mano en el aire con elegancia.

Maldito.

Maldito y mil veces maldito.

—Ja, si acaso ese tipo ha ido a una clase de karate es mucho —ironizó Lorenzo.

—Ele, vamos a escoger el vestido, anda, di que si —alentó su amiga entusiasmada.

—Los gastos corren a mi nombre.

El codazo de Lorenzo no fue para nada disimulado al oír a Emilio, tampoco de las miraditas que Caroline lanzaba sobre él creyendo que era un tipazo, el prototipo perfecto solo porque le compraría el vestido. Pero lo que no sabían es que era el novio y no Antonio, y Eleanor no entendía cómo hacer para arreglar semejante mentira.

—Bien, iremos —sentenció poniéndose de pie y acomodando su vestido verde.

Emilio asintió pasando su mano por su barba, con las ganas de sonreír maliciosamente.

—Una palabra contigo, Eleanor —indicó en su tono mandón y severo.

Tanto Lorenzo y Caroline salieron enseguida conversando sobre qué estilo de vestido le sentaría mejor, sin percatarse de que la dejaban a solas con el mismísimo diablo en persona.

No agaches la mirada, Eleanor.

Carácter tosco y presente.

Hazle la vida un infierno.

Sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón, su rostro endurecido en cuestión de segundos. Su mandíbula se apretaba y su mano peinó su rubio cabello hacia atrás con apremio.

—¿Tengo que venir para decirte que vayas a buscar el vestido como quedamos o ibas a seguir mintiéndoles a tus socios? —refutó dando un paso hacia ella.

Esa mujer apretó su cartera a su pecho tratando de no temerle, tampoco de sentir ese fuerte calor entre ambos.

—Nunca dije que fuese Antonio, ellos lo han concluido así.

—Tampoco lo has negado —sacudió su cabeza resignado —. Tienes dos horas para decirles que el novio y que quien pondrá un anillo en tu dedo seré yo en dos semanas. No me hagas tener que hacerlo a mi manera, Eleanor, porque no te gustará ni un poco —soltó una corta risa mirando hacia el escritorio.

—Poco me importa lo que hagas —alzó sus hombros indiferente.

Dándole la espalda abrió su cartera buscando su teléfono y llaves, suficiente distracción para permitirle tiempo de colocarse atrás y apoyar el peso de su cuerpo contra su espalda. Estupefacta, Eleanor alcanzó a sujetarse del escritorio para no caer en él.

Lo tenía pegado, la grandeza de su torso en su espalda, sus manos a cada lado de su cuerpo contra la mesa, su respiración sobre su hombro, su nariz respirando el aroma de su perfume en el hueco de su cuello. Se adueñó de su propio ser en solo dos pasos.

—La mentirosa has sido tú, por tanto, serás quien les hará llegar la invitación a nuestra boda —murmuró con voz ronca erizando su piel, creando un oasis en su estómago incapaz de mantenerse de pie si no fuese porque él la apretaba.

Las ventanas tenían las cortinas bajas, pero la puerta sin trancar bastaba para que ella sintiera su pulso dispararse por la adrenalina de que alguien entrara y los viera así...en esa postura. Oh, pero el calor y ardor entre sus piernas poco le importaba el peligro, al contrario, parecía que se prendía fuego de solo saber que alguien podría verlos.

Eleanor mordió su labio con fervor en cuanto él colocó su mano en su mentón sujetándola decidido, tan dominante, tan malditamente sádico que provocó un jadeo inesperado de aquellos labios rosados.

La lujuria estaba ahí, en aquel par de ojos azules que se oscurecían por cada segundo que sus cuerpos pasaban pegados. La dureza que despertaba Eleanor hizo acto de presencia y ambos lo notaron fogosamente.

—Suéltame —pidió casi sin voz, temblando por el roce de sus dedos recorrer su cuello. Suave, tan suave que podía confundirla si no sabía que él era su peor enemigo.

