Un refugio en ti (#1)

Oleh ladyy_zz

393K 32K 11.7K

Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... Lebih Banyak

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

40. A.P.S.

5.5K 450 65
Oleh ladyy_zz

Era miércoles y ya casi era de noche. Amelia estaba terminando de hacer unos burritos de cenar para dos. Las dos semanas anteriores, la ojimiel había estado ocupada repartiéndose besos nocturnos con Luisita y María ni si quiera había pasado por casa, por lo que Amelia suponía que estaba con ese chico misterioso. Ambas estaban con sus propios planes, pero Amelia no quería perder esa costumbre que parecía haber establecido con su mejor amiga de cenar juntas todos los miércoles.

Podrían haber intentado cenar esos últimos miércoles, o buscar un hueco cualquier otro día, pero en realidad, Amelia se sentía demasiado culpable al no contarle nada a María sobre Luisita que intentaba no estar mucho con ella asolas. En realidad, tampoco sabría muy bien que contarle, porque ni ella sabía exactamente qué tenía con Luisita. Habían pasado dos semanas y habían sido las mejores de su vida, y aunque ella misma fue la que no quiso establecer ninguna etiqueta desde el principio porque sabía que Luisita aún necesitaba tiempo de recuperación, el tiempo había pasado demasiado rápido y sus dudas aparecían más a menudo en su cabeza. Amelia era tan feliz con Luisita que ni si quiera hablaron de exclusividad en ningún momento, porque ella no sentía que hiciera falta, porque para ella sólo había una persona quien quisiera meter en su cama incluso antes de que se admitieran sus sentimientos, y sentía que a la rubia le pasaba igual, lo sentía en su mirada.

Ella siempre creyó que el simple hecho de poder pasar tiempo con Luisita era más que suficiente, pero ahora no, ahora sentía que quería más. Quería todo y con ella. Podría haberse sentado con Luisita a hablar de esa forma tan natural que ambas tenían de expresar cómo se sentían la una por la otra, pero por primera vez en su vida, Amelia tenía miedo de lo que le pudiera responder la rubia.

Amelia había echado mucho de menos a su mejor amiga esos seis años en los que estuvo fuera, pero ahora, ahora realmente la necesitaba y no porque necesitara desahogarse sobre ese tema en concreto, sino porque simplemente echaba de menos la manera que tenía María de siempre animarla, incluso inconscientemente. Así que, ese miércoles cuando María le dijo que volvería para cenar, sabía que tenía que hacer algo especial, porque tampoco quería descuidar su amistad ni ser de esas personas que en cuanto conocen a alguien se olvidan de sus amigas.

El sonido de las llaves indicando que María estaba entrando por la puerta principal la pilló enrollando el último burrito.

– ¿Hola? – se escuchó a lo lejos.

– Estoy en la cocina.

María entró en la cocina y se quedó mirándola con una sonrisa en la cara y los brazos cruzados. Desde luego, Amelia en la cocina no era una imagen que recordara de su juventud, aunque tenía que reconocer que en lo que había podido descubrir desde que había vuelto que la ojimiel había mejorado mucho en sus habilidades culinarias. Suponía que aquello se debía al instinto de supervivencia.

– ¿Qué haces?

– Burritos. Me he acordado de lo mucho que nos gustaba comerlos y bueno, pensé que te gustaría.

– Madre mía, es verdad. – dijo María desbloqueando los recuerdos de su adolescencia. – ¿Te acuerdas de cuando los comprábamos en aquel sitio que abrió que tanto nos gustaba y nos los llevábamos al parque que había al lado del instituto?

– ¿Qué si me acuerdo? Si teníamos un banco que era prácticamente nuestro. – dijo riéndose recordando aquel sitio que parecía estar disponible siempre para ellas.

– Cierto, cierto. De hecho, creo que llegamos a poner nuestras iniciales, ¿verdad?

– Es verdad, no me acordaba de eso.

Ambas sonreían rememorando aquella época que, para la ojimiel su adolescencia no fue exactamente fácil debido a su situación familiar, aquellos paréntesis con su mejor amiga solían ser uno de los mejores momentos del día, convertidos ahora en anécdotas que guardaba con el mayor de los cariños. María miró la comida sobre el plato y Amelia pareció ver cómo sus ojos se iluminaron indicando que se le acababa de ocurrir una idea.

