Sentí una gran felicidad a volver a ver a mi hermana del alma, mi querida Abigail, el calor de ese abrazo que sin palabras me decía que el sentimiento era mutuo.
"Hola, Abi.." Dije al separarnos con una gran sonrisa en mi rostro.
¡Cuanto extrañé a esta condenada!
"Tonta! Tú y yo tenemos mucho que hablar.. pero primero, papi, ¿como te sientes? Apenas me voy enterando.."
"No es nada, como te dirá aquí esta niña.." Lo mire fijamente alzando una ceja "Como te dirá la Dra. Madrigal, ¿cierto?"
"Fue solo el golpe de la caída Abi, unas lesiones, dolor, aunque este señor intente ocultarlo.." en esto gruñó y sonreí. "No es nada de que preocuparse, pero si necesitaré verlo en un par de días para revisar como va progresando todo."
"Al pueblo yo no voy." Dijo terco mi señor, negándose rotundamente y Abigail suspiró.
"Yo me encargo de que vaya, Sam."
Terminé de colocarle la venda, y al intentar ponerse la camisa de nuevo Don Armando soltó una pequeña queja que trató de disimular.
"Deje que lo ayuden, no sea tan necio." Tomé la camisa de sus manos y yo se la puse.. inconscientemente pasando mi mano por su espalda al bajarla y lo sentí temblar levemente.
Abigail aclaró su garganta, y me separe de él, sin mirar a ninguno a los ojos recogí todas mis cosas.
"Si ya es todo váyanse las dos y déjenme solo. Quiero dormir." Dijo en un tono algo cortante.
"Bueno.. me retiro entonces. No olvide mis indicaciones Don Armando, lo veo en unos días, descanse."
Don Armando no dijo una sola palabra más, ignorándonos por completo, y cerrando sus ojos se recargó en las almohadas. Suspiré y caminé hacia la puerta.
"Te acompañó a la salida." Dijo Abigail caminando a mi lado.
"No mucho ha cambiado desde que me fui, pero.."
"Pero mi papá sí." Terminó Abigail entendiendo a que me refería. "Desde que falleció mamá hace años se volvió de esa manera, amargado y testarudo... extraño tanto como era antes." Al llegar a la puerta se detuvo, volteando a verme. "Sam.. lo que pasó hace años.."
"Quedó en el pasado." Dije sonriendo y tomé sus manos en las mías. "Siempre te he querido como una hermana Abi, y eso si que no cambiará jamás."
"Y yo a ti, no sabes cuanto te extrañé. Al poco tiempo de que te fuiste me di cuenta lo mal que estuvo de mi parte juzgarte sin darte una oportunidad de explicar las cosas.. me dejé llevar por la impresión y por las palabras de Katia. Se que nunca tuviste malas intenciones ni hiciste nada malo. ¿Me perdonas?"
"¡Mensa! No hay nada que perdonar." La abracé nuevamente. "Te dije que eso queda en el pasado."
"Bienvenida, mi querida Sammy."
Esos días pasaron rápido. Terminé de organizar el consultorio de la manera que a mi me gustaba, y logré contratar rápidamente a un nuevo enfermero y una recepcionista. La búsqueda para mi propia casa o departamento aún seguía, pero por el momento no había prisa.
Con ansias esperaba la llegada de Don Armando para su revisión a la hora pautada, pero pasaban los minutos y nada que aparecía. Casi una hora después recibí una llamada de Abigail.
"Abi, no ha llegado tu papá ¿qué sucede?" Pregunté al contestar.
"¡Sucede que es un necio! No logré convencerlo de que fuera al consultorio, y ahorita tengo una emergencia con una de las yeguas en la hacienda de los Arango." Me dijo frustrada.
Los Arango.. ¿habrá regresado Octavio también? Pensé mordiendo mi labio, y negué sacando eso de mi mente, problemas era lo menos que necesitaba en este momento.
"Si no quiere venir, iré yo hasta la hacienda, pero de esta cita no se escapa." Dije con convicción y la escuché reírse.