—¿Por qué siento que lo que quieres es otra cosa? ¿Eh? —sonrió contra su piel —. ¿Por qué siento que esta postura es la que tanto te gusta y a la que Antonio no accedía? —mordisqueó levemente su cuello.

Era un imbécil, un completo imbécil que la estaba torturando, pero llevaba tanta razón en sus palabras que Eleanor juntó todo su valor y cordura y se hizo a un lado con ligereza.

Odiaba haber quedado tan expuesta, tan dominada por él, peor el interruptor que no pretendía encender en su cabeza esta vez le había jugado una mala pasada. Y por la mirada recelosa de Emilio supo que él estaba al tanto hasta de su intimidad, y eso...eso era algo que no podía ocurrir nuevamente si pretendía no dar el brazo a torcer en ese matrimonio.

—Vete de mi oficina —indicó abriendo la puerta.

Emilio hizo una panorámica por sus piernas desnudas, por sus muslos y las curvas de su cuerpo que despertaron en él un deseo avasallante. Para Eleanor fue suficiente con fijarse en sus pantalones y darse cuenta de su erección, una que él tenía todo el descaro en no esconder. Dios ¿Cómo pudo permitirlo?

—Llevarás a Alek contigo, irán en una de las camionetas con mis hombres. Comprarás el vestido, y le dirás a tus dos socios que en pocos días serás mi esposa ¿Fui claro, Eleanor? —remarcó su nombre dejando que su acento ruso fuera latente.

Tenía esa absurda manera de hablar fuerte sin tener que alzar la voz, la entonación de algunas letras eran capaces de suplantar cualquier grito de su parte.

—¿Algo más que desee señor? —ironizó enfrentándolo contra la puerta. La bronca del momento de debilidad no abandonaba su cuerpo, y que él no se fuera de una vez solo la incrementaba.

—Me llamas una vez tengas el vestido —añadió sosteniendo un mechón de su castaña cabello que salía de su peinado. Eleanor apartó su mano con su brazo, el menos contacto que tuvieran pondría su cabeza en frío —. Es la última vez que me apartas de esa forma —advirtió severo ante el cruce de miradas, como si estuviera rezongándola.

La dejó sola, caminando con esa elegancia de su buen porte y físico. Siendo quién daba las órdenes y el resto quienes la ejecutaban. Lo peor de todo no era eso, sino el hecho de que se marchó por el pasillo con una erección entre sus pantalones y no le importó en lo absoluto, tampoco del portazo que Eleanor dio en su oficina.

La estaba enloqueciendo, iba a hacer su cerebro explotar si no se iba preparando mentalmente para los encontronazos que tuvieran.

🖤🖤🖤

—Lo que no entiendo es porqué venimos con tantos guardias —comentó Caroline al bajarse en una de las tiendas de la ciudad. Alek no se les apartaba, tampoco los tres guardias que iban algunos pasos atrás.

—Es como si fuésemos parte de la realeza —añadió Lorenzo peinando su cabello hacia atrás —. Pueden venir a matarnos que les entregaré mi vida a estos guardias —bromeó riendo junto a Caroline.

—Por favor no invoques ninguna desgracia —pidió la castaña de brazos cruzados. Lo menos que necesitaba era otra balacera o algún auto buscando atropellarla.

—Qué mal humor tienes Ele, pensé que la boda con Antonio era lo que siempre has querido. Que vamos a elegir tu vestido, cariño ¡Arriba ese ánimo que Markov nos ha dado su tarjeta!

La voz chillona de su socio no era lo peor, sino el oír el carraspeo de Alek a su espalda recordándole de que debía cumplir con lo que Emilio pidió. Pero ¿Cómo lo haría? ¿Cómo les diría que no era Antonio el del casamiento? O que se casaría con un hombre al que conoce hace poco más de un mes.

—¿No estas contenta, Ele? —Su amiga rodeó sus hombros estrechándola.