– ¿Y por qué no lo hacemos?

– ¿Hacer el qué?

– Volver. – respondió María con una amplia sonrisa. – Envolvamos los burritos para llevar y cenemos ahí.

– Me parece una de las mejores ideas que he escuchado en mucho tiempo. – dijo la ojimiel con la misma sonrisa que llevaba su mejor amiga.

No sabía cómo no se le había ocurrido antes, porque volver al pasado a aquellos instantes donde sólo existían ellas, era todo lo que necesitaba en estos momentos, pero lo que no sabía Amelia es que a María se le había ocurrido aquel plan porque necesitaba a su mejor amiga tanto como ella.

No tardaron mucho en empaquetar la comida, pasar por la tienda de debajo de su piso a comprar algo de beber y emprender el camino mientras ambas disfrutaban del paseo. La noche ya había caído, el cielo estaba totalmente despejado y la temperatura era la perfecta para un picnic nocturno improvisado. Puede que no fueran al mejor parque de Madrid, con las mejores vistas ni el mejor ambiente, pero ese parque junto al instituto significaba tanto para ellas que no habrían elegido ningún otro sitio para esa compañía.

Al fin llegaron y parecía como si los años no hubieran pasado para aquel lugar, porque parecía que se había pausado en el tiempo, hasta el punto en el que su banco de siempre seguía tal y donde siempre había estado. Ambas se miraron y sonrieron, y Amelia intentaba contener la emoción que le estaba provocando toda aquella invocación de recuerdos.

– ¿Seguirán nuestras iniciales? – preguntó María mientras ya se dirigía hacia la parte de atrás del banco donde habían grabado aquellas letras una tarde con sus llaves.

Amelia la siguió y ambas se agacharon para mirar la parte de atrás del respaldo, donde efectivamente, todo seguía tal y como lo dejaron.

A y M
A.P.S

– A.P.S.

– Amigas para siempre. – le confirmó María que también parecía algo emocionada.

Ambas sonreían con bastante nostalgia a aquel banco de madera cura resistencia en el tiempo parecía todo un símbolo de su amistad.

– ¿Cuántos años tendríamos? – preguntó la ojimiel pasando el dedo por encima de las iniciales.

– Pues no sé, unos trece o catorce años.

– Vaya gamberras.

Las dos se rieron porque en realidad, ambas siempre habían sido muy buenas y nunca habían hecho ninguna trastada destacable, pero para ellas aquel momento lo recordaban como si estuvieran cometiendo el peor de los delitos. Rodearon el banco y se sentaron por primera vez en aquel sitio tan especial en años. Y en cuanto lo hicieron, ambas se sintieron que volvían a ser aquellas niñas que sentían que podían confiar tanto en la persona que tenían a su lado que podían ser ellas mismas porque nunca se juzgarían. Amelia cerró los ojos y dejó que la brisa de aquella noche de abril le calara hondo, así como la sensación de compañía, de dejar de sentirse sola en este mundo.

Sacaron de la bolsa los dos burritos, una Coca-Cola, una cerveza y unas patatas de bolsa que compraron en la misma tienda y se dispusieron a disfrutar de una de las mejores cenas que se podrían hacer, porque lo único que les importaba a ellas era la compañía.

– Que bien sienta poder cenar tranquilamente sin tener que hacerlo con prisas para irnos al King's. – dijo María recordando su juventud donde ambas trabajaban demasiado en aquel loca.

– Pues si, o al Asturiano porque Luisita necesitaba ayuda.

Como los Gómez sabían lo mucho que trabajaban las dos amigas en el King's, les pedían muy pocas veces en sus tiempos libres que trabajasen también en el Asturiano, pero cuando Luisita fue creciendo y llegó a su adolescencia donde lo único que quería hacer era salir de la barra y disfrutar de su tiempo, le fastidiaba ver como María y Amelia se tomaban sus desayunos tranquilamente mientras ella corría de un lado a otro sirviendo cafés, así que al final siempre entraban las morenas a ayudarla tras la barra.

– Og, que niña más insoportable, de verdad. – dijo María recordando la adolescencia de su hermana, haciendo reír a Amelia. – Aunque desde luego prefiero a esa Luisi a la que he tenido estos últimos años.