"Suerte amiga. Solo te advierto que papá es muy testarudo."
"Si él lo es, yo más. Te llamo luego."
Tomé mi kit como aquella vez, y me dirigí a la Hacienda Bustamante de nuevo. Al llegar Doña Gertrudis, la señora encargada del servicio de la casa, me informó que el patrón había salido a las tierras y no tenía idea a que horas regresaba.
"No hay problema, yo lo espero el tiempo que sea necesario. Estaré en el despacho."
No estoy segura cuanto tiempo pasó, pero el cielo empezaba a obscurecer, y después de un rato Doña Gertrudis tan amable me trajo una taza de café y galletas, y me senté enfrente del escritorio a esperar.
La duda me entró rodeé el escritorio. Pasando mi mano sobre el respaldo de la grande silla de cuero, la silla de mi señor amargura. Todo seguía igual adentro de estas paredes. Las fotografías en su mismo lugar, las plumas derechas al lado de su carpeta de cuero donde dejé esa nota hace años.. ¿qué pasaría con eso? ¿se habrá enterado que fui yo?
Tomé la fotografía de él y su esposa y sentí esa punzada en mi pecho de nuevo. Sí, me daba cuenta que después de todos estos años lo seguía amando. Y solo de pensar en el inmenso dolor que él sentía por la partida de Doña Rosario, para que ese hombre tan lleno de alegría se convirtiera en uno lleno de amargura se me partía el corazón.
"¿Qué haces aquí niña? Te dije que no iría al pueblo, ¿o acaso no me escuchaste?" Don Armando azotó la puerta del despacho y casi dejo caer esa foto. La regresé a su lugar rápidamente y caminé hacia él, parándomele enfrente.
"Lo escuché claramente Don Armando, pero como ve, no estamos en el pueblo. Y como yo le dije a usted, lo necesito revisar, y no me voy de aquí hasta hacerlo." Crucé mis brazos mirándolo desafiante, aunque por dentro me moría de los nervios por como me miraba con esos ojos duros y penetrantes.
¿Podía este hombre ser más perfecto? Me fascinaba su lado gruñón.
Don Armando rodó sus ojos, y dándome la vuelta se sentó en su silla, dejando su sombrero sobre el escritorio.
"Rápido niña, que soy un hombre ocupado."
Me mordí el labio pensando, la posición para revisarlo sería un poco rara. Sentía que iba ganando al lograr que me dejara hacerlo en primer lugar, si le pedía revisarlo en otra parte mas cómoda capaz que me corría de la hacienda.
Me arrodillé a su lado, y como el no lo hacía.. saqué su camisa de su pantalón, levantándola lentamente hasta ver la herida. Alcé mi mirada, encontrándome con la suya. En esos momentos no me miraba como hace un par de días, o hace unos minutos. Era una mirada pensativa, quizá con algo de asombro.
"En primera.." Dije, mi mirada sobre su costado de nuevo, tocando suave con mi mano. "Ya no soy una niña. Y en segunda, usted no debería andar ocupado. Debería estar descansando, dejar que esto sane o se le va a infectar y será peor. Es por su bien, es todo lo que quiero Don Armando..que esté bien.."
"Esta es más la Samanta que recuerdo. La de las mejillas coloradas, la dulce mirada.." aclaró su garganta, su mirada en las fotografías sobre su escritorio. "Pero siempre serás una niña para mi.. ¡auch!"
Sin querer puse presión de más en su costado, pero ese comentario... fue como un cuchillo en mi corazón. Siempre seré una niña ante sus ojos.. no podía con eso.
"Todo está bien. Disculpe que lo haya molestado. Descanse, por favor." Tomé mis cosas y salí lo más rápido de ahí.
Sentía tantas ganas de llorar pero no enfrente de él. Tan solo me subí a la camioneta, arrancando a toda velocidad las lágrimas comenzaron a rodar.
"¿Por qué Armando? ¿Por qué no me puedes ver como una mujer?"