—Si, lo estoy. Solo que no sé qué vestido elegir, tampoco tengo ánimos de escoger —mintió fingiendo una corta sonrisa.

—Para eso nos tienes, haremos de esa tienda una pasarela y desfilarás toda la mañana con los mejores vestidos.

—Por favor, no —rogó arrepintiéndose de haber accedido.

—Señorita, debemos entrar con ustedes —mencionó Alek acomodando el audífono en su oreja.

—Bien —respondió a secas.

Si ya de por si no era raro estar casándose con alguien a quien apenas conocía, que además sus amigos pensaban que se trataba de otra persona, tener a cuatro guardias en una mini tienda controlando el perímetro ya sobrepasaba lo bizarro.

La ciudad se mostraba tranquila, era poca la gente que recorría la avenida, y para su buena suerte la tienda estaba vacía. La señora que la recibió dijo su nombre completo dejando en claro que sabía que iría. Otra maldita jugada de Emilio, saber dónde estaba.

—Es un placer recibirla, señorita. Trataremos de ofrecerle el mejor de los servicios —saludó con educación.

—Gracias, creo que será rápido. Busco algo sencillo, que no llame la atención y que sea lo más barato posible —se apresuró a detallar dejando su cartera en uno de los sofás.

—Ele, no —se interpuso Caroline —. Es que no estás pidiendo un vestido cualquiera, es el de tu boda.

—Por eso mismo, quiero que sea lo más básico —se defendió alzando sus hombros. Poco le importaba qué iba a lucir el peor día de su vida, si era por ella iría de vaqueros.

—Yo me encargo —exclamó Lorenzo yéndose con la mujer del local por la cantidad de percheros.

Eleanor tiró su cabeza hacia atrás soltando una bocanada de aire. La mirada de su amiga recaía sobre sus gestos y era cuesiton de segundos para que soltara la primera pregunta. Si había algo que no podría ocultar era su malhumor, la bronca en cada facción de su rostro.

—¿Me dirás qué pasa?

—No creo que lo entiendas.

—¿Es por Antonio? ¿No quieres casarte con él? —susurró para que Alek y los demás guardias no escucharan.

Eleanor movió su mano en un simple ademán. Sus labios se fruncieron desganada.

—Terminé con Antonio hace más de dos semanas —confesó con la vista clavada en el techo. De fondo las ordenes de Lorenzo se oían junto a las indicaciones de la dueña del local. Eleanor era consciente que ese momento debería ser único, disfrutarlo, pero estar ahí era lo último que deseaba.

—¿Y entonces qué hacemos aquí? —frunció el ceño. Tras ver que Eleanor no respondía, prosiguió —. ¿No habrá boda?

Ojalá que no.

—Si, la habrá —afirmó con seriedad.

—Pero si no estás más con Antonio es imposible que...joder —cubrió su boca anonadada, conectando todo de prisa. Eso era una de sus cualidades —. Pero... ¿Por qué? No estoy entendiendo nada —renegó acomodándose en el mismo sofá.

Ese era el momento de sacar la primera mentira a la luz, porque no habría forma en la que pudiera ponerlos en peligro, y lo que menos supieran, mejor. Todavía ni ella entendía bien lo que era la Bratva, o conocía los negocios turbios de su padre a fondo. Y meter a Caroline y a Lorenzo era algo que no iba a permitir.

—Es complicado...—comenzó —. ¿Recuerdas que Sebastián renunciará a la empresa de mi padre?

—Si.

—He decidido tomar su lugar.

—¿Qué? Pero si jamás has querido saber nada de los negocios de tu padre —le recordó lo que tantas veces platicaron. Si, no quería saber nada, pero fueron esos negocios los que la hicieron estar donde estaban.

—Lo sé —asintió —. Pero el día de la boda mis tías dijeron que pondrán al esposo de una de mis primas y no puedo permitir que un desconocido maneje la empresa familiar. Es el legado de mi padre, Carol, no quiero que muera así...en manos de vaya saber quién —demandó mintiendo.