María se puso algo seria recordando lo mal que lo había pasado su hermana en aquella tóxica relación de la que acababa de salir, y lo mucho que había salpicado todo aquello también a los de su alrededor. Amelia se la quedó mirando, adivinando sus pensamientos, sintiendo una vez más la culpabilidad por no confesarle a su mejor amiga lo que estaba pasando entre ella y la rubia.

– ¿Y la de ahora? – preguntó Amelia algo tímida.

Porque para ella era realmente importante que María aceptara su relación con Luisita, y quería asegurarse de que viera que se hacían bien mutuo, y no sólo por su aprobación, sino porque ella misma también quería asegurarse de que la rubia ahora fuera más feliz estando a su lado.

– La de ahora, por fin, vuelve a ser mi hermana de siempre. – dijo María una sonrisa sincera, haciendo que el pecho de Amelia se llenara de una sensación de paz.

Siguieron comiendo y recordando viejas anécdotas, contándose nuevas historias de aquellos años en los que han estado separadas y riéndose a carcajadas con alguna que otra lágrima que se les escapaba de la felicidad que aquel momento tan simple les estaba provocando.

– Joder, Amelia. – dijo María dándole el último bocado a su burrito. – Esto estaba buenísimo. Realmente has mejorado en la cocina.

– Es que en Barcelona trabajé con una chica mexicana que me enseñó varias recetas.

María la miró con el ceño fruncido porque aquello no tenía mucha coherencia.

– ¿Te enseñó a hacer recetas de cocina en un bar nocturno de copas?

– Te he dicho donde conocí a la chica, no donde lo aprendí.

– Vaya, que te la tirabas.

– Un poco. – dijo riéndose al haber sido pillada, contagiando a su amiga. – Pero nada serio, ya sabes.

Se encogió de hombros e hizo una bola con el papel de aluminio que tenía envuelto el burrito y en ese momento sintió cómo el bolsillo de su pantalón vibraba. Sacó su teléfono y automáticamente se le dibujó una sonrisa en la cara.


Luisita
Me has robado lo mejor de mi día
Llegar a casa y verte

Amelia
He salido a cenar con María
En cuanto llegue te como a besos

Luisita
Me los cobraré con intereses
Pasarlo bien💙

Amelia
💙


Bloqueó su teléfono y se lo guardó en el bolsillo, y cuando miró a María, pudo ver cómo, mientras bebía de su lata de cerveza, la miraba por el rabillo del ojo con una mirada algo acusatoria.

– Bueno, ¿me vas a contar de una vez lo de tu novia?

El pecho de Amelia se hundió ante aquella culpa, pero por suerte para ella, su mejor amiga se lo decía sonriente, sin ningún reproche por aquel secreto, y se dio cuenta de que quizás era porque no era la única que ocultaba algo.

– ¿Y tú lo de tu novio? – preguntó la ojimiel con la misma sonrisa.

Pero entonces, la de María cayó un poco y quitó la mirada de su mejor amiga para centrarla en su lata.

– Es complicado.

– Uy, ¿dónde está la María Gómez que yo conozco que adora la simplicidad de un polvo y adiós?

María se quedó callada mirando al frente, intentando encontrar las fuerzas de confesarle a su mejor amiga lo que se llevaba tanto tiempo guardando.

– No nos hemos acostado.

– ¿Qué?

– Pues eso, que no hemos follado.

Volvió a mirar hacia Amelia que tenía una cara que expresaba la más profundas de las confusiones.

– Pero si te pasas las noches con él, además, no creas que no he notado tus chupetones.

– A ver que no soy monja, que nos enrollamos y eso, pero ya está.

– ¿Por?

– No sé, Amelia, todo empezó con una amistad, había encontrado por fin a una persona que entendía exactamente como me sentía y con la que podía ser yo misma, empezamos a pasar cada vez más y más tiempo a solas y bueno, una noche simplemente nos besamos. Desde entonces seguimos así, compartiendo tiempo y confidencias, y también besándonos... pero ya está.

Amelia la miraba atentamente, porque estaba viendo una versión de su mejor amiga que nunca antes había visto. No es que María fuera una chica sin corazón ni sentimientos, simplemente ni buscaba ni esperaba que el amor llegara a ella y estaba feliz con eso, y Amelia lo sabía, sabía que a María le encantaba aquella vida, por eso le costaba ver a su mejor amiga de siempre en la chica de su lado.