No sabía en qué momento formó semejante telaraña, pero lo hizo. No existía marcha atrás.

—Tiene sentido. Si te soy sincera siempre alenté para que tomaras el lugar que te corresponde. Después de todo es tuyo —le sonrió comprensiva —. Pero, ¿Qué tiene que ver todo esto? —señaló el local —. ¿Qué tiene que ver Emilio?

La pregunta adecuada era qué no tenía que ver con él.

Con sus hombros caídos, y acomodándose en el sofá, Eleanor continuó con su

relato.

—Emilio es uno de los accionistas mayoritarios, y la empresa está casi en la quiebra. —Dios, aquello era terrible —. La única forma de que nada salga a la luz ni se pierda todo es uniéndonos, y lo mejor es mediante un matrimonio —concluyó apretando sus dientes, mordiéndose la lengua por decirle que la verdad era mucho más complicada y siniestra, pero esa era su batalla, no la de sus amigos.

Caroline abrió sus ojos estupefacta tirando su cuerpo hacía el respaldo.

—Carajo, Ele, te has metido hasta el cuello —murmuró sacudiendo su cabeza. Al menos en eso tenía razón —. ¿Aun así pretendes hacerlo?

—No tengo otra opción, al menos hasta que la empresa recupere estabilidad —confesó, o por lo menos hasta que Emilio se diera cuenta del terrible error que cometía.

Lorenzo apareció con cinco vestidos en cada uno de sus brazos señalando el cambiador. Cuando Eleanor pretendía levantarse, Caroline sujetó su brazo.

—Al menos es Emilio y no cualquier desconocido ¿No? —le sonrió dándole ánimos y marchándose hacía su amigo dejándola ahí, incapaz de moverse, porque daría hasta lo que no tenía para que precisamente no fuese Emilio Markov el novio, para tener la misma ignorancia que Caorline mantenía y de la cual ella misma vivió toda su vida.

La realidad era más dura cuando se quitaba la venda de los ojos y observaba el mundo despiadado en el que vivió.

—¡Ele, mira qué precioso! Antonio quedará enloquecido —gritó Lorenzo moviendo el tul blanco de uno de los vestidos. Por la mirada que lanzó Caroline hacia ella, supo que estaba poniéndolo al tanto de lo mismo que le contó. Al menos le ahorraba el tener que mentir otra vez. Ya de por si se sentía miserable por hacerlo —. ¿¡Qué!? ¿Cómo que Emilio? —jadeó colocando su mano en su pecho a punto de desfallecer dramáticamente.

🖤🖤🖤

Uno de los guardias cargaba dos bolsas. Por un lado, el vestido que sus dos amigos escogieron, y luego, otro más sencillo y para nada excéntrico como el primero, que fue él que ella misma eligió.

—Sigo en shock de que vayas a casarte con ese hombre —parloteó Lorenzo cerrando la puerta del local —. Es una locura como ha seguido la broma de que en realidad era Antonio.

—Si, una locura —concordó Eleanor alzando su cabeza. De pronto sus tacones se clavaron en la vereda, su cuerpo se paralizó por completo provocando que el guardia con las bolsas chocara contra su espalda —. Antonio...—murmuró sorprendida de verlo.

Su ex novio caminó hacia ella. Llevaba un brazo quebrado y unos moretones en su rostro. Sus rulos todos alborotados eran el reflejo del mal momento que estaba pasando, uno que Eleanor no llegaba a imaginarse.

—Eleanor —mencionó antes de que Alek lo detuviera.

—No puedes acercarte a menos de cien metros —le indicó severo, colocando su mano en su hombro y apretándolo. Antonio soltó un jadeo de dolor por ser el mismo brazo quebrado.

—¡Lo estas lastimando, déjalo! —intervino la castaña rápidamente.

—Las ordenes son claras, no puede acercarse a usted —le indicó sin apartarse de Antonio.

—Pues las ordenes ahora las doy yo y te estoy exigiendo que lo dejes —demandó alzando su mentón. Vio la vacilación en el rostro de Alek, la cicatriz en su mejilla era más notoria a esa hora del día, así como la tensión resaltando en sus brazos tatuados.

—La cuestión es que aún no está casada. No puedo recibir órdenes en cuanto a su seguridad que no sean las que da el señor Markov —remarcó su acento con fervor.

Eleanor comprobó que tanto Emilio y él cuando se enfadaban, su acento ruso salía a la luz, como si fuese la forma de expulsar tanta ira.

—¿Casada? —repitió Antonio —. Ele, por favor déjame hablar contigo, quiero que sepas que...—Alek apretó su agarre en su hombro disimuladamente.

—¿Qué te pasó? ¿Por qué estás tan lastimado? —inquirió mirándolo de pies a cabezas. De pronto recordó la manera en la que cerró la puerta en su cara —. Déjalo, no quiero saberlo. Suéltalo, Alek.

El guardia le lanzó una mirada de advertencia a Antonio y terminó soltándolo. De fondo Caroline y Lorenzo no paraban de cuchichear semejante escena.

—¿Con quién vas a casarte tan rápido? Hemos terminado hace apenas semanas —reclamó mirando hacia el local y luego a ella.

—No sabía que debía darte explicaciones luego de que me cerrarás la puerta en mi cara sin una explicación, nada —refutó cabreada.

—Lo hice para que no me vieras en este estado, estuve en cama por días.

—Lo lamento, y ojalá te recuperes pronto —añadió sintiendo su teléfono sonar en su cartera.

Rápidamente aquel hombre la sujetó del brazo para que no se fuera.

—Por favor, necesito que hablemos, tengo mucho que contarte, que sepas lo que ha pasado. He vivido un infierno estos días —la miró con pena, con esa misma mirada a la que tantas veces ella accedió. Sabía que alguien lo había lastimado, intentando robarle quizá, pero darle unos minutos de su tiempo era confundir las cosas y sus planes de vida ahora eran otros.

El teléfono seguía sonando sin parar, y Alek empezó a hablar en ruso hacia los demás guardias.

—No creo que se compare al infierno que vengo viviendo yo, Antonio. Es mejor que te vayas, no es necesario que hagamos esto.

—¡Por favor! —afianzó su agarre desesperado —. ¿No puedes siquiera hablar conmigo y darme unos minutos? ¿Acaso te has olvidado de todo lo que vivimos juntos? —demandó mirándola con fervor.

—Ah, sabía que se venía un chantaje —chasqueó su lengua —. No, no quiero hablar contigo, te deseo lo mejor, pero nada más. Sabes bien las veces que quise que habláramos, que esto funcionara. ¿Y qué hacías tú? Ignorabas mis llamadas, ignorabas cuando lloraba por un poco de comprensión, y poco te importaba arreglar nuestros problemas. Así que ahora no vengas a reclamar nada y ten por seguro que si tuviera una puerta aquí mismo te la pegaría en la cara —advirtió entre dientes hablando más de la cuenta, desembuchando lo acumulado.

—Ele ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has cambiado tanto?

—¿Lo dices tú? —lo señaló —. Déjalo estar, Antonio.

—No, no quiero dejarlo estar hasta que vengas conmigo y hablemos de lo que ha pasado —exigió tirando de su brazo —. Es lo mínimo que merezco de tu parte.

—¿Qué haces? ¡Suéltame! —bramó mirando hacia los guardias que venían corriendo detrás.

—Te estás divirtiendo con Emilio Markov ¿A que sí? Ni siquiera te importó que me hayan dado una paliza ¿Qué clase de novia eres? ¡Eh! —gritó llevándola por la acera.

Ninguno de los guardias pretendía detenerlo, iban caminando muy tranquilos. ¿Para qué carajos estaban entonces?