– ¿Y qué hacéis cuando dormís juntos?

María se quedó callada unos segundos antes de contestar algo avergonzada.

– Abrazarnos. – murmuró

– Vaya...

Amelia se le escapó una risa demasiado alta porque en realidad, aquella versión de María le estaba haciendo mucha gracia. Sin embargo, a la Gómez aquel tema tenía poco de chistoso.

– Amelia, caramba, que te lo estoy diciendo en serio y tú te estas riendo de mí.

Cruzó los brazos algo molesta, haciendo que la ojimiel suavizara su risa.

– Que no, mujer, es sólo que no me esperaba una respuesta tan romántica.

María la miró y suspiró, relajando un poco la actitud.

– No es romántico, es solo que tenemos una amistad muy bonita y no quiero estropearla complicándolo así, con un polvo y ya está. No es otro nombre más en la lista de ligues.

– Pero María, tú misma me lo has dicho antes, sea lo que sea lo que tengáis, ya se ha complicado. Dejaros llevar, estoy segura de que él también se muere por dar un paso más. Juntar sexo y amistad puede convertir lo que tenéis en algo único y precioso.

María se quedó callada sin saber que más decir, porque su cabeza seguía siendo un lio. La ojimiel no había sido la única que necesitaba desahogarse, porque ella también había deseado poder confesarle a su amiga aquello que sentía. Pero, por suerte para ella, Amelia también tenía sus propios nudos y también necesitaba a su mejor amiga.

– Nosotras tampoco somos novias. – María la miró con el ceño fruncido y Amelia le sonrió ante la aparente preocupación de su amiga. – También es complicado.

– ¿Y eso?

Amelia suspiró, intentando ordenar sus ideas y todas aquellas preocupaciones que había ido arrastrando aquellos días.

– No sé si ella está preparada para una relación. A veces siento que la rutina que tenemos es tan dinámica y natural que encajamos perfectamente y que no nos hace falta etiqueta para lo que tenemos. Pero al final del día... tampoco sé que somos, ni hacia donde vamos.

– Amelia, que os llaméis oficialmente novias o no, no tiene tanta importancia. Lo que importa es lo que tú dices, crear una vida juntas y que ambas estéis en la misma página, pero si realmente necesitas aclararlo, háblalo con ella.

La ojimiel la miró y suspiró, porque en el fondo sabía que era verdad.

– Sé que tienes razón, sólo que a veces tengo miedo a agobiarla y que se aleje. Quiero darle espacio y libertad, porque sé que lo necesita y joder, porque se lo merece. Merece volar tan alto y yo no quiero que sienta que la retengo.

María la estudió unos segundos mientras Amelia se perdía en sus pensamientos con la mirada fija en su lata de Coca-Cola. A diferencia de ella, María sabía que la ojimiel era algo más romántica y ella misma fue testigo de toda su relación con Sara. Sin embargo, nunca había visto a Amelia así, porque sólo la había visto tan perdida por una persona en concreto, pero claro, no podía ser su hermana la chica a la que se refería su mejor amiga, porque se lo hubiese contado. Una pequeña punzada atravesó a María, porque en el fondo, siempre creyó que el tiempo les daría la oportunidad a Amelia y a Luisita de por fin estar juntas, pero ahora la ojimiel parecía estar feliz con otra persona, y por mucho que a ella le hubiera gustado aquella relación, siempre se alegrará por su mejor amiga sea quien sea la persona que le haga brillar así los ojos.

– ¿Tú crees que ella es feliz contigo?

Amelia la miró y sonrió.

– Si, y lo creo de verdad.

Porque como María mismo había dicho antes, su hermana ahora era mucho más feliz y eso ni ella misma podía negarlo.

– ¿Y tú? ¿Eres feliz con ella?

Su sonrisa se amplió, haciendo que su amiga la imitara.

– Soy la persona más feliz del mundo cuando está a mi lado, María, es que siento que puedo con todo.

– Pues ya está, Amelia, hablarlo.

– Tienes razón. Es sólo que...

– ¿Qué?

En realidad, no era algo que normalmente hubiera confesado, pero sabía que Luisita tenía razón, tenía que sacar de dentro también los malos sentimientos, porque no sólo hay que compartir la felicidad, sobre todo con las personas que tanto quieres y confías. Así que, cogió aire y le admitió a su amiga aquello que en realidad, tanto temía.

– Tengo miedo a volver a quedarme sola.

Y en cuanto lo dijo, María se giró para mirarla y pudo ver la tristeza en sus ojos, así que la cogió de las manos y la hizo mirarla a la cara y que entendiera bien que lo que le iba a decir, era verdad.

– Eso no va a pasar nunca más, ¿vale? Yo voy a estar aquí, siempre, y sé que Luisi, mi abuelo y mis padres también.

Amelia le sonrió con tristeza, pero sabiendo que tenia razón, porque incluso si lo que tenía con la rubia acababa, siempre seguiría siendo su familia, al igual que el resto de los Gómez, pero no podía evitar que aquella sensación de soledad que tanto conocía volviera a ella.

– No te haces a la idea de cuanto deseo que eso sea verdad.

– Pues créetelo, porque es verdad. No nos iremos porque somos tu familia.

Y en cuanto terminó de decirlo, María tiró de su amiga para abrazarla con aquella fuerza que llevaba años acumulando, siendo correspondida al instante por la ojimiel. Lo sanador que puede llegar a ser una charla con tu mejor amiga donde no haya nada más que la sensación de poder desahogarte y ser tú misma, pues eso es lo que les había pasado a ambas y ninguna tenía ni idea de lo mucho que lo necesitaban. Y Amelia, sintió como aquel abrazo le estaba curando heridas que ni si quiera sabía que tenía abiertas.

Se separaron con algo de lágrimas en los ojos y ambas se quedaron mirando el cielo estrellado, que igual no eran las mejores vistas de Madrid, pero ni si quiera les importaba.

– Tengo que confesarte que durante estos años he sentido muchas ganas de volver a este sitio. – admitió María interrumpiendo sus pensamientos.

– ¿Y por qué no lo has hecho?

– Pues porque no echaba de menos el sitio, te echaba de menos a ti, y daba igual si volvía, no te encontraría aquí.

Era cierto que, en comparación de Amelia, cuando a María le faltó su mejor amiga, no se quedó completamente sola. Seguía quedando con el resto de sus amigas y tenía a su familia, pero, aun así, siempre sintió que le faltaba la ojimiel. A veces encontramos en esta vida a personas con las que encajamos de una manera tan perfecta que parece que el universo las colocó en tu camino por algún motivo. Puedes encontrar solo a una persona, puedes encontrar a varias, puede ser tu pareja, un amigo, un desconocido que simplemente te marcó, pueden venir una tras otra o pueden convivir todas en el mismo espacio y tiempo, porque no son incompatibles entre sí, porque no sólo puede existir una persona ideal y no tiene que porqué ser siempre en el sentido romántico.

– Yo también te he echado de menos, María. No sabes cuánto y pase lo que pase, siempre serás mi mejor amiga.

– ¿Amigas para siempre?

Ambas se rieron recordando aquel mensaje tan cierto que estaba grabado en la parte de atrás del banco.

– Si, como Rachel y Mónica.

– O como Cristina y Meredith.

– Blair y Selena.

María apoyó su cabeza en el hombro de la ojimiel y Amelia sintió como las piezas de su vida cada vez encajaban más y más.

– Lilo y Stitch. – sentenció María haciendo reir a Amelia.

La ojimiel le dio un beso en la frente a su mejor amiga, sintiendo como ella también inspiraba hondo ante la satisfactoria sensación de por fin estar donde perteneces.

Amelia se quedó pensando en la última referencia de María, porque era verdad, los Gómez eran su Ohana, todos y cada uno de ellos y sabía que siempre sería así.

Lanjutkan Membaca

Kamu Akan Menyukai Ini

260K 13.3K 43
¿Te has imaginado casada con alguien que nunca soportaste en la vida? Luisita también lo había imaginado, sino todo lo contrario. Se suponía que iba...
7.4K 671 17
Luisita Gómez gran periodista, trabaja en una editorial y tambien es youtuber, junto con su amigos de trabajo y con su novio va al bosque a acampar y...
144K 13.9K 61
Una empresaria con ambición a cargo de la Corporación de Medios de Comunicación mas importante de la ciudad pone a prueba sus capacidades ocupando el...
46.2K 3.8K 24
Luisita y Amelia están estudiando en la universidad. Un día por cosas del destino chocan cuando corren para coger el tren. Desde ese día y por divers...