—Suéltame de una vez —tiró hacia atrás.

—¡No! Quiero que me escuches ¡Maldita sea! —se giró para enfrentarla, teniendo su rostro a escasos centímetros del suyo. Eleanor comprobó que había perdido la poca cordura y racionalidad, la miraba desesperado. Antonio estaba actuando sin pensar y jamás había tirado de su brazo tan bruscamente, a punto de dejarla marcada.

El rechinar de unos neumáticos en la calle los hizo girar sus cabezas. Un auto aparcaba ante ellos y fue poco decir el miedo que barrió por el cuerpo de esa mujer. Si era otro atentado no habría quién la salvara al estar tan desprotegida. Los guardias recién estaban reaccionando.

Emilio descendió del vehículo acomodando su saco con elegancia. Y ojalá ella no hubiese sentido el alivio retorcido en su pecho al verlo. Posiblemente se debía a que no iban a atentar contra su vida, o en el fondo porque comenzaba a temerle al accionar de quien fue su pareja.

Se dirigió hacia ellos con destreza, sencillo, pero sus ojos clavados en el agarre de Antonio. Emilio pasó su dedo por sus labios mirando hacia otro lado y luego asintió repetidas veces. Cuando sus ojos conectaron con los de Eleanor, la escueta sonrisa sombría la hizo tragar duro.

—¿No tienes el teléfono contigo?

—Si...—respondió confundida por su tono amable.

—Te pedí que me avisaras cuando tuvieras el vestido —dijo rememorando el encuentro en la oficina.

—Lo sé, se me ha olvidado.

—Se te ha olvidado —repitió sacudiendo su cabeza acompañado de una corta risa —. Antonio, ¿Qué tal estás? —lo saludó palmeando su hombro y dejando su mano para apretarlo hasta que soltara el agarre en esa mujer. El ardor que barrió por todo el brazo de ese pobre hombre lo hizo ahogar un grito.

—No hagas eso —pidió Eleanor temerosa de lo que fuese a ocurrir.

—¿Qué cosa? —se colocó frente a Antonio dándole la espalda a esa mujer —. Si solo estoy ejerciendo la misma fuerza que él hizo para tirar de tu brazo y llevarte como si aun estuvieran juntos. ¿De dónde ha salido tanto descaro, Antonio? ¿Eh? —su presión se intensificó causando que su cuerpo se retorciera hasta caer de rodillas.

—Déjalo, no es necesario, déjalo por favor —pidió Eleanor incapaz de verlo gritar de dolor.

Su relación había culminado, pero jamás le desearía el mal, y menos verlo lastimado.

—¡Pedazo de imbécil! —bramó Antonio tirando su cabeza hacia atrás y sujetando su brazo quebrado.

El grito era desgarrador y nadie amagaba a hacer algo para detener a Emilio. Bastaba con ver su espalda contraerse, su saco apretarse a sus hombros para detectar la magnitud de su fuerza. Asustada, Eleanor volvió a insistir.

—He dicho que lo sueltes —exigió cubriendo su boca.

—Y yo he dicho que me avisaras y no lo has hecho aun sabiendo todo lo que ha pasado estos días —reclamó él mirándola por encima de su hombro. Su rostro detonaba crueldad, sus ojos rojos y su boca abierta recobrando la respiración. Aún sujetaba a Antonio quien no paraba de quejarse del dolor.

—¡Basta, no es necesario, por favor! —movió su mano ansiosa para que lo dejara estar.

—¿No es necesario? ¿No es necesario dejarle en claro a este tipo que si vuelve a acercarse a ti tendrá sus dos piernas quebradas también? ¡Eh, Eleanor! —demandó rabioso, hecho una fiera. Su cabello caía ahora por su frente tornándolo más espeluznante —. Porque yo creo que es bastante lo que merece por haberte tocado el brazo pretendiendo llevarte con él —chasqueó su lengua con ironía —. ¿A dónde pensabas llevarla? ¿Lejos de mi? ¿Lejos de lo que soy?

La cantidad de preguntas que Emilio soltaba solo la alteraban más. No compendia qué quería decir, pero el tono en su voz no aceptaba quejas, estaba enroscado con Antonio sobre el suelo.

—Haz algo, Alek, por favor —lloriqueó Eleanor con su voz estremecida mirando hacia el guardia quien no movió un solo músculo.

—No, no. Alek no hará nada —rechistó Emilio de mala manera. Era otra faceta la que mostraba, una que irradiaba más temor —. Alek se quedará en su lugar porque esto es lo que pasa cuando decides no responder el teléfono, Eleanor. Esto es lo que pasa cuando no me informas en dónde carajos estás por las buenas, así que tengo que venir para comprobar que no te ha pasado nada ¿Y qué me encuentro?

Emilio se agachó a su lado en cuclillas dejando entrever más su fuerza, y sacudió a Antonio tirando de su corto cabello para que alzara su rostro y mirara a Eleanor.

—Basta...—murmuró nerviosa, sabiendo que por la maldad en sus palabras Emilio sería capaz de cualquier cosa. No dudaba de su crueldad. Y ese grupo al que pertenecía no podía ser tan bueno, bastaba ver su cuerpo endurecerse, sus ojos abiertos a tope desquiciado y rememorar la lista de internet.

—Me encuentro a tu ex novio, que te ha seguido hasta aquí, tirando de tu brazo como si fuera el dueño de tu vida. Entonces ¿Quién está mal, Eleanor? ¿Él por ponerte una mano encima o yo por aparecer aquí y hacer que se disculpe contigo? —la miró volviendo a tirar del cabello de Antonio sin apartar sus ojos de aquellos verdes.

—No me interesa que se disculpe. No es necesario todo esto porque no me interesa verlo —aclaró diciendo la verdad. Eran incontables las veces que su ex pareja prometió disculpas falsas, vacías.

Oh, pero en medio de la desesperación, sería capaz de prometerle el mundo a sus pies, y más si Emilio lo obligaba a ello.

—A mi si me interesa que lo haga. Por tanto, abre la boca y pide perdón —demandó apretando sus dientes y afirmando su mano en su cabello. Antonio cerraba sus ojos por el dolor en su nuca y la presión en su cabeza —. No, no. Los ojos abiertos y la miras directo a los suyos y te disculpas —rechistó abriéndole los ojos con dos de sus dedos.

—Lo siento...Ele —se apresuró a responder antes de que aquello terminara peor.

—Bien, listo. Ya es suficiente —decretó Eleanor cortando con todo.

Mmm —susurró Emilio frunciendo sus labios disfrutándolo —. Vuelve a decirlo que no te he oído bien —cacheteó su mejilla con su mano abierta.

—Lo...lo siento, Ele.

Eleanor. Lo siento, Eleanor por haberte tocado, lamento haberte puesto un dedo encima. Repítelo —espetó bufando completamente enojado.

Era la primera vez que ella lo admiraba de esa forma, y lo único que podía pensar es que no lo convenía jamás hacerlo enojar. Ya no se sentía tan valiente de hacerle la vida miserable.

Antonio repitió como él le indicó.

—A partir de ahora no me acercaré a ti porque sé que te casarás con Emilio y que él como esposo, acabará con mi vida de solo encontrarme mirándote —prosiguió canturreando libremente —. Repítelo.

Eleanor jadeó ante semejante amenaza, ante la manera en la que él lo decía como si fuese cualquier trivialidad.

—A partir de ahora no...—apretó sus dientes ante el nuevo jalón de su cabello.

—Fuerte, más fuerte —demandó Emilio agachado.

—No me acercaré a ti porque te casarás con Emilio y él como esposo acabará con mi vida de solo encontrarme mirándote —habló en voz alta causando que Emilio sonriera satisfecho.

—He querido escucharlo desde que le has hablado mal en aquel evento en mi casa ¿Qué tal si te disculpas por ese también? —palmeó su mejilla despabilándolo.

—Lo lamen—

—No, ya me has aburrido —lo soltó de golpe provocando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo.

Emilio estiró las mangas de su saco azul sacudiéndolo, como si lo que acaba de pasar no fue lo más macabro que haya hecho para Eleanor. Acomodó su corbata y miró hacia Alek indicándole que se ocupara de sacar a Antonio de su vista.

—¿Nos vamos? —se giró hacia ella, atrapando su mirada verdosa sobre él.

—¡Eres un maldito psicópata! —acusó regresando a donde sus dos socios esperaban boquiabiertos. Ahora la historia que se montó no sonaba tan inocente.

—Te acostumbrarás, al menos la investigación que haz hecho en la noche te ha servido un poco ¿No? —alzó su ceja arrogante, caminando a su lado, escoltándola a la camioneta. Eleanor enderezó sus hombros ¿Cómo demonios lo supo? —. La próxima trata de responderme a la primera llamada, tu seguridad es importante, querida.

—¿Por qué? Si te he notado bastante cómodo torturándolo.

—Oh, Eleanor, ese lado morboso me interesa tanto —asintió apretando sus labios ocultando su diversión.

—Sabes bien porqué lo dije —se defendió. Caroline y lorenzo se metieron de inmediato a la camioneta al ver a Emilio.

—Ahora sabes bien lo que pasará si no acatas mis ordenes —susurro contra su oído. Aun no ingresaba al auto, y aunque irían en vehículos diferentes, nada impidió que él la detuviera antes de subirse —. El único que puede tocarte soy yo, y ten por seguro que esa no es mi manera de hacerlo. La mía suele dar placer, ese mismo placer que buscas hace años —concluyó soplando en su oído causando que uno de sus rulos se removiera.

Pero el calor que desprendió aquel juramento en Eleanor era imposible de explicar, porque ni siquiera lo que acaba de ocurrir con Antonio era tan macabro como las escenas que pasaban por su cabeza, esas que escondía bajo llave, y de las que la sonrisa de Emilio conocía.








Ufff, como disfrute este capítulo ❤️‍🔥🤭😂😂.

¿Que pasará con Antonio? 🤭🤔🤔🙈.

Por otro lado, se vieneeeeee...prepárense para los próximos capítulos 🥵🥵🤯.

Gracias por todo el apoyo, por aceptar esta historia y pedir que actualice más seguido. Ya saben que las leo, así que díganme 🤔🤔😂😂✌🏻.

¡No se olviden de comentar y decirme qué les parece! ❤️

❤️Instagram: @justlivewithpau (Aquí subo todo lo relacionado con las historias - SÍGUEME y nos seguimos 🙈❤️)

❤️Grupo de Facebook: JustlivewithP

Continue Reading

You'll Also Like

282K 24.7K 64
Adeline arriesgó todo lo que le quedaba en destruirlos, incluso su vida y un mal paso está por acabar con ella. La traición no tiene perdón y los her...
2.4M 173K 58
SAGA LOMBARDI #1 Las historias están conectadas pero no es necesario leerlas en orden para entender. Ángelo Lombardi, frío, calculador, compulsivo d...
1M 29.3K 32
Cuando las personas que más amas, te rompen, es difícil volver a unir esos pedazos. Victoria Brown, creía que cuando amas, la brecha para perderte a...
1.9K 205 18
"𝑁𝑜 𝑃𝑜𝑑𝑟𝑖𝑎 𝑒𝑙𝑒𝑔𝑖𝑟 𝑎𝑚𝑎𝑟 𝑎 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎" - We Become We "𝐸𝑟𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑅𝑒𝑦 𝑑𝑒 𝑚𝑖 𝑐𝑜𝑟𝑎𝑧𝑜𝑛" - King of my Hear...